Cinco medias verdades

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MEDIA VERDAD #1:
LA BIBLIA FUE ESCRITA POR HOMBRES

Con respecto a la Biblia

Un grupo de estudiantes de escuela media están sentados en círculo sobre el suelo del aula. El maestro extiende a uno de los chicos una pieza doblada de papel con una frase escrita en ella: “Un perro escarbará un hoyo profundo para esconder un gran hueso”. El primer estudiante se inclina hacia la izquierda y comienza a susurrar esta frase al oído del siguiente estudiante. Ese estudiante luego susurra lo que cree que es la frase que ha escuchado al oído de la siguiente persona, y así siguen. De oído en oído, el enunciado es alterado lentamente de la verdad a la ficción.

“Un perro escarbará un hoyo profundo para esconder un gran hueso”.

“Un perro escarba hoyos buscando su único hueso”.

“Un perro se extravió de un hogar amoroso”.

“Un perro ha aprendido a usar el teléfono”.

Para el momento en el que el enunciado ha alcanzado su destino final, ha sido completamente malinterpretado y convertido en algo que no suena nada como el original. ¿Recuerda jugar al “teléfono descompuesto”? Es un gran rompehielos para las fiestas. Sin embargo, hay quienes creen que también se ha jugado en el ámbito espiritual, un juego en el que las circunstancias comunes se han transformado en momentos milagrosos, usted sabe, como esos de los que leemos en la Biblia. Algo sencillo ocurre, pero cuando usted agrega el oído de un escucha y revuelve suavemente la historia conforme avanza el tiempo… ¡voilá! La verdad se ha convertido en ficción. Lo que era profundo ahora es superficial.

Permítame ilustrar tal situación; aquí hay un ejemplo de la Biblia. Una noche aproximadamente hace dos mil años, Jesús había decidido alejarse de las multitudes, las cuales incluían a sus propios discípulos. Deseaba estar en oración, que lo dejaran en paz para estar en comunión con su Padre antes de entrar en la siguiente etapa importante de su ministerio. De modo que envía a los doce a un barco para que salieran hacia Capernaum, que está del otro lado del Mar de Galilea. Uno de sus discípulos, Mateo, ofrece más detalles en su propio evangelio:

En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. (Mateo 14:22-33)

¿Puede el teléfono descompuesto explicar efectivamente un milagro como este? ¿Realmente caminó Jesús por encima de las tormentosas olas para encontrarse con sus discípulos como a cinco kilómetros de la orilla? ¿O pudo este mensaje haber perdido de alguna forma su significado original con el transcurso de los años? ¿Tal vez por los múltiples recuentos a lo largo de un período significativo de tiempo (de persona a persona a persona a persona) las acciones de Jesús fueron alteradas desde caminar cerca del mar y hacer rebotar rocas sobre el agua hasta caminar sobre ella y detener el viento?

Si eso fuera cierto, entonces una persona podría discutir que el relato bíblico es falso. Seguro, el viento soplaba y el alba pronto surgiría. Pero Jesús simplemente estaba disfrutando su tiempo de meditación junto al mar, haciendo “patitos” con las rocas, sabiendo que un nuevo día comenzaría con el brillar del sol.

Deténgase ahí. La mayoría de la gente no pelea esa información. Es una serie razonable de acontecimientos. La gente estaría de acuerdo con que es altamente probable que un hombre llamado Jesús viviera hace dos mil años (abordaremos esto específicamente en el capítulo cuatro); que el Mar de Galilea, hoy llamado el “Kineret”, es famoso por sus aguas tormentosas, y que Jesús probablemente dio un paseo solitario a lo largo de la costa arrojando piedritas al agua antes del amanecer. Habría sido impresionantemente hermoso, con una aurora en progreso detrás de algunos cumulonimbos, ¡probablemente digno de una publicación en las redes sociales!

Sin embargo, eso no es lo que la Biblia nos dice. En lugar de ello, dice que “Jesús vino a ellos andando sobre el mar” (Mateo 14:26, énfasis del autor). Recuerde aquí que la afirmación de la Biblia es que Jesús literalmente caminó ola sobre ola hasta llegar al bote de los discípulos.

¿Qué versión cree usted? Elija cualquier milagro de la Biblia y se enfrentará exactamente con la misma pregunta:

•El relato de la creación: ¿Alteró el hombre el “Big Bang” del universo y lo convirtió en “En el principio…”?

•El diluvio universal: ¿Fue un acontecimiento limitado y local exagerado para cubrir el planeta completo?

•La separación del Mar Rojo: ¿Qué tal si solo fue un buen viento y los israelitas llegaron en el momento oportuno?

•La alimentación de los cinco mil: ¿No parece que esa cena ha sido excesivamente exagerada?

•La muerte y la resurrección de Cristo: ¿Tal vez estaba inconsciente, y nunca murió?

Con toda claridad, cada uno de estos ejemplos señala al mismo problema. Están ya sea del lado de la verdad o de la ficción. ¿Son una colección de realidades sin decoraciones ni adornos? ¿O meramente un surtido de dogmas dudosos y cuestionables? Por eso es que es vital que comprendamos cómo la Biblia se convirtió en la Biblia. Necesitamos saber que, si hay, las evidencias apuntan hacia una transmisión segura de los relatos bíblicos a lo largo del tiempo. ¿Es confiable y posible? ¿Podemos confiar en lo que hoy está en nuestra posesión como la verdad autorizada y pura?

LA MEDIA VERDAD
La Biblia fue escrita por hombres

En manera muy similar a como jugamos el teléfono descompuesto, se ha afirmado que hay una diversidad de cuentos de hadas agrupados a lo largo de miles de años. Los textos sagrados son vistos nada menos que como exageraciones históricas. Sí, algunos los consideran colectivamente como la “Santa Biblia”, pero hay otros que no creen que este libro sea santo, ni que sea la Biblia. No hay nada espectacular o sobrenatural que pueda encontrarse aquí. Un libro hecho por los hombres que es singular en su creatividad, y valioso por algunas de sus máximas, pero eso es todo.

Primero, lo que esta media verdad implica es que la Biblia es profana y endeble. Ningún libro escrito por un montón de ancianos es sobrenatural ni está exento de errores. Esos relatos probablemente fueron víctima del teléfono descompuesto a lo largo de los siglos. Llámelas leyendas, pero en forma alguna pueden considerarse las palabras literales de Dios, comunicadas sobrenaturalmente al ser humano como una guía para la vida y para toda la eternidad. Una persona tendría que estar loca para creer eso rotundamente. “Mejor revise sus medicinas, porque me deja demasiado espacio para la duda”.

Segundo, lo que también se implica aquí es la idea de que no hay tal cosa como una verdad absoluta, mucho menos una verdad exclusiva. Esta cosmovisión manifiesta que ningún libro puede hacer tal declaración. No hay razón para tratar a la Biblia como un relato auténtico o histórico, ni deberíamos darle nuestra total atención, porque la verdad es relativa. Solo los ingenuos se aferrarían a tan estrecha visión de que la Biblia es la única fuente de revelación de Dios a toda la humanidad. “Vamos, hombre, ¡no nací ayer!”.

Una tercera y final implicación como resultado del teléfono descompuesto es que hay numerosas contradicciones y rotundos errores en la Biblia, y muchos intelectuales han comprometido tiempo y energía en probar lo que ya sabemos: este es un libro y mitos que contradicen tanto la ciencia como la historia. Además, una cantidad de sus juicios morales son obsoletos y en muy contados casos, por no decir nunca, son aplicables a nuestras varias culturas contemporáneas. El mundo académico de hoy coincide: un adulto maduro tendría que estar demente para confiar en este documento distorsionado como su estándar de la verdad. “Solo abra los ojos. ¿No ve que nuestra realidad contradice su razonamiento?”.

LA VERDAD COMPLETA
La Biblia fue escrita por hombres e inspirada por Dios.

Primero, debemos reconocer que lo que llamamos las Escrituras (esto es, la Biblia, la Palabra de Dios) contiene sesenta y seis libros, 1,189 capítulos, 31,173 versículos, y 774,746 palaras.1 Su origen humano no puede negarse, pues fue escrita por más de cuarenta diferentes autores. Estos hombres provinieron de todos los ámbitos sociales —reyes, profetas, un pescador, un cobrador de impuestos, un exfariseo— y representaron tres diferentes continentes, escribieron en tres idiomas distintos, a lo largo de un período de 1,600 años.

 

Aunque esa es solo la mitad de la verdad. No solo esos hombres escribieron esas palabras, sino que Dios fue el que les dio esas palabras para que las escribieran con precisión perfecta. Esa es la segunda mitad de la verdad. “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16). Dios es el autor divino, habiendo revelado su voluntad a cada uno de esos hombres. El mensaje que fueron inspirados a escribir se originaría desde la indómita mente del Todopoderoso.

La palabra griega para “inspirada” en este versículo es theopneustos. Se origina en dos palabras, theós, que significa “Dios”, y pnéō, “exhalar”. Literalmente, ¡Dios exhaló! Exhaló un Libro impecable con un mensaje singular a lo largo de casi dos mil años de historia humana. Es único. Este Libro de libros contiene en sus páginas muchas culturas, idiomas y acontecimientos históricos; y cada una de estas dimensiones humanas fue el vehículo en el cual Dios dio sus palabras exhaladas al hombre. El único libro perfecto o puro que alguna vez sostendrá usted en sus manos es la B-I-B-L-I-A, la misma Palabra de Dios.

EL SIGNIFICADO COMPLETO

Si la verdad completa es que Dios reveló sus palabras al hombre y divinamente guio el proceso de escritura y preservación de la Biblia, entonces el teléfono descompuesto es un esfuerzo ignorante por descartar este sobrenatural Libro de sabiduría. ¿Pudieron haber adornado las historias? No. ¿Exageraron de alguna forma los relatos? Me temo que no. No podemos hacer este tipo de argumentos, al menos no con sinceridad. No estamos en posición de rechazar la Biblia, porque la verdad completa nos dice lo contrario. Hay un significado mayor que el de la mitología popular de hoy. Se halla un propósito dentro de sus páginas.

El prolífico autor y profesor de seminario, D. A. Carson, lo declara mejor cuando escribe: “… más bien, tales Escrituras fueron el producto de los autores humanos y de la revelación del Dios que habla. Lo que las Escrituras dijeron, Dios lo dijo… porque sus palabras son las palabras de Dios”.2 Las implicaciones aquí son considerables. Deberían golpearnos como un bajón de cafeína. Si esta no es meramente palabra humana —sino de Dios— ¿entonces cómo la manejamos? Cuidadosamente. ¿Debemos estimarla? Extremadamente. ¿Podemos confiar en ella? Completamente. ¿Debemos obedecerla? Sumisamente.

En definitiva, es importante cómo consideramos a la Biblia, pero me estoy adelantando.

Hasta este punto yo asumo que usted querrá ver todos y cada uno de los datos históricos que apoyan tal afirmación de que la Biblia ha sido escrita por hombres e inspirada por Dios. La verdad completa exige una explicación. Y comprendo su preocupación. Muchos “relatores de la verdad” están lejos de ser eso, relatores de la verdad. ¿Pero en dónde comenzamos? Primero debemos pedir alguna explicación de la relación entre la revelación verbal de Dios y su producto generado por manos humanas.3 Una cosa es declarar la verdad completa, pero otra totalmente diferente hacer el trabajo pesado y desempacar su significado. La retórica sin razón es un pobre intento de persuasión. Dicho simplemente, es manipulación.4

Me parece justo. Empujemos este auto al lado del camino para examinar lo que se dice racionalmente. Lo haremos al mirar cuatro elementos primordiales: la actividad involucrada en cómo hemos recibido las Escrituras, y luego la autenticidad de los documentos de la Biblia, seguida de la exactitud de los detalles contenidos en sus páginas, y finalizaremos con el impacto de su autoridad como la Palabra de Dios.

ACTIVIDAD

Enfrentémoslo: la actividad —el proceso que comunicó y causó la Biblia— tendrá que ser significativo y sobrenatural si va a estar a la altura de la singular afirmación de ser la Palabra de Dios literal. Y verdaderamente lo es, originándose todo de una Fuente, Dios. Al explorar este proceso, nos será útil familiarizarnos con unos pocos términos teológicos nuevos (revelación, verbal, pleno e inspiración). Como se ha señalado antes en este capítulo, fue Dios quien reveló su voluntad al hombre. La revelación de Dios es una revelación especial (opuesta a una natural, p. ej. la naturaleza) ya que es una autodivulgación divina de su voluntad. Pedro describe esta actividad en 2 Pedro 1:20-21: “…ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. Por lo tanto, sí, es verdad que los hombres escribieron cada libro (p. ej. Pedro redactó 1 Pedro), pero fue Dios a través de su Espíritu el que determinó y dirigió la Palabra de Dios, protegiéndola de ese modo del error.

Piense en ello. Cada una de las palabras que fueron dadas al hombre a lo largo de esos 1,600 años encaja perfectamente en un rompecabezas milagroso. Lo que está en nuestra posesión vino directamente de Dios. Ninguna palabra está fuera de lugar, “…ni una jota ni una tilde…” (Mateo 5:18). No hay otro libro que pueda hacer esta aseveración; y los autores de la Biblia repetidamente atestiguan este fenómeno.

Señalando a Moisés en el Antiguo Testamento, Dios declara: “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare” (Deuteronomio 18:18, énfasis del autor). En el Nuevo Testamento, con respecto al nacimiento de Cristo, leemos: “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta [Isaías], cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:22-23, énfasis del autor).

Permanezca aquí conmigo. Eso es también lo que llamamos una inspiración verbal plena. Verbal, dado que Dios dio a esos hombres cada una de las palabras; plena, enfatizando que todas las palabras —sus palabras— tienen igual autoridad (no solo un concepto o las “palabras de Jesús en rojo”); e inspiración, lo que significa que Dios guio de forma divina el proceso y su preservación. Una vez más: inspiración verbal plena.

¿De modo que quién escribió el libro de Romanos, Dios o el apóstol Pablo? Pablo lo escribió, pero Dios lo inspiró. (¡Una pregunta capciosa!) Como puede ver, los escritores no fueron inspirados; su mensaje lo fue. El apóstol lo escribió con su pluma en su propio ambiente, pero fue el Espíritu de Dios el que le dio esas palabras. De hecho, los escritores de la Biblia testifican haber registrado las palabras reales de Dios unas asombrosas 3,808 veces.5 David, por ejemplo, escribió en 2 Samuel 23:2: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua”. Las palabras que fueron escritas fueron las palabras exactas que Dios quería. No se originaron en la mente de los autores humanos. Fueron exhaladas (recuerde, theopneustos “inspiradas”) por Dios. Soberanamente él supervisó todo el proceso, incluyendo la vigilancia de la vida de cada autor humano. Él los preparó. Sus palabras fueron en realidad las de Él.6

En su obra clásica, The inspiration and authority of the Bible [La inspiración y la autoridad de la Biblia], B. B. Warfield argumentó: “Cuando Pablo declara, entonces, que ‘cada escritura’ o ‘toda escritura’ es producto del aliento divino, [que] ‘es exhalada por Dios’, afirma con toda la energía que puede que las Escrituras son el producto de una operación divina específica”.7 Amén, y esa actividad divina se conoce como inspiración. Así es como hemos llegado a recibir el mensaje que da vida hallado en sus páginas.

AUTENTICIDAD

No solo es impresionante esta actividad (divina), sino que la autenticidad de esos documentos lo es igualmente. De hecho, muchos de ellos están ahora en nuestra posesión. Dios ha protegido y preservado en exceso su Palabra durante miles de años. Mientras que muchos libros antiguos pueden presumir del descubrimiento de cinco o incluso diez copias, la Biblia tiene miles al alcance de nuestras manos.

Los documentos originales (o evidencia de manuscritos) que componen la Biblia fueron organizados en libros —hay sesenta y seis en total, treinta y nueve en el Antiguo Testamento y veintisiete en el Nuevo Testamento. Específicamente del Nuevo Testamento hay 5,700 copias en existencia hoy y en número sobrepasan significativamente cualquier otro manuscrito antiguo. Los manuscritos están hechos ya sea de papiro o de pergamino. Algunos contienen tan solo una palabra o una frase, otros, una porción de una letra o incluso un testamento completo. Aunque ninguno de los originales (llamados “autógrafos”) está en existencia, el volumen de las copias manuscritas ha permitido a los eruditos textuales reconstruir los originales. Unos pocos fragmentos se remontan de 25 a 50 años de los autógrafos, resultando un 99.99% de ellos recuperados.8

¡Estos números son sorprendentes! Negar la autenticidad de la Biblia es negar muchos de los libros que se nos requería leer en la universidad. No es broma. ¿Nunca le asignaron leer las Tragedias de Sófocles, la Guerra de las Galias de Julio César o cualquiera de las siete tetralogías de Platón? Ninguno de esos clásicos de la antigüedad podría reclamar ese 99.99%. Únicamente La Ilíada de Homero se acerca, con más de 1,800 manuscritos y un índice de 95%.9 Si usted cree en la legitimidad y la fiabilidad de los escritos de Sófocles, César y Platón, entonces también debe reconocer la autenticidad de la Biblia. Rechazarla es rechazar a todos los demás. ¿Qué elección tiene el intelectual sino afirmar la autenticidad de la Biblia? Se ha dicho que “en contraste con estas cifras [de los libros de la antigüedad], el crítico textual del Nuevo Testamento es avergonzado por una abundancia de material”.10

Y una vez más, únicamente hemos abordado el Nuevo Testamento. No obstante, el Antiguo Testamento es citado directamente en el Nuevo al menos unas 320 veces.11 El público original del Nuevo Testamento reconoció el canon (la colección de escritos autorizados) del Antiguo, y lo hizo sin ninguna duda. Escritor tras escritor del Nuevo Testamento señala a un autor del Antiguo. En Romanos 9:29, el apóstol Pablo escribió: “Y como antes dijo Isaías”; y nuevamente en el 10:19: “Moisés dice…”. Jesús mismo no fue la excepción cuando se refirió al Antiguo Testamento, al citar el libro de los Salmos once veces, Deuteronomio, diez veces, Isaías, ocho veces, y Éxodo, siete veces.

Cuatro párrafos. Eso esto todo lo que he escrito apoyando la autenticidad de las Escrituras; y (como estoy seguro que usted puede verlo) la evidencia es abrumadoramente suficiente. Al argumentar a favor de la confianza del Nuevo Testamento, Daniel B. Wallace describe las actitudes desconcertantes de aquellos que continúan, a la luz de la evidencia, rehusándose a reconocer su autenticidad:

Precisamente porque tenemos cientos de miles de variantes y cientos de manuscritos tempranos, estamos en una excelente posición para recuperar la redacción del original. Además, si los escépticos radicales aplicaran sus principios al resto de la literatura grecorromana, nos lanzarían de regreso al Oscurantismo, cuando la ignorancia era cualquier cosa menos felicidad. Sus argumentos solo suenan impresionantes en un vacío.12

Hemos visto la actividad (divina) al recibir la Palabra de Dios, es decir, que Dios reveló su voluntad escrita a los hombres a través del proceso de inspiración; y también hemos estudiado las afirmaciones (superiores) de su autenticidad. Esto incluye la evidencia de manuscritos del Nuevo, y la corroboración del Antiguo con los testimonios directos de Jesucristo y del apóstol Pablo. ¿Cuál es el siguiente paso? Debemos abordar la exactitud de la Biblia.

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