Za darmo

El sí de las niñas

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ESCENA VI

RITA, DOÑA FRANCISCA
Rita

Señorita… ¡Eh! chit… señorita.

D.ª Fca

¿Qué quieres?

Rita

Ya ha venido.

D.ª Fca

¿Cómo?

Rita

Ahora mismo acaba de llegar. Le he dado un abrazo, con licencia de usted, y ya sube por la escalera.

D.ª Fca

¡Ay Dios!… ¿Y qué debo hacer?

Rita

¡Donosa pregunta!… Vaya, lo que importa es no gastar el tiempo en melindres de amor… Al asunto… y juicio. Y mire usted que en el paraje en que estamos la conversacion no puede ser muy larga… Ahí está.

D.ª Fca

Sí… Él es.

Rita

Voy á cuidar de aquella gente… Valor, señorita, y resolucion.

(Rita se va al cuarto de Doña Irene.)

D.ª Fca

No, no, que yo tambien… Pero no lo merece.

ESCENA VII

D. CARLOS, (Sale por la puerta del foro.) DOÑA FRANCISCA
D. Car

¡Paquita!… ¡Vida mia! Ya estoy aquí… ¿Cómo va, hermosa, cómo va?

D.ª Fca

Bien venido.

D. Car

¿Cómo tan triste?… ¿No merece mi llegada mas alegría?

D.ª Fca

Es verdad, pero acaban de sucederme cosas que me tienen fuera de mí… Sabe usted… Sí, bien lo sabe usted… Despues de escrita aquella carta, fueron por mí… Mañana á Madrid… Ahí está mi madre.

D. Car

¿En dónde?

D.ª Fca

Ahí, en ese cuarto. (Señalando al cuarto de Doña Irene.)

D. Car

¿Sola?

D.ª Fca

No señor.

D. Car

Estará en compañía del prometido esposo. (Se acerca al cuarto de D.ª Irene, se detiene y vuelve.) Mejor… ¿Pero no hay nadie mas con ella?

D.ª Fca

Nadie mas, solos están… ¿Qué piensa usted hacer?

D. Car

Si me dejase llevar de mi pasion y de lo que esos ojos me inspiran, una temeridad… Pero tiempo hay… Él tambien será hombre de honor, y no es justo insultarle porque quiere bien á una muger tan digna de ser querida… Yo no conozco á su madre de usted, ni… Vamos, ahora nada se puede hacer… Su decoro de usted merece la primera atencion.

D.ª Fca

Es mucho el empeño que tiene en que me case con él.

D. Car

No importa.

D.ª Fca

Quiere que esta boda se celebre así que lleguemos á Madrid.

D. Car

¿Cuál?… No. Eso no.

D.ª Fca

Los dos están de acuerdo, y dicen…

D. Car

Bien… Dirán… Pero no puede ser.

D.ª Fca

Mi madre no me habla contínuamente de otra materia… Me amenaza, me ha llenado de temor… Él insta por su parte, me ofrece tantas cosas, me…

D. Car

¿Y usted qué esperanza le da?… ¿Ha prometido quererle mucho?

D.ª Fca

¡Ingrato!… ¿Pues no sabe usted que?… ¡Ingrato!…

D. Car

Sí, no lo ignoro, Paquita… Yo he sido el primer amor.

D.ª Fca

Y el último.

D. Car

Y antes perderé la vida, que renunciar al lugar que tengo en ese corazon… Todo él es mio… ¿Digo bien?

(Asiéndola de las manos.)

D.ª Fca

¿Pues de quién ha de ser?

D. Car

¡Hermosa! ¡Qué dulce esperanza me anima!… Una sola palabra de esa boca me asegura… Para todo me da valor… En fin, ya estoy aquí. ¿Usted me llama para que la defienda, la libre, la cumpla una obligacion mil y mil veces prometida? Pues á eso mismo vengo yo… Si ustedes se van á Madrid mañana, yo voy tambien. Su madre de usted sabrá quién soy… Allí puedo contar con el favor de un anciano respetable y virtuoso, á quien mas que tio, debo llamar amigo y padre. No tiene otro deudo mas inmediato, ni mas querido que yo: es hombre muy rico, y si los dones de la fortuna tuviesen para usted algun atractivo, esta circunstancia añadiria felicidades á nuestra union.

D.ª Fca

¿Y qué vale para mí toda la riqueza del mundo?

D. Car

Ya lo sé. La ambicion no puede agitar á un alma tan inocente.

D.ª Fca

Querer y ser querida… Ni apetezco mas, ni conozco mayor fortuna.

D. Car

Ni hay otra… Pero usted debe serenarse, y esperar que la suerte mude nuestra afliccion presente en durables dichas.

D.ª Fca

¿Y qué se ha de hacer para que á mi pobre madre no la cueste una pesadumbre?… ¡Me quiere tanto!… Sí, acabo de decirla que no la disgustaré, ni me apartaré de su lado jamás: que siempre seré obediente y buena… ¡Y me abrazaba con tanta ternura! Quedó tan consolada con lo poco que acerté á decirla… Yo no sé, no sé qué camino ha de hallar usted para salir de estos ahogos.

D. Car

Yo le buscaré… ¿No tiene usted confianza en mí?

D.ª Fca

¿Pues no he de tenerla? ¿Piensa usted que estuviera yo viva, si esa esperanza no me animase? Sola y desconocida de todo el mundo, ¿qué habia yo de hacer? Si usted no hubiese venido, mis melancolías me hubieran muerto, sin tener á quien volver los ojos, ni poder comunicar á nadie la causa de ellas… Pero usted ha sabido proceder como caballero y amante, y acaba de darme con su venida la prueba mayor de lo mucho que me quiere.

(Se enternece y llora.)

D. Car

¡Qué llanto!… ¿Cómo me persuade?… Sí, Paquita, yo solo basto para defender á usted de cuantos quieran oprimirla. A un amante favorecido, ¿quién puede oponérsele? Nada hay que temer.

D.ª Fca

¿Es posible?

D. Car

Nada… Amor ha unido nuestras almas en estrechos nudos, y solo el brazo de la muerte bastará á dividirlas.

ESCENA VIII

RITA, D. CARLOS, DOÑA FRANCISCA
Rita

Señorita, adentro. La mamá pregunta por usted. Voy á traer la cena, y se van á recoger al instante… Y usted, señor galan, ya puede tambien disponer de su persona.

D. Car

Sí, que no conviene anticipar sospechas… Nada tengo que añadir.

D.ª Fca

Ni yo.

D. Car

Hasta mañana. Con la luz del dia veremos á este dichoso competidor.

Rita

Un caballero muy honrado, muy rico, muy prudente: con su chupa larga, su camisola limpia y sus sesenta años debajo del peluquin. (Se va por la puerta del foro.)

D.ª Fca

Hasta mañana.

D. Car

A Dios, Paquita.

D.ª Fca

Acuéstese usted, y descanse.

D. Car

¿Descansar con zelos?

D.ª Fca

¿De quién?

D. Car

Buenas noches… Duerma usted bien, Paquita.

D.ª Fca

¿Dormir con amor?

D. Car

A Dios, vida mia.

D.ª Fca

A Dios. (Éntrase al cuarto de Doña Irene.)

ESCENA IX

D. CARLOS, CALAMOCHA, RITA
D. Car

¡Quitármela! (Paseándose con inquietud.) No… Sea quien fuere, no me la quitará. Ni su madre ha de ser tan imprudente que se obstine en verificar este matrimonio repugnándolo su hija… mediando yo… ¡Sesenta años!… Precisamente será muy rico… ¡El dinero!… Maldito él sea, que tantos desórdenes origina.

Calam

(Sale Calamocha por la puerta del foro.) Pues señor, tenemos un medio cabrito asado, y… A lo menos parece cabrito. Tenemos una magnífica ensalada de berros, sin anapelos, ni otra materia extraña, bien lavada, escurrida y condimentada por estas manos pecadoras, que no hay mas que pedir. Pan de Meco, vino de la Tercia… Con que si hemos de cenar y dormir, me parece que seria bueno…

D. Car

Vamos… ¿Y adónde ha de ser?

Calam

Abajo… Allí he mandado disponer una angosta y fementida mesa, que parece un banco de herrador.

(Sale Rita por la puerta del foro con unos platos, taza, cucharas y servilleta.)

Rita

¿Quién quiere sopas?

D. Car

Buen provecho.

Calam

Si hay alguna real moza que guste de cenar cabrito, levante el dedo.

Rita

La real moza se ha comido ya media cazuela de albondiguillas… Pero lo agradece, señor militar.

(Éntrase en el cuarto de Doña Irene.)

Calam

Agradecida te quiero yo, niña de mis ojos.

D. Car

¿Con que vamos?

Calam

¡Ay! ¡ay! ¡ay! (Calamocha se encamina á la puerta del foro y vuelve: se acerca á D. Cárlos, y hablan con reserva hasta el fin de la escena, en que Calamocha se adelanta á saludar á Simon.) ¡Eh! chit, digo…

D. Car

¿Qué?

Calam

¿No ve usted lo que viene por allí?

D. Car

¿Es Simon?

Calam

Él mismo… ¿Pero, quién diablos le?…

D. Car

¿Y qué haremos?

Calam

¿Qué sé yo?… Sonsacarle, mentir y… ¿Me da usted licencia para que?…

 
D. Car

Sí, miente lo que quieras… ¿A qué habrá venido este hombre?

ESCENA X

SIMON, (Sale por la puerta del foro.) CALAMOCHA, D. CARLOS
Calam

Simon, ¿tú por aquí?

Simon

A Dios, Calamocha. ¿Cómo va?

Calam

Lindamente.

Simon

Cuánto me alegro de…

D. Car

¿Hombre, tú en Alcalá? ¿Pues qué novedad es esta?

Simon

¡Oh, que estaba usted ahí, señorito! ¡Voto á sanes!

D. Car

¿Y mi tio?

Simon

Tan bueno.

Calam

¿Pero se ha quedado en Madrid, ó?…

Simon

¿Quién me habia de decir á mí?… ¡Cosa como ella! Tan ageno estaba yo ahora de… Y usted de cada vez mas guapo… ¿Con que usted irá á ver al tio, eh?

Calam

Tú habrás venido con algun encargo del amo.

Simon

¡Y qué calor traje, y que polvo por ese camino! ¡Ya, ya!

Calam

¿Alguna cobranza tal vez, eh?

D. Car

Puede ser. Como tiene mi tio ese poco de hacienda en Ajalvir… ¿No has venido á eso?

Simon

¡Y qué buena maula le ha salido el tal administrador! Labriego mas marrullero y mas bellaco no le hay en toda la campiña… ¿Con que usted viene ahora de Zaragoza?

D. Car

Pues… Figúrate tú.

Simon

¿O va usted allá?

D. Car

¿Adónde?

Simon

A Zaragoza. ¿No está allí el regimiento?

Calam

Pero, hombre, si salimos el verano pasado de Madrid, ¿no habíamos de haber andado mas de cuatro leguas?

Simon

¿Qué sé yo? Algunos van por la posta y tardan mas de cuatro meses en llegar… Debe de ser un camino muy malo.

Calam

Maldito (Aparte, separándose de Simon.) seas tú y tu camino, y la bribona que te dió papilla.

D. Car

Pero aun no me has dicho si mi tio está en Madrid ó en Alcalá, ni á qué has venido, ni…

Simon

Bien, á eso voy… Sí, señor, voy á decir á usted… Con que… Pues el amo me dijo…

ESCENA XI

D. DIEGO, D. CARLOS, SIMON, CALAMOCHA
D. Die

(Desde adentro.) No, no es menester: si hay luz aquí. Buenas noches, Rita. (D. Cárlos se turba y se aparta á un extremo del teatro.)

D. Car

¡Mi tio!… (Sale D. Diego del cuarto de Doña Irene encaminándose al suyo: repara en D. Cárlos y se acerca á él. Simon le alumbra y vuelve á dejar la luz sobre la mesa.)

D. Die

Simon.

Simon

Aquí estoy, señor.

D. Car

¡Todo se ha perdido!

D. Die

Vamos… Pero… ¿Quién es?

Simon

Un amigo de usted, señor.

D. Car

Yo estoy muerto.

D. Die

¿Cómo un amigo?… ¡Qué!… Acerca esa luz.

D. Car

Tio. (En ademan de besarle la mano á D. Diego, que le aparta de sí con enojo.)

D. Die

Quítate de ahí.

D. Car

Señor.

D. Die

Quítate… No sé como no le… ¿Qué haces aquí?

D. Car

Si usted se altera y…

D. Die

¿Qué haces aquí?

D. Car

Mi desgracia me ha traido.

D. Die

¡Siempre dándome que sentir, siempre! Pero… (Acercándose á D. Cárlos.) ¿Qué dices? De veras, ¿ha ocurrido alguna desgracia? Vamos… ¿Qué te sucede?… ¿Por qué estás aquí?

Calam

Porque le tiene á usted ley, y le quiere bien, y…

D. Die

A tí no te pregunto nada… ¿Por qué has venido de Zaragoza sin que yo lo sepa?… ¿Por qué te asusta el verme?… Algo has hecho: sí, alguna locura has hecho que le habrá de costar la vida á tu pobre tio.

D. Car

No señor, que nunca olvidaré las máximas de honor y prudencia que usted me ha inspirado tantas veces.

D. Die

¿Pues á qué veniste?… ¿Es desafio? ¿Son deudas? ¿Es algun disgusto con tus gefes?… Sácame de esta inquietud, Cárlos… Hijo mio, sácame de este afan.

Calam

Si todo ello no es mas que…

D. Die

Ya he dicho que calles… Ven acá. (Asiendo una mano á D. Cárlos, se aparta con él á un extremo del teatro, y le habla en voz baja.) Dime qué ha sido.

D. Car

Una ligereza, una falta de sumision á usted. Venir á Madrid sin pedirle licencia primero… Bien arrepentido estoy, considerando la pesadumbre que le ha dado al verme.

D. Die

¿Y qué otra cosa hay?

D. Car

Nada mas, señor.

D. Die

¿Pues qué desgracia era aquella de que me hablaste?

D. Car

Ninguna. La de hallarle á usted en este parage… y haberle disgustado tanto, cuando yo esperaba sorprenderle en Madrid, estar en su compañía algunas semanas, y volverme contento de haberle visto.

D. Die

¿No hay mas?

D. Car

No señor.

D. Die

Míralo bien.

D. Car

No señor… A eso venia. No hay nada mas.

D. Die

Pero no me digas tú á mí… Sí, es imposible que estas escapadas se… No señor… ¿Ni quién ha de permitir que un oficial se vaya cuando se le antoje, y abandone de ese modo sus banderas?… Pues si tales ejemplos se repitieran mucho, á Dios disciplina militar… Vamos… Eso no puede ser.

D. Car

Considere usted, tio, que estamos en tiempo de paz: que en Zaragoza no es necesario un servicio tan exacto como en otras plazas, en que no se permite descanso á la guarnicion..... Y en fin, puede usted creer que este viaje supone la aprobacion y licencia de mis superiores, que yo tambien miro por mi estimacion, y que cuando me he venido, estoy seguro de que no hago falta.

D. Die

Un oficial siempre hace falta á sus soldados. El rey le tiene allí para que los instruya, los proteja y les dé ejemplos de subordinacion, de valor, de virtud…

D. Car

Bien está, pero ya he dicho los motivos…

D. Die

Todos esos motivos no valen nada… ¡Porque le dió la gana de ver al tio!… Lo que quiere su tio de usted no es verle cada ocho dias, sino saber que es hombre de juicio y que cumple con sus obligaciones. Eso es lo que quiere… Pero (Alza la voz y se pasea inquieto.) yo tomaré mis medidas para que estas locuras no se repitan otra vez… Lo que usted ha de hacer ahora es marcharse inmediatamente.

D. Car

Señor, si…

D. Die

No hay remedio… Y ha de ser al instante. Usted no ha de dormir aquí.

Calam

Es que los caballos no están ahora para correr… Ni pueden moverse.

D. Die

Pues con ellos (A Calamocha) y con las maletas al meson de afuera… Usted (A D. Cárlos.) no ha de dormir aquí… Vamos (A Calamocha) tú, buena pieza, menéate. Abajo con todo. Pagar el gasto que se haya hecho, sacar los caballos, y marchar… Ayúdale tú… (A Simon.) ¿Qué dinero tienes ahí?…

Simon

Tendré unas cuatro ó seis onzas (Saca de un bolsillo algunas monedas, y se las dá á D. Diego.)

D. Die

Dámelas acá… Vamos, ¿qué haces?… (A Calamocha) ¿No he dicho que ha ser al instante?… Volando. Y tú (A Simon.) ve con él, ayúdale, y no te me apartes de allí hasta que se hayan ido.

(Los dos criados entran en el cuarto de D. Cárlos.)