Relatos sociológicos y sociedad

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Redes de reflexión y discusión

En su trayectoria de estudios son numerosos los vínculos que Brunner establece, gran parte de los cuales dan pie a mucho diálogo, intelectual y político, y algunos permanecerán hasta la actualidad. Algunos son con amigos de juventud, como Carlos Catalán, con quien compartirá la trayectoria en el movimiento estudiantil, labores académicas en Flacso y, más tarde, diversas colaboraciones intelectuales. Establece numerosos vínculos con dirigentes estudiantiles, compañeros en el proceso de la reforma de la Universidad Católica. Varios de estos provenían de la Escuela de Sociología, que era un semillero de líderes intelectuales y políticos. Entre ellos, Rodrigo Ambrosio, Tomás Moulian, Manuel Antonio Garretón, Rafael Echeverría. Estos dos últimos, presidentes de la FEUC, en 1967 y 1968, respectivamente. Los estudiantes de sociología “eran los que aportaban más intelectualmente, más análisis científico y marcos teóricos”83. Con algunos de ellos, como Carlos Eugenio Beca, seguirá luego colaborando en la universidad de la reforma. Varios de estos dirigentes, además, como Ambrosio y Jaime Gazmuri, asumirán roles en el naciente MAPU, al cual, poco después, Brunner se sumará.

Otro espacio para el establecimiento de conexiones será, para Brunner, el centro jesuita Bellarmino, que durante estos años constituye un importante lugar de encuentro y discusión. Particularmente destacada es allí su amistad con el jesuita Hernán Larraín y su participación en la revista Mensaje.

Su rol formal en la Universidad Católica en la labor de la implementación de la reforma, asesorando a Fernando Castillo, le llevará a establecer un vínculo sólido y duradero con este y le ampliará su rango de interlocutores: desde Ernani Fiori hasta muchos otros académicos de la universidad y a los nuevos dirigentes estudiantiles de la Universidad Católica. Brunner se constituirá en uno de esos nodos centrales en la malla de comunicaciones de la universidad, con alta capacidad de intermediación y vinculado directamente al centro de poder de la institución. Si su capital cultural era elevado desde muy temprano, en este período su capital social se expande a todo vapor.

El período en Inglaterra sumará contactos internacionales a su red. Halsey era, de por sí, un nodo central en las redes académicas vinculadas a la sociología de la educación, amigo o interlocutor directo de muchos investigadores renombrados, tales como Basil Bernstein (University College of London), Martin Trow (Universidad de California, Berkeley) y Michel Young (University of London). Característica destacada de muchos de estos era tener una agenda que cubría simultáneamente la investigación académica y el debate político en torno a cambios en materias educacionales. Tiene también a compañeros destacados en la esfera pública; por ejemplo, se hace muy amigo de José María Maravall (1942-), sociólogo y político socialista español, quien será ministro de Educación y Ciencia (1982-1988) en el gobierno de Felipe González. Allí además mantiene vínculos y conversaciones con chilenos, entrecruzándose sus intereses académicos con su preocupación por la situación política en Chile. Son incontables los muchos encuentros de discusión a través de estos años universitarios, que alimentan la reflexión y búsquedas de Brunner.

Ya en la movilización para la reforma muchos de los debates eran acalorados, con fuertes confrontaciones con los opositores al movimiento, como era el destacado caso de Jaime Guzmán. Pero también entre las propias filas había numerosas discrepancias. Conocidas eran las frecuentes diferencias entre Brunner y Manuel Antonio Garretón: “se tenían aprecio, pero nunca estaban totalmente de acuerdo”84.

En resumen, a su retorno de Oxford, Brunner era ya un hombre con una enorme red de conexiones personales, que se extendían por la academia nacional e internacional y por ámbitos políticos. A ello cabría sumar la red potencial de aquellos que habían conocido su actuación como panelista de “A esta hora se improvisa”, dada la particular cercanía que genera la presencia televisiva.

Influencias intelectuales

Brunner y sus amigos más cercanos, como Carlos Catalán, eran, desde jóvenes, ávidos lectores. Importante en los primeros años fue la lectura de autores católicos como Teilhard de Chardin, luego de representantes de la Teología de la Liberación. Por otra parte, para su análisis del país, estudian los libros que diagnosticaban la realidad social y económica chilena, como En vez de la miseria, de Jorge Ahumada, y Chile: un caso de desarrollo frustrado, de Aníbal Pinto, y trabajos de la Cepal. Posteriormente, a fines de los 1960 y durante el gobierno de la Unidad Popular las lecturas sociológicas se amplían. Este es un período que Lechner (2007 [2004]: 17,18), con la mirada comparativa de quien es un extranjero instalado en el país, describe bien:

Santiago era un centro intelectual efervescente. En el debate intervenía desde luego la primera generación de cientistas sociales chilenos a la que pertenecían Eduardo Hamuy, Osvaldo Sunkel, Enzo Faletto, Raúl Urzúa. A ellos se agregaba un grupo de sociólogos brillantes en la Cepal (Fernando H. Cardoso, Francisco Weffort, Edelberto Torres Rivas, Aníbal Quijano), un fuerte grupo de exiliados brasileños en el CESO (Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos) y otros intelectuales destacados como André Gunder Frank y Armand Matellart. Otro polo de influencia eran los jesuitas en torno de Roger Vekemans, mientras que Flacso organizaba el primer y entonces único posgrado en ciencias sociales de la región, con profesores como Alain Touraine, Johan Galtung y Adam Przeworski […]. [S]in duda fue un momento estelar en la historia cultural chilena.

Son los años del cuestionamiento a la teoría de la modernización, de impronta norteamericana y parsoniana. Aparece una serie de libros que impulsan los debates: Desarrollo y subdesarrollo, de Celso Furtado (1961); Dependencia y desarrollo en América Latina, de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto (1969); Desarrollo del subdesarrollo, de André Gunder Frank (1967). Entre estos años y 1973 las publicaciones sociológicas en el país se multiplican. La apelación al marxismo se extiende por la academia.

Brunner usa eclécticamente algunos de estos textos para sus análisis sociopolíticos publicados en Mensaje. No obstante, ninguna de esas obras es tematizada por él en términos de precisar cómo contribuye a la construcción de su propia observación de la contingencia nacional. Eso comenzará a hacerlo solamente luego de su retorno de Inglaterra, en 1976.

La estadía en la Universidad de Oxford, desde junio de 1973 hasta fines de 1975, encauza de manera decisiva su trabajo intelectual. En tal período comienza una lectura atenta tanto de los clásicos de la sociología, Weber, Durkheim y Marx, y, conjuntamente, de variados otros autores que en esos años están en plena producción, tales como Goffman, Bernstein, Foucault y Bourdieu. Tales lecturas serán materiales fundamentales para su trabajo investigativo de los años siguientes. Por otra parte, sus muchas conversaciones son influencias variadas y significativas, aunque no registrables.

Trabajo académico y participación institucional en la Flacso

Los primeros artículos de Brunner en La Nación, Diario Ilustrado y Mensaje, junto a sus dos artículos en los Cuadernos de la Realidad Nacional, escritos entre 1965 y 1972, serán ensayos preparatorios para la obra que comenzará a constituir, ahora de modo sistemático, a partir de 1976 con su incorporación a Flacso. El ofrecimiento de hacerse cargo de la dirección de esta institución le llega cuando aún no ha terminado su trabajo de doctorado, pero es demasiado atractivo y plenamente coincidente con el tipo de trabajo que aspira a realizar, de manera que no duda en aceptar.

La Flacso, en su período inicial, fue concebida como una institución para la enseñanza de la sociología, a través de la Elas (Escuela Latinoamericana de Sociología) y, luego, de la ciencia política, a través de la Elacp (Escuela Latinoamericana de Ciencia Política). La Elas, en cuanto a sus orientaciones académicas, sigue un recorrido análogo al de otras instituciones sociológicas del país. Bajo la dirección de Peter Heintz (1960-1965) predomina en ella la sociología de EE.UU., con autores como Parsons y Merton, y el enfoque de la modernización, siendo muy influyente la obra de Gino Germani. Heintz también hace una primera propuesta para orientar la labor sociológica en Flacso hacia una formación de nivel superior, de doctorado, y hacia el trabajo de investigación. El siguiente director de Elas (1965-1968), el brasileño Glaucio Dillon Soares, mantiene la preeminencia del modelo de sociología norteamericana, con énfasis en la cientificidad y especialización. En estos años, sin embargo, el ambiente intelectual en el país ha ido experimentando un marcado cambio. Entre 1967 y 1968 ha ocurrido la reforma universitaria, que desde la Universidad Católica se ha extendido a la Universidad de Chile y a otras universidades del país. Paralelamente se ha difundido en los ámbitos académicos el uso de las categorías teóricas del marxismo. En la propia Cepal, entre 1966 y 1968, un grupo dirigido por Fernando H. Cardoso, en el cual participan Enzo Faletto, Osvaldo Sunkel, Aníbal Quijano, Theotonio dos Santos y otros, desarrolla una visión crítica de los planteamientos dominantes. Esa será fuente directa del famoso libro de Cardoso y Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina (1969), que contribuirá a la crítica de los enfoques de la modernización y del propio enfoque económico estructuralista de la Cepal, impulsando un giro sustancial en la reflexión e investigación sobre la problemática del desarrollo. Algunos de los mismos participantes de estas discusiones, como Theotonio dos Santos, junto con otros como André Gunder Frank, Ruy Mauro Marini, en este período profesores de la Universidad de Chile, en el CESO, irán aún más allá, elaborando versiones más radicales del problema de la dependencia, con mayor influencia de la teoría marxista (Pérez Brignoli, 2008; Franco, 2009).

 

Esas reorientaciones intelectuales y políticas, que acompañan la efervescencia sociopolítica en el país, se manifiestan en los estudiantes y profesores de la Flacso. Esto lleva al reemplazo de Dillon Soares, por un director más favorable al nuevo espíritu, el español Luis Ramallo (1969-1973). Esas reorientaciones también incentivan la creación dentro de Flacso, de un Instituto de Coordinación de Investigaciones (ICIS), que se acuerda en 1970 y se ratifica a mediados de 1971. La creación de este instituto va en la dirección de lo que ya antes proponía Heintz, de atender a la investigación, pero le agrega un mayor énfasis de conexión con los problemas sociales de la región y con una perspectiva interdisciplinaria. Sintoniza con las características de los nuevos centros constituidos en los años recientes: el Ceren, Ceplan, Cidu y otros, en la Universidad Católica, y el CESO en la Universidad de Chile. Es un cambio respecto a la atención fundamental a la enseñanza mostrada por la Flacso desde su fundación. Se proponía, así, un trabajo de producción de conocimientos que integrara la labor de diferentes investigadores, en una perspectiva interdisciplinaria. Esto, sin embargo, encontró dificultades para su puesta en práctica. Como señala uno de los participantes, “pronto quedó en evidencia que las diferencias filosóficas y metodológicas entre los miembros del instituto eran un obstáculo insalvable”; a ello, además, se sumaron problemas de gestión, convirtiéndose la toma de decisiones en “un proceso engorroso y largo”85. Paradójicamente, el golpe militar creará un cambio radical de condiciones que facilitarán esos acuerdos y concordancias necesarias para un trabajo de investigación integrado. Lo que no se pudo bajo las condiciones favorables de la Unidad Popular se logrará bajo el ambiente hostil y represivo de la dictadura militar.

Luego del golpe militar, la Flacso cesa su actividad docente y la planta de profesores e investigadores se desmantela. La institución decide instalar una sede en Buenos Aires (1974) y luego en Ecuador y México. En 1975 comenzarán a impartirse clases en Argentina. Por su parte, la situación de la sede chilena fue materia de discusión, entre 1974 y 1975, en cuanto a la conveniencia de su continuidad institucional (Franco, 2009: 144, 145).

Hasta 1969, la Flacso había contado con el apoyo financiero y participación directa de la Unesco, pero esto termina ese año, tal como estaba programado que ocurriera. En ese momento se gestionó, bajo los auspicios de ese organismo internacional, un acuerdo intergubernamental, el cual fue finalmente ratificado, en 1971, solo por los gobiernos de Chile, Cuba y Panamá. Cuba lo suscribió como una forma de apoyar los proyectos del gobierno de Allende. Por ende, luego del golpe, el representante del gobierno cubano proponía quitarle el patrocinio a la sede chilena, para manifestar el rechazo a la dictadura y contribuir a su aislamiento. Finalmente, luego de la activa defensa de los representantes chilenos, se optó por mantener el apoyo86. Se terminó aceptando que eso podría ser una forma de prestar apoyo a la disidencia democrática en el país, manteniendo el trabajo de elaboración de un pensamiento intelectual crítico.

Entre 1972 y 1973, el secretario general de la Flacso había sido Ricardo Lagos. Con la instalación de la Secretaría General en Buenos Aires, se designó en el cargo, primero interinamente y luego definitivamente, hasta 1977, a Arturo O’Connell, quien había trabajado con Fernando Flores, en el Ministerio de Economía, bajo el gobierno de Allende, y que estaba vinculado al MAPU. Según uno de los entrevistados, ya desde fines de los 1960 tenía importancia en la institución un grupo de brasileños, entre ellos Ayrton Fausto y José Serra, vinculados con Ernani Fiori, la Universidad Católica y el MAPU. De hecho, luego del golpe la dirección de la Flacso es encomendada a Ayrton Fausto, hasta la designación de Brunner 87. Estas afinidades y conexiones políticas orientaron la selección de nuevos integrantes de la Flacso e incidieron en la designación de Brunner, quien era parte de tales redes, como director de Flacso para el nuevo período. La pertenencia a esas redes era una condición de posibilidad para ser designado, pero lo que hace optar por él son las habilidades de gestión que ya había demostrado en su labor con el grupo de rectoría de la Universidad Católica. Sus capacidades diplomáticas, eran un invaluable aporte para el momento conflictivo que se vivía, en que habría que manejar la relación con el gobierno militar, hostil a la labor de la Flacso. El reconocimiento a su padre, Helmut, por otra parte, se confiaba que operara como aura protectora de Brunner, transferible por su vía a la institución. La designación también buscaba no provocar la ruptura con el gobierno de Chile. Este desconfiaba de la institución, pero no deseaba multiplicar sus conflictos con organismos internacionales y empeorar aún más su imagen internacional (Pérez Brignoli, 2009). Aunque aún no estuviera cabalmente probada, la potencialidad académica de Brunner era el otro factor que se sumaba. Quienes lo habían conocido, no dudaban de esto. Para los demás, tendría que demostrarlo.

La dirección de la Flacso

Cuando se designa a Brunner, a principios de 1976, ya existe un grupo de investigadores en Flacso, que ha estado trabajando y publicando durante un par de años, y que se ha cohesionado en respuesta a la adversidad de la situación. Entre ellos están Enzo Faletto, Norbert Lechner, Julieta Kirkwood, Manuel Antonio Garretón, Tomás Moulian, Ángel Flisfich, Sergio Gómez, Rodrigo Baño, Eduardo Morales, Adolfo Aldunate y Augusto Varas. La llegada de Brunner al puesto de dirección sorprende y produce alguna incomodidad en quienes menos lo conocen. Al fin de cuentas, les están imponiendo como director a un joven de 31 años, que el último tiempo ha estado fuera del país, y cuya trayectoria académica, de investigación y publicaciones, todavía no despega. Para algunos que poco sabían sobre él no era tan fácil aceptar su conducción.

Algunas de sus primeras medidas, además, referidas a cambios de personal, provocaron la oposición del grupo de la Universidad de Chile. La materia, sin embargo, la confrontaron, y llegaron a un cierto acuerdo que satisfizo a las partes y estabilizó la situación. En cuanto a sus condiciones académicas, por su parte, pronto mostrará que tiene sobrados méritos académicos. Esto lo podrán apreciar sus colegas tanto en reuniones y discusiones, como en sus publicaciones que comenzarán a aparecer a un ritmo incesante. En su primer año y medio ya tendrá diez publicaciones, con un promedio de una cada dos meses. Los años siguientes ese ritmo no solo lo mantendrá, sino que lo acrecentará.

Brunner estará en la dirección de la Flacso durante doce años, entre 1976 y 1988, en un período crucial. Así como la Flacso tuvo una fase muy relevante en cuanto a la formación de sociólogos y cientistas políticos, entre 1958 y 1973, ahora tendrá un período en que destacará por su productividad investigativa, y durante el cual crecen sus actividades y aumenta su visibilidad, no tan solo nacional, sino latinoamericana. Años más tarde, en 1988, Lechner sucederá a Brunner en la dirección, hasta 1994, en un período en que quienes hasta ese momento habían integrado la institución comienzan a abandonarla. Una gran parte de sus miembros pasarán, con el retorno de la democracia, a organismos del Estado o universidades. Por otro lado, se reducirá drásticamente el financiamiento internacional. Así, el realce académico investigativo de la Flacso coincidirá, fundamentalmente, con el período de dirección de Brunner. Un aspecto importante para la visibilidad académica de Flacso está asociado a sus publicaciones, las cuales, Brunner desde su llegada se preocupará por incrementar y que, como ya anotamos, alcanzaron cifras significativas bajo su dirección (Bravo y Vargas, 1999).

Los primeros dos o tres años, Brunner debió apelar a sus competencias diplomáticas para tranquilizar al gobierno militar respecto al trabajo que se realizaba en la Flacso, a través de su comunicación con el coronel Alejandro Medina Lois, representante del gobierno frente a la institución. Según los testigos del período, aun viviendo momentos de gran tensión, Brunner supo manejar la relación con Medina Lois88. Tenía que ocultar el carácter político de actividades, crear una apariencia aceptable, cuidar la retórica de las publicaciones. Era una labor de traducción y apaciguamiento, lo que Brunner hacía con oficio.

Pese a las precauciones, la propia creciente efectividad investigativa crítica le juega en contra a la Flacso. Así, en 1979 la dictadura la priva de la personalidad jurídica de organismo internacional. Pero, a esas alturas, la institución se encuentra ya en un consistente curso de acción, con variedad de lazos nacionales e internacionales, y un reconocimiento que le facilitarán continuar sus actividades e incluso ampliarlas. Para ello, el financiamiento internacional fue fundamental. Los más significativos provinieron de la Fundación Ford (EE.UU.), IDRC (Canadá) y Sarec (Suecia). Brunner desarrollará una efectiva labor de obtención de fondos internacionales que permitirán mantener el dinamismo del centro hasta fines de la dictadura.

A principios de los años 1980, la Flacso, además, retomará las actividades docentes. A diferencia de la docencia realizada antes de 1973, orientada a estudiantes de toda Latinoamérica, ahora se enfocará a estudiantes chilenos, buscando ofrecerles una formación dirigida a comprender la realidad nacional, con un Programa de Formación de Jóvenes Investigadores, que otorgaba un diploma de posgrado. Ello servirá para transmitir y discutir los resultados del trabajo investigativo del centro. Entre sus profesores centrales estarán Brunner y Moulian. A estas actividades concurrirá una numerosa cantidad de jóvenes, quienes después difundirán estos análisis y discursos, convirtiéndose en importantes agentes propagadores, desde variadas posiciones en el ámbito político, periodístico, artístico y académico.

Hay amplia coincidencia en reconocer méritos a la gestión de Brunner. Moulian, por ejemplo, señala su aporte para hacer posible lo que hizo Flacso: “Brunner la dirige durante mucho tiempo y con mano muy firme. Y cuando los militares le dicen que no hay que publicar, él dice que somos un organismo internacional y nos hace publicar. Y nosotros empezamos a publicar acá en Chile, en tiempo de la dictadura, pequeños documentos de trabajo […]”89. Otro integrante del equipo señala: “él a la cabeza fue lo que explica, en buena medida, cómo logramos subsistir los últimos años de los 70 y todos los 80 […]. Si es que hay alguien a quien atribuirle el mérito de cómo esto subsistió es a José Joaquín, de todas maneras”90. Para quienes se incorporan a la institución en los 1980, esto resulta aún más evidente: “Brunner fue cabeza y cerebro de la Flacso durante toda la época de los 80”, dice uno de ellos91.

Redes en que produce: entrelazamiento intelectual, político y afectivo

En términos intelectuales, Brunner en la Flacso encuentra un espacio de diálogo e interlocución académico política privilegiado, y en el cual gozará una enorme libertad para seguir sus propias inquietudes. La preocupación compartida por dar cuenta de la situación del país bajo la dictadura y por explorar los caminos de salida será un aliciente para múltiples conversaciones y actividades colaborativas entre los integrantes del centro. Tales diálogos serán reconocidos y valorados por los involucrados, de manera especial por Tomás Moulian, Norbert Lechner, Carlos Catalán, Gonzalo Catalán y Manuel Antonio Garretón, y se expresarán en trabajos escritos en coautoría o editados en colaboración, por ejemplo, con Flisfisch y con Carlos Catalán.

Esa interacción académica es intensa y, más allá de los reconocimientos explícitos, se expresa en los textos mismos, en los que se encuentra la traza de los planteamientos de los otros interlocutores, sea acogiéndolos, sea discutiéndolos. En algunos textos esto resulta especialmente marcado; por ejemplo, entre textos de Brunner y Moulian, con influencias recíprocas que la lectura comparativa permite rastrear. También entre Moulian y Lechner.

Flacso, además, se constituye en un nodo destacado en la red de centros académicos independientes que se articula en el período, entre los cuales circulan sus publicaciones y cuyos integrantes suelen reunirse en seminarios y encuentros. Brunner es activo participante del Círculo de Educación, del cual forman parte integrantes del CIDE y PIIE, entre otros centros. También, por sus trabajos sobre cultura, Brunner tiene fuerte relación con ECO y Ceneca, centros cuyas temáticas se relacionan con comunicación y cultura. Ante los problemas compartidos de las dictaduras y reformulación política de la izquierda, Flacso también se une a encuentros para discutir la realidad latinoamericana. En esto la Clacso juega un papel destacado, organizando encuentros en diversos países de la región.

 

Aun manteniendo un foco académico, en los seminarios y encuentros también participan políticos, y Brunner, tal como Moulian y Manuel Antonio Garretón, hace una doble interlocución con los mundos tanto de la academia como de la política. Brunner además mantiene su participación en el MAPU, haciéndose cargo, en particular, de coordinar el frente cultural92.

Es, por tanto, un período en que las redes de Brunner siguen ampliándose, ahora con una proyección latinoamericana que antes no habían tenido, y se extienden significativamente en el espacio académico alternativo a las universidades, que es el lugar donde se ha concentrado el trabajo de reflexión e investigación de las ciencias sociales, y hacia el mundo de la política que, bajo las condiciones de represión, no va mucho más allá de la elaboración discursiva, la cual, sin embargo, será fundamental.

2. Obra y relato, 1970-1981: cultura y hegemonía

Obras tempranas

Su primer artículo académico, en Cuadernos de la Realidad Nacional, es “La Reforma Universitaria” (1970)93. En él analiza el estado de la universidad antes de la reforma y la política reformista, así como las condiciones para seguir avanzando en el caso de la Universidad Católica. Sostiene que en nuestro país la universidad desempeñó una función esencialmente conservadora respecto del cambio social. Confrontando eso, el proceso y política de reforma “constituye un intento deliberado por transformar –cualitativamente– el papel que la universidad desempeña frente al cambio social” (Brunner, 1970a: 3). La universidad es un espacio estratégico de la sociedad llamado a convertirse en “conciencia crítica del proceso histórico”. Es un texto sintético y abstracto, con planteamientos generales. Proyecta apariencia de neutralidad y academicismo.

Su segundo artículo, en la misma revista, será “Informe sobre un aspecto comúnmente no considerado por la revolución: el mobiliario” (Brunner, 1971). Tal como he comentado antes, revela un estilo completamente diferente: innovativo, exploratorio, literario. Recuerdo yo mismo haberlo leído en esa época y haberme sentido atraído por su idea central. Para mí, joven estudiante de sociología en ese momento, que seguía la aparición de los números de la revista, frente a buena parte de los artículos me costaba discernir qué buscaban decir. En este, en cambio, la idea central me pareció nítida y provocadora: el mobiliario es una expresión del orden y, objeto potencial, consecuentemente, de acción revolucionaria. “El mobiliario nos inmoviliza. Nos resta libertad […], nos determina en lo íntimo: señala caminos obligatorios a seguir”. El mobiliario tiene disposiciones que separan, oponen, apartan (Brunner, 1971: 283, 285). Si en el otro texto hablaba Brunner el asesor de rectoría, el Director de Estudios de la Universidad Católica, el gestor estratégico, aquí hablaba el Brunner creativo y literario, que aventuraba libremente sus ideas. Algunos cuentan que en estos años era bastante “hippie”. Este texto sería manifestación (y manifiesto) de ello.

Acompañan a este artículo de Brunner, en ese número de la revista, uno de Kalki Glauser, sobre el régimen de producción de Chile, que en largas 74 páginas aborda el problema desde el período colonial, discutiendo con Dos Santos y Gunder Frank; un artículo de un equipo del CIDU sobre experiencias de justicia popular en poblaciones; uno de Mattelart sobre lucha de clases y medios de comunicación masiva; y varios textos sobre “problemas del movimiento obrero chileno”.

Trabajo inicial de elaboración de herramientas teóricas

A poco de asumir la dirección de Flacso, comienzan sus publicaciones, en el formato de Documentos de Trabajo. La primera es “Formación de orden e integración social” (1976a). En ella inicia su elaboración teórica buscando sentar las bases para indagar lo que está ocurriendo en el país en el plano cultural. Lleva a cabo un análisis de la relación entre procesos de socialización, educación y autoritarismo. Primero atiende a los planteamientos de Durkheim sobre división del trabajo e integración social y luego incorpora nociones de Basil Bernstein, Mary Douglas, Jurgen Habermas y Erving Goffman, sobre control, socialización y posibilidades de disentimiento.

Entre sus conclusiones señala que “el control represivo en una sociedad sometida al dominio de un Estado de carácter autoritario crece y se hace más envolvente no solo ni principalmente como resultado de mayores volúmenes de represión directa o material, sino por el desarrollo de una especializada cultura de control social; por el incremento de la densidad simbólica del orden; por la eficacia de los agentes de socialización en producir conformidad” (Brunner, 1976a: 30).

Esto lleva a que se deba prestar atención a tales procedimientos de socialización y resocialización que promueven el conformismo con el orden a través de las operaciones de las instituciones educacionales, medios de comunicación, procesos informales de transmisión de mensajes, etc., y a la organización de la vida cotidiana, “pues es en las situaciones del cotidiano donde, en última instancia, ocurren las más frecuentes interacciones que sirven como contexto de socialización” (Brunner, 1976a: 26). Es en el estudio de tales procesos, formales e informales, de socialización y resocialización, que “será posible aproximarse a una comprensión más completa de lo que significa el tipo de control ejercido por un Estado autoritario […]. Asimismo, […] la emergencia del disentimiento y de alternativas de negación dentro de un orden autoritario de integración moral estarán estrechamente relacionadas con procesos de interrupción de la socialización del conformismo o, más profundamente, con procesos de socialización divergentes” (Brunner, 1976a: 27).

En este punto cita a su ex compañero de Oxford, J. M. Maravall, quien está preocupado de los mismos asuntos respecto a su patria, en artículo en la revista inglesa Sociology: “Political Socialization and Political Dissent: Spanish Radical Studentes, 1955-1970” (January, 1976). Probablemente ya venían discutiendo de estas materias en Oxford.

En cierta forma, Brunner sintoniza con las ideas que está desarrollando Habermas en cuanto a que por una parte opera una integración sistémica asociada a una racionalidad instrumental estratégica y, por otra, se tiene una integración que opera en el mundo de la vida, asociada a una racionalidad comunicativa. En todo caso, este año Habermas todavía no ha escrito su Teoría de la acción comunicativa, en la que expresará esto con mayor precisión y claridad, y Brunner va en esa dirección, pero por su propio camino.

En este primer texto, escrito bajo la dictadura, aparecen bosquejados los puntos sobre los que trabajará en los años siguientes. Para esta investigación que emprende apela extensamente al conocimiento sociológico. En este texto se encuentra profusamente citado Durkheim, así como Parsons94, y, por otra parte, Bernstein (1975), Goffman (1970), Mary Douglas (1966). Comienza también a conectar su reflexión con el trabajo de sus colegas en Flacso; aquí cita a Lechner y Faletto.