La Cosiata

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Los dardos son dirigidos después al contexto cultural trasplantado al Nuevo Mundo. El Correo critica especialmente «el sistema de cerrar la entrada a las luces, como único medio de perpetuar un orden de cosas tan inicuo; y por consecuencia de todos estos principios la corrupción de las costumbres, fruto necesario de la superstición, la esclavitud y la ignorancia»20. La trama de las encomiendas, los repartimientos y las mitas tampoco escapa a la requisitoria21, así como la conducta del monarca reinante. Entre las oscuras pinturas de España bajo las manos del Borbón de turno, la que se copia de seguidas puede ser adecuado compendio:

El manto espantoso del despotismo cubrió todo el hemisferio de Iberia. El altar de la patria fue profanado por las toscas e impías manos del feudalismo y la Inquisición. El sagrado código constitucional fue reemplazado por las sangrientas leyes de Dracón y Calígula. El cetro de hierro derribó los baluartes de la libertad nacional. Los cadalsos, la expatriación, las mazmorras religiosas, la proscripción general del buen sentido y de las luces que vinieron a ser el destino de varones fuertes, de hombres ilustres, de ciudadanos célebres. La España llega a ser lo que Roma bajo Nerón, lamentada de sus hijos y abominada de sus vecinos22.

Después de semejante descripción, los redactores se solazan en la oferta de una «Oración limeña» que se hace famosa entonces. Puede correr de boca en boca.

Padre nuestro que estás en Madrid, bien detestado sea tu nombre; acábese muy pronto tu reinado; no se haga tu voluntad en esta tierra ni en ninguna otra. Déjanos nuestro pan cotidiano; perdónanos los deseos que tenemos de ser libres, así como nosotros perdonamos a los que nos han sacrificado en tu nombre, y no nos hagas sentir más tu opresión; mas líbranos, señor, para siempre de ti y de los tuyos. Amén23.

De la oscuridad del dominio español, el semanario pasa a la presentación de la república que será. Realiza el necesario tránsito de la leyenda negra a la época dorada, del hoyo en desaparición al pináculo inminente. El lienzo no solo necesita tinieblas, sino también promesas.

La presentación del paraíso

Eliminado el viejo orden de cosas, Colombia y América surgirían majestuosas. El siguiente comentario, enviado por «un ciudadano respetable de los Estados Unidos», resume la esencia del planteamiento:

Vuestra estrella brillará con brillante esplendor, mientras que la de otras naciones antiguas se abismará tal vez en una eterna noche. De este modo salen algunas de la barbarie, mientras que otras a paso redoblado marchan hacia ella por medio de la violencia (…) Es el orden necesario de los acontecimientos humanos, que el Viejo Mundo pierda una porción de su luz y que la América adquiera y conserve la suya como una hermosa vestal para los santos fines de la regeneración venidera24.

Partiendo de este principio, «grandes y buenas cosas» anticipa el periódico a sus lectores, en especial un fulgurante camino de progreso para Colombia. La descripción optimista se puede considerar como reactivo de la idea de revolución política:

Esta nueva república de tan vasta extensión, que abraza una de las más hermosas porciones de la tierra, que impone por su posición, cuya riqueza en recursos naturales está fuera del alcance del espíritu humano, y que está llamada, no solamente a ser la más poderosa entre los gobiernos independientes de Sur América, sino también un grande y opulento imperio, comienza a aparecer con esplendor y brillantez eminentemente calculados para interesar los sentimientos y fijar la atención del género humano (…) el corazón y la vista descansan sobre esta tierra de tantas batallas, animada por su felicidad presente y por la anticipación de su grandeza futura25.

Extienden los auspiciosos presagios a toda la América del Sur, cuya potencia material también examinan sin poner freno. Más que todo se refieren a las halagüeñas perspectivas de explotación por las potencias liberales de Europa, especialmente Inglaterra26. Aspectos como la topografía y la bonanza del territorio son tratados con detalle, para concluir asegurando beneficios infinitos para el comercio extranjero27. Después de la guerra, los comerciantes de Europa podrán adquirir sus materias primas, transportarlas y surtir las manufacturas que necesitaba el comercio exterior. Se anuncia un negocio redondo.

Nada detendría el avance del paraíso, según las letras del vicepresidente Francisco Antonio Zea:

Pero reunidos, ¡gran Dios!, ni el imperio de los medos, ni el de los asirios, el de Augusto, ni el de Alejandro pudiera jamás compararse con esa colosal república, que un pie sobre el Atlántico y otro sobre el Pacífico, verá la Europa y la Asia multiplicar las producciones del genio y de las artes, y poblar de bajeles ambos mares para permutarlas por los metales y piedras preciosas de sus minas, y por los frutos aún más preciosos de sus fecundos valles y sus selvas28.

En especial si el pensil es sometido a oportunos retoques. Por eso el proyectismo utilitario se une a los pronósticos de porvenir risueño, especialmente a través de bosquejos sobre inmigración y educación pública. La necesidad del asentamiento de extranjeros se quiere superar con la invitación de «gentes laboriosas», preferiblemente británicas. Dadas las precarias condiciones de empleo en Irlanda, podrían encontrar con su traslado a Colombia un asilo oportuno29. Pero antes que una emigración desordenada, se desea la llegada de familias «que tengan padres e hijos ilustrados, que puedan dar honor a la nación»30. Nada de vínculos con el antiguo régimen, por lo tanto. Se les ofrece la posibilidad de trabajar el café de Caracas, el tabaco del Cauca, la quina de Pitayó, las selvas del Chocó y otras riquezas explotadas hasta entonces con métodos ineficientes31. De allí que también el Correo proponga el traslado de químicos, naturalistas y botánicos «a quienes llaman estas montañas para que de sus minas, sus animales y sus plantas, ofrezcan con su inteligencia al mundo lo que la naturaleza les ha hecho producir»32. Para hacer estable la permanencia de los extranjeros se promoverían matrimonios con hijas de vecinos criollos, que se podían lograr mediante dispensas eclesiásticas que los hiciesen «cómodos y normales». Así los nuevos ciudadanos no serían «irlandesitos», ni «quakeritos», sino colombianos integrales33.

El periódico pone interés en el estado de la educación popular y habla de su transformación. Hace un diagnóstico de su condición precaria, que ahora no atribuye al pasado hispánico sino a las recientes contiendas:

Toda persona sensata gime y se lamenta del atraso y decadencia en que nos hallamos por la falta de instrucción pública, en los 11 años que llevamos de contienda con el español para establecer nuestra independencia y prosperidad. Los colegios y escuelas se han suspendido en casi todo este tiempo, y nuestros jóvenes crecen sin oír otras voces que las de la guerra, ni otro estrépito que el del cañón y el fusil. Esto los hará intrépidos para arrojar el enemigo del seno de la patria; pero concluida la guerra y adquirida la paz (que tal vez no esté lejos) nos hallaremos sin personas que tomen con acierto las riendas del Gobierno, y con una juventud que, si con el ardor militar supo adquirirse la gloria de su patria, sin la instrucción necesaria infaliblemente la perderá34.

Ante el cuadro provocado por las hostilidades propone una gran transformación, pero no detalla los pasos para lograrla. Solo insiste en la necesidad de crear institutos que no se parezcan a los colegios ni a las universidades del pasado. Porque «las escuelas no tanto deben servir para aprender a leer, escribir y contar, cuanto para enseñar en ellas la religión, humanidad, respeto, política, honradez y amor a la patria»35.

Pero se advierte preocupación por la educación de la mujer, cuya desarreglada formación solo había procurado

(…) hacer de ellas unos entes que conserven hasta el sepulcro la frivolidad, la inconstancia, los caprichos y poco juicio de la infancia; olvidándose los hombres que han sido hechas para contribuir a su felicidad más sólida y duradera, y sin que el Gobierno las cuente para nada en la sociedad36.

En el aspecto de la relación de las mujeres con sus maridos llegan a proponer una solución atrevida para los problemas que pudieran suscitarse por la inconveniente educación del «bello sexo»:

Una legislación sensata que permitiese el divorcio remediaría en gran parte la corrupción pública (…) a lo menos impediría que muchas veces, durante todo el curso de la vida, fuese el matrimonio la fuente inagotable de las desgracias domésticas37.

Finalmente anuncian la transformación de la educación militar, para preparar oficiales facultativos que iniciaran la tecnificación del Ejército. Para su formación seleccionarían

(…) «jóvenes iniciados en bellas letras» a quienes se instruiría en Aritmética, Geometría, Trigonometría, Estática y Dinámica, Topografía y Fortificación. Pero se quedan en el pregón, sin agregar otros pormenores38.

Los nuevos héroes

El Correo del Orinoco culmina su mensaje con el ditirambo de las personas que promueven el divorcio político. Mientras en las gacetas realistas se presenta a los revolucionarios como delincuentes, la imprenta de Angostura se esfuerza en la exhibición de sus rasgos más plausibles. Los anónimos soldados de la patria, los letrados de la república, los capitanes que combaten a la monarquía y las ceremonias del nuevo orden político se constituyen, con su prolijo desfile de excelencias, en vehículo para la difusión del objetivo republicano.

Todos los patriotas de Colombia merecen una sentida presentación de su tenacidad revolucionaria:

¿Los cadalsos, las proscripciones, el destierro, las lágrimas y la muerte? Esto es todo lo que ha sido el fruto de las patrióticas empresas de los colombianos perseguidos por la ferocidad española, que se ha complacido en derramar torrentes de sangre americana, y en llevar a donde quiera que ha llegado su mortífera mano, la desolación y la impiedad. ¿Los que han apurado la amarga copa de la desgracia hasta sus heces; los que han resistido en las miserias a las seducciones del oro y los honores con que osó brindarlos la más hipócrita política; los que han se encontrado mil veces en la triste situación que no hallar otro consuelo a sus crecidas penas, que el testimonio de su conciencia y la satisfacción de sepultarse entre las ruinas de su patria; los que deponiendo todo sentimiento de venganza que debieron producir tantas crueldades, tantas infamias, tanta tiranía, han podido en la época de su preponderancia perdonar al enemigo, abrirle la senda a una reconciliación honorífica, y presentar en su conducta arreglada a leyes singulares, ejemplo de humanidad y filantropía, que excitando la admiración del universo cubren de sorpresa y confusión a los protervos secuaces de la tiranía, nuestros opresores y verdugos; los que sobreponiéndose a las preocupaciones que sembró la abolida dominación para separarnos por fantásticas divisiones de clases y casta, han simplificado y unido la causa de la nación, exaltando el mérito y la virtud en donde quiera que se han manifestado; los que sin el aliciente del suelo, sin la esperanza del botín ni del saco, sin un vestido muchas veces con que cubrir su desnudez, y sin otras prendas que sus armas y su valor, han hecho casi todas las campañas, así en los desiertos como en las poblaciones; los que aspirando siempre al firme establecimiento de la república han hecho reunir sus legisladores toda vez que lo han permitido las circunstancias, y han recibido sus preceptos con veneración; los que, en fin, no han trabajado tan infatigablemente sino para tener patria, Gobierno y libertad, ¿merecerán acaso la injuria de ignorantes atrevidos?39

 

Sacrificados y honestos como los patriotas holandeses, templaron su ánimo en el ejercicio de las virtudes domesticas como debieron formarse los héroes de la antigüedad y, más recientemente, Guillermo Tell y Washington. De allí su desprecio del egoísmo partidista y su socrática preocupación por el arte del buen Gobierno40.

Del enaltecimiento panorámico, esencial porque hasta entonces no han circulado exaltaciones contundentes de la sociedad hispanoamericana, pasan a referir casos en cuya conducta se reflejan las virtudes colectivas. En la cabecera de los encomios están los neogranadinos Jorge Tadeo Lozano y Camilo Torres. El primero por sus luces y sacrificios, y el otro por ser la encarnación de una estirpe ilustrada. «Primer jurisconsulto de la Nueva Granada», fue, además,

(…) buen hijo, buen padre, buen esposo y mejor ciudadano. Jamás desmintió la probidad de sus costumbres, ni se puede citar un rasgo de su vida que haya degradado su reputación, a pesar de que no le faltaron enemigos como sujeto de mucho mérito41.

Atribuye cualidades sobresalientes a numerosos letrados venezolanos, como Juan José Mendoza, Gabriel Lindo, Manuel Palacio Fajardo y Juan Germán Roscio. El primero es presentado como hombre de «vida laboriosa, benéfica y patriótica»42, mientras que al padre Lindo se dedica un entusiasta panegírico:

Los muelles morales de su espíritu bajo el peso enorme de las cadenas no habían perdido su elasticidad en más de 70 años de abatimiento y opresión. Nunca se puso de parte de los enemigos de la independencia y libertad desde que conoció la importancia moral y política de este acontecimiento en la América del Sur: nunca maquinó contra ella desde que se convenció que era del orden necesario de las cosas humanas, de una rigurosa justicia y del interés bien entendido de todas las naciones del mundo43.

El bosquejo de la vida de Palacio Fajardo no tiene contención: «patriota virtuoso, médico compasivo, magistrado íntegro, figura inmaculada»44; pero Roscio no queda a la zaga. Repasemos su nota necrológica:

Mil graves y difíciles empleos ocuparon de tal suerte su vida, que puede decirse con verdad que ni un momento respiró sino en servicio de la patria. Su constancia en la adversidad excede a todo encarecimiento: ni las cadenas y mazmorras, ni las miserias y trabajos llegaron a abatir jamás su impávida firmeza o a desviarle un punto de la senda del honor; y aun los déspotas mismos que lo oprimían se vieron obligados a admirar la grandeza de su alma y la superioridad de la virtud. Aunque ya no existe entre nosotros, su memoria vivirá eternamente, y sus escritos elocuentes en que confundió e hizo temblar a los tiranos, defendió la causa de la libertad y sostuvo los derechos de la humanidad, serán siempre leídos con placer y entusiasmo por nuestras más distantes generaciones45.

Como se hace una guerra, los soldados son objeto de copioso encomio. El general José Antonio Anzoátegui y el coronel James Rooke son señalados como modelos entre los adalides46, comparables con los campeones de la antigua Grecia, mientras la musa vuela en el epitafio de Atanasio Girardot:

Vivió para la Patria un solo instante,

Vivió para la gloria demasiado

Y murió vencedor siempre constante.

Sigue el ejemplo ilustre que te ha dado

Si todavía hay tiranos, caminante;

Pero si ya de libertad se goza,

Detente y llora sobre aquesta loza47.

Los autores también se inspiran en las hazañas del general argentino José de San Martín, hasta desembocar en unas rimbombancias motivadas por la batalla de Maipú:

Ni Leónidas al frente de los bravos

Que a Termópilas lleva, ni Milcíades

Al persa altivo en Maratón venciendo,

Tuvieron el valor y genio ardiente

Que te inflamaba en la tremenda lucha48.

Pero en la muestra de las virtudes bolivarianas el Correo llega hasta la hipérbole. Si ha sido generoso en adjetivos para exaltar a los próceres de Colombia, muchos más de los que se han mostrado aquí por razones obvias, ahora los dilapida. El Libertador es el ente superior de quien depende la bienandanza de América. Veamos, por ejemplo, estas letras desbordadas:

La presencia del inmortal Bolívar, semejante a la del Astro hermoso que brilla sobre nuestro Hemisferio, produce por todas partes la salud y la vida, y su carrera puede compararse a las del Orinoco y del Magdalena que van vertiendo en sus orillas la fecundidad y la riqueza (…) Nosotros vemos en este hombre singular no solo el autor de nuestra emancipación, sino el conservador de la libertad, el augusto garante de los derechos del pueblo. Salve mil veces, héroe magnánimo49.

Sus inigualables servicios a la patria eran reconocidos por todos los pueblos, por los jefes revolucionarios de las vecindades —como el chileno O’Higgins y el argentino San Martín50—, por las asambleas de las nuevas naciones hispanoamericanas51 y también por los artistas europeos. Tal el caso de los grabadores parisinos, quienes lo incluyeron en el dibujo de unas medallas que lo colocaban junto a Washington, Kosciuszko y Quiroga, «libertador de los españoles»52.

Hasta Pablo Morillo reconocía su genio53, llegan a asegurar, mientras la prensa de Inglaterra se afanaba en redactar sus biografías. Así, por ejemplo, toman del Times londinense el siguiente extracto:

Nacido en Caracas y por ningún motivo es un aventurero. Promovedor infatigable durante quince años de la libertad de su patria, toma ahora la actitud de un segundo Washington. Descendiente de una familia noble, heredó un patrimonio que le daba 20.000 francos de renta anual que ha consumido en parte para el feliz éxito de una empresa cuya idea le impresionó en medio de los placeres y diversiones de París, adonde había venido para completar su educación. Fue muy bien conocido, doce o quince años ha, en las sociedades de esta capital. Su cara era de español con una impresión muy agradable, ojos negros vivos y ardientes, facciones regulares, mediana estatura, gran facilidad de locución, brillante imaginación, carácter atrevido que no ha sido jamás afectado por el modo con que fue educado. Es activo, ansioso de instrucción y lleno de los conocimientos de su siglo, habiendo seguido todos los cursos de lectura e iniciándose en todos los conocimientos modernos. Íntimo amigo del ilustre Humboldt y de Bonpland, con quienes viajó largo tiempo, atravesó con el fin de estudiar los hombres la Francia, la Inglaterra, Italia, Suiza y parte de Alemania. En estas circunstancias se dio a conocer bajos los auspicios del general Miranda, quien puso en sus manos aquel sable que ha sabido manejar tan bien. Los gustos y hábitos de su primera vida parece que le señalaban para un destino diferente54.

También es criatura de las luces europeas, por consiguiente, figura moldeada por las enseñanzas de los maestros del mundo moderno que evitaron que fuera otro aristócrata inútil del criollaje. Unas afirmaciones tomadas de la Gaceta Federal de Baltimore, después de hacer unos trazos biográficos, llegan a la siguiente conclusión:

¿Pero cuánto no debe la generación actual, y cuánto no deberán las edades venideras a BOLÍVAR? Aquel hombre, aquel genio titular, aquel patriota generoso y decidido, que no ha tenido la ventaja de ser elegido para mandar sus ejércitos por un pueblo unido, sino que podemos decir, sin equivocación, que él ha criado un pueblo; y con la fuerza de su propio genio y de su ejemplo ha levantado un Estado libre en el desierto que había dejado el despotismo desolador55.

Pero a los espaldarazos de la modernidad y a la alabanza de su genialidad se añade, desde luego, el relato de sus hazañas bélicas:

Gámeza, Vargas, Bonza… en estos sitios

se llena de pavor la tiranía

huyendo como el tigre en la espesura

para que el cazador no lo persiga56.

Y el reportaje de los festejos dispuestos para su obsequio, aparte de la narración de las celebraciones de San Simón, realizadas en toda Colombia, destaca la relación de su imponente entrada a Bogotá. El Libertador llegó precedido de cuatro heraldos que anunciaban con clarines dorados su «presencia augusta», mientras ocho batidores despejaban el tránsito para un cortejo que formaban el procurador del Cabildo, los regidores y alcaldes ordinarios, los ministros del Tesoro, los funcionarios de la Casa de la Moneda, fiscales y magistrados de la Alta Corte y el gobernador político. Tras ellos cabalgaba el héroe, caballero en bestia ricamente enjaezada, acompañado por los generales Santander y Anzoátegui, Estado Mayor y edecanes.

La marcha era lenta y majestuosa; un golpe armonioso de música guerrera llevaba a los corazones la admiración, el respeto y el entusiasmo inexplicables. Las calles de todo el paseo estaban aseadas, blanqueadas y pintadas de antemano con simetría y belleza. El precioso damasco en sus diversos colores adornaba las puertas, ventanas y balcones de los edificios, que estaban colmados, así como las calles, de un pueblo inmenso. Siete arcos triunfales de bastante elevación y adornados con una magnífica sencillez, estaban erigidos a proporcionadas distancias en el espacio que debía recorrerse. Unos estaban vestidos de color encarnado, otros del amarillo, del azul, del blanco, y otros eran tricolores. Tenían tres puertas. Por la más grande y elevada, que quedaba en el centro, entraba únicamente el General triunfante, y por las otras dos pasaban todos los demás57.

Fue conducido a la catedral para su recepción por el Cabildo Eclesiástico, el rector de la universidad, los prelados de las religiones y los síndicos de los monasterios. Oyó entonces el Te Deum «con profunda veneración». En la plaza Mayor le esperaban los honores de la corona de laurel y, en la noche, con los personajes encumbrados de la sociedad, una recepción donde «el waltz, la contradanza, los minuetes, todos los bailes acostumbrados se ejecutaron con primor y gallardía»58.

La descripción de otras aglomeraciones procura el fomento de los sentimientos colectivos que necesita la república en ciernes. Por ejemplo, los actos conmemorativos del 19 de abril de 1810 en Caracas, así como las fiestas por el aniversario de la creación de Colombia. El semanario destaca las alegrías de Guayana por el natalicio de la patria, rodeadas por un cuadro de alegorías y jeroglíficos alusivos al inicio de un suceso estelar. Entre ellos la unión de los pueblos «figurada en dos manos», el Argos de la Vigilancia y alusiones a Ceres, Neptuno y Minerva, patrones clásicos de la agricultura, el comercio y las ciencias59. Desde luego que la conmemoración de las batallas victoriosas ocupa lugar prominente en el calendario que se inaugura, especialmente el regocijo por el triunfo de Carabobo.

 

¿Qué sucede entonces en Caracas?

Todos se disponían al placer (…) las calles se aseaban, se entapizaban, en sus muros se ejecutaban otros trabajos del día; y entre un murmullo festivo y una alegre algazara se acercaba la noche, en la cual habían de principiarse las diversiones del pueblo, que inquieto se miraba recorrer en grupos las calles y las plazas. Millares de luces disiparon después las tinieblas: el cristal reluciente brillaba por todas partes; sus resplandores eclipsaron para nosotros el de las estrellas, y más hermosa entonces la tierra que los cielos, el hombre disfrutó el más bello día de su propia creación60.

En la capilla universitaria se colocó un «hermoso transparente» que representaba a Hércules y a Minerva en una columna de la inmortalidad coronada por el busto de Bolívar, y se ordenaron coronas de mirto para los generales Páez, Anzoátegui y Santander. La sociedad se reconoce en sus héroes, o el Correo hace pertinaces operaciones para que suceda así.

Es evidente cómo trabaja el periódico en la creación de un santoral distinto al de la ortodoxia, y en la redacción de un catálogo de sucesos orientado a la formación de una clientela para la república que se está estrenando, capaces de relacionar a amplias capas de la sociedad con un designio que da sus primeros pasos sin que antes se hubiera pensado con seriedad en que los daría. Un acervo de ideas para la desaparición del coloniaje inicia la revista de las novedades, pregonadas por unos pensadores que antes pasaban por pecadores y ahora explican las razones de la libertad y las cargas de la tradición como nadie había hecho, en plena calle, sin recato y con dinero público. Colombia es anunciada como hija de unos filósofos que causaban pavor, pero que ahora se venden como tutores de una epopeya surgida de las entrañas de un pasado abominable que se convierte, sin que nadie explique cabalmente la evolución, en torneo de paladines ilustrados y bizarros. Un conjunto de publicistas nuevos en la plaza quiere lectores igualmente flamantes para que escriban, calcando sus planas, el primer capítulo de una época sobrehumana que nadie tenía calculada de veras, pero sobre cuya existencia se ofrecen garantías en un impreso que acude a la autoridad de unos autores reverenciados por la modernidad, o a la invención de un pasado que cambia el encarecimiento por el desprecio para que comience una historia diversa.

Una historia jamás contada, debido a que se escribe para que el mañana quede en manos de un género humano que había tenido hasta entonces papel subalterno o marginal, y de cuyo seno surgen unas figuras llamadas a enderezar el rumbo de la sociedad, entre ellas una luminaria irrebatible. Unos individuos de quienes jamás se había hablado con entusiasmo debido a que el protagonismo solo se había manifestado en las líneas del conquistador, pero que ahora retan con sus excelencias hasta extremos sorprendentes. El paisaje administrado por ellos sería otra cosa, las cualidades del trabajo harían milagros, la ignorancia se cambiaría por la ciencia, la opulencia sustituiría a la pobreza, la equidad terminaría con la injusticia. El Correo del Orinoco adelanta una construcción insólita que el futuro debe refrendar.

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