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La alhambra; leyendas árabes

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III

Al grande, al sabio, al justo rey Abul-Hegiag, sucedió su hijo Muhamad V, tenia veinte años de edad, era hermoso, de carácter firme, y de trato apacible, siendo además muy humano, generoso y franco. Dicen las crónicas árabes que era tan compasivo, «que muchas veces sus lágrimas manifestaban cuanto sentia su corazon las aflicciones y calamidades que le referian, y asimismo tan benéfico y liberal, que ganaba el amor de cuantos tenian la fortuna de tratarle; negó la entrada de su alcázar á los aduladores y ministros de lujo inútil y de vana ostentacion, y estableció en su casa un arreglado número de sirvientes, y cuanto convenia á la decente magnificencia de la casa del rey, de un estado ni opulento y vicioso, ni pobre ó malandante. Con estas virtudes solo era aborrecido de los malos y viciosos cortesanos; pero los principales y gente noble del reino le estimaban, y todo el pueblo le miraba con respeto, amor y confianza: sus principales entretenimientos y diversiones eran los libros y los ejercicios de caballería, torneos y gentilezas á caballo.

»Puso las avenencias con el rey de Castilla y con Abu-Salem de Fez, y gozaba el reino de bonancible calma. Luego que subió al trono cedió á su hermano Ismail, y á sus hermanos y madrastra el alcázar vecino al principal palacio de su padre, donde él moraba, casa magnífica y llena de comodidades, para que la habitasen con toda su familia. La sultana madre del infante Ismail habia sacado inmensas riquezas el dia de la muerte del rey Juzef, y desde luego trató de destinarlas en facilitar el camino del trono á su hijo Ismail: ganó á su hija que habia casado su padre con uno de los príncipes de la sangre, llamado Abu-Abdallah, que amaba perdidamente á su esposa, y por sus persuasiones entró en las intenciones de la reina, madre de Ismail y de su muger y por este príncipe y derramando riquezas, formaron un numeroso ejército de conjurados.»

Esta conjuracion empezó á dar resultados.

Poco tiempo despues de la exaltacion de Muhamad al trono, se reveló alzándose con título de rey en Gibraltar el walí de aquella fortaleza Iza-ebn-Alasun-ebn-Alí-Mandil-Alascarí, y trató cruelmente á los que habian permanecido fieles al rey. Pero las mismas crueldades de este walí, hicieron que se volvieran contra él todos los habitantes de Gibraltar, que le prendieron, enviándole á Ceuta con su hijo, donde murieron ambos entre los mas crueles tormentos á manos del reyezuelo de Africa, señor de Ceuta Abu-Anan.

Apesar de este mal éxito, las rebeldías continuaban sostenidas por la sultana madrastra del rey Muhamad, por su hermana y por su cuñado Abu-Abdallah.

Creyéronse al fin en estado de dar el golpe, y habiendo escogido ciento de los mas osados y valientes de sus parciales, escalaron de noche silenciosamente la parte mas alta de la Alhambra y se ocultaron hasta la media noche al canto del gallo del dia veinte y ocho de Ramazan del año setecientos setenta.

Dada la señal, los conjurados acometieron dando grandes voces, atropellando y matando á cuantos encontraban; al mismo tiempo otros conjurados rompieron las puertas de la casa del wazir y le mataron y á su hijo y á muchos de la familia: el príncipe Abu-Abdallah, cuñado del rey, entró en la Alhambra proclamando á su otro cuñado el infante Ismail, creyendo muerto al rey Muhamad; pero los encargados de matarle, se habian entretenido en el saqueo, y dieron tiempo para huir al rey Muhamad, á quien una de las doncellas del harem disfrazó de esclava, huyendo con él á caballo, sin parar hasta la ciudad de Guadix, donde libre el rey del peligro, fué recibido con entusiasmo por los leales habitantes.

V

El infante Ismail fué proclamado rey.

Paseole á caballo por la ciudad su cuñado y favorecedor Abu-Abdallah entre sus parciales, y sin perder tiempo escribió al rey de Castilla para que le favoreciese y le tuviese por su vasallo, lo que consiguió fácilmente.

Entretanto el destronado rey Muhamad, aunque confiaba en la lealtad de los de Guadix, envió mensageros al emir de Fez participándole lo que le acontecia y pidiéndole ayuda.

Pidiósela de igual modo al rey de Castilla.

Pero viendo que ninguno de los dos le socorria, partió de Guadix acompañado de gran número de caballeros, se embarcó en Marsella y se trasladó á Fez, donde el emir Abu-Salen le recibió con grande aprecio, honores y distinciones, obsequiándole con nunca visto aparato y magnificencia, prometiéndole su ayuda, y con tanta presteza y generosidad, que mandó levantar dos ejércitos que fuesen con él, y con los cuales se embarcó para dar la vuelta á Andalucía Muhamad, y cuando estuvo en España, escribió al rey de Castilla (Don Pedro el Cruel) participándole el estado de sus asuntos y las razones que le habian obligado á buscar auxilio en Africa.

Tembló España á la presencia de la inmensa morisma que habia desembarcado con Muhamad, y sobre todo, el usurpador Ismail, que se apresuró á salir contra aquella hueste á probar la fortuna de una batalla.

Pero Muhamad era desgraciado.

En estos momentos supremos, cuando las armas iban á decidir su fortuna, murió el emir de Fez Abu-Salen, que habia sido asesinado en Africa.

A esta noticia los caudillos de los berberiscos que ayudaban á Muhamad se volvieron á Africa dejando solo á Muhamad, que se refugió en Ronda, que se le mantenia fiel.

Desde allí volvió á pedir socorro al nuevo emir de Fez.

Entretanto, el usurpador Ismail-Ebn-Juzef ocupaba el trono de la Alhambra.

Era de buena estatura, y tan bello, que parecia una muger hermosa, pero tenia tambien el ánimo afeminado, débil, y dado á los deleites y al amor de las mugeres.

Su cuñado Abu-Albdallah-Abu-Sayd, que le habia ayudado á subir al trono, le trataba con desprecio, y muy pronto su ambicion no se satisfizo con mandar á nombre del débil rey, sino que quiso su corona.

Otra nueva conspiracion ensangrentó la Alhambra.

Abu-Sayd y sus parciales se apoderaron del alcázar, y el usurpador Ismail se vió obligado á huir al palacio del Albaicin, donde fué cercado y preso, y conducido á la Alhambra á la presencia de Abu-Sayd.

Este le trató con desprecio, le despojó de sus magníficas vestiduras y le envió á una prision.

En el camino, los soldados que le conducian, le mataron de órden de Abu-Sayd, y le cortaron la cabeza, que fué paseada en público.

De la misma manera cortaron la cabeza á su hermano menor el infante Caís.

Nadie se atrevió á recoger los cuerpos despedazados de los dos infelices infantes, que se pudrieron al aire, colmando el horror de aquella traicion miserable.

V

Abu-Sayd fué proclamado.

Entre tanto el depuesto rey Muhamad insistia pidiendo socorros para recobrar el trono al emir de Fez y al rey de Castilla.

Al fin el rey don Pedro, disgustado con la conducta del usurpador Abu-Sayd, envió á Muhamad un numeroso ejército de castellanos con mil y quinientos carros cargados de máquinas de guerra.

Poco despues el rey de Castilla se puso en persona al frente de este ejército y se encaminó con él á Ronda; al llegar don Pedro á Hins Casjara salióle al encuentro el rey Muhamad con su ejército, y se unió á él. Abu-Sayd, para resistir el empuje de esta alianza, se alió con el rey de Aragon, aquel enemigo del rey don Pedro de Castilla, primo suyo, Pedro tambien, llamado El Ceremonioso, y conocido entre los catalanes por el del punjalet.

Entre tanto los dos ejércitos, el de Castilla y el de Muhamad, unidos como si fuesen uno solo, continuaron sus marchas y entraron en Hins-Atara y la ocuparon, y los castillos y pueblos de la comarca que se iban entregando al rey Muhamad.

Los sucesos de la guerra iban prósperos: el reino de Granada se abria al legítimo rey; pero viendo este las tropelías que cometia en los lugares donde entraba la soldadesca castellana, «no lo pudo sufrir, dicen las crónicas árabes, su paternal corazon, y rogó al rey de Castilla encarecidamente que se quisiese tornar con sus gentes, porque no podia ver sin dolor las calamidades que causaba la guerra en sus pobres pueblos, y que por toda la riqueza y poderío del mundo no queria hacer á sus muzlimes tanto mal y daño.»

Don Pedro aprobó la determinacion del rey Muhamad, y ofreciéndole sinceramente venir en su ayuda siempre que le necesitase, volvió á Castilla dejando al buen Muhamad, que quiso mas bien continuar arrojado sin razon del trono, que envolver á sus vasallos en los horrores de la guerra civil.

Retiróse, pues á Ronda, donde resignado á su suerte vivió feliz, haciendo felices á sus vasallos con su gobierno paternal.

Muhamad se hacia amar por su templanza, al mismo tiempo que Abu-Sayd se hacia aborrecible por sus tiranías, á pesar de algunas ventajas que habia obtenido sobre los cristianos.

En una algara en que los walíes de Abu-Sayd, habian desbaratado á los fronteros de Andalucía, quedaron prisioneros muchos nobles de Castilla, y entre ellos al maestre de Calatrava don Diego Garcia de Padilla, hermano de la esposa del rey don Pedro96, y los llevaron á Granada en triunfo.

El rey Abu-Sayd, pensando captarse la voluntad del rey don Pedro, honró y festejó al maestre y á los nobles castellanos que con él habian sido prisioneros, les dió ricos dones, y los puso con el maestre en libertad, suplicándoles interpusiesen su favor para que el rey de Castilla les ayudase, y así se lo prometieron.

En este tiempo los de Málaga, cansados de la tiranía de Abu-Sayd, proclamaron á Muhamad, y esta noticia que Abu-Sayd no esperaba, le sorprendió y le llenó de cuidado, haciéndole desconfiar de la suerte que hasta entonces le habia sido próspera.

 

Aumentaban sus recelos las contínuas deslealtades de sus mas privados y favorecidos que le abandonaban, y se pasaban á Muhamad, á quien empezaba á mostrarse próspera la fortuna, y al mismo tiempo le apuraba la falta de sus rentas administradas por manos poco fieles.

Apurado, pues, por todas partes, tomó una resolucion peligrosísima.

Creyó que le convenia pasar á Castilla y ponerse á la merced del rey don Pedro.

Partió, pues, de Granada el mal aconsejado Abu-Sayd con pompa y aparato y gran comitiva de caballeros, y con ricas joyas de su tesoro, así en pedrería de esmeraldas y balajes, como en aljófar y tejidos de oro y seda y ricos paños, y gran cantidad de doblas de oro, y caballos y jaeces y armas finas y bien labradas, creyendo que con esto, el rey de Castilla, que era codicioso, se pondria de su parte.

Llegó al fin á Sevilla, donde fué muy bien recibido por el rey don Pedro.

Pero aconsejado este por sus privados, acordó que Abu-Sayd debia morir, como usurpador del reino de Granada, enemigo del rey Muhamad, aliado del rey de Castilla, y por el mal que le habia hecho al rey, aliándose con el rey de Aragon su enemigo.

Determinado esto, quebrantando el rey de Castilla el seguro que habia dado á Abu-Sayd, le prendió con los caballeros, le sacó al campo de Tablado, vestido de encarnado, y allí, atado Abu-Sayd á una estaca, el rey de Castilla le mató de una lanzada por su propia mano.

Dicen que Abu-Sayd al morir esclamó:

– ¡Oh Pedro! ¡qué torpe triunfo alcanzas hoy de mí! ¡qué ruin cabalgada hiciste contra quien de tí se fiaba!

Los cadáveres fueron amontonados, y sus cabezas cortadas fueron puestas en los muros de Sevilla.

Tal fué el fin desastroso del desgraciado Abu-Sayd, que dejó franco el trono al legítimo rey Muhamad.

VI

Trasladóse este á Granada, donde fué recibido con grandes aclamaciones y regocijos.

Fué su entrada á la hora de adohar97, del sábado veinte de la luna de Giumada postrera del año setecientos sesenta y tres98.

El rey de Castilla le envió la cabeza de Abu-Sayd, canforada dentro de una caja, cuyo horrible presente agradeció mucho el rey Muhamad, que envió en cambio á don Pedro el Cruel, veinte y cinco caballos de raza árabe de la yeguada real, criados á las orillas del Genil, diez de ellos con preciosos jaeces y ricos alfanges guarnecidos de oro y piedras preciosas.

Al mensajero que habia llevado la cabeza de Abu-Sayd, dió tambien magníficos regalos.

Poco tiempo despues suscitaron al rey Muhamad una rebelion algunos descontentos que proclamaron al walí Alí-ebn-Alí Ahmed-ebn-Nazar, infante de la familia real; pero el rey Muhamad le venció, le ahuyentó, y continuó su reinado en paz.

Muhamad, en muestra de agradecimiento al rey de Castilla por el favor que le debia, por haber dado muerte á su enemigo, dió la libertad sin rescate á todos los cautivos cristianos que habia en Granada, y firmó con el rey don Pedro un pacto de perpétua paz y alianza.

Como Castilla andaba revuelta de bandos civiles, no tuvo con ella guerras el rey de Granada. Pero don Pedro le pidió auxilio contra su enemigo el rey de Aragon y contra su hermano bastardo don Enrique de Trastamara, que intentaba destronarle.

Empezaban los castellanos á mostrarse contrarios á don Pedro por sus crueldades y tiranías, y para socorrerle, Muhamad escogió entre los mas valientes de su reino seiscientos caballeros, y se los envió acaudillados por el arraez Farag Reduan; y aunque estos seiscientos sirvieron á don Pedro con admirable valor, como pidiese nuevos auxilios, Muhamad le envió siete mil caballos escogidos y doble número de infantería que fueron á sitiar á Córdoba, á la que pusieron á punto de rendirse.

Pero la fortuna habia vuelto definitivamente la espalda al terrible rey don Pedro, y antes de que Muhamad pudiese llegar en su socorro con un nuevo ejército, murió á manos de su hermano bastardo don Enrique en el castillo de Montiel.

Don Enrique fué proclamado rey de Castilla.

Por no perder las ventajas que sobre el castellano le daban sus guerras civiles, el rey Muhamad, á pretesto de la amistad que habia tenido con el rey don Pedro, declaró la guerra á Enrique II, aunque este le habia ofrecido su amistad, y entró en cabalgada por la frontera y recorrió libremente la tierra robando y cautivando cuanto encontraba de muros afuera de las poblaciones, sin poner sitio formal á ninguna ciudad ni fortaleza.

Al año siguiente (1570), cayó con todo su ejército sobre la Isla verde y la tomó, y preveyendo que no podria sostener su conquista, la arruinó y desmanteló sus muros y fortalezas.

Temeroso de la pujanza de Muhamad, don Enrique le envió cartas de paz con el maestre de Calatrava, ofreciéndole su amistad para atender mas libremente á las guerras que le ocupaban, paz que Muhamad aceptó con alegria, porque le dejaba libre para atender al reparo y gobierno de su reino que mucho lo necesitaba.

Durante esta paz, el rey Muhamad mandó edificar la casa de Azaque para recoger pobres y curar sus enfermedades. Esta obra empezó en el año de seiscientos setenta y siete, y concluyó en seiscientos setenta y ocho99; edificio magnífico, con todas las comodidades imaginables, con fuentes y espaciosos estanques de pulidos mármoles, para comodidad y aseo de los enfermos100.

Hermoseó tambien con muchos edificios públicos la ciudad de Guadix, donde solia pasar largas temporadas; y, en fin, durante la larga paz que sostuvo con todos los reyes vecinos, tanto de España como de Africa, fomentó en su reino, las artes, las manufacturas, el comercio y la agricultura, hasta tal punto que iban á Granada mercaderes de Siria, de Egipto, de Africa, de Italia; Almería era la escala célebre de España para los buques de todo el mundo, y se veian mezclados en las calles de Granada numerosas gentes de diversas patrias y religiones.

En este tiempo declaró é hizo jurar su sucesor y partícipe en el mando á su hijo Abu-Abdallah-Juzef, y concertó su matrimonio con la hija del emir de Fez, á la que trajo á Granada su hermano el príncipe de Fez, que casó con la hermosa Zairah, hija de Abu-Ayan, caballero rico y de los mas nobles y poderosos de Andalucía.

Con este motivo se celebraron justas y torneos y bizarras fiestas y gentilezas de caballería, en las que entraron caballeros de Africa, de Egipto, de España y de Francia, atraidos por la magnificencia y la fama de Granada, y protegidos por el seguro real de Muhamad, que los honró y hospedó magníficamente á su costa en el fondaf de los genoveses.

Muhamad continuó prolongando sus paces con el rey de Castilla, y enviándole regalos y preseas, «y como poco despues, dicen las crónicas que seguimos, acaeciese la muerte del rey de Castilla, hubo mal intencionados que atribuian su muerte á maldad del rey de Granada, como que le hubiese enviado unos borceguíes preciosos inficionados de veneno mortal, pero nunca fué traidor ni asesino el rey Muhamad, y la muerte fué natural, y porque sus dias fueron cumplidos segun la divina voluntad.»

Algunos años despues, el setecientos noventa y cuatro101, murió el rey Muhamad con general sentimiento de sus vasallos, y fué sepultado en el palacio de Djene-al-Arife (Generalife) al amanecer, poco despues de la oracion del alba (de Azzobih), siendo acompañado su entierro por todas las clases del Estado.

No consta la inscripcion del sepulcro de este rey.

VII

Sucedióle en el trono su hijo Abu-Abdallah Juzef II, que fué proclamado solemnemente, besándole la mano toda la nobleza de Granada y los principales alcaides y walíes de todas las tahas del reino.

Era muy semejante en las virtudes á su padre, y en su amor á la paz. Despues de las fiestas de su proclamacion, envió mensajeros á los reyes cristianos, ofreciéndoles mantener las treguas y amistad que con ellos habia tenido su padre.

Para obligar mas al rey de Castilla (don Juan el primero) dió libertad sin rescate á algunos cautivos que habian tomado sus corredores en la frontera, y los envió con el alcaide de Málaga, acompañándolos con un presente de seis caballos andaluces ricamente enjaezados, con armas preciosas y cubiertos de paños de oro.

Las treguas continuaron, y con ellas la prosperidad de Granada.

Pero habia llegado el momento en que las amarguras turbasen la felicidad del rey Juzef.

Tenia este cuatro hijos. El mayor se llamaba como él Juzef, el segundo Muhamad, Alí el tercero, y Ahmed el cuarto. Muhamad era de carácter violento, y ofendido de que su padre, por razones de primogenitura y afecto prefiriese á su hermano mayor Juzef, sucesor presunto del trono, concibió contra él un odio implacable, y olvidando todo respeto, concibió el proyecto de levantarse contra su padre y destronarle si la fortuna le ayudaba.

Tomó para ello por pretesto su celo por la religion.

Mirábase mal por el pueblo de Granada, enemigo de los cristianos y belicoso de suyo, la buena avenencia que Muhamad sostenia con los otros reyes de España, y que favoreciese en su córte á muchos caballeros castellanos refugiados en ella, hasta el punto de tratarlos con suma familiaridad: fué muy facil, pues, á Muhamad, hacer creer al pueblo por medio de sus parciales, que su padre era mal musulman, cristiano secretamente, y favorecedor público de infieles.

Tomó cuerpo esta calumnia, se desenfrenaron los descontentos del rey Juzef, y llegó el caso de que, irritados los mas audaces por los partidarios del infante Muhamad, produjeron un motin en que se pidió á voces la deposicion del rey: principió el alboroto en las puertas de la Alhambra; y aterrado el rey Juzef, estaba á punto de renunciar su soberanía y de ponerse en manos de su rebelde hijo, cuando el embajador de Fez, que estaba con él en el alcázar, hombre anciano y bravo, y de mucha autoridad y elocuencia, salió á caballo á la plaza y habló á los rebelados con tal energía, que los redujo á la obediencia del rey Juzef.

Aunque habia pasado esta tormenta, temeroso el rey de que, creyéndole amigo de los cristianos, se reprodujese con mas fuerza, dispuso sus tropas para una algazia ó correría á saco mano por las fronteras cristianas, y entró por las de Murcia y Lorca, talando los campos, robando ganados, incendiando aldeas, y matando y cautivando á cuantos cristianos habian á las manos.

Salieron contra ellos los fronteros, y despues de algunas escaramuzas con varia fortuna, el rey Juzef se volvió con la presa á Granada.

Pero como Juzef hacia la guerra á los cristianos, mas por satisfacer á sus vasallos y destruir sus sospechas de amistad con los cristianos, que por su voluntad, admitió fácilmente la tregua que le propuso el rey de Castilla, y aun se cree que él mismo la pidió, receloso de los grandes armamentos que contra él se hacian en Castilla y Aragon; tregua, que para evitar interpretaciones, concertó con acuerdo de un consejo compuesto de sus wazires y de sus walíes.

 

Sucedió por este tiempo que un ermitaño llamado Juan Sago, dijo al maestro de Alcántara don Martin Yañez de la Barbuda, que habia tenido revelacion de que el tal maestre ganaria grandes victorias contra moros si retase al rey de Granada.

Engañado el maestre por la fama de santidad del ermitaño, envió á algunos de los suyos á Granada, para que retasen al rey Juzef á hacer campo con el maestre, y que si el rey no quisiese aceptar entrarian en liza veinte, treinta ó cien cristianos contra un número doble de moros.

El rey Juzef, mas cuerdo que Martin Yañez, mandó que echasen de mala manera á tales embajadores, que volvieron maltratados y escarmentados al maestre.

Irritado este, dejándose llevar de su condicion soberbia y belicosa, levantó un golpe de gente allegadiza, aventurera y mal armada, y con trescientos caballos y hasta cinco mil peones ó infantes, gente toda floja y baldia, se atrevió á pasar la frontera, desoyendo los buenos consejos de los hermanos Alonso y Diego Fernandez de Córdoba, señores de Aguilár, que le salieron al camino con intento de disuadirle de su temeridad.

Pasó, pues, la frontera, y puso sitio á Hins-Egea, á cuyo socorro el rey Juzef envió las tropas de caballería que habia en Granada y toda la infantería que pudo reunir en el momento.

El maestre levantó el sitio para salir al encuentro de los de Granada, y encontrándolos, trabó con ellos la batalla, que fué muy sangrienta y reñida, porque los de la caballería cristiana peleaban como desesperados.

Pero vencidos al fin por los del rey Juzef, dominados por el número, murió el maestre desastradamente, sin que quedase vivo ni uno solo de los desdichados que habia llevado consigo á aquella temeraria empresa.

Poco despues, el rey de Castilla (Enrique III) envió embajadores al rey de Granada, disculpándose del rompimiento temerario del maestre que habia roto la tregua sin su consentimiento.

Esta victoria acaeció el año setecientos noventa y ocho102.

Poco despues murió el rey Juzef.

Atribuyeron su muerte á traicion del emir de Fez, que entre otros regalos le habia enviado una rica aljuba inficionada de tósigo, que luego que la vistió, como hubiese corrido un caballo y hubiese sudado, sintió al punto graves dolores que no le dejaron, hasta que pasados mas de treinta dias murió.

Pero hay fundados motivos para creer, que murió de otra dolencia que padecia mucho tiempo antes.

Fué enterrado este en Generalife.

No consta la inscripcion de su tumba.

96Las crónicas árabes reconocen á doña María de Padilla como reina de Castilla.
97Mediodia.
981362 de J. C.
991375 y 76 de J. C.
100Créese con fundamento que este almarestan ú hospital, fuese el edificio que se conoce hoy en Granada con el nombre de Corral del Carbón, y cuya magnífica portada subsiste todavia.
1011391 de J. C.
1021394 de J. C.