Mensajes para los jóvenes

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El dominio de la imaginación

Deberías dominar tus pensamientos. No será esto tarea fácil; no lo puedes realizar sin severo y serio esfuerzo. Sin embargo, eso es lo que Dios requiere de ti; es el deber que descansa sobre todo ser responsable. Eres responsable ante Dios de tus pensamientos. Si fomentas ideas vanas, y permites que tu mente se espacie en temas impuros, en cierta medida eres tan culpable ante Dios como si llevaras a la práctica tus pensamientos. Todo lo que impide la acción es la falta de una oportunidad.

Soñar de día y de noche y construir castillos en el aire son hábitos malos y excesivamente peligrosos. Cuando se han arraigado, es casi imposible quebrar esos hábitos y dirigir los pensamientos a temas puros, santos y elevados. Tendrás que transformarte en una fiel centinela de tus ojos, oídos y sentidos si quieres controlar tu mente y evitar que los pensamientos vanos y corruptos manchen tu ser. Sólo el poder de la gracia puede cumplir esta muy deseable obra. Eres débil en este sentido.

El sometimiento de las pasiones y los afectos

Te has vuelto díscola, atrevida y osada. La gracia de Dios no tiene lugar en tu corazón. Sólo por el poder de Dios puedes colocarte en una posición que te permita recibir su gracia, ser un instrumento de justicia. No sólo requiere Dios que controles tus pensamientos, sino también tus pasiones y afectos. Tu salvación depende de que te gobiernes en estas cosas. Las pasiones y los afectos son agentes poderosos. Si se utilizan mal, si se ponen en marcha por motivos equivocados, si se los dirige hacia objetivos equivocados, serán poderosos para arruinarte y convertirte en una miserable piltrafa, sin Dios y sin esperanza.

La imaginación debe ser positiva y persistentemente controlada si se desea sujetar las pasiones y los afectos a la razón, la conciencia y el carácter. Estás en peligro, porque estás a punto de sacrificar tus intereses eternos ante el altar de la pasión. La pasión está obteniendo el manejo positivo de tu ser entero. ¿Qué clase de pasión? La de una naturaleza baja y destructora. Si cedes a ella, amargarás la vida de tus padres, acarrearás tristeza y vergüenza a tus hermanas, sacrificarás tu propio carácter, y perderás el cielo y una vida gloriosa e inmortal. ¿Estás dispuesta a hacer esto? Te ruego que te detengas donde estás. No avances ni un paso más en tu proceder terco y caprichoso, porque ante ti están la desgracia y la muerte. A menos que domines tus pasiones y afectos, ciertamente te desprestigiarás a ti misma y a todos los que te rodean, y traerás la desgracia a tu carácter por el resto de tu vida.

Eres desobediente a tus padres, impertinente, desagradecida e impía. Estos miserables rasgos de carácter son los frutos de un árbol corrupto. Eres atrevida. Te gustan los muchachos y te encanta hacerlos el tema de tu conversación. “De la abundancia del corazón habla la boca”.27 Los hábitos se han fortalecido y te controlan, y aprendiste a engañar para llevar adelante tus propósitos y cumplir tus deseos (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 496-498).

27 Mateo 12:34.

19
La fortaleza de carácter obtenida por la lucha

Los primeros treinta años de la vida de Cristo transcurrieron en la oscura aldea de Nazaret. La maldad de los habitantes de esta aldea era proverbial; de aquí la pregunta de Natanael: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”28

Poco dicen los evangelistas en cuanto a la vida temprana de Cristo. Exceptuando un breve relato de su ida a Jerusalén en compañía de sus padres, tenemos sólo la sencilla declaración: “Y el niño crecía, se fortalecía y se llenaba de sabiduría. Y la gracia de Dios estaba sobre él”.29

Cristo es nuestro ejemplo en todas las cosas. De acuerdo con la providencia de Dios, su vida temprana transcurrió en Nazaret, donde los habitantes eran de tal carácter, que él se encontraba continuamente expuesto a las tentaciones y necesitaba estar en guardia para permanecer puro y sin mancha entre tanto pecado y maldad. Cristo mismo no escogió ese lugar. Su Padre celestial se lo eligió, para que su carácter fuese probado de diversos modos. La vida temprana de Cristo fue sometida a severas pruebas, dificultades y conflictos con el fin de que desarrollase el carácter perfecto que lo convierte en ejemplo perfecto para los niños, los jóvenes y los adultos.

Los niños y jóvenes están frecuentemente colocados en un ambiente que no es favorable para la vida cristiana, y ceden fácilmente a las tentaciones, alegando como excusa por su conducta pecaminosa que el ambiente es desfavorable para ellos. Cristo escogió el retiro, y mediante una vida industriosa, que mantenía activas sus manos, no invitó a la tentación, sino que se mantuvo alejado de la compañía de aquellos cuya influencia era corruptora. Cristo recorrió el camino más desparejo que hayan de transitar alguna vez los niños y los jóvenes. No le tocó en suerte una vida de abundancia e indolencia. Sus padres eran pobres y dependían de su trabajo diario para ganar el sustento; por tanto, la vida de Cristo fue una vida de pobreza, abnegación y privaciones. Compartió con sus padres su vida de laboriosidad diligente.

La pureza no depende de las circunstancias

Nadie será jamás llamado a perfeccionar un carácter cristiano bajo circunstancias más desfavorables que las que rodearon a nuestro Salvador. El hecho de que Cristo viviera treinta años en Nazaret, lugar del cual muchos consideraban una maravilla que saliese algo bueno, es un reproche para los jóvenes que piensan que su carácter religioso debe conformarse a las circunstancias. Si el ambiente de los jóvenes es desagradable y positivamente malo, muchos hacen de esto una excusa para no perfeccionar un carácter cristiano. El ejemplo de Cristo sería un reproche para la idea de que sus seguidores han de depender del lugar, la fortuna o la prosperidad para vivir vidas sin culpa. Cristo les enseñaría que su fidelidad haría honorable cualquier puesto, por humilde que sea, al cual los haya llamado la providencia de Dios.

La vida de Cristo tuvo por objeto mostrar que la pureza, la estabilidad y la firmeza de principios no dependen de una vida libre de dificultades, pobreza y adversidad. Cristo soportó sin murmurar las pruebas y privaciones de que se quejan muchos jóvenes. Y esta disciplina es la experiencia que necesitan los jóvenes, la que dará firmeza a sus caracteres y los hará como Cristo, fuertes en espíritu para resistir la tentación. Si se separan de la influencia de quienes los harían descarriar y corromperían su moral, no serán vencidos por los ardides de Satanás. Orando diariamente a Dios, recibirán de él sabiduría y gracia para soportar el conflicto y las severas realidades de la vida y salir victoriosos. Sólo se puede conservar la fidelidad y la serenidad de la mente mediante la vigilancia y la oración. La vida de Cristo fue un ejemplo de energía perseverante que no se dejó debilitar por el vituperio, el ridículo, la privación o las dificultades.

Lo mismo debería ocurrir con los jóvenes. Si aumentan para ellos las pruebas, deben saber que Dios está probando su fidelidad. Y en el mismo grado en que mantienen la integridad de carácter bajo circunstancias desalentadoras, aumentarán su fuerza, estabilidad y poder para resistir, y se fortalecerán en espíritu (The Youth’s Instructor, marzo de 1872).

La muerte antes que la deshonra

Prefiramos la pobreza, el oprobio, la separación de nuestros amigos, o cualquier sufrimiento, antes que contaminar al ser con el pecado. El lema de todo cristiano debiera ser: “La muerte antes que el deshonor o la transgresión de la ley de Dios” (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 137).

28 Juan 1:46.

29 Lucas 2:40.

20
Cómo resistir la tentación

Los que son participantes de la naturaleza divina, no cederán a la tentación. El enemigo está trabajando con todo su poder para vencer a los que se esfuerzan por vivir la vida cristiana. Con la esperanza de que cedan, los tienta. Así espera desanimarlos. Pero los que han asentado firmemente sus pies en la Roca de los siglos, no cederán a sus estratagemas. Recordarán que Dios es su Padre y Cristo su Ayudador. El Salvador vino a este mundo a traer fuerza a cada persona tentada y probada para que venza, así como él venció. Yo conozco el poder de la tentación; yo conozco los peligros que yacen en el camino; pero sé también que hay provisión de fuerza suficiente para cada momento de necesidad, para los que están luchando contra la tentación.

Hay que evitar las tentaciones innecesarias

“Pero Dios es fiel, y no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir. Antes, junto con la tentación os dará también la salida, para que podáis soportar”.30 Y también a nosotros nos toca una parte que realizar. No nos hemos de colocar innecesariamente en el camino de la tentación. Dios dice: “Salid de en medio de ellos, y apartaos... No toquéis lo impuro, y yo os recibiré. Y seré vuestro Padre, y vosotros seréis mis hijos e hijas”.31 ¿Cómo podemos esperar que Dios nos guarde de caer, si por la asociación con los mundanos en busca de placer, por nuestra conformidad con prácticas mundanales, por la unión de nuestros intereses con los incrédulos, colocamos nuestros pies en la senda de la tentación y el pecado?

 

Manténganse alejados de las influencias corruptoras del mundo. No vayan espontáneamente a lugares donde las fuerzas del enemigo se hallan poderosamente atrincheradas.

No vayan a donde han de ser tentados y descarriados. Pero si tienen un mensaje para los incrédulos, y si viven tan cerca de Dios que pueden hablarles una palabra a tiempo, pueden hacer una obra que los ayudará y honrará a Dios. Jesús dijo: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno”32 (Review and Herald, 14 de abril de 1904).

El deber antes que la inclinación

Cuando los jóvenes intenten romper con el dominio de Satanás, él redoblará sus tentaciones. Sacando ventaja de la ignorancia y la inexperiencia de ellos, intenta oscurecer la distinción entre el bien y el mal. Se transforma en un ángel de luz, y con engañosas promesas de placer los induce a entrar en su sendero prohibido. Si los jóvenes han formado el hábito de seguir la inclinación antes que el deber, hallarán difícil resistir la tentación. No ven el peligro de entregarse, aunque sea una sola vez, a los placeres prohibidos. Las sugestiones de Satanás despertarán todo vestigio de depravación que haya en el corazón (The Signs of the Times, 19 de enero de 1882).

30 1 Corintios 10:13.

31 2 Corintios 6:17, 18.

32 Juan 17:15.

21
La falacia del pecado

Nada es más traicionero que la falacia del pecado. Es el dios de este mundo que engaña, ciega y conduce a la destrucción. Satanás no expone todas sus tentaciones a la vez. Las disfraza con una máscara de bien. Mezcla con diversiones y extravagancias algunas pequeñas ventajas, y los seres engañados dan como excusa que el tener parte en ellas reporta un gran bien. Esta es sólo la parte engañosa. Son las artes infernales de Satanás enmascaradas. Las personas engañadas dan un paso y se preparan para el siguiente. Es mucho más placentero seguir las inclinaciones del corazón que estar a la defensiva y resistir la primer insinuación del astuto enemigo, y así impedir sus intrusiones.

Oh, ¡cómo acecha Satanás para ver cuán fácilmente se toma su carnada, y para ver a las personas andar precisamente en la senda que él ha preparado! Él no quiere que abandonen la apariencia de oración y prácticas religiosas, pues así puede hacerlos más útiles en su servicio. Une su sofistería y sus trampas engañosas con la experiencia y la profesión de fe de ellos, y así hace progresar maravillosamente su causa.

El examen de sí mismo

Existe la necesidad de examinarse íntimamente y de preguntarse a la luz de la Palabra de Dios: “¿Soy íntegro o corrupto de corazón? ¿Estoy renovado en Cristo o soy todavía carnal de corazón, cubierto sólo exteriormente con un vestido nuevo?” Acérquense al tribunal de Dios y observen, como a la luz de Dios, si hay algún pecado secreto, alguna iniquidad, algún ídolo que no hayan sacrificado. Oren, sí, oren como nunca antes para que no sean engañados por lo ardides de Satanás; para que no se entreguen a un espíritu descuidado, indiferente, vano y presten atención a los deberes religiosos para acallar la propia conciencia...

Uno de los pecados que constituyen una de las señales de los últimos días es que los cristianos profesos son amadores de los placeres más que de Dios. Traten sinceramente con sus propios seres. Investiguen cuidadosamente. Cuán pocos, después de un examen fiel, pueden levantar la vista al cielo y decir: “No soy uno de los así descritos. No soy un amador del placer más que de Dios”. Cuán pocos pueden decir: “Estoy muerto para el mundo; la vida que ahora vivo es por la fe del Hijo de Dios. Mi vida está escondida con Cristo en Dios, y cuando aquel que es mi vida aparezca, yo también apareceré con él en gloria”.

¡El amor y la gracia de Dios! ¡Oh preciosa gracia, más valiosa que el oro fino! Eleva y ennoblece el espíritu por encima de todos los demás principios. Coloca el corazón y los afectos en el cielo. Mientras los que nos rodean se ocupan en vanidades mundanas, placeres y frivolidades, nuestra conversación está en el cielo, de donde esperamos al Salvador; el ser se dirige a Dios para obtener perdón y paz, justicia y verdadera santidad. El trato con Dios y la contemplación de las cosas de arriba transforman a la persona a la semejanza de Cristo (Review and Herald, 11 de mayo de 1886).

22
Una advertencia contra el escepticismo

Siento la más intensa angustia por nuestra juventud. Los amonesto, como quien conoce el peligro, que no se dejen entrampar por Satanás, por medio del pequeño conocimiento científico que puedan haber adquirido. Es mejor tener un corazón puro y humilde que toda la ciencia que puedan obtener sin el temor del Señor.

Es probable que los jóvenes de hoy encuentren a escépticos e incrédulos dondequiera que vayan, por lo cual, ¡cuán necesario es que vayan equipados de modo que puedan dar razón de su esperanza con mansedumbre y temor! Tomás Paine ha pasado al sepulcro, pero sus obras viven para maldecir al mundo, y quienes dudan de la verdad de la Palabra de Dios colocarán estas producciones incrédulas en manos de los jóvenes inexpertos para llenar su corazón de la atmósfera ponzoñosa de la duda. El espíritu de Satanás obra mediante los hombres impíos para llevar a cabo sus ardides para la ruina de las personas.

El peligro de la relación con los escépticos

Vivimos en una época de disipación, y los hombres y los jóvenes son atrevidos en el pecado. A menos que nuestra juventud sea guardada en santidad, y fortificada por principios firmes, y ejerza un mayor cuidado en la elección de sus compañeros y de las publicaciones que nutren su mente, será expuesta a una sociedad cuyas normas son tan corrompidas como fueron las de los habitantes de Sodoma. La apariencia de las personas del mundo puede ser muy atrayente, pero si éstas continuamente sugieren dudas en cuanto a la Biblia, son compañías peligrosas, pues tratarán constantemente de minar los cimientos de la fe, de corromper la escrupulosidad de la religión antigua, evangélica.

Los jóvenes se relacionan a menudo con personas de tendencias escépticas, y sus padres ignoran el hecho hasta que se consuma la terrible obra del mal y los jóvenes quedan arruinados. Se debería instruir diligentemente a los jóvenes para que no sean engañados en cuanto al verdadero carácter de tales personas, y no formen amistades con ellas, ni escuchen sus palabras de sarcasmo y sofistería. A menos que nuestros jóvenes tengan valor moral como para cortar la relación con esas personas cuando descubran su incredulidad, serán entrampados y pensarán y hablarán como tales amistades lo hacen, expresándose con liviandad sobre la religión y la fe de la Biblia.

La confianza propia y la ceguera

Si pudiesen ser abiertos los ojos de los jóvenes engañados, verían la mirada maliciosa y de triunfo con que Satanás contempla su éxito en arruinar a las personas. Trata, por todo medio concebible, de adaptar sus tentaciones a las distintas disposiciones y circunstancias de aquellos a quienes desea enredar. Ensayará todo ardid, y si los que son objeto de estas tentaciones no buscan a Dios, serán cegados para no ver sus engaños, y se sentirán confiados en sí mismos, autosuficientes, ignorando su condición y su peligro. Pronto llegarán a despreciar la fe entregada una vez a los santos.

Hablo a los jóvenes como persona que sabe, a quien el Señor ha puesto de manifiesto los peligros que acompañan la senda por donde van. La confianza en ustedes mismos los conducirá a la trampa del enemigo. Los jóvenes no piden consejo a Dios ni lo hacen su refugio y fortaleza. Entran en sociedad con plena seguridad, confiados en que son enteramente capaces de escoger lo bueno y de comprender los misterios divinos por medio de sus facultades de raciocinio, como si pudiesen descubrir la verdad por sí mismos.

Tememos más por los que confían en sí mismos que por cualquiera de los otros, pues serán atrapados ciertamente en la red tendida por el gran adversario de Dios y del hombre. Alguna persona elegida como amigo familiar y que ha sido manchada con la corrupción de la duda, instilará su levadura de incredulidad en las mentes de esta clase. Conquistará su atención adulándolos ampliamente por su talento, por su superioridad intelectual, incitándolos a ambicionar una elevada posición, y la atrofia moral se manifestará en ellos. Los que se exaltan en su propia opinión, despreciarán la sangre del Sacrificio expiatorio y contrariarán al Espíritu de gracia.

Quizá sean los hijos de padres observadores del sábado, que han tenido gran luz y han sido el objeto de la más tierna solicitud, los que dejen una herencia vergonzosa, los que siembren viento y recojan torbellino. En el juicio, los nombres de los que han pecado a despecho de una gran luz, se hallarán escritos con los de los que estén condenados a estar separados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. Se perderán y serán contados entre los despreciadores de la gracia de Cristo.

Preferiría ver a mis hijos en el sepulcro, antes que verlos tomar el camino que conduce a la muerte. El hecho terrible de que yo hubiera alimentado hijos para que pelearan contra el Dios del cielo, para que engrosaran las filas de los apóstatas en los últimos días, para que marcharan bajo la negra bandera de Satanás, sería ciertamente para mí un pensamiento horroroso.

Se necesita valor moral

Nuestros jóvenes hallarán tentaciones por todas partes, y deben ser educados de tal modo que dependan de un poder y una enseñanza superiores a los que pueden dar los mortales. Por todas partes hay despreciadores de nuestro Señor que habitualmente arrojan su menosprecio contra el cristianismo. Lo llaman juguete de niños inventado para embaucar la credulidad de los ignorantes.

Los que no tienen poder moral, no pueden defender la verdad; no tienen valor para decir: “A menos que cese esta conversación, no puedo permanecer en su presencia. Jesús, el Redentor del mundo, es mi Salvador; en él se concentra mi esperanza de vida eterna”. Pero es exactamente el modo de hacerlos callar. Si arguyen con ellos, tendrán argumentos para hacerles frente y nada de lo que digan los conmoverá; pero si viven para Cristo, si son firmes en la fidelidad al Dios del cielo, harán por ellos lo que los argumentos no pueden hacer, y por el poder de la piedad los convencerán de la falacia de sus doctrinas.

No hay espectáculo más triste que el que dan los que han sido comprados por la sangre de Cristo, los que han sido dotados de talentos con los cuales glorificar a Dios, al burlarse de los mensajes que generosamente les han sido enviados en el evangelio, al negar la divinidad de Cristo, y al confiar en su razonamiento finito y en argumentos que no tienen fundamento. Cuando sean puestos a prueba por la aflicción, cuando se vean cara a cara con la muerte, todas estas falacias que han acariciado se desvanecerán como la escarcha se derrite al sol.

¡Cuán terrible es estar junto al ataúd de quien ha rechazado los llamamientos de la misericordia divina! Cuán terrible es decir: “He aquí una vida perdida. ¡Aquí está quien pudo haber alcanzado la más elevada norma y obtenido la vida inmortal, pero entregó su vida a Satanás, llegó a enredarse en las vanas filosofías de los hombres y fue juguete del maligno!” La esperanza del cristiano es como ancla para el ser, segura y persistente, y entra hasta dentro del velo, adonde ha entrado por nosotros Cristo, el Precursor. Tendremos que hacer una obra individual en preparación para los grandes acontecimientos que nos esperan.