GuíaBurros El porqué de las frases hechas I

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Al pie de la letra.

Literalmente, tal cual.

El Diccionario de Autoridades (1726-39) lo explica bien: “Al pié de la letra. Phrase adverbial, que vale puntual y exactamente.” La versión latina es ad peden litterae, que significa tal cual se escribe, sin artificios, ciñendose a las instrucciones. Por lo menos lleva seiscientos años en el idioma aunque el Diccionario fraseológico documentado del español actual no sabe de su existencia. Creo que “literalmente” es siempre más breve y mejor que “al pie de la letra” aunque algunos autores no lo han creído así, como Santa Teresa, Cervantes, Mayans y Ciscar, Pedro Antonio de Alarcón, Clarín, Rómulo Gallegos, Elena Quiroga y otros.

Todo el peso de la ley.

Castigar por medio de las leyes.

Hace tiempo, Don Juan Carlos I me alertó del cliché en su discurso televisivo de Navidad del año 2003, cuando me dijo, comentándome sobre las mafias que se han afincado en España: “... unas mafias sobre las que debe caer todo el peso de la ley.” De estos deslices tienen culpa los “negros” que le escriben los discursos y no él. Es una imagen curiosa que nos trae recuerdos de grilletes, galeras, mazmorras, escribanos y jueces. Lo que es cierto es que la ley pesa más para unos que para otros, como siempre. En 1868 Antonio Pirala se quejaba de que “... lo cierto es, que se me carga con todo el peso de la ley...” Pobrecillo. ¿Cuánto pesará la ley? Para el Diccionario fraseológico documentado del español actual, 2004, nada, porque no lo menciona.

Por libre.

Solo, independiente, sin ayuda, sin ataduras y sin importarle los demás.

El que andaba por libre era el que no era siervo, como indica el Fuero Juzgo (1250-60), pero ahora que nos creemos libres, “por libre” significa sin ataduras, independiente, solo, como en el ejemplo de El País: “Yo, que siempre he hecho un periodismo un poco golfo y he ido por libre, máxime desde que los sicarios de Fraga me negaron el carnet...” Resulta una buena traducción del inglés free lance que tanto se emplea en estos tiempos. Este significado es reciente. Para el diccionario académico es “sin someterse a las costumbres establecidas.”

Situación límite.

Situación extrema, desesperada, que pone a prueba.

Llegar a un punto extremo cuando es necesario actuar y se pone a prueba la situación. Luis Rosales da una pequeña definición: “La situación límite, el borde del abismo...” Es reciente pero ha caído bien y prolifera mucho. “… expulsaban a Valdés de su grupo, tras acusarle de «ir por libre» y de...” leemos en el diario español Levante, del 20 de diciembre del 2004.

Lisa y llanamente.

Símplemente, con claridad.

De “liso y llano” nos habla la edición del 2001 del diccionario de la Academia como “dicho de un negocio: que no tiene dificultad.” Y ya se empleaba la frase en el siglo dieciocho pero como “lisa y llanamente”, porque el llamado Diccionario de Autoridades de 1734 dice de liso: “Metaphóricamente vale llano, patente, claro, sin embarazo ni tropiezo alguno” y de ahí la repetición. La Real Academia Española acepta la frase en su edición de 1803, después de que la empleara nada menos que José Cadalso en sus Cartas marruecas de 1773 y antes Gonzalo Céspedes en 1612. Y luego decimos que los idiomas cambian con rapidez.

Pasto de las llamas.

Incendiarse, quemarse.

Si pasto es alimento o cualquier cosa que alimenta el funcionamiento de algo, “pasto de las llamas” es lo que da vigor y nutrición a las llamas, al fuego. Me percaté de este cliché con motivo del incendio del trece de febrero 2005 de la torre Windsor en Madrid, cuando en todas las telenoticias lo usaban constantemente. Recordemos que algunas emisoras de televisión retransmitieron el incendio en directo durante más de doce horas. Como la catástrofe dio mucho que hablar, los periódicos y las tertulias también repitieron el cliché mucho, que ya existía en el siglo XIX, empleado, por ejemplo, por Antonio Pirala en 1868: “... y estos héroes hubieran sido pasto de las llamas: los habeis salvado, los volveis á sus familias y á la patria...” Y ahora, marzo del 2020, Google nos da 67.000 resultados de “ser pasto de las llamas”. Hasta Ramón Tamames, el economista, emplea este cliché tan manido.

Llorar a lágrima viva.

Llorar mucho, desconsoladamente.

Frase que para Santiago de Cárdenas en 1762 fue un hallazgo (“... donde se venera la imájen de aquel santo doctor San Jerónimo que lloró a lágrima viva el tiempo perdido empleado en la lectura de Ciceron.”) y que ha degenerado en un cliché muy celebrado y que tiene seguidores como la Pardo Bazán, Fernán Caballero, Galdós, Cortázar, García Márquez, Álvaro Pombo... La gente también llora a moco tendido, que es frase más chusca.

Llover mucho desde (entonces).

Transcurrir mucho tiempo, ocurrir muchas cosas (desde la fecha en cuestión).

Descubro este cliché en El dardo en la palabra, del profesor Fernando Lázaro Carreter que, al mencionar al alcalde socialista de Madrid Tierno Galvan, dice: “Tierno, por supuesto, no milita en esa tropa, porque ha llovido mucho desde entonces...” y me ha chocado, porque –he pensado yo- también ha tronado y granizado y nevado mucho desde entonces, así como también ha muerto mucha gente desde entonces... y sin embargo todo eso no ha tenido éxito, sólo “ha llovido mucho desde entonces.” Y quizá fuese don Benito Pérez Galdós, que reflejaba tan bien la vida y el idioma de su época, el que copiase la frase, ya posiblemente popular, en su Fortunata y Jacinta de 1885. Han pasado muchas cosas y ha pasado mucho tiempo desde entonces, desde la publicación de esa maravillosa novela, tanto que hasta la Academia Española acepta su existencia en 1984, cien años después de que apareciese escrita y de que la utilizase Rómulo Gallegos, Joaquín Calvo-Sotelo y otros. Y esto no es un reproche, es simplemente la realidad de los misterios del idioma y de sus hablantes. En mi opinión la locución ya se ha hecho rancia, por mucho que se emplee y creo que el pensamiento original no debe expresarse por medio de frases hechas, si no estaremos siempre estancados, lo cual, quizá, tenga poco remedio.

Ejemplos de uso: “Pero habrá llovido mucho desde entonces.” Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, 1885-87. “Ha llovido mucho desde entonces.” El País, 30/7/2017.

Llover sobre mojado.

Repetirse una acción que desagrada y que se recibe con peor ánimo que la primera vez.

Al principio fue una frase feliz que a fuerza de repetición se ha convertido en un cliché ajado e inerte. Ya aparece en el Diccionario de Autoridades (1726-39) donde se dice: “Phrase metafórica, con que se significa, que algún trabajo, desgracia o contratiempo, ha caído sobre otro antecedente.” Y sigue vigoroso el cliché que para el Diccionario de uso (2002), de Vox es: “Venir u ocurrir algo desagradable después de que otra del mismo carácter haya predispuesto el ánimo.” La definición del Diccionario fraseológico documentado del español actual, 2004, es: “Suceder una cosa desagradable después de otra, aumentando así su efecto negativo.” Tenemos, pues, definiciones para elegir, incluyendo la mía. Mi admirado prologuista Jiménez Lozano nos dice en su Los cuadernos de letra pequeña, de 2003, “Me quedo perplejo, aunque no mucho porque ya llueve sobre mojado por lluvia de esta clase.” No está solo porque las citas hacen una nómina de expertos y muy conocidos escritores, encabezando la lista Feliciano Silva, de 1534, nada menos.

No (nunca) llover a gusto de todos.

Estar contentos todos.

La posibilidad de que todos estén contentos con un acontecimiento es siempre remota. Ya lo indicaba Ramón de Mesonero Romanos en 1833: “... que así como no siempre llueve a gusto de todos, tampoco esta serenidad complacía a mi hija única.” Este dicho, casi refrán, responde a lo que he explicado en la introducción, que los refranes son verdaderas frase tópicas que se repiten insconscientemente cuando la situación parece requerirlos. Sin embargo es ya una expresión rancia exenta de frescura.

Lógicamente.

Naturalmente, por supuesto.

Este bordón conversacional no tiene nada que ver con la lógica formal y es simplemente una muletilla de la que se abusa, tanto en la conversación como en escritos. No añade nada a la idea que se quiere expresar y se puede prescindir de esta palabra de relleno que muchos emplean porque el tema de la “lógica” suena bien, especialmente porque lo que nosotros decimos nos parece lógico; lo que dicen los demás, no.

Nada más lógico.

Resultado natural de algo.

En los medios de incomunicación (sic) de masas se emplea mucho ahora la coletilla, bordón o estupidez “lógicamente”. Todo parece lógico para el que habla o escribe o pontifica, que hay de todo. Si algo es lógico, no puede otra cosa ser más lógica, aunque Benito Pérez Galdós nos dice: “Verdaderamente esto era lógico; pero más lógico era no desamparar a la que de él tan cordialmente se amparaba.” Todo esto parece una cuestión baladí, de sofismas, pero debemos suponer que hablar de lógica en cuestiones de lenguaje es buscarle “los tres pies al gato.” Este cliché y sus variantes “lógicas” no aparecen en diccionarios a pesar de que nació en el siglo XIX. Claro, la Lógica fue el resultado de los trabajos y esfuerzos de Aristóteles, pero todavía queda mucho por recorrer en el campo neuronal y ya nos infomarán los neurocientíficos sobre cómo funciona la “lógica” en el cerebro humano. Paciencia.

 

Luto riguroso.

Vestir de color negro en señal de duelo.

El Diccionario de Autoridades, 1734, nos dice de luto: “El vestido negro, que se ponen los immediatos parientes de los difuntos, o las personas de su obligación, en señal de dolor y tristeza. En lo antiguo era trage singular; oy está reducido al mismo que ordinariamente se trahe, sin más diferencias que ser negro.” Luego se añadió lo de luto riguroso o riguroso luto, que es vestir completamente de negro en señal externa de duelo por la muerte de un pariente. Después venía el “medio luto o luto de alivio” cuando se permitía llevar un atuendo más claro, alternando con el negro. El color del luto, como símbolo de dolor por la muerte en los pueblos europeos, es el negro. Estas cosas han cambiado y ya nadie lleva luto en señal de duelo o pesar, y en los tanatorios se ven vestidos de todos los colores. No se crea, no obstante, que la frase ha decaído en uso: Google nos da, marzo del 2020, 130.000 ejemplos de uso con “luto riguroso” y 22.000 con “riguroso luto”. La primera citación escrita es del siglo XVIII, y nos han hablado de este luto riguroso Larra, Pérez Galdós, Mesonero Romanos, Camilo José Cela y Francisco Umbral. Para reforzar el cliché, el diccionario Clave define “medio luto” como “el que no es riguroso.” La última citación es del periódico La Razón, 16/11/2004: “... en la sala se oyó una exclamación de «por esto, por esto», proferida entre lágrimas por una mujer vestida de riguroso luto, madre de...” Pero veo que nunca habrá “última citación” porque los clichés se repiten... “Eso mismo debió sentir una mujer vestida de riguroso luto...” nos dice César Lumbreras en La Razón del 3 de marzo de 2005. Y la televisión que tanto aporta al idioma, malo y bueno, nos dice, en un despiste o con deseos de innovar: “…apareció de riguroso negro, compungida.” (Antena5 TV, “Aquí hay tomate”, 20/6/2005). Y paremos de contar.

A todas luces.

Claramente, indudablemente, evidentemente.

Para el María Moliner de 1966 es: “por cualquier lado o de cualquier manera que se mire.” Para el Clave es “de cualquier forma o sin ninguna duda.” “A todas luces” es una frase posiblemente afortunada que se ha convertido en un bordón de la cual podemos prescindir. Google, el buscador de internet, nos da ahora (2020) 470.000 resultados y ejemplos de uso, lo que indica que la expresión sigue muy viva y empleada. Me aventuro a pensar que “claramente” puede sustituir a “a todas luces” en todos los casos.

“Por todas partes, de todos modos”, nos define el cliché la Real Academia Española en su diccionario de nueva planta (dice). Claro que esto de consultar y comparar diccionarios revela sorpresas.

Veamos “luz”, por ejemplo: “DRAE: “Agente físico que hace visible los objetos.”

Vox: “Forma de energía que ilumina las cosas, las hace visibles y se propaga mediante partículas llamadas fotones.”

Clave2: “Forma de energía que ilumina y hace posible la visión.”

María Moliner, 1965: “Forma de energía emitida naturalmente por el sol y producida artificialmente de distintas maneras que se propaga en forma de radiación...”

“A todas luces” entra en el Diccionario de Autoridades (1726-39) como “Phrase adverbial, que vale por todas partes, de todos modos.”

Total, para todos los gustos. Sin embargo nuestra frase implica la existencia de varios tipos de luces, lo cual no está mal. Yo prefiero prescindir del cliché, “a todas luces” ñoño, pero que empleó el Padre Feijoo (Benito Jerónimo Feijoo, 1676-1764), nada menos, “... que no es menos claro y sutil quanto contiene, como es a todas luces seguro y evidente quanto defiende...” Hay despistados (Más vale refrán en mano…) que creen que es “expresión tomada del mundo del cine.” Que se lo digan al P. Feijoo.

Luz verde.

Visto bueno, aprobación, permiso.

Del inglés americano green light. De muy reciente acuñación, tiene por origen la luz del semáforo que da paso a los automóviles. Este invento que trata de poner orden en la circulación –con poco resultado, creo yo- entró en funcionamiento en Londres en 1925, aunque el primer semáforo provisto únicamente de luces rojas y verdes se instaló en la ciudad de Cleveland, Estados Unidos. Me consta que en 1963, el profesor Joaquín de Entrambasaguas, Catedrático de la Universidad Complutense entonces, no conocía la expresión. Lo mencionaba Fernando Lázaro Carreter en uno de sus dardos de 1991: “La autorización de Bush para emprender la gran balumba, se ha convertido unánimemente en luz verde, metáfora semafórica que destelló el día 24 en prensa y ondas, de tal modo que Schwartzkopf ‘con la luz verde en el bolsillo’, dio la orden de avance.”

Luz y taquígrafos.

Claridad, transparencia, verdad.

La taquigrafía es un método de escritura de signos que permite escribir a la velocidad que se habla, que adquirió vigencia e importancia en la segunda mitad del siglo XIX, y que en España la inventó D. Francisco de Paula Martí (1762-1827) que escribió Estenografía o arte de escribir abreviaturas en 1800 y luego se publicó su Taquigrafía castellana. Las posteriores invenciones de grabación de la voz y la imagen han dejado obsoleto el invento, aunque una variante se emplea en juzgados y parlamentos. Como el diccionario de la Academia no recoge la frase, ni tampoco el Gran diccionario de frases hechas de Larousse, ni el Clave, suponemos que es una acuñación de los años setenta, cuando aún se estudiaba la taquigrafía y se empleaba en oficinas. El Cultural nos da un buen ejemplo de uso: “Otra pregunta más: ¿Quién va a fiscalizar el dinero que empresas e instituciones han destinado al evento. Luz y taquígrafos, por favor.” Y para estrenar el nuevo ABCD las Artes y las Letras (antiguo Blanco y Negro Cultural) Javier Cortijo nos escribió (30/5/2005) “Además Baxter arroja luz y taquígrafos sobre facetas poco conocidas...” que resulta un poco ambiguo.

Mm
De tal magnitud.

Tan grande, importante.

Aparece ya en el almanaque satírico Gran Piscátor de Salamanca, 1732, de Diego de Torres y Villarroel (1693-1770). Para el DRAE 2001, magnitud es: “Tamaño de un cuerpo.” Se trata de expresar lo grande o importante que es algo sin tener que recurrir a estas palabras simples, y así vemos que hay “aumento de tal magnitud”, “comercio de tal magnitud”, “ambición de tal magnitud”, “acontecimiento de tal magnitud”, “problema de tal magnitud”, “herejía de tal magnitud”, “derrota de tal magnitud”, “zarandeo de tal magnitud”, “críticas de tal magnitud”, “succión de tal magnitud”, “acontecimiento de tal magnitud” y todo ello por “importante” o “grande”. Se emplea tanto este cliché que el buscador de internet Google nos regala 490.000 resultados en mayo de 2020, a pesar de que los diccionario generales y fraseológicos no han reparado en él por ahora. Que el lector juzgue si debe emplearlo o no en sus escritos o en su conversación, como hace Manuel Ángel Martín en ABC (11/6/2005): “No es frecuente asistir a un experimento real de tal magnitud y trascendencia…” Yo no lo empleo porque soy perseguidor oficial de cliché en inglés y en castellano.

Poner de manifiesto.

Evidenciar, demostrar, descubrir.

M. Díaz Rubio en su libro Lecciones de patología y clínica médica. Aparato digestivo, 1964, repite el cliché nada menos que veinte veces, aunque tiene la excusa de tener al Padre Feijoo como uno de los precursores en 1739, y antes aún a Mateo Alemán, en 1581, apoyados después por Andrés Bello, Juan Valera, Ortega Gasset y Eugenio d’Ors, grandes glorias del idioma castellano. El caso es repetir la fraseología tópica, zombi, para no tener que parar y pensar en algo más original, o más simple, como “demostrar”, por ejemplo, o el más moderno “evidenciar.” El Diccionario de frases hechas de Larousse nos explica lo siguiente: “Tecnicismo de la jerga judicial que se emplea cuando se dejan los autos a la vista de las partes para que estas puedan conocerlos e instruirse de ellos.” que creo debemos tomar cum grano salis, por si acaso ya que el uso no parece avalar esta afirmación. Y Fernando Lázaro Carreter en un dardo de 1980, “Dígalo con rodeos” nos dice: “Es notable la aversión al vocablo simple cuando éste puede descomponerse en un verbo seguido de complemento que significan aproximadamente lo mismo. Ahí están empedrando el lenguaje periodístico –y también el de los libros- dar comienzo por comenzar, darse a la fuga, por fugarse [...] poner de manifiesto...” El problema es que esto viene de lejos, como hemos visto más arriba.

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