De Tralca-Mawida a Santa Juana

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Tomás Guevara (1925) por su parte propuso que los Mapuches eran una sola etnia dividida en cuatro grupos: los Picunche (Copiapó-Rapel), los Promaucaes (Rapel – Itata), los Araucanos (Itata – Toltén) y los Huilliche (Toltén-istmo de Reloncaví)30.

Luis C. Faron (1956) indicó que los Araucanos eran una sola unidad que englobaba a los Picunche-Araucano al norte, Mapuche-Araucano al centro y Huilliche-Araucano al sur31.

En 1980 Sergio Villalobos propuso el término Mapuche para referirse a los indígenas situados desde el río Choapa hasta la isla de Chiloé, indicando luego que entre el Choapa y el río Itata dominaron los picunches o gente del norte, entre el Itata y el Toltén seguían los Araucanos y desde el Toltén hasta la isla de Chiloé los huilliches o gente del sur32. En 1982 Villalobos dio además una explicación respecto de las diferencias en el uso del concepto araucano que se generaban entre antropólogos o historiadores:

“Para los primeros son los nativos que vivían entre el río Choapa y el seno de Reloncaví y comprendían por lo tanto, a picunches, mapuches y huilliches, que poseían una misma cultura y lengua.

Los historiadores consideran como araucanos a los denominados mapuches por los antropólogos, que habitaban al sur del Maule al llegar los conquistadores y luego al sur del Biobío, y cuyo límite meridional se situaba en el río Toltén. A nuestro juicio, es necesario ponerse de acuerdo para evitar confusiones.

De acuerdo con la tradición historiográfica, pensamos que debe darse la designación general de mapuches a los que vivían al sur del Choapa y la específica de Araucanos a los que dominaban desde el Maule o el Biobío hasta el Toltén. Las razones de este predicamento son muy variadas.

Dado que la palabra mapuche significa gente de la tierra, es lógico aplicar este nombre a quienes tenían esa característica y hablaban el mismo idioma. Mapuches podían ser tanto los araucanos como los picunches y los huilliches: todos ellos podían reconocerse en esa palabra.

El nombre de araucanos fue dado por los españoles a los aborígenes que habitaban en la localidad de Raghco o Arauco y por extensión a los que poblaban entre el Biobío y el Toltén. Siendo éste un nombre impuesto por los extraños, este hecho lo descalifica para los antropólogos, en lo que hay una inconsecuencia. Si esa razón no fuese válida para designar a los comarcanos, menos lo sería aún para hacerla extensiva a picunches y huilliches.

Por otra parte, en la arqueología ha sido frecuente designar a pueblos o culturas con nombres muy posteriores, así, por ejemplo, se habla del periodo Musteriense y del Magdaleniense o del hombre de Pekín y del de Neanderthal. En Chile se ha denominado cultura de Arica y de San Pedro de Atacama a la de grupos que indudablemente no se autodesignaron de esa manera, en el último caso de acuerdo con el concepto sitio-tipo.

Es necesario también mantener una misma designación para referirse a un pueblo antes y después de la conquista, de manera que no haya confusión. En tal caso, la designación histórica de araucanos aparece consagrada por el uso y es prácticamente imposible cambiarla. No sería conveniente distinguir entre mapuches y araucanos según la época.

En el fondo, esta diferencia en las designaciones se ha debido al divorcio entre la antropología y la historia, que han dividido abruptamente el estudio de un mismo pueblo. El problema se hace patente cuando se estudia conjuntamente la época precolombina y la histórica, en que una sola designación se hace imprescindible”33.

Por su parte, el etnohistoriador Osvaldo Silva (1994) consideró a los mapuches como un grupo étnico que se localizó desde el valle del Aconcagua hasta el golfo de Reloncaví. En su caracterización siguió la clasificación de sus sistemas agrícolas que se desprende del análisis del cronista Gerónimo de Bibar. Distingue cinco grandes agrupaciones: a) mapuche con agricultura intensiva (entre el Aconcagua y el Cachapoal); b) mapuche con agricultura de secano (cuenca de Rancagua al sur del río Maule), y, c) mapuche con agricultura de roza (al sur del río Maule). Estos últimos presentaban tres variaciones en la medida que se avanzaba hacia el sur: 1) agricultores, ganaderos y pescadores; 2) agricultores, ganaderos, pescadores y canoeros y 3) agricultores, recolectores, pescadores, mariscadores y canoeros34.

En 1985 el Museo de Arte precolombino hizo una exhibición sobre el arte mapuche que tenía como propósito mostrar cómo el aborigen adoptaba técnicas y materiales introducidos por el europeo y los sintetizaba con sus propias imágenes a través de los medios de expresión autóctonos35. A su vez explicitaron que:

“Los españoles dieron a este pueblo el nombre de araucano y reconocieron la autonomía de la nación araucana. Hoy se prefiere usar la denominación de mapuche, término que ellos usan para identificarse. La presencia actual de esta cultura, en nuestra población, es un testimonio vivo de su permanencia a través del tiempo y nos recuerda que ella es parte integrante de nuestra nacionalidad”36.

Aldunate al igual que Villalobos profundizó en la cuestión conceptual, al preguntarse si la palabra adecuada era la de mapuches o araucanos. Al respecto, planteó que:

“El español acostumbraba a dar a los indígenas el nombre del lugar que habitaban. Son corrientes las menciones de indígenas imperiales, purenes, tucapeles, etc. Es así como a los integrantes del pueblo que ocupaba Arauco, uno de los principales “estados” indígenas, se les denominó araucanos. El primero en usar de este nombre en un sentido más genérico, para designar a todos los indígenas que habitaban al sur de Chile hasta Chiloé, fue don Alonso de Ercilla precisamente en su monumental poema épico La Araucana. Quizá por esa razón, este apelativo se popularizó, usándose aún hasta nuestros días como un gentilicio aplicable a todos los pueblos que hablan la lengua mapuche. Debido a la imprecisión del término araucano y, fundamentalmente a que por respeto a los pueblos, hoy se recomienda denominarlos con el nombre que ellos mismos se dan, es que actualmente se usa el término mapuche para individualizar aquellos que los españoles encontraron ocupando las actuales regiones de la Araucanía y Los Lagos y cuyos descendientes viven en estas mismas tierras hasta nuestros días”37.

En consecuencia, Aldunate indicó que el concepto adecuado para referirse a las poblaciones indígenas situadas tanto en el pasado como en el presente, entre el Itata y el Seno de Reloncaví, era el de mapuche, aunque limitó sus alcances contemporáneos a ese mismo espacio, descartando u omitiendo que los mapuche migrantes residentes en ese entonces en Santiago, pudiesen considerarse de esa manera.

En 1998 el antropólogo francés Guillaume Boccara, hizo una revisión crítica de la utilización del concepto mapuche realizada tanto por historiadores como por antropólogos, haciendo notar como ya se ha hecho explícito, los desacuerdos existentes entre los especialistas respecto del significado de conceptos como mapuche o araucano, para concluir que:

“mientras algunos ven mapuches allí donde manifiestamente no los hay, víctimas de una mirada propia del siglo XX, en el cual la utilización del etnónimo mapuche se encuentra bien establecida, otros extienden una denominación (araucano), empleada de manera errónea por ciertos españoles de la época colonial, al conjunto de los habitantes de los territorios ubicados entre los ríos Biobío y Toltén”38.

Tomando en cuenta una certera observación realizada al uso de estos conceptos y otros por el etnolingüista Adalberto Salas (1992) que afirma que las denominaciones examinadas corresponden a “distinciones realizadas por académicos a partir de necesidades derivadas de sus propias disciplinas”, y apoyándose en el etnohistoriador Horacio Zapater (1992) y en el historiador Fernando Casanueva (1981) para quienes los indígenas en cuestión se denominaron reche (“gente de verdad”, “gente auténtica”), Boccara señaló:

“No desestimamos el utilizar términos conocidos por todos, ni el peso de la historia y de las proyecciones de la realidad presente sobre un pasado aun poco esclarecido. Pero al parecer, este uso insistente remite también a una concepción histórico – antropológica que tiende a considerar a las etnias como cosas o como entidades desde siempre presentes, a las que el etnohistoriador no tendría finalmente más que exhumar de las profundidades del pasado, sin tener en cuenta los diferentes estratos o capas de sedimentación que contribuyen a su formación. Esta persistencia sería entonces la expresión de una concepción estática de cultura y de la sociedad, las cuales solo se transformarían por la corrupción de su esencia. De manera que toda modificación que condujese a una etnia a alejarse de una supuesta tradición inmemorial, representaría un paso irreversible hacia la pérdida de la identidad original y la marca de una aculturación impuesta”39.

En consecuencia, Boccara comparte las afirmaciones de Salas y Zapater que a la llegada de los españoles no había ni una etnia araucana o mapuche que englobara la totalidad del territorio comprendido entre los ríos Biobío y Toltén, ni etnia picunche al norte ni huilliche al sur:

“Si hubiera que emplear un término para designar a los grupos conocidos bajo el nombre de picunche, mapuche y hulliche, diríamos –ateniéndonos al primer diccionario publicado en 1606 por el jesuita Luis de Valdivia–, que estos indígenas eran reche. Para estas poblaciones su frontera norte se encontraba en los alrededores del río Mapocho, y la sur aproximadamente a la altura del istmo de Reloncaví. Hablaban una misma lengua (a pesar de variaciones regionales) y tenían una religiosidad coincidente en muchos puntos. Sin embargo, existían numerosas diferencias entre estos grupos, principalmente en su organización social y en lo concerniente al lugar y las formas de asumir la guerra. Nos parece, desde este punto de vista, necesario operar una distinción entre tres grandes conjuntos reche: los del norte (los llamados picunche), que fueron rápidamente dominados por los españoles y entraron en un profundo proceso de deculturación. Los del centro (los llamado mapuche o araucanos), que resistieron pagando el precio de enormes transformaciones sociales; y los del sur (los llamados huilliche), que opusieron una resistencia tan sólida como la de sus vecinos del norte de la época colonial, pero que sufrieron un profundo proceso de desestructuración durante la época republicana”40.

 

Si Boccara propone el concepto de reche para las poblaciones situadas entre el Mapocho y Chiloé para el siglo XVI, ¿qué sentido histórico propone para el término mapuche? El autor indica que es hacia 1760 cuando aparece mencionado por primera vez el mencionado etnónimo mapuche. En tanto los documentos del siglo XIX indicarían que los indígenas del centro sur se autodenominaban mapuche. En consecuencia, la hipótesis de Boccara es que:

“La conquista engendró efectos perversos (inesperados) a través de la puesta en marcha de una formidable dinámica de concentración sociopolítica, de transformación de la lógica económica y de unificación del sentimiento identitario. La historia de la resistencia indígena adquiere, con esto, un nuevo sentido, deviene la historia de un paso, de una transculturación de los reche del siglo XVI a los mapuche del siglo XVIII”41.

Según la propuesta de Boccara los mapuches como una nación surgen por un proceso de etnogénesis hacia el siglo XVIII. Nuestras investigaciones en la materia nos llevan a estar parcialmente de acuerdo con Boccara. Aunque su propuesta es sugerente es incorrecto que en la documentación del siglo XVI no se aluda a los Mapuche. En la obra de Pedro Mariño de Lobera (1528-1594), que ha llegado hasta nosotros (con las modificaciones del jesuita Bartolomé Escobar), se consigna que cuando Diego de Almagro arribó con su hueste hasta Jupisa (Tupiza), llegó un indio llamado Huayllullo que venía desde Chile con el presente acostumbrado que se ofrecía a los Inca. Y se especifica: “el cual tenía en Chile dos gobernadores de aquel reino puestos por su mano, el uno en el valle de Mapuche, y el otro en el de Coquimbo…”42. El tesoro que llevaba el citado indígena habría ascendido a la suma de doscientos mil pesos de oro, “que valían trescientos mil ducados”, así es que motivó a los españoles a apurar el tranco en su periplo rumbo a Chile (valle del Aconcagua). La pregunta lógica es, ¿a qué se refiere Mariño de Lobera con la denominación el valle de mapuche? La respuesta la habría dado el mismo cuando señala que enterados los indígenas del arribo de los europeos, nombraron como representante a Michimalongo. Aunque su relato en ese apartado no se ajusta a lo que han referido cronistas más confiables como Gerónimo de Bibar43. Según Mariño, mientras los indígenas se preparaban para resistir, los ibéricos:

“llegaron al valle de Mapuche,… hizo asiento en quince de enero de mil y quinientos y cuarenta y uno, donde halló un cacique llamado Vitacura, que era indio del Perú puesto en este valle por el gran rey peruano; el cual habiendo conquistado parte del reino de Chile, tenía puestos gobernadores con gente de presidio en todas las provincias deste valle de Mapuche…”44.

Finalmente Mariño de Lobera explica que Michimalongo se opuso a que los ibéricos cimentaran la conquista, determinando junto a su gente, oponerse “sin dilación a ella haciendo guerra a hierro, y fuego por la defensa de su patria, y conservación de su libertad, impidiéndoles a los cristianos sus intentos, sin descansar un punto hasta salir con el suyo. Y en razón de esto partió luego con su ejército muy ordenado marchando a toda priesa para Mapuche con grande orgullo, y lozanía, cantando victoria, como si ya la hubiera conseguido”. Finalmente los indígenas fueron derrotados en ese enfrentamiento con los europeos y sus yanaconas45.

Respecto a estos textos tomados de Mariño de Lobera, es evidente que el término “valle de Mapuche” alude a lo que se conocerá como valle del Mapocho y a las poblaciones que en las probanzas de mérito son nombradas como Mapochoes. Es decir, puede afirmarse que los mapuches eran los habitantes del valle homónimo, que es donde los ibéricos fundaron Santiago de la Nueva Extremadura (12 de febrero de 1541)46. ¿Cómo un término asociado a una realidad geográfica determinada posteriormente va a transformarse en un concepto definidor de las poblaciones situadas más al sur y particularmente allende el río Biobío? Sólo podemos enunciar la pregunta.

En sintonía con lo recién señalado, no estamos de acuerdo con Boccara en denominar a las poblaciones indígenas situadas entre el Mapocho y Chiloé como reche. En definitiva, estaríamos cambiando un concepto, el de mapuche, por otro, el de reche. No hemos encontrado constancia documental para el siglo XVI que las poblaciones indígenas locales situadas del río Aconcagua al sur se autodenominaran de esa manera. Por el contrario, en la medida que la conquista va avanzando, la desestructuradora intervención económica de los ibéricos (el reparto de indígenas en encomienda, el traslado forzoso de pueblos), da cuenta de sociedades indígenas mucho más fragmentadas, en concordancia con la organización sociopolítica con que han sido caracterizados, la tribal. No obstante, la historiografía reconoce que la conquista contribuyó a una complejización de estas estructuras sociopolíticas (el avance hacia formas más confederadas)47, en tanto últimamente la antropología considera que estos cambios no habrían operado sólo por la coyuntura de enfrentarse a una invasión sino como consecuencia de procesos de más larga duración que se insertan en los cambios culturales que se estaban produciendo en los Andes centrales y meridionales48.

Quizá es en razón de lo anterior que la tesis de Boccara, dentro de las publicaciones que hemos podido revisar, ha tenido una aceptación parcial. El arqueólogo Francis Goicovich se refiere a las poblaciones indígenas situadas entre el Itata y el Toltén para los siglos XVI y XVII como reche-mapuches49. Por su parte Jimena Obregón y José Manuel Zavala utilizan el concepto de Araucano-Mapuche en un estudio referido a la persistencia de la esclavitud indígena en Chile Colonial después de su abolición50. José Manuel Zavala y Tom D. Dillehay, aunque prefieren la denominación de Araucano-Mapuches, en tanto sus estudios se han referido a las poblaciones situadas en el cuadrante oeste al sur del río Biobío, no desconocen la problemática de la que da cuenta Boccara. En efecto, ellos señalan que: “Durante los siglos XVI y XVII, los mapuches no son designados como tales. En general, los españoles se limitan a llamarlos “indios de la tierra” o “indios de Chile”. En su caso, adoptaron el término compuesto “araucano-mapuche” que propuso Jimena Obregón-Iturra (Obregón-Iturra y Zavala 2009), por la ventaja “de dar cuenta de una sola vez de los dos etnónimos de mayor difusión en la literatura especializada en inglés y en castellano para referirse a los habitantes de La Araucanía”51.

Zavala y Dillehay recogen entonces la propuesta de Obregón para referirse a los pueblos situados al sur del río Biobío. En consecuencia, la misma observación que realizó Adalberto Salas en 1992 podría volver a reiterarse. De nuevo se trata de distinciones conceptuales realizadas por académicos a partir de necesidades derivadas desde sus propias disciplinas pero que no responden a lo que se desprende de un análisis crítico de las fuentes.

En enero del 2001 se conformó la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato de los Pueblos Indígenas. El su informe final recoge los conceptos que la ONU sugiere para referirse a los indígenas en términos universales y entrega una visión académica y al mismo tiempo “oficial” respecto de la historia de las sociedades indígenas. Se toma la definición internacionalmente aceptada realizada por Martínez Cobo, quien establece la conquista como un elemento central, en tanto diferencia a los grupos indígenas de los no indígenas. La definición de pueblos indígenas con la que se trabaja es la siguiente:

“Son Comunidades, Pueblos y Naciones Indígenas, los que, teniendo una continuidad histórica con las sociedades anteriores a la invasión y precoloniales que se desarrollaron en sus territorios, se consideran distintos de otros sectores de las sociedades que ahora prevalecen en estos territorios o en partes de ellos. Constituyen ahora sectores no dominantes de la sociedad y tienen la determinación de preservar, desarrollar y trasmitir a futuras generaciones sus territorios ancestrales, y su identidad étnica como base de su existencia continuada como Pueblo, de acuerdo con sus propios patrones culturales, sus instituciones sociales y sus sistemas legales”52.

No está de más insistir en que estas definiciones están en un marco en que se busca que los estados consideren como una condición esencial para el desarrollo su diversidad étnica y cultural, más que propender a una homogeneización social. Además, son definiciones que están hechas desde el presente y para el presente, ya que lo que interesa es dar cuenta de la conexión entre las sociedades indígenas actuales respecto de las pretéritas, pero lógicamente no se trata de una definición de las sociedades indígenas prehispánicas. Ahora bien, en el informe la referencia a los indígenas desde una mirada retrospectiva y en particular de los mapuches se hace utilizando los conceptos de Pueblo Mapuche, antiguos mapuches, pueblo(s), cultura(s), antigua(s) cultura(s), grupo(s), grupos indígenas, indígenas, poblaciones y sociedad (es).

A su vez, en este informe se caracteriza a los mapuches de la siguiente manera. Desde el punto de vista de su origen, se indica que provienen de formaciones humanas antiguas como la llamada cultura Llolleo, lo que mostraría una transición norte-sur. Siguiendo a Carlos Aldunate indican que al sur del río Itata, desde el 500 d.C. se produjeron distintos desarrollos culturales alfareros sobre una matriz que les imprime una cierta homogeneidad. Estos desarrollos se produjeron en tres sectores geográficos.

En el norte fue desde el río Ñuble e Itata hasta el Cordón de Mahuidanche-Lastarria. Se establecieron grupos humanos en la cordillera viviendo esencialmente de la recolección que han sido identificados como complejo Pitrén. Su cerámica está vinculada a procesos formativos septentrionales y sugiere procesos de difusión andinos, que le aportaron el cultivo del maíz que sembraron junto a la papa. A fines del primer milenio se constatan nuevas influencias desde el norte que contribuyeron a la expansión del cultivo de maíz, complementándolo con los porotos, ají, zapallo y quinoa. También se domesticaron los chiliweke o llama de los Andes. Estos influjos originaron lo que los arqueólogos denominan como complejo Vergel, el que se establece sobre Pitrén.

En el sector meridional, en el área del cordón transversal Mahuidanche-Lastarria, altura Loncoche, hasta el golfo de Reloncaví, las condiciones ambientales de alta pluviosidad y humedad dificultaron el desarrollo de la agricultura. Grupos del complejo Pitrén se desplazaron hacia estos espacios en el 600 d.C., permaneciendo allí hasta la conquista europea.

En el sector oriental, precordillera y pampas argentinas ubicadas en el norte y en la provincia de Neuquén, se hace referencia a una posible presencia de una fase del complejo Pitrén que se asentaría en esos lugares a fines del año mil, aportando rasgos a las pampas orientales y al sur de Mendoza.

La diferencia entre el complejo Pitrén y el complejo el Vergel fue que mientras el primero habría tenido un carácter más recolector, el segundo habría sido más bien agricultor. De allí que el complejo el Vergel no se desarrollara en espacios desfavorables para la agricultura.

En consecuencia, para quienes participaron de esta investigación particular sobre los mapuches, los especialistas Rosamel Millaman, José Quidel, Victor Caniullán, Rolf Foerster, Jorge Pinto, Raúl Molina, Martín Correa, Manuel Muñoz Millalonco, Ana María Olivera y José Bengoa, su cultura:

“surge de estas culturas anteriores, representada en sus antepasados Pitrén y El Vergel. Al paso del tiempo, en cientos de años se fueron expandiendo esos rasgos culturales y homogeneizándose, hasta llegar al año mil de nuestra era a constituir lo que ya puede ser reconocido plenamente como cultura mapuche.

Este pueblo fue conocido por los conquistadores con el nombre genérico de araucano, usado por primera vez por don Alonso de Ercilla en 1589, aunque a menudo se usaron otros gentilicios que aludían a las diferentes localidades de origen (por ej. Purenes), o a puntos cardinales de los que procedían, respecto de los referentes (picunches, picuntos, huilliches)…”53.

 

Finalmente, cabe señalar que en la actual página web del Museo Chileno de Arte Precolombino de Santiago de Chile, en el Item pueblos originarios de Chile, se refieren al pueblo mapuche igualmente proyectando el concepto desde tiempos prehispánicos hasta el presente.

“El mapuche es el grupo indígena más numeroso del país. A la llegada de los españoles, habitaban gran parte del sur de Chile, dividiéndose en subgrupos según la zona geográfica. Los primeros investigadores reconocieron a los picunches, que poblaban desde el río Maule hasta los ríos Itata y Bío Bío; los araucanos, desde estos últimos hasta el Toltén; los pehuenches en la zona cordillerana, desde Chillán hasta Antuco, y los huilliches entre el río Toltén y el golfo de Corcovado, incluida la isla de Chiloé. Es decir, los mapuches ocupaban ambientes y paisajes diversos, que iban desde la región subandina hasta la costa y desde climas templados cálidos a climas fríos lluviosos, lo que implicaba diversas adaptaciones y consiguientes diferencias culturales. Los cambios ocurridos durante la Conquista y la Colonia española produjeron una notable unidad cultural y, sobre todo, política y social de este grupo. Luego del sometimiento a la República de Chile, una parte considerable de este pueblo migró a la ciudad. De hecho, actualmente, la mayoría vive en asentamientos urbanos y no en el campo, concentrándose en las ciudades de las regiones de la Araucanía y la Metropolitana, seguidas por la región de Los Lagos y la de Bío Bío”54.

En este enfoque los mapuches son considerados las poblaciones que tradicionalmente han sido denominadas como descendientes directos de las culturas arqueológicas prehispánicas Pitrén (100 -1100 d.C.) y El Vergel (1100 – 1450 d.C.). Igualmente se tiene una idea inclusiva de los mismos, en el sentido de que no solamente las poblaciones denominadas tradicionalmente como picunches y huilliches son consideradas como mapuche, sino que también se reconoce como tales a los pehuenches que se situaban en la cordillera entre Chillán y Antuco.

Figura 3. Esquema propuesto por el Museo de Arte Precolombino para explicar el surgimiento y proyección en el tiempo de las poblaciones mapuches55


La pregunta que sigue es cómo denominaremos en este estudio a las poblaciones situadas entre el Itata y el Toltén, subrayando que los análisis del pasado más lejano no son una negación de la realidad en el presente. Dicho lo anterior, para los siglos XVI y XVII, pensamos que ni los términos Mapuche o Reche son apropiados para referirse a los pueblos originarios que vivieron entre el Aconcagua y Chiloé. Se ha insistido en que la población que moraba en este espacio tenía rasgos culturales comunes, sin embargo, si reconocemos que se trataba de sociedades segmentadas o tribales, sociedades sin estado, parece un contrasentido caracterizarlos a través de categorías culturales integradoras.

Compartimos la tesis de Boccara en el sentido que el Pueblo Mapuche como lo conocemos en el presente surge por un proceso de etnogénesis hacia el siglo XVIII. Las relaciones con los hispanos los llevaron a definir nuevas identidades en lo sociopolítico, en lo económico y en lo cultural, sin negar que tuviese elementos culturales comunes, pues sin duda es evidente que estas sociedades están conectadas con los grupos humanos que se desarrollaron, según han determinado los arqueólogos, entre el Itata y Chiloé, desde aproximadamente el 1250 d.C. Sin embargo, no estamos de acuerdo en que los denominados mapuches-araucanos (habitantes entre el Itata y el Toltén), fueron más belicosos que sus vecinos del norte, los nombrados tradicionalmente como picunches. En realidad, como lo pudimos demostrar en una investigación que realizamos sobre los indígenas del Aconcagua, todas las poblaciones locales viniendo desde el norte de Chile, opusieron tenaz resistencia a los conquistadores. Sin embargo, ella no pudo sostenerse por un conjunto de factores, entre los cuales –para el caso del Aconcagua y el Mapocho–, destacan el haber sufrido el doble impacto de dos expediciones importantes (Almagro – Valdivia), su menor número comparativamente con las poblaciones situadas al sur del Biobío, y por vivir en un espacio más favorable al asentamiento europeo, además de sus propias divisiones internas56.

No siendo apropiado, desde nuestra perspectiva, muy especialmente para el siglo XVI, utilizar conceptos generalizadores para referirse a las poblaciones indígenas entre el Aconcagua y el Seno de Reloncaví, una posibilidad es referirse a ellas según los nombres de las localidades a las que fueron asociadas por los europeos durante este periodo y que a su vez, suelen ser coincidentes con los Lebos o Rewes. En el caso de esta investigación, se trataría de los Tralca-mawida. El problema de esta caracterización, es que al sur del río Biobío estas categorías se visibilizan en las fuentes más bien en los albores del siglo XVII, cuando producto de la guerra contra los europeos se había producido una enorme caída demográfica además de reubicaciones espaciales que no necesariamente conocemos. Sin embargo, nos parece una posibilidad más representativa del pasado.

Por otra parte, aunque el concepto de estado de Arauco haya denotado una forma de organización regional nativa y no el dominio que estableció Pedro de Valdivia por la merced de tierra que se autoadjudicó, en sí mismo, sigue siendo un concepto asociado a los conquistadores, principalmente a partir de la obra de Alonso de Ercilla. Ellos son los que denominaron al territorio en cuestión como Arauco y desde allí se desprendió el concepto generalizador de Araucanos. Pensando no en lo que es más cómodo para los investigadores sino en las realidades de las cuales la investigación debe dar cuenta, no es adecuado referirse a las poblaciones que habitaron al sur del río Biobío como Araucanos, porque no tenemos evidencias que se identificaran en su conjunto de ese modo, por el contrario, la gran cantidad de Rewes revela una identificación mucho más rica y diversa. En consecuencia, por una parte, los conceptos de Araucanos, Mareguanos o Catirayes, Tucapelinos y Pureninos (en plural), podrían ser representativos de unidades regionales, en tanto las denominaciones de los Rewes entre las cuales se encuentran los de Arauco, Colcura, Curilemu, Angolmo o Talcamávida entre muchos otros, pueden ser más representativos de lo que fueron las sociedades con las que se encontraron los europeos en los albores de la conquista.

Otra posibilidad está en referirse a las poblaciones entre el Itata y el Toltén, y sobre todo en el delta temporal comprendido entre los siglos XVI y XVII, utilizando los conceptos universales con los que trabajó la Comisión Nuevo Trato: pueblo(s), cultura(s), antigua(s) cultura(s), grupo(s), grupos indígenas, indígenas, poblaciones y sociedad (es). En relación al concepto de “antiguos mapuches del sur” (que trabaja José Bengoa), haremos uso de él pero con el resguardo que efectivamente los mapuches fueron en realidad las poblaciones que al momento del arribo de los europeos vivían en el valle del Mapocho. Por ello, vale la precisión de “antiguos mapuches del sur”, en el entendido que los mapuches que reconocemos y que se auto-reconocen como tales hoy surgieron por un proceso de etnogénesis hacia el siglo XVIII.