Mensajes para los jóvenes

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Llamados a un elevado destino

¡Ojalá los jóvenes apreciasen el elevado destino al cual son llamados! Examinen bien el sendero que siguen sus pies. Comiencen su obra con elevado y santo propósito y determinen que, por el poder y la gracia de Dios, no se apartarán de la senda de la rectitud. Si empiezan a ir en la dirección equivocada, cada paso estará lleno de peligro y desastre, y seguirán desviándose del camino de la verdad, la seguridad y el éxito. Ustedes necesitan que el poder divino fortalezca su intelecto y avive sus energías morales.

La causa de Dios requiere las facultades más elevadas del ser, y en muchos campos hay necesidad urgente de jóvenes que tengan aptitudes literarias. Hay necesidad de hombres a quienes se pueda confiar el trabajo en campos extensos que hoy están blancos para la cosecha. Los jóvenes de aptitudes comunes, que se entreguen completamente a Dios, que no estén corrompidos por el vicio y la impureza, tendrán éxito y serán habilitados para hacer una gran obra para Dios. Atiendan los jóvenes la amonestación, y sean de mente sobria.

¡Cuántos jóvenes han malgastado en insensateces y disipación la fuerza que Dios les ha dado! ¡Cuántas historias dolorosas recuerdo de jóvenes que, por entregarse a hábitos viciosos, han llegado a ser mental, moral y físicamente náufragos humanos! Sus organismos están arruinados, y la utilidad de su vida grandemente menoscabada por haberse entregado a placeres ilícitos.

Jóvenes indiferentes y descuidados de hoy, les ruego que se conviertan y lleguen a ser colaboradores con Dios. Sea el tema de estudio de su vida beneficiar y salvar a otros. Si buscan la ayuda de Dios, su potencia, obrando en ustedes anulará todos los poderes opositores y serán santificados mediante la verdad. El pecado prevalece de una manera alarmante entre los jóvenes de hoy día, pero sea el propósito de ustedes hacer cuanto puedan para rescatar a las personas del poder de Satanás.

Ser portadores de luz

Lleven la luz a dondequiera que vayan; muestren que tienen fortaleza de propósito, que no son indecisos, ni se dejan llevar fácilmente por las persuasiones de los malos compañeros. No den presto asentimiento a las sugerencias de los que deshonran a Dios; antes bien, traten de reformar, restaurar y salvar a las personas del mal.

Recurran a la oración, persuadan con mansedumbre y humildad de espíritu a los que se oponen. Un ser humano salvado del error y puesto bajo el estandarte de Cristo producirá gozo en el cielo y añadirá una estrella a la corona de regocijo de ustedes. El ser salvado, mediante su influencia piadosa traerá a otros al conocimiento de la salvación, y así la obra se multiplicará y sólo las revelaciones del día del juicio pondrán de manifiesto su extensión.

No vacilen en trabajar por el Señor porque les parezca que es poco lo que pueden hacer. Hagan ese poco con fidelidad, pues Dios obrará junto con sus esfuerzos. Él escribirá en el libro de la vida los nombres de ustedes, como nombres de quienes son dignos de entrar en el gozo del Señor. Roguemos fervientemente a Dios porque se levanten obreros, pues los campos están blancos para la siega; la cosecha es grande y los obreros son pocos...

Tener ideas amplias

Los jóvenes deberían tener ideas amplias, planes sabios, para sacar el mayor provecho de sus oportunidades e imbuirse de la inspiración y el valor que animaban a los apóstoles. Juan dice: “Os escribí a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, la Palabra de Dios mora en vosotros y habéis vencido al maligno”.3 Se presenta a los jóvenes una norma elevada, y Dios los invita a emprender un verdadero servicio por él. Los jóvenes de corazón recto que se deleitan en aprender en la escuela de Cristo, pueden hacer una gran obra por el Maestro si tan sólo quieren prestar oído a la orden del Capitán, tal como ha resonado a lo largo de las filas hasta nuestro tiempo: “Portaos varonilmente, y esforzaos”.4

Ustedes han de ser hombres que anden humildemente con Dios, que permanezcan delante de él con la virilidad por él impartida, libres de impureza, libres de toda contaminación, de la sensualidad que corrompe a esta época. Han de ser hombres que desprecien toda falsedad y maldad, que se atrevan a ser veraces y valientes, que mantengan en alto el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel. Sus talentos aumentarán a medida que los usen para el Maestro y serán considerados preciosos por aquel que los compró a un precio infinito. No se sienten ni dejen de hacer algo simplemente por no poder hacer algo grande; antes bien, hagan todo lo que les viniere a la mano para hacer, en forma cuidadosa y enérgica...

El llamado a alistarse

Cristo pide voluntarios que se alisten bajo su estandarte y sostengan ante el mundo la bandera de la cruz. La iglesia languidece por falta de la ayuda de jóvenes que den un testimonio valiente, que con celo ardoroso aticen las indolentes energías del pueblo de Dios, y aumenten así el poder de la iglesia en el mundo. Se necesitan jóvenes que resistan la marea de mundanalidad y eleven una voz de advertencia contra los primeros pasos de la inmoralidad y el vicio.

Pero los jóvenes que quieren servir a Dios y entregarse a su obra, deben primero limpiar el templo de su ser de toda impureza y entronizar a Cristo en el corazón; entonces estarán habilitados para poner energía en su esfuerzo cristiano y manifestarán celo entusiasta para persuadir a los hombres a reconciliarse con Cristo. ¿No quieren los jóvenes responder a la invitación de Cristo y contestar: “Aquí estoy, envíame a mí”?5 Jóvenes, pónganse resueltamente a la vanguardia, y muéstrense como colaboradores de Cristo, emprendiendo la obra donde él la dejó, para llevarla a su terminación (Review and Herald, 16 de junio de 1891).

Elementos esenciales del carácter

Dios no ordena que los jóvenes tengan menos aspiraciones. Los rasgos de carácter que dan éxito y honores a un hombre entre sus semejantes; el deseo inextinguible de algún bien mayor; la voluntad indomable; los esfuerzos arduos; la perseverancia incansable, no deben eliminarse. Por la gracia de Dios, deben encauzarse hacia fines que superen los intereses egoístas y temporales como los cielos son más altos que la Tierra (Patriarcas y profetas, pp. 651, 652).

2 Gálatas 6:7, 8.

3 1 Juan 2:14.

4 1 Corintios 16:13.

5 Isaías 6:8.

3
Tratar de agradarle

El Señor tiene una obra especial que hacer por nosotros individualmente. Al ver la maldad del mundo puesta de manifiesto en los tribunales de justicia y publicada en los diarios, acerquémonos a Dios y, por medio de una fe viva, echemos mano de sus promesas, para que la gracia de Cristo se manifieste en nosotros. Podemos ejercer una influencia, una influencia poderosa en el mundo. Si nos acompaña el poder convincente de Dios, seremos capaces de conducir a las personas del pecado a la conversión.

Nuestra sencillez realizará buena parte de esta obra. No debemos tratar de ascender hasta ocupar puestos elevados, ni conquistar la alabanza de los hombres. No debiéramos tener por meta el ser superiores a los demás. Debemos tener por único blanco la gloria de Dios. Debemos trabajar con toda la inteligencia que Dios nos ha dado, colocándonos donde fluye la luz, para que la gracia de Dios pueda derramarse sobre nosotros para amoldarnos y conformarnos a la semejanza divina. El cielo está esperando otorgar sus más ricas bendiciones a los que quieran consagrarse para hacer la obra de Dios en estos últimos días de la historia del mundo. Seremos probados; tal vez debamos pasar noches en vela; pero pasemos esos momentos en oración ferviente a Dios, con el fin de que él nos dé entendimiento y avive nuestra mente para discernir los privilegios que nos pertenecen (Review and Herald, 1º de abril de 1909).

4
Normas para alcanzar el éxito

“Venerar al Señor es el principio de la sabiduría”.6 Muchos de nuestros jóvenes no sienten la necesidad de ejercitar vigorosamente hasta lo sumo sus facultades en todo momento y bajo todas las circunstancias. No tienen ante la vista el temor de Jehová, y sus pensamientos no son puros ni elevados.

El Cielo entero conoce todo pensamiento, toda acción. Las acciones de ustedes podrán ser invisibles para sus conocidos, pero están abiertas a la inspección de los ángeles. Los ángeles tienen la comisión de servir a los que se esfuerzan por vencer todo hábito malo y mantenerse libres de las artimañas de Satanás.

Fiel integridad

No se da la importancia que se debiera al poder que los pequeños actos malos, las pequeñas inconsecuencias, tienen en la formación del carácter. En la Palabra de Dios se nos revelan los principios más grandiosos y elevados. Nos son dados para fortalecer todo esfuerzo en favor del bien, para gobernar y equilibrar la mente, para inducirnos a aspirar al logro de una norma elevada.

En la historia de José, Daniel y sus compañeros, vemos cómo la áurea cadena de la verdad puede ligar a la juventud al trono de Dios. No podían ser tentados a apartarse de su integridad. Valoraron el favor de Dios por encima del favor y la alabanza de los príncipes, y Dios los amó y los cobijó bajo su escudo.

 

El Señor los honró señaladamente delante de los hombres por su fiel integridad, por su determinación a honrar a Dios por encima de todo poder humano. Fueron honrados por el Señor Jehová de los ejércitos, cuyo poder se extiende sobre todas las obras de sus manos, arriba en el cielo y abajo en la Tierra. Estos jóvenes no se avergonzaban de desplegar su verdadero estandarte. Hasta en la corte del rey, en sus palabras, en sus hábitos, en sus prácticas, confesaron su fe en el Señor Dios del cielo. Rehusaron inclinarse ante cualquier mandato terrenal que detrajera el honor de Dios. Tenían fuerza del cielo para confesar su lealtad a Dios.

Ustedes deberían estar preparados para seguir el ejemplo de estos nobles jóvenes. No se avergüencen jamás de su bandera; tómenla y despliéguenla a la mirada de los hombres y los ángeles. No se dejen dominar por una falsa modestia, una falsa prudencia que les sugiera un curso de acción contrario a este consejo. Por la elección de sus palabras y una conducta consecuente, por su corrección, su ferviente piedad, hagan una profesión eficaz de su fe, decididos a que Cristo ocupe el trono en el templo del ser, y pongan sus talentos sin reservas a los pies del Señor, para que sean utilizados en su servicio.

Completa consagración

Conviene a tu bienestar presente y eterno ponerte enteramente de parte de lo recto, para que el mundo sepa cuál es tu posición. Muchos no se entregan completamente a la causa de Dios, y su posición vacilante es una fuente de debilidad en sí misma y una piedra de tropiezo para otros. Sin principios fijos, sin consagración, son apartados por las olas de la tentación de lo que saben que es recto, y no se esfuerzan santamente por vencer los errores y por perfeccionar un carácter recto mediante la justicia imputada de Cristo.

El mundo tiene derecho a saber exactamente lo que se puede esperar de cada ser humano inteligente. El que es una personificación viva de los principios firmes, inequívocos y rectos, ejerce un poder viviente sobre sus compañeros, y con su cristianismo influirá sobre otros. Muchos no perciben ni aprecian cuán grande es la influencia de cada persona para el bien o para el mal. Todo estudiante debiera comprender que los principios que adopta llegan a ejercer una influencia viva y modeladora sobre el carácter. El que acepta a Cristo como Salvador personal, amará a Jesús y a todos aquellos por quienes él murió; pues Cristo será en él un manantial de agua que brota para vida eterna. Se entregará sin reservas al dominio de Cristo.

Afirmar la propia libertad

Establezcan como ley de su vida, de la cual no los harán apartar las tentaciones ni ningún interés ajeno a la vida cristiana, el honrar a Dios, porque “de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino tenga vida eterna”.7 Dios solicita de ustedes, como agentes morales libres, redimidos, rescatados mediante un precio infinito, que afirmen su libertad y utilicen las facultades que les ha otorgado el Cielo, como súbditos libres del reino celestial. No continúen en la servidumbre del pecado, sino muestren su lealtad a Dios como súbditos leales del Rey de reyes.

Muestren, mediante Jesucristo, que son dignos del sagrado cometido con que el Señor los ha honrado al otorgarles vida y gracia. Deben rehusarse a estar sujetos al poder del mal. Como soldados de Cristo debemos aceptar, deliberada e inteligentemente, sus condiciones de salvación en cualquier circunstancia, tener en alta estima los principios rectos y actuar de acuerdo con ellos. La sabiduría divina debe ser lámpara a sus pies. Sean leales consigo mismos y sean leales a su Dios. Será sacudido todo lo que vacile, pero si están arraigados y cimentados en la verdad, permanecerán firmes con las cosas que no pueden ser sacudidas. La ley de Jehová es inmutable, inalterable, pues es expresión del carácter de Jehová. Resuelvan que ni con palabras ni influencias arrojarán la menor deshonra sobre su autoridad.

Entrega completa

Tener la religión de Cristo significa que ustedes han entregado a Dios, de un modo absoluto, todo lo que son y tienen, y que han consentido en ser guiados por el Espíritu Santo. Mediante el don del Espíritu Santo se les dará poder moral, y no sólo tendrán los talentos que anteriormente se les habían confiado para el servicio de Dios, sino que la eficiencia de los mismos será grandemente multiplicada. La entrega de todas las facultades a Dios simplifica mucho el problema de la vida. Debilita y abrevia mil luchas con las pasiones del corazón natural. La religión es como un cordón de oro que liga a Cristo los espíritus tanto de los jóvenes como de los ancianos. Mediante ella, los voluntarios y obedientes son llevados en salvo a la ciudad de Dios, a través de senderos oscuros e intrincados.

Hay jóvenes que sólo tienen aptitudes comunes, y sin embargo, mediante la educación y la disciplina, con maestros que actúen de acuerdo con principios puros y elevados, pueden salir del proceso de preparación aptos para ocupar algún puesto de confianza al cual Dios los ha llamado. Pero hay jóvenes que fracasarán porque no han resuelto vencer las inclinaciones naturales y no están dispuestos a prestar oídos a la voz de Dios registrada en su Palabra. No han levantado alrededor de su ser barricadas contra las tentaciones ni han resuelto, contra todo riesgo, cumplir con su deber. Se asemejan a aquel que al emprender un viaje peligroso rehúsa toda guía e instrucción por las cuales pudiera evitar accidentes y ruina, y avanza por un camino de destrucción segura.

La elección de mi destino

¡Ojalá comprenda cada uno que él es el árbitro de su propio destino! En ustedes yace su felicidad para esta vida y para la vida futura e inmortal. Si lo quieren, tendrán compañeros que, por su influencia, restarán valor a sus pensamientos, sus palabras y sus normas morales. Pueden dar rienda suelta a los apetitos y las pasiones, despreciar la autoridad, usar un lenguaje grosero y degradarse hasta el más bajo nivel. La influencia de ustedes puede ser tal que contamine a otros y la causa de la ruina de quienes podrían haber sido traídos a Cristo. Pueden hacer apartar a otros de Cristo, de lo recto, de la santidad y del cielo. En el juicio podrán los perdidos señalarlos y decir: “Si no hubiera sido por su influencia, yo no habría tropezado ni me habría burlado de la religión. Él tenía la luz, conocía el camino al cielo. Yo era ignorante y fui con los ojos vendados por el camino de la destrucción”. Oh, ¿qué respuesta podremos dar a tal acusación? Cuán importante es que cada uno considere hacia dónde conduce a las personas. Estamos a la vista del mundo eterno, y cuán diligentemente debiéramos computar el costo de nuestra influencia. No deberíamos excluir la eternidad de nuestra consideración, sino acostumbrarnos a preguntar continuamente: “¿Agradará esta conducta a Dios? ¿Cuál será la influencia de mi acción sobre la mente de los que han tenido mucho menos luz y evidencia en cuanto a lo recto?”

Preguntas escudriñadoras

¡Ojalá los jóvenes escudriñen las Escrituras y hagan como les parece que Cristo hubiese hecho en circunstancias semejantes! Nuestras oportunidades para obtener conocimiento de origen divino han colocado sobre nosotros grandes responsabilidades, y con solicitud intensa debiéramos preguntar: “¿Estoy andando en la luz? ¿Estoy, de acuerdo con la gran luz que he recibido, guiando a otros por el buen camino? ¿O estoy haciendo senderos tan torcidos que el cojo será desviado del camino?”...

Deberíamos estar imbuidos de un sentimiento profundo y constante del valor, la santidad y la autoridad de la verdad. Los rayos brillantes de la luz celestial están alumbrando tu sendero, querido joven, y te ruego que saques el mayor provecho de tus oportunidades. Recibe y aprecia cada rayo enviado del cielo, y tu senda aumentará en brillo hasta el día perfecto (The Youth’s Instructor, 2 de febrero de 1893).

6 Proverbios 9:10.

7 Juan 3:16.

5
Nuestro día de oportunidad

La experiencia de los que trabajaron para Dios en generaciones pasadas tiene lecciones que debemos aprender los que vivimos en este tiempo. Cuán poco conocemos los conflictos, las pruebas y las labores que soportaron estos hombres mientras se equipaban para hacer frente a los ejércitos de Satanás. Poniéndose toda la armadura de Dios, fueron capaces de hacer frente a las astucias de Satanás.

Estos hombres que en tiempo pasado se entregaron a Dios y al engrandecimiento de su causa eran tan firmes en los principios como el acero. Eran hombres que no decaían ni se desanimaban; hombres que, como Daniel, estaban llenos de reverencia y celo por Dios, llenos de propósitos y aspiraciones nobles. Eran tan débiles e impotentes como cualesquiera de los que hoy están ocupados en la obra, pero ponían toda su confianza en Dios. Tenían riqueza, pero consistía ésta en la cultura de la mente y el espíritu. Y puede tenerla cualquiera que dé a Dios el primero, el último y el mejor lugar en todas las cosas. Aunque estemos destituidos de sabiduría, conocimiento, virtud y poder, podemos recibir todo esto si queremos aprender de Cristo las lecciones que es nuestro privilegio aprender.

La clase de obreros que se necesita

Tenemos en esta época oportunidades y ventajas que no era fácil obtener en generaciones pasadas. Tenemos más luz, y ésta la hemos recibido gracias a la obra de los fieles centinelas que hicieron de Dios su sostén, y recibieron de él poder para hacer brillar la luz con rayos claros en el mundo. En nuestra época tenemos mayor luz de la cual sacar provecho, así como en épocas pasadas los hombres y las mujeres de noble valor aprovecharon la luz que Dios les diera. Largo tiempo trabajaron asiduamente para aprender las lecciones que les fueron dadas en la escuela de Cristo, y no trabajaron en vano. Sus esfuerzos perseverantes fueron recompensados. Se unieron con el mayor de todos los poderes, y sin embargo anhelaban siempre una comprensión más profunda, elevada y amplia de las realidades eternas, para poder presentar con éxito los tesoros de la verdad a un mundo necesitado.

Ahora se necesitan obreros de este carácter. Los que a la vista de Dios son hombres, y que así figuran en los libros del cielo, son los que, como Daniel, cultivan todas sus aptitudes en la forma que les permita representar mejor el reino de Dios en un mundo que yace en la impiedad. El progreso en el conocimiento es esencial, pues empleado en la causa de Dios, el conocimiento es un poder para el bien. El mundo necesita hombres de pensamiento, hombres de principios, hombres que estén creciendo constantemente en comprensión y discernimiento. La prensa necesita hombres que la usen aprovechando todas sus ventajas, con el objetivo de que la verdad reciba alas para ir velozmente a toda nación, lengua y pueblo.