Za darmo

El sí de las niñas

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ESCENA XII

D. DIEGO, D. CARLOS
D. Die

Tome usted. (Le dá el dinero.) Con eso hay bastante para el camino… Vamos, que cuando yo lo dispongo así, bien sé lo que me hago… ¿No conoces que es todo por tu bien, y que ha sido un desatino el que acabas de hacer?… Y no hay que afligirse por eso, ni creas que es falta de cariño… Ya sabes lo que te he querido siempre, y en obrando tú segun corresponde, seré tu amigo como lo he sido hasta aquí.

D. Car

Ya lo sé.

D. Die

Pues bien: ahora obedece lo que te mando.

D. Car

Lo haré sin falta.

D. Die

Al meson de afuera. (A los dos criados que salen con los trastos del cuarto de D. Cárlos, y se van por la puerta del foro.) Allí puedes dormir mientras los caballos comen y descansan… Y no me vuelvas aquí por ningun pretexto, ni entres en la ciudad… cuidado. Y á eso de las tres ó las cuatro marchar. Mira que he de saber á la hora que sales. ¿Lo entiendes?

D. Car

Sí, señor.

D. Die

Mira que lo has de hacer.

D. Car

Sí, señor, haré lo que usted manda.

D. Die

Muy bien… A Dios… Todo te lo perdono… Vete con Dios… Y yo sabré tambien cuando llegas á Zaragoza, no te parezca que estoy ignorante de lo que hiciste la vez pasada.

D. Car

¿Pues qué hice yo?

D. Die

Si te digo que lo sé, y que te lo perdono, ¿qué mas quieres? No es tiempo ahora de tratar de eso. Vete.

D. Car

Quede usted con Dios. (Hace que se va y vuelve.)

D. Die

¿Sin besar la mano á su tio, eh?

D. Car

No me atreví. (Besa la mano á D. Diego y se abrazan.)

D. Die

Y dame un abrazo por si no nos volvemos á ver.

D. Car

¿Qué dice usted? No lo permita Dios.

D. Die

¡Quién sabe, hijo mio! ¿tienes algunas deudas? ¿Te falta algo?

D. Car

No señor, ahora no.

D. Die

Mucho es, porque tú siempre tiras por largo… Como cuentas con la bolsa del tio… Pues bien, yo escribiré al señor Aznar para que te dé cien doblones de órden mia. Y mira cómo lo gastas… ¿Juegas?

D. Car

No señor, en mi vida.

D. Die

Cuidado con eso… Con que buen viage. Y no te acalores: jornadas regulares y nada mas… ¿Vas contento?

D. Car

No señor, porque usted me quiere mucho, me llena de beneficios, y yo le pago mal.

D. Die

No se hable ya de lo pasado… A Dios…

D. Car

¿Queda usted enojado conmigo?

D. Die

No, no por cierto… Me disgusté bastante, pero ya se acabó… No me des que sentir. (Poniéndole ambas manos sobre los hombros.) Portarse como hombre de bien.

D. Car

No lo dude usted.

D. Die

Como oficial de honor.

D. Car

Así lo prometo.

D. Die

A Dios, Cárlos. (Abrazándose.)

D. Car

¡Y la dejo!… (Aparte al irse por la puerta del foro.) ¡Y la pierdo para siempre!

ESCENA XIII

D. Die

Demasiado bien se ha compuesto… Luego lo sabrá, enhorabuena… Pero no es lo mismo escribírselo, que… Despues de hecho, no importa nada… ¡Pero siempre aquel respeto al tio!… Como una malva es.

(Se enjuga las lágrimas, toma la luz y se va á su cuarto. El teatro queda solo y obscuro por un breve espacio.)

ESCENA XIV

DOÑA FRANCISCA, RITA

(Salen del cuarto de Doña Irene. Rita sacará una luz y la pone encima de la mesa.)

Rita

Mucho silencio hay por aquí.

D.ª Fca

Se habrán recogido ya… Estarán rendidos.

Rita

Precisamente.

D.ª Fca

¡Un camino tan largo!

Rita

¡A lo que obliga el amor, señorita!

D.ª Fca

Sí, bien puedes decirlo, amor… ¿Y yo qué no hiciera por él?

Rita

Y deje usted, que no ha de ser éste el último milagro. Cuando lleguemos á Madrid, entonces será ella… ¡El pobre D. Diego qué chasco se va á llevar! Y por otra parte, vea usted qué señor tan bueno, que cierto da lástima…

D.ª Fca

Pues en eso consiste todo. Si él fuese un hombre despreciable, ni mi madre hubiera admitido su pretension, ni yo tendria que disimular mi repugnancia… Pero ya es otro tiempo, Rita. D. Felix ha venido, y ya no temo á nadie. Estando mi fortuna en su mano, me considero la mas dichosa de las mugeres.

Rita

¡Ay! ahora que me acuerdo… Pues poquito me lo encargó… Ya se ve, si con estos amores tengo yo tambien la cabeza… Voy por él.

(Encaminándose al cuarto de Doña Irene.)

D.ª Fca

¿A qué vas?

Rita

El tordo, que ya se me olvidaba sacarle de allí.

D.ª Fca

Sí, tráele, no empiece á rezar como anoche… Allí quedó junto á la ventana… Y ve con cuidado no despierte mamá.

Rita

Sí, mire usted el estrépito de caballerías que anda por allá abajo… Hasta que lleguemos á nuestra calle del Lobo, número siete, cuarto segundo, no hay que pensar en dormir… Y ese maldito porton que rechina, que…

D.ª Fca

Te puedes llevar la luz.

Rita

No es menester, que ya sé donde está.

(Vase al cuarto de Doña Irene.)

ESCENA XV

SIMON, (Sale por la puerta del foro.) DOÑA FRANCISCA
D.ª Fca

Yo pensé que estaban ustedes acostados.

Simon

El amo ya habrá hecho esa diligencia, pero yo todavía no sé en donde he de tender el rancho… Y buen sueño que tengo.

D.ª Fca

¿Qué gente nueva ha llegado ahora?

Simon

Nadie. Son unos que estaban ahí, y se han ido.

D.ª Fca

¿Los arrieros?

Simon

No señora. Un oficial y un criado suyo, que parece que se van á Zaragoza.

D.ª Fca

¿Quiénes dice usted que son?

Simon

Un teniente coronel y su asistente.

D.ª Fca

¿Y estaban aquí?

Simon

Sí, señora, ahí en ese cuarto.

D.ª Fca

No los he visto.

Simon

Parece que llegaron esta tarde y… A la cuenta habrán despachado ya la comision que traían. Con que se han ido… Buenas noches, señorita. (Vase al cuarto de D. Diego.)

ESCENA XVI

RITA, DOÑA FRANCISCA
D.ª Fca

¡Dios mio de mi alma! ¿Qué es esto?… No puedo sostenerme… ¡Desdichada!

(Siéntase en una silla inmediata á la mesa.)

Rita

Señorita, yo vengo muerta. (Saca la jaula del tordo y la deja encima de la mesa, abre la puerta del cuarto de D. Cárlos y vuelve.)

D.ª Fca

¡Ay que es cierto!… ¿Tú lo sabes tambien?

Rita

Deje usted, que todavía no creo lo que he visto… Aquí no hay nadie… Ni maletas, ni ropa, ni… ¿Pero cómo podia engañarme? Si yo misma los he visto salir.

D.ª Fca

¿Y eran ellos?

Rita

Sí, señora. Los dos.

D.ª Fca

¿Pero se han ido fuera de la ciudad?

Rita

Si no los he perdido de vista hasta que salieron por la puerta de Mártires… Como está un paso de aquí.

D.ª Fca

¿Y es ese el camino de Aragon?

Rita

Ese es.

D.ª Fca

¡Indigno!… ¡Hombre indigno!

Rita

Señorita.

D.ª Fca

¿En qué te ha ofendido esta infeliz?

Rita

Yo estoy temblando toda… Pero… si es incomprensible… Si no alcanzo á discurrir qué motivos ha podido haber para esta novedad.

D.ª Fca

¿Pues no le quise mas que á mi vida? ¿No me ha visto loca de amor?

Rita

No sé qué decir al considerar una accion tan infame.

D.ª Fca

¿Qué has de decir? Que no me ha querido nunca ni es hombre de bien… ¿Y vino para esto? ¿Para engañarme, para abandonarme así?

(Levántanse, y Rita la sostiene.)

Rita

Pensar que su venida fué con otro designio, no me parece natural… Celos… ¿Por qué ha de tener celos?… Y aun eso mismo debiera enamorarle mas… Él no es cobarde, y no hay que decir que habrá tenido miedo de su competidor.

D.ª Fca

Te cansas en vano… Dí que es un pérfido, dí que es un monstruo de crueldad, y todo lo has dicho.

Rita

Vamos de aquí que puede venir alguien y…

D.ª Fca

Sí, vámonos… Vamos á llorar… ¡Y en qué situacion me deja! Pero ¿ves qué malvado?

Rita

Sí, señora, ya lo conozco.

D.ª Fca

¡Qué bien supo fingir!… ¿Y con quién? Conmigo… ¿Pues yo merecí ser engañada tan alevosamente?… ¿Mereció mi cariño este galardon?… ¡Dios de mi vida! ¿Cuál es mi delito, cuál es?

 

(Rita coge la luz, y se van entrambas al cuarto de Doña Francisca.)

ACTO TERCERO

ESCENA I

D. DIEGO, SIMON

(Teatro obscuro. Sobre la mesa habrá un candelero con vela apagada y la jaula del tordo. Simon duerme tendido en el banco. Sale D. Diego de su cuarto acabándose de poner la bata.)

D. Die

Aquí, á lo menos, ya que no duerma no me derretiré… Vaya, si alcoba como ella, no se… ¡Cómo ronca éste! Guardémosle el sueño hasta que venga el dia, que ya poco puede tardar… (Simon despierta, y al oir á D. Diego se incorpora y se levanta.) ¿Qué es eso? Mira no te caigas, hombre.

Simon

¿Qué estaba usted ahí, señor?

D. Die

Sí, aquí me he salido, porque allí no se puede parar.

Simon

Pues yo, á Dios gracias, aunque la cama es algo dura, he dormido como un emperador.

D. Die

Mala comparacion. Dí que has dormido como un pobre hombre, que no tiene ni dinero, ni ambicion, ni pesadumbres, ni remordimientos.

Simon

En efecto, dice usted bien… ¿Y qué hora será ya?

D. Die

Poco há que sonó el reloj de San Justo, y si no conté mal dió las tres.

Simon

¡Oh! pues ya nuestros caballeros irán por ese camino adelante echando chispas.

D. Die

Sí, ya es regular que hayan salido… Me lo prometió, y espero que lo hará.

Simon

¡Pero si usted viera qué apesadumbrado le dejé, qué triste!

D. Die

Ha sido preciso.

Simon

Ya lo conozco.

D. Die

¿No ves qué venida tan intempestiva?

Simon

Es verdad… Sin permiso de usted, sin avisarle, sin haber un motivo urgente… Vamos, hizo muy mal… Bien que por otra parte, él tiene prendas suficientes para que se le perdone esta ligereza… Digo… Me parece que el castigo no pasará adelante, ¿eh?

D. Die

¡No, qué! No señor. Una cosa es que le haya hecho volver… Ya ves en que circunstancias nos cogia… Te aseguro que cuando se fué me quedó un ánsia en el corazon… (Suenan á lo léjos tres palmadas, y poco despues se oye que puntean un instrumento.) ¿Qué ha sonado?

Simon

No sé… Gente que pasa por la calle. Seran labradores.

D. Die

Calla.

Simon

Vaya, música tenemos segun parece.

D. Die

Sí, como la hagan bien.

Simon

¿Y quién será el amante infeliz que se viene á puntear á estas horas en ese callejon tan puerco?… Apostaré que son amores con la moza de la posada, que parece un mico.

D. Die

Puede ser.

Simon

Ya empiezan, oigamos… (Tocan una sonata desde adentro.) Pues dígole á usted que toca muy lindamente el pícaro del barberillo.

D. Die

No, no hay barbero que sepa hacer esto, por muy bien que afeite.

Simon

¿Quiere usted que nos asomemos un poco, á ver?…

D. Die

No, dejarlos… ¡Pobre gente! ¡Quién sabe la importancia que darán ellos á la tal música!… No gusto yo de incomodar á nadie.

(Sale de su cuarto Doña Francisca y Rita con ella. Las dos se encaminan á la ventana. D. Diego y Simon se retiran á un lado y observan.)

Simon

Señor… ¡Eh!… Presto, aquí á un ladito.

D. Die

¿Qué quieres?

Simon

Que han abierto la puerta de esa alcoba, y huele á faldas que trasciende.

D. Die

¿Sí?… Retirémonos.

ESCENA II

DOÑA FRANCISCA, RITA, D. DIEGO, SIMON
Rita

Con tiento, señorita.

D.ª Fca

¿Siguiendo la pared, no voy bien?

(Vuelven á probar el instrumento.)

Rita

Sí, señora… Pero vuelven á tocar… Silencio.

D.ª Fca

No te muevas… Deja… Sepamos primero si es él.

Rita

¿Pues no ha de ser?… La seña no puede mentir.

D.ª Fca

Calla… (Repiten desde adentro la sonata anterior.) Sí, él es… ¡Dios mio!… (Acércase Rita á la ventana, abre la vidriera, y da tres palmadas. Cesa la música.) Ve, responde… Albricias, corazon. Él es.

Simon

¿Ha oido usted?

D. Die

Sí.

Simon

¿Que querrá decir esto?

D. Die

Calla.

D.ª Fca

(Doña Francisca se asoma á la ventana, Rita se queda detrás de ella. Los puntos suspensivos indican las interrupciones mas ó menos largas que deben hacerse.)

Yo soy… ¿Y qué habia de pensar viendo lo que usted acaba de hacer?… ¿Qué fuga es esta?… Rita (Apartándose de la ventana vuelve despues.) amiga, por Dios, ten cuidado y si oyeres algun rumor, al instante avísame… ¿Para siempre? ¡Triste de mí!… Bien está tírela usted… Pero yo no acabo de entender… ¡Ay! D. Felix, nunca le he visto á usted tan tímido… (Tiran desde adentro una carta que cae por la ventana al teatro. Doña Francisca hace ademan de buscarla, y no hallándola, vuelve á asomarse.) No, no la he cogido, pero aquí está sin duda… ¿Y no he de saber yo hasta que llegue el dia los motivos que tiene usted para dejarme muriendo?… Sí, yo quiero saberlo de su boca de usted. Su Paquita de usted se lo manda… ¿Y cómo le parece á usted que estará el mio?… No me cabe en el pecho… Diga usted.

(Simon se adelanta un poco, tropieza en la jaula y la deja caer.)

Rita

Señorita, vamos de aquí… Presto, que hay gente.

D.ª Fca

¡Infeliz de mí!… Guíame.

Rita

Vamos… (Al retirarse tropieza Rita con Simon. Las dos se van apresuradamente al cuarto de Doña Francisca.) ¡Ay!

D.ª Fca

¡Muerta voy!

ESCENA III

D. DIEGO, SIMON
D. Die

¿Qué grito fué ese?

Simon

Una de las fantasmas, que al retirarse tropezó conmigo.

D. Die

Acércate á esa ventana, y mira si hallas en el suelo un papel… ¡Buenos estamos!

Simon

No encuentro nada, señor.

(Tentando por el suelo cerca de la ventana.)

D. Die

Búscale bien, que por ahí ha de estar.

Simon

¿Le tiraron desde la calle?

D. Die

Sí… ¿Qué amante es este?… ¡Y diez y seis años, y criada en un convento! Acabó ya toda mi ilusion.

Simon

Aquí está.

(Halla la carta y se la dá á D. Diego.)

D. Die

Vete abajo y enciende una luz… En la caballeriza ó en la cocina… Por ahí habrá algun farol… Y vuelve con ella al instante.

(Vase Simon por la parte del foro.)

ESCENA IV

D. Die

¿Y á quién debo culpar? (Apoyándose en el respaldo de una silla.) ¿Es ella la delincuente, ó su madre, ó sus tias, ó yo?… ¿Sobre quién, sobre quien ha de caer esta cólera, que por mas que lo procuro, no la sé reprimir?… ¡La naturaleza la hizo tan amable á mis ojos!… ¡Qué esperanzas tan alagüeñas concebí! ¡Qué felicidades me prometia!… ¡Zelos!… ¿Yo?… ¡En que edad tengo zelos!… Vergüenza es… ¿Pero esta inquietud que yo siento, esta indignacion, estos deseos de venganza de qué provienen? ¿Cómo he de llamarlos? Otra vez parece que… (Advirtiendo que suena ruido en la puerta del cuarto de Doña Francisca, se retira á un extremo del teatro.) Sí.