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Decisiones económicas en los cambios hormonales de la mujer

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El riesgo y la toma de decisiones

Muchas de las decisiones importantes que tomamos en nuestra vida están acompañadas de incertidumbre. Este tipo de decisiones puede generar aversión, es decir, una respuesta de evitación (Doron & Parot, 2007). Los estudios de las decisiones bajo riesgo se han centrado en elecciones entre juegos simples con el fin de identificar actitudes básicas hacia el riesgo y el valor (Kahneman & Tversky, 1984); además, son modelos sencillos que comparten aspectos importantes con las decisiones complejas que los investigadores tratan de entender (Kahneman, 2011).

De acuerdo con Kahneman y Tversky (1984), en los análisis de la toma de decisiones se distingue entre elecciones arriesgadas y elecciones sin riesgo. Las elecciones arriesgadas se hacen sin previo conocimiento de sus consecuencias, hay incertidumbre, de modo que una elección de este tipo puede entenderse como: “la aceptación de un juego que puede arrojar diversos resultados con diferentes posibilidades” (Kahneman & Tversky, 1984). Por su parte, una decisión sin riesgo sería aquella elección por la ganancia segura, por ejemplo, aceptar la transacción de un bien o servicio por el intercambio de dinero o trabajo.

Fue Bernoulli (1954) quien intentó explicar por qué las personas sienten aversión al riesgo y cómo esta aversión disminuye a medida que aumenta la riqueza. El siguiente ejemplo ilustrará un poco esto. Consideremos las siguientes opciones: por un lado, tenemos la posibilidad de elegir $1.000 dólares (con un 85% de probabilidad de ganarlo y un 15% de perderlo), la expectativa de juego es de $850 dólares (0,85 x 1.000 + 0,15 x 0 = 850); por el otro lado tenemos la opción de elegir 800 dólares seguros. Respecto a esto anterior, Bernoulli observó que la mayoría de las personas aborrece el riesgo y que, si se les permite elegir entre un juego y una cantidad igual al valor que esperan, elegirán lo seguro. Esta preferencia por la ganancia segura es un ejemplo de aversión al riesgo (Kahneman, 2011). Al respecto, Kahneman y Tversky (1984) refieren que la gran mayoría de las personas prefiere lo seguro frente a lo inseguro, aunque las expectativas del juego, pensadas matemáticamente, sean mayores.

Desde el punto de vista anterior podemos entender entonces que la aversión al riesgo es aquella tendencia a evitar las opciones que conlleven un riesgo de pérdida, aun cuando ese riesgo sea relativamente pequeño (Viveros, Nuñez & Ortiz, 2010).

Aunque la propuesta de Bernoulli hizo importantes aportes, Kahneman y Tversky (1979) le hacen una crítica como modelo descriptivo de la toma de decisiones bajo riesgo. Como respuesta desarrollan el modelo de teoría de la perspectiva (Kahneman & Tversky, 1984). Para estos autores el modelo de Bernoulli no tiene en cuenta el punto de referencia, es decir, el estado anterior con relación al cual se evalúan ganancias y pérdidas. En otras palabras, la teoría de Bernoulli necesita conocer el patrimonio para determinar su utilidad, mientras que en la teoría de las perspectivas es necesario conocer el estado de referencia (Kahneman, 2011). Lo anterior sugiere que en la toma de decisiones no solo se trata del valor subjetivo —la utilidad—, sino que las decisiones dependen también de un punto de referencia.

Para ilustrar un poco la teoría de las perspectivas de Kahneman y Tversky consideremos los siguientes ejemplos, en los que, cambiando el punto de vista, la familiar aversión al riesgo es sustituida por la búsqueda de riesgo (ver Figura 12):

¿Cuál de las siguientes opciones elegiría?

Figura 12.

Ejemplo 1: teoría de la perspectiva de Kahneman y Tversky.


Siguiendo a Kahneman (2011) en los anteriores problemas nos encontramos con lo siguiente: en el primer problema se mostrará una aversión al riesgo y la gran mayoría de personas elegirá la primera opción, ya que el valor subjetivo de una ganancia de $900 dólares es ciertamente mayor que el del 90% del valor de ganancia de $1000 dólares. Hasta aquí no hay algo nuevo al planteamiento de Bernoulli.

Ahora bien, si nos detenemos en el segundo problema, la decisión se inclinará por la búsqueda de riesgo, es decir, la segunda opción, razón por la cual la gran mayoría de personas elegirá el juego. Esto se debe a que la pérdida segura suscita mucha aversión y ello hace que se asuma el riesgo.

Veamos otro ejemplo expuesto por Kahneman (2011) en el que logra demostrar el error de elección de Bernoulli (ver Figura 13):

Figura 13.

Ejemplo 2: teoría de la perspectiva de Kahneman y Tversky.


Para Bernoulli, los anteriores problemas supondrían similares preferencias, pues en ambos casos habría que elegir entre las mismas dos opciones, es decir, aumentar la fortuna en $1500 dólares o aceptar un juego que tiene las mismas posibilidades de aumentar la fortuna en $1000 o en $2000 dólares. Sin embargo, las preferencias ponen de relieve el punto de referencia desde el cual se evalúan las opciones. Es decir, en el problema 3 la gran mayoría prefirió el dinero seguro, mientras que en el problema 4 la gran mayoría prefirió el juego. Para el problema 3 el punto de referencia es superior en $1000 dólares a la suma actual y en $2000 dólares en el problema 4. Para el problema 3 supone una ganancia de $500 dólares, mientras que en el problema 4 supone una pérdida. De acuerdo con lo anterior, Kahneman (2011) expresa que a las personas nos gusta ganar y nos disgusta perder; es más, es casi seguro que nos disguste perder más de lo que nos gusta ganar.

Ahora bien, retomando lo expuesto más arriba, una persona opta por opciones seguras en lugar de opciones riesgosas: justo a ese tipo de elecciones es a lo que se le ha llamado aversión al riesgo, veamos nuevamente un ejemplo. De acuerdo con García y Georgantzís (2012) el paradigma más estudiado es el de la elección entre dos o más loterías que ofrecen premios monetarios. Estos premios se pueden obtener con cierta probabilidad. Por ejemplo, usted tiene la opción de elegir entre dos opciones: en la opción 1 puede recibir $100.000 pesos con la probabilidad de conseguirlos en un 100%, es decir, es una opción segura; por otro lado, tiene la opción 2, en esta puede recibir $200.000 pesos, pero la probabilidad de conseguirlos es del 60% (ver Figura 14).

Figura 14.

Ejemplo 3: aversión al riesgo.


Dadas las anteriores opciones, ¿cuál elegiría? Según García y Georgantzís (2012) la primera idea que tuvieron los economistas para predecir las decisiones de las personas ante estas situaciones fue a través de la comparación de dos loterías en términos de su valor esperado, es decir, la multiplicación de cada premio por su probabilidad. Para el anterior ejemplo la operación sería de la siguiente manera: $100.000 pesos x 100/100 frente a $200.000 pesos x 60/100. De acuerdo con la teoría las personas deberían elegir la segunda opción ($200.000 pesos), ya que el valor esperado para la primera opción es $100.000 pesos y para la segunda, el valor esperado sería de $120.000 pesos. Ahora bien, ¿cuál sería la opción que las personas elegirían? La respuesta es que la mayoría de las personas prefiere hacer elecciones seguras, y para el anterior caso, la opción elegida sería los $100.000 pesos. Lo anterior significa que las personas no son neutrales frente al riesgo, justamente a este fenómeno se le conoce como aversión al riesgo.

Las fases del ciclo menstrual

Desde la menarquia —la primera menstruación— hasta la menopausia —la última menstruación— las mujeres experimentan cambios cíclicos en la actividad del útero. Esto es denominado ciclo sexual mensual o de una manera menos precisa pero más usual: ciclo menstrual. Estos cambios cíclicos se deben a la producción de gametos (óvulos) de manera cíclica y mensual, con un promedio de 28 días y un rango entre 24 y 35 días. La denominación cíclico se debe a que inician con un periodo entre 3 y 7 días en el que se produce el sangrado uterino llamado menstruación (Silverthorn, 2008). El ciclo menstrual es un referente importante de la salud femenina y está presente en la mujer de 35 a 40 años. Durante este ciclo se maduran los gametos femeninos y se producen una serie de cambios en el cuerpo orientados a enfrentar un posible embarazo (Pocock & Richards, 2005).

 

De acuerdo con Silverthorn (2008), el ciclo menstrual se puede describir por el ciclo ovárico y el ciclo uterino. El ciclo ovárico se divide en tres fases: folicular, ovulatoria y lútea. La fase folicular es la primera parte del ciclo en la que se produce el crecimiento de los folículos del ovario y es la más variable de las fases (tomando entre 10 días y tres semanas); la fase ovulatoria se da cuando uno o varios folículos logran su maduración y son liberados durante la ovulación; y la fase lútea es aquella en la que el folículo roto se transforma en cuerpo lúteo, que lleva su nombre por su aspecto amarillento y el depósito de lípidos. El cuerpo lúteo continúa con los preparativos en caso de producirse la gestación; de no darse, el cuerpo lúteo deja de funcionar —aproximadamente después de dos semanas— y el ciclo ovárico vuelve a iniciar.

El útero también pasa por otro ciclo, el ciclo uterino, regulado por las hormonas ováricas. La primera fase es la menstruación que inicia con la fase folicular y se asocia con el sangrado procedente del útero. La siguiente fase es la proliferativa, en la que se agrega una capa de células al endometrio con el fin de acondicionarlo en caso de darse la gestación. Finalmente tenemos la fase secretora, producto de la función realizada por las hormonas del cuerpo lúteo que convierten el endometrio engrosado en una estructura secretora. De no darse el embarazo, las capas superficiales del endometrio secretor se pierden durante la menstruación y el ciclo uterino vuelve a iniciar (Silverthorn, 2008).

Si bien el ciclo menstrual tiene una duración típica de 28 días, según Escobar et al., (2010), aproximadamente el 40% de las mujeres tiene ciclos regulares, un 35% tiene ciclos más cortos o largos, y un 15% restante es irregular. Aunque la fase folicular suele ser la más variable, el sangrado con el que inicia puede tomar en promedio 5 días, luego se da paso a los días de alta fertilidad, que, según Little, Jones y Burriss (2007) serían del día 6 al 14. Aunque los tamaños de la ventana de fertilidad varían, según Gangestad et al. (2016), los más comunes son entre 6 y 9 días. Previo a la ovulación en el día 14 (tomando este día como referencia), se da un aumento de los niveles de estrógeno y de la hormona luteinizante. El aumento de estas dos hormonas indica que la ovulación ocurrirá dentro de 24 a 36 horas, por lo que la mayor oportunidad para la concepción se produce dentro de un período de 48 horas que rodea la ovulación (Eichner & Timpe, 2004; Wilcox et al., 2001). La fase lútea es la que mayor tiempo tomaría, en promedio 14 días, antes de iniciar nuevamente el ciclo menstrual (Silverthorn, 2008).

Las hormonas en las fases del ciclo menstrual

Las hormonas cumplen una función vital en el ser humano: controlan el ambiente interno del cuerpo, la respiración, la reproducción celular, los líquidos corporales y la secreción de otras hormonas; regulan los ciclos reproductivos, así como el crecimiento y el desarrollo; además, participan en el control de algunos patrones conductuales como la conducta parental, la agresividad, la territorialidad, la ingesta, las conductas sociales y las relaciones de pareja (Redolar & Tobeña, 2014; Rizzo, 2011). De todas las hormonas, la investigación que se desarrolla en este libro tiene un especial interés por dos de ellas: estrógeno y progesterona, conocidas como las hormonas sexuales femeninas. Estas hormonas son responsables del desarrollo de las estructuras sexuales primarias y secundarias. Las primarias hacen referencia a los órganos sexuales internos y los genitales externos, las secundarias hacen referencia a las demás cualidades del cuerpo, como tonalidad en la voz, el vello, el desarrollo muscular, el crecimiento óseo, entre otros (Fox & Rivera, 2014; Rizzo, 2011).

Para llevar adelante estas importantes funciones en el organismo se requiere de la interacción del sistema nervioso (SN) y el sistema endocrino (SE). Ambos trabajan juntos para coordinar las funciones que componen el organismo, siendo una de ellas el ciclo menstrual. Los medios de control del SN y el SE son muy diferentes. Tanto los neurotransmisores como las hormonas ejercen su función al unirse a los receptores de sus células diana (blanco). El SN actúa a través de impulsos nerviosos conducidos por los axones de las neuronas —conocidos como potenciales de acción— que estimulan la liberación de neurotransmisores (moléculas), que a su vez transmiten impulsos nerviosos en la sinapsis; por su parte, la mayoría de las hormonas pasan al líquido intersticial y luego a la circulación sanguínea, distribuyéndose a las células de todo el cuerpo.

Por lo regular, en el SN los neurotransmisores se liberan localmente para ejercer su función, mientras que en el SE las hormonas se distribuyen a los tejidos de todo el cuerpo a través de la sangre; a este tipo de hormonas se les llama hormonas circulantes por actuar sobre células distantes. Hay otras hormonas que actúan sobre sus células vecina conocidas como paracrinas, y otras que actúan sobre la misma célula que las produjo, conocidas como autocrinas. En el SN el comienzo y la duración de una acción se da en milisegundos, mientras que en el SE puede tomar segundos, horas o días. Es importante mencionar que, aunque una hormona viaja por todo el cuerpo, solo afecta a células diana específicas, y que el control de su secreción es regulado por el SN, por cambios químicos en la sangre o por otras hormonas (para una revisión ver Fox & Rivera, 2014).

El hipotálamo y la glándula pituitaria (hipófisis) son las encargadas de controlar y permitir la interacción entre el SN y el SE, y, por tanto, juegan un papel importante en el desarrollo del ciclo menstrual de la mujer. Siguiendo el texto de Redolar-Ripoll (2014) el hipotálamo es una estructura que se localiza por debajo del tálamo en la parte basal del encéfalo anterior; se encarga de procesar información sensorial que le permite actuar como centro coordinador de diferentes aspectos funcionales vinculados con la homeostasis, la defensa y los ritmos cerebrales; integra la información que le llega de diferentes regiones como: la corteza, el encéfalo anterior, el tronco encefálico, la medula espinal, la retina y el sistema endocrino, permitiéndole regular el sistema nervioso autónomo, el motor somático y el neuroendocrino; y, a través de sus conexiones con la hipófisis, ejerce un papel clave en la secreción neuroendocrina (Redolar-Ripoll, 2014). Por su parte, la hipófisis segrega múltiples hormonas reguladoras del funcionamiento endocrino. En la hipófisis se distinguen dos partes importantes: el lóbulo anterior o adenohipófisis y el lóbulo posterior o neurohipófisis. Entre las hormonas que segrega la hipófisis, tenemos dos de importancia que están implicadas en el ciclo menstrual: la hormona folículo estimulante (FSH) y la hormona luteinizante (LH) (Fox & Rivera, 2014; Rizzo, 2011).

Ahora bien, si el SN y el SE interactúan y controlan sinérgicamente importantes funciones del organismo a través del hipotálamo y la hipófisis, ¿cómo participan en el ciclo menstrual? El ciclo menstrual depende de la segregación de varias hormonas. La hormona predominante en la fase folicular y ovulatoria es el estrógeno, mientras que en la fase lútea es la progesterona. La producción de estas hormonas es regulada por el hipotálamo y la hipófisis, con la participación de la corteza cerebral y del sistema límbico. Las hormonas implicadas en el ciclo menstrual son: la hormona hipotalámica liberadora de gonadotropina (GnRH) y las del grupo de Gonadotropinas hipofisarias —Hormona folículo estimulante (FSH) y Hormona luteinizante (LH)— (Curtis, Barnes, Schnek & Flores, 2000).

La GnRH estimula y regula la FSH y la LH de la adenohipófisis. Desde la hipófisis se secreta FSH que viaja por la sangre hasta el ovario para estimular el crecimiento de los folículos. La estimulación de los folículos hace que se secreten estrógenos, estos a su vez cumplirán dos funciones: actuar sobre el endometrio para que vaya creciendo y estimular la hipófisis para que regule la LH y la FSH. La estimulación de la hipófisis con estrógenos tiene dos efectos: uno negativo y otro positivo. El efecto negativo es que disminuyen los niveles de FSH y LH; y el efecto positivo, es que se aumenta la producción de estrógenos.

A medida que aumentan los niveles de estrógeno ocurre un efecto paradójico: ya no inhiben, sino que estimulan la adenohipósifis para la secreción de LH y FSH (más o menos en el día 12). La LH actuará sobre el folículo ovárico maduro y ocasionarán la ovulación. La LH también tiene un efecto adicional y es que actúa sobre la granulosa y la teca (capas que tiene el folículo) transformándolas en células secretoras de progesterona. Aparte de la progesterona, el folículo roto también produce estrógenos e inhibina (HI). La HI es una hormona que actúa sobre la adenohipófisis para que no se produzca FSH, pues no es necesaria en esta parte del ciclo.

En la fase lútea aumentan los niveles de progesterona y disminuyen los niveles de estrógeno. Una de las funciones de la progesterona es estimular el engrosamiento del endometrio en caso de darse la gestación. De no darse, el cuerpo lúteo se destruye, comienzan a disminuir los niveles de estrógeno, progesterona e inhibina, se aumenta la FSH, e inicia nuevamente el ciclo menstrual (para una revisión ver Silverthorn, 2008).

Cierre de capítulo

Se ha iniciado este capítulo con algunas breves definiciones sobre la toma de decisiones y hemos propuesto una de manera operativa para la investigación: “proceso cognitivo de elección de una alternativa entre dos o más dadas”. Luego hicimos un recorrido general por el concepto de toma de decisiones, desde los matemáticos franceses del siglo XVII hasta nuestros días. Posteriormente nos enfocamos en el riesgo, tanto del real como del hipotético, los incentivos y la medición del riesgo. Para finalizar, revisamos las fases del ciclo menstrual, las hormonas que participan y el proceso neuroendocrino. Los anteriores conceptos nos permiten tener una idea del mundo psicológico y biológico de la mujer; nos acercan a conceptos necesarios en el estudio que luego se deberán retomar para la discusión de los resultados.

Hasta el momento se ha revisado la literatura, hemos identificado un problema, se han propuestos unos objetivos y hemos desarrollado y precisado unos conceptos para la comprensión del estudio. El siguiente capítulo tiene como propósito trazar una ruta y definir un método que nos permita obtener resultados lo más precisos posible, para luego ser analizados, discutidos y responder a los objetivos propuestos. Veamos.

Tipo, alcance y diseño de la investigación

El tipo de investigación es empírico analítico debido a que está constituido por un conjunto de procesos secuenciales y probatorios. Su alcance es comparativo no explicativo dado que no se va a manipular la variable independiente ni pretende buscar las causas que expliquen el fenómeno, sino que intenta observar la relación entre las decisiones económicas bajo riesgo y en contexto social con los cambios hormonales experimentados en la fase ovulatoria y lútea del ciclo menstrual. Finalmente, su diseño es no experimental y de tipo transversal.

 

Población: muestreo y muestra

El muestreo fue probabilístico: el total de estudiantes (mujeres) de pregrado y posgrado de la Universidad de Antioquia, matriculadas en el segundo semestre del año 2017 en la ciudad de Medellín con edades entre los 18 y 24 años fue de 11042. Después de hacer un cálculo muestral, aceptando un margen de error de 9.7, la muestra estuvo conformada finalmente por 100 mujeres.

Criterios de inclusión y exclusión

Entre los criterios de inclusión se tuvieron los siguientes: estudiantes de universidad pública (Universidad de Antioquia) de pregrado y posgrado con un rango de edad entre los 18 y 24 años y con ciclos menstruales regulares (rango del ciclo entre los 25 y 35 días). Como criterios de exclusión se tuvieron los siguientes: mujeres embarazadas o en periodo de lactancia (el embarazo interrumpe la fluctuación normal de las hormonas durante el ciclo menstrual y elimina la ovulación); mujeres histerectomizadas (extracción del útero); uso de métodos anticonceptivos hormonales; síndrome del ovario poliquístico (desequilibrio de las hormonas sexuales femeninas); mujeres con un ciclo menstrual irregular (menor de 25 días o mayor de 35 días); alteraciones neurológicas o discapacidad sensorial. Para la revisión de los anteriores criterios se hizo uso de la entrevista.

Variables del estudio

La investigación tuvo las siguientes variables. Sociodemográficas: la edad, la escolaridad, el estrato social, la relación de pareja, los ingresos y responsable de costos personales; del ciclo menstrual se tuvieron: la fase ovulatoria y la fase lútea. Para las variables experimentales en las decisiones económicas se tuvieron: variable en contexto de juego de azar: aversión al riesgo; variable en contexto de juego social: decisión social. Ver variables del estudio en la Tabla 5.

Tabla 5.

Variables del estudio.


Variable Sub-variable
Sociodemográfica EdadEscolaridadEstrato socialRelación de parejaIngresosResponsable de costos personales
Ciclo menstrual Fase ovulatoriaFase lútea
Decisiones económicas Aversión al riesgoDecisión social

Instrumentos para la recolección de información

Encuesta

La encuesta fue diseñada de acuerdo con los objetivos de la investigación. En ella fueron incluidos ítems de la encuesta sugerida por Holt y Laury (2002) con adaptaciones al contexto colombiano. A través de este instrumento se hizo la recolección de información sociodemográfica y económica de las participantes (ver Anexo 1).

Cuestionario sobre el ciclo menstrual

El cuestionario sobre el ciclo menstrual es una adaptación del instrumento utilizado por Durante et al. (2014). Dicho cuestionario permitió el registro de información del ciclo menstrual y la identificación de las participantes que cumplían con los criterios de inclusión para continuar con las pruebas experimentales (ver Anexo 2).

Juego del ultimátum

El juego del ultimátum consta de dos jugadores: el proponente (J1) a quien se le da una dotación “n” (n > 1) y el respondedor (J2). El jugador J1 deberá decidir cuánto (“m”) de su dotación (“n”) ofrecerá al jugador J2 (0 como mínimo y n como máximo). Si J2 acepta la propuesta, entonces J1 conservará la parte de la dotación restante (n - m) y J2 conservará la parte ofrecida “m”. Si J2 rechaza la propuesta, ninguno de los dos jugadores recibe nada. Para la evaluación de la toma de decisiones sociales se utilizó el software UltiGamePc de Hevia-Orozco et al. (2014) con breves adaptaciones al contexto colombiano. En la Figura 15 se ilustra el entorno de trabajo del programa.

Figura 15.

Ilustración de un ejemplo del software UltiGamePc de Hevia-Orozco et al. (2014) con breves adaptaciones.


Juego de loterías de Holt y Laury

Para García y Georgantzís (2012) el paradigma más utilizado en la economía para medir la aversión al riesgo es el juego de loterías. En esta línea, Chicaíza, García y Romano (2011) refieren que el instrumento más utilizado es el juego de loterías de Holt y Laury (2002). El experimento consiste en un juego de lotería par de decisión. Al iniciar el juego, al participante se le presentan dos opciones: “A” y “B” entre las que debe elegir en 10 ocasiones. Cada opción está compuesta por dos sucesos y cada suceso cuenta con una probabilidad de ocurrencia. La opción “A” tiene premios $x y $y, con x>y; de igual manera, la opción “B” tiene premios $w y $z, con w>z. La opción “A” se considera segura ya que la variabilidad es menor en los pagos que la opción “B”, por tanto, a “B” se le considera riesgosa. En cada registro varía la probabilidad de ganar el premio de la lotería. En la Tabla 6 se puede apreciar el juego de loterías con sus respectivas opciones, sucesos y probabilidades.

Tabla 6.

Juego de loterías de Holt y Laury.


Opción A Opción B
1/10 de $2.00, 9/10 de $1.60 1/10 de $3.85, 9/10 de $0.10
2/10 de $2.00, 8/10 de $1.60 2/10 de $3.85, 8/10 de $0.10
3/10 de $2.00, 7/10 de $1.60 3/10 de $3.85, 7/10 de $0.10
4/10 de $2.00, 6/10 de $1.60 4/10 de $3.85, 6/10 de $0.10
5/10 de $2.00, 5/10 de $1.60 5/10 de $3.85, 5/10 de $0.10
6/10 de $2.00, 4/10 de $1.60 6/10 de $3.85, 4/10 de $0.10
7/10 de $2.00, 3/10 de $1.60 7/10 de $3.85, 3/10 de $0.10
8/10 de $2.00, 2/10 de $1.60 8/10 de $3.85, 2/10 de $0.10
9/10 de $2.00, 1/10 de $1.60 9/10 de $3.85, 1/10 de $0.10
10/10 de $2.00, 0/10 de $1.60 10/10 de $3.85, 0/10 de $0.10

Nota: tabla tomada de Holt y Laury (2002).

En la Tabla 6 los pagos de la opción “A” fueron US$2 y US$1,60 y los pagos de la opción “B” fueron de US$3,85 y US$0,10. En la primera elección entre A y B la probabilidad de obtener X o W fue 0.10, en la segunda de 0.20 y así sucesivamente hasta el último registro cuando la probabilidad es de 1. La lógica de este juego es que los participantes propensos al riesgo elegirán la opción “B”, mientras que los participantes con aversión al riesgo elegirán la opción “A”. El último registro es una prueba en la que se verifica que el participante entendió la tarea y no tiene relevancia en la determinación de la actitud frente al riesgo. Un sujeto con una actitud neutral al riesgo deberá cambiar de la opción “A” a la opción “B” cuando el valor esperado de cada opción sea aproximadamente el mismo; en tal sentido, elegirá la opción “A” en los cuatro primeros registros y la opción “B” en los demás.

Unas de las ventajas del juego de loterías de Holt y Laury (2002) es que tiene un diseño experimental sumamente sencillo que no va a depender del contexto; es decir, no requiere que el sujeto experimental asuma el papel de comprador o vendedor (como suele hacerse en otros diseños para obtener un resultado similar). Para Chicaíza et al. (2011) una de las ventajas de este instrumento es que suministra medidas de las características de los sujetos frente al riesgo y es compatible con los incentivos.

La aplicación del instrumento se hizo a través del software Veconlab (aplicación online), propuesto y trabajado por Charles Holt (2007) en su libro Mercados, juegos y comportamiento estratégico (ver Figura 16). Los valores utilizados en el experimento fueron reales y entregados a las participantes al final de la prueba de acuerdo a las instrucciones.

Figura 16.

Juego de loterías de Holt y Laury (2002) aplicado en la investigación.


Respuestas lógicas en el juego de loterías

Las participantes pueden ser lógicas o no en sus elecciones. Como se mencionaba más arriba, cada opción cuenta con una probabilidad de ocurrencia que aumenta en cada decisión a medida que se avanza en el juego, por lo tanto, su estructura presenta un riesgo decreciente para la lotería B. En la primera opción la probabilidad de llevarse la mejor ganancia es del 10%, en la segunda del 20%, en la tercera del 30% y así hasta la décima opción donde la probabilidad de ocurrencia es del 100% (el juego está diseñado para que la respuesta en la decisión 10 sea la B). En tal sentido, se espera que las participantes en sus decisiones sean lógicas, es decir, en el momento en que la participante cambie de lotería (de la opción A —lotería segura—, a la opción B —lotería riesgosa—) no debería regresar en las siguientes decisiones a la lotería A, pues al aumentar las probabilidades en un 10% a medida que se avanza en cada decisión, se espera que continúen hasta el final; de lo contrario, se asume como una respuesta ilógica o inconsistente, y por lo tanto, se sugiere descartar el análisis. En las Figuras 17 y 18 se ilustran las respuestas lógicas y algunos ejemplos de respuestas ilógicas:

Figura 17.

Juego de loterías: respuestas lógicas.


Figura 18.

Juego de loterías: respuestas ilógicas.


Niveles de aversión al riesgo

Holt y Laury (2002) diseñaron el juego de loterías de tal manera que los niveles de aversión al riesgo puedan ser determinados por el número de respuestas seguras. Entre más opciones seguras (lotería A) elija la participante, mayor será su aversión al riesgo (ver Tabla 7). De acuerdo con los autores, cuatro opciones seguras indican “neutralidad al riesgo”; si no se toma ninguna opción segura o máximo tres, se interpreta como “no aversión al riesgo”; pero si se toman más de cuatro opciones seguras, habría “aversión al riesgo”. En la Figura 19 se representa la neutralidad al riesgo, donde todo lo que esté por debajo de la línea de neutralidad se considera riesgoso y lo que esté por encima indica aversión al riesgo.