Camilo, un sanado herido

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Realmente, profundizando en la vida de san Camilo, podríamos decir sin miedo a confundirnos que «Camilo cargaba como un camello»; hoy día diríamos: «como un burro». No olvidemos que un camello aguanta de cinco a siete días sin comer, soporta cargas pesadas en distancias considerables, transportando hasta 450 kilos.

Con estas palabras, Cicatelli da a entender la disponibilidad y entrega de Camilo a los enfermos. Hoy en día, «trabajar como un burro» o «trabajar como una mula» hace referencia a aquellas personas que no pierden un minuto en el día y trabajan duro, el mismo sentido que le atribuyó Cicatelli.

Veremos más adelante cómo Camilo trabaja «como un camello», porque lo hace sin descanso y por los enfermos, llevando sobre sus espaldas una gran carga, la de los pobres enfermos y la de la incipiente comunidad de «siervos de los enfermos».

4. Su familia

Su padre fue Juan de Lelis. Nació en Bucchianico también. Pertenecía a lo que se llamaba «una buena familia». Fue militar desde muy joven. Con poco más de 20 años se alistó en el ejército y fue un soldado responsable y respetado. Comenzó como soldado al servicio de España y Venecia, y llegó a ser capitán de infantería bajo las órdenes del emperador Carlos V. Juan participó en la mayoría de batallas llevadas a cabo en Italia dirigidas por Carlos V o algunos de sus capitanes. Participó en muchas contiendas, como la de la toma y saqueo de Roma cuando estaba a las órdenes del duque de Borbón o en la defensa de Nápoles contra los franceses a las órdenes de Mons. de Lautrech.

Podríamos seguir relatando batallas en las que estuvo, como la toma de Florencia, el asedio de Pinnarolo, Niza, entre otras, y haciéndole todo tipo de encargos bélicos y militares. Cicatelli hace referencia a Juan de Lelis y dice textualmente:

Yo, Juan, he servido en la milicia desde el año 1527 hasta el presente de modo siempre fiel; y he participado en otros muchos servicios que no escribo porque ahora no recuerdo bien. De lo cual pueden dar fe los ministros de Su Majestad Cesárea y del rey, nuestro señor, y otros príncipes y señores ilustrísimos; y así espero perservar hasta el final de mi vida, siempre fiel al servicio real (p. 46).

Juan se llevó a Camilo a la lucha cuando este tenía 18 años. Como veremos más adelante, fue un momento difícil para Camilo.

Su madre fue Camila Compelio, nacida en Loreto, de la región de los Abruzos. Pertenecía también a una de las principales familias de la región.

Juan y Camila eran personas virtuosas, se casaron y tuvieron dos hijos. José, el hijo mayor, murió siendo un niño. Este suceso destrozó la vida de los padres, pero especialmente de Camila, ya que arrastró un desgarrador duelo por la pérdida de su hijo durante casi treinta años. Siendo ya mayor, y considerada infecunda e inhábil para concebir una nueva vida, pues tenía más de 50 años, se quedó embarazada. Camila, con una edad considerada senil, esperaba un bebé. Este acontecimiento, tanto en la Biblia como entre los que vivieron el embarazo de Camila, fue interpretado como un indicio claro de la intervención de Dios. Es fácil imaginarse el asombro y extrañeza de los habitantes de Bucchianico ante la llegada al mundo de Camilo.

Al acercarme a Camila, madre doliente, fácilmente vislumbro sus miedos después de perder un hijo y, sobre todo, la angustia al enfrentarse a una nueva gestación siendo mayor. Como madre, soy capaz de suponer los cuidados que tendría durante su embarazo para que ese niño llegase a término precisamente por el miedo de perderlo.

Soy capaz de vislumbrar sus conversaciones íntimas con Camilo durante esos nueve meses de espera y puedo sospechar, cómo no, sus continuas acciones de gracias por la vida que estaba creciendo en su seno. Como madre gestante, también imagino sus miedos, sus preguntas y dudas, sus pensamientos y oraciones: «¿Vendrá bien el niño siendo yo tan mayor? ¿Morirá de la misma forma que murió mi pequeño José? ¿Seré una buena madre? ¿Viviré lo suficiente para ver crecer a mi hijo? ¿Tendré tiempo para educarle? ¿Será bueno?». Y tantas y tantas preguntas como cualquier mujer se plantea durante su gestación.

Es comprensible que a Camila, mujer «de cabellera canosa y con la cara arrugada, que rondaba los 60 años y que caminaba más bien encorvada», la llamasen «santa Isabel», la cual era mayor y estéril, como nos dice el evangelio de san Lucas, pero se quedó embarazada y dio a luz a Juan el Bautista. Haciendo una correlación entre santa Isabel y Camila, el nacimiento de Camilo fue considerado por muchos como un milagro.

Pronzato dice:

Así pues, iba a producirse de un momento a otro el suceso milagroso. «Santa Isabel» (que así la llamaban) estaba a punto de dar a luz un hijo, a distancia de más de veinte años del primero, José, que, por desgracia, había muerto siendo niño.

De cabellera canosa y con la cara arrugada, rondaba los 60 años. Caminaba más bien encorvada (incluso «jorobada», sostiene, tal vez exagerando un tanto, el padre Cicatelli) (p. 15).

Cosmacini relata el parto, desde una perspectiva médica, de la siguiente manera:

De un parto eutócico, como suele decirse hoy en obstetricia para definir un parto que concluye de forma normal un embarazo fisiológico. Además, no sufrió peligro de supervivencia post partum. Tal vez puede atribuirse al «envejecimiento» de los ovocitos maternos la macrosomía del recién nacido, premisa de la enorme corpulencia del Camilo adulto (p. 8).

Hoy día nos pueden sorprender más o menos las noticias de mujeres de más de 50 años que se quedan embarazadas por medios técnicos específicos de reproducción asistida, posibilitando que mujeres con la menopausia puedan entrar en un período de gestación. Sin embargo, en la época de Camila no existían esas técnicas de fertilización in vitro, o las de donación de ovocitos, o las que recurren al uso de los ovocitos propios previamente congelados.

Si comparamos el momento histórico de Camila con el actual, sabemos que una mujer de entonces pasados los 50 era considerada anciana, y la esperanza de vida hasta el siglo XVIII era muy corta. Las causas eran evidentes, las epidemias, la tuberculosis, el tifus, entre otras muchas enfermedades, más los efectos destructores de la pobreza, la falta de recursos y deficiencias médicas y sanitarias, las muertes ocasionadas por las guerras y la dureza del trabajo del campo, implicó que la esperanza de vida bajase en esa época con relación a los siglos anteriores, situándose entre los 48-49 años en los hombres y 53-55 años en las mujeres. Desde estos datos, Camila estaría dentro de la franja de los ancianos próximos a la muerte.

José, el hermano mayor, si hubiese vivido, le habría llevado más de veinte años a Camilo. Luego Camilo era el «único hijo» de una madre mayor, cuyos cuidados protectores o sobreprotectores influyeron en él, como veremos más adelante, en sus actitudes ante el cuidado de los enfermos como «hijos únicos enfermos».

5. Su infancia

La educación en la Italia de los siglos XVI y XVII sigue la tradición grecolatina y está focalizada en la Iglesia. Se estructura según el modelo medieval, con el aprendizaje del latín y una formación específica para los futuros sacerdotes. Esto delimita significativamente a los escolares.

La enseñanza no era obligatoria para los niños de la época y acudían a la escuela según la clase social y el tiempo propio para alcanzar sus fines; una vez alcanzados sus objetivos abandonaban la escuela. La mayoría de los niños no acudía a la escuela. Al no ser la educación un imperativo legal y social, Camilo frecuentó poco las aulas, solo lo suficiente como para apenas aprender a leer y escribir, y nada más.

El juego no solo es educativo, sino que es algo vital y necesario. Los niños siempre y en todas las épocas tienen necesidad de jugar. Cada período histórico marca las preferencias de los juegos infantiles. Hay actividades de los pequeños que son universales, se dan en todos los lugares y en todos los tiempos, como correr, saltar, jugar a ver quién corre más o quién «pilla» a quién, así como el escondite.

En el momento actual, los juegos están determinados por los medios tecnológicos, y desde pequeñitos los padres ponen a sus hijos ante una pantalla, unas veces para liberarse de sus gritos, carreras o caprichos, y otras porque necesitan usarla con fines educativos. En la época de Camilo, los niños de la clase más baja trabajaban en el campo, por lo que tenían poco tiempo para jugar. Los niños de clase adinerada tenían juegos de mesa, como las damas. Los juegos de pelota, de madera o de cuero eran muy populares, y los juegos de persecución eran muy corrientes entre los chavales.

Cuando los niños no van al colegio y están mucho tiempo libres, buscan la manera de llenarlo a través del juego. Cuando el juego no se dirige directa o indirectamente y no se controla, se puede caer en el abuso, y del abuso se puede pasar a la dependencia del juego o ludopatía. Me imagino que Camilo jugaría a todos los juegos de la época. Sin embargo, tuvo predilección desde su infancia por jugar a las cartas, a los dados y otros juegos de apuestas.

Supongo que la madre estaría muy pendiente de él, y seguramente Camilo jugase a escondidas a estos juegos para evitar reprimendas de la madre.

Los niños, cuando no disponen de juguetes, despliegan la magia de su creatividad y los inventan. Recuerdo que, en la selva amazónica, los niños cogían recipientes redondos grandes, los ponían lejos de una línea que trazaban con un palo y desde la cual tenían que «encestar» en una lata una pelota hecha de trapos viejos. De la misma forma, Cicatelli dice que Camilo, siempre creativo, inventaba juegos con lo que tenía a su mano: «Le encantaba, sobre todo, jugar con las piezas de hacer el queso, según se acostumbraba a hacer en los Abruzos» (p. 47).

 

El juego, para Camilo niño, como para todos los niños de todas las épocas, cumple un papel importantísimo para su desarrollo personal y social. La necesidad de sentirse parte de un grupo; la socialización, el desarrollo de la afectividad y de la inteligencia, así como el ingenio, la creatividad y la motricidad se estimulan, consolidan y desarrollan a través del juego, por lo que pasa a ser «vital» para el niño.

En la infancia de Camilo no había juguetes didácticos ni juegos manipulativos, sensoriales o dirigidos. Tampoco había ludotecas, por lo que los juegos eran libres e imitativos. Jugaban por imitación a los juegos que practicaban los mayores. Entreveo los ojos expectantes de Camilo niño examinando a unos hombres alrededor de una mesa jugando a las cartas mientras tomaban un vaso de vino. Camilo y sus amigos aprendieron los juegos de los mayores y en su ansia de ser mayores jugaban.

Hoy día sabemos y vemos con estupor la peligrosidad de los juegos de cartas, dados y juegos de apuestas en Internet, y sabemos que son especialmente peligrosos para los niños. Requieren la acción educativa de un adulto que les enseñe a ganar y perder, a no hacer trampas y a frenar el deseo de jugar por las apuestas, que conduce peligrosamente a una posible ludopatía.

Esos juegos no promueven la creatividad, pero sí desarrollan la atención, la concentración y la memoria. Si aprenden con ellos a respetar las reglas, si no caen en el deseo obsesivo de ganar a cualquier precio, incluso haciendo trampas, lo cual es muy frecuente en los niños, estos juegos pueden ser aceptables siempre y cuando estén dosificados.

Lo cierto es que las experiencias infantiles de Camilo tuvieron una triangulación específica.

- En un primer vértice está Camila, su madre, corrigiendo, tratando de educar y de transmitir buenos principios e intentando formar en los principios religiosos a su hijo. El padre estaría más ausente por estar alistado en el ejército. La madre muere cuando Camilo tiene 12 años y está prácticamente solo hasta los 17 años, ya que su padre sigue enrolado en sus tareas militares de batalla en batalla. Esto significa que la adolescencia de Camilo fue un período de soledad. Ese momento en que los hijos necesitan tanto la dirección de sus padres y su presencia para que sientan, experimenten y vean cómo se preocupan de ellos a través de su cariño y de los límites que todo adolescente necesita. Podemos decir que, hasta los 12 años, Camilo fue un niño mimado y cuidado por una madre mayor, sabedora de que le quedaba poco tiempo de vida, y un padre ausente, con el que no puede tener una referencia educativa. Ambas vidas tuvieron una influencia muy significativa en Camilo.

- Un segundo vértice es el escolar, que no fue muy representativo para Camilo, sin mayores objetivos que defenderse con la lectura y la escritura. La escuela puede ser un medio socializador y educativo cuando las circunstancias familiares no son adecuadas, pero esa función no se dio en Camilo, porque fue poco a la escuela.

- Un tercer vértice es el social, de pertenencia a grupos en los que Camilo estimulaba su adicción al juego y sus deseos de ganar. La realidad familiar favorecía que Camilo se arropara en el grupo de amigos y obtuviese en ellos la consideración y afecto que no tuvo en la adolescencia.

Los tres vértices configurarán un futuro decisivo en Camilo y diseñarán sus heridas y su estilo de vida hasta la muerte.

6. Titulaciones

El curriculum vitae de Camilo hoy día sería tan simple como escribir los datos personales y algún que otro logro académico que Camilo alcanzó con dificultad, como sus estudios de teología y sus estudios sacerdotales, realizados con los jesuitas, hasta ser ordenado el 26 de mayo de 1584, a los 34 años.

Hoy día hay un ansia por tener un curriculum vitae cargado de títulos académicos, másteres y publicaciones, entre otros, y un proceder social que concede un valor desmedido a los títulos, ya que se suelen relacionar con la valía o sabiduría personal, lo cual no es exacto, y lo que es más grave es que en esa ansia por engrosar el currículo se han comprado y vendido titulaciones, objeto de corrupción académica, y se ha llegado a mentir o a inflar los currículos, como en el caso de algunos personajes públicos, que lo han hecho simple y llanamente por vanidad y por competitividad.

Esta dependencia de los diplomas, pergaminos de despacho y credenciales académicas implica lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu, en su libro Homo academicus, analiza de forma meticulosa las relaciones de poder que existen en el ámbito universitario para medir fundamentalmente el prestigio académico en función de los títulos académicos y publicaciones personales. En concreto, en el capítulo 2 del libro dedica un apartado a diferenciar entre la competencia científica y la competencia social. Esta última es la que se desarrolla en función de los títulos.

Pues bien, Camilo no tiene estos conflictos. Su currículo está centrado en el servicio, en el hacer por y no en el saber para. Y desde esta perspectiva se le atribuyen varios títulos:

- Servidor de los enfermos. La palabra «servidor» viene del latín servitor, que designa a la persona que sirve. Según la Real Academia, servidor «es la persona que sirve como criado». En la Biblia se habla del «siervo» no solo para referirse a la persona que presta servicios a alguien, de manera voluntaria, como signo de sumisión, sino como expresión de adoración a Dios (los siervos de Dios), como signo de elección (el siervo de Israel) o como expresión mesiánica (el Siervo de Yahvé).

En el caso de Camilo, es servidor porque sirve voluntariamente a los enfermos, yendo más lejos del mero servicio, ya que sirve como expresión de adoración, por ver en ellos al mismo Jesús.

- Fundador de los Siervos de los enfermos. Esta actitud de servicio incondicional le lleva a fundar la Orden de los Siervos de los Enfermos. La comunidad se funda el 8 de diciembre de 1591, cuando Camilo tiene 41 años.

- Patrón de los enfermos. Esto tampoco es casual: Camilo fue un enfermo crónico que afrontó su enfermedad con sus heridas a cuestas. El dolor, la enfermedad, el sentirse enfermo le acompañaron toda su vida, por ello recibe este título. Decir «patrón de los enfermos» es como decir el protector de los enfermos, el empático, el sensible, el compasivo ante los enfermos.

En este libro vamos a proclamar e investir a Camilo con un nuevo título:

- Sanador herido. Camilo es un personaje prototipo de resiliencia. Es resiliente. Tiene esa capacidad de recomponerse, de recuperarse, de dar sentido a sus heridas, y por ello se hace merecedor del título de resiliente, que analizaremos más adelante. Tiene una habilidad especial para utilizar sus heridas para sanarse y sanar las de los demás. Esto le convierte en un prototipo de «sanador herido» o «herido sanador».

Camilo fue un buscador de oportunidades, un vividor alocado y terco, lo que le produjo heridas profundas, y un resiliente que desde sus heridas y con sus heridas dedica su vida a servir sanando, y por ello le atribuimos el título de herido sanador o sanador herido, del que hay mucho que decir.

Este título que le otorgamos no es ni gratuito ni arbitrario. Es el resultado de un estilo de vida, de un compromiso y de una voluntad férrea de servicio y entrega a los enfermos.

7. Su personalidad

Cicatelli, napolitano nacido en 1570, fue uno de los primeros seguidores de san Camilo. Escribe en un manuscrito su biografía. De él podemos sacar los mejores rasgos de su personalidad, ya que convivió con él durante años, le siguió de cerca y relató lo más significativo de la vida de este sanador herido.

Con frecuencia nos presentan una imagen desfigurada de la personalidad de los santos. Personas aisladas del mundo, arrinconadas, con un talante angelical y ñoño, que nos empuja a mirarlos como seres que no tienen nada que ver con la vida de cualquier mortal. Pero esas máscaras no solo desfiguran al personaje, sino que provocan un rechazo a la persona, como la desconsideración que provocaba en mi infancia san Isidro, ya que me contaron que él se dedicaba a rezar y, mientras rezaba, un ángel araba con los bueyes y le hacía el trabajo. Yo, siendo niña, rezaba y nada, el ángel no venía a hacerme las tareas escolares, hasta que me cansé y me di cuenta de que lo del ángel no funcionaba conmigo. En mi interior sentía una cierta rabia y rechazo hacia san Isidro, y pensaba: «Así cualquiera...».

Creo que el desacierto está en presentarnos a los santos como seres etéreos, con superpoderes, a los que nunca, desde nuestra pequeñez, podremos imitar, y no como seres humanos sufrientes, como nosotros, con heridas, pasiones, envidias, problemas y dificultades varias que tratan de resolver y superar. San Camilo fue un hombre normal, cargado de heridas, que fue capaz de utilizarlas para dar el salto hacia la sanación propia y de los demás. Esto le hace cercano y accesible.

Los rasgos de personalidad son atributos personales que constituyen patrones de comportamiento estables, pensamientos y emociones, en mayor o menor medida. El modelo de los cinco factores (FFM) es una de las taxonomías más estudiadas en el mundo de la personalidad. Los rasgos más descriptivos se combinan en cinco dimensiones.

Aunque hay muchas clasificaciones de los rasgos de personalidad, vamos a seguir la propuesta por Parks-Leduc, Feldman y Bardi, que analizan estos cinco rasgos y sus componentes:

1) Abiertos a la experiencia. Se considera una persona abierta a la experiencia aquella que es curiosa, intelectual, imaginativa, creativa, innovadora y flexible. Por oposición estaría la persona rígida y con una mente cerrada, superficial y simple.

2) Amables. Entrarían en este rasgo las personas bondadosas, cooperativas, simpáticas, confiadas y capaces de perdonar. Por oposición estarían las personas groseras, egoístas, hostiles, poco cooperativas, desagradables y de difícil trato.

3) Extrovertidos. Las personas sociables, comunicativas, optimistas, ambiciosas, asertivas, que buscan recompensas, abiertas y enérgicas. Por oposición estarían los introvertidos, tímidos, reservados, callados y poco aventureros.

4) Conscientes y con conciencia. Formarían este cuarto grupo las personas organizadas, responsables, confiables, ordenadas, eficientes y tenaces para conseguir los logros. Por oposición estarían los desorganizados, perezosos, irresponsables, descuidados y poco rigurosos.

5) Estables emocionalmente. En este último grupo de rasgos de personalidad encajan los tranquilos, seguros de sí mismos, estables, resistentes y equilibrados. Por oposición estarían los neuróticos, nerviosos, inseguros, temerosos y ansiosos.

Camilo tiene atributos de los cinco rasgos de personalidad y algunas de las características opuestas, las cuales pondrá a su servicio en favor de los enfermos. Veamos un ejemplo.

De los rasgos del primer apartado, Camilo es fundamentalmente imaginativo, creativo e innovador. Es capaz de soñar y hacer realidad su sueño. Su creatividad y originalidad se ven claramente en la manera de proponer el cuidado: «Cuidar como una madre cuida a su hijo enfermo», creatividad que se traduce en innovación de técnicas de aprendizaje concretas para enseñar a sus seguidores a cuidar a los enfermos, como el role-playing, el aprendizaje por modelado y el aprendizaje significativo, que con tanta destreza sabe transmitir. Esto no es más que una manera creativa, gráfica, sencilla y profunda a la vez de hacer un manual del cuidado.

En lo referente al punto 2, podemos decir que Camilo no era precisamente amable en el trato; sin embargo, toda la rudeza de su relación y la exigencia a sí mismo y a los demás se tornaba amabilidad cuando estaba con los enfermos. Camilo era bondadoso y colaborador, no derrochaba simpatía, pero era capaz de perdonar. En este punto se podría decir que Camilo, en ocasiones, podría resultar a los ojos de los demás una persona desagradable y de difícil trato, pero esta actitud estaba asociada principalmente a su alta exigencia.

A primera vista, Camilo no encaja globalmente en las características del grupo 3, ya que es un hombre rudo, exigente, rígido, riguroso a la hora de desarrollar sus creencias, estricto al exigir lo que él creía que tenía que hacerse y cabezota. No se ajustaría al rasgo de personalidad amable con la gente en general, pero lo que es innegable es que era entrañable, tierno, extremadamente sensible, cordial, afectuoso y «maternal» con los enfermos. Es como si tuviese una doble personalidad, la de líder exigente, severo y riguroso a la hora de defender y exigir los derechos de los enfermos, pudiendo llegar a ser brusco y de difícil trato, y la personalidad de siervo sumiso y apacible, dulce y suave, a la hora de estar con los enfermos.

 

Las características del grupo 4 parecen estar hechas a la medida de Camilo. Todo el desastre de su juventud se torna en responsabilidad cuando encuentra su camino. Su autoexigencia se traduce en sistematicidad y capacidad organizativa, y, sobre todo, su personalidad tozuda y obstinada se transforma en una tenacidad que le lleva a alcanzar sus logros.

Camilo también encaja con las cualidades de personalidad del grupo 5, ya que es evidente que es un personaje con una alta seguridad en sí mismo, seguridad que le viene de entender que hace lo que Dios le pide, y esa seguridad se traduce en resistencia personal, a pesar de sus heridas, no solo físicas, sino emocionales y sociales, originando un «equilibrio estable» en la consecución de sus objetivos.

Cosmacini dice: «La mordaz pluma de Giovanni Papini lo describirá como un joven “fantasioso, desvergonzado y extravagante”, es decir, caprichoso, licencioso y un tanto excéntrico» (pp. 12-13).

Si seguimos las teorías de Eysenck, podremos entender los rasgos de personalidad de Camilo. Para Eysenck, la personalidad tiene una serie de rasgos que se agrupan en tres dimensiones:

- Extroversión frente a introversión, cuyos rasgos más significativos son la sociabilidad, actividad, asertividad, despreocupación, dominación y audacia.

- Neurotismo frente a estabilidad emocional, con rasgos como ansiedad, depresión, sentimientos de culpa, tensión, baja autoestima, timidez y mal humor.

- Psicotismo frente a control de impulsos, cuyos rasgos son, entre otros, agresividad, frialdad, egocentrismo, impulsividad, creatividad y dureza.

Camilo también presenta rasgos de las tres categorías, como la actividad, vivacidad, asertividad, tensión, creatividad y dureza. Sin embargo, se va haciendo y va modulando su personalidad en función de los enfermos. Está más que probado científicamente que el ambiente influye en la personalidad, y especialmente los factores socioculturales, como demostraron Schultz y Schultz, y los diferentes escenarios ambientales por los que pasó Camilo ejercieron una influencia en él a lo largo de su vida.

A modo de resumen podemos decir que los rasgos más significativos de la personalidad de Camilo y que son determinantes para convertirse en un sanador son: personaje buscador, vividor, intuitivo, cabezota, jugador, trabajador; lavaba, cosía, siempre buscando el bien de los enfermos más pobres y abandonados, disponible, impulsivo en sus años jóvenes ante la herida, que se rascaba sin control, y en su madurez, porque cuando siente un «impulso» interior lo persigue hasta el final. Creativo en lo relativo al cuidado de los enfermos, humilde y sensible.

En el libro coordinado por Álvarez y Bermejo, Diez miradas sobre Camilo de Lelis, una de ellas la realiza el periodista Julián del Olmo, y dice de Camilo refiriéndose a su personalidad, después de hacerle una supuesta entrevista:

La tarde cae y doy un paseo por las calles de Roma, pero mi mente y mi corazón siguen con Camilo. Lo veo enorme por dentro y por fuera. Temperamental y tierno al mismo tiempo. Pobre hasta el extremo con él y generoso con los demás. Hombre de Dios y de los hombres. Enfermo incurable y sanador de enfermos. Santo fuera del guion establecido, lo que, sin duda, le hace más admirable e imitable (p. 23).

Para Dolores Aleixandre, Camilo es «una especie de “trotamundos” que recorrió un sinfín de lugares: Nápoles, Corfú, Palermo, Bolonia, Túnez, Pescara, Milán, Lombardía, Mantua, Nola, Padua, Génova, Florencia, Ferrara, Viterbo...» (ibid., p. 31).

Una característica fundamental de la personalidad de Camilo es su espíritu aventurero. Este rasgo de su personalidad es apasionante. Implica una capacidad para asumir riesgos, inseguridades, compromisos difíciles y retos. Camilo no se queda quieto, busca, lucha, se alista en el ejército, prueba y da brillo a cada día con la novedad del qué pasará hoy.

Camilo abandona su zona de confort, un rasgo del aventurero. Muchas veces, la autoconmiseración, el victimismo y el lamento constituyen zonas de confort, porque la persona alcanza unos beneficios secundarios que le son más cómodos que luchar por salir de su dolorosa realidad. Realmente, esto es un proceso complejo que se descubre en muchas personas cuando las acompañamos en su itinerario de crecimiento personal, pero esto no se da en Camilo, él no se victimiza, no se inmola en el fuego de la fragilidad. Camilo se lanza a la aventura de la vida sin miedo.

La característica fundamental de esta realidad personal de Camilo es que siempre está en búsqueda. Su personalidad no es conformista, resignada o ingenua. Es un buscador sin tregua ni descanso, asume los riesgos y no hay límites que cerquen la aventura de su vida. Camilo es un aventurero y buscador en el mundo real, no se esconde en el plano de la fantasía, no sueña irrealidades, no fantasea con su futuro, lo que se propone lo hace, sin evadirse de las dificultades.

El aventurero es creativo y tiene rasgos de artista, no en cuanto al arte, como se concibe generalmente, sino en cuanto a la estética. Se podría escribir un tratado sobre la estética del cuidado en san Camilo, y se podrían sintetizar los rasgos creativos de su personalidad vistos a través de su servicio.

Yo imagino a Camilo reinventando el cuidado, explorando, observando, deduciendo, ingeniando cómo hacerlo mejor. Esto forma parte de su espíritu aventurero y buscador. Busca nuevas maneras, formas creativas, adecuación de espacios, estética funcional, experimentación continua para mejorar. Toda su energía puesta al servicio del cuidado para crear armonía en torno al enfermo.

Como buen buscador, no gira en torno a su misión. Es admirable ver cómo encuentra significado en cada expresión emocional, en cada lamento de un enfermo, en cada palabra dicha a tiempo y a destiempo, y por ello planifica y construye nuevos códigos del cuidado desde su experiencia personal.

El aventurero es generoso, desprendido, magnánimo y profundamente humano, porque no da lecciones, ni cosas, ni consejos, ni soluciones. Se da él mismo, se entrega en la aventura maravillosa de vivir con los demás, y especialmente con los que más sufren. Sabe muy bien hacia dónde se dirige su aventura y no cesa hasta alcanzar la cima.

Camilo no tiene aventurillas, es un aventurero. Este espíritu aventurero y buscador se desarrolla a lo largo de su vida, como dice A. Brusco al relatar el itinerario espiritual de san Camilo y al hacer referencia a los primeros años de su vida, en que Camilo busca en la superficialidad de la vida hasta que por fin llega a bucear en el agua que sacia la sed:

En primer lugar, está la búsqueda, que se extiende a lo largo de un período prolongado. En los primeros veinticinco años de vida, Camilo se pierde en un vaivén geográfico que es símbolo de su estado interior. Podemos decir que en aquel período de su existencia se encontraba en la situación de la samaritana, de la que habla el evangelio de Juan, incapaz de ir más allá del significado material de las cosas, centrada en el agua del pozo y en la necesidad fisiológica de la sed (pp. 387-388).

To koniec darmowego fragmentu. Czy chcesz czytać dalej?