Za darmo

Decisiones económicas en los cambios hormonales de la mujer

Tekst
0
Recenzje
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Las hormonas cumplen funciones importantes en el cuerpo humano. Una de sus funciones es la reproducción sexual. Entre las principales hormonas sexuales femeninas tenemos a los estrógenos y la progesterona. Estas hormonas son responsables del desarrollo de las estructuras sexuales primarias —órganos sexuales internos y externos— y secundarias —tonalidad de la voz, el vello, crecimiento óseo, etc.— (Fox & Rivera, 2014; Rizzo, 2011). Estudios anteriores han demostrado que los niveles de estrógeno y progesterona afectan el comportamiento, más allá de aquellos relacionados con la función reproductiva, por ejemplo, producen efectos en el estado de ánimo; también se ha encontrado que el tratamiento con estrógenos ha tenido efectos sobre la memoria y el aprendizaje, así como una posible protección en la enfermedad de Alzheimer (McEwen, 2002; McEwen & Alves, 1999).

Los receptores de estas dos hormonas están presentes en el núcleo accumbens (McEwen, 2002; Mani, 2008), una región clave en el procesamiento de la recompensa y la toma de decisiones (Lazzaro et al., 2016). De acuerdo con estos últimos autores, si estudios anteriores de neuroimagen funcional han demostrado que la actividad cerebral varía a lo largo del ciclo menstrual, como la recompensa y el procesamiento emocional (Goldstein et al., 2005; Protopopescu et al., 2005), se podría esperar que las decisiones económicas se vean afectadas por los niveles cambiantes de estrógeno y progesterona del ciclo femenino.

Al hacer una revisión de la literatura, se observó que los niveles cambiantes de estrógeno y progesterona, a lo largo de las fases del ciclo menstrual, pueden influir en la toma de decisiones de la mujer. Se identificaron tres categorías: las preferencias sexuales, las decisiones del consumidor y las decisiones económicas (ver Figura 6). En los siguientes apartados se hará un breve recorrido por cada uno de ellos.

Figura 6.

Decisiones en los cambios hormonales.


Preferencias sexuales, ¿un asunto hormonal?

En la investigación realizada por Wilcox et al. (2004) encontraron que las frecuencias de las relaciones sexuales se incrementaban durante la fase folicular con un pico en la ovulación; es decir, los encuentros sexuales eran más frecuentes en los días de mayor fertilidad de la mujer, justo cuando experimentan un cambio en los niveles hormonales de estradiol. Gangestad y Thornhill (2008) refieren que los cambios hormonales experimentados en las fases del ciclo menstrual son una adaptación o estrategia evolutiva, razón por la cual han propuesto la hipótesis del ciclo ovulatorio, la cual refiere que la selección natural pudo haber formado aspectos psicológicos en la mujer que estarían presentes en la fase del ciclo de mayor probabilidad de concepción (Gangestad & Thornhill, 1998, 2008). En este sentido, la hipótesis predice que las mujeres que se encuentran en la ventana de mayor fertilidad tienen una preferencia por compañeros sexuales con indicadores biológicos que pueden ofrecer un perfil genético óptimo para la descendencia.

Ahora bien, si en la ventana de mayor fertilidad aumentan los encuentros sexuales (Wilcox et al., 2004), también se ha encontrado que en esa ventana las mujeres se vuelven más selectivas respecto a la pareja con la que deciden estar, entendiéndose esto, según Gangestad y Thornhill (2008), como una adaptación o estrategia de la evolución, pues a mayor probabilidad de concepción, mayor es el filtro en la elección, esto con la finalidad de garantizar que, en caso de concepción, se cuenten con los mejores genes para la reproducción.

En esta línea, diversas investigaciones han encontrado que en la fase ovulatoria la mujer tiene una mayor preferencia por cierto tipo de características o rasgos masculinos que garantizan unos genes óptimos para la descendencia. Entre los rasgos tenemos: tono de voz grave —voz baja o gruesa— (Puts, 2005); cuerpos más masculinos, es decir, hombres altos con hombros anchos y pequeña cintura (Little, Jones & Burriss, 2007); hombres altos (Pawlowski & Jasienska, 2005); rostros más masculinos, es decir, aquellos que poseen marcadores más extremos de testosterona tales como mandíbula más larga y ancha, surcos de los pómulos y cresta de la frente más pronunciada que un rostro masculino promedio (Johnston et al., 2001; Penton-Voak & Perrett, 2000); olor corporal de hombres con rostros simétricos (Gangestad & Thornhill, 1998; Thornhill et al., 2003). En los resultados de la investigación de Gangestad y Thornhill (1998) el olor de los hombres simétricos era casi neutro, mientras que el de los no simétricos se clasificaba como aversivo, lo que llevó a pensar a estos autores que la preferencia por la simetría pudo ser debido a la falta de un olor aversivo en lugar de la presencia de un olor agradable.

En la investigación de Gangestad et al. (2004) las mujeres mostraron una preferencia por los hombres dominantes, es decir, aquellos hombres que exhiben mayor presencia social y competitividad intrasexual. Por su parte, Haselton y Miller (2006) encontraron que las mujeres tenían una mayor preferencia por los hombres inteligentes y creativos. Al comparar la preferencia de mujeres entre hombres creativos, pero pobres, en comparación con hombres poco creativos, pero con riqueza, evidenciaron que las mujeres tenían una mayor preferencia por hombres con inteligencia creativa que por aquellos que eran poco creativos, así estos tuvieran mayores bienes. Según estos autores, la capacidad de proveer pudo haber evolucionado como un indicador de “buen padre”, mientras que la creatividad como un indicador de buenos genes.

Un meta-análisis reciente apoya las preferencias sexuales femeninas sobre algunos rasgos tales como la simetría facial y la masculinidad vocal en relaciones a corto plazo. También observó una preferencia por los olores asociados con la simetría y señales faciales asociadas con la testosterona; sin embargo, los autores ven la necesidad de más datos para hacer afirmaciones confiables sobre estas últimas preferencias (Gildersleeve, Haselton & Fales, 2014).

Como se ha podido observar, gran parte de las investigaciones que revisan la hipótesis del cambio ovulatorio se han realizado alrededor de las elecciones de pareja, puesto que estas tienen consecuencias significativamente mayores cuando las mujeres están ovulando (Lazzaro et al., 2016). En esta línea, los cambios hormonales experimentados en las fases del ciclo menstrual, particularmente en la fase ovulatoria, cuando los niveles de estrógeno son más elevados, parecen influir en las preferencias sexuales de la mujer. La Figura 7 nos muestra una ilustración de ello:

Figura 7.

Preferencias sexuales en la fase ovulatoria.


Para dar paso a la siguiente sección diremos con Durante y Saad (2010) que: el costo potencial de la reproducción no solo impacta las preferencias sexuales, también juega un papel importante en los comportamientos y la toma de decisiones de la mujer. Veamos.

De la hormona al consumo femenino

Estudios anteriores han encontrado que los niveles hormonales de estradiol de la mujer parecen estar asociados positivamente con los niveles de motivación de poder, con una mayor relación en mujeres solteras, posiblemente motivadas por la búsqueda de compañeros (S. J. Stanton & Edelstein, 2009; S. J. Stanton & Schultheiss, 2007). Al parecer, las mujeres solteras están más interesadas en enviar señales de competencia y poder (S. J. Stanton & Edelstein, 2009), por ejemplo, a través del vestido y los accesorios (S. J. Stanton, 2017). En esta línea, A. A Stanton (2010) refiere que el estímulo externo que afecta la toma de decisiones en el hombre parece ser sexual, mientras que para las mujeres el estímulo de la decisión se asocia más con el estatus.

 

Kristina Durante et al. (2008, 2011, 2014) han llevado adelante una serie de investigaciones centradas en los efectos del ciclo menstrual en el consumo femenino. Estas investigaciones han sido revisadas desde la hipótesis del ciclo ovulatorio que exponíamos más arriba, la cual refiere que la selección natural pudo haber configurado aspectos psicológicos en la mujer que le acompañarían en el ciclo de mayor fertilidad (Gangestad & Thornhill 1998). Durante y su equipo han llevado estos estudios desde este enfoque, pues como lo refiere en uno de sus estudios: un enfoque evolutivo para el estudio del comportamiento del consumidor es una investigación psicológica evolutivamente informada (Durante & Griskevicius, 2016).

Durante et al. (2008) utilizaron un diseño intra-sujeto para identificar si las mujeres que se encontraban en la fase de mayor fertilidad eran más propensas a usar ropa reveladora y atractiva que en una fase de menor fertilidad. Al respecto, encontraron que las mujeres en la fase fértil eran más propensas a usar ese tipo de ropa que las mujeres que se encontraban en una fase diferente del ciclo. Este resultado fue interpretado como un indicador de competitividad intrasexual, especialmente cuando la concepción es más probable.

Según Durante y Saad (2010), las investigaciones sugieren que las conductas competitivas de las mujeres se elevan cuando están más cerca de la ovulación; en consecuencia, ponen más empeño en mejorar su atractivo físico. Para los autores, el objetivo final de la competencia femenina es tener acceso a hombres de alto grado de inversión y mantener una posición más alta en relación con otras mujeres, particularmente en términos de su atractivo físico. Es más, el aumento en el estado de ánimo, la sociabilidad y la creatividad verbal son considerados por Durante y Saad (2010) como cambios en las emociones, la cognición y el comportamiento con el fin de facilitar la búsqueda de pareja y expandir las opciones de apareamiento.

Posteriormente, Durante et al. (2011) trataron de identificar si las mujeres eligen ropa sexy y accesorios de moda cuando están en el ciclo de mayor fertilidad. Para ello propusieron tres estudios los cuales estaban guiados por las siguientes hipótesis: 1. las mujeres eligen ropa más sexy y reveladora cuando están ovulando; 2. la ovulación lleva a las mujeres a ser más propensas a elegir productos atractivos cuando se comparan con mujeres atractivas; 3. mujeres cebadas con hombres o mujeres poco atractivas en la fase ovulatoria y la fase lútea no muestran diferencias en la elección del producto; 4. la ovulación lleva a las mujeres a elegir productos más atractivos cuando piensan en mujeres atractivas locales que constituyen potenciales rivales directos; sin embargo, la ovulación no influye en la elección del producto cuando las mujeres están preparadas para pensar en mujeres de lugares distantes, debido a que estas no constituyen rivales directos.

Para la primera hipótesis se creó una tienda web con prendas de vestir, sin marca ni precios, clasificadas como prendas de vestir ocasionales, zapatos y accesorios de moda. El fin era tener la experiencia simulada de compras en línea. Como resultado se obtuvo que las mujeres eligieron un porcentaje mayor de prendas de vestir y accesorios atractivos cercanos a la ovulación en comparación con la fase lútea (ninguna de las participantes era consciente de la hipótesis de investigación). Para la segunda y tercera hipótesis, el estudio contó con diez fotografías faciales atractivas y diez fotografías menos atractivas de estudiantes (hombres y mujeres) que pretendían pasar a la universidad. Como resultados se obtuvo que: las mujeres cebadas con mujeres atractivas eligieron productos mucho más atractivos cerca de la ovulación.

Sin embargo, para la hipótesis tres, la ovulación no influyó en la elección del producto cuando las mujeres se cebaron con mujeres poco atractivas, hombres poco atractivos u hombres atractivos, lo que sugiere que percibían a las mujeres atractivas como una amenaza competitiva. Según los autores, esto no quiere decir que las mujeres no trataban de mejorar su apariencia cuando se preparaban con hombres atractivos, de hecho, ellas elegían más productos que mejoraban su apariencia cuando se preparaban con hombres atractivos que con hombres menos atractivos. Esto llevó a pensar que el efecto de la ovulación en las elecciones de productos no parece estar directamente relacionado con el deseo de las mujeres por impresionar a los hombres, sino por la competencia intrasexual.

Respecto a la hipótesis número cuatro, el estudio estuvo conformado por fotografías de mujeres locales atractivas (de la misma universidad), fotografías de mujeres locales poco atractivas (de la misma universidad), fotografías de mujeres distantes atractivas (de una universidad lejana) y fotografías de mujeres locales poco atractivas (de una universidad lejana). Entre los resultados se obtuvo que: las mujeres que estaban ovulando y fueron cebadas con mujeres locales atractivas eligieron productos mucho más atractivos que las mujeres que no estaban ovulando. Sin embargo, la ovulación no produjo diferencias en las otras tres condiciones, es decir, la ovulación no tuvo ningún efecto cuando las mujeres se cebaron con mujeres locales poco atractivas, con mujeres distantes atractivas y mujeres distantes poco atractivas. Esto mostró que la ovulación tiene un efecto más fuerte sobre el deseo de la mujer por el uso de ropa más atractiva cuando saben que hay otras mujeres atractivas en su entorno local. Para concluir, los autores refieren que el efecto ovulatorio en la elección de la ropa y la moda está relacionado con la competencia femenina o competencia intrasexual, es decir, con rivales potencialmente atractivas.

Posteriormente, Durante et al. (2014) quisieron poner a aprueba otra hipótesis, pues consideraban que el ciclo ovulatorio podría tener un efecto mucho más amplio en el comportamiento económico de las mujeres. Según estos autores, en la fase ovulatoria las mujeres prefieren las ganancias relativas en lugar de las absolutas cuando el grupo de comparación son otras mujeres. Para probar esta hipótesis se les presentaron dos opciones de productos: una sobre un coche y otra sobre un anillo. Cada opción presenta un equilibrio entre la maximización de ganancias absolutas y las ganancias relativas. Las participantes debían elegir entre la opción 1 y la opción 2 (ver Tabla 1 y 2).

Tabla 1.

Elección de carro.


Opción 1 Opción 2
Usted obtiene un carro de $25.000 dólares y otras mujeres recibirán un carro de $40.000 dólares Usted obtiene un carro de $20.000 dólares y otras mujeres recibirán un carro de $12.000 dólares

Tabla 2.

Elección de anillo.


Opción 1 Opción 2
Usted obtiene un anillo de diamante de $7000 dólares y otras mujeres recibirán anillos de diamante de $15.000 dólares Usted obtiene un anillo de diamante de $5000 dólares y otras mujeres recibirán anillos de diamante de $1000 dólares

Entre los resultados se halló que las mujeres que se encontraban en la fase ovulatoria, es decir, de mayor fertilidad —a diferencia de las que se encontraban en una fase de menor fertilidad— preferían bienes (anillos de diamante y carros) que confirieran un estatus relativo frente a otras mujeres. Es decir, las mujeres estaban dispuestas a recibir menores versiones de un producto (por ejemplo, preferían recibir un carro de $20.000 dólares en lugar de un carro de $25.000 dólares; o recibir un anillo de diamante de $5000 dólares en lugar de un anillo de diamante de $7000 dólares), siempre y cuando tuvieran mejores productos que otras mujeres.

Lo anterior llevó a Durante et al. (2014) a revisar otra hipótesis con relación al estatus: la ovulación conlleva a que las mujeres busquen ganancias relativas para mejorar su posición cuando se comparan con otras mujeres, pero no cuando la comparación se hace con hombres. Como en el estudio anterior, se les propuso a las mujeres dos opciones de producto. Una opción involucró una casa y otra involucró una cena en un restaurante. Una vez más, cada opción incluía dos opciones que llevaban a la opción de elegir entre ganancias absolutas versus ganancias relativas. Los participantes fueron asignados aleatoriamente a una de dos condiciones de contrapeso: sus opciones incluyeron una comparación con otras mujeres (rivales intrasexuales) o una comparación con hombres (compañeros potenciales). La opción 1 representa la maximización de las ganancias absolutas, la opción 2 representa la maximización de las ganancias relativas (ver Tabla 3 y 4).

Tabla 3.

Elección de casa.


Opción 1 Opción 2
Usted obtiene una casa de $350.000 dólares y otras mujeres (u hombres —según corresponda—) recibirán una casa de $500.000 dólares Usted obtiene una casa de $250.000 dólares y otras mujeres (u hombres —según corresponda—) recibirán una casa de $100.000 dólares

Tabla 4.

Elección de cena.


Opción 1 Opción 2
Usted obtiene un bono para ir a un restaurante de $100 dólares y otras mujeres (u hombres—según corresponda—) recibirán un bono para ir a un restaurante de $150 dólares Usted obtiene un bono para ir a un restaurante de $75 dólares y otras mujeres (u hombres — según corresponda—) recibirán un bono para ir a un restaurante de $25 dólares

Respecto a estas opciones se encontró que la preferencia por buscar los bienes relativos en lugar de los absolutos se dio solo cuando el grupo de comparación estuvo compuesto por otras mujeres; esto no sucedió cuando el grupo estuvo conformado por hombres. Lo anterior sugirió a los autores que había una competencia intrasexual orientada al estatus y a la selección de pareja. Al parecer, el ciclo ovulatorio tiene un efecto importante en el comportamiento de las mujeres al alterar sus preocupaciones posicionales en relación con otras mujeres y llevarlas a desear bienes de posición, lo que podría aumentar el acceso a compañeros deseables.

Más recientemente, Durante y Arsena (2015) intentaron dar respuesta a una pregunta relacionada con la variedad en la elección del consumidor: ¿podrían las hormonas, que regulan la fertilidad de la mujer, tener una influencia en la elección de variedad del consumidor? Frente a esto encontraron un aumento en el deseo de las mujeres por la variedad en la elección del consumidor cuando ellas se encontraban en la fase del ciclo de mayor fertilidad, particularmente con un efecto significativo en mujeres con relaciones de pareja y sin un efecto significativo para las mujeres solteras. Por ejemplo, encontraron que las mujeres elegían un mayor número de barras de caramelo únicas en un punto de alta fertilidad en el ciclo en comparación con el ciclo de menor fertilidad; también elegían más colores de lápiz labial en la fase ovulatoria en comparación con las que no se encontraban en dicha fase. Esta preferencia por la variedad de productos en la fase preovulatoria es interpretada por los autores como un mayor potencial de éxito a la hora de enfrentarse a una búsqueda de compañeros.

 

Estos estudios sobre las decisiones femeninas enmarcadas en las fases del ciclo menstrual y revisadas desde la hipótesis del cambio ovulatorio, le han permitido a Durante y Griskevicius (2016) pensar que las hormonas pueden participar en el logro de objetivos tales como: el acceso a los recursos, los compañeros y el estatus social. Para estos autores, la activación del sistema de adquisición de compañeros lleva a una mujer a preferir y buscar productos que faciliten su acceso. Finalmente mencionan que las mujeres pueden utilizar productos de lujo como una señal de intimidación para otras mujeres.

Otros estudios han encontrado que el ciclo menstrual también tiene diferentes efectos en el consumo de la mujer. Saad y Stenstrom (2012) encontraron que hay un cambio en el consumo de alimentos más elevado en la fase lútea que en la fase ovulatoria. Según estos autores, parece ser que la progesterona y los estrógenos tienen una relación en este comportamiento del consumidor. Los niveles de progesterona son bajos durante la fase folicular, comienzan a elevarse a mitad del ciclo y aumentan drásticamente cerca al final de la fase lútea. Por su parte, los estrógenos son bajos en la fase folicular, comienzan a elevarse a mitad del ciclo llegando a su máximo pico en la fase ovulatoria y luego tienen una caída considerable en la fase lútea (ver Figura 2). De acuerdo con Saad y Stenstrom (2012), los efectos del ciclo menstrual, tanto en el consumo de alimentos como la apariencia (ropa y/o accesorios), probablemente pueden estar relacionados con los cambios en los niveles de progesterona y estrógenos. En su estudio, Saad y Stenstrom (2012) también encontraron que las mujeres que se encontraban en la fase peri-ovulatoria compraron menos comida. Esto fue interpretado como competencia intrasexual al buscar mejorar su atractivo físico, reduciendo las calorías que darían lugar a una ligera reducción en el peso en los momentos de la fertilidad.

Para terminar esta sección podemos decir que los estudios anteriores nos muestran un panorama general del papel que juegan las hormonas, relacionadas con las fases del ciclo menstrual, en las decisiones del consumidor. Para una mayor ilustración la Figura 8 recoge este tipo de elecciones, especialmente las relacionadas con la fase ovulatoria, pues es justo en esta fase donde se presentan comportamientos diferenciales con relación a las demás fases del ciclo. Ahora bien, al observar las preferencias de pareja y las decisiones del consumidor se logran identificar cambios de comportamiento a lo largo de las fases del ciclo menstrual, esto nos da pistas y nos sugiere que las hormonas juegan un papel importante en las decisiones de la mujer, ¿pasará lo mismo con las decisiones económicas? Continuemos.

Figura 8.

Preferencias de consumo en la fase ovulatoria.


Decisiones económicas en los cambios hormonales

Varias investigaciones refieren que son pocos los estudios realizados en torno al papel que juegan las hormonas femeninas en las decisiones económicas (Durante et al., 2011; Iannello, Biassoni, Nelli, Zugno & Colombo, 2015; Lazzaro et al., 2016; Pine & Fletcher, 2011; S. J. Stanton, 2017). Ahora, las decisiones económicas las podríamos ver desde dos puntos de vista: el primero, como aquellas decisiones donde su resultado solo afecta al individuo que elige, también llamadas decisiones bajo riesgo; y el segundo, aquellas decisiones donde el resultado afecta a otra persona, es decir, aquellas decisiones que involucran una o más personas en el proceso decisorio.

S. J. Stanton (2017), en la revisión que hizo sobre las hormonas y las decisiones económicas, encontró que en los últimos diez años ha habido un modesto crecimiento de trabajos en torno a estos temas, en su mayoría en los últimos cinco años, con un alcance mayor en el papel de las hormonas masculinas que de las femeninas; esta misma conclusión fue dada por Buser (2012), al referir que los efectos de las hormonas en la toma de decisiones económicas se ha enfocado más en la testosterona y en menor medida en la oxitocina, el cortisol y el estrógeno.

Sin embargo, a pesar de los numerosos trabajos realizados en torno al papel de las hormonas masculinas y las decisiones económicas, no se ha logrado identificar una relación clara: se han hallado tanto casos positivos como nulos. Para S. J. Stanton (2017) esto puede deberse a diversos factores relacionados con la diferencia de los estudios realizados hasta el momento o con el sesgo de publicación de resultados positivos. Por ejemplo: la participación de hombres, mujeres o ambos en los diferentes estudios de investigación; las mediciones de las decisiones económicas con tareas diferentes que podrían capturar aspectos distintos de la conducta (aversión a la pérdida, aversión al riesgo, Juego de Iowa, etc.); incentivos en algunas de las pruebas realizadas; la variación de los tamaños de muestra en las investigaciones; la administración de testosterona a hombres con niveles distintos entre los estudios; los tiempos de retardo entre el suministro de testosterona y la ejecución de las tareas; la limitación de las opciones de elección en las tareas de decisión en comparación con las posibles alternativas de elección que los sujetos podrían tomar en casos naturales; y el uso, en algunos estudios, de sumas de dinero relativamente pequeñas —de acuerdo a las cantidades de dinero las personas pueden cambiar sus preferencias de riesgo—. Lo anterior sugiere que las investigaciones futuras deberán seguir trabajando en estos asuntos para dar una mayor claridad (para una revisión ver S. J. Stanton, 2017).

En contraste con lo anterior, al igual que S. J. Stanton (2017), consideramos que al ser una línea de investigación reciente en la que confluyen las hormonas femeninas, el comportamiento del consumidor y la toma de decisiones, no hay consenso ni conclusiones claras. En una revisión de la literatura realizada por Croson y Gneezy (2009) sobre las diferencias de género en las decisiones económicas, encontraron que las mujeres, en promedio, tienen mayor aversión al riesgo y son menos competitivas que los hombres. Posibles explicaciones que dan los autores se encuentran en las emociones, la confianza y el riesgo como amenaza. Estos aspectos pueden afectar en la mujer la evaluación de los resultados y las probabilidades o puede llevar a una percepción diferente de la distribución de probabilidad subyacente a un riesgo dado; además, el riesgo es percibido como amenaza. A pesar de esto, los autores sugieren que las futuras investigaciones deberían revisar el papel que juega la parte biológica y el aprendizaje en este tipo de decisiones.

Recientes investigaciones han comenzado a revisar si las hormonas, en nuestro caso las hormonas femeninas, tienen un papel importante en las decisiones económicas. Al igual que en las preferencias sexuales y las decisiones del consumidor, también han revisado este asunto desde los cambios hormonales experimentados en las fases del ciclo menstrual. Parece ser que las mujeres muestran mayor aversión al riesgo que los hombres en todas las fases del ciclo ovulatorio excepto en la fase de mayor fertilidad (Lazzaro et al., 2016; Pearson & Schipper, 2013).

Respecto a lo anterior, la finalidad que buscaban Lazzaro et al. (2016) en su investigación era determinar si en las fases del ciclo menstrual las mujeres variaban en sus preferencias de racionalidad económica, en la aversión al riesgo y la aversión a la perdida. Para ello, en primer lugar, buscaron determinar si las fases del ciclo menstrual estaban asociadas con cambios en la racionalidad (grado en que las elecciones son internamente consistentes). Para revisar esta condición aplicaron la noción de transitividad a través de la adhesión al Generalized Axiom of Revealed Preference (GARP). De forma resumida se puede decir que una persona es transitiva y consistente si, por ejemplo, prefiere A sobre B, B sobre C y A sobre C. Si una persona tuviera una preferencia de C sobre A, no sería consistente y violaría la noción de transitividad. La racionalidad es una condición necesaria para la maximización de la utilidad.

Por otra parte, para revisar el riesgo en las mujeres, según las fases del ciclo menstrual, se les presentaban opciones seguras con ciertas ganancias monetarias y opciones riesgosas con ganancias iguales a $0 o mayores. Finalmente revisaron la aversión a la pérdida mostrando las correspondientes opciones. La aversión a la pérdida es una característica de la toma de decisiones donde las pérdidas potenciales tienen un mayor impacto en la elección que las ganancias equivalentes.

Para la aplicación de los instrumentos seleccionaron mujeres entre los 18 y los 38 años con una media de 24 años, que no tomaran anticonceptivos hormonales, que no los hubiesen tomado los últimos cuatro meses y que tuviesen ciclos menstruales regulares. A las mujeres se les hacían mediciones de los niveles hormonales en cada fase del ciclo, por un lado para identificar la fase en la que se encontraban y por otro para hacer las respectivas relaciones hormonales con las pruebas de decisión.

Según los resultados encontrados por Lazzaro et al. (2016), a pesar de las fluctuaciones en los niveles hormonales a lo largo de las fases del ciclo menstrual, las mujeres eran tan técnicamente racionales en su comportamiento de elección como sus homólogos masculinos. Por otra parte, en promedio, las mujeres presentaban aversión al riesgo en todas las fases del ciclo menstrual, incluso más que los hombres, excepto durante la fase ovulatoria: en esta fase hubo menos aversión al riesgo que en la fase lútea. También encontraron que las mujeres presentaban significativamente menos aversión a la pérdida en la fase ovulatoria que en las otras fases. Es más, durante la ovulación las mujeres tuvieron menos aversión a la pérdida que los hombres. Esto anterior llevó a concluir a los autores que las mujeres son más propensas a elegir opciones de riesgo que pueden conducir a posibles pérdidas financieras durante la ovulación, o quizá, tener más tolerancia a las pérdidas.

De forma similar, Pearson y Schipper (2013) encontraron que las mujeres mostraban mayor aversión al riesgo que los hombres al hacer ofertas en subastas de primer precio, excepto en la fase ovulatoria cuando la fecundidad es más alta. Uno de los propósitos experimentales de estos autores era correlacionar el comportamiento de las ofertas en subastas de primer precio con el ciclo menstrual de la mujer. Los sujetos experimentales, previas instrucciones y asignación aleatoria para ocupar la terminal de un computador, jugaban repetidamente una licitación sellada de primer precio. Este tipo de licitaciones son aquellas en las que los postores presentan su ofertan en una sola ocasión. En cada ronda, el mejor postor ganaba el objeto y pagaba su oferta; si dos ofertas coincidían, cada licitador ganaba con la misma probabilidad. Realizados los experimentos, el principal hallazgo fue que las mujeres mostraban mayor aversión al riesgo que los hombres, excepto en la ventana de mayor fertilidad. Para estos autores, una menor aversión al riesgo en la fase ovulatoria sugiere una explicación evolutiva: las mujeres en la fase de mayor fertilidad pueden asumir comportamientos más arriesgados que pueden conducir a una mayor probabilidad de concepción que favorezca la diversidad y la calidad genética y así tener un mayor éxito reproductivo.