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Música y Músicos Portorriqueños

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Modificada, por la Legislatura Insular, la Ley Municipal, para que, entre otras cosas, pudiesen los municipios consignar en los presupuestos ordinarios, partidas que cubriesen los gastos de academias o bandas de música, el 1º de julio de 1913 fué restablecida la de Bomberos de San Juan, así, como las Municipales de otros pueblos. La de San Juan fué nuevamente encargado de dirigirla el profesor Tizol, quien le dió la organización siguiente: 1 flautín, 2 flautas, 2 oboes, 1 requinto, 11 clarinetes, 2 fagotes, 5 saxofones, 1 fliscorno, 3 cornetines, 1 tromba, 1 trompa, 3 altos, 3 trombones, 3 bombardinos, 1 helicón, 1 bastuba, 2 bajos, 2 violoncellos, 2 contrabajos de 4 cuerdas, y batería completa. La banda dá dos conciertos semanales en la Plaza Baldorioty y asiste a todos los actos públicos del municipio. El esmero con que últimamente selecciona e interpreta las obras, dando preferencia a las de los clásicos, la permite ser calificada, merecidamente, como una de las mejores de las antillas.

En octubre de 1913 inauguró el citado señor Tizol, que está considerado como un gran organizador, una sociedad de conciertos que, a juzgar por las revistas que hiciera la prensa de San Juan, pues no pudimos oirla, constituyó una nota de progreso artístico.

También, hace más de tres años, viene celebrando mensualmente selectas audiciones musicales, otra sociedad denominada Club Armónico, integrada por buenos artistas, en su mayor parte dilettantes, que con una constancia digna de encomio y gran fervor artístico, se reunen todas las noches en el salón Apolo, para estudiar, minuciosamente, las obras que han de ser ejecutadas en el concierto mensual, prescrito por los reglamentos de la institución.

La sociedad no tiene ningún objetivo de lucro sino únicamente, el de practicar el culto de la música entre los asociados, de los que, un gran número son americanos.

El Club comprende dos secciones, la orquesta de conciertos y la de mandolinas; ambas alternan en los programas de las audiciones. La dirección artística la asume el jefe de la banda de música del regimiento, Don Luís R. Miranda, y como sustituto, el maestro Don Justo Pastor Torres, hábil violinista y concertador, mejicano.

Esta sociedad, está considerada como una de las más altas manifestaciones de cultura artística, que pueden registrarse durante el período de tiempo que relatamos.

Hace poco más de un año, que el Consejo de "San Juan", de los Caballeros de Colón organizó un Orfeón con más de 20 voces, para solemnizar todos los actos de la orden.

Dicho Orfeón, modesto al nacer, pero integrado por buenas voces y entusiastas cultivadores de la música, actualmente se está reconstituyendo con carácter autónomo, pero siempre bajo los auspicios del Consejo, con el fin de darle mayor amplitud. Lo dirige el citado maestro Pastor Torres, y está llamado a registrarse como una gran nota de progreso en los anales del arte portorriqueño.

Como manifestación artística, aunque de carácter privado, debemos anotar un cuarteto vocal con acompañamiento de piano, que se reune todos los miércoles por la noche en la morada del culto caballero suizo, Mr. George Villard, director de los ferrocarriles de Puerto Rico. El cuarteto lo forman: Mr. Villard, 1er. Tenor; D. Miguel Gorbea, 2o. tenor; D. Luís Zubiaurre y D. Luís Esparolini, barítonos; D. Evaristo Vélez, bajo y el pianista, graduado en la academia musical de Lenox, Mass., EE. UU., D. Juan O'Neill López. La música que interpretan, es de la mas selecta dentro del género clásico.

Fuera de San Juan, en las demás poblaciones de la isla, el arte decae considerablemente.

A pesar de los esfuerzos hechos por el maestro Chavier, la Liga Progresista y los profesores Pasarell, Pericás y Cruz, en Ponce, si exceptuamos el certámen que en noviembre de 1913 organizara la referida Liga, y otro convocado en 1914 por la sociedad de escritores y artistas.15 Desde la muerte de Campos no se ha constituído ninguna otra orquesta de conciertos como "La Lira Ponceña". Solamente subsiste la antigua banda de Bomberos dirigida por Domingo Cruz, (Cocolía) y algunas orquestas de baile. La orquesta que solemniza las festividades religiosas, dirigida por el competente profesor D. Arturo Pasarell, es la única que puede considerarse como un verdadero núcleo orquestal.

En Mayagüez, el profesor de Violín y compositor de música regional Simón Madera organizó, en 1912, una sociedad de conciertos titulada "Orquesta Juventud", que fué muy aplaudida en las audiciones que diera en dicha Ciudad, Yauco y Santo Domingo. Debe haberse disuelto, pues hace tiempo no tenemos noticias de ella.

En el resto de la Isla solamente existen pequeñas orquestas de baile y bandas escolares o municipales, que, con escepción de las de Humacao, Cabo-Rojo, Comerío y Aguadilla, las demás no merecen citarse como manifestaciones de progreso.

La enseñanza del piano se ha generalizado en todo el país, debido principalmente al abaratamiento del precio y facilidades para la compra del instrumento; pero eso mismo ha hecho que se dediquen a la profesión infinidad de personas.

Si exceptuamos a un determinado número de profesores16 de alta escuela que en San Juan, Ponce, Arecibo, Bayamón, Coamo y alguna otra población ejercen a conciencia su delicada labor, el resto de los que se titulan maestros ostentan inmerecidamente el calificativo, a juzgar por el modo de tocar de los alumnos confiados a su preceptiva.

Durante el período de tiempo que reseñamos, la música regional ha perdido muchísimo de su típica estructura, pues la danza, que a tan grande altura elevaron Tavárez, Heraclio Ramos, Dueño Colón y especialmente Morell Campos, ha sido sofisticada por sus mismos cultivadores, que dejándose influenciar por el snobismo de la época, introdujeron en la conformación melódica, y más principalmente, en la rítmica, la estructura de bailables exóticos, despojándola de su cadenciosa belleza para revestirla de un ropaje voluptuosamente africano.

Afortunadamente, debido a la persistencia de la crítica, nótase una pequeña reacción, que si continúa, traerá el renacimiento completo de la tan seductora e idealista danza portorriqueña.

En los últimos dos lustros han visitado la Isla algunas compañías líricas de ópera, zarzuela y opereta de bastante mérito. La que contratara en Milán, el entusiasta dilettante, Américo Marín, ya fallecido, fué conceptuada como de primer orden, pues no solamente estaba triplicado el cuarteto de voces principales, sino que los integraban artistas afamados como Di Bernardo, Paganelli, Regina Álvarez y otros de igual o superior talla. Además, el cuerpo de coros era nutrido, el atrezzo y repertorio, modernos, y el Maestro lo era uno italiano de alta competencia artística.

En zarzuela española del género chico, debemos citar a la Músico Teatral, empresa portorriqueña. En ella venía como tiple cómica, Luisa Arregui, que fué una gran artista en todo el valer del concepto. Las simpatías rayanas en cariñoso delirio, que se captó en San Juan, se hicieron patentes, cuando la muerte, siempre traidora, tronchó su preciosa existencia. El homenaje de afecto que espontánea y sinceramente tributara a sus despojos mortales, el pueblo capitaleño, cuando se efectuó el sepelio, no ha tenido precedente, por lo grandioso.

La compañía de Gutiérrez y la de la Gatini, ambas de Opereta, la primera en español y la última en italiano, fueron muy aplaudidas en toda la Isla. Esperanza Iris en la "Viuda Alegre" y la Gatini en "Eva" y "Le Poupée" son recordadas placenteramente.

El Ateneo ha proseguido, periódicamente, la celebración de certámenes literario-musicales, y, además, ha efectuado veladas en honor a la memoria de los artistas Morell Campos, Felipe Gutiérrez y Ana Otero.

Otros centros sociales de la Isla, han secundado la costumbre del Ateneo, en la convocación de certámenes artísticos.

Se está generalizando, lo que encontramos altamente plausible, la celebración de audiciones públicas por parte del alto profesorado de piano. En ellas presentan a sus discípulos más aventajados, para que padres y público puedan apreciar la preceptiva del maestro y los adelantos de los alumnos. Arteaga y Chavier, fueron los iniciadores en Ponce de esa práctica europea, y después secundaron la iniciativa, Trina Padilla en Arecibo; Elisa Tavárez, Alicia Sicardó y la Sra. Montoto, en San Juan. La últimamente efectuada por Alicia Sicardó ha sido un verdadero acontecimiento, según las reseñas de la prensa de San Juan.

La Legislatura Insular ha consignado, desde 1910, en los presupuestos generales de la Isla, partidas para subvenir a la educación artística de algunas señoritas en el extranjero. Azela y Consuelo Menchaca, esta última malograda en Milán, cuando por sus aptitudes y estudios eficientes, era una legítima esperanza de gloria; Alicia Felicci, que estudia en París y Margarita Callejo, en Milán, han sido las beneficiadas por la generosa acción de nuestras Cámaras.

También se encuentra, actualmente, haciendo estudios superiores de piano y composición en el Conservatorio de Madrid, la Srta. Mercedes Rodríguez, que en concurso de oposición obtuvo la beca ofrecida por el filantrópico caballero, licenciado en Letras. D. Teodoro Aguilar Mora, muy culto en materia de arte. Esta Srta. procede de la escuela de piano que dirige, en San Juan, Alicia Sicardó, discípula predilecta de Anita Otero.

 

Recientemente, ha sido presentado ante el público de San Juan, el niño de 11 años Jesús María San Romá, natural de Fajardo, como un pianista precoz. Realmente, aunque carece de escuela, es admirable, interpretando obras de tan difícil ejecución como las rapsodias de Litz, los impromptus y baladas de Chopín, las sonatas de Beethoven y otras similares del género clásico y brillante.

El niño San Romá, debe ser protegido por el país, oficial o particularmente, para que, cuanto antes, pueda trasladarse a un gran centro docente, en donde sus facultades extraordinarias, bien dirigidas y severamente educadas, le permitan orlar su frente con los laureles del triunfo.

San Romá es de los escogidos para brillar con luz propia en el cielo del arte universal.

Y con tan bella esperanza… cerramos estas anotaciones, que ¡ojalá! puedan servir de alguna utilidad a los que, en el mañana, se decidan a escribir la historia del arte musical de Puerto Rico.

Manatí, octubre 1 de 1915.

SECCIÓN SEGUNDA.
Biografías

CAPÍTULO V

Dedicada esta sección a poner de relieve los méritos de las altas personalidades artísticas que el país ha producido, es de sentirse no figuren en ella, por la carencia o parquedad de datos, algunos que han dado prestigio al nombre portorriqueño en el exterior, aunque no los relegamos al olvido pues son mencionados en las secciones correspondientes a sus aptitudes musicales.

Las biografías de Ana Otero, Julio C. Arteaga y Felipe Gutiérrez, han sido trazadas, accediendo a reiteradas solicitudes nuestras, por los connotados musicólogos, Sra. Trina Padilla de Sanz, la Hija del Caribe, tan justamente apreciada en el mundo literario, y por los no menos correctos escritores, Don Arístides Chavier y Don Braulio Dueño Colón, proporcionando a este libro, con sus cortesías, el único valer real de que pueda hacer gala.

ARTEAGA, JULIO C
pianista-compositor

Nació en la ciudad de Ponce, P. R., el 29 de octubre del año 1864.

Desde su tierna infancia demostró aptitudes especiales para el estudio de la música, circunstancia que indujo a sus amantes padres a llamar al profesor Don Pedro Gabriel y Carreras, para encomendarle la educación artística elemental de su hijo. Este profesor, hombre de aptitudes y de conciencia, reconoció las dotes del niño y auguró a sus familiares y amigos las más risueñas perspectivas.

Iniciado en los elementos de la música y con conocimientos algo apreciables del violín y del Piano, pasó Arteaga a New York, a continuar sus estudios musicales bajo la dirección del distinguido pianista y compositor Gonzalo J. Nuñez, – quien igualmente reconoció sus singulares aptitudes, recomendándole de continuar indefinidamente a su lado, lo que desestimó, – y del notable organista canadiense Mr. Samuel P. Warren, bajo cuya dirección estudió el gran órgano, realizando apreciables progresos.

En el año 1883 marchó Arteaga para París, en cuyo Conservatorio ingresara, después de haber probado sus ventajosas condiciones para poder ascender a la altura que más tarde ascendiera. En dicha institución docente trabajó nuestro compatriota con verdadero celo y entusiasmo, el piano, la armonía y demás ramas del arte musical. Su profesor de piano fué el ilustre Mr. Georges Mathias, antiguo y predilecto discípulo de Chopín; su profesor de armonía y contrapunto, lo fué Mr. A. Taudou, un hábil y profundo conocedor de la ciencia armónica y contrapuntal; su profesor de acompañamiento, lo fué Mr. Auguste Bazille, profesor del Conservatorio, y organista e improvisador que se había captado la admiración de Meyerbeer. Mr. Bazille, a la sazón, desempeñaba la plaza de organista en la iglesia de Sainte Elizabeth, de París.

Arteaga reanudó sus estudios de órgano, iniciados en New York, y al efecto ingresó en la clase de órgano e improvisación del ilustre maestro, organista, improvisador y compositor eminente, Mr. César Auguste Franck. También hizo estudios de canto, bajo la dirección del insigne barítono profesor E. Crosti, autor de varias obras didácticas sobre el canto, y antiguo discípulo del gran Francesco Lamperti. Así mismo – y éste es un timbre muy honroso y que muy pocos pueden ostentar – Arteaga fué discípulo auditor de la clase de alta composición musical del grande e ilustre Jules Massenet. En 1887 obtuvo un accésit, clase de acompañamiento, y en 1888, después de un brillante examen, recibió el primer premio.

Obtenido el anterior triunfo, Arteaga retornó a Puerto Rico, al lado de sus familiares, a difundir los positivos conocimientos que había adquirido en la ciudad-luz. Al efecto, se estableció en Ponce, en donde formó un núcleo de discípulas muy aprovechadas y que hicieron honor a su enseñanza. En la ciudad-perla, llegó a realizar algunas audiciones de sus alumnas, que merecieron las más cordiales muestras de admiración de los elementos competentes.

Más tarde marchó a la Habana y a New York, en cuyas ciudades cimentó su reputación de pianista gallardo y profesor eficiente y concienzudo. En New York, de 1902 a 1904, desempeñó con éxito la plaza de profesor superior de piano en el Conservatorio Internacional, que es una de las instituciones más importantes de la Metrópoli.

Es indiscutible que Arteaga ha recibido una educación musical sana y vigorosa, que le coloca en la cúspide de nuestra representación artística y profesional. Sus triunfos, puede asegurarse, han sido mayores en el extranjero que en su propio país; pues allí han podido aquilatar más justicieramente sus méritos, prescindiendo de sus rarezas, que revelan un carácter algo quisquilloso y un temperamento harto susceptible, y que suele grangearle no pocas desazones. Es no obstante, Julio C. Arteaga, un corazón bueno y, como artista al fin, accesible a los más tiernos sentimientos.

Arteaga, como pianista, ha llamado siempre la atención. Posee una técnica sólida, vigorosa, flexible; hace frente a las mayores dificultades trascendentales del instrumento que preferentemente ha cultivado, sin esfuerzo alguno; domina las obras más culminantes de los grandes maestros clásicos y modernos, siendo Chopín y Liszt sus favoritos. En nuestro medio artístico – precisa reconocerlo – Arteaga, a pesar de sus dotes, no ha obtenido los fervientes aplausos que han obtenido otros, considerablemente menos aptos y concienzudos que él, en el arte que cultivan. Pero, ya se sabe que nuestro público es más impresionable que reflexivo, y, regularmente demuestra predilección por aquello que satisface mejor sus ambiciones snobistas, y sin establecer la diferencia existente entre el oro y el oropel que suele brindársele…

Como acompañador, Arteaga no tiene rival; es además, un lector intrépido. Como maestro de armonía y composición ya ha demostrado su eficiencia. Ha escrito algunas obras musicales, que revelan sus sólidos conocimientos armónicos y contrapuntales. Entre esas composiciones de índole seria, figura un Cuarteto, escrito para violín, viola, cello y piano, que ha sido ejecutado con éxito en distintas ocasiones. Ha escrito, así mismo, algunos coros, con soli y orquesta, y algunos trozos para canto; la mayor parte de esos trabajos están inéditos. En la Habana obtuvo nuestro compañero un sensible triunfo con la ejecución de su interesante Marcha Triunfal, compuesta para banda, en homenaje al gran descubridor Cristóbal Colón. Fué obedeciendo a las insinuaciones del periódico El Fígaro de la Habana, que nuestro compatriota se decidió a escribir la expresada Marcha, que le valió calurosos aplausos de la sociedad habanera, y más tarde de la sociedad portorriqueña.

Arteaga cultiva igualmente la dirección orquestal, y tiene aptitudes para la crítica musical. Aunque su pluma suele ser rebelde en la expresión, hay que reconocer que en sus trabajos de índole docente, se destacan siempre sus conocimientos sobre la técnica musical y la historia del arte. ¡Lástima es que haya permanecido impasible en ciertas ocasiones en que las circunstancias han debido incitarle al combate! No obstante, ha dicho algunas verdades, que le han valido los plácemes de la minoría, que constituye el elemento sensato de nuestra sociedad.

Julio C. Arteaga ha sido aplaudido en centros de gran cultura artística. En París, en New York, en la Habana, en Caracas, en fin, en todas las poblaciones importantes que ha recorrido, han tenido la oportunidad de juzgar sus aptitudes, rindiéndole los homenajes a que se ha hecho acreedor.

En 1906, fundó una revista musical, que redactó en unión de otros elementos artísticos portorriqueños. Dicha publicación tuvo muy corta existencia; pues el público no respondió, como se esperaba, al esfuerzo que en su obsequio se hacía. En la expresada Revista de Música, colaboraron los distinguidos artistas y escritores Braulio Dueño Colón, Manuel Martínez Plée, Fernando Callejo, Ramón Morlá, Trinidad Padilla de Sanz y el que suscribe.

Julio C. Arteaga se encuentra actualmente en San Juan, dedicado a su labor profesional, con la eficiencia ya demostrada y reconocida por todo el público sensato portorriqueño. No obstante, sus éxitos materiales son exiguos y están muy lejos de satisfacer sus justas ambiciones. Pero, ya se sabe que nuestro país suele brindar a los osados y a las medianías que se agitan en su seno, el perfume de sus rosas, dejando para sus verdaderos artistas, para aquellos que le enaltecen ante el mundo, las punzantes espinas de sus zarzales.

Arístides CHAVIER.

Ponce, P. R., Sept. 20 de 1915.

CAPÍTULO VI

CHAVIER ARÉVALO, ARÍSTIDES
pianista-compositor

Carlos Gounod, el inmortal autor del "Fausto," en el prólogo a la correspondencia inédita de Berlióz, juzgando a este maestro francés dice: "Berlióz era un hombre entero, sin concesiones ni componendas; pertenecía a la raza de los Alcestes, y tuvo contra él la raza de los Orontes. Se le ha juzgado atrabiliario y quisquilloso; pero hay que tener en cuenta, que a esa sensibilidad excesiva, llevada a veces hasta la irritabilidad, le inducían circunstancias personales y desengaños sufridos. Si sus opiniones han parecido duras, nadie al menos ha podido atribuirlas al vergonzoso móvil de la envidia, tan incompatible con aquella noble, generosa y leal naturaleza."

Este juicio sintético de la personalidad de Berlióz, puede ser aplicado, sobre todo en el primero y último punto, al artista Arístides Chavier Arévalo, nacido en Ponce el 3 de Septiembre de 1867, uno de los poquísimos que cultiva con propiedad el género de música conocido con el nombre de música di camera.

Chavier hizo sus primeros estudios con profesores de música de Ponce, dedicando su atención primeramente a la flauta, instrumento que luego abandonó por el piano, que ha sido el único que después ha cultivado.

En 1884 marchó a New York en donde permaneció poco más de un año estudiando el piano bajo la dirección del distinguido pianista y compositor Gonzalo Nuñez, y la armonía con Mr. Frederick Doland, competente maestro, graduado en el Conservatorio de Leipzig, Alemania. En vista de los progresos que realizara y la intensidad de sus aficiones, sus padres determinaron enviarlo a París, a cursar estudios superiores, llegando a la Capital de Francia en mayo de 1886.

Ya en París, continuó los estudios de piano, bajo la dirección de Mr. Georges Mathias, eminente pianista y compositor, antiguo discípulo de Chopín y Halevy, y profesor del Conservatorio. La armonía, el contrapunto y la composición musical, las estudió con Mr. A. Taudou, profundo y hábil maestro del Conservatorio y Mr. Louis de Serres, antiguo discípulo de Cesar Frank, actualmente profesor de composición en la "Schola Cantorum". También asistía, en calidad de alumno auditor, a las clases de piano y armonía del Conservatorio, sin abandonar las lecciones particulares con los profesores antes mencionados.

Sus progresos fueron importantes, pues en los diplomas que le otorgaron sus maestros se expresa: "trabajó con celo e inteligencia haciendo progresos maravillosos, encontrándose en condiciones favorables para dedicarse a la enseñanza, puesto que está en posesión de los conocimientos necesarios para ser un excelente maestro de música y piano."

 

En París dió algunas audiciones mereciendo plácemes. También en New York, años más tarde, se presentó al público, recibiendo elogios de elementos competentes. Il Progresso diario italiano, y Le Courrier des Etats Unis, magazin francés, ambos editados en New York, le dedicaron frases encomiásticas.

En la capital de Francia, antes de retornar a su país, ejerció de maestro de piano por más de seis meses, y lo mismo en New York, en donde pensaba establecerse definitivamente, lo que no pudo efectuar, porque el clima le fué altamente perjudicial a su salud, retornando definitivamente a Puerto Rico en 1893 y estableciéndose en Ponce, en donde ejerce desde entonces. Periódicamente ha dado en su ciudad natal audiciones públicas de sus alumnas, que obtuvieron gran éxito, despertando el entusiasmo artístico del público en general y más particularmente del perito en materias de arte.

En 1904 envió un grupo de composiciones para piano y orquesta a la exposición de Saint Louis, Illinois, U. S., que fueron premiadas con diploma y medalla de oro.

Como pianista es tan concienzudo, que con técnica irreprochable, en la que no olvida los detalles más insignificantes, cuando interpreta, expone las ideas substanciales de las obras sin amaneramientos ni osadías.

Es además un buen compositor y musicólogo de amplia y sólida cultura.

Como compositor ha producido mucho y bueno, permaneciendo inéditas la mayor parte de sus obras, en las que predominan las de forma clásica para instrumentos de cuerda y las características para piano. Fuera de Ponce, apenas se conocen sus composiciones. Y para que pueda aquilatarse con cuanta propiedad le damos el calificativo de maestro compositor, transcribiremos, a continuación, un juicio crítico que publicó El Día, de Ponce, edición correspondiente al 19 de febrero de 1914, en la que su autor, el ilustrado compañero Braulio Dueño Colón, después de ciertas salvedades sobre lo que el prejuzga "incompetencia para emitir juicios", dice lo siguiente:

"TRIO en mí bemol. Op. 21, para violín, viola y violoncello. – Siempre he considerado que de todas las combinaciones instrumentales es el trío la más difícil de escribir, no tan sólo por ser la que menos recursos proporciona al autor para el desarrollo temático, sino por ser la que menos se presta para cierto género de combinaciones melódicas, a menos que sea el piano uno de los instrumentos que figure en el trío; siendo éste el caso del señor Chavier, por cuanto su composición está escrita para violín, viola y violoncello."

"Es indudable que a esas circunstancias que señalo, se debe el que los compositores hayan sido tan parcos en la composición de tríos de esa especie."

"No tengo a mano el catálogo de los compositores clásicos; pero registrando mi memoria, sólo recuerdo haber visto un trío de Romberg, compositor alemán, para violín, flauta y cello. En los demás que conozco, figura siempre el piano como uno de los componentes del trío."

"Teniendo en cuenta lo que llevo manifestado, hay que confesar, forzosamente, que el señor Chavier ha salido airoso de prueba tan difícil. Su trío Op. 21 es una demostración elocuente de sus conocimientos musicales. No es un mero juego de sonidos, sino una serie de temas bien desarrollados, obedeciendo a un plan sencillo, pero llevado a cabo dentro de la más exquisita unidad tonal y rítmica. El bravísimo scherso finale, en 6 por 8, está admirablemente combinado y tiene el sprít del de la sonata de Krautser de Beethoven."

"Cuarteto, Op. 25 en mí menor para dos violines, viola y cello. – He leído y releído detenidamente este cuarteto y siento, de veras, no haber tenido la oportunidad de oírlo; no porque crea yo, como un querido amigo y compañero mío, que sea indispensable oir una composición musical para poder juzgar si está bien o mal escrita, sino porque me gustaría poder apreciar si el efecto de ese Cuarteto al ser ejecutado difiere algo del que yo he podido apreciar al oírlo dentro de mí mismo, cuando lo leía. Al examinar esta obra he podido observar lo siguiente: Originalidad en las ideas, perfecta adaptabilidad de la frase melódica a lo que exige la música di cámera, buen trabajo temático, delicado ingenio en las combinaciones melódicas y discreta proporción en el trabajo asignado a cada instrumento; pudiendo decirse de este Cuarteto lo que decía Marx del primer tiempo de un Cuarteto de Beethoven, 'una verdadera causerie en la que los cuatro instrumentos usan de la palabra bajo la indiscutible dirección del primer violín.'"

"El Andante Cantabile ed Espressivo, es encantador, y a mi juicio, lo mejor del Cuarteto, no obstante que el Finale representa una labor concienzuda bajo el punto de vista escolástico."

"De todas las obras del grupo que he examinado, ésta es, tal vez, en la que se destaca mejor la personalidad artística del compositor."

"Dos sets de variaciones, para piano, Op. 29, y 32. – Son magníficas unas y otras; y no podía ser de otra manera, si se tiene en cuenta que el autor posee las tres cualidades más esenciales para esa clase de trabajos, cuales son: conocimiento profundo del contrapunto, imaginación fértil y dominio del piano."

"No sé porque, pero a mí me encantan las variaciones cuando, como las presentes, están bien hechas; y me complazco en confesar, para satisfacción del autor, que el tema Hummel lo encuentro más fielmente interpretado y con más maestría que por los compositores que hasta ahora lo han empleado. El delicado humorismo que se nota en algunas variaciones, recuerda el que diluyó Beethoven en sus célebres variaciones sobre el vals de Diabelli."

"Obertura Puerto Rico, para orquesta. – Op. 26. – Está muy bien escrita; y si el autor la instrumenta de nuevo, como parece ser su propósito, resultará de mejor efecto en la ejecución; pero… mi opinión franca y leal es que el compositor que ha escrito una música di cámera tan magistral como la que figura en el grupo de sus composiciones, puede y debe componer una obertura superior a esa, en el sentido —Entiéndase bien– de que la forma de la obra sea más amplia, y – ¿por qué no decirlo? – que los conceptos melódicos sean más expansivos; que levanten el espíritu abatido de los puertorriqueños; en una palabra, que al oirla no nos entristezcamos más de lo que estamos, como me ha sucedido a mí al leerla. (No hay que echar en olvido – dicho sea como justificación de mi censura – que el autor está cantando a Puerto Rico.)"

"Yo siento que esto mortifique algo al autor; pero, aparte de que ese tono de re menor, al igual que el de do menor me causa siempre un efecto fatal, por cuanto me entristecen demasiado, hay también la circunstancia de que mi ánimo en estos días es algo anormal. Tal vez si yo oyera ejecutar la obra cambiaría de parecer. Todo es posible, puesto que se trata de un sentimiento estético."

"Digamos, sin embargo, en descargo del autor, que él ha escrito esa obra bajo la influencia de la temperatura moral de que nos habla Taine; del medio ambiente, cuyos efectos sobre el ánimo del artista son irresistibles, pues por más que se diga en contrario, el artista no puede expresar más que sentimientos análogos a aquellos que experimenta. En la música de Cámera no se nota ese fenómeno, porque ella está exenta del subjetivismo, por cuanto el autor no está atento más que a la labor científica, si así puede decirse, y estas obras representan, por lo regular, la inteligencia del autor, más no su estado de alma."

"Claro está que ésto tiene sus excepciones, como sucede con el IV Cuarteto en do menor, VII en y los cuatro últimos de Beethoven. Sin embargo, obsérvase que en los demás de este autor, hasta diecisiete que escribió, campea el más absoluto subjetivismo."

"Y llegamos al QUINTETO, en do menor, Op. 23, que de intento he dejado para lo último. Tenía razón el señor Chavier al decirme, hace algún tiempo, que era esta obra de la que había quedado más satisfecho, porque, en realidad, es la de más mérito y mejor trabajada de todas las obras del autor ponceño. El Minuetto y Finale molto vivace, sobre todo, están tratados magistralmente. El segundo tiempo, o sea el Andante Sostenuto e Cantabile está muy bien trabajado; pero no hay tanta novedad en las ideas como en los otros tiempos. La obra en general está muy bien delineada, y si acerca del Cuarteto, Op. 25 dije que era la obra en que más se destacaba la personalidad artística del autor, del Quinteto puede decirse que es la obra que presenta más de relieve sus vastos conocimientos musicales."

"En resumen; la labor artística del señor Chavier, condensada en el grupo de composiciones que he examinado – la obertura inclusive, pues si algo desfavorable dije acerca de ella fué bajo el punto de vista estético – es de un mérito imponderable; y no vacilo en repetir aquí lo que dije al estimado artista ponceño al recibir sus composiciones: ningún otro compositor portorriqueño – que yo sepa, al menos, – ha abordado con tan buen éxito como lo ha hecho usted, ese género que se llama música di cámera, que con ser el de más mérito es el que, en nuestro país, dá menos provecho."

15Véase la sección "Certámenes" de este libro. – F. C.
16Véase la sección "Profesorado" de este libro. – F. C.