Colombia. El terror nunca fue romántico

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¿CÓMO LUCHAR POR LA ABOLICIÓN DE LA JEP?

8 de marzo de 2020

NO BASTA CON QUEJARNOS POR LO que hace la JEP. No basta escribir artículos y cortos mensajes iracundos en las redes sociales cada vez que ese organismo creado por las Farc comete fechorías. Los bonzos de la JEP se ríen bajo capa de nuestra indignación. Saben que la irritación espontánea de la sociedad no dura y no genera consecuencias negativas para ellos, si esa indignación no es canalizada y reforzada políticamente.

Saben muy bien que el cinismo de sus decisiones, como el que acaban de ejecutar al declarar «amnistiable» el atentado contra la Escuela Superior de Guerra, donde fueron heridos 23 estudiantes el 19 de octubre de 2006, en Bogotá, no pone en peligro la existencia de ese aparato subversivo creado por las Farc. La JEP seguirá ayudando a consolidar la subversión pues sabe que ni el gobierno ni la clase política se sienten capaces de encarar el problema. Saben que la línea es gerenciar el asunto y dejar que, pese a todo, el monstruo siga vivo.

Pero es posible que los electores saquen sus propias consecuencias.

Asombra ver, en todo caso, que algunos dirigentes del Centro Democrático, tras la explosión de furor nacional por la nueva resolución inicua de la JEP, quien amnistió, además, a Marilú Rodríguez Baquero, alias «Mata Hari» —la terrorista Farc condenada en 2015 a 25 años de prisión por haber infiltrado una institución universitaria y ayudado a preparar y ejecutar ese atentado—, solo proponen enmendar ese tumor maligno dejado por la administración Santos.

En lugar de pedir desde ya la abolición pura y simple de ese aparato, y de llamar a la movilización general contra la JEP, algunos regresaron a sus sillones a esperar que el recurso interpuesto por la Procuraduría contra la maligna decisión les saque las castañas del fuego.

Paloma Valencia pide, por ejemplo, dialogar para ver cómo se puede «reformar la JEP», lo que contraría lo que piden millones de ciudadanos que están hartos de ver cómo Colombia se ridiculiza al ser el único país del mundo que tiene un organismo de «justicia especial» que proclama, sin que sus jueces sean acusados de complicidad con el terrorismo, que un atentado con armas prohibidas (carro-bomba), contra un centro universitario lleno de jóvenes y de civiles, fue un «acto lícito de guerra a la luz del derecho internacional humanitario». Contra lo que estiman la JEP y los violentos, esa escuela no es un cuartel, ni un centro de mando militar.

Sorprende ver que algunos parlamentarios se limitan a decir que se debe invalidar ese mecanismo de «justicia transicional», sin tomar medidas concretas.

Los congresistas no son elegidos para que hagan declaraciones compasionales sino para que asuman sin tardar las acciones concretas de su rango: presentar proyectos de ley, o proyectos de reforma constitucional, para ayudar al país a salir de las trampas que urden sus enemigos.

Los senadores y representantes están para informar y movilizar a la ciudadanía en torno de la acción política, sin esperar que el humor de los jueces cambie sobre ciertos puntos, y para debatir y defender con energía los proyectos de ley benéficos para el país y para desmantelar los organismos que consideran nefastos.

¿No ha llegado acaso el momento de redactar un proyecto de ley que busque abolir ese adefesio que se hace llamar JEP? ¿No ha visto el CD que la opinión pública, tras la proclamación infame del 2 de marzo, quiere orientación y acción ya mismo? ¿No ven que ha llegado la hora de obrar como una bancada parlamentaria de combate?

Nada es más urgente en este momento que dar un paso concreto: redactar un proyecto de ley que proscriba la JEP, darlo a conocer a las mayorías nacionales, organizar campañas de educación cívica en todo el país, con conferencias y mítines públicos en torno de ese texto y luchar, al mismo tiempo en el Senado y en la Cámara de Representantes, teniendo o no la mayoría de esos colegios, para sacar adelante la proscripción y abolición definitiva de la JEP.

La JEP no es un detalle, no es un accidente ni un malentendido, no es un tropiezo que se resuelve con un simple recurso. Es un inmenso problema político que está minando el Estado de Derecho y que requiere una decisión política respaldada por la movilización ciudadana.

LOS MAMERTOS QUIEREN SEPULTAR LA VERDAD SOBRE LAS FARC

21 de marzo de 2020

EL ARTÍCULO INTITULADO «INVESTIGADORES LE HACEN el quite al Centro de Memoria Histórica», publicado hoy por el diario El Colombiano y firmado por Olga Patricia Rendón(14), merece un comentario. Lo que hacen los supuestos «investigadores universitarios» no es hacerle «el quite» sino sabotear de manera vergonzosa la discusión del CNMH sobre la violencia comunista en Colombia. El artículo de la señora Rendón es desequilibrado. No le da la oportunidad al director del CNMH, Darío Acevedo Carmona, de presentar su punto de vista sobre ese cobarde saboteo y sobre la propuesta misma del CNMH (salvo tres palabras «pluralizar los contenidos»). Ella parece aceptar el sofisma del «conflicto armado», aunque los inventores de ese embuchado nunca pudieron probar la tal suposición. Ellos carecen de argumentos. En lugar de debatir, explicar, convencer, ellos combinan todo tipo de bajas maniobras, al límite de la legalidad, para encaramarse de nuevo en el CNMH. Quieren seguir explotando ese Centro como vehículo de propaganda. Su compromiso militante es diabolizar la fuerza pública colombiana y proclamar que las atrocidades de las Farc y de sus satélites armados (Eln, Epl, M-19, Quintín Lame, etc.), durante más de 50 años, tenían un objetivo loable: alcanzar «la paz». Colombia no aceptará jamás esa impostura.

MIS CRÍTICAS AL TEXTO DE PEDRO AJA CASTAÑO SOBRE CORONAVIRUS Y EL EVENTO 201

26 de marzo de 2020

MIS OBSERVACIONES:

1. Rechazo la frase del punto 11 que invita a «Seguir los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud». La OMS está mal dirigida y no jugó un papel de prevención de esta crisis del Covid-19. La OMS cede a las presiones chinas sobre esta pandemia y no está jugando el papel de un líder en el combate contra esta pandemia(15).

2. El análisis de la crisis sanitaria mundial actual, de su origen y desarrollo, es confuso. Mezcla elementos de la realidad con ficciones de orden literario. Un análisis debe dejar de lado esa mezcla y ceñirse únicamente a los hechos.

3. El texto no dedica una sola frase al problema de la responsabilidad de la dictadura comunista china en la aparición del coronavirus de Wuhan. No habla del ocultamiento inicial de la emergencia de ese virus, ni de la inercia de ese régimen ante las contaminaciones.

4. El texto pone en duda que ese virus sea un producto de las pésimas condiciones sanitarias de China. El texto recoge, sin crítica, los elementos de lenguaje y de desinformación de chinos y rusos sobre un hipotético origen norteamericano de ese virus. Yo no firmaré ni apoyaré ningún texto que afirme o que sugiera que el covid-19 es un complot americano.

5. El texto sugiere, de manera confusa, que el virus fue fabricado en un laboratorio, pero no indica si esa fabricación es de origen chino. No dice si la contaminación fue el producto de un accidente o de un acto criminal deliberado de los chinos, tesis ésta última difícil de aceptar por los estragos económicos que causó y causará esa pandemia no solo en el mundo sino también en la China. En cambio, el texto deja abierta la posibilidad de que ese virus de laboratorio sea americano. La inclusión del affaire Charles Lieber en el texto juega en ese sentido. Eso me parece muy lamentable.

6. La forma en que el texto presenta el caso Charles Lieber es cuestionable. El texto omite toda referencia al programa de Pekín de robo de secretos industriales y químicos sensibles americanos mediante el «Plan de los Mil Talentos» financiado por el Estado chino. La justicia americana afirma que Lieber trabajó durante años con los chinos y que por eso recibió de ellos 15 millones de dólares desde 2008. El texto desfigura ese grave episodio y le resta credibilidad. Dice que «Se trata de novelas internacionales de espías al estilo de Dean Koontz».

7. El texto sugiere que hay una conexión entre un seminario financiado a finales de 2019 por el millonario estadounidense Bill Gates y la aparición del coronavirus de Wuhan. «¿Pero quién les robó la idea a los panelistas?» se pregunta cándidamente el texto, dando por cierto que habría una conexión y que, en conclusión, el origen real del virus sería americano.

8. «Los EE. UU no estaban preparados» para esta pandemia, admite el texto. Luego no se entiende por qué ese país habría desatado una pandemia en China que sabría que golpearía necesariamente a Europa occidental y a los mismos Estados Unidos, potencia mundial que, pese a ello «no estaba preparada» para frenar esa pandemia. El texto incluye la primera frase pero no hace la pregunta que aquí formulamos.

9. El texto dice que esa pandemia «ha sido el ‘sueño’ de cierta élite» tanto comunista como capitalista. No definir qué tipo de «élites» son los responsables de esa pandemia y hablar en términos tan generales no aporta claridad sino confusión. El texto dice «El Evento 201 imaginó, y el karma copió y respondió» para darnos una lección: «Las palabras y los pensamientos tienen poder». Es una explicación mágica que no comparto.

 

10. El texto no dice una palabra sobre la mundialización y sobre cómo China fue el mayor aprovechador de la mundialización, proceso que llevó al desmantelamiento industrial de países claves del mundo capitalista en beneficio del desarrollo industrial chino. No dice que la mundialización deberá ser reestructurada y que China deberá pagar un precio económico, político y diplomático por no haber frenado desde el comienzo el desastre causado por el virus de Wuhan.

11. El texto no dice una palabra sobre el hecho gravísimo de que la producción de elementos esenciales en la fabricación de medicamentos, antibacterianos, anti virus, vacunas y materias primas para la fabricación de ciertos medicamentos, así como las máscaras sanitarias y los aparatos de reanimación pulmonar, son hechos en gran medida por China, a causa de esa mundialización, y que ese hecho está jugando un papel gravísimo en la incapacidad actual de ciertos países del primer mundo, como Italia, Francia y España para dotarse a tiempo de elementos sanitarios para reducir la curva de infectados y de muertes de la pandemia.

12. Recuso todo lo que recomienda el texto sobre «combatir la información errónea» y establecer una «coordinación de la información» sobre la pandemia. Todo eso va contra la libertad de expresión y de prensa. «Coordinar la información» equivale a censurar la información no conforme con el pensamiento del grupo dominante y crear una información oficial como la única tolerada. Todas las informaciones y opiniones deben ser libres de circular sean erradas o no, así como se debe proteger la libertad de crítica.

ANTIAMERICANISMO Y COMPLOTISMO

31 de marzo de 2020

PEDRO AJA CASTAÑO EN SUS RESPUESTAS telegráficas a mis críticas destapó, por fin, su juego. El fondo de sus planteamientos es una combinación sutil de tres posturas: antiamericanismo, anticapitalismo y complotismo. Lo que fue, para mí, una sorpresa. No había visto ese perfil en sus anteriores columnas.

Pedro Aja Castaño insiste en atribuirle a Estados Unidos un papel central en la aparición del virus de Wuhan. Claro, no es el primero en decir eso. Tampoco él dispone de una prueba al respecto. Sin embargo, no abandona en sus respuestas ese punto de vista.

El hilo conductor de sus explicaciones es el odio a Estados Unidos y al Reino Unido (o a lo que él llama los «ingleses capitalistas»). En sus lacónicas respuestas lanza mensajes explícitos que no ocultan esa antipatía. Él, por ejemplo, me lanza la siguiente pregunta: «¿Sabes que hubo norteamericanos e ingleses capitalistas que financiaron a Hitler y al comunismo?». Respuesta: no lo sabía, aunque nadie ignora que hubo gente, como el comunista francés Jean-Baptiste Doumeng, que se llenó los bolsillos haciendo negocios con la URSS durante la Guerra Fría.

Sin arriesgar una sola línea para sustentar el cuento de los capitalistas que financiaron «a Hitler y al comunismo», Pedro concluye: «Esa es la élite que juega en ambos bandos» (el hitlerismo y el comunismo). Y termina con esta perla: [la élite anglo-americana] «controla en la sombra los principales gobiernos de la tierra».

Antes de refutar su tesis complotista diré algo: Estados Unidos jamás financió a Hitler, ni financió el asalto bolchevique al poder. Pedro Aja calla la realidad de esos dos procesos. Resumo: Con el tratado de Rapallo de 1922, basado en el mutuo rencor de Berlín y Moscú por Occidente, el Ejército alemán pudo evadir las duras exigencias de desarme del tratado de Versalles y la Rusia soviética pudo realizar algunos planes de industrialización gracias a los alemanes. Con el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939, Stalin se repartió con Hitler la Polonia y le permitió desatar la segunda guerra mundial. Mucho antes, Stalin había contribuido al ascenso de Hitler al poder. Ordenó a los comunistas acusar a la socialdemocracia alemana de ser su peor enemigo. Divididos, los dos partidos mayoritarios le facilitaron a Hitler ganar la elección de 1933, ser nombrado canciller y obtener poco después los plenos poderes. Si alguien ayudó a Hitler fueron, entre otros, los comunistas rusos.

Gracias a Estados Unidos y a la Gran Bretaña y al heroísmo de los Aliados y del pueblo ruso, la ocupación nazi de Europa fue derrotada. La masiva ayuda militar de Estados Unidos a la URSS (le suministró aviones, camiones y artillería pesada), le permitió al desbaratado Ejército Rojo resistir la invasión de la Reichswehr y lanzar las contraofensivas que culminaron en el triunfo de Stalingrado de 1943. El desembarco aliado en junio de 1944, dirigido por Estados Unidos, desembocó en el colapso definitivo y en la capitulación nazi del 8 de mayo de 1945.

Quien financio a Lenin, para que tomara el poder en octubre de 1917 fue el alto mando alemán. Desde el comienzo de la primera guerra mundial, y alertada por Parvus, un rico aventurero socialista y traficante de armas, Berlín vió con interés los llamados bolcheviques a la deserción de las tropas rusas, que los obreros y soldados rusos desoían. Enormes sumas de dinero, a través de Parvus y de bancos alemanes en Suecia y Noruega, fueron dadas a Lenin, Zinoviev, Kamenev, Korlovsky, Kollontai y otros para financiar sus publicaciones e intensificar la propaganda derrotista. Tras la caída del zar, en plena revolución de febrero, esa operación fue profundizada. Bajo instrucciones de Ludendorff, jefe de los ejércitos alemanes, dos diplomáticos, Robert Grimm y Fritz Platten, redactaron el protocolo que organizó el regreso a Rusia de Lenin y 32 miembros de su partido en abril de 1917, a través de Suiza y Alemania. Ludendorff logró lo que buscaba: utilizar a Lenin como agente alemán quien, una vez en el poder, debería firmar la capitulación de Rusia y la retrocesión a Alemania de inmensos territorios, a cambio de una «paz durable»: Polonia, Lituania y una parte de la Rusa Blanca. Las tropas rusas tuvieron, además, que salir de Ucrania, Finlandia, Estonia y Letonia. Y las ciudades de Kars y Batoum fueron cedidas a Turquía. Eso, más el pago de una indemnización de seis millardos en marcos-oro, fue la humillante «paz separada de Brest-Litovsk» firmada por Trotsky el 3 de marzo de 1918. Tal traición vergonzosa desató una rebelión de jóvenes oficiales de Petrogrado que estuvo a punto de poner fin a la dictadura de Lenin y precipitó la intervención occidental. Ese fue el comienzo de la guerra civil de tres años y de los 73 años de atrocidades comunistas sin nombres, en Rusia y en otros países.

Robert Service, profesor de historia de Oxford, quien fue autorizado por Gorbachov y Yeltsin a consultar los archivos personales de Lenin, reveló los detalles de ese obscuro episodio y de la aventura del famoso tren que solo fue «blindado» porque nadie podía entrar ni salir de los cuatro vagones sin la autorización de Platten y las maletas y pasaportes no fueron controlados por la policía ni por la aduana. «Sería difícil encontrar en la Historia un partido político que haya trabajado en la derrota de su propio país con más celo y determinación que los bolcheviques. Era un eslabón esencial de la cadena: el derrumbe del Estado tras la derrota militar sería seguido por la toma del poder», escribió Dimitri Volkogonov, un general ruso autor de una famosa biografía de Lenin.

¿En qué queda la teoría de Pedro Aja Castaño sobre la «financiación del comunismo» de los norteamericanos?

Los adeptos de las teorías del complot dicen que Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel (que Aja no menciona) «controlan el mundo», que los sistemas democráticos que gobiernan esos países, y el mundo libre, son meras fachadas que ocultan una horrible dictadura: la de «un grupo secreto» incrustado en las altas esferas del poder.

¿Recuerda el lector el 11 de septiembre de 2001? Tras esa catástrofe los amigos de tales teorías explicaron qué había pasado. Los atentados no habían sido, según ellos, cometidos por Ben Laden sino por «un grupo presente dentro del aparato de Estado americano que le dictaba la línea al presidente Bush». Exigieron que fuera investigada otra pista: la de un «complot interior». Había que capturar a los «conspiradores» que se ocultaban entre los «militaristas blancos, racistas, misóginos, antisemitas y anticomunistas que rodeaban al presidente George W. Bush». Ese grupo, decían, había organizado esos ataques para tomar el poder, lanzar la guerra contra gente inocente y aumentar el presupuesto de Defensa, a pesar de que, desde la elección de Bush hijo, los militares americanos no tuvieron el menor problema de presupuesto.

El promotor de esa fantasía era Lyndon LaRouche, jefe de una secta delirante americana que dispone de ramificaciones en varios países, como el Instituto Schiller, dirigido por su viuda, Helga Zepp-LaRouche, en Wuppertal. En Francia esa superchería fue defendida por Thierry Meyssan en un libro L’effroyable imposture que fue un best seller en el mundo árabe. LaRouche también proclamaba que el exsecretario de Estado Henry Kissinger había intentado asesinarlo y que la reina de Inglaterra dirigía un tráfico internacional de drogas. Varias veces acusado de neo-nazismo y antisemitismo, Lyndon LaRouche fue condenado en 1989 por fraude fiscal y desvío de dineros por lo que tuvo que pagar seis años de cárcel.

Así como los conspiracionistas trataron de disculpar a Ben Laden, Pedro Aja soslaya la responsabilidad de la dictadura comunista de China en el ocultamiento inicial de la epidemia, lo que favoreció la expansión de esa terrible infección y la paralización de muchas economías. En lugar de criticar las condiciones de higiene de los «mercados húmedos» como el de Wuhan, donde pudo ocurrir un proceso de zoonosis de recombinación de virus entre un murciélago (portador de varios tipos de coronavirus) y un pangolín, Pedro Aja se burla de esa hipótesis. Habla de «la tesis del murciélago y los cerdos, una presunción que se ‘vendió’ culturalmente en occidente».

Pedro Aja apunta el dedo acusador hacia «una organización diferente a los gobiernos» que podría ser la ONG de Bill Gates y el seminario Event 201, realizado a finales de 2019 con el Centro Johns Hopkins.

Varios portales web complotistas, como Wikistrike y Nuevo Orden mundial, dijeron que el coloquio Event 201 había sido una «simulación» de lo que sería la epidemia que aparecería semanas después. Tal descripción fue refutada por la ONG de Bill Gates quien subrayó, el pasado 25 de enero, que ese evento no hizo «ninguna predicción» y que «los datos utilizados para modelar el impacto potencial de un virus ficticio no son similares al Covit-2019». El Centro Johns Hopkins, un organismo privado dedicado al estudio de las epidemias, declaró por su parte, según el diario Le Monde(16), que Event 201 «nunca predijo que la epidemia de coronavirus mataría a 65 millones de personas», como pretenden los complotistas.

Para finalizar: Pedro Aja Castaño presenta a la China como una víctima de Estados Unidos y de quienes tratan de «dominar el mundo mediante el dinero». En otras palabras, Pedro Aja evita la discusión. Para él, la mundialización es «lo que otros llaman codicia de los inversionistas que aprovecharon la producción china barata».

Como «prueba» de eso Pedro lanza una frase incomprensible («Tengo el derecho a lanzar hipótesis cuando lo único que existe es la prueba de lo inexplicable») y cita un artículo que no es pertinente. «Cover: Get ready for a World Currency, publicado en 1988 por The Economist, hizo una profecía que no se cumplió. En 2020 no hemos visto aún el colapso del dólar ni la realización de la «unión monetaria mundial completa» que, según ese texto, «comenzaría como un cóctel de mo- nedas nacionales».

Pedro Aja Castaño insiste en amordazar la libertad de información. Él prefiere que haya una «coordinación de las informaciones» para «beneficiar a los enfermos». Error: sin libertad de información, de expresión, de discusión (científica, política y periodística), no se podrán superar los errores que cometieron los chinos, primero, y los países, después, al hacer frente a la pandemia y a las insuficiencias de los sistemas médicos de los países afectados. Sofocar la discusión, es lo peor que se podría hacer en estos momentos.