Relatos sociológicos y sociedad

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La ciencia social surge en una sociedad que se diferencia funcionalmente y que crea formas narrativas especializadas; la suya se aparta de las formas literarias, religiosas y jurídicas de hacer sentido en el mundo y va acoplada a su propio conjunto de prácticas, dispositivos técnicos, instrumentos e instituciones, siendo central entre estas últimas la universidad. La elaboración del relato científico social es una empresa colectiva que se vale de formas peculiares y sistematizadas para conectar su narrativa con la experiencia del mundo. No se basa, como típicamente ocurre en la literatura, del aprovechamiento meramente de la experiencia personal, sino que, a través de variados procedimientos y técnicas –análisis de documentos, entrevistas, uso de datos generados por fuentes institucionales, análisis estadístico, encuestas, etc.–, conecta con la experiencia de muchos actores, del presente y del pasado, y transporta dichas experiencias al relato, a través de una secuencia de operaciones que las llevan a un formato escrito, impreso y multiplicable. Como empresa colectiva, este esfuerzo científico además, conlleva particulares procesos de revisión y ajuste de sus afirmaciones, lo cual toma lugar a través de un sistema de publicaciones, con la capacidad de extenderse globalmente, en el cual, con el apoyo de sus programas teórico y metodológico, se seleccionan, enlazan, sistematizan y acumulan sus conocimientos. Es así una narrativa sustentada en un particular aparato de producción, el cual le proporciona sus especiales potencialidades como herramienta de orientación en el mundo.

El relato científico se rodea, asimismo, de sus propios mitos que son, a su vez, otras construcciones narrativas, que contribuyen a su legitimación: el de su objetividad en la descripción del mundo, el de su asepsia normativa, el de su desconexión del poder, el de su despegamiento de los juicios subjetivos, el de su autonomía o incluso autopoiesis, entre otros. Aquí no entraremos a discutirlos, sencillamente los obviaremos3.

Las vinculaciones pragmáticas de estos relatos con los intereses de los actores y con el ordenamiento del mundo hacen que su construcción y uso no sean inocuos, generándose debates y controversias que van más allá del ámbito de la academia. Cabe destacar las diferencias que, en este aspecto, tienen las ciencias sociales con las naturales. Los objetos de estas últimas –como los virus o las galaxias– no se apropian de los relatos que los describen y analizan; no les orienta su comportamiento ni se rebelan contra ellos. Complejizando la situación, la incidencia de los relatos científico-sociales toma lugar en un espacio social donde concurren diversas otras narraciones, de variadas procedencias: narrativas literarias, fílmicas, ideológicas, de las artes plásticas, etc. Ellas pueden complementarse o competir. Sobre la percepción de la población respecto a los procesos subterráneos en las redes del gobierno estatal, por ejemplo, pueden ser más convincentes series de televisión como The West Wing o House of Cards que un texto sociológico. En contraste, para dar cuenta de procesos más complejos, como el declive del capital social colectivo en EE.UU., que describe Putnam, o del “sistema mundo”, expuesto por Wallerstein, logra un mejor efecto un largo texto sociológico, aunque requerirá traducciones simplificadoras para ampliar su difusión.

Así como con la modernidad hace su gran entrada el relato de la ciencia social, llegando a tener gran centralidad en el gobierno de las conductas y en la construcción de realidad social, con la modernidad tardía, con la época de la proliferación de las tecnologías digitales de comunicación, se llegará a una enorme multiplicación y difusión de las narrativas que debilita la fuerza moldeadora que posee el discurso científico social. En la circulación de las comunicaciones a través del rizoma de las vías digitales, la convención ficcional de la narrativa literaria, que lleva a suspender la duda, y la convención referencial de la ciencia, que activa el escepticismo, se confunden y la ciencia pierde efectividad operacional4. Ello contribuye a la inestabilidad de la realidad social, a su reblandecimiento (Czarniawska, 2004).

Otra peculiaridad de la narrativa de la ciencia social, en contraste con la ciencia natural, es que habitualmente está orientada a una doble audiencia: la académica, del campo científico, y la externa a la ciencia, propia de la esfera pública, de las instituciones y de la sociedad civil. Esto es sumamente evidente en el caso de la sociología en Chile. La narrativa se ve así orientada por dos vectores que la llevan en direcciones diferentes y que la tensionan, lo cual tiene repercusiones en la labor productiva de los autores.

Tal uso de los relatos en la vida social, haciéndose parte del tejido mismo de los procesos que la constituyen, es una de las facetas pragmáticas de estas narrativas. Otra faceta pragmática, por ende, extratextual, corresponde a su proceso de producción. Este no es un mero proceso intelectivo individual. La producción de los relatos ocurre en redes de producción, en encadenamientos de actores y otros elementos, en redes que están vinculadas a la acción colectiva e institucional. El relato toma forma en estos encadenamientos agenciales. Ellos, a su vez, contribuyen a esparcir y traducir el relato, en la esfera pública, en esferas institucionales, en organizaciones y movimientos sociales, y a incorporarlo a la acción.

Randall Collins, en su gran estudio histórico y global sobre la producción filosófica, argumenta que “las redes son los actores del escenario intelectual”, redes que conectan con microsituaciones en que vivimos y con audiencias imaginarias anticipadas (Collins, 1998: XVIII). Al decir esto, piensa específicamente en redes de seres humanos y considera fundamentales sus “rituales de interacción” y la “energía emocional” que circula en tales redes dando fuerza y recargando a los participantes. Collins concibe tales redes como compuestas exclusivamente de intelectuales. En nuestro caso, siguiendo a Latour (2001, 2005) las concibo como redes heterogéneas, en varios sentidos. Por un lado, en cuanto también se hacen parte de ellas otros agentes que no son integrantes del campo científico: políticos, autoridades del Estado, autoridades o integrantes de diversas otras instituciones y de organismos internacionales. Por otro, en cuanto a que en tales redes se integran, junto con seres humanos, otros entes, materiales o tecnológicos. Casos distintivos y destacados de esto son libros, bibliotecas, archivos, fichas, mimeógrafos, máquinas de escribir, computadores, bases de datos, programas computacionales de análisis estadístico o cualitativo, grabadoras, transcripciones, registros en la memoria de computadores, etc.

En esta red, las interacciones que ocurren a través del lenguaje, en conexiones personales, institucionales o bibliográficas, están infiltradas por el pasado. Son “interacciones enmarcadas”, dice Latour (1996: 231), cuyas conexiones se proyectan muy lejos, en el tiempo y en el espacio. Respecto a esto último, es típico de la red de producción científica que sea parte de una red global, expresada fundamentalmente en las conexiones entre publicaciones y que permanezca integrada a esa red bibliográfica que la nutre y a la cual contribuye. Esas redes, dice Latour, junto con estar enmarcadas, al mismo tiempo están continuamente sometidas a fuerzas de dislocación y borrado, bajo la acción de redes que van en todas direcciones.

Performatividad

Es en tales redes que ocurre la producción de los relatos científico sociales sobre la realidad social, relatos que, a su vez, en su circulación ampliada, más allá de la academia, en la esfera pública, el aparato del Estado e instituciones diversas, alcanzando a veces las conversaciones cotidianas de mucha gente, moldean los sentidos de sociedad, dando forma a entes sociales, eventos y procesos colectivos. En ese espacio narrativo conviven lo micro y lo macro, la definición de situaciones particulares y de sus contextos, lo local y lo global, los objetos sociales y sus relaciones; es decir, la configuración significativa de un complejo mundo social.

En estas redes toman lugar multiplicidad de operaciones. No solo las conocidas labores intelectuales de investigación –lectura, escritura, diálogo, conducción de investigación empírica, análisis, etc.–, sino también, entre otras, operaciones de legitimación de la red y del relato; de clarificación y debate normativo; de cuestionamiento a otros relatos y búsqueda de su deslegitimación; de enmarcamiento y reenmarcamiento de la producción intelectual, usando para ello elementos tanto científicos como extra científicos; de participación en controversias públicas, que habitualmente incluyen elementos ideológicos y normativos; de enrolamiento de nuevos actores a la red, enganchando sus intereses; de generalización del relato, pese a sus habituales limitaciones; de traducción y ajuste del relato para apelar a públicos diferentes; y de transporte y movilización de los relatos hacia las audiencias de interés.

Los relatos sociológicos hacen reconocibles los componentes, procesos y génesis de la sociedad. Crean un espacio figurativo sobre el cual trazar y encontrar el sentido de lo que está ocurriendo, en una perspectiva de conjunto, más allá de lo que muestra la experiencia directa e inmediata. La actitud habitual hacia esos relatos y hacia lo que en ellos está incluido –Estado, clases sociales, hegemonía, desigualdad, etc.– es como si fuera la realidad social, con una duradera suspensión de la duda. En la medida que logran efectividad en su capacidad de orientación y convencimiento, son asumidos como expresión fidedigna del mundo social y guían la acción.

Los actores sociales, situados en el entretejimiento de acciones del macro agregado social, buscan orientación para su acción, particularmente cuando enfrentan situaciones problemáticas o de incertidumbre. Los relatos sociológicos son una importante fuente de tales orientaciones, suministrando los “mapas de navegación” que señalaba Lechner. Solo que en su uso normalmente se confunden mapa y territorio. La mediación “cartográfica” es parte del territorio, incide en la configuración del territorio y no solo lo describe. Es la dimensión performativa de la ciencia: el relato científico moldea o contribuye al moldeamiento de la realidad. No solo al modelamiento abstracto, sino que también al moldeamiento de la realidad misma. No solo el territorio es regulado de cierta forma por el mapa, sino que el mapa, además, a través de las acciones que guía, contribuye a otorgar nueva forma al propio territorio5.

 

Enfoque teórico

Los lineamientos teóricos que guían esta investigación tienen tres grandes fuentes fundamentales. En primer término, provienen del enfoque de la teoría del actor-red, tal como se expresa particularmente en la obra de Latour. Atendiendo a él, una tarea relevante ha sido el trazado de la red –de actores humanos, textos, instituciones, tecnologías, etc.– que van llevando a la elaboración de los relatos-mapas que a su vez van (re)configurando, en algún grado, el mundo social.

Un segundo gran enfoque que nos orienta es el de la gubernamentalidad de Foucault. Tales redes, en las que se produce y circula conocimiento, pueden verse como expresiones de la conducción de la conducta de las grandes masas de población, en el marco de la sociedad moderna. Los mapas narrativos son herramientas tanto cognitivas como de poder, de regulación de las conductas. Las artes de gobierno incluyen el uso de herramientas cognitivas provistas por la ciencia social; un conjunto o tipo de ellas asume la forma de narrativas interpretativas.

El tercer enfoque involucrado es el de la performatividad, expresado en obras como las de Callon, Mackenzie y Butler. La ciencia social no solamente describe la realidad, sino que, a través de un entramado semántico-práctico-tecnológico, desarrolla capacidades, promueve o facilita acciones y así enacta realidad; en algunos casos, haciendo emerger aquello que describe, en una especie de profecía autocumplida; en otros casos, los resultados performativos son más inespecíficos. De cualquier modo, este enfoque muestra el papel agencial de la ciencia en sus operaciones que aparecen como meramente descriptivas, papel que juega sin necesariamente tener objetivos de intervención.

Subyacen a todo esto las concepciones de una ontología relacional, que rechaza tanto la primacía de los átomos individuales como de las grandes estructuras y que, en cambio, sitúa las bases de la constitución de la realidad en el tejido relacional, del cual no escapa ni el propio observador, el cual también es parte de la realidad que observa y a la cual, indeclinablemente, influye, a través de su propia operación de observación6.

Conviene quizás precisar los enfoques que no sigo, para evitar malos entendidos. Aunque en el foco del estudio está la obra y trayectoria de tres intelectuales, la perspectiva seguida, presentada en los párrafos previos, se aparta de la propia a la llamada sociología de los intelectuales, expresada en autores como Mills, Coser o Mannheim. Considera algunas de las nociones de Bourdieu sobre campo científico y capitales, pero tampoco se encasilla en esa perspectiva de análisis. La investigación atiende a una perspectiva pragmática sobre la producción de conocimiento científico, la cual se considera que ocurre dentro de redes de producción, circulación y uso, con eventuales efectos performativos, en asociación con el despliegue de procesos de poder, englobables bajo el término gubernamentalidad.

La forma de abordaje seguida tiene similitudes con el enfoque que Eyal y Bucholz (2010) denominan “sociología de la intervención”. Tal término, sin embargo, no me parece el más apropiado. Tiene una connotación de instrumentalidad y deliberación que aprehende solo parcialmente el fenómeno. Las redes de producción, que son fundamentales en contraste con la mera creatividad individual, no se adivinan en tal término. La noción de performatividad no equivale a intervención. Si bien la performatividad involucra efectivamente intervención, explícita o no, deliberada o no, no toda intervención es propiamente performativa.

Objetivo

El objetivo en este trabajo es estudiar un hilo del complejo tejido discursivo que se va configurando desde los años 1960, el discurso sociológico, el cual no tiene la nitidez del discurso neoliberal ni la dominancia que el discurso católico tuvo en el siglo XIX, pero que es expansivo y moldea muchas realidades, haciéndose luego invisible, difícil muchas veces de discernir, aunque no por ello menos importante.

Mi interrogante más general es cómo ciertas construcciones sociológicas se constituyen, difunden y orientan interpretaciones colectivas, cómo se produce el flujo desde el campo de las ciencias sociales al de la vida social y política, cómo se entremezclan ciencia y normatividad social.

Aunque la producción de los relatos ocurre dentro de redes complejas de producción, difíciles de identificar y precisar, mi planteamiento operativo (o hipótesis auxiliar de trabajo) es que en ellas hay ciertos nodos centrales, ciertos individuos que son especialmente relevantes en la configuración de ella, particularmente a través de sus elaboraciones textuales, y que pueden tomarse como puntos de arranque para la exploración. Nuestra atención estará concentrada en tres de tales nodos centrales. Tomás Moulian, José Joaquín Brunner y Pedro Morandé. Un estudio anterior sobre el campo científico (Ramos, 2014a, 2012b) mostró que ellos estaban entre los nodos con más centralidad del campo de las ciencias sociales (sociología, ciencia política y antropología), centralidad que, además, mantienen durante un período prolongado, entre las décadas de 1980 y 2000, al menos. Estos tres autores aparecen, por otra parte, durante su trayectoria, como exponentes de tres tipos de narrativa que podríamos denominar crítica, modernizante y tradicional católica. Ya veremos, no obstante, que esta tipificación, aunque sirva de guía, simplifica elaboraciones sociológicas de gran versatilidad y complejidad.

Investigaciones en el área

Algunos aspectos de lo abordado en este libro han sido tratados, por diversos autores, en otras obras, con las cuales hay complementaciones, aunque los enfoques son diferentes. Sin pretender exhaustividad, mencionaré a continuación algunas de ellas; otras se encuentran citadas a través del libro.

Los trabajos de Cristina Moyano, MAPU o la seducción del poder y la juventud y El MAPU durante la dictadura (2009, 2010) hacen un iluminador recorrido sobre los “saberes y prácticas políticas” desarrollados en torno al MAPU, entre 1969 y 1989. Es una obra que se integra bien con el presente libro, sigue otras redes que se interconectan con las aquí seguidas. En sus libros aparecen Moulian y Brunner, pero dentro de un concierto de actores mucho más abundante, con los que guardan relación. Algo análogo se puede decir de los libros de Esteban Valenzuela, Dios, Marx… y el MAPU (2014a) y La conversión de los socialistas chilenos (2014b); la suya también la veo como una investigación complementaria, con su atención a prácticas, circulación de conocimientos y formas organizativas, descritas con precisión.

Varios autores han estudiado las conexiones entre expertos y tecnócratas con las labores de gobierno. En las obras de Joignant, quien los denomina technopols, hay un detallado análisis de los micromecanismos a través de los cuales circulaban y se ponían en acción los conocimientos de los intelectuales vinculados al gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia. Es un análisis de la microfísica del poder. También en esa línea está el trabajo de Mella (2011) sobre los centros académicos independientes y los intelectuales de la Concertación. Otras investigaciones relevantes para nuestro tema son los de Silva (2009), que estudia la tecnocracia en Chile desde principios del siglo XX, y de Gárate (2012a, 2012b), quien analiza el uso de conocimientos científicos, particularmente de tipo económico, bajo la dictadura y la primera década del gobierno de la Concertación. Este autor analiza la élite tecnocrática expresada en diversas entidades organizadas, como Odeplan, dentro del aparato de Estado, y Cieplan. La combinación de tecnocracia y política dentro de Odeplan, en los años de Pinochet, también es investigada por Huneeus (2008), adentrándose en el proceso técnico-político. Un estudio previo sobre los Chicago Boys de Valdés (1995) entrega más detalles acerca de la constitución y los vínculos internacionales de este particular grupo de tecnopols. Otra aproximación a las redes internacionales que cruzan el desarrollo de las ciencias sociales en el país se encuentra en la investigación de Beigel (2009, 2011). Sobre los economistas, están las obras de Montecinos (1998) y Montecinos y Markoff (2012). Moreno (2010) estudia los think-tanks y su incidencia en la formación de políticas públicas. Iglesias (2016) y Cortés (2018) han indagado, con diferentes aproximaciones, las elaboraciones sociológicas realizadas durante los años 1980 por un grupo de investigadores situados en SUR –los Touraine Boys– sobre el movimiento de pobladores y cuyas conclusiones niegan su carácter de actor político; Iglesias y Cortés atienden a los efectos performativos que tiene tal afirmación. Ariztía y Bernasconi (2012) estudian los relatos de cuatro sociólogos, Brunner, Garretón, Moulian y Tironi, durante los años 1990, aplicándoles un análisis narrativo. Proveen una visión sintética y bien desmenuzada del relato de expresión pública de estos autores. Este estudio tiene afinidades con nuestra investigación, aunque no atiende al proceso generativo de los relatos ni a sus redes de producción, ni a la complejidad científico-social involucrada, que son materia de nuestro trabajo. Un estudio que da buena cuenta de la performatividad del relato de los intelectuales de las ciencias sociales se encuentra en el libro de Puryear (1994), Politics: Intellectuals and Democracy in Chile (1973-1988), escrito muy cercanamente al proceso estudiado, aportando un esclarecido análisis, a lo cual suma las voces de los actores mismos. Entre este y los trabajos de Moyano, Valenzuela, Joignant, Cortés e Iglesias se obtiene un buen panorama de la imbricación científico política y de la potencialidad performativa de la construcción sociológica. Respecto a la conexión entre las elaboraciones sociológicas y el debate político son de particular relevancia las obras de Garretón (2000, 2012, 2014). Las conexiones entre relatos sociales y sociológicos, así como con la constitución de la identidad colectiva nacional, están indagadas acuciosamente en las obras de Larraín (1996, 2001, 2005).

Todos estos textos son complementarios para profundizar en el cuadro que traza la presente obra. Esta se suma a la indagación contenida en ellos.

Por otra parte, tal como este libro estudia la construcción de relatos sobre la sociedad y sus procesos y componentes, que hacen Moulian, Brunner y Morandé, estos tres autores han sido, a su vez, avezados analistas de la producción discursiva de las ciencias sociales y de sus entretejimientos sociopolíticos. Parte fundamental de sus propias elaboraciones ha sido, como veremos, el desmontaje y crítica de relatos previos. Este libro agrega una nueva capa de reflexividad, una meta perspectiva respecto a esa meta-perspectiva de estos tres autores (hago la labor de observador de observadores de observadores).

Considerando ese conjunto de publicaciones en torno al tema, ¿cuál es la contribución específica de este libro? Son varias las características propias del presente trabajo que estimo son fuente de aporte. Mencionaré seis: (1) El ángulo o punto de arranque, el cual está puesto en la elaboración científico social, y la atención a la particular clase de redes, en parte bibliográficas, que dan forma a estos relatos, yendo desde allí a la difusión y llegada al espacio público. (2) La atención prestada a las peculiaridades de la forma de construcción del relato científico social que en buena parte de los trabajos sobre estos temas se obvia y no se le presta ni atención ni importancia. (3) El foco en agentes individuales, los tres autores, permite profundizar en procesos que a través de la mirada colectiva se difuminan. (4) El análisis en paralelo de la construcción de la narrativa sociológica y de la constitución y reconstitución de las redes de producción, hace posible conjeturar sobre la influencia recíproca entre ambas, en su coevolución o coproducción. (5) La cobertura de cinco décadas aporta una mirada longitudinal de más largo plazo que la mayoría de los estudios mencionados. (6) La profundización en la construcción sociológica permite atender a la diferencia que tiene con las meras narrativas sociales y atender a sus méritos particulares.

 

Metodología

El método, en líneas gruesas, ha consistido en seguir a los autores a través de sus redes de conexiones personales, textuales e institucionales, desde los inicios de su actividad intelectual hasta el presente, un presente que había estado proyectado hasta el 2015, pero que, siguiendo los pasos de los tres autores, fue extendiéndose hasta el 2018. Tal seguimiento ha apelado fundamentalmente a las huellas textuales, pero también a entrevistas con integrantes destacados de sus redes (personales, intelectuales, políticas, institucionales). No se trata propiamente de una biografía ni de una prosopografía, aunque tiene algunos rasgos de ambos procedimientos.

Esquema de análisis

Para el estudio de los relatos y de su proceso constructivo y de difusión y efectos, distingo los siguientes componentes:

(1) La red de producción de la cual nuestros autores son parte y en la cual toma forma el relato. Ella a su vez está compuesta de diversos tipos de redes que se entremezclan, y que podemos sintetizar en las cuatro siguientes:

a. Redes interpersonales, tanto con otros integrantes del campo científico, como con integrantes de otros ámbitos de la vida social: con autoridades estatales, representantes políticos, integrantes de movimientos sociales, etc. Estas redes, a su vez, son tanto nacionales como internacionales.

b. Conexiones institucionales: la inclusión de los autores en particulares instituciones formativas; las pertenencias o adscripciones institucionales; la labor de asesoría o consultoría con instituciones; la participación en comités de revistas, en academias, en consejos institucionales, etc. Tal como en el caso anterior, estas conexiones también son nacionales e internacionales.

Estos dos primeros conjuntos de redes son fundamentales para la incorporación en el relato científico de elementos que van más allá de los contenidos explícitamente científicos, para la incorporación de supuestos y creencias de trasfondo, de elementos o criterios normativos y otros aspectos habitualmente no tematizados en la investigación, sino que asumidos de manera tácita y con frecuencia de modo no plenamente consciente.

c. Redes intertextuales. Es propio de la producción científica hacer uso de la acumulación internacional y nacional. Esto significa que los textos propios de un investigador contienen múltiples referencias a otros textos, usando de ellos elementos teóricos, metodológicos y empíricos, o entrando en diálogo con ellos, sea para reforzarlos o cuestionarlos. Esta red es fundamental para la construcción teórico metodológica de la investigación. Considero los hilos fundamentales de procedencia de los contenidos presentes en los relatos estudiados, los autores y teorías que les sirven de apoyo, tanto teórico como empírico, y la red textual de lo escrito por el propio autor y cómo ella va extendiéndose y densificándose. Tales redes intertextuales pueden entenderse como redes de influencia, pero también son redes de abastecimiento de recursos teóricos y metodológicos, analíticos e interpretativos, que alimentan la creatividad local, siendo apropiados y reconvertidos por nuestros autores.

d. Red de transporte de la referencia. El relato sociológico no es como cualquier otro relato sobre la sociedad, como puede ser el relato religioso, el relato literario o el meramente ideológico. En la elaboración narrativa científico social es fundamental, por una parte, su armazón teórico conceptual y metodológica, nutrida decisivamente por vía de la red intertextual y, por otra parte, el proceso de revisión y ratificación, rechazo o modificación de sus afirmaciones a partir del diseño de alguna forma de conexión con el mundo, de manera tal de generarse “irritaciones”, como dice Luhmann, que lleven a la revisión del conocimiento científico acumulado y al aprendizaje cognitivo. Esta conexión es entendida por Latour como una cadena de operaciones a través de las cuales circula la referencia desde el mundo, desde el espacio de la experiencia, hasta las oficinas o lugar de trabajo del investigador y que, finalmente, en forma muy “aplanada” y plegada, es llevada a sus publicaciones (Latour, 2001; Latour y Woolgar, 1986; Ramos, 2012c). Por medio de ella se introduce en el texto ese material acarreado: experiencias diversas de la población del país, del momento presente o de la historia anterior. Esta es una red de conexiones distintiva de la ciencia y fuente de su peculiar potencialidad orientadora con respecto a la realidad.

La red de producción, propiamente hablando, está compuesta por todas estas subredes7. No obstante, dentro de la presentación a lo largo del libro hablaré con frecuencia de “red de producción”, con esas palabras, para referirme a las dos primeras, que corresponden a las redes desde las cuales se articula el relato. A las dos segundas me referiré con su nombre particular –red intertextual o red de circulación de la referencia–, como redes cuyos contenidos circulantes son objeto de integración al relato.

(2) Los relatos mismos. Respecto a este segundo componente, estudiaré la construcción argumentativa, con su tejido teórico y con el material evidencial que le sirve de sustento, todo lo cual adopta expresión textual de acceso público en la forma de publicaciones. A través suyo emergen entidades, procesos y relaciones atribuidos al mundo, configurándolo de modos determinados y otorgándole sentido. En cuanto elaboración científica, este relato se guía por el código de la verdad; cuando menos, la noción de verdad sirve como ideal regulatorio. Junto con estos elementos, que son los propios de la construcción propiamente científica, también revisten importancia el estilo en la redacción y las formas retóricas que se empleen, que contribuyen a la persuasión de sus receptores tanto dentro como fuera del campo de la ciencia. Atiendo a los ejes argumentales, al estilo y a las características retóricas de los textos. También, en algunos casos, cuando sea relevante, aludiré a los soportes materiales del texto. Aunque estos análisis los he hecho con respecto a una gran cantidad de textos, aquí solo presentaré algunos de ellos que sean especialmente relevantes.

(3) La difusión y alcance logrado por los relatos es el tercer aspecto a analizar. La publicación de artículos y libros proyecta el alcance de los relatos. Las ediciones de libros para publicación masiva lo extienden más allá de las fronteras de la ciencia. Los textos se hacen parte de prácticas y son usados para fines diversos por los actores sociales. Eventualmente los relatos tienen algún grado de performatividad. Al respecto, es necesario advertir que la forma en que estas narrativas se entretejen con la trama discursiva y práctica de la sociedad es extremadamente compleja y muy difícil de desentrañar. Por tanto, lo más que podré hacer es señalar algunos eslabonamientos destacados y plantear ciertas inferencias plausibles sobre la forma general y dirección de tal proceso de difusión. Del mismo modo, sobre el resultado performativo de tal diseminación del relato haré algunas conjeturas generales apoyadas en la información obtenida8.