Relatos sociológicos y sociedad

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I. TOMÁS MOULIAN:

TRAYECTORIA, RED DE PRODUCCIÓN Y RELATO SOCIOLÓGICO HASTA 1983

1. Trayectoria y red de producción

Familia de inmigrantes y figura del padre admirado

Tomás Moulian Emparanza nace el 21 de septiembre de 1939, siendo el mayor de cuatro hermanos. Su padre, también de nombre Tomás, era un vasco, de Guipúzcoa, que se vino a Chile a probar suerte luego de la llegada del franquismo. En el barco, este joven de recursos modestos conoció a Laura Emparanza, hija de un próspero comerciante vasco instalado en Chile que volvía al país. Se enamoraron y casaron. Pronto, sin embargo, Laura contrajo una meningitis y aunque sobrevivió fue confinada, como relata Moulian, “a la categoría de mujer enferma, que no era otra cosa que una persona tonta, que estaba siempre ahí sentada, tejiendo, rezando el rosario o en silencio”11. Pese a la desafección entre ambos, tuvieron cuatro hijos y nunca se separaron.

Tomás hijo concentra su afecto y admiración hacia su padre. “Él fue –dice– una figura muy positiva para mí. Un hombre de muy poca educación, que no debe haber llegado más allá de cuarto básico, pero autodidacta, inteligente, una figura estimulante y decisiva en mi carrera”12. El interés por leer, el imperativo de entrar a estudiar a la universidad, esas fuerzas impulsoras de su futuro intelectual, Moulian las ve asociadas a ese gran ídolo que era su padre. “Él también me admiraba a mí en forma aplastante –agrega–. Yo era su éxito”13.

En contraste, a todo ese respeto y admiración por su padre, el joven Tomás “a ella [su madre] la despreciaba […]. Ella era beata, de misa, silenciosa y débil, todo lo contrario de mi padre […]. Él la consideraba un lastre”. Ese distanciamiento en la pareja contribuyó a que Tomás padre mantuviera una relación con la empleada de la casa, Laura Suárez, con la cual tuvo dos hijos y respecto a los cuales negó toda responsabilidad. De esa relación los hermanos de Moulian se enteraron mientras ella tenía lugar, siendo testigos de sus manifestaciones, pero Moulian, seguramente obnubilado por la visión idealizada que tenía de su padre, dice haberse enterado solo muchos años después, al saber del fallecimiento de uno de esos hijos extramatrimoniales. A su vez, solo en los últimos años de su madre, teniendo él que preocuparse de ella, reconoció que “había estado maltratada y estigmatizada”14.

Según Moulian, su padre era un nacionalista vasco, no un republicano, que toda su vida añoró volver a su patria. Moulian señalará esta experiencia como razón para evitar su propia salida al exilio durante la dictadura. Dice que nunca quiso irse exiliado porque había visto como sufrió su padre por el desarraigo15.

Pese a que sus padres habían llegado solo a los estudios primarios y vivían modestamente, habiendo perdido los recursos provenientes de la familia paterna, Tomás y su hermano Luis entrarán a la universidad. Luis a historia y Tomás a filosofía, inicialmente. El padre trabajaba como comerciante y nunca logró juntar muchos recursos. La familia residió primero en Vicuña Mackenna y luego cerca del Estadio Nacional, teniendo una vida que se puede caracterizar como de clase media, relativamente modesta16. Algo de ese modo de vida lo mantendrá Moulian a través de los años, rechazando cualquier forma de ostentación, y siendo característico en él una ropa informal que connota sencillez y desatención de la apariencia.

En cuanto a sus primeros estudios, según cuenta el mismo Moulian:

Tengo una muy diversificada formación escolar. Primero, estudié en un colegio inglés, mis preparatorias; el colegio se llamaba Rainbow School que era un colegio inglés de barrio, en Ñuñoa. Después entré a estudiar en un colegio religioso, que se llamaba Instituto de Humanidades Luis Campino y allí repetí un curso, como demostración del mal alumno que era, y me fui a un liceo, el liceo Thomas Jefferson que, tras ese nombre, era un liceo totalmente chileno, que recogía estudiantes que habían tenido alguna mala andanza en su educación secundaria. Entonces estaba yo ahí, con los que habían tenido algún fracaso. Yo creo que ese liceo me salvó. Me fomentó el gusto por el estudio, gusto que no había logrado adquirir en los otros colegios en los que había estado. Entonces esa ida al liceo de los niños fracasados fue para mí sumamente útil17.

El otro aspecto destacado de su juventud es la formación católica. Estuvo en un colegio católico –el Luis Campino– y entrará a participar en la juventud obrera católica, muy influido por el pensamiento social cristiano, en la línea de la encíclica Rerum Novarum18. Este movimiento será la base para la conformación de su primera red de interlocutores político intelectuales.

Tempranamente, a los 15 años, ya se había ido de la casa a vivir a una población, con un amigo del barrio, Joel Becerra. Mientras este tenía una vocación de tipo religioso católica, la suya era secular y política, según él la recuerda.

Una experiencia constante en su vida, comenzada cuando muy joven, será la de sumergirse en la lectura de textos literarios. Uno de los autores que le interesaron tempranamente es Albert Camus, del cual leerá no solo sus novelas, como El extranjero, sino también ensayos filosóficos, como El mito de Sísifo, pese a que reconoce que su lectura le tomó esfuerzo19. Esto, junto con lecturas de Jean-Paul Sartre, lo atrajeron hacia el pensamiento político intelectual. Los intelectuales públicos franceses aparecen como tempranos modelos de referencia. Sartre será una figura que le seguirá inspirando a través de los años, con sus ideas y con su forma de vida que conjuga pensamiento abstracto, literatura y reflexividad política.

Estudios de sociología en la Universidad Católica

Sus lecturas lo motivan a entrar, en 1957, a estudiar filosofía, en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Deja, sin embargo, esos estudios al cabo del primer año, a causa, según explica él, de “una caída en los ingresos de su padre”. Esto lo lleva a trabajar de bibliotecario en el Centro Bellarmino de la Congregación Jesuita, en 1958, al cual llega a través de sus contactos en la Acción Católica. Este centro, creado recién el año anterior, será en los años siguientes un importante foco de reflexión científico social en vinculación con la Doctrina Social de la Iglesia. Su director, el jesuita belga Roger Vekemans, ese mismo año había acordado con la Universidad Católica la creación en ella de una Escuela de Sociología que entraba a competir con su homóloga, recién fundada en la Universidad de Chile. Este es justo un período crucial de institucionalización de la sociología en el país, en que se establece una sociología científica. La otra gran escuela, era la Escuela Latinoamericana de Sociología, de la Flacso, fundada un año antes, en 1957, y abierta a estudiantes de toda América Latina.

Las conversaciones sostenidas en el Centro Bellarmino, en particular con Vekemans, lo orientan hacia esa nueva escuela de sociología de la Universidad Católica, y en 1959 ingresa como parte de los 28 alumnos de la primera promoción. Ahí será compañero, entre otros, de Rodrigo Ambrosio (1941-1972), fundador y líder del MAPU, y de Claudio Orrego Vicuña, quien será importante figura intelectual y diputado de la Democracia Cristiana. De Ambrosio será amigo cercano, e incluso compartirá casa con él durante un tiempo. Poco después conoce a Manuel Antonio Garretón, quien ingresa en 1961, con quien mantendrá una extensa trayectoria de colaboración, diálogo y debate. También se hace amigo de una joven estudiante de psicología vinculada afectivamente con Ambrosio: Marta Harnecker, quien llegará a ser una gran difusora de las ideas del marxismo en versión althusseriana.

Aunque Moulian era agnóstico, “reconoce que el catolicismo reformista lo ‘convirtió’ y estuvo en la base de lo que llegaría a ser el proceso que culmina en la creación del MAPU”. De ese grupo con el que compartía, Ambrosio y Harnecker tenían sus raíces formativas en la Acción Católica, donde habían sido dirigentes (Valenzuela, 2014b: 106). Según dice el propio Moulian, “fue en contacto con este grupo [del cual además de Ambrosio y Harnecker forman parte Raimundo Beca y Claudio Orrego] donde me fui convirtiendo, hasta llegar a presidente de la Acción Universitaria Católica, después de la Marta […]. Es un período de grandes mutaciones en el pensamiento católico, en una línea de tipo testimonial, a través de la inserción en el mundo obrero, buscando la redención del proletariado”20.

En los primeros años, la docencia realizada en la Escuela de Sociología de la Universidad Católica estaba en manos de profesores extranjeros, principalmente de Bélgica, Holanda y Francia. Su director, Roger Vekemans (1921-2007), estaba embarcado en un proyecto de vinculación entre el catolicismo y los aportes de la ciencia social para el conocimiento de la realidad social. El suyo es un intento de complementación entre fe y racionalidad científica, de discernimiento doctrinal y racionalidad científico teórica, de uso de las ciencias sociales al servicio de las orientaciones de la Iglesia Católica (Beigel, 2011: 86). Se trata de un proyecto de ciencia social con un contenido normativo fundamental. Vekemans mismo tiene estudios en filosofía, teología, en las universidades de Lovaina, Munster y Nimega (Países Bajos). Con ese horizonte había llegado Vekemans a Chile, a principios de 1957, con la misión encomendada por la congregación jesuita de crear un Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) en Chile. Era parte de una labor jesuita de transferir conocimiento al servicio de los fines de la Iglesia.

Desde mediados de la década de 1950 la Compañía de Jesús había impulsado la formación de estos centros, CIAS, como una manera de promover el conocimiento reflexivo de la realidad y la formación social de la conciencia cristiana. En 1966 ya existían 23 CIAS en todo el mundo, once en América Latina, con 87 jesuitas trabajando en ellos, con diferentes énfasis (López, 2013: 17-19). El CIAS de Chile, con una peculiar articulación de unidades organizacionales, adquirió un marcado carácter intelectual, científico social-político. Vekemans conforma un equipo de expertos, internacionales y nacionales, que elaboran investigaciones, proyectos de acción social y seminarios de discusión. El CIAS chileno pasa a ser conocido bajo el nombre de Centro Bellarmino, el cual también incluye la revista Mensaje y el Instituto de Humanismo Cristiano, más otras unidades, integrando y ampliando lo que había sido la obra del padre Alberto Hurtado. Entre sus integrantes internacionales se contaba con Franz Hinkelammert y Armand Mattelart, y entre los nacionales con los jesuitas Hernán Larraín, quien será un destacado director de la Revista Mensaje, primer director de la Escuela de Psicología en la Universidad Católica y figura intelectual de la Reforma Universitaria, y Renato Poblete, quien dirigirá durante largo tiempo un centro de investigaciones sociorreligiosas (Cisoc) integrado al Centro Bellarmino.

 

En 1960 Vekemans crea un nuevo instituto articulado con el Centro Bellarmino, el Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina (Desal), el cual desarrollará proyectos de investigación social y acción pastoral de gran envergadura, con importantes financiamientos internacionales gestionados por el mismo Vekemans. Es un centro regional de discusión de políticas de desarrollo y reforma social. Dentro suyo, luego de dejar, en 1962, la Escuela de Sociología de la Universidad Católica, Vekemans elaborará una narrativa sociológica, que alcanzará amplia difusión, sobre la marginalidad y planteará modelos de integración social mediante la promoción popular que cada vez más combativamente irán siendo presentados en oposición a las formulaciones marxistas (Beigel, 2011: 87). En 1965, se agrega al Centro Bellarmino una nueva unidad con fines de docencia, Ilades, que realiza seminarios y ofrece una Licenciatura en Ciencias del Desarrollo con alumnos de toda América Latina. Vekemans concibe al CIAS y a la Escuela de Sociología de la Universidad Católica, y luego al Desal, como instrumentos para favorecer, desde el mundo intelectual católico, el desarrollo del país y la transformación de la sociedad (Brunner, 1988a: 270).

El Centro Bellarmino pronto se constituye en un foro para la juventud católica, particularmente de la Acción Católica, y para dirigentes demócrata cristianos, siendo un lugar “dinamizador de la militancia social católica” que influirá en el movimiento demócrata cristiano (Beigel, 2011: 84). La Democracia Cristiana es creada en 1957 y la Iglesia, en 1962, declara su apoyo a involucrarse en la implementación de reformas estructurales que garantizaran la justicia social y evitaran el comunismo, en lo cual habría influido este grupo de sociólogos jesuitas (Correa Sutil, 2004).

En la Universidad Católica, junto con diversos catedráticos europeos, Moulian tiene como profesor en economía a Sergio de Castro, y en historia a dos destacados historiadores, Ricardo Krebs y Gonzalo Vial; este último hace un curso de Historia Social de Chile, y de cuya obra su estudiante mantendrá una alta valoración durante toda su vida. Moulian es uno de los alumnos destacados de la escuela y ya en tercer año, en 1961, está a cargo de seminarios. En 1964 sale Vekemans de la dirección, por controversias internas respecto a la orientación de la Escuela y la asume Raúl Urzúa, integrante como Moulian de la primera promoción y quien había sido apoyado para realizar estudios en la University of California, Los Ángeles (UCLA) (Brunner, 1988a: 287). Urzúa, junto con otros profesores educados en EE.UU., incorpora una orientación más positivista en la formación, generando inicialmente una extraña mezcla con la orientación normativa original. Junto con la salida de Vekemans, en todo caso, el énfasis en la doctrina social de la Iglesia irá también desapareciendo. Se produce, en pocos años, una “norteamericanización” de la formación, prestándose una especial atención al dominio de métodos y técnicas de investigación que antes no había estado (Brunner, 1988a: 273), minimizándose el componente normativo católico.

Con el apoyo de Vekemans, en 1963, Moulian obtiene una beca para ir a estudiar a la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, donde estuvo hasta principios de 1966. Allí estudia en el Instituto de Ciencias Políticas y Sociales y obtiene el grado de licenciado en Ciencias Sociales del Trabajo. A su retorno a Chile, es contratado por la Escuela de Sociología como profesor medio tiempo. Tiene 27 años. Ese año 1966 ingresa Pedro Morandé a la Escuela de Sociología. Al año siguiente, a Moulian se le asigna jornada completa y sigue de profesor en la Escuela hasta 1971.

En 1968, en uno de sus comportamientos impulsivos, viaja a Francia, siguiendo a Giselle Munizaga, socióloga de la generación siguiente a la suya, llegando justo para presenciar las protestas universitarias de mayo de ese año, cuyo recuerdo le quedará muy grabado.

Entre 1966 y 1971 dicta cursos de “Sociología industrial”, “Ideologías Políticas”, “Sociología política”, “Sociología del movimiento obrero”, “Clases sociales y populismo” y “Problemas políticos de la transición chilena”. Comparte el curso de “Teoría sociológica clásica” con Luis Scherz, encargándose Moulian de Marx. Los suyos son los primeros cursos de teoría marxista y Moulian usa como material de trabajo los manuscritos de Los conceptos elementales del materialismo histórico, la obra de Marta Harnecker, quien la publica en 196821.

En 1969 obtiene una beca de la Fundación Ford para ir a estudiar a París y con esa beca viajará nuevamente a Europa, en 1970, a realizar estudios de doctorado en Francia. No obstante, el triunfo de Allende en las elecciones presidenciales le hace finalmente desistir de continuar sus estudios, ya que no quería perderse un proceso con el cual se sentía muy comprometido. A París lo acompañó su, por entonces, pareja, Giselle Munizaga. Estaban esperando un segundo hijo, que nació multiplicado por dos, en Europa. Eso retardó su retorno22. Así, al cabo de cinco meses está de vuelta en Chile, y nunca más retomará la intención de realizar estudios de doctorado. Es otro de los distinguidos intelectuales de esta generación que para lograr su prestigio no han requerido la consagración académica expresada en el grado de doctor.

Redes e interacciones políticas tempranas: de la Acción Católica al MAPU

Cuando viaja a realizar sus estudios en Bélgica lo hace simultáneamente con Rodrigo Ambrosio, quien va a hacer un doctorado en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de París, y de Marta Harnecker, quien va a un doctorado en Psicología Social en Universidad de La Sorbona, donde estudia con Louis Althusser. Esta psicóloga es una de las primeras alumnas de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica, formada por Hernán Larraín, sacerdote jesuita. Llegará a ser una de las más importantes divulgadoras del marxismo en América Latina. Ya su tesis de licenciatura anticipaba sus inclinaciones: “Fenomenología del acto libre”. Su obra Los conceptos elementales del materialismo histórico, publicada por primera vez en 1968, tiene hoy más de 70 ediciones, siendo uno de los textos sobre el marxismo más leídos a nivel mundial. Ese mismo año se incorpora a la Universidad de Chile, haciendo clases en materia de marxismo. Allí participará, entre otras cosas, en seminarios de lectura de El Capital, en el CESO. Entre junio de 1972 y septiembre de 1973, será directora del semanario Chile Hoy, revista de análisis sociopolítico que buscaba acoger los distintos puntos de vista existentes en la izquierda y el movimiento popular (Cárdenas, 2015).

Moulian tiene participación activa en el movimiento de reforma de la Universidad Católica, en 1966 y 1967, donde también se involucran, entre otros, Manuel Antonio Garretón, José Joaquín Brunner, Enrique Correa y Carlos Catalán. Esas experiencias y las reflexiones dentro del grupo van llevándolos a una postura de mayor radicalidad en cuanto al cambio social buscado dentro de la Democracia Cristiana, a cuyo alero se encontraba la mayor parte de ese grupo, conduciendo finalmente a la ruptura y a la opción de armar una organización política diferenciada. Moulian, en todo caso, dice no haber integrado nunca la DC, pero pertenecía a tal grupo.

Compartían ellos una fuerte motivación social en la que había incidido su participación en la Acción Católica y tenían una preocupación intelectual alimentada por sus lecturas y constantes conversaciones y discusiones. La formación en Europa, de algunos de ellos, además había enriquecido la reflexión intelectual, incorporando un fuerte componente marxista, fundamentalmente por vía de Althusser. Si bien la que participaba directamente en la relación con Althusser era Marta Harnecker, a través suyo asimilaban sus ideas. En esos momentos, años 1963-1966, Ambrosio y ella estaban en París, aunque asistiendo a universidades diferentes, y eran pareja. Moulian, en Bélgica, según él mismo declara, compartía la discusión del pensamiento de Althusser a través de ellos.

La experiencia exitosa de la reforma universitaria cristaliza los diversos componentes, de motivación y acción política, reflexión intelectual y crítica política. El núcleo de este grupo de jóvenes pertenecía a la Universidad Católica, pero se le habían unido, especialmente en función del movimiento por la reforma, algunos nuevos integrantes como Jaime Gazmuri, de agronomía de la Universidad de Chile.

En mayo de 1969 se funda el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), con la activa participación de un conglomerado de jóvenes encabezado por Rodrigo Ambrosio y que incluía a Tomás Moulian, Jaime Gazmuri, Óscar Guillermo Garretón, Manuel Antonio Garretón, Enrique Correa y Carlos Catalán (Viera Gallo, 2013: 91). Moulian tiene participación activa. Según señala Jaime Gazmuri23, quien reemplazará a Ambrosio luego de su muerte en 1972, Moulian era uno de los ideólogos del partido. Este es encabezado oficialmente por parlamentarios rebeldes de la Democracia Cristiana, como Rafael Agustín Gumucio, Julio Silva Solar, Alberto Jerez y Jacques Chonchol, exvicepresidente de Indap. Sus miembros, en su mayoría, habían participado en la Democracia Cristiana. Fundamental en su base de apoyo era ese contingente de jóvenes, con una identidad ideológica marxista que irá ganando progresivamente más visibilidad y relevancia. Entre ellos, Ambrosio era un líder significativo. El primer secretario general es Jacques Chonchol y el subsecretario Jaime Gazmuri.

El MAPU se constituye con el carácter de movimiento, planteándose el objetivo de contribuir a unir a la izquierda para avanzar hacia la construcción de una sociedad socialista, lo cual se expresará en elaborar las respectivas bases programáticas para las próximas elecciones presidenciales, integrando líneas de acción que buscan profundizar la transformación de la sociedad. Con tal fin, se asume como un movimiento de cuadros y no de masas, y crecientemente busca perfilarse como una vanguardia de la izquierda.

Con el triunfo de la Unidad Popular y su programa, los integrantes del movimiento, que ven en algún grado conseguidos sus objetivos, se proponen su transformación en partido político, en partido de masas. En ello, los jóvenes son los principales impulsores, buscando encontrar espacios de acción e influencia en el proceso en marcha. Las discusiones internas concluyen con la elección, en octubre de 1970, de Ambrosio como nuevo secretario general. Luego darán los pasos respectivos, durante 1971, para institucionalizarse como partido. Según Ambrosio, el MAPU se definía como un partido proletario y destacaba que la herramienta más importante para comprender la realidad social en que vivían era el marxismo. Precisaba que “necesitamos que todos nuestros militantes aprendan a manejar esa herramienta de análisis de la lucha de clases que el marxismo entrega” (Moyano, 2009: 135).

Como señala Moyano (2009: 135, 136), “la apropiación del marxismo a nivel teórico, entendido más como herramienta de análisis que como dogma, fue un elemento importantísimo en la historia del MAPU a posteriori y demostró el influjo que Althusser, a través de Rodrigo Ambrosio, tuvo al interior de la colectividad”, aunque la forma de uso del marxismo se iría gradualmente rigidizando.

Ambrosio era un líder con un gran atractivo. “Se caracterizaba por actuar racionalmente, pero con una pasión que paradójicamente bordeaba lo irracional”24. Luego de su estadía en Francia, incorporó nuevos temas y nuevos lenguajes en la JDC, y comienza a producirse un acercamiento de estos jóvenes al marxismo, un marxismo diferente al sostenido por los partidos tradicionales de la izquierda (PC y PS). El marxismo comienza a ser proclamado como herramienta de análisis, de carácter científico, útil para hacer el cambio revolucionario (Moyano, 2009: 204).

 

En la trayectoria sociológica de Ambrosio es destacable su temprana participación en la investigación realizada por Alain Touraine, a fines de los años 1950, en conexión con el instituto de investigaciones sociológicas de la Universidad de Chile, sobre la conciencia obrera en los sindicatos mineros del carbón en Lota y en los obreros siderúrgicos de Huachipato, en Talcahuano. Se concluía en ella que en la zona de industria tradicional del carbón los obreros eran en su mayoría comunistas, mientras en la zona de Huachipato, más moderna, eran demócrata cristianos y socialistas. Esto mostraba espacios de clase a los cuales convocar (Viera Gallo, 2013: 90). Fue una primera conexión con el campo intelectual francés, que luego retomarán tanto él como Moulian.

En su estudio sobre la experiencia subjetiva de los militantes del MAPU, Moyano (2009) describe una especie de doble cara, o doble nivel de existencia del MAPU, que parece haber sido más clara en sus inicios: un componente más político institucional, reflejado en dirigentes ya incorporados al aparato político institucional, como era el caso de Jacques Chonchol o Gumucio, y otro componente, menos público y menos visible medialmente, expresado en grupos de jóvenes con una intensa actividad de discusión y crítica intelectual, y fuertes vínculos personales, dentro de los cuales Ambrosio era un eje crucial. Este segundo componente será el verdadero motor de su accionar, que persistirá más allá del golpe militar y más allá incluso del futuro fraccionamiento y posterior desaparición formal del partido. En su caracterización de los integrantes del MAPU, esta autora destaca: (1) “El MAPU representa […] a los jóvenes de los sesenta, jóvenes radicalizados provenientes mayoritariamente de sectores acomodados y profesionales, de origen cristiano […]”. En ellos incide de manera decisiva un espíritu contestatario, de rebeldía, con fuerte carácter generacional y con “marcado talante intelectual”. (2) “Los militantes de esta colectividad compartieron esos intensos años de su juventud con un compromiso absoluto”. (3) “Las redes sociales más íntimas, las amistades, las parejas y toda la vida cotidiana se mezclaron con la vida política, no existiendo una barrera definida entre ambas”. Esto cimentó las relaciones entre ellos y robusteció su imagen externa de consistencia. (4) De la formación católica retuvieron sentido de entrega y negación personal y sentido de culpa (Moyano, 2009: 273-275).

De tal forma, sintetiza ella, “el MAPU fue una construcción de los jóvenes de la élite para hacerse públicamente del poder político. Esa confesada vocación de poder, que en los años setenta estaba orientada a la transformación de la sociedad capitalista en una socialista, no parecía muy común en la élite chilena, donde las redes hacia lo político eran bastante más ocultas” (Moyano, 2009: 275).

Influencias recibidas

Una influencia compartida por Moulian, Brunner y Morandé es una sen­sibilidad católica de la Iglesia de mediados de siglo, con una preocupación por la situación social, marcada especialmente por la renovación derivada del Concilio Vaticano II. Los tres, siendo jóvenes, estuvieron en un medio en que circulaba tal discurso social católico. En contacto con Marta Harnecker, Claudio Orrego y Rodrigo Ambrosio, imbuidos de tal pensamiento católico que busca conectarse con el mundo obrero –dice Moulian– “me fui convirtiendo, hasta llegar a presidente de la Acción Universitaria Católica, después de Marta”25. Además de su experiencia en la Acción Católica, Moulian menciona entre sus lecturas tempranas, previas al período althusseriano, a Henri Desroche, sociólogo de la cooperación con una perspectiva de intervención en el ámbito de la empresa, fundador del Colegio Cooperativo, de París y de la Universidad Cooperativa Internacional, y también a Louis-Joseph Lebret, cura dominico de esa misma orientación, ambos franceses que buscaban conectar economía y humanismo. Una publicación cuya lectura lo atraía en su juventud es la revista Esprit, fundada por Emmanuel Mounier, inspirado por Jacques Maritain, cuya lectura compartía con sus compañeros demócratacristianos. Esas eran fuentes que estaban en la línea del catolicismo social.

Ya en la universidad, Moulian se siente atraído, según declara, por “los cientistas sociales críticos de esa época: Erich Fromm, en primer lugar, también Martín Buber con ese maravilloso libro Caminos de utopía, que era una reivindicación del socialismo utópico y que conversábamos animadamente con los compañeros, con Ambrosio, con Orrego, porque estábamos, también, constituyendo nuestra visión de mundo”26.

Mientras está en Lovaina recibe la influencia intelectual que lo marcará en los años siguientes y que ya hemos mencionado: la obra de Althusser, con una versión renovada de marxismo, receptivo a las influencias del estructuralismo, que procuraba superar el economicismo del marxismo ortodoxo. Moulian hace este contacto a través de sus amigos Rodrigo Ambrosio y Marta Harnecker que estaban en París. Según él cuenta, Althusser “hace un seminario los días jueves donde iban Ambrosio y Marta Harnecker, entonces yo en Lovaina recibía, podemos decir, los dichos de ese seminario. Yo participaba en ese seminario a distancia, por los rumores, por las conversaciones. Cuando iba a París me contaban todo lo que pasaba, entonces yo me sentía casi en la tercera fila, detrás de ellos. Althusser fue muy importante, porque nos mostró un marxismo que para nosotros se presentaba muy reflexivo […]. [Ya de vuelta en Chile,] nosotros nos reuníamos con Ambrosio, con José Joaquín Brunner, con otros intelectuales de por acá, a discutir sobre Althusser. Y a partir de Althusser comenzamos a leer a Marx”. Cuenta que tanto en París como en Santiago organizaban lecturas colectivas de El capital. En Santiago, dice, “se hacían en torno a la figura de Rodrigo Ambrosio. Porque Rodrigo era un dirigente político demócrata cristiano, pero que llegó de Francia con la idea de romper con la juventud demócrata cristiana y crear una opción de izquierda que surgiera del ámbito cristiano27. Y entonces, tanto Brunner como yo leíamos un poco para Ambrosio, leíamos Althusser para Ambrosio y discutíamos con él, estábamos formando al líder, así decía él. ‘Ustedes ayudan a formar al líder’. Bueno, empezamos por Althusser, y cuando leemos Althusser conocemos a Marx, aunque directamente muy poco. Conocíamos, evidentemente, el Manifiesto Comunista, pero el Manifiesto, por ejemplo, no fue estudiado como fue estudiado ‘Contradicción y sobredeterminación’, ‘Ruptura epistemológica’ y demás conceptos de Althusser de un modo minucioso”28. “Mi generación […] se sintió atraída por el marxismo revitalizado por Althusser. Este lo despojó de los residuos mecanicistas y economicistas, lo dotó de un nuevo rigor conceptual y además abrió puertas al diálogo con otras tendencias culturales” (Moulian, 1983a: 9,10).

Detrás de la fuerza y claridad de los planteamientos de Ambrosio en estas materias intelectuales estaba este trabajo de grupo, esta labor colectiva, que era expresión de motivaciones sociales parecidas, de una amistad fuerte y prolongada, y de una exploración colectiva sobre ideas novedosas, uno de cuyos centros estaba en París.