Za darmo

Historia de una parisiense

Tekst
iOSAndroidWindows Phone
Gdzie wysłać link do aplikacji?
Nie zamykaj tego okna, dopóki nie wprowadzisz kodu na urządzeniu mobilnym
Ponów próbęLink został wysłany

Na prośbę właściciela praw autorskich ta książka nie jest dostępna do pobrania jako plik.

Można ją jednak przeczytać w naszych aplikacjach mobilnych (nawet bez połączenia z internetem) oraz online w witrynie LitRes.

Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

XVI

Hora y media después, el duelo tenía lugar en el bosque de Mames, y el señor de Maurescamp había recibido una herida en medio del pecho.

Creyose por mucho tiempo que no sobreviviría, pues sus pulmones estaban atacados. Pero la fuerza de su temperamento lo ha salvado. Su salud se mantiene delicada, y su moral parecía igualmente afectada para siempre.

Parece convencido, como la mayor parte de la gente, de que su mujer, en lo tocante al capitán de Sontis, no tiene más culpa que haber bebido demasiado Sauternes, y haber fumado un habano, cuyo humo la había privado de la conciencia de sus actos. Por consiguiente, ha podido vivir con ella en términos convenientes y tener también a su respecto cierta deferencia resignada y sumisa, muy sorprendente en un hombre muy imperioso y dominante.

Es verdad que ha conseguido modificar por completo el temperamento de su mujer, y que debe estar muy orgulloso de su obra. Juana no es ya romancesca; ya no lee a Tennyson. Después que le mataron a su cómplice de idealismo, el ideal ha muerto para ella. Después de haber afectado primeramente por un espíritu de ironía vengativa, movimiento y sensualismo, ha tomado gusto por su papel y lo desempeña hábilmente.

Fría, satírica, mundana furiosa, en extremo coqueta, indiferente a todo, parece ser que después de la muerte de su madre, su único sentimiento digno y elevado, es el que la conduce tres veces por semana, cerca del lecho de una anciana paralítica que ha vuelto al estado de la infancia; la condesa de Lerne.

Nada más añadiremos sobre Juana Berengére de Latour-Mesnil, baronesa de Maurescamp. Ha cesado de interesarnos, como probablemente sucederá al lector, desde que su atroz contestación al billete de de Sontis nos demostró que el ángel habíase convertido en un demonio.

El final de esta historia, asaz verídica, es que, en el mundo moral, no nacen monstruos: Dios no los cría; pero los hombres sí, y muchos. Esto es lo que no deben olvidar las madres.

FIN