2020 (antes y después)

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PRESENTACIÓN. IDEAS Y CONTEXTOS INICIALES

A diciembre del 2019 vivíamos la historia que siempre habíamos conocido. A nivel de intelectuales, científicos, economistas, políticos, se analizaba lo que estaba sucediendo bajo los mismos términos “normales” con los cuales hemos advertido la historia desde hace ya muchas décadas. Lo visible tenía (y por supuesto sigue teniendo) que ver con las disputas del poder político; con las presiones sociales de sectores organizados en busca de mejores condiciones de vida y aumento de sus niveles salariales, con jóvenes y estudiantes con demandas del sector que no siempre están en relación con los problemas más urgentes de las sociedades a las que pertenecen; con la búsqueda de mejores condiciones sanitarias y una mejor atención de parte de los servicios de salud pública; acceso a la vivienda, a jubilaciones dignas y así, un largo listado de problemas que a través de las décadas se desarrollan entre las promesas y los incumplimientos de los mismos. En la última década, crecían nuevos movimientos sociales, urbanos, ciudadanos; a veces bastante multitudinarios, pero sin continuidad y débiles respecto a sus cohesiones internas, lo cuales no han logrado rescatar la fisonomía de las organizaciones obreras o de trabajadores ya en fase de extinción en términos de sus roles y presencias más tradicionales. Las excepciones, con mucha fuerza momentánea, pero sin éxito en términos de mantener sus fuerzas y de alcanzar sus objetivos finales, podrían ser aquellos conocidos como los de la primavera árabe (Egipto) o los de los indignados europeos que alcanzaron gran masividad en España. A pesar de su número y no obstante su crítica generalizada y amplia hacia el sistema político, al sistema económico, al mercado y al empresariado, a la banca y a los excesos del crédito, al endeudamiento estimulado por las múltiples motivaciones hacia el consumo y, nuevamente, un largo etcétera, fueron extenuándose y aun cuando fueron capaces de agregar demandas sensibles para las mayorías más allá de sus propias circunstancias, no alcanzaron a sentirse exitosas respecto a sus objetivos mayores. Independientemente de razones válidas y legítimas de quienes asumieron la conducción o participación en los mismos, sus discontinuidades y frustraciones llevaron al ya desaparecido S. Baumann a denominar a estas manifestaciones públicas como la exteriorización de un pensamiento líquido.

También se habían agregado nuevas acciones y requerimientos de sectores definidos a partir de sus definiciones sexuales o movimientos feministas que, enjuiciando la historia y sus instituciones masculinas (“machistas, patriarcales) venían alcanzando una serie de logros que significaban reconocimiento de derechos y hacerles visibles respecto a su visibilidad y a recibir defensas de carácter institucional. Mayor conciencia sobre el medio ambiente, el cambio climático, la búsqueda de una economía circular, se agregaban a las discusiones respecto a los problemas existentes y a las necesidades de preocuparse por el futuro. A un nivel de conocimientos más especializados era también sensible el problema de la cuarta revolución industrial, de la automatización de la producción y de la inteligencia artificial que aumentaría los niveles de desplazamiento de trabajadores, incluso especializados.

En términos aún más sofisticados, desde un punto de vista de la reflexión intelectual, el estar en un presente profundamente inmerso en el pasado y, por tanto, con marcadas miradas hacia experiencias sociales de tiempos considerados como ya superados, llevaban en cambio a que las transformaciones culturales producidas, la literatura, las series de TV, el cine propiamente tal, posibilitaran toda una corriente de pensamiento y de reflexión respecto a que en el futuro se comenzaran a tejer conexiones societales que recogiendo aspectos geopolíticos e imaginarios ya desaparecidos, re-establecieran anteriores vinculaciones de protección y de lazos más personales y comunitarios para enfrentar el creciente individualismo y la lejanía de las instituciones y representantes de los poderes públicos y estatales con respecto a la sociedad civil. Con todas las precisiones necesarias de realizar, aparecían, con diversos fundamentos, ideas sobre el neo-medievo, la re-feudalización del sistema político por vía de la fragmentación de organismos internacionales, etc.

En definitiva, vivíamos (como siempre) una situación conflictiva en que el pasado seguía profundamente inmiscuido en el presente y que, por tanto, en definitiva, aun cuando no se pudiera avanzar hacia el futuro mientras este no fuese definitivamente superado, todo conducía a repensar el pasado para hacer de este las bases de la sociedad en ciernes. Pensando hacia adelante, se estaba siempre observando hacia atrás, fuese en la corta, mediana o larga temporalidad. Por lo demás, la sociedad no tenía (y hoy con muchas más razones) demasiada claridad respecto al mundo en que vivía y por ello exteriorizaba sus malestares a través de sus angustias y molestias.

Centrado en este mundo de indecisiones, de aventurarse a romper ataduras de todo tipo, pero a buscar un ámbito de protección, centrándose en las relaciones de poder, el filósofo político Daniel Innerarity publicó, en el 2015, un libro de gran éxito, La política en tiempos de indignación y, posteriormente, en el 2018, como continuación del mismo, Política para perplejos. En esta última obra, asumiendo que se estaba en una época en que las certezas desaparecían, se preguntaba, ¿Qué tienen en común la llamada posverdad, el desprecio hacia los hechos y la facilidad con que nos rendimos a las teorías conspirativas cuyo principal defecto es que explican demasiado? La pregunta, en sus propias palabras, denotaba lo desconcertada en que estaba toda la sociedad, también las elites. Caracterizaba los inicios de la nueva centuria a partir de nuevas actitudes respecto al acontecer que rápidamente, en pocos años, había pasado desde la indignación a la perplejidad. Escribió, en el 2018:

El siglo XXI se estrenó con la convulsión de la crisis económica, que produjo oleadas de indignación, pero no ocasionó una especial perplejidad; contribuyó incluso a reafirmar nuestras principales orientaciones: quiénes eran los malvados y quiénes éramos los buenos, por ejemplo. El mundo se volvió a categorizar con nitidez entre perdedores y ganadores, entre la gente y la casta, entre quién manda y quién padece a los que mandan, al tiempo que las responsabilidades se asignaban con relativa seguridad. Pero el actual paisaje político se ha llenado de una decepción generalizada que ya no se refiere a algo concreto, sino a una situación en general. Y ya sabemos que cuando el malestar se vuelve difuso provoca perplejidad. Nos irrita un estado de cosas que no puede contar con nuestra aprobación, pero todavía más no saber cómo identificar ese malestar, a quien hacerle culpable de ello y a quién confiar el cambio de dicha situación25.

Innerarity no solo daba cuenta de que lo improbable estaba sucediendo, desde el Brexit hasta la elección de Donald Trump, lo que era señal de no saberse con seguridad sobre el funcionamiento de la relación entre ciudadanos y políticos, una auténtica «caja negra» de la democracia, sino también se refería, entre otros problemas, al ocaso de la voluntad política en manos de una globalización que cambia al mundo sin dirigirse a la voluntad, sino apelando a deseos como el enriquecimiento, la comodidad, el instinto de conservación o el miedo: una forma global que multiplica las libertades individuales restringiendo, al mismo tiempo la libertad política; una oferta de aperturas ilimitadas, pero sin alternativas. En síntesis, una focalización del Estado en cuestiones de seguridad acomodadas a la sumisión a las lógicas del mercado globalizado y, en paralelo, reforzando su intervención sobre los ciudadanos y restringiéndoles en materias económicas y sociales.

En mi propio caso, estudiando parte de estos problemas, siempre desde el punto de vista de las relaciones Europa-América Latina, como sucedió con la mayoría de los chilenos, el llamado estallido social de octubre del 2019, me sorprendió y me sacó de estas otras reflexiones al observar, particularmente, que las razones del conflicto eran valederas, pero que estaba en juicio los procedimientos y acciones de otro movimiento social que no tenía un rostro, una fisonomía y desde el cual día a día se descolgaba un grupo más radical cuya función principal era el enfrentamiento y el plantearse directamente a toda realidad que representara en alguna forma, aun cuando fuese mínima, al sistema económico y a los desarrollos del mercado sobre el Estado. La diferencia con los movimientos europeos y con otros que estaban dispersos y en forma muy dinámica a través de gran parte del planeta, era que tenían en común la indignación social, pero no se trataba de perplejidad, sino más bien de anarquismo y de manifestarse más en la acción que en las lógicas del razonamiento político y social que pensábamos todavía estaba vigente. La democracia representativa ya no era argumento y rápidamente se demostró débil y sin respuesta. Como todo shock social, en gran parte de la sociedad chilena sí hubo perplejidad: ¿qué estaba ocurriendo?, ¿se avanzaba por el camino correcto para alcanzar una mejor sociedad? Lo visible era destrucción, cierre de cientos de tiendas menores, incendios de grandes supermercados, cadenas de farmacia, más de alguna industria; pérdida de puestos de trabajo; destrozo de infraestructuras urbanas y también un largo etcétera. El capítulo no se cerró y aún permanece abierto. Fruto de la situación, pero no desde una perspectiva coyuntural y tampoco encerrado en los límites de nuestra propia historia y sociedad nacional, es que vertí mis reflexiones en un libro, Octubre 2019, publicado a comienzos de este año. En él, me interesó escribir sobre un tiempo más extenso y relacionar nuestras propias experiencias de las últimas décadas con lo que igualmente vino sucediendo en Europa, en particular Europa Central o del Este y también en América Latina. Por doquier, el triunfo del mercado sobre el Estado fue principal responsable, caracterizado en el neoliberalismo o simplemente economía de libre mercado, de la disociación política de los más jóvenes, del sentimiento de abandono de los mayores, de la pérdida de relaciones de protección por parte del Estado, de la desconfianza en el mundo político y de los políticos e, incluso, del fuerte debilitamiento de los valores de la democracia26.

 

Mi interés por la historia actual ha estado siempre. Los requerimientos de especialización de la vida académica me han llevado también por los caminos de ámbitos historiográficos que, en mi caso, también fueron siempre muy abiertos. La historia demográfica, la historia económica, la historia social, la historia de las mentalidades, la historia social de la cultura, si bien tuvo expresiones definidas en estudios monográficos y focalizados, no impidieron tener miradas más universales, el mundo del Pacífico, el mundo del Atlántico, que, además se vieron favorecidas por una docencia permanente en universidades latinoamericanas, americanas y europeas. Particularmente, ya cercano a las dos décadas ininterrumpidas de participación en docencia e investigación en el Instituto Universitario de Investigación en Estudios latinoamericanos, IELAT, de la Universidad de Alcalá, me permitió, junto a mi colega y amigo el Dr. Pedro Pérez Herrero, dedicarme con mayor énfasis al análisis del presente y a sus siempre intricadas relaciones con el pasado que no permiten soslayar las preocupaciones por lo que viene. ¿Qué significan las Universidades en el mundo actual? ¿Qué papel juegan la historia, la historiografía, los historiadores en las certidumbres e incertidumbres de los jóvenes hoy? ¿Cómo estamos instalados en este presente sin comprenderlo realmente? ¿De qué manera nos sentimos partícipes de un mundo académico fraccionado por las diversas valoraciones de los diferentes sectores del conocimiento y cómo, en nuestro caso, pensamos, o no, que tenemos reales capacidades para contribuir en la formación social con responsabilidad y en términos de un real altruismo científico? ¿Hasta qué punto estamos comprometidos en el estudio de temáticas que no solo nos dejen orgullosos de nuestros logros, sino también puedan contribuir realmente al esclarecimiento de las dudas sociales actuales? Es muy extenso el listado de preguntas que se pueden enumerar y pocas las respuestas profundas que se pueden exhibir para aportar a estos tiempos de confusión y casi inexistencia de una conciencia y comprensión de la historia.

Con Pedro Pérez Herrero, Director del IELAT, hemos realizado una serie de estudios, seminarios, publicaciones, sobre estos temas, pero centralmente decidimos desarrollar un Programa Universitario de Estudios Hispano-chileno con asientos en el IELAT, Universidad de Alcalá y en el PEI*sur, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y allí materializar nuestras inquietudes a través de diversas actividades entre las cuales destacamos la realización de un Coloquio anual, interdisciplinario, sobre problemas del pasado, que siguen siendo centrales en el presente y que nos permiten obtener algunas orientaciones respecto a lo que es posible prever como realidades futuras. Universidad y Empresariado; Globalización y crisis de los Estados Nacionales; La Informalidad en la Historia y el presente, Historia y Prospectiva han sido grandes temas analizados y publicados en años anteriores. En cada uno de ellos, mi participación ha estado relacionada con los muy cercanos referentes entre la historia europea y latinoamericana.

Mi convicción, que seguramente deben tener muchos de mis colegas, es que no me interesa el pasado por el pasado. Vivo en presente y mi interés es el presente, pero no lo puedo ni medianamente entender sin recurrir al pasado. Por ello, el pasado es funcional al presente y no viceversa. En segundo lugar, entiendo la modernidad como un gran período iniciado en la transición del término cronológico de lo que llamamos Edad Media y que se extiende hasta el mismo día de hoy en que escribo. Esta modernidad no se ha resuelto y la globalización actual es una especie de superestructura que no alcanza a cubrir en términos eficientes y humanos a más allá de un 40% de la población mundial. El atraso, la sobrevivencia, las guerras de exterminio de quienes se consideran enemigos, la mortalidad infantil por carencia de alimentos, el ejército de personas adscritas a ocupaciones informales, con un individualismo que no es exitoso, sino se sufre, no nos habla de una humanidad efectivamente moderna, sino solo inserta en los diferentes límites de la modernidad. Indudablemente hay que aceptar que, en números gruesos, ha habido adelantos muy importantes. No es necesario, por el momento, detenernos en ellos.

Apelando, por tanto, a mis conocimientos, siempre limitados, de la historia moderna occidental es que no tengo grandes dificultades para acercarme a los diversos procesos y realidades de las sociedades de antiguo régimen, preindustriales, industrializadas, coloniales, dependientes, subdesarrolladas, en vías de desarrollo, o como quiera llamárseles y descubrir que bajo los éxitos del capitalismo moderno y de algunos Estados modernos que mantienen las desigualdades entre ellos y las desigualdades internas. De los coloquios antes señalados es que escribí Modernidad Global. Crisis del Presente y futuro incierto. Miradas retro y prospectivas. Posteriormente, (Re)-conceptualizando y analizando realidades sobre la informalidad en el desarrollo de las sociedades modernas. Logros, frustraciones y nuevas informalidades y, está en proceso de edición En prospectiva: la transición presente-futuro ¿Rompiente o continuom?27. Estos artículos, escrito bajo otras circunstancias y otras preocupaciones conforman la base del presente libro. Por cierto, han debido ser revisados, profundizados en contenidos y extensión y, más importante aún, actualizados. Muchas de las referencias utilizadas llegan hasta estos propios días en que escribo a mediados del mes de abril del 2020.

¿Qué nuevas circunstancias? Casi que no es necesario decirlo. Nadie suponía, a fines de diciembre del 2019, lo que vendría a partir de enero del 2020. No sabemos y quizás no sabremos nunca si el gobierno chino ocultó o demoró la información respecto al cuándo apareció la nueva epidemia y que si lo anunció solo en las vísperas del año nuevo occidental fue porque ya no podía ignorar lo que venía. En pocos meses, la epidemia se transformó en pandemia y se extendió desde Wuhan prácticamente al resto del mundo. Aquí sí que hubo perplejidad y a partir de ello nuevas angustias: la modernidad desnuda. La cuarta revolución industrial, la robótica, la inteligencia artificial, los éxitos del mercado y la globalización, las nuevas actitudes respecto al ser individuo y no persona, con desprecio por la autoridad y la historia de parte de sectores juveniles como los millenials, todos quedan cortos y no pueden explicar lo acontecido: reapareció el enemigo invisible y mortal, no solo amenazando la existencia, sino además, y en correlato con ella, echando abajo las economías nacionales y las enteramente globalizadas. ¿Qué pasará? No lo sabemos.

Especialmente en el último capítulo, sobre prospectiva, escribí el texto original, muy resumido respecto a esta nueva versión, en agosto-septiembre del 2019. Enteramente en contextos diferentes respecto no a los problemas sociales, culturales, políticos actuales (siguen vigentes y muchos no se dan cuenta de algunas rupturas evidentes con el ayer) sino precisamente a un «agente» no histórico que es capaz de acorralar a la humanidad y convertirse en el personaje del momento al cual no se le pueden hacer movilizaciones, ni disputarle poder, ni destruirlo con armamento pesado ni con fuerzas militares. La economía al desnudo, la sociedad al desnudo, el futuro inmediato al desnudo. Se depende de la ciencia, del descubrimiento de la vacuna que, como lo ha expresado Bill Gates, no será inmediata, que tiene un muy alto costo de investigación y que deberá obtener financiamientos extras para su utilización y distribución. La prospectiva del 2019 ya no me servía para el 2020. Me parece que siguen estando vigentes nuestros aferramientos a situaciones o experiencias del pasado y que quizás es lo que podría llevar a mejores condiciones de vida si se reactivara el Estado de Bienestar. ¿Solo es cuestión de pedirlo o exigirlo? Me gustaría que así fuera, pero no lo sé. Necesitamos saber cuál será el costo de la pandemia, cuántos serán los millones de empleos perdidos y cuántos de ellos se podrán recuperar con crisis económica y la espera, que se podría destrabar, de la utilización de la robótica y de la inteligencia artificial por una recuperación más eficiente y dinámica de la producción. No lo sabemos, no lo sabemos aún.

Cambiaron parte de mis proposiciones y. ante las nuevas dudas, me he inclinado por seguir las discusiones, debate y opiniones de quienes piensan que el Estado, que tanto estábamos despreciando en años anteriores, puede volver a los ofrecimientos del siglo XIX siempre y cuando se llegue a verdaderas sensibilidades sociales y pueda ser verdaderamente representativo de las necesidades de sus poblaciones y no de los grupos particulares que ha venido representado. No es tan simple y menos aún de certezas con garantía.

Lo esencial será, por tanto, las nuevas respuestas sociales. Acogiendo el ejemplo de la Reina Roja de Alicia en el país de las maravillas, muy bien ejemplificado por Acemoglu y Robinson, el problema central será lograr el equilibrio entre la marcha, la velocidad de transformación del Estado con las posibles de alcanzar por la sociedad. Si el equilibrio sigue roto, no solo no tendremos una nueva realidad, sino entraremos de lleno en las imágenes poco favorables de Huxley y Orwell en términos de aceptar las nuevas dominaciones contentos porque tendremos un programa previsto para no hacernos problemas o sin rasgos de sentimientos porque simplemente no los tendremos a través de manipulaciones no ideológicas, sino genéticas. ¿Improbable que suceda? Hoy día nadie está en condiciones de afirmar sobre lo que puede o no puede pasar.

Es posible que Daniel Innerarity esté pensando en releer y ajustar su libro, recién escrito en el 2018, para lo que sucede y vendrá hoy en el 2020. La política para perplejos ya cruzó muchos umbrales y los límites de lo posible y lo imposible (tan interesantemente descritos por Fernand Braudel para los comienzos de la modernidad) hoy día prácticamente han dejado de tener fronteras.

Nuestras limitadas posibilidades de volver a realizar prospectiva para los tiempos más inmediatos, tienen que decidir entre favorecer la igualdad o la libertad. Nos gustaría alcanzar ambas a la vez, ¿será posible? Junto al Estado, la sociedad debe igualmente participar en las desiciones referentes a las condiciones de vida, de acuerdo a su propia existencia y en beneficio de las generaciones futuras.

Uno de mis propósitos tiene que ver con un mejor conocimiento del pasado, de experiencias que permitieron avanzar y también de experiencias frustradas y con grandes pérdidas de vidas humanas que simplemente quedaron allá, en el pasado. Junto con ello, volver a dar importancia a la conciencia y, en primer lugar, a la individual: darse cuenta quiénes somos, en que mundo estamos, qué es lo que podemos ser.

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