Relatos sociológicos y sociedad

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Junto con la construcción argumentativa de Althusser, otra faceta suya que atraía a Moulian era su “capacidad de escritura”. “Yo creo, dice Moulian, que Althusser escribe muy, muy bien. Esa es una de sus capacidades por las cuales es capaz de seducir […]. Es un leninista que busca rescatar el leninismo a través de la creación de un modelo distinto y en un lenguaje distinto”. La atención al lenguaje es algo que también caracteriza a Moulian y que va asociada a su gusto por la literatura. Esta faceta, sin embargo, no se manifiesta en sus primeras obras, de escritura más bien árida literariamente.

Una lectura que después acaparará su atención, especialmente en los años 1970, durante la Unidad Popular, mientras está en el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (Ceren), de la Universidad Católica, será la obra de Lenin, a quien, según dice, leyó obsesivamente. Lenin aparecerá reiteradamente en su obra en estos años, en dos sentidos principales. Primero, en cuanto analista político, que puede servir de orientación para las interpretaciones de coyuntura, un Lenin práctico antes que de principios teóricos generales y a-históricos. Segundo, el Lenin de una particular interpretación, que lo muestra sosteniendo la concepción, como principio general, del Estado como mero instrumento de dominación. Esta interpretación, de un Lenin estalinizado, será reiteradamente criticada por Moulian en lo que escribe entre el golpe y mediados de los años 1980.

En cuanto a analistas de la realidad nacional, quienes más lo influyeron, según su propio juicio, fueron “los ensayistas del diagnóstico: Aníbal Pinto, Julio César Jobet y Jorge Ahumada”. Pinto, con su libro Chile: un caso de desarrollo frustrado, de 1959; Ahumada, con En vez de la miseria, que en 1958 hace una crítica al desarrollo capitalista chileno. Los reconoce como autores importantes, ambos sin encasillamientos teóricos.

Una influencia no expresada en libros específicos, sino de carácter más bien atmosférico, fue la revolución cubana. Moulian lo ve como otro foco de enseñanza. Era tema de prensa, de artículos de revistas, de conversaciones. Además, Ambrosio y Harnecker, en su condición de dirigentes políticos de la juventud demócrata cristiana tuvieron la oportunidad de viajar a Cuba. Aparecía como una experiencia inspiradora. Representaba la posibilidad de transformación revolucionaria en el propio continente americano, por la vía violenta. Era un modelo que no se apartará de las discusiones hasta el golpe militar, luego de lo cual se irá extinguiendo.

Un interlocutor reiterado de Moulian, durante esta década y la siguiente, es su amigo Manuel Antonio Garretón. Este había trabajado primero como ayudante de investigación en Desal, llevado por Vekemans, entre 1963 y 1964. Será, luego, uno de los actores destacados del movimiento de reforma de la universidad. En 1966 es nombrado profesor de la Escuela de Sociología de la Universidad Católica. En 1967, Garretón emprende viaje a París para hacer estudios de doctorado en sociología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, donde estará tres años, aunque no obtendrá el grado; no había mayor preocupación al respecto: no obtener la certificación formal del grado en esos tiempos no desvelaba a nadie. Allá compartirá las influencias teóricas canalizadas por la vía de Marta Harnecker, pero también recibirá la influencia, que para él será muy significativa en su trayectoria, de Alain Touraine. El énfasis de este en el sujeto y la acción social histórica, y en los movimientos sociales, lo apartan del marxismo. Por vía de Garretón, Moulian, a su vez, toma contacto con las ideas de Touraine más allá de los libros. Es una recepción relativa. No será un autor al que Moulian siga. Y con Garretón mantendrá diferencias de enfoque, expresadas en los reiterados debates entre ambos.

Durante el gobierno de la Unidad Popular, Moulian realiza variadas actividades. Ante la intensa confrontación política junto con otros miembros del partido crearon un diario mural, El Alerta, del cual Moulian fue director. Era un diario que se pegaba todos los días en las murallas, a la salida de fábricas, en universidades y diversos sitios públicos. Un “típico instrumento de agitación y propaganda”, dice Gazmuri29.

En ese período, además, Moulian asumió como Jefe del Departamento de Libros de Quimantú, la editorial del Estado, quedando a cargo de las obras de ficción. Para ello fue asesorado por Alfonso Calderón, escritor y profesor universitario que años después, en 1998, obtendrá el Premio Nacional de Literatura. Bajo su dirección nacieron las colecciones “Quimantú para todos”, “Nosotros los chilenos” y se publicaron obras de noveles autores, como Walter Garib y Germán Marín30. Aunque su participación solo duró seis meses, le significó involucrarse en un significativo proyecto cultural político de la Unidad Popular, que buscaba el acceso de las clases subordinadas a la cultura (Moulian, 2018: 8).

Trabajo académico y participación institucional: Ceren y Flacso

En 1971, Moulian se integra al Centro de Estudios de la Realidad Nacional (Ceren), en donde permanecerá hasta que es disuelto como resultado del golpe militar e intervención de la universidad, en 1973. El Ceren es un centro interdisciplinario de la Universidad Católica creado en 1968 como producto de la reforma universitaria. Su fin era contribuir al estudio y reflexión crítica sobre la sociedad chilena y latinoamericana a través de un trabajo interdisciplinario. Esto incluía labores de investigación y docencia para los alumnos de toda la universidad. Junto con Moulian participan, entre otros, Franz Hinkelammert, Norbert Lechner, Armand Mattelart, Andrés Pascal Allende, José Joaquín Brunner, Juan Enrique Vega, Kalki Glauser, Ariel Dorfman, Rafael Echeverría y Pilar Vergara. Su dirección es encomendada, en un primer período, a Jacques Chonchol, y luego, cuando a fines de 1970 Allende lo designa ministro de Agricultura, el rector Fernando Castillo nombra en su lugar a Manuel Antonio Garretón, quien a principios de ese año había llegado de Francia. Mientras Garretón está en el cargo es nombrado, además, presidente del Centro Académico Progresista de la universidad. Las facetas académicas y políticas están fuerte y manifiestamente entrelazadas en este centro.

El Ceren contaba con pleno apoyo del rector, Fernando Castillo, para su desarrollo, ya que respondía a la misión de la universidad reformada que él encabezaba. Por su parte, la universidad contaba con el respaldo del gobierno31. Eso lleva a que en 1973 llegue a tener más de 20 profesores de tiempo completo y otros tantos de tiempo parcial, cumpla con una activa agenda de cursos y seminarios, y saque una revista, Cuadernos de la Realidad Nacional, que congregará una gran parte de las publicaciones de ciencias sociales más destacadas del período en los 17 números que alcanzaron a publicar32.

Con el golpe militar la intensa actividad del Ceren llega a un abrupto fin. Junto con muchos otros profesores comprometidos políticamente, el trabajo académico de Moulian en la universidad se corta en ese momento. Su lugar de trabajo, desde el año siguiente será la Flacso, donde permanecerá por veinte años, hasta 1994, siendo este un período de significativo trabajo académico, muy decisivo en su obra.

La Flacso es un organismo internacional creado en 1957, como iniciativa de la Unesco y en convenio con gobiernos de América Latina, con el objetivo principal de promover las ciencias sociales en la región. En Santiago se funda la primera sede y será la única hasta 1973. En 1957 se creó también, como parte de Flacso, la Escuela Latinoamericana de Sociología, iniciando la formación en esta disciplina en el país y siendo seguida en los dos años posteriores por la Universidad de Chile y la Universidad Católica. Esta escuela, con una fuerte orientación hacia la sociología del desarrollo y buscando abordar la problemática social de la región, formará a las primeras generaciones de sociólogos de América Latina. Entre sus alumnos más destacados se cuentan a Enzo Faletto (primera promoción), Hugo Zemelman, Manuel Mora y Araujo, Rubén Kaztman, Edelberto Torres Rivas (Franco, 2007). En 1966 se agrega una Escuela Latinoamericana de Ciencia Política. Poco antes del golpe, se había intentado articular el trabajo de investigación en el centro y en 1971 se había creado el Instituto Coordinador de Investigaciones Sociales (ICIS), pero, por diferencias internas, cuando llega 1973 la iniciativa no había rendido frutos. Con el golpe militar se suspenden las clases, se desbandan sus estudiantes, y se reducen las actividades, incluyendo el término del ICIS. Como organismo internacional, la Flacso gozaba de privilegios que protegían a sus integrantes, sin embargo, el gobierno de Pinochet vigilará sus publicaciones y desahuciará el convenio en 1978, reduciendo así su protección y financiamiento.

La salida de personal internacional de la Flacso, ante las nuevas condiciones, produce un recambio en su composición. Los integrantes de la época reconocen el carácter político que tuvo la selección de nuevos integrantes, especialmente la coloración mapucista que ella tuvo. El secretario general de la Flacso en 1973 era Ricardo Lagos, y entre los nuevos integrantes que se incorporan están, entre otros, Tomás Moulian (1974), Manuel Antonio Garretón (1975), José Joaquín Brunner (1976), Augusto Varas, Jorge Chateau, Carlos Catalán, todos militantes MAPU provenientes de la Universidad Católica. Algunos de los miembros de la Flacso caracterizan esto como una especie de “captura de la Flacso” por el MAPU. Esto fue experimentado así particularmente en un primer período. No obstante, conviven con otro grupo significativo, que es socialista y no de la Universidad Católica, en el cual se encuentran Enzo Faletto, Ángel Flisfisch, Julieta Kirkwood y Rodrigo Baño. Otro distinguido integrante será Norbert Lechner, que se suma en 1974. Este también venía de la Universidad Católica, en cuanto había trabajado en el Ceren, pero su militancia MAPU había sido corta: entró en 1972 y se retira en 1973, cuando el partido se escinde. Posteriormente, no volverá a militar en ningún partido. Probablemente él sea un importante elemento neutralizador de las diferencias entre ambos grupos. Como señala el mismo Lechner (2007 [2004]: 26), esa no solamente era una diferencia de partido, sino que de “mundos culturales muy distintos que cuesta poner a interactuar”.

 

Durante la dictadura, la Flacso se convertirá en uno de los centros académicos de pensamiento alternativo más destacados. A principios de los años 1980 ya existía una diversificada malla de tales centros: Cieplan, dedicado a estudios económicos y con un mayor acceso público que los otros centros; SUR, con marcada orientación hacia los movimientos sociales y educación popular; Vector y PET, con investigaciones en áreas de trabajo y economía; Ceneca, con estudios en área de la comunicación; CIDE y PIIE, en el ámbito de la educación; GIA, en el ámbito agrario; entre otros. Flacso es el que asumió un carácter más intelectual académico, con mayor atención a la reflexión teórica.

A fines de los años 1980, la Flacso tendrá un prestigio intelectual no solo en Chile, sino a nivel latinoamericano, y se percibe en este centro académico “la existencia de un núcleo innovador del pensamiento político social sobre América Latina” (Calderón, 2000).

Los Documentos de Trabajo que este grupo comienza a producir en 1974 son un buen indicador, al menos cuantitativo, de su productividad. Entre 1975 y 1984 publican 226 documentos, y para 1995 la cantidad total ya llega a 825. El más prolífico de todos es Brunner, quien publica 111 de tales documentos. Le siguen, en cantidad, Garretón, con 76; Augusto Varas, con 55; Lechner, con 47; Ángel Flisfisch, con 41; Moulian, con 26 (Bravo y Vargas, 1999). Estas publicaciones, no obstante, constituyen solo una parte de la productividad de estos investigadores. Además, se suman libros y artículos en revistas diversas33.

Red de producción: entrelazamiento intelectual, político y afectivo

Moulian opta por permanecer en Chile, mientras muchos en condiciones similares a la suya optan por el exilio. Una razón que él destaca es la experiencia de su padre, refugiado de la Guerra Civil española: “yo viví toda mi infancia y juventud, mientras viví en mi casa paterna, viendo a mi padre acercarse al mapa, al mapa y a la foto ya desvaída de su ciudad natal, Zarauz, al lado de San Sebastián, y mirarla, y suspirar, y leer el periódico España Republicana que conseguía que se lo trajeran de Buenos Aires […]. Yo sabía que Chile tenía [para mí] el mismo significado que tenía España para mi padre y ya lo había [experimentado] cuando estuve en Lovaina, sentir que la vuelta a Chile era volver al paraíso. Entonces, yo sabía que no podía dejar de estar aquí y preferí no moverme. […] y eso fue posible porque estaba la Flacso”34.

Moulian vive la dictadura bajo el alero de la Flacso. Su primer foco de trabajo fue un análisis crítico sobre la Unidad Popular, en el cual se alía con Manuel Antonio Garretón, quien tenía un proyecto en la materia y un equipo trabajando con él, que en 1974 se había adosado a Flacso, aún sin estar contratado por la institución, usando fondos de Clacso35. El grupo hace, como dice Moulian, “una gigantesca cronología de la Unidad Popular, día por día, diario por diario, con un resumen de lo que había pasado”. Esos materiales les servirán de base para su análisis, el que saldrá como documentos de trabajo y, finalmente, como un libro, en 1983.

Los integrantes de la Flacso, desde los primeros años bajo la dictadura, estimulados por la necesidad de analizar lo que estaba sucediendo, lo cual a todos les había significado un remezón emocional e intelectual, realizan un intenso diálogo, tanto en grupos de trabajo, reuniones periódicas, como en espacios informales. A ello contribuye, sin duda, el clima represivo que fue muy intenso al menos hasta 1977. Ante la continua incertidumbre, el enclaustramiento institucional opera como mecanismo defensivo. Se reúnen para hacer análisis político, para discutir sobre enfoques teóricos. Las conversaciones más intensas de Moulian son con Lechner, Brunner, Garretón y Juan Enrique Vega. Son muy amigos y, sin embargo, con Brunner y Garretón tiene continuas discrepancias, las que a fines de los ochenta se acentuarán, particularmente con Brunner. De cualquier modo, el diálogo es intenso; se leen recíprocamente lo que escriben y suman las reflexiones de los otros al propio trabajo, en un proceso de acumulación colectiva.

En este período, Moulian realiza varios trabajos en colaboración. Además de la labor con Garretón, investiga en conjunto con Pilar Vergara, otra socióloga de la Universidad Católica, quien había sido investigadora del Ceren y participante de Cieplan. Por otro lado, Moulian lleva a cabo trabajos con jóvenes que se vinculan a Flacso. Lo hace con Germán Bravo, un sociólogo de la Universidad Católica, que era visto como muy promisorio, pero que murió tempranamente, por propia decisión, y con Isabel Torres, una joven historiadora. Ella participa y debate activamente en seminarios impartidos por Moulian y este la invita a participar en un artículo sobre la derecha; luego, se embarcan en un trabajo sobre la trayectoria político ideológica de la derecha que producirá varias obras, y solidificará en Moulian una orientación histórica que había ido gradualmente adquiriendo mayor importancia.

En el plano de su vida privada, Moulian tiene como pareja en este período (1968-1989) a otra socióloga, Giselle Munizaga, de la segunda promoción de la Universidad Católica. La línea de interés de ella es sociología de la comunicación y durante la Unidad Popular había trabajado con Armand Mattelart y, más tarde, bajo la dictadura, participa en el Ceneca, un centro de estudios sobre cultura y comunicación, dirigido por Carlos Catalán, quien antes también había estado en Flacso.

Alrededor de 1972, Fernando Castillo Velasco, en sus exploraciones creativas como arquitecto, inició la construcción de conjuntos habitacionales, que fueron llamados “comunidades”, un tipo de condominio pensado para gente que compartía cierto estilo de vida y que deseaba tener una vida en conjunto, compartiendo espacios, lo cual, en esa época, era una idea novedosa. Esto lo pensó Castillo Velasco para grupos de profesionales y, a la primera comunidad, construida en terrenos de su familia y donde él mismo hizo su casa, invitó a profesores de la Universidad Católica, entre los que estaban sus cercanos compañeros de travesía en la reforma y en los primeros pasos de la universidad reformada. A esta primera comunidad, la Quinta Michita, llegarán, así, a partir de 1974, Brunner, Garretón, Moulian, Julieta Kirkwood, Jorge Chateau e Isabel Gannon, entre otros36.

Durante la dictadura, estas comunidades serán no solo lugar de convivencia, sino también un lugar de protección. Como cuenta una de las hijas de estos profesores, “siempre tenía la sensación de que en cualquier minuto podía pasar algo terrible […]. Yo era amiga de […] que le habían matado al tío y a los abuelos. En los años que me acuerdo, que yo estaba en la enseñanza media, todavía había una sensación de que el trabajo que se hacía era peligroso. Por eso también se vivía en estas comunidades, que eran un ambiente de protección, de seguridad”37. También invitarán a ellas, más adelante, a estudiantes de la Flacso.

Además de esa convivencia cotidiana, varios de ellos pasaban vacaciones juntos. Acostumbraban ir a una gran casa de campo en Melipilla, de la familia de Giselle Munizaga, donde ella y Moulian compartían con la familia de Brunner, Lechner y otros. Antes del golpe también iban a ese lugar con Rodrigo Ambrosio, Juan Enrique Vega y sus parejas38.

En este grupo de la Flacso se fue cultivando, de tal modo, una fuerte sociabilidad, dando forma a un grupo de amigos, pero en los cuales estaba la particularidad del común interés intelectual y político, que era el centro y motor de sus discusiones, en las cuales, como señala una observadora de la época, “era como que competían quién era más inteligente, quién era capaz de tener los mejores argumentos”39. Tienen en común, al mismo tiempo, cierto estilo de vida, con desapego del dinero y aspectos mundanos, pese a que vivían bien, y una trayectoria compartida, en mayor o menor grado, con una juventud vinculada a la Iglesia Católica, estudios o trabajo en la Universidad Católica, trabajo en el Ceren y militancia en el MAPU. Esas características forjaron un cierto ethos grupal, que se mantuvo buena parte del período de la dictadura.

Entrelazamiento político

La forma en que Moulian se vincula con el partido, con el MAPU, será muy diferente en los períodos previo y posterior al golpe militar. Luego del golpe, una de las materias que justamente hará objeto de su reflexión y crítica será la vinculación entre el trabajo intelectual y la actividad política partidaria.

Durante el período de la Unidad Popular, Moulian era miembro del Comité Central del MAPU. Su trabajo como intelectual, según él mismo lo relata, era dependiente de las definiciones del partido, sin efectiva independencia crítica. “El partido ordenaba tu agenda intelectual y tú pensabas al ritmo del partido. En mi caso por lo menos fue así […]. En la Unidad Popular nosotros pensamos lo que los partidos piensan. Yo pienso lo que mi partido piensa. Le escribo a Jaime Gazmuri sus informes según los lineamientos nuestros […]”. Por petición del secretario del partido “yo redacté todos los diarios murales del paro de octubre [de 1972] que sacamos, y bueno, eso significaba ir al partido, saber cuál era la política de la dirección y transformarla en un lenguaje de calle”40. “No nos ufanábamos […] de nuestra capacidad de elaboración sistemática de la práctica colectiva, de lo que escribíamos. Nuestro orgullo era constituir un engranaje en el trabajo de la organización. Ser verdaderos militantes era salir a pintar con las brigadas de propaganda, hablar en los mitines, ser capaces de una constante disciplina” (Moulian, 1983a: 8).

El mismo Gazmuri, al ser entrevistado, ratifica esa concepción del intelectual militante, como alguien en quien no prima la actividad intelectual41. “Los intelectuales militaban, salían a pintar las murallas, y después hacían clases […]. Hacen una clase sobre Hegel en la mañana y se van a pegar panfletos en la noche”. Gazmuri asumía, en esa época, según él cuenta, que todos los cuadros del partido deberían incorporar un contenido intelectual en su labor, ser “cuadros integrales”. En cada célula se debía hacer análisis de la realidad, de la composición social de la comuna, de sus fuentes productivas principales, de sus organizaciones, etc. Esta forma, claro, tiene el inconveniente, al cual después se referirá Moulian en sus trabajos luego del golpe militar, de que desaparece la función reflexiva intelectual de pensar la totalidad, quedando limitada la reflexión al encuadre proporcionado por el partido. Con esta sujeción a las rutinas partidarias, tal función de desarrollar una meta perspectiva no tiene lugar y no es valorada. Esto, en ese período, Moulian no lo cuestionaba. Supeditaba sus habilidades intelectuales a las demandas del partido. “El requisito [para el intelectual] era la fidelidad, no solamente la menor, la disponibilidad para las pequeñas tareas, sino la mayor, la del pensamiento. El intelectual debía dejar personalmente pruebas de su transformación, debía exigírsele el máximo porque en su interior vivía agazapado el pequeño burgués”. Todo eso se justificaba dado que “teníamos la nítida y alegre conciencia de haber elegido el lado bueno de la historia” (Moulian, 1983a: 8). Es el gesto de entrega a la voluntad de la entidad que administra el conocimiento verdadero, renunciando a su propensión intelectual, la cual reflejaría un sesgo pequeño burgués. Parece operar ahí una mezcla entre la valoración leninista del partido, producto de sus muchas lecturas y conversaciones políticas, y un sentido de culpa con raíces en su formación católica. Solo el golpe militar le permitirá desprenderse de ello, pero será fruto de mucha reflexión y escritura justificatoria (y autojustificatoria)42.

Por esa dedicación a las muchas tareas prácticas del militante y a las labores de agitación y propaganda, es que en ese período las publicaciones académicas de Moulian son reducidas. Está escribiendo para el partido. No obstante, en el período de la Unidad Popular, aunque hubiera una dependencia intelectual de la política, hubo una abundante producción de ciencia social. Tanto el Ceren, de la Universidad Católica, como el CESO, su análogo de la Universidad de Chile, produjeron diversidad de obras que fueron ampliamente divulgadas y discutidas. Aparecen obras como la Dialéctica del desarrollo desigual, de Hinkelammert; Imperialismo, dependencia y relaciones económicas internacionales, de Caputo y Pizarro; Chile, hoy, de Aníbal Pinto et al.; Transición al socialismo y experiencia chilena, de varios autores. El mismo Moulian saca un par de textos en los cuadernos del Ceren que hacen planteamientos inquisitivos, uno sobre Lenin y otro sobre el camino hacia el socialismo. ¿Qué ocurre entonces? Moulian dice que los partidos “no nos preguntaban nada, nos daban órdenes”. O sea, habría una disociación entre reflexiones, como las de Moulian, y lo que los partidos estaban buscando o demandando. Norbert Lechner (2007 [2004]: 14) tiene una apreciación coincidente con la de Moulian: “en aquel momento la discusión teórica aparece subordinada a la posición político-ideológica de los autores. Su autoidentificación político-partidista suele definir el punto de vista a partir del cual abordan los fenómenos sociales. Tales presuposiciones valóricas son premisas (tácitas o explícitas) de todo análisis social. Pero en los años sesenta, la polarización política agudiza y rigidiza tales presuposiciones. Se conforma una especie de ‘academia militante’ donde los intelectuales tienden a racionalizar y justificar las posiciones políticas tomadas de antemano”.

 

El gran debate dentro de la Unidad Popular, cuya polarización se va agudizando hacia el final, se dio entre la postura de no apresurar el proceso de cambio, sino que primero consolidar lo logrado, “consolidar para avanzar”, sostenida por el sector allendista del Partido Socialista, el Partido Comunista y un sector del MAPU, y la postura revolucionaria de “avanzar sin transar” y “crear poder popular”, lo que implicaba robustecer los cordones industriales y prepararse militarmente, sostenida por el MIR, otro sector del MAPU y el sector del PS encabezado por Altamirano. En tal debate, los textos teóricos y las interpretaciones eran usados instrumentalmente para justificar la posición adoptada. No ocurría una efectiva confrontación argumentativa, ni se hacía un análisis empírico sistemático capaz de ratificar o refutar afirmaciones. En esa confrontación política los intelectuales iban definitivamente en el vagón de cola.

En el MAPU la tensión entre esas dos posiciones pronto se hizo insostenible. A fines de 1972, en el pleno del partido sale elegido Óscar Guillermo Garretón, propulsor de la tesis de radicalización, de promoción del “poder popular” y de la defensa armada del proceso. Ante eso la fracción defensora de la tesis de consolidar aglutinando fuerzas se separa. De ella forman parte Jaime Gazmuri, Enrique Correa, Fernando Flores, Juan Enrique Vega, Tomás Moulian y José Joaquín Brunner, grupo que comparte orientaciones políticas y lealtades. Este MAPU será conocido como MAPU Obrero Campesino, o MAPU OC, por la idea de ser un partido no solo obrero, sino que pretendidamente aglutinador de sectores populares y sectores medios. Su secretario general será Gazmuri. Manuel Antonio Garretón opta por no incorporarse a ninguna de las dos fracciones del MAPU; posteriormente se incorporará al Partido Socialista, cuyo Comité Central integrará entre 1985 y 199543.

Amistades políticas

En sus diferentes involucraciones políticas fueron importantes para Moulian las relaciones afectivas. Según sus propias palabras, “yo me metí [en el MAPU] porque era amigo de Ambrosio y me parecía que con ese núcleo, con esa gente, podía militar en política y me podían oír”. También con Gazmuri, que luego reemplazará a Ambrosio en la dirección del MAPU, mantendrá una relación estrecha, con amistad entre sus familias y visitas a las casas. Otra amistad fuerte era la que tenía con Enrique Correa. En posteriores decisiones políticas también habrá fuertes componentes emocionales involucrados. Ellos, si bien no explican las decisiones, contribuyen a gatillarlas o a reforzarlas. Imprimen el impulso final, a veces dirimente, que falta a las puras argumentaciones teóricas.

Mientras trabaja en la Flacso, Moulian mantiene su militancia en el MAPU OC, al cual también pertenecen los restantes integrantes mapucistas de la institución –Brunner, Augusto Varas, etc.–. Seguirá en el MAPU hasta 1983, luego de lo cual no volverá a militar, aunque a principio de los años noventa se acerca al PC, lo que, sin embargo, según él, lo hará solo instrumentalmente, “de un modo que no afecta mi pensamiento”. De todos modos, además, en las elecciones senatoriales de 1993 votará por Gazmuri.

En su militancia bajo dictadura, seguirá vinculado orgánicamente al partido, contribuyendo a las actividades clandestinas de este, pero ya sin la dependencia de antes ni tampoco prestando los servicios escriturales de difusión que había dado en el pasado. En la orgánica partidista del período, Augusto Varas será el encargado del frente intelectual, que hace el nexo con las instancias directivas del partido. Él se comunicaba con Gazmuri e informaba de lo que estaban produciendo. En esas conversaciones decidieron sobre la revista Umbral. Esta fue una revista clandestina, para los sectores más intelectuales, que existía junto a la revista Resistencia, pensada para el conjunto de los militantes44. Además, según dice Moulian, cumplía una labor política de mediación: “el partido me encargaba las relaciones con la Democracia Cristiana, que eran muy importantes porque a través del MAPU la Democracia Cristiana estaba interesada en llegar al Partido Socialista. Nosotros triangulábamos en la relación”45.

Esa involucración partidaria, aunque le era fuente de inquietud, por su necesaria clandestinidad, no era mayormente demandante de tiempo. Tampoco estaba supeditado a la relación de dependencia que había tenido en el pasado. De tal modo, ahora sí asumirá una función reflexiva investigativa. Su primer foco será explicar las causas de la derrota de la Unidad Popular, tarea que emprende en la investigación con Garretón. Un segundo foco será estudiar las relaciones entre socialismo y democracia, discutiendo las tesis leninistas-estalinistas del Estado como mero instrumento de dominación. Eso sentará las bases para su aporte a la llamada “renovación socialista”, una revisión del pensamiento de izquierda que irá facilitando la convergencia de las fuerzas de oposición. De ello surgen diversos textos que comentaremos en la sección siguiente.

2. Obra y relato, 1965-1983: crisis política y revisión del relato de la izquierda

Para el análisis de la producción intelectual de Moulian comenzaremos con una primera fase que se extiende desde su primer trabajo, en 1965, hasta 1983, año en que aparecen dos obras que recogen aspectos centrales del trabajo previo: La Unidad Popular y el conflicto político en Chile, en coautoría con Manuel Antonio Garretón, y Democracia y socialismo en Chile.

En las referencias bibliográficas al final del libro incluyo el listado completo de las obras de Moulian. Revisaré aquí el contenido de las correspondientes a este período, buscando los argumentos, conceptualizaciones y características centrales del relato que va articulando sobre la realidad social chilena, así como sus conexiones intertextuales y los modos de establecer el enlace referencial. En lo que sigue, me referiré a los más de cuarenta textos de este período en referencia a los ejes principales de la construcción que realiza el autor.