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Decisiones económicas en los cambios hormonales de la mujer

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Ahora bien, ¿por qué nuestros resultados parecen contradecir los hallazgos de las anteriores investigaciones? En primer lugar, hay diferencias en los instrumentos elegidos para observar las decisiones económicas sociales durante las fases del ciclo. Durante et al. (2011) diseñaron un instrumento de compras online y posteriormente utilizaron el juego del dictador (Durante et al., 2011), mientras que Buser (2011) usó el juego de la confianza. En segundo lugar, el procedimiento utilizado en la aplicación del juego del ultimátum de nuestra investigación tuvo una variante a los aplicados por Lucas, Koff y Skeath (2007), Lucas y Koff (2013) y Eisenbruch y Roney (2016). En nuestro estudio las participantes solo tenían el rol de respondedor, pues las propuestas estaban previamente diseñadas en el UltiGamePc (Hevia-Orozco et al., 2014), mientras que, en los aplicados por los anteriores autores, las participantes tenían los dos roles, es decir, eran tanto proponentes como respondedoras.

En tercer lugar, la medición de hormonas no ha sido un común denominador en todas las investigaciones. Por ejemplo, en los estudios anteriores se utilizó el método de conteo para identificar la fase del ciclo y la fecha de aplicación de los instrumentos (Buser 2011; Durante et al., 2011, 2014; Eisenbruch & Roney, 2016; Lucas & Koff, 2013), así como muestras de orina para medir el nivel de la hormona luteinizante (HL) (Durante et al., 2011, 2014), donde niveles altos de HL indican que la ovulación ocurrirá en pocas horas (24 a 36 horas) y que los niveles de estrógeno están llegando a su máximo pico. No obstante, para nuestro estudio utilizamos el método de conteo, que de acuerdo con Gangestad et al. (2016), aunque el método de recuento es válido en los estudios, lo más recomendado es utilizar la medición directa de los niveles hormonales, dado que no siempre las mujeres logran estimar la duración de su ciclo (Small et al., 2007) o este tiende a variar (Gangestad et al., 2016).

Para cerrar este apartado, también encontramos que las hormonas sexuales femeninas han sido poco revisadas en las decisiones económicas en contexto social y que han hecho falta diseños más robustos en la medición de las hormonas para llegar a conclusiones más precisas y replicación de estudios para ver la varianza en la población. Nuestros resultados no encontraron diferencias en las fases ovulatoria y lútea, ambos grupos tuvieron ganancias similares sin importar si el estímulo era simétrico o no. Pese a lo anterior, nuestros hallazgos deben ser leídos desde la perspectiva del respondedor.

Decisiones económicas bajo incertidumbre

Nuestro último objetivo tiene como finalidad comparar la aversión al riesgo y el comportamiento económico en contexto social según las fases ovulatoria y lútea del ciclo menstrual. Para lograrlo consideramos necesario revisar los puntos de encuentro y desencuentro entre los dos primeros objetivos que fueron desarrollados en los apartados Decisiones económicas bajo riesgo y Decisiones económicas en contexto social. Según Mishra (2014) ha sido poco el progreso alrededor de un marco teórico interdisciplinario general que examine la toma de decisiones bajo riesgo en las ciencias del comportamiento.

Iniciaremos con los puntos de encuentro. El primero de ellos es que en ambas situaciones se deben tomar decisiones en condiciones de incertidumbre. Es decir, las elecciones tomadas se hacen sin previo conocimiento de sus consecuencias (Kahneman & Tversky, 1984). En el juego de loterías las participantes debían elegir entre la opción segura y la opción riesgosa, esto lo debían hacer en diez oportunidades. Cada decisión tomada tenía una probabilidad de ocurrencia que iba aumentando a medida que se avanzaba en el juego. Finalmente, solo un registro era tomado en cuenta para el pago y se elegía de manera aleatoria, lo que llevaba a las participantes a ser cuidadosas en sus elecciones. Por lo tanto, tenían la oportunidad de manejar las probabilidades y elegir qué tanto riesgo tomar. Las decisiones tomadas quedaban en condición de incertidumbre, no había un control del resultado final, lo máximo que se podía hacer era reducir probabilidades de ocurrencia.

El juego del ultimátum también queda en condición de incertidumbre, pues no se logra tener un control del resultado final, es incierto. Como lo veíamos anteriormente, en este juego participan dos jugadores, uno es el proponente y el otro es el respondedor. Al proponente se le entrega una cantidad de dinero y debe tomar la decisión de cuánto enviar al respondedor, si el respondedor acepta, cada uno conserva la parte dividida, si no acepta, ninguno recibe nada y continúan las propuestas. Aunque la aplicación del instrumento tuvo una variación en nuestro estudio —un sistema (software) fue el que hizo las veces de proponente bajo el supuesto de que era una chica quien hacía las ofertas (se presentaba una foto simétrica y de baja simetría de la supuesta participante)—, el juego en sí tiene esa característica de generar incertidumbre. En nuestro caso, la participante que tenía el rol de respondedor es quien tomaba la decisión final y podía elegir alguna alternativa: si es una persona netamente racional como lo propone la teoría económica, aceptaría cualquier cantidad de dinero dado que antes no tenía ningún bien y ahora se le presenta la oportunidad de tener algo en vez de nada. Otra alternativa es castigar al proponente si este hace propuestas bajas hasta llevarlo a un punto en la negociación donde se comiencen a equilibrar las ofertas y ambos jugadores tengan ganancias.

Ahora bien, por qué proponer la incertidumbre en nuestro estudio si las participantes que tenían el rol de respondedor podían controlar el resultado final de las propuestas; es decir, se puede generar incertidumbre para el proponente respecto a las ofertas realizadas ya que no sabe cuál será la respuesta del respondedor. Resulta que en nuestro estudio el juego estuvo diseñado para que el sistema (proponente) realice veinte propuestas: el 25% de las propuestas eran favorables y el 75% eran desfavorables; las propuestas variaban en cada oportunidad y en ningún momento se ajustaban a una posible negociación. Es decir, si el respondedor castigaba rechazando alguna propuesta, esto no hacía que el proponente en la próxima oportunidad aumentara la oferta hasta lograr un equilibrio con el respondedor y así obtener ambos una recompensa. Por el contrario, el sistema era aleatorio en sus ofertas y variaba constantemente, siendo en algunos momentos propuestas altas y en otros propuestas bajas. Este tipo de diseño hace que el respondedor también tenga incertidumbre frente a la propuesta que sigue y comience a modular su comportamiento para llevar al proponente a un punto de negociación en el que ambos resulten beneficiados.

Un segundo punto de encuentro lo podemos ver en la explicación biológico-evolutiva que se da alrededor de la decisión. En las decisiones económicas tuvimos como variable principal a las hormonas, tanto a los estrógenos como a la progesterona. Ambas hormonas tienen su despliegue y variación a lo largo de las fases del ciclo menstrual, siendo la fase ovulatoria donde los niveles de estrógeno tienen su pico más alto, mientras que la progesterona tiene su máxima expresión en la fase lútea. Como hemos logrado ver hasta el momento, al ser el tema de las decisiones económicas en los cambios hormonales tan reciente, es muy difícil llegar a un consenso ya que hay tanto resultados nulos como positivos, lo que exige a las futuras investigaciones ser más robustas en sus diseños metodológicos para que el poder estadístico muestre unos resultados más contundentes. Pese a ello, se han observado variaciones en el cambio de comportamiento en ambas fases del ciclo. Es justo en ese punto donde investigaciones que revisan el asunto sugieren que las decisiones tomadas intentan modular un comportamiento ligado a la supervivencia y al éxito reproductivo (Mishra, 2014).

Para las decisiones bajo riesgo se ha indicado que, en la fase ovulatoria, cuando las mujeres tienen mayor probabilidad de concepción, tienden a tomar mayores riesgos con el fin de tener más probabilidades de tener una pareja a corto o largo plazo que cumpla con unas características genéticamente óptimas que garanticen el éxito de la reproducción. De ahí la preferencia por cierto tipo de prendas de vestir, de la reducción de calorías en la fase ovulatoria, la preferencia por la variedad, el acceso a los recursos, etc. De igual modo sucede en las decisiones económicas en contexto social; las investigaciones proponen que el tipo de comportamientos que se dan llevan también a este fin. Por ejemplo, en la fase ovulatoria las mujeres ofrecen menos a rivales potenciales, o en su defecto, rechazan propuestas bajas con el fin de castigar. Pese a que en nuestro estudio no encontramos este tipo de resultados, en la medida en que las mujeres en promedio presentaban aversión al riesgo sin importar las fases del ciclo y que además no hubo diferencias en las ganancias obtenidas entre las fases ovulatoria y lútea, somos conscientes que es una línea de investigación reciente y que nuestro estudio tuvo una serie de limitaciones que no permiten llegar a unas conclusiones definitivas.

 

Respecto a los puntos de desencuentro tenemos que, si bien las participantes tomaban decisiones económicas bajo riesgo y en contexto social, cada instrumento era diferente y medía variables diferentes, lo que lleva a unos resultados que responden a esas variables. Cuando nos enfrentamos al juego de loterías pudimos ver que la decisión finalmente afecta solo a la participante según las elecciones realizadas y el azar, mientras que en el juego del ultimátum la decisión afecta a otra persona. Si bien el punto de encuentro era el aspecto hormonal, con ello no queda resuelto el problema para lograr una integración entre los dos tipos de decisión. Puede haber aspectos subyacentes a ese tipo de elecciones que a lo biológico se le podría escapar, uno de ellos es lo ambiental.

Durante et al. (2011) encontraron que el efecto de la ovulación en las elecciones de productos no parecía estar relacionado directamente con el deseo de las mujeres por impresionar a los hombres, sino por la competencia intrasexual con otras mujeres, es decir, una competencia por el estatus y no solo por la reproducción. Quizá esto anterior nos indica que hay otros factores adicionales que pueden aparecer y que no solo está en la vía de la elección de perfiles genéticos óptimos para la descendencia.

En conclusión, al comparar la aversión al riesgo y el comportamiento económico en contexto social según las fases ovulatoria y lútea del ciclo menstrual, encontramos puntos de encuentro y de desencuentro. Esto nos lleva a pensar en dos cosas, que cada uno tiene una manera diferente de acercarse al fenómeno (decisiones que afecta a un solo individuo o decisiones que afecta a más de un individuo), con variables diferentes y diseños metodológicos y procedimientos distintos. Pero encontramos un punto de encuentro, y es que en el comportamiento puede tener un papel importante en el componente hormonal, el cual estaría ligado a aspectos de orden evolutivo. Si bien el tamaño del efecto encontrado en el metaanálisis de Kurath y Mata (2018) alrededor de las hormonas y el riesgo fue bajo, como dicen los autores, puede ser una base importante, aunque pequeña, de la varianza en las diferencias individuales y en la preferencia por el riesgo.

Es importante tener en cuenta que las explicaciones evolutivas no se deben entender como si los organismos estuvieran óptimamente diseñados; por el contrario, como lo expresa Mishra (2014), la teoría evolutiva trata sobre la comprensión del ajuste adaptativo de los organismos a los entornos en los que se adaptaron. Por lo tanto, el diseño óptimo es biológicamente imposible porque los entornos cambian constantemente. En esta medida, una explicación evolutiva toma en cuenta tanto los aspectos biológicos como los ambientales, pues ambos interactúan para producir un comportamiento: no se puede entender uno sin el otro.

Conclusiones

Las conclusiones que a continuación presentamos las agrupamos en dos momentos: las primeras que se vinculan directamente con los objetivos de la investigación y las segundas que surgen a partir de la revisión de la literatura.

Nuestro primer objetivo era identificar la aversión al riesgo según las fases ovulatoria y lútea del ciclo menstrual. Nuestros resultados indicaron que las mujeres presentan aversión al riesgo sin importar la fase del ciclo en la que se encuentren. El segundo objetivo consistió en identificar el comportamiento económico en contexto social según las fases ovulatoria y lútea del ciclo menstrual. Nuestros hallazgos mostraron que no hay diferencias significativas entre las ganancias obtenidas en la fase ovulatoria y la fase lútea llevando a un comportamiento similar entre ambos grupos. Este resultado debe ser interpretado en una sola vía, en la del rol de respondedor que acepta o rechaza ofertas, y no de proponente. Los dos objetivos anteriores nos llevan a concluir que en las fases ovulatoria y lútea no se presentaron variaciones significativas en el comportamiento económico tanto en decisiones de riesgo como en decisiones sociales.

Finalmente, nuestro tercer objetivo era comparar la aversión al riesgo y el comportamiento económico en contexto social según las fases ovulatoria y lútea del ciclo menstrual. Al respecto, encontramos que las decisiones que se dan en ambas situaciones son diferentes, ya que, por una parte, las decisiones económicas bajo riesgo afectan solo al individuo que hace las elecciones, mientras que las decisiones económicas en contexto social afectan a otros individuos. Sin embargo, se da un punto de encuentro: lo biológico, es decir, lo hormonal, a través del cual se pueden modular cambios en el comportamiento decisorio con el fin de garantizar el éxito reproductivo y la supervivencia. Si bien la parte biológica puede jugar un papel importante en las decisiones económicas, son necesarios más estudios y entender que hay aspectos ambientales que también tienen otro peso de importancia que no se puede descartar en la decisión.

Por otra parte, también pudimos llegar a otras conclusiones de acuerdo a la revisión de la literatura. Por un lado, el tema es reciente, teniendo mayor alcance las investigaciones alrededor de las hormonas masculinas que de las femeninas. Los cambios hormonales han sido un referente, desde el punto de vista evolutivo, para observar la variación en el comportamiento, tanto en las preferencias de pareja como en las preferencias de consumo y las decisiones económicas. En la fase ovulatoria, cuando la probabilidad de concepción es más elevada, se ha observado mayor preferencia por las prendas de vestir, los accesorios, la variedad, la reducción del consumo de calorías, se asumen más riesgos, se frecuentan más lugares, hay ofertas menores a mujeres atractivas —aunque las propuestas aumentan cuando se hacen a hombres atractivos—, se castigan las propuestas de ofertas menores y hay más competencia, etc. Todo esto ha sido interpretado desde la teoría evolutiva en la que se propone que la evolución pudo haber desarrollado aspectos psicológicos en la mujer con el fin de lograr objetivos que garanticen la supervivencia y la reproducción de la especie. Por su parte, en la fase lútea las mujeres asumen menos riesgos, son más cooperativas y menos competitivas.

Al ser un tema reciente no se ha logrado un consenso ni conclusiones claras en la comunidad científica. Faltan más réplicas de estudios, las revisiones son escasas y las pocas que hay se entremezclan con las hormonas masculinas y de otro tipo (por ejemplo el cortisol). Además, no se han dado metaanálisis hasta el momento, una de las razones es que la poca literatura y los diversos métodos utilizados no permiten este tipo de acercamientos.

Muchos de los estudios anteriores han utilizado diversos métodos para predecir las fases del ciclo menstrual, por ejemplo, han utilizado el método del conteo hacia adelante o hacia atrás calculados a partir de las fechas del ciclo menstrual reportadas por las participantes; también se han realizado mediciones a través de saliva, de orina (hormona luteinizante) o en suero. De todas las anteriores el método más utilizado ha sido el conteo; sin embargo, este puede incorporar sesgos ya que muchas mujeres no logran estimar la duración del ciclo o este tiende a variar en el tiempo. También se han utilizado muestras pequeñas, lo que se puede sumar a la baja significancia estadística o al tamaño del efecto. La recomendación ha sido hacer mediciones directas de las hormonas para determinar la fase del ciclo en la que se encuentra la mujer, si esto anterior logra aplicarse, se sugiere hacer mediciones longitudinales en las diferentes fases del ciclo menstrual, con estas condiciones se podría tener muestras menores (N<100); si no se logra cumplir con lo anterior (medición directa de las hormonas y mediciones intra-sujeto) se recomienda tener muestras mayores a 500 participantes (Gangestad et al., 2016) con el fin de lograr un tamaño significativo para hacer análisis con poder estadístico. Adicionalmente, algo importante a tener en cuenta es el control de las características de la muestra, pues estas pueden generar variabilidad en los resultados, los cuales deben ser interpretados a la luz de esas características. De igual manera, se sugiere hacer uso de instrumentos de decisiones económicas que no generen aprendizaje con el fin de usarlos en mediciones repetidas para ver los cambios en la decisión a lo largo del ciclo.

Limitaciones de la investigación

Nuestro estudio tuvo las siguientes limitaciones: aunque el tamaño de muestra fue probabilístico estuvo constituido por 100 participantes aceptando un margen de error del 9.7; el cálculo muestral sugería un tamaño de 372 participantes. Autores como Kurath y Mata (2018) sugieren un tamaño mayor a 430 participantes y Gangestad et al. (2016) sugieren como mínimo 500 sujetos experimentales. Para los análisis no se hicieron mediciones directas de las hormonas, sino que se utilizó una metodología de conteo calculado a partir de los reportes de fechas del ciclo de cada una de las participantes. De acuerdo con Gangestad et al. (2016) este tipo de método, aunque válido, puede incluir sesgos ya que no siempre las mujeres logran estimar la duración de su ciclo o este tiende a variar. Nuestro estudio fue transversal, es decir, se hizo en un solo momento; ahora bien, si hay medición directa de los niveles hormonales y se acompaña de un diseño intra-sujeto (longitudinal —tomado en varios momentos—), se puede lograr una potencia comparable con un tamaño de muestra de 50-80 participantes (Gangestad et al., 2016). Los incentivos en la aplicación de los instrumentos no fueron elevados: las participantes podían ganar de manera segura $8.000 o $10.000 pesos, o en la versión de riesgo $500 o $20.000 pesos; de acuerdo con Holt y Laury (2002) aumentar el factor de los incentivos produce mayor riesgo. En nuestra investigación la muestra estuvo constituida por estudiantes de la Universidad de Antioquia (su gran mayoría dependían económicamente de sus padres o tenían gastos compartidos), por lo tanto, aunque fue un criterio de selección, se sugiere aumentar el tamaño muestral e incluir participantes de otras instituciones de educación superior.

Limitaciones de estudios anteriores

Al igual que S. J. Stanton (2017) consideramos que el papel de las hormonas en el comportamiento económico ha sido poco explorado y que se han hallado tanto casos positivos como nulos. De acuerdo con este autor, hay muchas razones del por qué en este tipo de resultados puede haber un sesgo de publicación de resultados positivos, ellas son: participación de hombres, mujeres o ambos con tamaños muestrales diferentes; utilización de métodos distintos para la identificación de las fases del ciclo menstrual (conteo hacia adelante o hacia atrás, salival, suero, orina), así como de la medición de las decisiones económicas bajo riesgo (Haegler’s Risk Game, Iowa Gambling Task, Balloon Analog Risk Task, Game of Dice Task, Bomb Risk Elicitation Task, Lottery Game of Holt and Laury, etc.) o de decisiones económicas de orden social (el juego del ultimátum, de la confianza, de bienes públicos, del dictador, etc.); incentivos hipotéticos y reales (una suma alta puede generar mayor aversión a una baja o hipotética); la inclusión de participantes sin el control del método anticonceptivo hormonal; y diferencias entre las tareas experimentales usadas en comparación con las que naturalmente enfrenta una persona.

 

En esta misma línea, Kurath y Mata (2018) también indican limitaciones en las investigaciones —de acuerdo al metaanálisis realizado— para vincular los niveles hormonales endógenos con la toma de riesgos. Por ejemplo, la mayoría de las investigaciones han sido transversales, es decir, la medición de los niveles hormonales se ha realizado en un solo momento. Para estos autores, una sola medida refleja parcialmente un rasgo o un estado, pues puede haber condiciones ambientales, el ritmo diurno y nocturno, la hora del día (las concentraciones hormonales varían a lo largo del día) o las fases del ciclo menstrual; por lo tanto, su recomendación es tomar varias muestras de la misma población en diferentes momentos. Por otro lado, indican que todo estudio debe reportar la potencia estadística, y que para lograrlo es necesario tamaños entre 430 y 620 participantes. No menos importante es la elección de medidas, el modelo de medición asociado y el análisis de los datos.

Recomendaciones

Las limitaciones o sesgos en la publicación mencionada anteriormente nos lleva a recomendar, en primera instancia, el uso de métodos más robustos, por ejemplo, la medición directa de los niveles hormonales; así mismo, tamaños muestrales que permitan resultados más predictivos en los análisis, hacer estudios longitudinales (intra-sujetos), es decir, que las mismas participantes puedan tener mediciones en momentos diferentes de su ciclo menstrual y con la aplicación de instrumentos de decisiones económicas que no tengan efectos de aprendizaje; además, que los juegos tengan incentivos económicos o que hagan sus veces para generar un ambiente en las participantes que trate de modelar situaciones reales. Finalmente, se recomienda replicar estudios anteriores para contrastar resultados. Sin lugar a duda el papel de la endocrinología tiene una parte importante en las decisiones económicas; sin embargo, hacen falta más trabajos que permitan llegar a un consenso y a conclusiones claras.