La clave de la concentración

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En otros términos, la carencia de una adecuada rutina psicológica precompetitiva no predispone a los deportistas (tanto de los deportes individuales como de equipo) a ingresar mentalmente al juego potenciados por un óptimo estado emocional, lo que muchas veces deriva en que parte de lo trabajado en las prácticas previas haya sido en vano.

Cualquiera que haya practicado rugby u otras disciplinas deportivas ha sentido los efectos de la mente en la situación de precompetencia. En los instantes previos a un desafío el deportista percibe cierta ansiedad por lo que pueda llegar a suceder con su performance. La sensación que invade es similar a la de rendir un examen. El simple hecho de enfrentar una competición genera estados emocionales que son el producto de ciertos pensamientos previos que muchas veces superan tanto al equipo como al jugador particular. Existe mucha presión previa, ya que es durante el desarrollo del encuentro cuando se debe poner en práctica todo lo trabajado en los entrenamientos. Durante estos entrenamientos se proponen objetivos, se traza un procedimiento para alcanzarlos, y se aguarda ansiosamente el momento de la competencia para recoger los frutos del trabajo previo. Esta presión de expectativa por los resultados deriva en estados emocionales que muchas veces no son los más adecuados para afrontar la competición en forma exitosa.

Encauzar estos estados emocionales previos es sumamente importante para que el deportista no tire por la borda todo lo realizado durante meses de preparaciones previas. Es imprescindible comprender que los aspectos emocionales que faciliten la descarga de la tensión previa a las competencias son entrenables. La fortaleza mental también se manifiesta en la capacidad con la que cuenta el deportista para adiestrar sus emociones. Pudimos observar como parte de este adiestramiento es realizado por los All Blacks a través del haka. Si bien esto no significa que se debe realizar una ceremonia similar, contamos con la posibilidad de adoptar hábitos favorables que faciliten los momentos previos a todo evento deportivo y de optimizar los efectos de los himnos nacionales (de los que sabemos que tienen un poderoso efecto unificador) aprovechando una forma conjunta de interpretación psicofísica y emocional. Pero por lo general no suele trabajarse en todas estas cuestiones claves.

El Haka y los objetivos

Expliqué como mediante este ritual-danza los All Blacks ejecutan determinados movimientos (Guerreros que ejecutan movimientos de extensión y contracción de sus músculos…) utilizando un mismo ritmo respiratorio (Guerreros que inhalan y exhalan aire en forma metódica y pronunciada…) a través de la letra del canto y la danza (Guerreros que interpretan su canto a través de un perfecto lenguaje corporal compuesto por percusión y movimientos rítmicos…) para dar lugar a su finalización y buscar sus posiciones en el campo de juego (Guerreros que luego de ejecutar al unísono la electrizante danza buscan relajadamente sus lugares en el campo de juego para enfrentar a sus rivales…), obteniendo así un estado óptimo para el fin que se busca. Si bien es un factor clave lograr este estado en la preparación previa a la competencia en cualquier deporte individual, en los deportes de equipo se suma que cada deportista tiene sus objetivos individuales, y es a través del haka ejecutado al unísono que los protagonistas concentran los objetivos propios en el objetivo grupal.

El Haka y el flow

Otro beneficio psicofísico fundamental de esta ceremonia es que predispone a sus protagonistas a experiencias de flow (fluir o flujo). El concepto de flow fue estudiado por Mihaly Csikszentmihalyi y desarrollado en su libro Fluir: una psicología de la felicidad, y se define como “un estado mental en el que la persona se encuentra completamente absorta en una actividad para su propio placer y disfrute”. Se caracteriza por la sensación de que el tiempo vuela, es decir, se pierde la noción del tiempo, se olvidan los problemas y las preocupaciones, y los pensamientos, las sensaciones, las percepciones y las acciones se suceden con naturalidad, pareciendo fluir en armonía.

Un aspecto clave del flow es que se caracteriza por que la información se recibe de forma ordenada y que todo fluye con naturalidad en la dirección que permite alcanzar la meta propuesta. Permite estar inmerso en la actividad y disfrutar del placer de cada segundo transcurrido experimentándose un alto grado de concentración. Producto de ello, las personas se olvidan de lo que ocurre a su alrededor y no desean que ese instante acabe. En este estado, las personas están completamente involucradas en algo a tal extremo que se olvidan de la fatiga. A su vez, se sienten con mayor capacidad y preparación para realizar los requerimientos de la tarea.

El concepto de flow está relacionado con el talento y la felicidad y con estados de creatividad y productividad muy elevados, que permiten centrarse en el proceso (es decir, en el presente) y no en el resultado.

Los efectos psicofísicos del Haka

Con fines didácticos y a modo de ayuda memoria, enumeraré los beneficios psicofísicos que el haka como rutina psicológica precompetitiva provoca en sus protagonistas:

 Un estado de concentración absoluta en sus actores.

 Un estado de desconcentración en los rivales.

 La subordinación de los objetivos individuales en el objetivo grupal de equipo (lo que hace a aumentar la probabilidad de conseguirlo).

 Un efecto catártico (o de descarga) por medio del cual disminuyen la ansiedad y presión precompetitiva del grupo-equipo que, a la vez, es trasladada a sus oponentes.

 Una resignificación de cuestiones relacionadas con su cultura, sentido de pertenencia y sistema de creencias que fortalecen la cohesión e identidad del grupo-equipo al ponerlas en evidencia en los instantes previos a la competencia (sobre este tema nos explayaremos en el próximo capítulo).

 Una misma sintonía emocional en todos sus protagonistas para afrontar la disputa, producto de su ejecución realizada al unísono por medio de movimientos y un mismo ritmo respiratorio. Con respecto a esto último se dice que la palabra haka proviene de los términos hā, que significa aliento, y hā, que significa iluminar. La respiración era un símbolo integral de la vida y, por lo tanto, haka significa mejorar e iluminar la vitalidad interna de una persona.

 Una plataforma de arranque previa que deriva en una ventaja psicofísica que a su vez hace de disparador de la motivación interna (relacionada con las ansias de superación y el deseo del grupo de volcar en la escena su identidad y luchar por lo que tanto ha entrenado) que funciona a modo de arenga previa.

 La predisposición de sus protagonistas a experiencias de flow.

Por todo esto, no caben dudas de que el haka hace las veces de técnica psicológica activa para sus actores, quienes se ven beneficiados por todos los efectos aquí analizados. Estos últimos sobrepasan ampliamente la visión reduccionista que implica considerar esta ceremonia únicamente como una estrategia de amedrentamiento.

Aclaré con anterioridad que esto no significa que debamos realizar una ceremonia similar. Es evidente que no alcanzaría solo con ello (de hecho otros seleccionados como el de Tonga, Fiji o Samoa cuentan con sus propias ceremonias), ya que la clave se encuentra en los beneficios psicológicos que el haka ocasiona como rutina psicológica precompetitiva que hace de disparador de todo lo desarrollado en un amplio y meticuloso trabajo previo que abarca lo físico, técnico y táctico estratégico, al que se le suma la plusvalía del entrenamiento mental. Y de no existir este meticuloso trabajo previo no podría dispararse demasiado… La cuestión pasará por trabajar en un programa de entrenamiento mental que ocasione similares beneficios, y es sobre el armado de esto último hacia donde se deberían redireccionar los esfuerzos.

En Rugby mental explico que resulta fundamental comprender que la fortaleza mental puede trabajarse y desarrollarse, y que, así como cada músculo puede ser llevado al límite de sus capacidades, podemos lograr lo mismo con cada aspecto mental. La clave inicial se encuentra en la insistencia por adquirir el hábito de trabajar la mente. Así como podemos lograr el desarrollo muscular apropiado para cada deportista, según lo requiera cada deporte en particular, por medio de un programa de entrenamiento físico adecuado; también podemos lograr el desarrollo mental apropiado para cada deportista o equipo con un programa de entrenamiento psicológico adecuado.

El objetivo primario de la psicología deportiva es optimizar el rendimiento del resto de las variables (físicas, técnicas y tácticas estratégicas) para llevarlas al máximo de sus posibilidades, actuando como un facilitador o fluidificador de estas (como el aceite lubricante del motor que hace al perfecto trabajo de todas sus piezas). Por lo tanto, es una herramienta más que tienen a disposición entrenadores y deportistas, de la que no deberían darse el lujo de prescindir. ¿Cuántos beneficios se obtendrían en relación con la optimización de destrezas físicas, técnicas y tácticas estratégicas, si tan solo tomáramos en cuenta que no existe actividad motriz posible sin pensamiento? Es innegable que todo deporte tiene un aspecto fisiológico y otro psicológico y que existe una permanente interrelación entre el actuar y el pensar, motivo por el cual lo que afecta a uno afecta al otro y viceversa, y que para obtener un funcionamiento óptimo tanto en el deporte como en cualquier otra actividad, la mente y el cuerpo deben funcionar al unísono.

 

De todo lo dicho se infiere que confeccionar e implementar programas de entrenamiento mental en forma habitual tanto en el rugby como en otros deportes puede brindar un aporte indispensable en la optimización de toda disciplina deportiva, por lo tanto existen una serie de destrezas o habilidades mentales que es preciso entrenar si es que pretendemos lograr el éxito esperado, y entre ellas y por excelencia se encuentra la concentración.

II LA CLAVE

“Los rayos del sol no producen fuego sino cuando han sido concentrados en un foco”.

Alexander Graham Bell

La V de la concentración

Suelo realizar con fines didácticos una analogía entre el proceso de concentración deportiva y la figura de la letra V, por medio de la cual el deportista va pasando progresivamente de diferentes estados de atención a un estado de concentración determinado.

Tomemos como ejemplo una semana común en la vida de un jugador o de un equipo de rugby, todo lo que transcurre durante siete días completos y todo el entorno que lo rodea. Imaginemos que acaba de terminar de jugar un partido y que quedan prácticamente esos siete días hasta el próximo encuentro. Luego del partido disputado, cada jugador ingresa naturalmente en un estado de atención generalizada en el que pasa a prestar atención a todas sus actividades semanales habituales de índole extradeportiva (por ejemplo, relaciones afectivas, estudio o trabajo) y deportivas (entrenamientos), es decir, su vida cotidiana de la semana en general. A lo largo de la semana, este estado de atención generalizada (que serían los extremos superiores de la V) va progresivamente estrechándose día a día hasta hacer solamente foco en la situación de un nuevo partido (vértice o embudo que se da en la parte inferior de la V), en el que naturalmente el jugador o el equipo se predisponen a prestar atención solo a lo que está relacionado específicamente con el juego.


Es fundamental comprender que todo aquello que el entorno del jugador o del equipo realicen durante la semana y principalmente en los instantes previos a la competencia, predispondrá favorablemente, o no, a la ocurrencia de un estado óptimo de concentración que jugará a favor o en detrimento del rendimiento deportivo.

En función de ello, sugiero que los entrenadores y jugadores tomen nota de algunos conceptos clave desde lo psicológico (como la importancia de la V de la concentración y sus implicancias) y los respeten a rajatabla, dándoles la importancia que merecen ya que, como mencioné en la Introducción, la concentración es la habilidad mental por excelencia y es por ello que un estado deficitario de la misma hace que sea imposible reflejar en las situaciones de competencia el resto de los aspectos que acostumbramos a trabajar en los entrenamientos (variables físicas, técnicas, tácticas-estratégicas e inclusive el resto de los aspectos psicológicos). Dicho de otra manera, la carencia de un estado óptimo de concentración en competencia tirará por la borda lo trabajado en las prácticas previas, haciendo que el esfuerzo haya sido en vano.

Resulta paradójico que nos refiramos a ella en forma insistente como la principal responsable de nuestras actuaciones, mientras continuamos sin incorporarla a la planificación de los entrenamientos. Pero ¿qué sería respetar la V de la concentración? Sencillamente generar circunstancias propicias durante la semana para llegar al máximo estado de concentración posible para afrontar el próximo partido (incluso generar circunstancias propicias durante el desarrollo de la competencia misma para mantenerla). ¿Cómo podemos aproximarnos a realizar esto? A continuación detallaré algunos aspectos fundamentales sobre la concentración en la semana que acostumbro a trabajar con los clubes y jugadores que demandan mis intervenciones.

Dar vuelta la página

Es común escuchar en el ámbito deportivo tanto por parte de entrenadores y jugadores como en las charlas internas de club la frase “ahora debemos dar vuelta la página”. Por lo general, esta frase surge cuando los equipos no han tenido una buena performance, lo que conlleva una importante frustración… Es que dar vuelta la página no es tan sencillo como pretender dejar de lado u olvidar lo sucedido para encarar lo siguiente, sino que, por el contrario, es fundamental evaluarlo entre todos para consensuar sobre lo sucedido y poder enfocarse en la próxima disputa y su semana previa.

Es evidente que pretender olvidar o dejar de lado lo sucedido en lugar de evaluarlo en forma conjunta no es lo más recomendable, ya que tendremos mayores probabilidades de que vuelva a suceder. En otras palabras, tolerar no es la mejor opción ante la frustración. En Rugby mental definí la tolerancia a la frustración como “el sentimiento (reacción consciente o no) que surge cuando las cosas no son o no salen como nos gustan, o cuando nos sentimos amenazados de que ello ocurra” (nuestros deseos, expectativas, proyectos, ilusiones se ven amenazados de alguna manera). La palabra tolerancia, tiene el sentido de soportar, aguantar o cargar una pesada mochila, en contrapartida a la expresión falta de reversibilidad, que implica la ausencia de la capacidad para dar vuelta situaciones y llevarlas a su estado original, lo cual implica montar estrategias para revertir situaciones, en lugar de tolerarlas. Dicho concepto se encuentra íntimamente vinculado con el de resiliencia (capacidad de una persona o grupo para proyectarse de forma constructiva en el futuro a pesar de vivenciar acontecimientos desestabilizadores).

Tolerar cualquier situación frustrante de la vida implica la posibilidad futura de dejar de tolerarla, motivo por el cual no se trata de tapar síntomas, lo que eventualmente puede llevar a una inevitable explosión (similar a la tapa de una olla con agua que alcanza su máximo hervor). Ejemplos claros de esto se dan en algunas personas que experimentan en la vida cotidiana determinadas situaciones que optan por tolerar (maltratos o reproches reiterados por ejemplo) hasta que explotan. Esto se da frecuentemente en el rugby y en otros deportes con los jugadores a los que denomino amarilleros compulsivos. Debemos comprender que si bien castigar al jugador dejándolo al margen del equipo por un partido (o cierta cantidad de partidos) puede ser moralmente correcto (y de hecho concuerda con los valores del rugby, ya que el jugador perjudica a su propio equipo en forma reiterada), no necesariamente será útil para disciplinarlo. Aplicar un castigo como receta para disciplinar, no lleva generalmente a solucionar el asunto de raíz si la receta no es acompañada con una oferta de herramientas de superación relacionadas con su problema (que puede ser de falta de conocimiento del reglamento, concentración, cuestiones emocionales, entre otras), para que el jugador pueda revertir esas indisciplinas.

El amarillero compulsivo no quiere ser amonestado sino que no puede controlarlo. Puede observarse que debido a la aplicación de una sanción que tiene como finalidad disciplinar, muchos jugadores al regresar al campo de juego pierden la agresividad por temor a extralimitarse y ser sancionados de nuevo, primero por el réferi y luego por sus entrenadores. Juegan inhibidos y con falta de protagonismo para no cometer indisciplinas, en lugar de jugar desinhibidos y sin temor gracias a la seguridad que conlleva contar con las herramientas que le permitirán jugar sin cometerlas.

Se tratará entonces de revertir la frustración en lugar de tolerarla. Esto implica contar con la capacidad de enfrentar los problemas y las limitaciones que tenemos a lo largo de la vida de manera reflexiva y adaptativa, a pesar de las incomodidades que nos ocasionan. Para revertir la frustración, se requiere previamente haber desarrollado mínimamente esta capacidad. En última instancia, y si observamos que un jugador de categorías adultas tanto de clubes como de seleccionados no ha adquirido esta capacidad, deberíamos preguntarnos cuál es la falla en el sistema de clubes y uniones (más allá de la falla en el sistema familiar o educativo) que ha hecho que este jugador no desarrolle las virtudes que pretendemos de él.

Una vez llegados a esta instancia y en lugar de insistir en disciplinarlo no sería una mala recomendación que el jugador sea derivado a consultar a un profesional en la materia, ya que solucionar el tema será algo más dificultoso porque el jugador se habrá acercado a cierto desarrollo mental madurativo (evidentemente diferente al de los jugadores en crecimiento de las categorías formativas). Una vez más, el jugador no quiere ser amonestado, sino que no puede porque no sabe cómo regular su agresividad.

En los entrenamientos, muchos entrenadores acostumbran enfrentar a sus jugadores a situaciones de juego injustas que simulan fallos adversos del réferi (o a simulaciones de agresiones o faltas de jugadores rivales sin sanción) para que se habitúen a que puede sucederles. Situaciones que son más realistas ya que no quedan en el orden del discurso (referido a lo que hay que hacer y lo que no), sino que son entrenadas. Si bien estas simulaciones del juego son de suma utilidad no suelen representar fehacientemente la agresividad de la competencia y el estrés que conlleva.

Mencioné en el capítulo precedente que la agresividad, desde lo mental, implica jugar al límite de nuestras capacidades físicas, técnicas y táctico-estratégicas. Es una condición necesaria e indispensable para este juego y se diferencia de la agresión justamente por ese límite mencionado. El hecho de cruzar el límite implica pasar del lado de la agresión, y es allí cuando hace su aparición la sanción. Muchas veces, sin percatarnos de ello, como entrenadores tenemos responsabilidad en la falta de regulación de la agresividad de nuestros entrenados. Un ejemplo de esto es el entrenador que suele decir prefiero que terminen todos cagándose a palos y expulsados a que el rival nos falte el respeto en la cancha” o a tener un equipo sin agresividad”, o aquel entrenador que distingue con la capitanía a un jugador que suele ser amonestado justificando su elección con la frase “no sé si lo amonestan o no pero el tipo pone unos huevos terribles”. Estos ejemplos hablan de quién es el que a priori debe tomar especialmente en cuenta la diferencia entre agresividad y agresión para que esta diferencia pueda ser trasladada correctamente a sus dirigidos.

También en Rugby mental me refería a la frustración: “si bien la frustración es común a todos, lo que diferencia a las personas son sus diferentes reacciones ante ella”. Estas reacciones están relacionadas con sus personalidades e historias personales (el sistema de clubes y uniones forma parte de ella). Es decir que la base del problema no se encuentra en el dolor y la frustración que vivimos ante el hecho frustrante, sino en la actitud que cada protagonista tiene frente a él. Más aun, el sentimiento ante el hecho frustrante (reacción consciente o no) en ocasiones puede pasar inadvertido, y a pesar de ello generar repercusiones negativas para nuestra actividad (en este caso una peor práctica del rugby). En conclusión, no se trata de tolerar situaciones, sino de identificarlas para poder revertirlas. Es que tolerar o controlar situaciones no nos acerca a lo ideal, salvo que este mecanismo sea utilizado como un paso previo para una solución de raíz o definitiva.

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