Za darmo

El sí de las niñas

Tekst
0
Recenzje
iOSAndroidWindows Phone
Gdzie wysłać link do aplikacji?
Nie zamykaj tego okna, dopóki nie wprowadzisz kodu na urządzeniu mobilnym
Ponów próbęLink został wysłany

Na prośbę właściciela praw autorskich ta książka nie jest dostępna do pobrania jako plik.

Można ją jednak przeczytać w naszych aplikacjach mobilnych (nawet bez połączenia z internetem) oraz online w witrynie LitRes.

Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

ESCENA XI

DOÑA IRENE, D. DIEGO
D.ª Ire

Con que, señor D. Diego, ¿es ya la de vámonos?… Buenos dias… (Apaga la luz que está sobre la mesa.) ¿Reza usted?

D. Die

Sí, para rezar estoy ahora. (Paseándose con inquietud.)

D.ª Ire

Si usted quiere, ya pueden ir disponiendo el chocolate, y que avisen al mayoral para que enganchen luego que… ¡Pero qué tiene usted, señor!… ¿Hay alguna novedad?

D. Die

Sí, no deja de haber novedades.

D.ª Ire

Pues qué… Dígalo usted por Dios… ¡Vaya, vaya!… No sabe usted lo asustada que estoy… Cualquiera cosa, así repentina, me remueve toda y me… Desde el último mal parto que tuve quedé tan sumamente delicada de los nervios… Y va ya para diez y nueve años, si no son veinte; pero desde entonces, ya digo, cualquiera friolera me trastorna… Ni los baños, ni caldos de culebra, ni la conserva de tamarindos, nada me ha servido, de manera que…

D. Die

Vamos, ahora no hablemos de malos partos ni de conservas… Hay otra cosa mas importante de que tratar… ¿Qué hacen esas muchachas?

D.ª Ire

Están recogiendo la ropa y haciendo el cofre, para que todo esté á la vela, y no haya detencion.

D. Die

Muy bien. Siéntese usted… Y no hay que asustarse ni alborotarse (Siéntanse los dos.) por nada de lo que yo diga: y cuenta, no nos abandone el juicio cuando mas le necesitamos… Su hija de usted está enamorada.

D.ª Ire

¿Pues no lo he dicho ya mil veces? Sí señor que lo está, y bastaba que yo lo dijese para que…

D. Die

¡Este vicio maldito de interrumpir á cada paso! Déjeme usted hablar.

D.ª Ire

Bien, vamos, hable usted.

D. Die

Está enamorada; pero no está enamorada de mí.

D.ª Ire

¿Qué dice usted?

D. Die

Lo que usted oye.

D.ª Ire

¿Pero quien le ha contado á usted esos disparates?

D. Die

Nadie. Yo lo sé, yo lo he visto, nadie me lo ha contado, y cuando se lo digo á usted, bien seguro estoy de que es verdad… Vaya, ¿qué llanto es ese?

D.ª Ire

¡Pobre de mí! (Llora.)

D. Die

¿A qué viene eso?

D.ª Ire

¡Porque me ven sola y sin medios, y porque soy una pobre viuda, parece que todos me desprecian y se conjuran contra mí!

D. Die

Señora Doña Irene…

D.ª Ire

Al cabo de mis años y de mis achaques, verme tratada de esta manera, como un estropajo, como una puerca cenicienta, vamos al decir… ¿quién lo creyera de usted?… ¡Válgame Dios!… ¡Si vivieran mis tres difuntos!… Con el último difunto que me viviera, que tenia el genio como una serpiente…

D. Die

Mire usted, señora, que se me acaba ya la paciencia.

D.ª Ire

Que lo mismo era replicarle que se ponía hecho una furia del infierno, y un dia del Corpus, y no sé por qué friolera, hartó de mojicones á un comisario ordenador, y si no hubiera sido por dos padres del Cármen que se pusieron de por medio, le estrella contra un poste en los portales de Santa Cruz.

D. Die

¿Pero es posible que no ha de atender usted á lo que voy á decirla?

D.ª Ire

¡Ay! no señor, que bien lo sé, que no tengo pelo de tonta, no señor… Usted ya no quiere á la niña, y busca pretextos para zafarse de la obligacion en que está… ¡Hija de mi alma y de mi corazon!

D. Die

Señora Doña Irene, hágame usted el gusto de oirme, de no replicarme, de no decir despropósitos; y luego que usted sepa lo que hay, llore, y gima, y grite, y diga cuanto quiera… Pero entretanto no me apure usted el sufrimiento, por amor de Dios.

D.ª Ire

Diga usted lo que le dé la gana.

D. Die

Que no volvamos otra vez á llorar, y á…

D.ª Ire

No señor, ya no lloro.

(Enjugándose las lágrimas con un pañuelo.)

D. Die

Pues hace ya cosa de un año, poco mas ó menos, que Doña Paquita tiene otro amante. Se han hablado muchas veces, se han escrito, se han prometido amor, fidelidad, constancia… Y por último, existe en ambos una pasion tan fina, que las dificultades y la ausencia, léjos de disminuirla, han contribuido eficazmente á hacerla mayor… En este supuesto…

D.ª Ire

¿Pero no conoce usted, señor, que todo es un chisme, inventado por alguna mala lengua que no nos quiere bien?

D. Die

Volvemos otra vez á lo mismo… No señora, no es chisme. Repito de nuevo que lo sé.

D.ª Ire

¿Qué ha de saber usted, señor, ni qué traza tiene eso de verdad? ¡Con que la hija de mis entrañas encerrada en un convento… ayunando los siete reviernes, acompañada de aquellas santas religiosas… ella, que no sabe lo que es mundo, que no ha salido todavía del cascaron, como quien dice!… Bien se conoce que no sabe usted el genio que tiene Circuncision… Pues bonita es ella, para haber disimulado á su sobrina el menor desliz.

D. Die

Aquí no se trata de ningun desliz, señora Doña Irene; se trata de una inclinacion honesta, de la cual hasta ahora no habíamos tenido antecedente alguno. Su hija de usted es una niña muy honrada, y no es capaz de deslizarse… Lo que digo es que la madre Circuncision, y la Soledad, y la Candelaria, y todas las madres y usted, y yo el primero, nos hemos equivocado solemnemente. La muchacha se quiere casar con otro, y no conmigo… Hemos llegado tarde: usted ha contado muy de ligero con la voluntad de su hija… Vaya, ¿para qué es cansarnos? Lea usted ese papel, y verá si tengo razón.

(Saca el papel de D. Cárlos y se le dá. Doña Irene, sin leerle, se levanta muy agitada, se acerca á la puerta de su cuarto y llama. Levántase D. Diego y procura en vano contenerla.)

D.ª Ire

¡Yo he de volverme loca!… Francisquita… ¡Vírgen del Tremedal!… Rita, Francisca.

D. Die

¿Pero á qué es llamarlas?

D.ª Ire

Sí, señor, que quiero que venga, y que se desengañe la pobrecita de quién es usted.

D. Die

Lo echó todo á rodar… Esto le sucede á quien se fia de la prudencia de una muger.

ESCENA XII

DOÑA FRANCISCA, RITA, DOÑA IRENE, D. DIEGO
Rita

Señora.

D.ª Fca

¿Me llamaba usted?

D.ª Ire

Sí, hija, sí; porque el señor D. Diego nos trata de un modo que ya no se puede aguantar. ¿Qué amores tienes, niña? ¿A quién has dado palabra de matrimonio? ¿Qué enredos son estos?… Y tú, picarona… Pues tú tambien lo has de saber… Por fuerza lo sabes… ¿Quién ha escrito este papel? ¿Qué dice?… (Presentando el papel abierto á Doña Francisca.)

Rita

Su letra es. (Aparte á Doña Francisca.)

D.ª Fca

¡Qué maldad!… Señor D. Diego, ¿así cumple usted su palabra?

D. Die

Bien sabe Dios que no tengo la culpa… Venga usted aquí… (Asiendo de una mano á Doña Francisca, la pone á su lado.) No hay que temer… Y usted, señora, escuche y calle, y no me ponga en términos de hacer un desatino… Deme usted ese papel… (Quitándola el papel de las manos á Doña Irene.) Paquita, ya se acuerda usted de las tres palmadas de esta noche.

D.ª Fca

Mientras viva me acordaré.

D. Die

Pues este es el papel que tiraron á la ventana… No hay que asustarse, ya lo he dicho. (Lee.) «Bien mio: si no consigo hablar con usted, haré lo posible para que llegue á sus manos esta carta. Apenas me separé de usted, encontré en la posada al que yo llamaba mi enemigo, y al verle no sé como no espiré de dolor. Me mandó que saliera inmediatamente de la ciudad, y fué preciso obedecerle. Yo me llamo D. Cárlos, no D. Felix… Don Diego es mi tio. Viva usted dichosa, y olvide para siempre á su infeliz amigo.—Cárlos de Urbina.»

D.ª Ire

¿Con que hay eso?

D.ª Fca

¡Triste de mí!

D.ª Ire

¿Con que es verdad lo que decia el señor, grandísima picarona? Te has de acordar de mí. (Se encamina hácia Doña Francisca, muy colérica y en ademan de querer maltratarla, Rita y D. Diego procuran estorbarlo.)

D.ª Fca

Madre… Perdon.

D.ª Ire

No señor, que la he de matar.

D. Die

¿Qué locura es esta?

D.ª Ire

He de matarla.

ESCENA XIII

D. CARLOS, D. DIEGO, DOÑA IRENE, DOÑA FRANCISCA, RITA
D. Car

Eso no… (Sale D. Cárlos del cuarto precipitadamente: coge de un brazo á Doña Francisca, se la lleva hácia el fondo del teatro, y se pone delante de ella para defenderla. Doña Irene se asusta y se retira.) delante de mí nadie ha de ofenderla.

D.ª Fca

¡Cárlos!

D. Car

Disimule (Acercándose á D. Diego.) usted mi atrevimiento… He visto que la insultaban, y no me he sabido contener.

D.ª Ire

¡Qué es lo que me sucede, Dios mio!… ¿Quién es usted? ¿Qué acciones son estas? ¿Qué escándalo?

 
D. Die

Aquí no hay escándalos… Ese es de quien su hija de usted está enamorada… Separarlos y matarlos, viene á ser lo mismo… Cárlos… No importa… Abraza á tu muger.

(D. Cárlos va adónde está D.ª Francisca: se abrazan y ambos se arrodillan á los piés de D. Diego.)

D.ª Ire

¿Con que su sobrino de usted?

D. Die

Sí, señora, mi sobrino: que con sus palmadas, y su música, y su papel, me ha dado la noche mas terrible que he tenido en mi vida… ¿Qué es esto, hijos mios, qué es esto?

D.ª Fca

¿Con que usted nos perdona y nos hace felices?

D. Die

Sí, prendas de mi alma… Sí. (Los hace levantar con expresiones de ternura.)

D.ª Ire

¿Y es posible que usted se determine á hacer un sacrificio?…

D. Die

Yo pude separarlos para siempre, y gozar tranquilamente la posesion de esta niña amable; pero mi conciencia no lo sufre… ¡Cárlos!… ¡Paquita! ¡Qué dolorosa impresion me deja en el alma el esfuerzo que acabo de hacer!… Porque, al fin, soy hombre miserable y débil.

D. Car

Si nuestro amor, (Besándole las manos.) si nuestro agradecimiento puede bastar á consolar á usted en tanta pérdida…

D.ª Ire

¡Con que el bueno de D. Cárlos! Vaya que…

D. Die

Él y su hija de usted estaban locos de amor, mientras usted y las tias fundaban castillos al aire, y me llenaban la cabeza de ilusiones, que han desaparecido como un sueño… Esto resulta del abuso de la autoridad, de la opresion que la juventud padece: estas son las seguridades que dan los padres y los tutores, y esto lo que se debe fiar en el sí de las niñas… Por una casualidad he sabido á tiempo el error en que estaba. ¡Ay de aquellos que lo saben tarde!

D.ª Ire

En fin, Dios los haga buenos, y que por muchos años se gocen… Venga usted acá, señor, venga usted, que quiero abrazarle… (Abrazándose D. Cárlos y Doña Irene. Doña Francisca se arrodilla y la besa la mano.) Hija, Francisquita. ¡Vaya! Buena eleccion has tenido… Cierto que es un mozo muy galan… Morenillo, pero tiene un mirar de ojos muy hechicero.

Rita

Sí, dígaselo usted, que no lo ha reparado la niña… Señorita, un millon de besos. (Doña Francisca y Rita se besan manifestando mucho contento.)

D.ª Fca

¿Pero ves qué alegría tan grande?… Y tú, como me quieres tanto… Siempre, siempre serás mi amiga.

D. Die

Paquita hermosa (Abraza á Doña Francisca.) recibe los primeros abrazos de tu nuevo padre… No temo ya la soledad terrible que amenazaba á mi vejez… Vosotros (Asiendo de las manos á Doña Francisca y á D. Cárlos.) sereis la delicia de mi corazon, y el primer fruto de vuestro amor… Sí, hijos, aquel… No hay remedio, aquel es para mí. Y cuando le acaricie en mis brazos podré decir; á mí me debe su existencia este niño inocente: si sus padres viven, si son felices, yo he sido la causa.

D. Car

¡Bendita sea tanta bondad!

D. Die

Hijos, bendita sea la de Dios.

FIN