Relatos sociológicos y sociedad

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PRÓLOGO

Origen del libro

Un estudio sobre el campo de las ciencias sociales en Chile me llevó a prestar atención a los circuitos de interconexión entre los procesos de producción científica y la sociedad, y, finalmente, a llevar a cabo una elaboración de índole teórica sobre tal entrelazamiento expresada en el libro El ensamblaje de ciencia social y sociedad. Conocimiento científico, gobierno de las conductas y producción de lo social, en que procuraba articular elementos teóricos provenientes de diversos autores, tales como Foucault, Latour, Bourdieu, Callon y Luhmann, conectando conceptualizaciones de enfoques como los de la gubernamentalidad, performatividad y teoría del actor-red. Luego de ello, quise indagar de manera empírica tales entrelazamientos entre ciencia y sociedad en el caso particular de nuestro país, lo cual estaba en el trasfondo del libro anterior. De esa inquietud surgió el proyecto Fondecyt “Datos y relatos científico sociales que dan forma a la realidad social de Chile”, iniciado el año 2012, el cual abordó la compleja interconexión entre ciencia social y sociedad.

Esta investigación contempló dos modalidades de trabajo científico social. Una primera de carácter positivista, con la aplicación masiva de instrumentos de medición y cuyos resultados fundamentales se manifiestan numéricamente, como datos. De este tipo de trabajo científico estudié, junto con Fernando Valenzuela, el referido a configuraciones de realidad como las de la pobreza, violencia intrafamiliar, bullying y clima organizacional. Producto de este trabajo fue un libro, La producción de la pobreza como objeto de gobierno (Ramos, 2016) y varios artículos (Ramos, 2014b; Ramos, 2016; Valenzuela y Ramos, 2015; Valenzuela y Ramos, 2018). En estas obras se consideró a tales procesos científico-sociales como parte del gobierno de la población, como componentes del proceso de gubernamentalidad, en el sentido del concepto acuñado por Foucault, con una verdad científica conectada con mecanismos de poder. Se ve a la labor científica entrelazada con el aparato estatal, así como con otras organizaciones sociales, tales como los establecimientos educacionales en el caso del bullying, y con los medios de comunicación masiva, adquiriendo capacidad de moldeamiento de la realidad social, capacidad performativa.

Junto con tal modalidad positivista de la ciencia social, el proyecto también exploraba otra forma de trabajo, una de interpretación y explicación por vías no positivistas, o al menos no centralmente positivistas, y cuyos resultados en lugar de presentarse en la forma de símbolos numéricos lo hacen en forma narrativa; en la forma de “relatos” en vez de “datos”. Al respecto, las preguntas eran semejantes: ¿Cuáles son las redes productivas en las que se genera el conocimiento y cómo inciden las características de estas redes en la producción cognitiva? ¿Cuánto y cómo inciden estas construcciones sociológicas en la sociedad, en la producción de realidad social?

Con este fin, tal como en el caso de la vertiente de los datos, en que la investigación se concentró en procesos específicos, como la medición de la pobreza a través de la encuesta Casen y la Ficha de Protección Social, en el caso de los relatos sociológicos opté por focalizarme en el proceso productivo de autores centrales en las redes del campo chileno de las ciencias sociales durante las últimas décadas. Comencé explorando a cinco autores y finalmente opté por tres de ellos: Tomás Moulian, José Joaquín Brunner y Pedro Morandé. El resultado de este estudio es el presente libro.

Esta investigación me llevó a sumergirme en la obra de estos autores y a seguir su trayectoria y sus redes de conexiones, personales, textuales e institucionales asociadas a su proceso productivo. Inicialmente, luego de un par de años de trabajo, cubrí un período que iba desde los años 1960 hasta fines de los 1980 y podría haberme quedado ahí. En ese recorrido había bastantes respuestas a las preguntas planteadas. Sin embargo, a esas alturas estaba muy interesado en el proceso y contenido de la elaboración sociológica, así como en las redes de estos autores. Además, sabía de los cambios ocurridos en las construcciones sociológicas de estos autores en la década de 1990 y tenía la inquietud por saber cómo habían tomado forma, en esos entretejidos personales, textuales e institucionales. Por ende, decidí extender el período y continuar cubriendo hasta el momento presente. Esto significó añadir mucho más material y agregar otro par de años de trabajo, ya más allá de los marcos del proyecto Fondecyt dentro del cual se había originado la investigación. Esto último involucró mayores dificultades prácticas para su realización.

La convivencia de esta investigación con las otras múltiples y demandantes labores académicas propias de nuestra vida universitaria nacional me obligó a avanzar en períodos de tiempo entrecortados, en algunos casos separados por varios meses. El problema de esto es que cuando la distancia temporal era grande, cada vez tenía que hacer un nuevo esfuerzo cognitivo para reingresar al universo de sentido que estaba estudiando, lo cual es un proceso re-adaptativo demoroso, que toma días, hasta que uno nuevamente se siente “en ambiente”. Para los fines escriturales, las vacaciones de verano fueron períodos especialmente propicios. También lo fue una estadía en Berlín, en el Instituto Iberoamericano, durante el año 2015. Esta fue una instancia facilitadora y propulsora del trabajo. La biblioteca del instituto me permitió encontrar nuevos materiales y la ciudad me proveyó de un especialmente grato ambiente para desarrollar mi labor.

Este es un libro que podría profundizarse y ampliarse de muchas formas. Pero, si sigo haciéndolo, corro el riesgo de no publicarlo nunca. Por eso, he llegado a la conclusión de que es mejor entregarlo a la luz pública tal como está. Otros podrán seguir indagando en las diversas líneas de investigación abiertas, pero no cubiertas.

Conexión biográfica

Las construcciones sociológicas de las que trato en el libro son muy cercanas para mí, como sociólogo y como habitante de este país, el cual es el objeto privilegiado de análisis e interpretación de nuestros tres autores. Esos relatos han contribuido, a través de los años, a mi propia interpretación de la realidad nacional y a mi orientación respecto a ella. Es desde esa comprensión que me aproximo a estos autores, buscando averiguar tanto sobre su proceso productivo como sobre la difusión de su obra y alcance de su potencialidad configuradora de las interpretaciones circulantes y derivadamente de su capacidad para imprimir sentido de realidad al propio relato.

A los tres autores los conocí en períodos en que ya estaban en plena productividad como sociólogos, períodos que aquí estudio retrospectivamente. En plena dictadura, en la incertidumbre de esos años, los textos de Brunner y Moulian eran resplandores en la oscuridad. Sus interpretaciones aportaban sentido a grandes transformaciones cuyas repercusiones eran experimentadas cotidianamente y que la prensa reflejaba, pero frente a las cuales costaba dar sentido coherente y que más aún costaba integrar con interpretaciones que habían sido dominantes antes del golpe militar. Las publicaciones de este par de autores contribuían a que uno sintiera que estaba entendiendo lo que pasaba, a que recuperara algo de la confianza ontológica perdida. Y aunque las tendencias que esos trabajos permitían avizorar no fueran auspiciosas, la comprensión lograda generaba, al menos en mí, un cierto sentido de control. Esos eran efectos que me provocaban las lecturas o asistencia a presentaciones de investigadores como Brunner y Moulian, y de otros como Norbert Lechner o René Cortázar. Si bien ahora no recuerdo con facilidad contenidos precisos, y solo después de haber releído textos de esa época consigo evocarlos, sí recuerdo la intensidad de esa iluminación de la realidad vivida que provocaban sus palabras.

En 1984 participé en un programa de seminarios que organizó la Flacso en esa época, cuando esta institución se encontraba en plena fase de apertura y distribución de su producción, que hasta 1989 había podido ser solo muy restringida. Ese programa, que duraba varios meses, y para el cual concedían becas, estaba lleno de jóvenes ansiosos por escuchar lo que estos investigadores de la Flacso estaban pensando, y motivados para opinar y discutir. En mi caso, tuve como profesor guía de mi trabajo final a Brunner, y eso me hizo leer con mucha atención varias de sus obras. No solo estaba leyendo estas obras, sino al mismo tiempo estaba leyendo la realidad nacional a través de ellas, afinando, redefiniendo mi interpretación de la realidad, proveyéndome de más criterios de lectura, varios de los cuales me acompañarían por un buen tiempo.

Con Pedro Morandé tuve una vinculación más prolongada. Primero, durante el gobierno de la Unidad Popular, siendo él profesor de un curso de teoría sociológica cuando yo era estudiante del pregrado en el Instituto de Sociología de la Universidad Católica, y luego, en virtud de que yo era parte del centro de alumnos, encargado de materias académicas, y de que él estaba en camino de ser director del instituto, tuvimos numerosas conversaciones, que se continuarían en los años siguientes. Además lo tuve como integrante de mi comisión de tesis de pregrado y, años más tarde, en la segunda mitad de los 1980, como director de mi tesis de magíster. Respecto a esto último, fui parte de la primera generación que se incorporó al programa de magíster en sociología que se dictó en el ISUC, incorporándome a su línea de cultura latinoamericana. En esta línea del magíster, Morandé era el protagonista central y lo tuve de profesor de varios cursos. Tal como los autores antes mencionados, sus interpretaciones eran iluminadoras. Pero su foco no era la contingencia nacional, ni siquiera el período cercano. La mirada interpretativa, más bien, se alejaba hacia un pasado de siglos antes y atendía a las corrientes subterráneas, a los sustratos culturales profundos, los cuales no son afectados más que mínimamente por las turbulencias de superficie. Lo que él mostraba era otra dimensión de la realidad con otra temporalidad. Con él compartíamos una experiencia de descubrimiento de esa realidad.

 

Para mi tesis de magíster en ese programa hice un estudio sociohistórico sobre el sentido del trabajo en América Latina y seguí varias de las conceptualizaciones y claves de interpretación de Morandé; sin embargo, al referirme al siglo XX adopté posiciones críticas respecto a algunas de las tesis de Morandé, estando más cercano a argumentaciones de Brunner, apoyadas consistentemente en evidencia empírica. Veía valor tanto en una como en otra construcción, ajeno a que entre ellas hubiera contradicciones. Mis elaboraciones integrativas no merecieron, sin embargo, el aplauso de Morandé, como profesor guía. Valoró el conjunto del trabajo realizado y, respecto a los puntos de desacuerdo, no entró a cuestionar mis afirmaciones; en su estilo parco, tan solo proveyó unas pocas claves gestuales que quedaba a mi cargo descifrar.

A Moulian y a Brunner ya los había leído durante la Unidad Popular, pero una lectura más abarcadora y sistemática de su obra la hice ya bien adentrados en el período de la dictadura, luego de que toda la construcción discursiva que había orientado la existencia colectiva de muchos de nosotros había sido demolida y de que los antiguos sentidos se habían extraviado. Ellos ayudaban a establecer nuevas conexiones de sentido, a crear nuevas articulaciones.

De la lectura de las obras de estos autores asumí criterios interpretativos y elementos para mi propia lectura de la realidad. Fueron significativos para mi propia interpretación del mundo vivido. De tal modo, en el trabajo reconstructivo e interpretativo que hago en este libro, mi experiencia personal con esas narrativas sociológicas, así como con sus autores, me sirve de referencia orientadora, me provee una visión interna, multiplica mi posicionamiento como observador. En la lectura e interpretación de algunos de los textos, junto con la lectura actual, puedo evocar, aunque sea atenuadamente, esa lectura e interpretación anterior y sus resonancias y efectos existenciales. Esa, en todo caso, es solo una de las entradas a la interpretación de las redes, construcciones y efectos en el pasado; me sirven de apoyo y orientación las entrevistas realizadas con actores de diferentes épocas y numerosas fuentes documentales.

Para mí, la lectura de las abundantes publicaciones de estos autores ha sido un fascinante recorrido por mil senderos textuales que conectan altas cumbres de la reflexión teórica, trabajos de investigación empírica, obras históricas, elaboraciones filosóficas, experiencias del acontecer sociocultural y político del país, siguiendo a tres consumados exploradores. Ha sido una experiencia privilegiada. Ha sido un gran viaje, con guías expertos.

Lo que he escrito busca recuperar ese trabajo de elaboración investigativa de estos autores. Dada la productividad que ellos tienen, con cientos de publicaciones, durante los casi 50 años considerados, ha resultado un texto de cierta longitud, pese a mis esfuerzos de selección y acortamiento. Frente a lo atemorizante que puede ser su volumen físico, le destaco a quien eventualmente confronte el texto que diferentes estrategias de lectura pueden abreviarlo. Es un libro en que pueden hacerse lecturas separadas de períodos y autores, sin necesidad de cubrirlo todo. Pese a lo anterior, lo que considero más fructífero es la lectura comparada, y a eso invito a cada lector.

Complementariamente, espero que este trabajo sea una motivación a leer o a releer a estos autores en sus propios textos.

Presentaciones públicas

A través del avance de esta investigación he realizado diversas presentaciones en congresos y otras instancias académicas, que han servido para precisar la argumentación y mejorar la presentación de ella y de su material de referencia. Entre tales exposiciones se cuentan las siguientes:

 “Sociological Narrative Accounts Guiding Society: Work and Network of Production and Difussion of Three Chilean Sociologists (1970-1983)”. XVIII ISA World Congress of Sociology. Facing an Unequal World: Challenges for Global Sociology. Yokohama, Japón, 13 a 19 de julio, 2014.

 “Relatos sociológicos y sociedad: obra y red de producción de tres sociólogos chilenos (1973-1985)”, VIII Congreso Chileno de Sociología, La Serena, Chile, 22 a 24 octubre, 2014.

 Conferencia “Relatos sociológicos y sociedad: autores y redes de producción en Chile (1973-1988)”. Instituto Iberoamericano de Berlín, en Ciclo “Producción de saberes y transferencias culturales”. Berlín, Alemania, 10 de julio, 2015.

 “Constitución, difusión y declive de un relato sociológico”. En IX Congreso Chileno de Sociología, Red de Sociología de las Universidades Chilenas, Talca, 11 a 14 de octubre, 2016.

 “Dependent Autonomy: The Creative and Conditioning Embeddedness of Social Research”. Society for Social Studies of Science Annual Conference. Boston, Massachussetts, EE.UU., 30 de agosto a 2 de septiembre, 2017.

Agradecimientos

Esta investigación, para su inicio y gran parte de su desarrollo, contó con el financiamiento de Fondecyt (proyecto N° 1121124). Cuando ya no contaba con tal financiamiento pude continuarla gracias a la posibilidad que la Universidad Alberto Hurtado otorga a sus académicos para destinar parte de la jornada al trabajo de investigación. Y aunque estas horas con frecuencia se ven invadidas por las demandas académicas y administrativas de la cotidianeidad universitaria, fueron fundamentales para seguir y concluir este trabajo. Para el desarrollo del capítulo VIII aproveché el financiamiento del proyecto Fondecyt 1170477, dadas las sinergias entre ambos proyectos. Agradezco el apoyo de ambas instituciones, de Conicyt y de mi universidad, que han hecho posible la continuidad de mi labor investigativa.

En la fase inicial de este trabajo fue de gran ayuda la colaboración de Fernando Valenzuela. Las conversaciones teóricas con él fueron orientadoras e inspiradoras. Además, su presencia en el proyecto fue siempre un gran apoyo. La recolección del material y realización de entrevistas conté con la muy útil participación de Francisco Salinas, Tomás Weinstein, Alejandro Espinosa, Nicolás Sanhueza, Francisca Ortiz, Javier Cifuentes y Camila Moyano. Posteriormente, José Manuel Farías colaboró en la obtención de nuevos materiales y en la revisión del texto, haciendo útiles comentarios y sugerencias. A todos ellos les estoy muy agradecido por su dedicación y aportes.

Agradezco mucho los comentarios de Aldo Mascareño, quien tuvo la paciencia de revisar el texto final completo. Con su agudeza habitual, hizo diversas recomendaciones que me orientaron a mejorar el texto y su organización. Algunas de sus sugerencias, sin embargo, aunque sumamente interesantes, al involucrar más investigación y reflexión, superaban los límites de la obra realizada y las posibilidades coyunturales del investigador.

Al alero del proyecto, se realizaron varios seminarios de grado sobre narrativas científico-sociales y sociedad en Chile, dirigidos por mí. En ellos José Manuel Farías, Miranda Troncoso, Pamela Silva y Mauricio Pereira indagaron en la obra y red de producción de Norbert Lechner, Manuel Antonio Garretón, Sonia Montecino y Nelly Richard, respectivamente. Sus reflexiones y las discusiones en las sesiones de trabajo fueron un provechoso insumo y aporte para la investigación.

Durante mi estadía en Berlín tuve el privilegio de contar con la hospitalidad de Peter Bierle, director del Instituto Iberoamericano de Berlín, quien me proveyó de todas las facilidades para un buen uso de los recursos del centro. Sus conversaciones, además, fueron estimulantes y me dieron varias pistas para explorar. En Berlín fue también de gran provecho la gentil camaradería de Enrique Fernández, mientras llevaba a cabo su propia investigación en el instituto, así como la de Sabina García, quien terminaba su doctorado en la Universidad Libre de Berlín. Ambos fueron fuente de adicionales estímulos, intelectuales y turísticos, para mi labor investigativa.

En este, tal como en mis libros anteriores, Beatriz García-Huidobro y Alejandra Stevenson, con su trabajo editorial, han sido un enorme apoyo. Con mucha paciencia han realizado innumerables correcciones que mejoran el texto, al mismo tiempo que, conocedoras de las sensibilidades de los autores, han sabido mostrar receptividad ante mis resistencias a algunos cambios. De ellas he recibido, además, orientaciones generales, con respecto al proceso de edición. No he reconocido en el pasado, como merecían, su notable labor. Lo hago ahora, con todo mi agradecimiento.

Numerosos entrevistados dieron a conocer sus experiencias y conocimiento respecto a los autores estudiados. Agradezco su confianza y la generosidad en la entrega de su tiempo y colaboración.

Finalmente, agradezco a los propios autores de estos relatos, Tomás Moulian, José Joaquín Brunner y Pedro Morandé, sobre cuya extensa y fructífera obra se sustenta este libro y quienes constituyen un ejemplo de compromiso y dedicación intelectual a la comprensión y mejoramiento de nuestra sociedad.

INTRODUCCIÓN

Relatos sociológicos y sociedad

Frente a los múltiples problemas que emergen en el mundo social afectando a la población y a las cambiantes situaciones generadoras de incertidumbre en la vida colectiva, los individuos buscan orientaciones. Así, recurrentemente surgen narrativas o relatos de circulación pública que procuran servir de guía y aportar sentido. Tales relatos identifican problemas –“la propiedad extranjera de las riquezas básicas”, “el lucro”, la “política de los acuerdos”, el “extractivismo”, la “desigualdad social”–, señalan culpables –el “imperialismo yanqui”, la “dependencia estructural”, las “cúpulas políticas de la Concertación”, el “duopolio político”, el “patriarcado”–, muestran vías de acción –nacionalización de la minería del cobre, gratuidad de la educación, acción política extra institucional– y proveen explicaciones y justificaciones. En la primera mitad del siglo XX tres grandes fuentes de tales relatos fueron la Iglesia Católica, el positivismo y el marxismo, este último en su recepción fundamentalmente por parte del Partido Comunista, primero, y luego por parte del Partido Socialista. Desde los años 1940 el relato económico se hace destacable en los asuntos de gobierno. En los años 1960 el cuadro de los relatos sobre el mundo social se complejiza con la incorporación, creciente, de elementos de las ciencias sociales, que ganan lugar en el debate político y se incorporan en las conversaciones. Al discurso de la modernización le seguirán discursos neomarxistas, posestructuralistas, feministas y otros. En el discurso de la Democracia Cristiana, por ejemplo, adquieren creciente importancia narrativas provenientes de la sociología y de la economía. Eduardo Frei Montalva, una figura prototípica en esta materia, lee, asimila y emplea textos sociológicos y económicos, combinándolos con sus lecturas filosóficas, de Maritain y autores semejantes. Este presidente es un anticipo de lo que serán los futuros “tecnopols” en el país1. Bajo la dictadura de Pinochet el discurso económico liberal llega a hacerse dominante, hasta los años recientes, en que en el país circulan textos cuestionando el “modelo” sostenido por la Concertación y promoviendo un “nuevo modelo”. A su vez, en el movimiento estudiantil y en la izquierda fuera de la Nueva Mayoría han tenido acogida textos de autores como Jorge Atria, Alberto Mayol, Chantal Mouffe, Hardt y Negri y otros, que contribuyen al contenido de su discurso y orientación de su acción.

De tal modo, los relatos de la ciencia social se hacen parte del mundo social, de cómo hacemos sentido de él, de cómo lo experimentamos (Czarniawska, 2004). Estos relatos se convierten en componentes de sus operaciones. Circulan dentro de la red compleja de acciones de los partidos políticos, organismos del Estado y sociedad civil; aparecen en la esfera pública constituida por los medios masivos de comunicación; emergen en las conversaciones de la vida cotidiana.

Con el término “relato sociológico” me estoy refiriendo a un específico tipo de elaboración sociológica: la narrativa interpretativa sobre la realidad social basada, directa o indirectamente, en la investigación sobre ella y en la acumulación teórica existente. En términos teóricos, estoy concibiendo a las narrativas o relatos como modos de conocimiento (Polkinghorne, 1988) y como componentes pragmáticos de la acción2. En la constitución de estos relatos se pueden distinguir diferentes operaciones en las que se conjugan sus dimensiones semánticas y pragmáticas: (1) Las narrativas sociales permiten darle forma significativa, forma semántica, a experiencias difusas que eventualmente aparecen como problemáticas, como fuentes de malestar o inquietud. Esas experiencias requieren traducción, requieren una articulación verbal, para convertirse en efectivos problemas públicos. Estas narrativas, que toman forma en prácticas situadas en el entramado sociocultural, pueden convertirse, de tal modo, en configuradoras y transportadoras de esas experiencias. Las “voces de la calle” no se hacen escuchar si no pasan por esas mediaciones que las hagan transportables. Pero, es necesario destacarlo, tal transporte requiere reconfiguración. Lo transportado toma forma en la operación misma de transporte. (2) La construcción narrativa societal incluye la especificación de realidades y hace formulaciones fácticas. Si bien en la manera en que la ciencia social hace sus planteamientos estos asumen un carácter hipotético, necesitado de continua contrastación empírica, en su circulación pública estas narrativas se desprenden de tal carácter meramente conjetural y adquieren el de afirmaciones fácticas: “las contradicciones internas del capitalismo lo llevan a su destrucción”, “el modelo económico neoliberal ha fracasado”, “en la sociedad socialista el Estado lo controla el proletariado”. En contraste con la ciencia, los públicos usuarios de estos discursos tienden básicamente a buscar información confirmatoria y con el tiempo les cuesta cada vez más separarse de sus narrativas, que quedan como filtros incorporados a los individuos, como parte de sus mapas neuronales estabilizados (Castells, 2009). (3) Estos relatos, en la medida que son efectivos, canalizan y conectan emocionalidades referidas a múltiples experiencias que, de alguna forma, se ven expresadas y unidas con el relato. Temores, inquietudes, angustias, anhelos pueden asociarse a las narrativas. (4) Estos relatos societales dan forma a deseos colectivos, diseñan futuros supuestamente posibles, plantean metas, estados deseables, configuraciones societales alternativas: “sociedad socialista”, “desarrollo humano”, “desarrollo sustentable”, “posdesarrollo”, “vida buena”. (5) Conjuntamente, delinean caminos de acción para el logro de tales fines colectivos y combaten o descartan otros: “revolución en libertad”, “socialismo a la chilena”, “transición a la democracia”. En ellos se apela a la emocionalidad asociada; se apela a la indignación, se apela a los temores. (6) Todo lo anterior va acompañado de justificaciones, que articulan lógicas tradicionales de justificación o incorporan nuevos elementos (Boltanski y Thevenot, 2006; Boltanski y Chiapello, 2002).

 

Frente a la gran complejidad social, en cuanto a su realidad misma como en cuanto a problemas a enfrentar, metas a lograr y caminos a seguir, estas narrativas colectivas cumplen una función de ahorro cognitivo y proveen guiones colectivos o “mapas de navegación”, como los llama Lechner (2004). Se convierten en motores de la acción social. Son capaces de movilizar acciones, llevan a defender realidades. Legitiman y deslegitiman. Llevan a transformar o estabilizar. Hay, además, una creciente pluralidad de tales narrativas y, por tanto, hay confrontación y lucha entre ellas, una lucha continua.

La creación de narrativas es un muy antiguo procedimiento humano. Narrar es una forma de otorgar sentido al mundo y de transmitir tal sentido. De tal modo, es una forma de conocerlo. De hecho, etimológicamente, las palabras narrar y conocer, en sus orígenes (narro y gnarus) se mezclan (Porter, 2008). La narración es vía de conocimiento del mundo. Como dice Barthes (1982: 251, 252), “bajo su casi infinita diversidad de formas, el relato está presente en toda época, en todo lugar, en toda sociedad; comienza con la historia misma de la humanidad y no hay ni nunca ha habido un pueblo sin narrativa. Todas las clases, todos los grupos humanos tienen sus relatos y muy a menudo esos relatos los disfrutan en común hombres con trasfondos culturales diferentes, incluso opuestos […] Los relatos son internacionales, transhistóricos, transculturales; están simplemente ahí, como la vida misma”.

El término “narración”, sin embargo, hasta hace pocas décadas, tendió a aplicarse particularmente a la ficción literaria, a la creación artística. La ciencia, durante mucho tiempo no fue considerada un género narrativo, homologable, de alguna forma, con la elaboración literaria. A los textos científicos, aun a los de las ciencias sociales, llenos de contenido narrativo, se les otorgaba un estatus diferenciado y privilegiado, no reconociendo en ellos su condición narrativa.

Los relatos o narrativas sobre lo que llamamos sociedad nos sitúan en un espacio social, con subdivisiones reconocibles, poblado de entidades ontológicamente identificables y estables, con determinadas relaciones entre ellas, y en el que toman lugar determinados procesos. Tales procesos ocurren desplegándose en una dimensión temporal que el relato traza, delimitando un pasado relevante y proyectándose hacia diferentes formas de futuros posibles (Güell, 2009). Podrá tratarse de un gran relato de índole geopolítica, como el de la Guerra Fría, o un relato que apunta a las conductas individuales, como el relato sobre el aborto, o un relato sobre entidades organizacionales, como el relato sobre las universidades públicas. Los relatos sociales, y los sociológicos son una variedad de ellos, pueden abarcar sociedades enteras, formas institucionales, procesos históricos, trayectorias individuales. Los relatos sociales cubren y semantizan el mundo en su totalidad.

Las narrativas son herramientas cognitivas, proveen una inteligencia colectiva (Herman, 2013), con diferentes grados de potencialidad adaptativa, y se interrelacionan con conjuntos de prácticas y materialidades. El relato configura, condensa y transporta experiencia, permitiendo abordar problemas prácticos. El concepto foucaultiano de “discurso” engloba precisamente ese complejo de elementos que va más allá de lo meramente lingüístico. Así, el discurso médico incluye ideas sobre salud, enfermedad y su tratamiento, reglamentaciones, organización hospitalaria, prácticas sanitarias, etc. La noción de relato que empleo aquí está estrechamente asociada a esa noción de discurso. Se trata del relato en su uso práctico, inserto en circuitos institucionales y parte de procesos de poder.

El relato científico social

Así como los relatos sociales ya orientaban la conducta en el Antiguo Egipto, hace más de 24 siglos, bajo la forma de una narrativa de contenido religioso y asociada a prácticas rituales, el relato científico social no tiene más de tres siglos, siendo componente central de la sociedad moderna, de su autodescripción, y herramienta fundamental de su autorregulación (Wagner, 2003). En las palabras de Lechner (2006 [2002]: 438), “la teoría social representa un relato que narra la sociedad acerca de sí misma”. Desde principios del siglo XX la ciencia social ha tenido una creciente participación en estas narrativas sociales, y el peso de la ciencia, de las afirmaciones y argumentaciones de la ciencia, en la esfera pública es significativo. Su presencia en los medios masivos de comunicación se sigue incrementando con el tiempo (Jacobs y Townsley, 2011).