Czytaj książkę: «Talavera de la Reina. Fragmentos»
TALAVERA DE LA REINA:
FRAGMENTOS
DANIEL MORAL
TALAVERA DE LA REINA:
FRAGMENTOS
EXLIBRIC
ANTEQUERA 2020
TALAVERA DE LA REINA: FRAGMENTOS
© Daniel Moral
© de la imagen de cubiertas: Daniel Moral
Diseño de portada: Lucas Fernández y Alberto Torres
Iª edición
© ExLibric, 2020.
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ISBN: 978-84-18230-21-9
Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.
DANIEL MORAL
TALAVERA DE LA REINA:
FRAGMENTOS
Índice de contenido
Portada
Título
Copyright
Índice
AGRADECIMIENTOS
PRESENTACIÓN
La cabeza del moro
¿Qué hay detrás de la Basílica de Nuestra Señora del Prado?
Cementerios y necrópolis
¿Ébora?
Puertas desaparecidas
El hueco de la muralla
Los cuernos de Nalvillos
La doncella de la Torre del Polvorín
Leyenda sobre el escudo
Los descuartizados
Una esvástica en la iglesia de Santa María la Mayor
El asesinato de doña Leonor de Guzmán
El cuenco del diablo
Cofradía de Ánimas
Mantícora en Santa Catalina
Cárceles antiguas
Inquisición
Puente ¿romano?
Cervantes en Talavera de la Reina
El alcalde nigromante
Brujas y hechiceras
El primer pirata
Herejía
Los estragos del LSD
La primera foto de Talavera de la Reina
Una mujer en apuros
Presencias fantasmales en el convento de San Agustín
El fantasma de la torre
Pintura espectral
¿Quién fue Moris?
El judío asesino
Tente nublao
El padre Juan de Mariana guiando al pueblo
Historia y curiosidades del cementerio municipal
La Ciudad de la Cerámica en el Louvre
La única talaverana inmortalizada por Goya
Puñalada real
Una puerta al inframundo
Atlantes y túneles subterráneos
Casos ovni
Cines desaparecidos
El búnker privado más grande de España está aquí
El fantasma de San Prudencio
La chica de la cazadora
Talaveranos en campos de concentración nazis
Un burdel manchado de sangre
Fantasmas cinéfilos
Humanoide
Sucesos paranormales en el Rafael Morales
BIBLIOGRAFÍA
FUENTES DOCUMENTALES Y HEMEROGRÁFICAS
A ti, padre, por haberme inculcado las ganas de luchar ante las adversidades.
AGRADECIMIENTOS
Este libro viene vinculado a una pasión por lo oculto que desde hace muchos años diferentes factores y personas han conseguido que arraigue dentro de mí.
Agradezco a Juan Rebollo, compañero de la universidad, por hablarme de programas de radio como La rosa de los vientos, que hicieron que me enamorara del mundo del misterio, además de transmitirme su entusiasmo por la historia en nuestros paseos por las calles salmantinas.
A ti, mi mayor error, porque los domingos viendo Cuarto milenio o las noches escuchando Espacio en blanco han sido una constante en mi vida que sigo practicando.
A Jesús Mejías, que me dio mi primera oportunidad laboral en el Museo Etnográfico de Talavera de la Reina, gracias a lo cual pude sumergirme en la historia de la ciudad y verla desde muchos puntos de vista. Por supuesto, agradecer también a José Luis Muelas, que me ayudó nada más terminar la carrera para conseguir este puesto de trabajo.
A Josete Flores por ser mi compañero de andanzas en este mundillo, por creer en mí y por crear algo tan bonito como la Jornada del Misterio de Talavera de la Reina, en cuya primera edición pude participar como ponente. Además, agradecer a su mujer, Eva, y a todos los compañeros de Ocultura Talavera.
A Ramón Fernández por ayudarme a sacar este proyecto adelante e interesarse desde el comienzo.
A Gonzalo Puebla, amigo de toda la vida, que supo poner su ojo crítico cuando le pedí que me testase el borrador del libro y que lo hizo de manera completamente desinteresada, al igual que Felipe Perea, que no lo pensó ni un momento y sacó hueco en su agenda para poder revisar el texto.
A Lucas Fernández porque sé que siempre se puede contar con él. Gracias por ayudarme tanto con el diseño del libro. Eres muy grande.
Y por último a Irene Serrano, mi amor, por apoyarme incondicionalmente y ser tan buena conmigo. Soy muy afortunado.
PRESENTACIÓN
La intención que tiene este libro es la compilación de todas aquellas historias y curiosidades que me han llamado la atención desde hace años. Historias que, desde mi perspectiva, no dejan indiferente y que dan una nueva visión de la ciudad de Talavera de la Reina.
Con este libro no quiero proporcionar ningún granito de arena a la bibliografía histórica de la ciudad. No es mi objetivo en absoluto, aunque bienvenido sea. Es una aportación por escrito desde mi propia visión de toda aquella «ocultura» que esconde la Ciudad de la Cerámica.
Estoy seguro de que muchos pondrán el grito en el cielo con algunos aspectos que aparecen en esta obra, por lo que quiero dejar claro que me desmarco completamente de la visión más historicista o científica, ya que el principal objetivo de este libro es la recopilación de todas aquellas historias, leyendas y aportaciones orales, además de alguna experiencia personal, por el simple hecho de salvaguardar algunos textos que no aparecen en papel o que, según mi opinión, necesitaban de un lugar donde estar todos agrupados bajo un concepto común.
Sin más, recomiendo al lector que a la hora de sumergirse entre estas páginas se deje llevar por su amor a esta tierra o por las raíces que en ella tiene y valore, aún más si cabe, las posibilidades y maravillas que alberga.
Y sobre todo no deje nunca de hacerse preguntas y de buscar respuestas, porque es estupendo encontrar algo nuevo en aquellos lugares por los que lleva toda la vida pasando. Mire con otros ojos, indague, empápese del alma de estas historias y continúe transmitiéndolas porque, en mayor o menor medida, son parte de nosotros, parte de todos y cada uno de los talaveranos y de aquellos que se sienten de aquí aunque no lo sean. Bienvenidos a la cara más oculta de Talavera de la Reina.
La cabeza del moro
Situémonos. Nos encontramos en la Torre del Polvorín, una torre que pertenece al segundo recinto amurallado, llamada así por dedicarse a almacenar armamento durante el siglo XVIII, aunque data del siglo XIII. En la cara que da al este, hacia la calle Cabeza del Moro, se encuentra una piedra que sobresale del lienzo y que destaca sobremanera.
Esta piedra fue allí instalada en plena Edad Media y el sobrenombre popular se debe a su forma, que daba la apariencia de ser de un rostro humano y, dada la antigüedad de la misma, se creía obra de moros.
Nada más lejos. Se trata de los restos de un toro o escultura zoomorfa de la denominada Cultura de los Verracos, incluida en el ámbito vetón, en el cual, geográficamente, Talavera de la Reina se encontraba durante la segunda Edad del Hierro.
Al igual que existen otros muchos ejemplos de verracos repartidos por la comarca, este debió de hallarse en la misma ciudad o muy cercano a ella y fue aprovechado, de manera muy original, para reedificar esta torre por parte de musulmanes y después cristianos, como hicieron en otras muchas fortificaciones repartidas por Talavera de la Reina.
Cabeza del moro
¿Qué hay detrás de la Basílica de Nuestra Señora del Prado?
Un improvisado museo arqueológico al aire libre se puede disfrutar en la parte trasera de la Basílica de Nuestra Señora del Prado. Quizás no sea el lugar más apropiado para albergar estas piezas que forman parte de la historia de la ciudad, pero, saltando el debate de si es o no el sitio donde deberían estar, allí podemos ver auténticos fragmentos de nuestra propia identidad.
Según reza una placa de cerámica instalada en el lugar, los restos arqueológicos fueron recogidos por Enrique García Sánchez, profesor de Geografía e Historia en el Colegio Cervantes y mayordomo del templo cuando era ermita. Falleció en 1975.
Allí está el escudo de armas de Bernardino de Meneses, extraído de la antigua fuente de los Leones del paseo Padre Juan de Mariana, o el del cardenal don Pedro de Mendoza. También es posible disfrutar del escudo del arzobispo fray Bartolomé Carranza, que estuvo colocado en la Puerta de Cuartos, entre otros escudos nobiliarios.
También hay estelas funerarias romanas, como la originaria del Palacio de los Condes de la Oliva, con un delineado muy particular. Una muy curiosa, dedicada a los mares infernales, procede del derribo del Cine Palenque.
Por supuesto, un escudo de la ciudad no podía faltar y aquí se encuentra incrustado el proveniente de la desaparecida Puerta de Cuartos, al igual que un escudo originario de la Real Fábrica de Sedas, Paños y Oro que se conserva muy bien.
Por último, destacar la columna de Adán y Eva, procedente del derribo de una casa para levantar el Cine Coliseum, ubicado en la calle San Francisco.
Columna de Adán y Eva en la trasera de la Basílica de Nuestra Señora del Prado
Cementerios y necrópolis
En este capítulo vamos a ubicar antiguos cementerios y necrópolis que a lo largo de la historia se han encontrado en la ciudad.
Comenzamos con la época romana y nos desplazamos hasta la necrópolis que se encontró en el terreno que se extendía desde la Torre del Polvorín, callejón de la Caridad y calle Doña María de Portugal hasta las inmediaciones de la actual plaza de Santa Leocadia, que fue descubierta tras la construcción del moderno edificio del arquitecto Manuel de las Casas. Esta necrópolis tuvo que condicionar la construcción de la iglesia mudéjar de Santa Eugenia como opción para cristianizar ese lugar de carácter pagano. También se sabe que por Santa Leocadia había restos de un cementerio romano y musulmán, los cuales han sido localizados en distintas partes de la calle San Francisco.
Existió otro pequeño cementerio romano en la actual calle Fernando de Rojas, esquina con la calle Luis Jiménez. Quizás el más conocido de esta etapa, concretamente tardorromano, sea el que se encuentra a medio excavar en Entretorres.
De época islámica se encontró la maqbara o cementerio musulmán en la ampliación de los jardines del Prado, próximos a la plaza de toros. Se descubrió en el año 2007 realizando labores arqueológicas y se cree que podría estar compuesto por entre ochocientas y mil tumbas. Podría abarcar desde el siglo XIII al XVI. La gran mayoría de los cuerpos se enterraron siguiendo el rito musulmán: de lado, por el costado derecho y la cabeza mirando hacia La Meca. Había niños y adultos de ambos sexos. Parece ser que eran ciudadanos moriscos, musulmanes que tras la Reconquista fueron bautizados con el rito cristiano, pero se les permitía conservar algunas de sus tradiciones.
En la calle Adalid Meneses se encontró hace unos años un cementerio medieval, que podría pertenecer a una iglesia jacobina. Era común encontrar cementerios cercanos a las iglesias como el que apareció en la plaza del Salvador, que pertenecía a la iglesia colindante, fechado entre los siglos XIII y XV.
En el siglo XVI se habilitó un cementerio para acoger a las víctimas de la peste de 1598-1599. Junto a este camposanto se levantó la ermita de los Santos Mártires, más allá de la Puerta de Zamora, pasando el arroyo Berrenchín, en el barrio de la Enramada. Cerca de esta zona también se ubicaba el cementerio judío, siempre a las afueras de la ciudad amurallada.
Lugar donde se encontró en 2007 la maqbara o cementerio musulmán, datado entre los siglos XIII y XVI
¿Ébora?
En cierta ocasión escuché que Talavera de la Reina no había tenido nunca el nombre de Ébora. Por supuesto, me llevé las manos a la cabeza pensando en todas esas referencias que hay en la ciudad: en nombres de empresas, clubes deportivos, asociaciones, etc. Tras investigar, parece ser que se debe a un error etimológico.
La culpa la puede tener Tito Livio, el famoso historiador romano. Tal cual narra este autor, en el año 182 a. C. se produjo una batalla entre romanos y celtíberos en un lugar llamado Ebura o Aebura. Los romanos ganaron la contienda, causando numerosas bajas e incorporando ese territorio a su imperio. Tito Livio da detalles geográficos que podrían situar esta Ebura en la localización de la actual Talavera de la Reina, ya que afirma que estaba cerca de Toledo, que la batalla se produjo en el margen derecho del río Tajo o que esta ciudad era un llano rodeado de colinas. Está claro que Talavera de la Reina podría tener muchos puntos en común para ser esa Ebura o Aebura, pero hay autores que rebaten esta hipótesis, situándola en tierras cacereñas. En todo caso, el nombre sería Ebura o Aebura y no Ébora.
No obstante, el debate podría estar entre confundir Talavera de la Reina con la ciudad de Évora, en Portugal. La sede episcopal de Elbora está documentada como una de las más antiguas de la península ibérica, datando de época visigoda. Se situó en la ciudad portuguesa de Évora, pero siempre la tradición popular, acrecentada por los Santos Mártires y tras la conquista por Alfonso VI en 1083 de Talavera de la Reina, ha querido ver una plaza fuerte en esta ciudad, considerando que tendría muchas opciones de albergar una sede episcopal propia. Ya entrado el siglo XVI comenzó un debate entre humanistas e historiadores, uno de ellos el padre Juan de Mariana, que defendieron sus posturas sin terminar de aclarar o definir dónde se situaba esta Elbora.
El debate ha llegado casi hasta nuestros días, ya que hasta los años 90 del siglo XX no se han publicado trabajos como el de Margarita Vallejo, en que da por cerrado el debate, situando esta Elbora en el emplazamiento que ocupa la actual ciudad de Talavera de la Reina.
Sus razones son las claras alusiones en las actas entre Toledo y Mérida a una ciudad llamada Elbora. Además, existieron más ciudades en la península ibérica con nombres parecidos, situadas en Galicia o Cádiz, por ejemplo. Otra alusión que hace esta autora es la huida que realizan los mártires a la ciudad de Ávila desde Elbora, teniendo que ser una ciudad relativamente cercana. Los hallazgos numismáticos en la zona de Talavera de la Reina, mucho más numerosos que en Évora (Portugal), sitúan la sede episcopal en la Ciudad de la Cerámica.
Por último, nos viene a dar la referencia del actual nombre de la ciudad, que procede de época árabe (Talabira) y que significaba «barrio de los elborenses».
Como conclusión, existen referencias y pistas que podrían confirmar el nombre en época visigoda de la ciudad de Talavera de la Reina, pero, en mi humilde opinión, debemos tener cuidado con cómo llamamos a nuestros negocios y asociaciones porque podemos estar cometiendo un error histórico.
Liuva II, rey visigodo que regaló a la ciudad la imagen de la Virgen del Prado
Puertas desaparecidas
Numerosas puertas o portezuelas existieron en las murallas talaveranas que hoy solo son recuerdos de un pasado robusto y diferente que la ciudad vivió. Puertas con mucho simbolismo o importancia, que han dado sentido a la estructura actual de la ciudad.
Nos situamos en la primera línea de muralla que se construyó, allá por los siglos IX-X. En la calle San Clemente aún podemos apreciar restos de lo que fue la Puerta de Mérida, denominación que tuvo debido a que apuntaba hacia el camino extremeño, aunque también fue conocida como Puerta de San Clemente. En 1881 el ayuntamiento decide derribarla para utilizar sus sillares en la construcción del cementerio municipal. Lo que se puede ver hoy en día es parte de un torreón semicircular, situado junto a la Casa de la Panadería, aunque se puede apreciar en las excavaciones de Entretorres el trazado original de los muros y torres adyacentes. Algunos autores apuntan a que pudo ser una construcción anterior a la dominación árabe. Dentro del conjunto de la puerta hubo una fortaleza defensiva, como bien demuestra una torre en el margen derecho extramuros de la muralla que a duras penas sigue en pie.
En este primer recinto también se encontraba la Puerta del Río, ubicada al principio del puente viejo. Algunos autores también dicen que pudo denominarse de los Carros. Fue parte primordial debido a que servía de control de acceso para visitantes, mercancías y ganado. Pudo ser acceso desde época romana, ya que el puente tiene un origen claramente de esta fase.
En las tenerías de San Jerónimo, ubicadas dentro del recinto del Museo Etnográfico, se encuentra una portezuela que se llamó Postigo del Río o de los Jerónimos y que pudo tener origen islámico.
Hacia el siglo XVI se abrió un acceso en este primer recinto para comunicar el convento de las Madres Carmelitas Descalzas, que se llamó Puerta de Herrerías, llamada así por la actividad productiva colindante.
Una de las puertas más famosas de este primer recinto fue la de San Pedro, derribada en 1885. Fue reformada en algunas ocasiones, sobre todo por iniciativa del cardenal don Pedro González de Mendoza, cuyo escudo pendía de dicha puerta. Era una construcción típica del siglo XV. En el centro de la misma se encontraba una imagen de la Virgen con doselete, que hoy se conserva en la Basílica de Nuestra del Prado.
Postigo de Nazar o de la Victoria, situado en el margen del río y que poseía un torreón. El nombre le pudo venir dado por las numerosas ocasiones en las que los musulmanes tomaron la ciudad, ya que pudieron hacerlo desde ese mismo punto. Parece ser que este torreón pudo tener la función de maquinaria para suministrar agua a huertas cercanas; de hecho, hay constancia de que los jerónimos lo utilizaron para tal fin. Estaba situado en la zona donde hoy parte el puente de hierro Reina Sofía. Algunos autores consideran que pudo llamarse también del Águila, posiblemente por estar en él ubicado un escudo de los Reyes Católicos.
Nos encontramos ya en el segundo recinto amurallado, aquel que se comenzó a construir durante el siglo XIII. La calle Puente Pópulo debe su origen a una puerta o arco llamado de Santa María del Pópulo, denominado así por una capilla que acogía hacia los siglos XVI-XVII, cuya imagen se conserva en la iglesia de Santa María la Mayor, que se asentaba sobre el arroyo de la Portiña y que fue derribado a finales del siglo XIX debido al incremento del tráfico de vehículos. Esta puerta era conocida como «Alcantarillas Viejas» en fuentes documentales del siglo XV.
La Puerta de Zamora se ubica donde hoy está la plaza del mismo nombre. Hoy conserva una de las dos torres que tuvo, la cual formaba parte de la cárcel de la Santa Hermandad. La demolición del resto de la puerta se realizó a finales del siglo XIX.
Al final de la calle Postiguillo había una pequeña puerta, conocida como Postigo de Rodrigo Niño o de los Alfares, derribada en 1825. El nombre de Rodrigo Niño pudo venir por uno de los vecinos relevantes que vivían en las inmediaciones.
Existió una puerta llamada de la Miel o de la Manga, localizada por la zona de Puente Moris y en cuyo arco se instaló el repeso de la harina.
Hacia finales del siglo XV se edificó la Puerta Nueva o de las Cebollas, situada entre el lienzo de muralla y el edificio del mercado de abastos. A finales del siglo XIX todavía se conservaba el dintel de la puerta. El apelativo «de las Cebollas» se le tuvo que dar popularmente debido a la actividad económica preponderante de aquella zona.
La Puerta de Toledo, demolida hacia el año 1861, se ubicaba en la entrada hacia la calle San Francisco desde la calle Alfares. Su construcción parece que se llevó a cabo hacia el siglo XII-XIII.
La calle del Sol debe su nombre a una puerta que se abrió en la baja Edad Media, teniéndose noticias desde el año 1515, siendo una de las más importantes en ese momento y situada mirando a levante, de ahí la referencia al astro rey. Pudo desaparecer hacia 1880.
Ya en el tercer recinto amurallado, construido hacia finales del siglo XII, una de las puertas más conocidas era la Puerta de Cuartos, ubicada en la plaza a la que hoy da nombre. Esta puerta ha sido muy importante históricamente debido a que en ella se daba el rito de toma de posesión de la villa por los arzobispos toledanos, señores de Talavera. En 1907 la puerta se derribó definitivamente. En ella estaba el escudo del arzobispo Carranza, que la restauró, el cual se encuentra despiezado en el muro trasero de la Basílica de Nuestra Señora del Prado (véase «¿Qué hay detrás de la Basílica de Nuestra Señora del Prado?»).
La Puerta de Pescaderías se abrió junto a la torre albarrana que está al comienzo de dicha calle hacia 1560, pero debido a sus pobres materiales constructivos en 1676 la puerta desapareció definitivamente.
La Puerta de la Alcazaba se situaba en la calle Carnicerías, cerca de la torre albarrana restaurada en 1988. Hoy en día se puede interpretar dónde estuvo esta puerta debido a las obras de acondicionamiento que se realizaron años atrás en el primer lienzo de muralla. Según algunas crónicas, ya en el siglo XVI comenzaba a acusar la ruina y la dejadez.
El Postigo del Alcázar se abría en la que hoy es la calle Huerto de San Agustín y era una entrada o salida secundaria al edificio, más cercana al río. El Postigo de la Alameda se encontraba ubicado en la calle Ronda del Cañillo, pegado a los muros del alcázar, hacia el siglo XVII.
Al final de la calle Cererías se encontraba la Puerta de la Villa o de la Alcantarillas Nuevas o Altas. El término «alcantarilla» se refería a la existencia de un puente cercano. Fue demolida en 1894.
El Postigo de Vengamedel o del Cristo se situaba en el margen del arroyo de la Portiña, al final de la calle Cristo de la Salud. El término «vengamedel» habría que rastrearlo en las fuentes árabes, relacionado con las tribus bereberes que estuvieron por la zona de Talavera de la Reina. Su derribo se realizó hacia finales del siglo XIX.
El Postigo de San Ginés o de San Antolín se abrió en la cerca que pasaba por la actual calle Santo Domingo. El postigo tomaba el nombre de la cercana parroquia de San Ginés, donde posteriormente se asentaría el convento de Santo Domingo, pero se sabe que el postigo es anterior, posiblemente de los siglos XII-XIII.
Escudo procedente de la desaparecida Puerta o Arco de San Pedro, ubicado actualmente en la parte trasera de la Basílica de Nuestra Señora del Prado
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