Venciendo el Temor, la Preocupación y la Ansiedad

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Finalmente, todas somos producto de cómo hemos respondido a la vida que Dios ha marcado para nosotras. Algunas de nuestras respuestas pueden haberse dado en un espíritu de fe, mientras que otras brotaron de la incredulidad. Como analizaremos en los próximos capítulos, nuestra relación con el Señor, particularmente nuestro entendimiento de quién es Él y lo que significa Su Palabra, harán la diferencia en cómo manejemos las situaciones de la vida y nuestros temores.



Nuestra Herencia Común



La experiencia humana del temor no es nada nuevo. Aunque probablemente se discuta más hoy porque vivimos en la era de la información, el temor ha andado por ahí desde el principio de los tiempos. A medida que avancemos en este libro, vamos a examinar a fondo las perspectivas bíblicas del temor, pero por ahora echemos un vistazo rápido al primer registro del temor en la Palabra de Dios.



Cuando Dios creó la tierra, la clase de temor del que hemos estado hablando no existía. En el jardín del Edén, Adán y Eva estaban completamente seguros y libres de cualquier daño. No tenían miedo a los depredadores o a las enfermedades. Todas sus necesidades físicas estaban satisfechas. Amaban a su Creador y el trabajo que Él les había dado. Probablemente ni siquiera sabían que fuera posible tal cosa como el fin de la vida. No se preocupaban de lo que traería el mañana. Estaban completamente seguros, gozosos y llenos de alabanzas para su Señor.



Entonces pasó lo inconcebible: pecaron. Primero Eva y después Adán cayeron en la trampa de Satanás y desobedecieron a Dios. El resultado inmediato de su desobediencia fue el temor y la vergüenza. A continuación lee cómo describe la Biblia las secuelas de este terrible acontecimiento:



Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.

 —Génesis 3:8-10



La respuesta inicial de Adán y Eva fue el temor, ¿no es cierto? Estaban avergonzados y con miedo, así que se escondieron. Se sintieron vulnerables e incómodos de ser vistos como estaban: desnudos. Ya no disfrutaban la libertad y la abierta comunión que habían tenido con Dios. No querían que Dios los viera. Temían Su desagrado y con razón. Lo habían desobedecido y su desobediencia los llevaría siempre a esconderse, taparse y asustarse de miedo servil ante Él. Nosotras no podemos ni imaginar la inmensa tragedia de su pérdida porque nuestras vidas constantemente se caracterizan por el miedo; su relación con su Creador y el uno con el otro nunca sería la misma. El pecado los devastó por completo... y esta devastación continúa hoy.



La Clave Que Nos Libera del Temor



Conforme se vaya desarrollando este libro verás cómo el pecado es un factor importante en nuestros temores. Imagina que éste puede ser un concepto nuevo o hasta incómodo para ti. Quizá pienses que hablar de pecado es condenatorio o cruel. Es cierto que el pecado, especialmente nuestro propio pecado, es difícil de mirar. Yo sé que eso es verdad para mí.



Sin embargo, no voy a dirigir tus pensamientos a tu pecado porque quiera castigarte, condenarte o rechazarte. Voy a dirigirte ahí porque es ahí,

y solamente ahí

, donde descubrirás la verdad que te hará libre. Confío en que el Espíritu Santo gentilmente te convenza de tu necesidad de acercarte a tu Salvador y que cuando lo haga, encuentres el descanso y la ayuda que anhelas.



Mi deseo sincero es que este libro te sirva como una herramienta para acercarte al que te ama y sólo puede perdonarte, transformarte y restaurarte. Así que, no tengas miedo de salir de ese arbusto y examinar profundamente tu corazón. Puede que sea doloroso por un tiempo, pero por la gracia de Dios y Su misericordia, valdrá la pena. También examina profundamente el corazón de Aquél que te ha amado tanto que caminó hacia las fauces de la muerte y a las garras de Su enemigo por amor a ti. Amor como ese sólo exige que confíes en Él. Así que ya sea que tus temores sean reales o imaginarios—si apenas estás empezando a entenderlos o estás muy familiarizada con ellos—te puedes arrojar a la misericordia de Dios, Quien te ama más de lo que quizá sepas.



Para Una Reflexión Más Profunda



1. ¿Cómo describirías los tipos de temores que enfrentas?



2. ¿Qué tanta influencia tiene en tu vida el “miedo al temor”?



3. ¿Cómo ha influido en tu historia (como niña y adulta) tu predisposición a ser temerosa?



4. ¿Puedes pensar en algunos cambios que tengas que hacer a la forma en que cuidas tu cuerpo? ¿Cuáles son algunas medidas específicas que puedes tomar?



5. Escribe una oración pidiéndole a Dios que te muestre tu necesidad de Él y que te conceda la esperanza de que realmente puedas ser libre.






Capítulo 2



Héroes de la BibliaQue Lucharon Contra el Temor





“El temor es un enemigo más peligroso

que aquéllos a los que temes...”

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 —THOMAS WATSON  Autor puritano y pastor



Nosotros los cristianos tendemos a hablar mucho sobre los héroes de la fe que están en la Biblia. A veces consideramos superficialmente a las personas cuyas historias se escribieron para nosotros y pensamos,

Son tan valientes

.

 ¿Por qué no puedo ser como ellos?

Sus vidas se ven tan libres del temor, parecen permanecer firmes al enfrentar circunstancias difíciles.

¿Qué hay de malo en mí? n

os preguntamos.

Si soy cristiana ¿por qué lucho con la ansiedad? ¿Por qué no soy como estos grandes héroes?



Es cierto que Dios ha trabajado poderosamente en las vidas de las personas a través de las épocas. Hebreos capítulo 11, que estudiaremos con más detenimiento después, habla sobre la valiente fe de hombres como Moisés y mujeres como Sara. Sin embargo, si observamos con más cuidado, nos daremos cuenta que muchos de estos héroes experimentaron grandes luchas con el temor en algún momento. De hecho, fueron estas luchas las que más los fortalecieron en la vida. El Señor Jesús es el único que nunca sucumbió al temor pecaminoso aunque fue tentado a hacerlo de las mismas formas en que nos pasa a nosotras. Así que si vamos a buscar a los héroes de la fe, nos va a costar trabajo encontrar a más de uno ...pero éste será suficiente.



Ejemplos del Temor en la Biblia



En este capítulo vamos a tomar tiempo para extendernos un poco en la historia del temor o, mejor aún, del temor pecaminoso en la Biblia. Creo que te sorprenderá y te consolará saber que muchos de los héroes de la Biblia con los que estás familiarizada fueron personas como tú: Lucharon con el temor. En este capítulo no solamente estudiaremos a algunos de estos individuos, sino que trataremos de discernir qué los motivó a actuar como lo hicieron. Comencemos con el libro de los orígenes, Génesis.



El Miedo Original—Adán y Eva



Como ya aprendimos antes, el miedo se introdujo por primera vez a la experiencia humana en el Jardín. Adán y Eva disfrutaban de una dulce comunión de confianza con su Creador y entre ellos. Después pecaron. Fue por su pecado—su relación rota entre ellos y con Dios—que por primera vez sintieron las consecuencias del temor: más miedo, relaciones rotas y vergüenza. Cuando ellos escucharon que el Señor Dios se acercaba para visitarlos en el Jardín, se escondieron. Adán tenía miedo de que Dios lo viera como estaba: expuesto, vulnerable y pecador. El temor de Adán hacia Dios engendró en su corazón más y más invenciones impías de su Creador.



Pero incluso antes de que Adán y Eva se ocultaran de Dios, el miedo jugaba un papel. ¿Qué fue lo que hizo que Eva desobedeciera así a su Señor? No lo sabemos. Podemos suponer que tuvo miedo de estarse perdiendo algo que pudiera ser benéfico. Pudo haber dudado de la sabiduría y amor de Dios. Pudo haber tenido miedo de necesitar algo que Dios no le había dado. Es difícil entender porqué se sintió así, pero la Biblia dice con certeza que fue engañada (2 Corintios 11:3).



Después de pronunciar el juicio que Adán y Eva merecían, Dios misericordiosamente los cubrió con pieles de animales. Entonces los echó del Jardín. Nunca más el hombre conocería la clase de vida que había conocido; nunca más estaría completamente libre de vergüenza, pena, timidez y temor.



Pero, gracias a Dios, ése no es el final de la historia. Como cristianos, Dios nos está restaurando a la misma comunión y libertad que Adán y Eva conocieron, primero con Él y después entre ellos. La muerte de Jesucristo es el medio que Dios ha usado para derribar la pared de separación entre nosotros (Romanos 5:1). Aunque nunca tendremos lo que ellos tuvieron, porque siempre lucharemos con nuestro pecado, no obstante podemos conocer el gozo y paz significativos.



Con Temor al Peligro —Abraham



Antes mencioné que hasta los grandes héroes de la Biblia experimentaron el temor y sus consecuencias. Unos pocos capítulos después de Adán y Eva conocemos a Abraham, un hombre que a menudo se pone como ejemplo de uno que tuvo una gran fe. En ciertos momentos vemos a Abraham estar al máximo: voluntaria y obedientemente dejando su país y viajando a una tierra desconocida; levantando el cuchillo para el sacrificio que le quitaría la vida a su hijo prometido, Isaac. Sí, realmente hay victorias importantes en la vida de Abraham, ¿o no?



Pero después vemos otra faceta de él. Tal vez ésta sea la faceta de Abraham con la que más te identifiques. En dos ocasiones durante sus viajes, uno a Egipto y otro hacia una tierra llamada Gerar, Abraham mintió a hombres poderosos sobre Sara, su hermosa esposa. Él les dijo a estos hombres que era su hermana. ¿Por qué? Porque pensó que si los reyes de estas tierras la veían y sabían que ella era su esposa, lo matarían para tomarla para ellos. Para decirlo sin rodeos, quería salvar su propio pellejo.

 



Abraham sabía que Sara sería la madre del pueblo escogido por Dios, pero él ignoró los planes de Dios y a ella la puso en peligro. Fue sólo por la gracia coercitiva de Dios que no terminó en un harén.

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 Por su miedo, pecó contra su esposa, engañó a los gobernantes, fue una fuente de problemas para ellos y, sobre todo, deshonró a Dios. ¿Fue lógico el miedo de Abraham? Sí, probablemente sí. ¿Fue pecaminoso? Sí, sin duda. ¿Todavía pudo Dios usarlo y cambiarlo en un hombre de fe? Sí, y Él puede hacer lo mismo con cualquiera de nosotras.



El Temor Causado por la Duda —Sara



En 1 Pedro a las mujeres se les dice que sigan los pasos de la esposa de Abraham, Sara. En algunas maneras ella es un modelo a seguir para las mujeres piadosas: Ella siguió a su esposo, dejó su hogar y partió a la tierra de la promesa —una tierra que nunca había visto.



Pero Sara luchaba con sus propios temores. Su esposo le había dicho sobre la promesa de Dios de darles un hijo y conforme pasaban los años y ella seguía estéril, se volvió más y más miedosa. No sólo el tiempo de su reloj biológico estaba avanzando, sino que ya se había detenido. La Biblia dice que su vientre “estaba muerto.” Y entonces, con miedo, decidió tomar el asunto en sus propias manos. Abraham necesitaba un heredero, ella anhelaba un hijo, así que se le ocurrió un plan. Ella le dio a su marido su sierva, Agar, para que la embarazara y se cumpliera la promesa. ¡Qué torbellino de problemas generaron sus acciones! De hecho, el problema entre los hijos de Israel y los hijos de Agar, que comenzó con el nacimiento de Ismael, el hijo de Agar, ha continuado por siglos.



Después, el Señor llegó a visitar a Abraham. “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo,” dijo. Sara, que escuchaba detrás de la puerta de la tienda, se rió. Ésta no fue una risa de gozo o alegría, fue la risa de la incredulidad y el cinismo. El Señor confrontó su risa de incredulidad y dijo, “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” Pero Sara negó que se estuviera riendo diciendo, “No me reí.” ¿Por qué? Porque tuvo miedo (Génesis 18:10-15).



Abraham y Sara se muestran en las Escrituras como ejemplos de personas de fe. ¿Puedes ver cómo, por sí mismos, en sus propias fuerzas, no fueron tales grandes ejemplos? ¿Qué, entonces, los hace ejemplos de fe? La gracia de Dios.

Gracia

es el favor inmerecido de Dios hacia Sus hijos a pesar de sus fallas. En el capítulo 11 estudiaremos a conciencia el papel que juega la gracia en los miedos por vencer, pero por ahora sólo quiero que vislumbres lo fuerte y amoroso que Dios es. Él obró de maneras poderosas a través de Abraham y Sara a pesar de sus debilidades y Él puede hacer lo mismo a través de ti y de mí.



“No soy lo suficientemente bueno” —Moisés



La historia de Moisés es muy conocida por la mayoría de las personas. Fue rescatado de ahogarse por la hija del Faraón y criado en el palacio del Faraón como su hijo. Pero, cuando Dios comenzó a hablarle de liberar a Su pueblo, Moisés tomó el asunto en sus propias manos y mató a un egipcio que oprimía a uno de sus compañeros israelitas. Entonces Moisés tuvo que huir al desierto para salvar su vida. Los años pasaron y, con el tiempo, los sueños de Moisés de ser un libertador se desvanecieron. Después tuvo un encuentro con una zarza ardiendo. Mientras Dios le esbozaba Su plan para la liberación de Su pueblo, Moisés más se amedrentó. Ciertamente era intimidante pensar que debía volver a la nación más poderosa de la tierra y exigir la libertad de los esclavos. A medida que Moisés consideraba el llamado de Dios, su mente se llenó de temores—principalmente los temores de que no tendría éxito o de que no sería capaz de terminar la tarea. Considera lo que le dijo a Dios y ve si sus inquietudes resuenan en tu corazón.



• “

Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?”

 (Éxodo 3:11)



“Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová.”

 (Éxodo 4:1)



“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.”

 (Éxodo 4:10)



“Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar.”

 (Éxodo 4:13).



Confía en Dios, No en Ti



Yo verdaderamente me identifico con el temor de Moisés, ¿tú no?

No puedo hacer eso...No soy buena hablando en público... pero si no me creen

. ¿Puedes visualizarlo? Yo sí. De hecho, creo que he tenido ese tipo de conversación con el Señor. Dios estaba alentando a Moisés siempre. Le aseguró Su presencia y Su poder para cumplir Su voluntad. Pero todo lo que Moisés podía ver era su propia insuficiencia, temor e incredulidad.



Observa que Dios no invirtió tiempo tratando de levantarle a Moisés la seguridad en sí mismo. Más bien, Dios seguía recordándole que debía poner su confianza en Él. Siempre que pasamos tiempo tratando de convencernos de que realmente somos mejores o más fuertes o más sabias de lo que sabemos que somos, estamos condenadas al fracaso. Dios no quiere que crezcamos en la seguridad en nosotras mismas. Quiere que pongamos toda nuestra confianza en Él. Después de todo, Él es el único lo suficientemente poderoso para vencer a los faraones en nuestras vidas.



A medida que Moisés crecía en su confianza en el Señor, Dios lo usó para lograr una gran liberación. De hecho, Moisés se conoce hoy como uno de los mayores líderes de la historia bíblica. Pero eso no fue porque él fuera un hombre valiente por su cuenta, ¿verdad? Fue sólo por el gran poder de Dios y Su determinación de cumplir Su propósito. Y lo que Dios hizo por Moisés, lo puede hacer por ti. Puedes descansar sabiendo que si Dios te está llamando a hacer algo, incluso si es sólo ser lo suficientemente valiente para ir a la iglesia o hablarles a las personas, entonces Su gracia también será efectiva en tu vida.



La Clase Equivocada del Temor de Dios



Los hijos de Israel habían sido esclavos en Egipto más o menos por 400 años cuando Moisés los libertó de la esclavitud y los llevó en un viaje por el desierto que los llevaría a la Tierra Prometida. Tres meses después, Dios le dijo a Moisés que le dijera al pueblo que se presentaría a ellos. Moisés le dijo al pueblo sobre de los límites que tendrían que respetar porque la presencia de Dios, que infunde temor reverencial, iba a estar cerca de ellos. Con mucho gusto aceptaron encontrarse con Dios. Pero cuando vieron realmente la manifestación de Dios tan cerca, se llenaron de terror.



Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos”. Y Moisés respondió al pueblo: “No temáis;....” Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.

 Éxodo 20:18-21



¿No es interesante que Moisés les diga a las personas que no tengan miedo? La gracia de Dios había obrado poderosamente en su corazón, ¿no es así? Si usas tu imaginación, no tendrás mucho problema para entender por qué los israelitas respondieron de la forma en que lo hicieron. Sus sentidos estaban saturados con los truenos, los relámpagos, las ruidosas bocinas, el humo, la tierra temblando bajo sus pies. Si hubiera sido uno de ellos, posiblemente me hubiera ido a toda prisa también. Las personas tenían miedo de Dios y decidieron que sería mejor dejar que Moisés tratara con Él a solas. Entonces Moisés les podía dar el reporte a ellos. Este Dios, Jehová, era demasiado escalofriante e incontrolable para ellos. Como lo dijo el escritor C. S. Lewis sobre el león Aslan, que representa a Jesucristo en la serie de libros de Lewis, Las Crónicas de Narnia, “Él no es un león manso.”

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 Este miedo servil que sentían hacia Dios engendraría más miedo, pecado y el ocultarse de Él. Sería la fuente de múltiples tristezas y fracasos.



En el capítulo 9 voy a hablar sobre la clase correcta del temor de Dios—la clase de temor que nos atrae hacia Él en vez de alejarnos. Lo que llamaremos

temor piadoso

se manda en muchos lugares en la Biblia, como veremos. El temor piadoso es también uno de los pasos claves para vencer lo que llamaremos de aquí en adelante

 temor pecaminoso

. Por favor recuerda que al llamarle a nuestro miedo

pecaminoso

, no te estoy condenando. Más bien, estoy tratando de ayudarte a ver con claridad el plan de Dios para cambiarte y liberarte. Este cambio comienza con que reconozcas tu necesidad de un Salvador... y realmente ninguna de nosotras hacer eso hasta que veamos que todas somos pecadoras necesitadas del perdón y la gracia.



Ayudarte a ver la pecaminosidad de tu miedo puede parecer cruel. Después de todo, ¡tal vez crees que no necesites algo más qué temer! ¿Deberías ahora temer a la ira o a la desaprobación de Dios? Una de las metas de este libro es ayudarte a diferenciar entre el temor que es bueno o piadoso y el temor que es malo o pecaminoso. Quiero fomentar en ti la buena clase de temor—aprenderás que esta clase de temor, junto con el amor y la gracia, es el que romperá las cadenas que te atan tan fuerte hoy. Así que, por favor, no tengas miedo de considerar tu temor pecaminoso porque al hacer esto encontrarás la ayuda fuerte y amorosa que necesitas.



“Temí al Pueblo” —Saúl



Al principio de la historia de la nación de Israel, un hombre llamado Saúl se convirtió en el primer rey. Desde el principio la vida de Saúl estuvo marcada por el temor. Cuando el sacerdote Samuel fue primero a ungir a Saúl como rey, ¿puedes adivinar dónde estaba? ¿Estaba Saúl en oración, humillándose ante Dios? ¿Estaba sirviendo a pueblo al que iba a dirigir? No, Samuel encontró a Saúl ocultándose por miedo entre algunos carros y carretas.



Saúl tenía miedo de hacer lo que Dios lo había llamado a hacer. Sentía que no estaba a la altura de la tarea. Ciertamente, asumir una posición de gran responsabilidad puede ser intimidante. Pero Saúl se había encontrado con Dios. Samuel también le había dicho a Saúl que esto era idea de Dios... y aun así Saúl se ocultó. Tal vez como Adán, neciamente pensó que podía ocultarse de Dios e ignorar Su plan.



Más tarde, cuando Saúl fue a la guerra contra los enemigos de Dios, otra vez cedió a su temor pecaminoso. En una ocasión se impacientó porque Samuel no llegaba para ofrecer las oraciones y los sacrificios por la victoria del pueblo en la batalla, así que quebrantó la ley de Dios y él mismo ofreció los sacrificios. En otra ocasión, cuando se suponía que tenía que matar a todos los enemigos de Dios, incluyendo el ganado, desobedeció a Dios porque tuvo miedo del desagrado de los israelitas. He aquí cómo se justificó cuando Samuel lo confrontó:



“Porque vi que el pueblo se me desertaba...me esforcé, pues, y ofrecí holocausto”

(1 Samuel 13:11-12).



“Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos”

(1 Samuel 15:24)



Saúl desobedeció dos veces los mandamientos de Dios porque temió al pueblo. Al ceder a sus temores, Saúl estaba representando sus verdaderos pensamientos sobre Dios —si podía confiar, obedecer o depender de Él. Saúl nunca dijo que pensaba que Dios era un mentiroso o alguien en quien no se podía confiar; no, sólo actuó como si así fuera. El relato de la vida de Saúl es una de las historias más tristes de toda la Biblia. Al final se suicidio porque temía lo que sus enemigos le pudieran hacer.



Saúl luchó con muchos tipos de miedo, pero sobre todo con

el temor al hombre

. Este miedo es un problema muy común casi para todos. Es la razón por la que sentimos “mariposas” en nuestro estómago cuando tenemos que hablar frente a una multitud. Es la razón por la que nuestras manos sudan y nuestra boca se seca. Es la razón por la que olvidé mi diálogo y avergoncé a mis compañeros de clase. El temor al hombre es un problema común que muchos enfrentan, incluyendo muchas personas de la Biblia. Tomemos un momento para ver otro ejemplo que involucra al apóstol Pedro.



“¿Jesús?... ¡No Conozco al Hombre!” —Pedro



De todos los personajes del Nuevo Testamento, Pedro es con quien más me identifico. Siempre listo para dar su opinión, hablar antes de pensar y confiar en su fidelidad, puedo ver que estamos cortados con la misma tijera. Cometió muchos errores, pero hubo un incidente en particular que probablemente nunca dejó de entristecerlo cuando pensaba en él.

 



Cada día Jesús se volvía más y más popular entre las multitudes. Parecía que lo amaban tanto que lo harían su rey. Por otro lado, los líderes religiosos de Israel estaban más y más resueltos en su odio y envidia hacia Él. Estaban decididos a matar a Jesús—todo lo que tenían que hacer era encontrar la manera.



En la noche que Jesús fue traicionado, Jesús y sus amigos iban de camino a orar al Huerto de Getsemaní. “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche,” Él dijo. Pedro, típico de su carácter, protestó,

“Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré... aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré,”

 (Mateo 26:33, 35).



Todos sabemos cómo se desarrolló esta historia, ¿no? Esa noche Jesús fue arrestado y enviado a la casa del sumo sacerdote para ser interrogado. Mientras Pedro trataba de calentarse afuera en el fuego, una pequeña criada lo acusó de ser uno de los seguidores de Jesús. Vencido por el miedo, Pedro dijo, “No sé lo que dices.” Más tarde lo vio otra criada y dijo: “También éste estaba con Jesús el nazareno,” pero él negó otra vez con juramento: “No conozco al hombre.” Poco después, acercándose los que estaban por ahí, dijeron:

“Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aún tu manera de hablar te descubre”

 (Mateo 26:73). Esta vez Pedro estaba decidido a detener el cuestionamiento así que entonces comenzó a maldecir, y a jurar:

“No conozco al hombre”

 (Mateo 26:74). El miedo de Pedro fue tan fuerte que lo llevó a negar al Salvador que amaba.



La oscuridad de esa noche y su fracaso sin duda extendieron su tristeza como una mortaja sobre el corazón de Pedro por tres días hasta que escuchó sobre la resurrección. ¿Puedes imaginar el tormento de su alma al recordar la bondad de su Señor y la vergüenza de sus horrendas acciones? ¿Puedes imaginar cuántas veces debió haber repasado sus palabras cobardes en su mente—

¡No conozco al hombre! ¡No conozco al hombre!?

 Y después allí estaba la mirada que se cruzó entre él y Jesús después de la tercera negación. La Biblia registra este significativo intercambio de una manera muy simple, “Vuelto el Señor, miró a Pedro” (Lucas 22:61). Pedro experimentó toda la fuerza de las consecuencias de su miedo y, si no hubiera sido por la resurrección, el perdón y la restauración de Jesús, nunca se habría recuperado. Pero sí se recuperó y fue a predicar ante miles y a enfrentar la muerte de mártir con gran valor. ¿Qué pudo cambiar a un hombre miedoso que maldijo en uno que pudo descansar, confiar y actuar con gran heroísmo? Sólo una relación con el Dios viviente.



¿Puedes ver cómo somos iguales a Pedro y Saúl? Por un lado sabemos que Dios es poderoso y está lleno de amor para nosotras, pero por el otro lado nos encontramos frecuentemente vencidas por el temor a los que nos rodean. Parece que en esta área en particular estamos llenas de contradicciones. Podemos descuidar las oportunidades de testificar a los demás o preocuparnos más por lo que nuestros compañeros de trabajo piensen que por lo que Dios piense. Todos los verdaderos cristianos anhelan tener vidas que resplandezcan brillantemente ante los demás, pero cuando se trata de realmente encender la luz, nos encontramos con frecuencia ocultándonos como Saúl o negando incluso que conocemos al Señor, como Pedro. Ya que el temor al hombre es una trampa común y molesta, la estudiaremos con más detenimiento en el capítulo 5.



De Cobardes Reacios a Héroes Fieles



Como puedes ver, hasta los grandes héroes de la Biblia como Abraham, Moisés y Pedro no siempre se caracterizaron por una gran valentía. Ahora, no estoy diciendo que todo el pueblo de Dios siempre fue vencido por sus miedos —hay suficientes Danieles, Sadracs, Marías y Pablos en la Escritura para que sepamos que Dios puede cambiar corazones y vidas. En eso te puedes gozar. Pero también puedes tener consuelo en el hecho de que Dios ama llamar a Él al corazón temeroso. Dios ha obrado en las vidas de Sus hijos consistentemente a través de la historia: l