Recado confidencial a los chilenos (2a. Edición)

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El ser mapuche hoy día sigue siendo la manifestación de una diversidad alimentada por una misma raíz cultural, del árbol sostenido por la memoria de nuestros antepasados. El Gran Canelo que plantaron los padres de nuestros padres, me dicen. Nuestros espíritus son las aguas que siguen cantando bajo sus hojas, habitados –como vivimos– por una manera propia de ver el mundo. Con eso vamos por la tierra.

Esto adquiere mayor fuerza cuando –como sucede actualmente– la identidad mapuche e indígena (nativa, aborigen, originaria, o como la denominen) en general está cuestionada, y también –de alguna forma– cuestionándose, no solo en la realidad citadina sino también en la rural, nos dicen.

Y nosotros agregamos: fomentada por los sistemas estatales que continúan empeñados en mantenernos relegados en esos espacios territoriales denominados «reducciones» y –como dijimos– en ciertos ámbitos del ser contenidos en los conceptos de lo «puro, lo incontaminado», como idea de lo «estático o de arreduccionamiento en lo auténtico» y de consiguiente negación de validez, en nosotros los mapuche, de la energía universal que posibilita el enriquecimiento en la interculturalidad. Asimilación, nos dicen; integración, nos dicen, y no la voluntaria apropiación de elementos culturales ajenos que, por surgir de una necesidad ineludible de amable confrontación, fortalecen –creemos– la cultura de origen.

La historia de nuestro continente en general, y la historia del pueblo mapuche en particular, es –como se sabe– dolorosa, pero por sobre ello sigue vigente la maravilla del Soñar (los mapuche somos una cultura de los Pewma / de los Sueños). Mientras hay pueblos desarraigados, nos dicen, nosotros –aun en medio del tráfago de la ciudad– podemos sentir la ternura que es el pensamiento de nuestros abuelos y de nuestros padres. Mas la dualidad que constituyen Treng Treng –la serpiente de las energías positivas, en el relato del resurgimiento del mundo mapuche– y Kay Kay –su contraria–, luchando dentro del universo que somos cada uno de nosotros ¿nos está diciendo ahora que también vamos por el sendero, transitado y polvoriento que ha ido ocultando las flores del lenguaje, las flores del entendimiento, del modo de ser? ¿Subyacen también allí las «utopías» aparentemente desaparecidas?

El caminar diario en el territorio de nuestra gente, me digo, tiene que ver con los pasos del viento, pero también con los del más pequeño insecto. Con la mirada del cóndor en alto vuelo, mas también con la oruga. Con el grito de los ríos torrentosos, pero también con el silencio de los lagos. Con la prestancia del huemul, mas también con la humildad del pudú. ¿Puede el bosque renegar del avellano solitario? ¿Puede la piedra solitaria renegar de su cantera?

La cultura es el elemento que permite unificar a un pueblo; es el principio que permite la cohesión o unificación de nuestras comunidades.

Es de suma importancia que las políticas tengan en cuenta a nuestros ancianos, ya que ellos han jugado un papel muy importante en nuestras culturas y en la organización del movimiento indígena; son ellos los que mantienen y transmiten, en forma oral y tradicional, las costumbres, el sistema organizativo y los aspectos culturales que hasta hoy han posibilitado la vida de nuestros pueblos.

Pero es también importante que tengan en cuenta a nuestros jóvenes dirigentes que están hablando desde las comunidades (sin la intermediación de las organizaciones de la ciudad), pues ellos son los que están recibiendo la sabiduría de nuestros mayores y están hablando, por lo tanto, al lado de esa palabra, desde ese conocimiento.

La cultura no es solo los elementos que poseemos y las manifestaciones visibles. Hay que entender la cultura como la forma de pensar, avanzar y progresar en el desarrollo y en la interrelación del grupo social. La cultura es la que nos permite transformar nuestras comunidades en lo económico, social y político sin dejar de ser indígenas, de ser nativos, lo que nos permite mantener nuestra identidad como grupos diferentes a la vez que intercambiamos elementos de otras culturas; por ejemplo, el uso de la tecnología que facilita nuestra labor organizativa. Están diciendo nuestros hermanos zenu.

Nada más profundamente distintivo ha producido el ser humano, durante su evolución milenaria, que la cultura. La cultura entendida no como expresión académica, sino como ámbito vital que cruza todas las manifestaciones de la vida humana. Es cierto que no resulta posible concebir a la cultura como un fenómeno estático; es cierto que dentro de la evolución humana siempre hubo un proceso de creación, muerte y recreación de tradiciones culturales, pero también es cierto que en este último siglo hemos asistido a un progresivo y, desde muchos puntos de vista, inédito proceso de homogeneización, de absorción de la ‘diversidad’. Tal proceso es directa consecuencia de la progresiva expansión de una civilización, la occidental, que ha penetrado y desestructurado sistemáticamente a los distintos pueblos y civilizaciones con los que ha entrado en contacto, llevando además consigo una huella de violencia y destrucción.

Pensar, por tanto, el desarrollo humano, significa pensar la cultura, pensar el desarrollo del patrimonio cultural humano; el mantenimiento de las identidades diferentes.

Dicen los autores de Medicina y culturas en la Araucanía.

Durante largo tiempo se consideró la cultura en singular. No se habló de culturas. Para los mapuche se habló de «cultura de resistencia», de «subcultura». Hoy los más criteriosos hablan por fin de diversidad. El problema y el desafío es cómo concretizar esa diversidad. Problema porque significa reconocer que la concepción de Estado nacional «homogéneo y unitario» en su acepción decimonónica no puede seguir sosteniéndose. Así está diciendo mi hermano Arauco.

AZ MAPU se dice en mapuzugun, y en castellano: las costumbres de nuestra Tierra, el rostro de nuestra cultura. El Kimvn, la sabiduría de nuestros Kuyfikeche antepasados, de nuestra Che gente.

Es la manera que tiene el pueblo mapuche –por lo tanto, cada identidad territorial en su diversidad– de entender, de dar impulso y desarrollar su organización. Es nuestro «deber ser» en la Nag Map, la Tierra que Andamos, el espacio territorial que reproduce la Wenu Mapu, la Tierra de Arriba. Son las normas que ordenan la reciprocidad, el espacio en el que es posible alcanzar el intercambio con el fin de otorgarles continuidad a los equilibrios duales que dicen relación, por ejemplo, con el día y la noche; salud y enfermedad; arriba y abajo; alegría y tristeza; anciano y joven; mujer y hombre; vigor y debilidad. Las energías positivas Kvme: newen fuerza, kvrvf viento, neyen aliento, pvllv espíritu. Y las energías negativas Weza: newen, kvrvf, neyen, pvllv.

Es la Az Mapu lo que determina la continuidad de nuestra manera de comprender el mundo y, por lo tanto, establece nuestros conceptos de organización cultural como visión totalizadora, pero que –descrito en sus especificidades– implica desde luego lo denominado social, político, territorial, jurídico, religioso, cultural.

Al respecto, dicen nuestros hermanos y hermanas mapuche lafkenche (ver más adelante su Propuesta): En la base de nuestra organización social y política se encuentra la familia, la que unida a otras familias dan nacimiento al Lof / Comunidad, unidad base de nuestra organización social como pueblo.

Nuestra antigua Lof ha sabido adaptarse a un universo en movimiento, logrando un alcance contemporáneo que se reafirma como comunidad, sin perder sus dos pilares básicos y fundamentales que le dan vida: el Tuwvn y el Kvpalme.

Podemos definir estos dos aspectos identitarios de nuestro pueblo de la siguiente manera.

El Tuwvn: es el fundamento básico de la familia, anclado en el espacio físico en el cual ha nacido, crecido, y se ha desarrollado la gente.

El Kvpalme: es el lazo sanguíneo que une la comunidad familiar de hermanos, hijos todos de la Madre Tierra, resueltos a vivir en grupo ocupando un espacio territorial determinado.

Estos dos conceptos básicos de nuestra existencia quedan evidenciados en nuestros apellidos, diferenciándonos así del resto de la población chilena que hasta hoy reclama sus orígenes europeos. Estos hechos son posibles y perduran en el tiempo, ya que nuestros antepasados asignaron a los seres y a las cosas de la naturaleza un alma. Ello con el fin de que la gente las armonice en su vida cotidiana.

Nuestra existencia se afirma en dos grandes normas que regulan a la gente entre sí y a la gente con el medio natural que lo rodea. Son los conceptos Nor y Az.

Nor: entrega las pautas de relación que debe tener la gente con la naturaleza. Es, al mismo tiempo, la aplicación del orden de la naturaleza misma y sus componentes.

Az: es mediante él que se reconoce y determina el origen biológico y familiar de cada mapuche. Es de esta manera que se articula la relación que cada familia ha mantenido en su lugar de origen. Es el cimiento del Lof y, hoy, de la comunidad.

De nuestras nociones de desarrollo, están diciendo: Nuestra proposición de establecer los Espacios Territoriales tiene como fin compartir con otra gente el conocimiento ancestral que poseemos en lo que se refiere a regulación, control y utilización de espacios naturales, con el único fin de aplicar un desarrollo armónico, autosustentable y participativo.

La adquisición del saber y del conocimiento en nuestra cultura se realiza mediante Inazwam (el cuidado en el decir), Rakizwam (el pensamiento) y Kimvn (el Saber). Estos conocimientos que forman parte de nuestro saber científico nos obligan, en materia de desarrollo, a hablar de nuestro concepto Itrofil Mogen.

 

El Itrofil Mogen puede ser traducido, en el mundo contemporáneo y científico, como biodiversidad. De acuerdo a su etimología se distinguen tres raíces: Itro, que indica la totalidad sin exclusión. Fil, que indica la integridad sin fracción. Y Mogen, que significa la vida y el mundo viviente.

En su totalidad, el concepto Itrofil Mogen se refiere al conjunto del mundo viviente, comprendiendo e insistiendo en su unidad.

Para nuestras comunidades, este concepto es al mismo tiempo la biodiversidad y la biosfera, sin limitarse solo a consideraciones de orden natural. Así, el concepto es también el medio ambiente comprendido en sus dimensiones físicas, sociales y culturales, ya que nosotros los mapuche nos consideramos parte integrante de toda la naturaleza. Eso nos insta a establecer y adoptar estrategias de desarrollo sustentable, comunitario y participativo.

Respecto de la opción de desarrollo, contenida en la Az Mapu, dicen los mapuche lafkenche: Nuestras comunidades continúan aplicando nuestro concepto de Itrofill Mogen, en el cual el motor de la sociedad no es la búsqueda de un crecimiento económico o rentabilidad extrema, sino el equilibrio que solo puede entregar una interacción de reciprocidad económica, cultural y social.

Vemos que existen apreciaciones distintas a la nuestra en materia de desarrollo local; para el Estado, empresas forestales y particulares y para los inversionistas. Es preciso entonces normar nuestros Espacios Territoriales, recursos y patrimonio natural, para luego extraer de ellos una rentabilidad que asegure el desarrollo económico nacional. En la misma lógica, establecer en teoría el marco de respeto del medio natural. Por su parte, la equidad social se obtendría, dicen, entregando ocupaciones de precariedad a los mapuche de las comunidades más próximas, las que de esta forma pasarían a jugar un rol de mano de obra a disposición temporal o permanente.

En cambio, nuestras comunidades quieren entregarles a nuestros Espacios Territoriales, recursos y patrimonio natural, una articulación armónica en la cual se conjugue la preservación del medio y la afirmación territorial, todo ello dentro de la lógica de reciprocidad económica para mejorar nuestras condiciones de vida, de afirmar nuestra existencia y derechos, y preservar nuestro medio natural que nos alimenta y cobija.

Así está hablando nuestra gente mapuche lafkenche.

Como usted tal vez sabrá, el hombre y la mujer mapuche –en correspondencia con tal filosofía– se preocuparon, se preocupan, siempre de tomar de la tierra solo lo indispensable. Se carece del sentido de aprovechamiento innecesario de lo que esta ofrece. No hay una relación de poder sobre la naturaleza. Por lo mismo, todo ha de ser preservado. No hay sectores elegidos que deben ser salvados únicamente. De tal manera, por ejemplo, que cuando cortan/cortamos árboles, plantan/plantamos otros, y se pone especial atención en ellos y sus renovales –y en los arbustos y helechos– porque ellos cobijan a los espíritus cuidadores del agua. El agua que debe mantenerse corriente y lo más límpida posible porque representa la situación del espíritu humano. Pero la conquista, la invasión y el exitismo del actual libremercado trajeron y han institucionalizado otros conceptos: erosión, contaminación, campo arrasado y tantas más que usted conoce.

Suele decirse que lo tiernamente diverso es lo que nos enriquece, lo que nos da la posibilidad de tener una visión más amplia del mundo, cada cultura en y con sus obras visibles y/o invisibles; con sus propios ritmos y sentidos de desarrollo. Ese es el aliento que le otorga a su civilización.

Por eso decimos que la cultura que nos legaron nuestros mayores no es una cultura de fetiches ni de monumentos, aquí la palabra es el «monumento», y apunta a una más honda conciencia del espíritu humano, de su diálogo con el corazón para orientar a un mejor vínculo –a través de esa interioridad– con la Madre Tierra.

En tal sentido nuestra gente ha hecho observaciones científicas muy profundas. Gracias a ese afán científico dieron nombre a todo lo existente en la Tierra y a lo observable en el universo físico, sicológico y filosófico. Coincidente con muchas otras civilizaciones, determinaron claramente la influencia –en la Tierra– de Kvyen / la Luna y de Antv / el Sol.

El «calendario» mapuche considera que el mes, kiñe Kvyen un ciclo lunar, tiene veintiocho soles (días); mari kvla Kvyen, trece lunas (meses) son kiñe tripantv / un año, es decir, kvla pataka kayu mari meli antv, trescientos sesenta y cuatro días.

Y determinaron que el inicio del ciclo anual comienza con las lluvias de la Luna de los brotes fríos –pukem, invierno–, que purifican la tierra para la renovación de la naturaleza y para el inicio de los nuevos sueños y sembrados. We Tripantv, o We Tripan Antv, lo llamaron. We: nuevo (a), tripan: salir, Antv: sol. Es decir, Nueva salida del sol.

En el solsticio de invierno, así cantamos:

Meli, meli. Meli, meli

kiñe trafoy metawe mew mvley Antv

Pu rvmentu mew mvley pizeñ

ellkawvligvn ñi logko egvn

ka femlu trokifiñ pu witrunko

nieñmaperkelaeymu kvfvkvfvn

mi piwke

We Tripantv!, pi pu malen

ka ti mulfen nvayu mawvn

Wiñon, pifiñ egvn

fewla pichi wentru ta iñche

Pefimvn ti choyke?

Kvpalmvn kvlon ka triwe

awkantuyiñ awarkuzen awkantun

Meli, meli. Meli, meli

Pvtokoyiñ muzay, mvna azy

Wenu Mapu

mvley pu aliwen ñi nielu pu

mutrug lien

(fey mu azkintuley kom ñi Pewma

ka tvfey chi pu lewfv nawpay

Kvyen mu)

Meli, meli. Meli, meli

eymi iñchu umawtuley Mapu Ñuke

ka puliwen fizkv ko

gaw ta tvfey

Meli, meli. Meli, meli

Ya!, zew mitray ta antv.

Cuatro, cuatro. Cuatro, cuatro

y el Sol en un cántaro quebrado

Entre los juncos los pidenes

esconden sus cabezas

y parece que la vertiente

posee el murmullo de tu corazón

¡We Tripantv!, dicen las niñas

y el rocío recogerá la lluvia

He vuelto, les digo. Ahora soy

un niño

¿han visto al avestruz?

Traigan maquis y laureles

juguemos los juegos de los

antepasados

Cuatro, cuatro. Cuatro, cuatro

Muday bebamos, que hermosos

en el cielo

están los árboles con sus

troncos de plata

(en ellos se miran estos sueños

y los ríos que caen de la luna)

Cuatro, cuatro. Cuatro, cuatro

Contigo he velado Madre Tierra

y en la mañana el agua fresca

es una constelación

Cuatro, cuatro. Cuatro, cuatro

¡Ya!, ha descansado el Sol.

(We Tripantv Año Nuevo o Nuevo Ciclo de la Naturaleza)

Entonces, coincidiendo con el 21 al 22 (epu ka epu= meli, pigeken) de junio del calendario occidental, se celebra el We Tripantv. Es el inicio de un nuevo ciclo de producción, de conversación con la Tierra. Es la fecha, como usted sabe, en que se produce la noche más larga del año y el inicio de las lluvias más intensas que prepara a la naturaleza para acoger y favorecer el maravilloso crecimiento de la nueva vida. Es la imitación que hacemos la gente al lavarnos o bañarnos al inicio de cada jornada de labores, nos dicen.

Año Nuevo. El sol dio un «paso de gallo», kiñe trekan alka, siguen diciendo nuestros antiguos, y las noches comenzarán a acortarse lentamente cediendo su tiempo a la luz. Wvño trekatui pun, la noche retrocede lentamente. Ya!, zew mitray ta antv / ¡Ya!, ha descansado el sol –dicen.

Al amanecer, todavía bajo Wvñelfe / el Lucero del Alba, con una vara se golpea los troncos de los árboles frutales para despertarles la savia. Luego –tocando instrumentos musicales: trutruka, lolkiñ, kullkull, trompe y kaskawilla, para manifestar el contento por la llegada del Nuevo Año–, niños, niñas, jóvenes, adultos y ancianos acudían al estero, la vertiente más cercana, para darse un baño en las tibias y purificadoras aguas de We Tripantv. Después, vueltos hacia el Oriente –donde habita Genechen– se hace Llellipun rogativa, al lado de los árboles frutales donde previamente se dejaron coligüe y ramas de foye canelo, kvlon maqui y triwe laurel.

Enseguida se trae la leña para avivar las llamas del fogón. Se acarrea agua. Se realiza el sacrificio de un animal y de algunas aves. Se desayuna con un sabroso ñachi (sangre, generalmente de ovejuno, cuajada y aliñada con culle o limón, ají y verduras) o apol (bofes rellenos –con sal, ajo, ají– y cocidos) y karitun (crudo de hígado). Luego se continúa con la preparación de abundante comida y muzay (cuyo primer sorbo compartimos con la Madre Tierra).

En el transcurso de la mañana cada cual se da el tiempo para salir a caminar por el campo para encontrarse y conversar con la naturaleza: la gente de la comunidad, el agua, el aire, los cerros, los bosques, los pastos, las piedras, los animales, los insectos, los pájaros, las nubes. Después se reúne la familia para almorzar. Se dirige posteriormente hacia el palituwe –lugar destinado al palín– para mirar y participar en el palikantun, el juego de la chueca.

En algunos sectores existía la costumbre de recibir la visita de familias provenientes de otras comunidades, con las cuales compartían por varios días.

En la noche, a orillas del fogón, las familias compartimos el muzay –bebida de gvlliw piñón, wa maíz o kachilla trigo– y la comida: mvltrvn «catuto» pan de trigo cocido y molido en la kuzi piedra para triturar; millokiñ bolitos de arvejas; puré de piñones; ilo carne; poñi papas con meskeñ –ají tostado y molido–; kako mote de kinwa, de maíz o de trigo; lokro korv sopa con molido de piñón o trigo; kollof cochayuyo; rvmul kofke pan cocido en el rescoldo («las tortillas»), entre otros alimentos.

Hay conversación, hay cantos, cuentos, adivinanzas y se juega awarkuzen el juego de las habas.

También de preferencia en esta fecha suele realizarse el katanpilun (ceremonia de perforación de las orejas de las niñas para ponerle chaway aros, y en que la abuela materna le entrega su nombre a su nieta); el misawvn (dos personas que para recordar y afianzar su amistad comen en un mismo plato); el konchotun (ceremonia de «compadrazgo»); y el lakutun (ceremonia en la que el abuelo paterno le entrega su nombre a su nieto).

Un día de We Tripantv, en Berlín (Alemania Democrática), mi amigo, mi hermano mapuche lafkenche Santos Chávez, en su niñez soñador y pastor de ovejas; y soñador, grabador y pintor en su adultez (aunque «somos unos niños en este mundo», dice), me habla de la poesía de la madera:

Antes de entrar a una academia de arte estaba en mí el deseo de entender a mi propio pueblo, a mi gente. Entender desde un punto de vista siempre positivo, que es lo que me sugería mi relación con la Naturaleza, la geografía donde nací y donde viví gran parte de mi niñez como pastor y mi adolescencia como trabajador campesino.

De dicho mundo aprendí que no hay que ser pretencioso con lo que uno hace. Eso lo sabe toda persona que trabaja la Tierra y que aprecia y vive la morenidad de ella revelándonos su, nuestra, propia morenidad.

Así cada cual se va formando un concepto de lo que ha vivido –o de lo poco que ha vivido–, porque la gente nunca termina de ser, pues nadie jamás podrá decir: «yo lo sé todo». Uno va aprendiendo de vivir. Yo cuando niño tuve un universo abierto: lleno de estrellas, de árboles, de pajaritos, de cabritas, y el Sol.

Entonces, cuando llegué a las artes del grabado, comencé a abordar mucho la cosa geográfica, en el sentido telúrico, en lo que dice relación con el movimiento de la Tierra. En definitiva, comencé de lleno a abordar el misterio del mundo. Elegí el material que más tocaba mis sentimientos: la madera.

Cuando trabajo la madera es como que estoy sintiendo mi tierra, eso me hace retornar –en cualquier lugar que me encuentre– a los caminos de mi niñez; y me hace permanecer abrazando la morenidad que fluye desde mi corazón.

 

El pensamiento es como el viento. El misterio de la vida es como el viento, como aquello que no sabemos cómo –de qué modo– sucederá mañana. Pero si mis manos –y lo que yo siento– me acompañan, mis herramientas pueden hacer silbar el viento en los ojos y el corazón de los que –aquí o en nuestra tierra– miran mis grabados.