La estructura tensiva

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2. El espacio tensivo

Uno espera que los conceptos sean interdefinidos, pero esta demanda supone una condición que resulta fácil de catalizar: es necesario que esos conceptos «comuniquen» los unos con los otros, es decir que ocupen el mismo espacio.

2.1 UNA CIRCULARIDAD VIRTUOSA

El primer requisito concierne a nuestro recurso a la noción de «espacio tensivo». Esta noción de espacio es polisémica y requiere una decisión: la noción de espacio es, según creemos, esencialmente «conjuntiva»; el espacio es el horizonte de toda pluralidad captada. Enunciar simplemente: «un triángulo y un cuadrado» es decir que esos dos objetos habitan el mismo espacio:

Que A y B no formen cada uno por separado un mundo en sí, sino que pertenezcan a un conjunto, es lo que quiere decir la observación en el espacio. Tal es el sentido del “lado a lado”. Si cada objeto fuese un ser en sí, no existiría el “lado al lado”. No podríamos absolutamente establecer una relación entre ellos1.

El epíteto «tensivo» precisa el contenido de las magnitudes en contacto o en vecindad: la tensividad es el lugar, o el frente de contacto donde se juntan, se reúnen la intensidad, como suma de los estados de alma, y la extensidad, como suma de los estados de cosas. Esa proyección de las magnitudes en un mismo espacio presenta la doble ventaja de virtualizar la linealidad del plano de la expresión [en lenguaje oral y escrito] y de visualizar las magnitudes de contenido en convergencia unas con otras. Por convención, colocamos la intensidad en la «ordenada» y la extensidad, en la «abscisa»:


2.1.1 La intersección

La semiótica greimasiana jamás ha sido indiferente a las cuestiones epistemológicas, y al titular su texto fundador Semántica estructural, Greimas marcaba su vinculación con el estructuralismo, a pesar de que el doble patronazgo de Hjelmslev y de Lévi-Strauss oculta un malentendido sin duda poco discernible en la época. En efecto, el estructuralismo de Lévi-Strauss es ajeno al de Hjelmslev. Para este último, la palabra-maestra es la de dependencia:

Se entiende por lingüística estructural un conjunto de investigaciones que se apoyan en una hipótesis según la cual es científicamente legítimo describir el lenguaje como si fuera esencialmente una entidad autónoma de dependencias internas2.

Para Hjelmslev, el análisis-descripción de un objeto se reduce, pues, a descubrir las dependencias por las cuales el objeto, en cuanto «punto de intersección», se convierte en significante:

Las relaciones o las dependencias que el realismo ingenuo tiene por secundarias y que presuponen los objetos, son para nosotros esenciales: ellas son la condición necesaria para que existan puntos de intersección3.

De inspiración jakobsoniana, el estructuralismo de Lévi-Strauss pone por delante el concepto de oposición, el cual no figura en el índice de definiciones de los Prolegómenos.

Dicho esto, la lectura de Semiótica 1. Diccionario no deja ninguna duda al respecto: el estructuralismo de Greimas está más próximo de Hjelmslev que de Jakobson, a pesar de lo que se dice en las primeras páginas de Semántica estructural.

La intersección, en cuanto regla constitutiva del objeto [semiótico], proporciona al análisis y a la definición que lo resume una complejidad que hay que desenmarañar. La intersección «mística» de la intensidad y de la extensidad en [S] permite al analista proponer [s1] y [s2] como definientes de [S]. Por su simplicidad, este esquema gráfico permite igualmente visualizar a la vez tanto el objeto [S] como su resolución [s1 + s2]. Accedemos así a una doble equivalencia: (i) equivalencia objetal de la intersección y de la complejidad, esta en cuanto principio y razón de aquella; (ii) equivalencia operativa del análisis y de la definición, que autoriza dos enunciados mayores: el análisis es una definición en la medida en que la definición es un análisis.

Quedan por identificar [s1] y [s2]. [s1] pertenece a la dimensión de la intensidad. La intensidad que nosotros proponemos es la intensidad subjetal, la intensidad vivida, y por catálisis, la intensidad medida. ¿En qué consiste experimentar un afecto sino en tomarle ante todo y personalmente la medida? Convendría, después de haber leído el siguiente fragmento de Cuadernos de Valéry, invertir el protocolo predicativo habitual entre la norma y la desviación de la norma:

El alma es el acontecimiento de un Demasiado o de un Demasiado poco.

«Normalmente», no existe4.

La norma es virtualizada como norma y son las desviaciones de la norma las que acceden a la pertinencia según dos modalidades: la modalidad objetal del más y la modalidad subjetal del demasiado. Para fijar las ideas, /caliente/ pertenece a la modalidad objetal del «más»; /ardiente/, a la modalidad subjetal del «demasiado». Examinaremos más adelante el paradigma de los posibles intensivos.

La extensidad, orientada hacia los estados de cosas, tiene que ver con la densidad del campo de presencia: si las magnitudes son poco numerosas, diremos que la modalidad de la concentración es la válida; si es a la inversa, diremos que es la modalidad de la difusión la que será elegida. Bajo esta consideración, el espacio tensivo se encuentra provisto de dos regiones cuyas características son, según una fórmula que tomamos de Lévi-Strauss, «simétricas e inversas» una con relación a la otra: (i) una región del estallido o del brillo, definida por la intersección de la fuerza y de la concentración; (ii) una región de la dispersión, definida por la intersección de la debilidad y de la difusión.

Así:


La aprehensión del objeto como intersección es una de las claves de la apertura del paradigma.

2.1.2 De la complejidad a la homogeneidad

En materia de epistemología, no se trata de ninguna manera de hacer tabla rasa de las conquistas logradas ni de ignorar la episteme contemporánea. Se trata solamente de operar una transferencia de acento, de desplazar una ponderación entre magnitudes consagradas. Dos nociones no han recibido, en nuestra opinión, la atención que merecen: la complejidad y la homogeneidad. Comenzaremos por recordar que el hecho de tomar en cuenta la complejidad debe ser atribuido a Saussure. «La lengua es, por decirlo así, un álgebra que no tendría más que términos complejos»5, y el de la homogeneidad, a Hjelmslev:

El factor particular que caracteriza la dependencia entre la totalidad y sus partes, que la diferencia de una dependencia entre la totalidad y otras partes y hace que los objetos descubiertos (las partes) puedan ser considerados como internos y no externos a la totalidad (es decir, al texto) parece ser la homogeneidad de la dependencia: todas las partes coordinadas que resultan del solo análisis de una totalidad dependen de esa totalidad de una manera homogénea6.

Cierta complementariedad se deja entrever entre las dos nociones: la complejidad significa la preeminencia de la relación en detrimento de la ilusión predicativa, según la cual el objeto, como si fuera un costal, contendría los predicados que la observación a fuerza de atención y de paciencia llevaría al discurso; por su lado, la homogeneidad interviene como fianza, como garante fiducial de que es siempre la misma dependencia la que es captada. La complejidad constitutiva de las magnitudes formula una localidad; la homogeneidad, una continuidad conservadora.

Por reflexividad y reciprocidad, las nociones de intersección, de dependencia, de complejidad, de análisis y de definición se apoyan las unas a las otras. En primer lugar, la complejidad, la intersección en cuanto característica general, y la dependencia como constante no revocable, proporcionan al análisis su objeto: «Una dependencia que cumple las condiciones de un análisis será llamada función»7. En segundo lugar, la definición, que Hjelmslev acepta como una «división»8, concierne, con toda evidencia, a una complejidad en el plano de la expresión, a una dependencia en el plano del contenido. Dicha complejidad no tiene nada que ver con la problemática del eje llamado complejo, obtenido por acercamiento concesivo de [s1] y de [s2]: [s1] vs. [s2] → [s1 + s2].

2.1.3 El anclaje

Nadie duda ni un solo instante de que el sujeto sea un ser sensible, por catálisis: un ser «sensible a», pero el lugar de la sensibilidad en la economía de la significación crea problemas: el sentido ¿es la respuesta a las preguntas?9, o ¿a las subitaneidades de las que da testimonio la sensibilidad? ¿O es a la inversa: la sensibilidad es ella misma el conjunto de respuestas posibles a las preguntas que el sentido, en razón de sus transgresiones, de sus propias incertidumbres le dirige [al sujeto sensible]?

 

En cierta medida, el hecho de tomar en cuenta lo sensible obliga a tomar la narratividad al revés: si la narratividad ve en el sujeto un sujeto de hacer, un sujeto activo, la admisión de lo sensible conduce a dar lugar a un sujeto del padecer: un sujeto pasivo [o pasivizado]. La vivencia íntima del sujeto de estado en esa circunstancia se impone a las «miras» del sujeto operador.

La hipótesis tensiva10 admite como punto de anclaje, puesto que alguno hace falta, la distinción entre los estados del alma y los estados de cosas. Sin embargo, esta dualidad en cuanto tal pertenece al plano de la expresión: proporciona la escena, pero no la pieza por representar. Desde nuestro punto de vista, lo que importa es el tipo de relación que conviene postular. A los ojos de Hjelmslev, la relación más “interesante” es la «determinación»11, la rección, en la terminología tradicional, la cual coloca en presencia una de otra una «constante» y su «variable». Según la formulación conservada por Hjelmslev: la «variable» determina la «constante», o más sencillamente: la constante en posición de regente rige la variable en posición de regida. Con estas precisiones, proponemos lo sensible como regente, y lo inteligible, en cuanto regido, y aceptamos el déficit modal de este último respecto del primero como uno de los secretos del afecto: «Lo propio del mundo intelectual consiste en ser trastornado siempre por el mundo sensible»12. Lo sensible, según la morfología y la sintaxis que le son propias, tal vez no sea más que esa acentuación, esa desigualdad creadora, ese control unas veces despótico, otras liberal, que ejerce sobre lo inteligible.

2.1.4 La terminología

Para Hjelmslev, las categorías de la forma de la expresión y las de la forma del contenido son idénticas, pero es claro que la terminología que las expresa ha sido tomada principalmente del plano de la expresión. La terminología greimasiana privilegia, por lo demás es comprensible, la narratividad, es decir, una posibilidad situada. Una terminología debe ser, en cuanto sea posible, parlante, es decir, transparente: la coalescencia de lo sensible y de lo inteligible nosotros la designamos con el término de tensividad, y, referida al análisis y al acoplamiento subsiguiente, tomamos de Hjelmslev el par de prefijos in- y ex-, pareja que es uno de los resortes de su terminología13, y designamos ahora lo sensible como intensivo y lo inteligible como extensivo. Sin cultivar la paradoja, diremos que la tensividad no es nada, nada más que la junción de la intensidad y de la extensidad, así como la sílaba14 no es nada más que la junción, el espacio de encuentro de una magnitud vocálica y de una magnitud consonántica. El cuadro siguiente resume nuestro proceder:


Una magnitud tensiva —precisaremos en un instante su condicionalidad— es, pues, una magnitud compleja, portadora de dos rasgos: por una parte, un rasgo intensivo (Cassirer diría un «acento de sentido»); por otra parte, un rasgo extensivo. Lo cual no deja de tener consecuencias. En efecto, la hipótesis tensiva en el estado actual de su desarrollo, la problemática hjelmsleviana del análisis y el estatuto de la definición en los Prolegómenos son «variedades» de un mismo funcionamiento. Esa convergencia surge de las tres consideraciones siguientes: (i) la esquicia de la tensividad conduce al enfrentamiento cara a cara de la intensidad y de la extensidad; (ii) un análisis tiene por plano de la expresión una dualidad y por plano del contenido, una dependencia: «Una dependencia que cumple las condiciones de un análisis será llamada función15», de ahí la dependencia de la extensidad respecto de la intensidad; (iii) finalmente, por reciprocidad, tenemos razones para aceptar la pareja de la intensidad y de la extensidad como la definición de la tensividad:

Esto nos lleva a la definición de la definición: por definición entendemos una división, sea del contenido de un signo, sea de la expresión de un signo16.

En cierto sentido, la definición, al sustituir el contenido definido por una «cadena de contenidos de signos», dispersa ese contenido definido. Si admitimos con Cassirer que el proceder del pensamiento es «circular», es decir que

la conexión supone la división, así como la división por su lado no tiene otra meta que preparar y hacer posible esa conexión17,

si, además, reconocemos en la definición el grado cero de la predicación, entonces, el isomorfismo de las magnitudes consideradas se establece así:


2.2 CANTIDAD NO NUMÉRICA Y PRINCIPIO DE CONSTANCIA

El estructuralismo considera las magnitudes que somete al análisis como absolutas, y con bastante frecuencia ignora la variabilidad cuantitativa. A la inversa, los pintores oponen el tono franco, portador de brillo [estallido], al tono quebrado, atenuado por la mezcla con otro tono. El punto de vista tensivo trata la cualidad absoluta como un caso particular, y concibe toda magnitud como un objeto que la sintaxis tensiva, según uno u otro de los tres estilos sintácticos enumerados más adelante, está dispuesto a tratarlo.

2.2.1 Los valores como producto

Esa asimetría introduce la singularidad del espacio tensivo. La correlación inversa tiene por sintaxis íntima un principio de constancia que se puede formular así: si la intensidad y la extensidad varían en razón inversa la una de la otra, entonces, el producto de las valencias respectivas de dos valores distintos será tendencialmente constante y su norealización eventual, evenemencial, sería para el (los) sujeto(s) como un objetivo que realizar. Como puede apreciarse en el diagrama siguiente:


Este razonable principio de constancia del que acabamos de hacer la hipótesis significa que los productos «místicos» [V1 = i1 x e 1] y [V2 = i2 x e2] tienden hacia una constante virtual reguladora. En la dimensión de la intensidad, las valencias se distinguen unas de otras o como aumentos o como disminuciones; en la dimensión de la extensidad, como selecciones o como mezclas. La hipótesis del principio de constancia autoriza un paso suplementario hacia la singularidad del espacio tensivo: si el producto de las valencias /i/ y /e/ tiende a una constante, entonces, /i/ se convierte también en el cociente de dividir / V1/ por el divisor /e/. Si /e/ aumenta, /i/ disminuye, de suerte que /e/ funciona ahora como divisor e /i/ como un cociente. Según la terminología propuesta en Éléments de grammaire tensive [en español: Semiótica tensiva], un repunte en la dimensión de la extensidad tiene por correlato inmediato o próximo una atenuación en la dimensión de la intensidad. La medida intensiva y el número extensivo varían en razón inversa la una del otro, como muestra el siguiente ejemplo tomado de Rousseau y que debemos a D. Bertrand:

Durante mis cortas prosperidades muchas personas recurrieron a mí, y jamás en todos los servicios que pude hacerles ninguno de ellos fue desatendido. Pero de esos primeros favores hechos con afecto y con efusión del corazón fueron naciendo cadenas de compromisos sucesivos que yo no había previsto y de los cuales no podía ya liberarme18.

Este análisis de Rousseau ofrece un doble interés: (i) muestra la dependencia de un estado de ánimo, aquí «efusión del corazón» del destinador respecto de un estado de cosas, el número de ocurrencias del don; (ii) «hace ver» cómo una multiplicación en una dimensión se convierte «concesivamente» en división para el valor; así, esquemáticamente para el texto de Rousseau:


Los aumentos y las disminuciones intensivos vividos, que conmueven, en cuanto manifestantes, el campo de presencia, tienen por manifestado el juego reglado, la regulación actualizada de las dimensiones: por una parte, el sujeto formula el valor como el producto de las valencias que conjunta; por otra parte, por homogeneidad o circularidad virtuosa, formula la medida íntima, propioceptiva, del afecto como el cociente del valor dividido por el número actual del campo de presencia. La interdefinición, que es una exigencia epistemológica no negociable para Hjelmslev, remite aquí más bien a la densidad de la red relacional subyacente. De este trabajo de ajuste, de esta búsqueda de una exactitud cuantificable pero no contable, H. Michaux presenta en el bello texto titulado Dessiner l’écoulement du temps [Dibujar el fluir del tiempo] un análisis ejemplar centrado en la precisión del tiempo:

Cada cual trata, sin que nadie se lo indique, de conservar su tempo… (…) Por un balance sabio y constante entre las incitaciones que uno acepta y las incitaciones que uno rechaza; por un equilibrio complejo donde las pequeñas ralentizaciones y las pequeñas aceleraciones se encuentran ingeniosamente compensadas19.

Por ese juego de remisiones, la divergencia subjetal de la medida y del número, el principio de constancia y la formulación del valor intensivo como cociente, singularizan el espacio tensivo.

La hipótesis de la «intersección» como producto exige aun otros dos motivos: (i) la afirmación corriente según la cual el todo es superior a la suma de las partes es cierta, sin duda, ¿pero cómo fundarla? Eso no está dicho. Sin pretender agotar la cuestión, podemos decir por medio de metáforas que el tempo y la tonicidad son los ingredientes, y la hipótesis del producto, la receta; (ii) existe el misterio del «acento», de los «picos» de la intensidad, de los estados paroxísticos, y más generalmente, puesto que hemos reconocido en la medida una «intersección»: «Se trata de hallar la construcción (oculta) que identifique un mecanismo de producción con una percepción dada»20, es de esperar que «en alguna parte» surja un principio de desmesura. No andamos lejos de la retórica y nos movemos en torno a la hipérbole, que Fontanier aborda en los siguientes términos:

La Hipérbole aumenta o disminuye las cosas con exceso, y las presenta bien por encima o bien por debajo de lo que son, con vistas, no a engañar, sino a acercar a la verdad misma, a fijar, por lo que dice de increíble, lo que hay realmente que creer21.

Frente a todas las problemáticas que mantienen alguna conexidad entre sí, tenemos que anticipar: la hipérbole se encuentra en la intersección de dos sintaxis; por una parte, la sintaxis intensiva, que procede por aumentos y por disminuciones, y por otra parte, la sintaxis juntiva, la cual procede, según el caso, por implicación o por concesión. El mérito de Fontanier es raro y singular, ya que procede a realizar la catálisis del rasgo concesivo de la hipérbole.

 

2.2.2 De la correlación a la implicación

La legitimidad del arco que une las dos regiones en contraste del espacio tensivo es indirecta. Supone la autoridad de un principio de constancia que regula esa cantidad no numérica que asedia a la diferencia. Esa característica no numérica de la cantidad semiótica de ninguna manera impide efectuar algunas operaciones elementales. Como ya se ha indicado, la operación decisiva es sin duda esta: si se multiplica mentalmente la cifra de la intensidad por la de la extensidad, el producto actualizado sería tendencialmente constante. Sea simplemente: [i × e = k].

Para ilustrarlo, acudiremos a las reflexiones de Baudelaire sobre el juego y el trabajo, que figuran en Fusées [Bengalas]. Veamos el pequeño corpus siguiente:

El trabajo, fuerza progresiva y acumulativa, conlleva intereses como el capital, en las facultades como en los resultados.

El juego, incluso dirigido por la ciencia, fuerza intermitente, será vencido, por fructuoso que sea, por el trabajo, por pequeño que sea, si es continuo22.

Un poco de trabajo, repetido trescientas sesenta y cinco veces, da trescientas sesenta y cinco veces un poco de dinero, es decir, una suma enorme. Al mismo tiempo, se adquiere gloria.

De igual manera, una multitud de pequeños goces constituyen el bienestar23.

El trabajo no es el único que conserva las almas momificadas24.

La vida solo tiene un encanto verdadero: es el encanto del Juego25.

Es claro que el antagonismo vivencial del trabajo y del juego pertenece al resorte de la gramática tensiva: (i) el juego, bajo el ángulo de la intensidad, es fuerte, pero desde el ángulo de la extensidad, intermitente, es decir, concentrado en algunos momentos; (ii) de manera simétrica e inversa, el producto del trabajo, en relación con la intensidad, es del orden de la “pequeñez”, pero en relación con la extensidad: cotidiano. Así:


Lo que se esboza aquí es una gramática predicativa, es decir, una regulación de la predicación. De la predicación ordinaria, aceptando que está trunca, y que, por lo mismo, es incierta; no controlada, no dependiente, la predicación está fuera de sistema y no remite más que a la alternancia básica de «o… o…». Volvamos a nuestro esquema e inscribamos en el arco de las equivalencias: [S1] definido en el eje de la intensidad por [s1] y en el eje de la extensidad por [no s2], y [S2] definido en el eje de la intensidad por [no s1] y en el eje de la extensidad por [s2]. Así:


La lógica de este dispositivo simple no es la del «o… o…», sino más bien la del «si… entonces», es decir, la lógica de la implicación. Lo que define [S1] es la exigencia actual: si [s1], entonces [no s2] y otro tanto vale para [S2]. La problemática cambia de contenido puesto que ahora tiene por objeto la pregunta: ¿cómo se pasa de [S1] a [S2]? Nuestra respuesta es la siguiente: tal es precisamente la función esencial del evento, puesto que, según Valéry: «La sorpresa es siempre posible»26. Es, por lo demás, una de las aporías propias de la noción de evento: es a la vez singular y serial. Radicalmente improbable, el evento hace pasar sin transición, es decir, concesivamente, de una primera implicación a una segunda implicación:


La semiótica del evento no es una semiótica de la oposición, sino una semiótica de la interdependencia, de la solidaridad y de la inconciliación que le está asociada:

Todo acontecimiento brusco afecta al todo.

Lo brusco es un modo de propagación27.

Un ejemplo tomado de Balzac nos convencerá fácilmente. En Ilusiones perdidas, Balzac ha captado los efectos tímicos repentinos del descubrimiento de la inmensidad del número por Lucien de Rubempré:

Sorprendido por esta muchedumbre en la cual se sentía extraño, este hombre de imaginación, experimentó como una inmensa disminución de sí mismo. Las personas que gozaban en la provincia de alguna consideración, y que encontraban allí a cada paso una prueba de su importancia, no se acostumbran a esa pérdida total y súbita de su valor. Ser alguien en su tierra y no ser nadie en París, son dos estados que necesitan transiciones; y aquellos que pasan demasiado bruscamente de uno a otro, caen en una especie de aniquilación28.

La primera observación que se impone concierne al hecho de que el análisis de Balzac se encuentra con el de Valéry en el sentido de que la magnitud que decide el contenido de las magnitudes es en ambos casos el tempo, la prevalencia del tempo, a saber, la irrupción de eso «brusco» que Balzac con toda pertinencia acopla a la «transición», es decir, a la lentitud y a la progresión que ella autoriza. No necesitamos añadir nada a estos análisis magistrales. El análisis tensivo se contenta con ubicar adecuadamente las magnitudes reconocidas en el espacio tensivo.


Este luminoso texto de Balzac comparte otra enseñanza relativa a la autoridad del tempo. La búsqueda del sentido se presenta como la travesía de tal paradigma por el sujeto, la cual puede hacerse paso a paso o de una sola vez. En el primer caso, el trámite proporciona al sujeto una satisfacción que reposa en el control del proceso por el sujeto; en el segundo caso, un éxtasis, eventualmente negativo como es el caso descrito por Balzac. La conmutación vivida por Lucien de Rubempré puede ser analizada así:


Una segunda enseñanza puede extraerse del análisis de Balzac a partir de la pregunta: ¿cómo se obtiene este «no ser nadie»?; ¿cuál es la receta de ese «no ser nadie» si extendemos la noción de receta más allá de sus límites habituales? El principio de constancia que suponemos propone una hipótesis: si planteamos-evaluamos el quantum imaginario de carga tímica, de foria, es en Angulema divisible por «uno», admitiendo que Mme. de Bargeton lo concentra, lo resume en su sola persona; por «n» si designamos así el número restringido de personas que admite en su salón. Esa carga tímica, cuyo recuerdo acompaña a Lucien, es divisible en París por «∞», puesto que la «multitud» es, por el hecho de su renovación, si no de derecho al menos de hecho, infinita. Entonces:


Espíritu eminentemente concesivo, Baudelaire, en el poema en prosa Les foules, procede a la inversión de los términos de esa estructura tensiva:

Multitud, soledad: términos iguales y convertibles por el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad tampoco sabe estar solo entre una multitud agitada29.

La calificación «no ser nadie» se presenta ahora como el cociente de la carga tímica por el número atribuido a la extensidad. Por sí misma, esta estructura es trascendente, de donde la pregunta: ¿cómo accede esa estructura al discurso? Por la modalidad, aquí, del no poder no ser, de tal manera que esa reconversión modal instala en inmanencia, es decir, al alcance del sujeto, dicha estructura.

Los dos ejemplos analizados muestran los límites de la noción de oposición. Lo que está en cuestión es el desarrollo sintagmático de una doble concesión. A propósito del valor respectivo del trabajo y del juego para Baudelaire: aunque «pequeño», el trabajo produce, repetido día tras día, una «suma enorme», mientras que el juego, aunque «fructífero», «será vencido por el trabajo». Lo mismo ocurre con la notoriedad personal, según Balzac; varía en razón inversa del número de sujetos; disminuye cuando el efectivo de sujetos crece: