Una guía para la enseñanza de historia ambiental

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Introducción

La historia ambiental finalmente ha salido de la periferia y ha llegado a la cultura popular. En los últimos cuarenta años, el número de departamentos de historia que contratan historiadores ambientales aumentó de menos del 4% a más del 40%.1 Se han escrito debates extenuantes y decenas de definiciones agonizantes para explicar qué es la historia ambiental y por qué es importante. Sin embargo, existen muchos menos textos que expliquen cómo se puede enseñar. Este libro se pronuncia y enfoca en este último aspecto.

Los estudiantes están hambrientos de enfoques humanistas y problemas impulsados por la ciencia. Esto es especialmente cierto porque las humanidades pueden ser atractivas, flexibles y experimentales en lugar de ser inaccesibles por el dominio obligatorio de las teorías cuantitativas.2 Una de las principales ventajas de la historia ambiental es que se trata de un pasado y presente tangibles, lo que la convierte en una notable herramienta para comprender la sociedad.3 La historia ambiental puede atraer a una amplia variedad de estudiantes precisamente porque proporciona un enfoque expansivo y creativo que se basa en el mundo material que los alumnos observan cambiar frente a sus ojos. Reconocer las fuerzas geológicas, los fenómenos climatológicos y otros organismos en nuestras reconstrucciones del pasado humano proporcionará una imagen más completa de cómo, cuándo y por qué los humanos han podido contar sus propias historias y forjar sus propias sociedades anidadas y conformadas por restricciones y posibilidades ambientales.

Los humanistas han pasado décadas contextualizando y explicando las variadas experiencias humanas a través de divisiones raciales, étnicas, de clase, de género, generacionales y educativas, pero podemos hacer más. Descuidar los temas ambientales ya no es éticamente razonable. Dejar al medioambiente fuera de la historia es imaginar que los humanos viven en un mundo diferente, lo que podría ser un ejercicio apropiado para el futuro, pero no le hace justicia al pasado. Todavía queda por verse si nos dirigimos o no a un “giro” ambiental o no humano que cambie la investigación teórica sustantiva a la par con el “giro cultural” de las décadas de los ochenta y noventa.4 No obstante, el cambio de atención e interés hacia las relaciones entre los seres humanos y no humanos capta la creciente preocupación desde varias direcciones. Para hacer que los estudiantes piensen sobre lo que significa, en el pasado, presente y futuro, expandir nuestro entendimiento de la humanidad y que consideren que los humanos no están solos, debemos ser deliberados en nuestras elecciones y provocativos en nuestra planificación.

En este libro encontrará una amplia discusión de lo que significa el diseño del curso y por qué es importante, lo que no encontrará es un resumen de historiografía. Esto, porque sentimos que muchos historiadores hablan mucho sobre esto y excluyen el diseño del curso. Si hay una cosa que es universal en cualquier departamento de historia es que a los historiadores les encanta hablar de libros.

La respuesta más común de un profesor a quien se le pregunta cómo enseñar algo es una lista de lo que se debe leer. Si bien es un comienzo, dicha bibliofilia puede sustituir falsamente una conversación real sobre la mecánica de la docencia y el aprendizaje. La mayoría de los historiadores pueden discutir libros en el happy hour, pero los métodos de enseñanza son temas más típicos de reuniones de docentes y evaluaciones jerárquicas. Hay muchas razones para esto, pero una de ellas es que pocos historiadores escriben sobre sus propias experiencias de enseñanza. Es aún menos probable que escribamos sobre la pedagogía como un proceso o esfuerzo compartido. Sin embargo, los métodos, las evaluaciones, el ritmo, las preguntas y la organización guían la forma en que nuestros libros favoritos llegan a los estudiantes y lo que aprenden a hacer con ellos. Debido a esto, nuestro objetivo es convocar una conversación sobre cómo, no solo qué o por qué, se puede enseñar historia ambiental. Más allá de los libros que asigne o el contenido que cubra, cómo reúna las lecturas y el contenido y lo que los estudiantes hagan con ellos generan un plan de estudios y guían un curso.

Con esto en mente, este libro tiene dos objetivos interrelacionados. Nuestro objetivo es, primero, proporcionar estrategias para diseñar un curso nuevo sobre historia ambiental y, segundo, brindar ideas para imprimir la historia ambiental en los cursos existentes. Usted es el único experto en sus cursos, su plan de estudios y sus restricciones; solo usted puede decidir el enfoque apropiado. Nosotras podemos ofrecer estímulos, inspiración y una conversación sobre cómo y por qué diseñar con intención. Sugerimos pocas y muy básicas definiciones y descripciones de la historia ambiental como un campo académico. Si desea ponerse al día con las últimas investigaciones, le sugerimos que lea la excelente revista Environmental History o los numerosos ensayos y debates historiográficos disponibles.5 Además, tendrá la oportunidad de analizar varios textos y argumentos en nuestras discusiones sobre los materiales de enseñanza. Ningún recurso o académico resume cómo se debe llevar a cabo la historia ambiental, los caminos son diversos.

La necesidad de discusiones específicas sobre la técnica se agudiza por la abundancia de consejos tangenciales. Como ocurre con muchas cosas en nuestro mundo moderno, hay mucho material disponible (planes de estudio, libros de texto, antologías de fuentes primarias, colecciones editadas), pero si no sabe lo que está buscando o por qué lo requiere, es difícil localizar lo que necesita. Intentamos eludir estos problemas al compartir nuestras experiencias de planificación, enseñanza y reflexión con colegas. Explicamos modelos y tareas específicas para revelar las convicciones que dan forma a nuestras elecciones y exponen las formas en que se han desarrollado en nuestras aulas. Creemos que un enfoque sistemático para la planificación de un curso brinda una instrucción intencional, que a su vez les permite a los estudiantes aprovechar el pasado como una perspectiva que va más allá de un solo libro o un solo curso. El resto de esta introducción proporciona algunas formas de acercarse al campo en expansión y explica cómo los métodos históricos son fundamentales para enseñarlo.

La historia ambiental es la historia de las interacciones humanas con el resto del mundo natural, lo que se manifiesta de muchas formas, escalas y estilos. No tiene preferencia geográfica ni temporal; puede ser tan particular como una ardilla gris o tan expansiva como una economía alimentada por petróleo.6 Ellen Stroud ha señalado que la importancia de la historia ambiental radica en su materialidad expansiva. Ella sostiene que el entorno no es equivalente a la raza o el género como una categoría de análisis, sino que forma el mundo en el cual todas las categorías de análisis existen7. Como tal, la historia ambiental puede ser una meta historia para sintetizar todas las historias y, sobre todo, sugiere que nuestra comprensión del pasado está incompleta si no tenemos en cuenta cómo las fuerzas y los actores no humanos han desempeñado un papel en la historia humana.

La historia ambiental comparte el espacio con los estudios ambientales y la historia natural, pero vincula más cuidadosamente nuestro lugar colectivo en varios tipos de naturaleza con cambios y continuidades a través de las divisiones sociales, políticas, culturales y económicas. La suposición más común acerca de la historia ambiental es que cuenta la historia de cómo las personas han tratado de defender algo llamado medioambiente con legislaciones, reservas naturales, protestas u otras tácticas. Esto simplifica considerablemente el campo con demasiado enfoque en el lado humano de las cosas, aunque el objetivo tampoco está enfocado exclusivamente en la naturaleza. Si bien la historia natural podría describir la vida y los hábitos del salmón, la historia ambiental también explicaría cómo los humanos han capturado, consumido y conceptualizado el salmón.8 Los estudios medioambientalistas y la historia natural contribuyen con el contenido de la práctica de la historia ambiental, pero ninguno de los dos proporciona todo el abanico de posibilidades.

La sofisticación actual de la historia ambiental proviene del hecho de que es tanto un campo antiguo como uno nuevo. El campo histórico, como fuente de búsqueda, cursos y formación, ha existido durante unos cuarenta años, pero la idea de examinar la naturaleza y la cultura como entrelazadas es mucho más antigua. Dos interpretaciones amplias —progreso y declive—caracterizaron mucho los primeros trabajos. Investigadores en muchos campos, especialmente geógrafos, antropólogos y algunos historiadores, incluyeron el medioambiente en la historia como parte de una interpretación progresiva del pasado humano que en gran parte imaginaba la civilización como un proceso constante de aprendizaje para controlar y manejar la naturaleza humana, primero a través de la agricultura, luego a través de las ciudades, industrias y tecnologías de hoy en día. Desde este punto de vista, la solución a los desafíos ambientales probablemente surgiría de la innovación y el progreso, como supuestamente lo ha hecho antes. La visión contraria, la declinación, vio la modernización como una caída en desgracia. Desde un punto de vista declinista, la agricultura marcó la salida de la armonía que conduce a más dificultades y crisis exponenciales. Ambos enfoques están llenos de problemas simplistas y ahistóricos: ambos suponen que todos estamos juntos en el proyecto humano, ambos pasan por alto la deriva y las catástrofes, y ambos ignoran el hecho de que no hay un punto armonioso para alcanzar o regresar.9 En lugar de reconstruirlos, saber que estos enfoques existen y que han ayudado en la toma de decisiones puede proporcionar el eje estructural de un curso. La identificación de narrativas progresistas y declinistas permite el surgimiento de cuentos más satisfactorios, como los del cambio y adaptación.

 

Si al principio el progreso y la disminución limitaron las historias ambientales que se contaron, varios obstáculos adicionales han empañado el enfoque de la historia ambiental o han disuadido a los historiadores críticos de examinar el pasado de la naturaleza. Muchos historiadores confundieron la idea de prestar atención a la naturaleza no humana como ceder un poder explicativo a las fuerzas geográficas, climáticas o genéticas. Tal determinismo tuvo un papel formativo, y comprensiblemente preocupante, al vincular la eugenesia con el medioambiente. Esta no es la línea de investigación defendida por el campo. Los puntos de vista deterministas postulan que la humanidad está encerrada en fines predestinados, pero la historia ambiental revela todo lo contrario. Un desafío permanente de la historia ambiental es examinar las formas en que las fuerzas ambientales son consecuentes, pero no todo poderosas. De hecho, en lugar de imaginar que ciertos pueblos son especialmente adecuados para climas particulares, las historias ambientales revelan las formas específicas en que la geografía, el clima y los procesos naturales dan forma a las culturas.10 Muy a menudo, estas dinámicas cambian nuestras expectativas en lugar de confirmar nuestras suposiciones.

Además de evitar el determinismo, la historia ambiental evita la suposición de valores universales hacia aspectos de la naturaleza. Por ejemplo, antes del 1700 se consideraba que era mejor que los bosques en Europa y América estuvieran despejados para las tierras de cultivo, mientras que para 1900, era mejor que estuvieran replantados para recuperar otros beneficios. A lo largo de estos dos o tres siglos, los bosques pasaron de ser enemigos a amigos, lo que afectó a otras poblaciones, como ovejas y pastores que usaban prados en lugar de bosques. Esto no quiere decir que la historia ambiental no pueda guiar los juicios de valor, sino que deben ser transparentes: ni las ovejas ni los árboles ni los seres humanos son unilateralmente buenos o malos. De manera similar, la noción de una naturaleza prístina o intacta, que se suele imaginar que existía antes de que los europeos llegaran a América, establece una falsa dicotomía de humanos buenos y malos, naturaleza armoniosa y naturaleza perturbada. Ni la naturaleza ni la humanidad forman una unidad estable, pero cuándo y por qué se ha percibido tal armonía son temas de interés histórico.

Los obstáculos pueden parecer desalentadores, pero las promesas de la historia ambiental son aún mayores. Al considerar que la naturaleza y la cultura se entrelazan en una relación a largo plazo, podemos ver las formas en que ambos cambian de manera dinámica, mutua y desigual. Dicha relación nos permite visualizar las conexiones íntimas entre la naturaleza externa y la interna, lo que significa que los humanos son organismos biológicos, pero también productos culturales. Por ejemplo, Nancy Langston ha demostrado que, en el nivel más básico, nuestros fluidos corporales privados no terminan con nosotros, sino que se convierten en aguas que compartimos con otras criaturas. Ella narra cómo históricamente las hormonas en la orina de las mujeres han afectado a otras especies (al producir peces machos preñados, caimanes de pene pequeño, panteras sin esperma y osos polares hermafroditas) y se pregunta cómo estos extraños problemas con el género y la salud reproductiva vinculan a los seres humanos con la vida silvestre. Lo que comemos, bebemos y excretamos nos conecta con nuestra cultura humana específica y también con los sistemas biológicos del planeta. De esta manera, la historia ambiental promete historias más completas porque se basa en otros tipos de historia, desde las categorías de raza, clase, género, edad, ocupación y experiencia de historia social hasta el enfoque de la historia cultural en los objetos materiales, sitios de significado y concentraciones de poder y acceso.

Los historiadores ambientales alcanzan promiscuamente divisiones disciplinarias más amplias en ecología, literatura, política y más. Debemos enfrentar las consecuencias ecológicas de la actividad humana e introducir la ecología como una explicación de los procesos históricos. A menudo, las historias están convenientemente bifurcadas a lo largo de las fronteras nacionales inventadas que pasan por alto las formas en que los procesos naturales van más allá de ellas. El trascender el estado-nación proporciona una invitación abierta para las conexiones globales. Global no puede implicar integral, pero algunos procesos, como la contaminación del aire, la pérdida de biodiversidad y la pesca oceánica, solo se pueden enfocar con lentes más grandes.11

La complejidad de la historia ambiental se fundamenta en un campo de estudio cada vez mayor. Sin lugar a dudas, desde sus orígenes en el oeste de EE. UU. hasta su alcance global y sus orígenes separados en Europa, América Latina, África y Asia, el campo alberga desequilibrios críticos de género, geografía y capacitación que tienen repercusiones si queremos inspirar una nueva generación de estudiantes para involucrarse en el campo.12 Intentamos mediar algunas de estas preocupaciones al utilizar trabajos más reciente en lugar de clásicos en algunos casos y proporcionar sugerencias en lugar de ejemplos hechos y derechos de lugares que no conocemos tan bien. Volvemos a reiterar que este libro no pretende capturar todo el emocionante abanico global de la historia ambiental ni proporcionar más que una muestra de posibles lecciones, ejemplos y modelos. En particular, damos la bienvenida a académicos de Asia, África y Europa para que ofrezcan sus propias buenas prácticas y quizás incluso un volumen complementario.

En lugar de ser simplemente algo que se debe saber, la historia ambiental, como toda buena historia, hace que el pasado cobre vida porque proporciona un enfoque para la participación. Otras disciplinas que estudian el medioambiente, desde la biología y la geografía hasta la literatura y la antropología, no entienden necesariamente los métodos históricos, en parte porque los historiadores no expresamos ni explicamos nuestros métodos lo suficiente ni empoderamos a nuestros estudiantes para que lo hagan. Creemos que la mejor manera de que los estudiantes se interesen y practiquen la historia ambiental es darles las herramientas para hacerlo. Esto implica discutir el nivel básico de lo que hacemos, especialmente mostrando a los estudiantes cómo encontrar fuentes, cómo separarlas y volverlas a unir en una narrativa cohesiva (y considerar qué significa hacerlo). Localizar, contextualizar y corroborar la evidencia para el análisis es el primer paso para la historización de una sociedad o un evento, y este proceso en sí puede revelar profundamente los contornos de la investigación y el estudio histórico. Los historiadores ambientales pueden, en general, buscar fuentes que incluyan archivos culturales y naturales, mientras buscan comprender cambios en el paisaje o la evolución de las especies en conjunto con la exploración y la colonización, por ejemplo. Podrían recurrir a los diagramas de anillos de crecimiento de los árboles de los dendrocronólogos para comprender una sequía o el color y el sombreado de las pinturas al óleo para contextualizar las experiencias de un invierno prolongado. Dondequiera que miren, los historiadores ambientales intentan oír a las personas que escuchan la naturaleza.

Una vez que se identifican las fuentes, lo que por sí solo es una tarea desalentadora, los métodos históricos se vuelven más complicados. La identificación de varias perspectivas capta la complejidad del pasado y abre vías de indagación que alientan a los estudiantes a identificarse con las vidas de las personas que son diferentes a ellas. La sensibilidad al potencial de comprender las experiencias vividas en el pasado crea el espacio y la flexibilidad para que los estudiantes puedan establecer conexiones a través del tiempo, el lugar y la disciplina. El análisis textual y las lecturas culturales y lingüísticas de fuentes (visuales, textuales o centradas en los datos) profundamente matizadas enseñan a los estudiantes a leer todo nuevamente. Los ejercicios que practican estos hábitos construyen las herramientas para deconstruir el conocimiento que los estudiantes ya tienen y proporcionan visiones para ver cómo los distintos fragmentos podrían encajar de otra manera.

Los estudiantes de historia aprenden y practican cómo situar y establecer múltiples perspectivas relevantes. Se les exige que le den sentido a un torrente de historias: pequeñas gotas de experiencia humana que se deslizan a través de modelos cuantitativos o establecen comparaciones demasiado rígidas.

Los historiadores ven el motivo humano en los textos que leen y las historias que escuchan, y buscan la veracidad de la insinuación y la falsedad. Al juntar explicaciones coherentes de lo que ya ha sucedido, los estudiantes aprenden a construir una narrativa que abarca la complejidad a la vez que busca claridad y coherencia. Un estudiante puede ver un cambio dramático con el tiempo, mientras que otro elige una línea de continuidad. Contar la historia como la ven y basarla en fuentes confiables es tanto un proceso repetitivo como interrogativo. Y el proceso se basa en un pensamiento lento, un cuestionamiento extenso y una profunda deliberación para tomar decisiones y equilibrar las opiniones para formar historias más completas. Cuando nos preguntan qué habilidades enseña la historia, muchos de nosotros podemos responder un pensamiento analítico y una escritura clara. Estos son quizás los productos finales más comercializables, pero llegar a ellos involucra muchos pasos anteriores que deberían enfocarse intencionalmente en nuestros cursos.

Los capítulos que siguen están organizados en tres secciones. La Parte I, “Enfoques”, proporciona cuatro estrategias para navegar en la historia ambiental: una fruta, una semilla, un hacha y una llama. Comenzamos con la fruta como una pieza central, común y familiar para hacer preguntas y construir conexiones. Al examinar varias formas en que las historias sobre alimentos pueden hacer que la historia ambiental sea relevante como una parte auténtica de la vida diaria, la fruta proporciona a los estudiantes un conducto tangible entre sus cuerpos y el mundo natural. El segundo, la semilla, ofrece ideas para fomentar la complejidad en el contenido y las narraciones, asegurando que su curso haga más que señalar el uso y abuso del entorno al hacer que los estudiantes tomen conciencia de las perspectivas progresistas y declensionistas. El capítulo ofrece sugerencias para aclarar el lenguaje y establecer mesas redondas. Tomando los plazos como un marco estructural, el hacha se adentra en los andamios tradicionales de los cursos pasados y nuevos para hacerle espacio a las perspectivas ambientales. Considerando tanto la periodización como el lugar, analiza el cuestionamiento como una forma de construir un contexto y el cambio climático como un tema para desglosar las narrativas existentes. El cuarto ejemplo utiliza animales, comenzando con la llama, como puntos de entrada a un curso sobre relaciones humanas con la naturaleza. Al explorar temas y técnicas adecuadas para este tema histórico no convencional, el capítulo busca examinar formas de combinar la naturaleza y la cultura prestando atención a otros organismos.

La Parte II, “Caminos”, puede inspirarle a considerar nuevamente temas pasados. El primer camino, los campos, conduce a un mundo más amplio, es decir, tanto lugares fuera del aula como otros campos, especialmente las disciplinas científicas. Estas excursiones literales y figurativas nos ayudan a articular formas de usar las ciencias y la escritura de ciencia en los cursos de historia. A continuación, en la tierra, consideramos cómo nuestros sentidos de lugar despiertan conexiones profundas que moldean las elecciones de las personas en momentos históricos críticos. En el ejemplo final de esta sección, el poder, examinamos dos de los recursos más ricos utilizados en historia ambiental: la energía y el agua. Cualquiera de los dos temas podría proporcionar un curso interesante por sí solo, pero examinamos su naturaleza e historia entrelazadas como un camino productivo para los estudiantes.

 

La Parte III, “Aplicaciones”, se sale de los ejemplos específicos para abordar tres de los problemas más grandes que se ciernen sobre nuestras aulas: diversidad, tecnología y evaluaciones. La desigualdad es un tema en muchos de los ejemplos de este libro, pero en el capítulo 8 examinamos explícitamente la justicia ambiental, es decir, ejemplos de cómo y por qué ciertos grupos, especialmente los pobres, las personas de color y las mujeres, han sufrido de manera desproporcionada la degradación ambiental. Este tema tiene implicaciones tanto metodológicas como temáticas. La justicia ambiental nos permite explorar, a través de vidas individuales, cómo la historia ambiental no solo trata de la naturaleza, sino también de las diferencias de poder entre las comunidades humanas. El aprendizaje basado en proyectos emerge como una forma holística de hacer que los estudiantes aborden la desigualdad, y los ejemplos y actividades demuestran nuestra preocupación por aplicar el contenido a las vidas y las opciones cívicas de los estudiantes. El noveno capítulo, dedicado a las herramientas, considera varias formas de planificar y enseñar con tecnología como un tema de la historia ambiental y una aplicación integrada en nuestros cursos. Y en el capítulo 10, las evaluaciones, discutimos la evaluación como parte del diseño de un curso. Sugerimos que abandonar las evaluaciones y adoptar tareas creativas podría mejorar el aprendizaje de los alumnos.