Sexo y psicoanálisis

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Capitulo II

Pensando con Winnicott la erótica y

el amor en la sociedad contemporánea

Noemi Lutsgarten

Relaciones entre la satisfacción pulsional y el amor.

1.- En la constitución subjetiva.

2.- En la vida amorosa y en la contemporaneidad.

3.- En la clínica psicoanalítica, en la transferencia.

Freud propone la paradigmática experiencia de satisfacción. En esta experiencia de satisfacción pulsional con el pecho materno se inicia ese primer amor oral canibalístico. Las vicisitudes de esa experiencia van a dejar marcas, satisfacciones gozosas placenteras dolorosas. Primeros sentidos, vividos, sentidos en el cuerpo. Antecesores de sentidos a advenir a ser pronunciados, adjetivados, pero que nunca podrán ser recubiertos totalmente por las palabras. Satisfacciones particulares que han de marcar los senderos de la pulsión, y sus descargas. Sabemos que a estas primeras marcas en este nivel semiótico (Kristeva) pre edípico, se han de agregar otras, simbólicas, ligadas al atravesamiento edípico, a sus elecciones de objeto, a las identificaciones a que éste dio lugar.

Kristeva retoma la relación con el pecho como el prototipo de la relación amorosa, en la que el amor incluye el goce.

Me parece interesante retomar esta perspectiva de la relación entre sexualidad, satisfacción pulsional y amor y pensarla a partir de la noción de experiencia. Hablamos desde el psicoanálisis de experiencia de satisfacción, experiencia de dolor , experiencia de ilusión con Winnicott. La idea de experiencia, no se deja definir con precisiones rigurosas, conserva una raigambre corporal multisensorial.

En relación a la sexualidad, Foucault destaca como fue “puesta en discurso”. Desde fines del siglo XIX, cada vez se habla más de ella. Esta puesta en discurso de la sexualidad queda entramada en nuevas relaciones de poder.

No es lo mismo la época victoriana que corresponde al paradigma de la soberanía que la época actual. Época en la cual Freud descubre el psicoanálisis, en la que el juego de relaciones de poder validaba la sexualidad en especial de la mujer solo dentro del marco del amor consagrado en matrimonio y al servicio de la reproducción.

Destaquemos que esta puesta en discurso de la sexualidad entramada en las relaciones de poder y apoyada en la ciencia como casi único referente del criterio de veridicción, permitió tipificar la sexualidad en normal y anormal, produciendo de este modo efectos de control y de dominación que hacían invivible la satisfacción sexual, para aquellos que no encajaban en los criterios validados de normalidad.

También permitió la creación del psicoanálisis y su método. En relación a la mujer, le dio acceso a la posibilidad del placer en la sexualidad al darle la palabra a las histéricas y reconocer los efectos de la represión de su sexualidad. Religó la sexualidad al placer, a los placeres con la afirmación de que la sexualidad humana era perversopolimorfa. La liberó de su función exclusiva en relación a la procreación, y le otorgó un valor individual como fuente de placer.

Escuchemos a Roland Barthes en su libro “Fragmentos de un discurso amoroso” dice: “El ser amado es reconocido por el sujeto amoroso como “átopos” (calificación dada a Sócrates por sus interlocutores), es decir como inclasificable, de una originalidad incesantemente imprevisible.

Atópico, el otro hace temblar el lenguaje, no se puede hablar de él, sobre él; todo atributo es falso, doloroso, torpe, mortificante. El otro es incalificable, ese sería el verdadero sentido de átopos.

Y continúa Barthes en Lo obsceno del amor, (pág. 194), dice: “La carga moral decidida por la sociedad para todas las transgresiones golpea todavía más hoy la pasión que el sexo. Todo el mundo comprenderá que X... tenga “enormes problemas” con su sexualidad; pero nadie se interesará en los que Y... pueda tener con su sentimentalidad: el amor es obsceno en que precisamente pone lo sentimental en el lugar de lo sexual.”

Me pregunto: ¿esto sigue vigente hoy? ¿Es posible que haya una mayor aceptación de la afectividad en el amor para el hombre? Hay una liberación de la satisfacción sexual, que desliga esa satisfacción de la pareja consagrada como única alternativa o como alternativa dominante en la época victoriana tanto para el hombre como para la mujer.

¿Cómo afecta esa liberación cuando preexiste la tendencia a la retracción y a la escisión como defensa frente a las vicisitudes de la dependencia? El desengaño amoroso suele ser motivo de consulta. La subjetividad actual está más expuesta a sufrirlo, efecto de una mayor posibilidad y libertad de elección y de una mayor frecuencia y legitimación de las separaciones.

¿Qué sucede hoy entre la afectividad, el amor y la sexualidad a partir de estos cambios?

Volvamos a la experiencia de satisfacción acompañados por Winnicott.

Winnicott es un autor que nos trae los modos singulares en que se experimento la experiencia de satisfacción, ese primer amor. Su enfoque se centra en el lugar del Otro en la constitución subjetiva, en la dependencia y sus modos de presentación. Nos habla de satisfacción con o sin ilusión, satisfacción con o sin acoplamiento rítmico. Satisfacciones que se dan en un clima intrusivo traumático. Los ritmos, presencia ausencia de la madre, sus modos de darse, más o menos sensibles, tiernos, seductores, rutinarios, incluso violatorios, dejan su impronta en los destinos pulsionales prerrepresivos, en la fijación a determinados modos y vías de descarga pulsional a sus intensidades, incidiendo en la gramática pulsional, en la condición erótica y en los modos de descarga. Son modos de satisfacción que nos constituyen, somos esos modos de satisfacción.

Por otra parte, la calidad en que se dieron esas satisfacciones incide también en la disposición a creer y confiar en el otro, invitando a investir al objeto y evitando la escisión y sus efectos de empobrecimiento en la investidura pulsional (falso self) .Estas experiencias primarias presubjetivas facilitan o perturban integrar la satisfacción pulsional y la entrega amorosa. Facilitan el goce de la intimidad o llevan a evitarla y a sufrir sus consecuencias.

Resulta interesante considerar con los aportes de Winnicott las vicisitudes prerrepresivas de las pulsiones, el nivel semiótico según Kristeva y su incidencia en la sexualidad y el amor.

“¿Qué quiero en ti más que tú?”

Escuchemos a Barthes.

“Encuentro en mi vida millones de cuerpos. De esos millones puedo desear centenares, pero de esos centenares no amo sino uno.

No puedo clasificarlo puesto que es precisamente el Único, la Imagen singular que ha venido milagrosamente a responder a la especificidad de mi deseo…” “…intuyo que el verdadero lugar de la originalidad no es ni el otro ni yo, sino nuestra propia relación. Es la originalidad de la relación lo que es preciso conquistar”…

Encontramos tanto en Barthes , como en Winnicott el acento en lo que acontece en el seno de la relación que acompaña esa satisfacción con el objeto parcial, lo original de la relación. Acento dado en la intimidad del encuentro, en el entrecruzamiento singular que Winnicott llama “acoplamiento madre criatura”.

La pulsión y sus vicisitudes en el encuentro con el otro. La incidencia de la dimensión amorosa.

Podemos pensar los aportes de Winnicott como una prehistoria de la constitución de la dimensión pulsional desde los modos de darse los inicios de la constitución subjetiva, en los tiempos presubjetivos de la dependencia primaria.

J. A. Miller sostiene que es necesario establecer la relación entre la pulsión y la demanda de amor. La pulsión, como Drang, como empuje, se dirige a otro. Es una demanda muda. En la clínica, la pulsión no se puede interpretar. Se interpreta el deseo.

En los inicios de la constitución subjetiva, frente a la demanda pulsional, el otro puede responder acompañando la satisfacción, como objeto parcial, satisfaciendo o sin satisfacer la demanda de amor. Según Lacan el amor es dar lo que no se tiene. Es, desde su perspectiva, asumir la dimensión de la falta, es, desde la inscripción de esa falta en el psiquismo, que “te anhelo” , y es desde esa misma falta que “te hospedo” y “te dejo partir”.

Consideramos que Winnicott se ocupa fundamentalmente de esa demanda muda. Sus desarrollos son una versión de la respuesta del Otro a la demanda de amor que acompaña la satisfacción pulsional. Respuesta que se transmite en los modos de brindar la experiencia de satisfacción, en el tino, el tacto, el sentido de la oportunidad. En ese sentido, sus aportes enriquecen la perspectiva para pensar la constitución subjetiva, el narcisismo y la dimensión pulsional pudiendo pensarlos en una dimensión intersubjetiva.

En la clínica abren nuevas posibilidades de incidir en la dimensión pulsional. Al incluir el holding, handling, el valor del trato en el tratamiento, el analista brinda nuevas experiencias vividas en transferencia que hacen diferencia en la repetición.

A mi modo de ver, este acontecer entre paciente y analista, que hace diferencia , puede incidir en las escisiones, invitar a investir, y de ese modo intervenir en la dimensión pulsional. Esta experiencia de la diferencia genera nuevas interrogaciones acerca de aquello vivido y no experimentado en tiempos presubjetivos. Facilita también conjeturar construcciones. No es lo mismo que una construcción surja de una experiencia vivida en transferencia, que de la mente del analista.

Pensamos con Winnicot la afirmación, “Amor que consiste en dar lo que no se tiene”. La ilusión no la tiene la madre, no es una posesión, su modo de dar la hace posible, le permite al infans sentirse creador de lo que encuentra, hallar-crear el objeto.

 

El infans vive el ”ser uno con la madre”, el ser siendo. La madre, juega el “somos uno, somos dos.” Aun cuando da de comer, “se da” a los juegos subjetivantes en el modo de darse. Un darse desubjetivante que permite una apropiación subjetivante por parte del infans. Amor que construye elaboración imaginativa personal. Construye imaginario a medida de la singularidad del encuentro. Recordemos a Barthes, la originalidad de la relación. Esta experiencia puede darse o no. En este primer encuentro, la madre puede también incitar acatamiento, provocar una intrusión, diferentes modos de no poder responder a la demanda de amor.

Dice Barthes: “TE AMO. La figura no remite a la declaración de amor, a la confesión, sino a la proferición repetida del grito de amor.

Fantaseo lo que es empíricamente imposible: que nuestras dos profericiones sean dichas al mismo tiempo: que una no siga a la otra, como si dependiera de ella. De ahí parte un nuevo aspecto del te-amo.

Éste no es un síntoma, es una acción. No es pues suficiente que el otro me responda con un simple significado, aunque sea positivo.

Te amo, dice Pelléas. lo que importa es la proferición física, corporal, labial, de la palabra: abre tus labios y que salga (aunque sea obscena). Lo que quiero, desvariadamente, es obtener la palabra.

¿Mágica, mítica? …

En el mito: el Holandés Errante vaga, en busca de la palabra; si la obtiene (a través del juramento de fidelidad), dejará de errar (lo que importa al mito no es la empiria de la fidelidad, es su proferición, su canto).”

La magia de la proferición del te amo. Como no escuchar una alusión a esa experiencia viva, esa ilusión de identidad primaria experiencia viva de continuidad, revisitada en ese juego de grito de amor, de canto de fidelidad que alcanza el lenguaje en su proferición.

El amor se hace, es acto de amor en el que está presente el cuerpo en acto.

Prehistoria de la pulsión desde los modos de darse la

dependencia primaria

Me interesa discriminar que el hecho de que el holding y la experiencia de ilusión tengan por función el velar el registro de la dimensión pulsional por parte del infans, no implica la inexistencia de las pulsiones y sus destinos en estos tiempos fundacionales del psiquismo. Pienso que lo sexual, lo pulsional y sus destinos, se juega desde el inicio. Los trastornos en el desarrollo del ego deben ser pensados desde el punto de vista de la teoría pulsional, como trastornos en la recepción y tramitación de eso otro pulsional: aquello que proviene del cuerpo del infans y que no pudo ser recepcionado por la madre en un adecuado interjuego entre velarlo y dejarlo operar introduciendo discontinuidad, o sea, iniciando la inscripción de la diferencia, de la falta, de la desadaptación estructurante y necesaria. Sus ideas a cerca de verdadero self, de agresividad primaria no intencional, son ideas que pueden ser pensadas como los modos de la constitución de la dimensión pulsional desde la perspectiva de los modos en que el cuerpo viviente del infans y su demanda pulsional y amorosa pudo o no pudo ser alojada en el acoplamiento madre criatura.

Nuevamente, ¿Qué quiero en ti más que tú? y la idea de supervivencia del objeto.

La idea de supervivencia del objeto y su relación con el erotismo en

el amor.

La supervivencia del objeto alude al modo en que la madre puede responder a ese momento fundacional donde el infans necesita desde su gesto espontáneo alejarse, empujarla, repudiarla y olvidarla para luego reencontrarla, sin cambios de su parte que vehiculicen acusación o amenaza de desamor, de abandono. Esta experiencia de supervivencia es necesaria para terminar de diferenciarse y de instituir el yo distinto y diferenciado del no-yo. La falta de esta respuesta por parte de la madre interfiere el apropiarse del cuerpo, el moverse con libertad y despliegue pulsional que luego va a reflejarse en el despliegue erótico que permite gozar del otro -con el otro exogámico.

Un poder despreocuparse del otro para gozarlo o para gozar con el otro, ha de ser el aval que deja esa capacidad del objeto de “dejarse arrojar” y seguir estando, sin cambios significativos.

Esta idea permite pensar las vicisitudes de la neurosis obsesiva donde, por un lado, un excesivo control y respeto, por el otro se acompaña de actos compulsivos o de ideas obsesivas, que alimentan el sadismo del superyó. Por otra parte, el exceso de control alimenta la omnipotencia del pensamiento y el temor a hacer daño con el deseo. La omnipotencia del pensamiento coexiste con un fallo en la adquisición de la capacidad metafórica, del jugar con esos deseos. La capacidad de jugar con esos deseos “de devorar, apoderarse del otro”, acompañada de arrojo pulsional al hacer el amor es heredera de la supervivencia del objeto. Ese “objeto no protegido” libera al sujeto, le facilita la sustitución y le incita arrojo pulsional.

El goce con el objeto parcial y su relación con la transicionalidad, la capacidad metafórica experimentada en el encuentro.

Pensamos que el objeto parcial, “aquello que quiero en ti más que tú”, condiciona el goce. Si incluimos esta perspectiva de lo que acontece en el encuentro, en la relación, podemos decir, la capacidad metafórica con la que se experimento el encuentro con el objeto parcial dependiente de la capacidad de juego o capacidad metafórica materna y su capacidad de supervivencia condiciona la riqueza del goce en el encuentro amoroso.

Como en la canción el ritmo latino, el “devórame otra vez” se da en una dimensión de juego, que permite tomar al otro como objeto y devorarlo en el juego erótico a la vez que permite amarlo en el sentido de respetar su alteridad.

Nos podemos preguntar si a la capacidad metafórica como capacidad de juego en el psiquismo siempre la ha de acompañar una mayor capacidad de juego erótico. La capacidad metafórica y su creatividad pueden o no trasladarse de la capacidad del juego al juego erótico, dependiendo de los avatares edípicos e identificatorios además de la experiencia de supervivencia del objeto .

Si los efectos de seducción de la madre se dieron dentro del marco de la neurosis, o sea, si se pudo establecer una adecuada represión primaria frente al despertar del deseo y su apetencia pulsional se podrá utilizar las defensas neuróticas, la postergación como defensa obsesiva, la evitación como defensa en la fobia y la insatisfacción como defensa en la histeria.

En la posición perversa el juego debe ser fijo, estereotipado, rutinario, hay una mayor rigidez en la fetichización. Se reniega la dependencia y se pasa al dominio sobre el otro. Podemos pensar que se colapsa el juego en tanto capacidad de variación, Winnicott lo conceptualiza como patologización de la transicionalidad.

Lazo libidinal: discurso epocal y la vergüenza de amar y de enamorarse

Freud diferencia entre retracción de la libido a la fantasía con conservación de libido objetal y retracción narcisista donde la libido se desliga del objeto y retorna al yo.

Winnicott plantea la escisión como una defensa primaria que acontece en los tiempos presubjetivos de la dependencia primaria. Podemos entenderla como una desligación libidinal aun mayor a la que planteaba Freud. Dado que en esta escisión la retracción se daría en tiempos previos a la constitución del yo, de la discriminación yo no-yo, de ahí que la retracción deviene escisión. Podríamos pensar que se conservaría el mínimo lazo para la supervivencia, pero toda la pasión y el erotismo contenido en el verdadero self, quedarían excluidos del acoplamiento inicial con la madre como objeto parcial. Esto lo podemos ver en la patología de falso self.

Winnicott desde su enfoque que contempla las vicisitudes de la dependencia –hacia la independencia- concibe el enamoramiento como reedición en otro nivel de la dependencia amorosa ante la salida de la dependencia con los padres.

Discurso social, escisión y lazo libidinal

Winnicott sostiene que el indicador clínico de la escisión primaria es el sentimiento de futilidad, un “no sentirse vivo”, expresión de una imposibilidad de creer y confiar como secuela de los fallos de sostenimiento primario. Estas vicisitudes inciden en los lazos libidinales, inciden en la capacidad y en la calidad amorosa de los lazos libidinales. Por otra parte, desde distintos campos de conocimiento se piensa a cerca de los efectos del discurso social actual regido por la lógica del mercado en la subjetividad contemporánea. Estar a merced de las fluctuaciones del mercado nos convierte en mercancía. Somos, sí somos “capital humano”, somos “recursos humanos”, productores y/o consumidores. Esto afecta una condición fundamental en la constitución del narcisismo. El ser visto en la singularidad , el ser investido, el ser “his majesty the baby” en el deseo del Otro, el ser “amado tal cual se es” (Winnicott), condición de poder creer y confiar en que “tengo un lugar en el mundo”, en el deseo del Otro. Winnicott se refiere a los fallos primarios como un “dejar caer”, un quedar a merced de angustias inconcebibles ante el déficit de identificación sensible materno.

Desde el discurso social reencontramos estos fallos de sostenimiento, esta amenaza de ser “dejado caer”, ser descartable, en el terreno laboral ante la invalidez que nos torna prescindibles, el paradigma lo podemos encontrar en el drama de los refugiados hoy. Ser dejado caer ante la indiferencia del OTRO: Atender a esta dimensión de los efectos del discurso social, de su maltrato social nos permite revalorizar el valor del trato al paciente en el tratamiento (Winnicott). Es un modo de hacer diferencia en transferencia como modo de desnaturalizar los tratos y maltratos contemporáneos. Un modo de relanzar la ilusión de que es posible el ser visto por el otro un modo de incitar a investir al objeto.

Podríamos pensar que la lógica representada por el poder que adquiere “la empresa” su lógica mercantil, la lógica del mercado neoliberal promueve angustia de desamparo (Freud) como fenómeno epocal. Y que la exposición a la angustia de desamparo promueve la escisión como defensa en la subjetividad contemporánea. Con Winnicott sabemos que la escisión primaria responde a esta exposición. Defensa de escisión, que lleva a la desensibilización que impide la empatía y aleja de la investidura libidinal objetal. Podemos pensar que estas son condiciones desde el entorno social que pueden incitar a la desligación afectiva. Respecto del amor, invitar a la valorización fálica del objeto en el sentido de valorar lo que hay que tener para cotizar en el mercado. Las nuevas tecnologías pueden ser utilizadas para exhibir la cantidad de amigos y de conquistas, para exhibirse y no desaparecer. La ansiedad de ser visto y no desaparecer pueden incrementarse reactivando vivencias de desinvestidura súbita. Una amplificación de recursos para desplegar la competencia, el ser visto en el mercado, que siempre existió pero que hoy se amplifica, produce fenómenos que también pueden perturbar la necesidad de iniciar el duelo cuando se termina una relación, son recursos tentadores que reactivan lo imaginario según Barthes, por ejemplo mirar el facebook del ex, ver con quien está, si existe mi foto o la bajó.

No es lo mismo vivir en épocas de amor romántico donde existieron epidemias de suicidios, o en épocas donde se exalta la independencia, el consumo, y existen las realidades virtuales. Depende de la posición subjetiva que una mayor independencia libere de la endogamia familiar y permita enamorarse, o se transforme en una incitación a la soledad y al aislamiento de los “selfies”. Bajo la fachada de la independencia, debemos prestar atención en la clínica a estas cuestiones, a lo sentimental en términos de Barthes. Sabemos que la oferta erótica, el negocio de la prostitución y sobre todo el de la droga, forman parte de los juegos de poder que también incitan la desligazón afectiva y el ejercicio de una erótica fetichista, y que esto tiene mayor incidencia en los sectores más vulnerables o en los momentos vulnerables como lo son el dolor del desengaño amoroso. Internet permite múltiples despliegues del autoerotismo , del sexo virtual. Facebook puede dar cuenta de la búsqueda del raiting “amoroso”, puede brindar múltiples recursos para establecer nuevos lazos libidinales, promover encuentros y reencuentros relanzando el amor, la amistad y brindando nuevos espacios transicionales. Vale la pena estar advertidos de las ventajas y riesgos del “estar comunicados” por whatsapp.

 

Una película Argentina

“Medianeras” es la historia de Mariana, Martin y la ciudad. Los dos viven en la misma manzana, uno frente al otro, en diferentes edificios, pero no pueden encontrarse. Sus caminos se cruzan sin saber el uno del otro. Ella sube una escalera y él la baja. El monta en un autobús y ella se apea. Coinciden en el videoclub pero les divide una estantería de películas. Se sientan en la misma fila del cine pero la sala está a oscuras. La ciudad les une y a la vez les separa.

Película argentina que muestra el aislamiento y el refugio en la tecnología, y la dificultad para el encuentro a la vez que demuestra como la tecnología puede ser herramienta de encuentro. Serían las medianeras, metáforas de un individualismo que separa de lo comunitario que pueden reforzar la escisión , y facilitar escindir la satisfacción pulsional de la investidura libidinal con el objeto ¿Modalidades actuales de defensa frente al riesgo amoroso?

Como analistas podemos ampliar la escucha y el registro de la incidencia del discurso epocal en la subjetividad contemporánea. En la era de la comunicación y de la cultura digital encontrar maneras de que se sostenga la dimensión del encuentro. Encuentro con el cuerpo del otro y su dimensión erótica y sensible, encuentro vivo con el otro. El estar comunicados puede tornarse en nuevas modalidades de adicción que obturan el intervalo, que se ofertan para colmarlo y consumir comunicación que aleja del encuentro con el otro, del poder estar solo, del poder estar en intimidad.

Winnicott nos dejó un legado muy valioso en relación a estas temáticas. Es una alegría poder continuar el ponerlo a trabajar, como lo venimos haciendo en esta trayectoria de Encuentros, precisamente Encuentros.

La clínica en Freud

Las vicisitudes amorosas de Dora.

En el historial de Dora, Freud apunta al vínculo con el padre, con el señor K, y con Freud en la transferencia. La frase: “no puedo pensar en otra cosa, no puedo perdonárselo”, pensamiento que obsesionaba a Dora, es interpretado como un exceso de encono, de odio consciente de Dora que encubre la atracción de Dora hacia el señor K. Freud siguiendo sus hipótesis en relación a los deseos eróticos correspondientes a su Edipo positivo, interpreta el no poder perdonar como un pensamiento reactivo a sus deseos reprimidos hacia el señor K. Previo a toda esta situación de su adolescencia que transcurre de los 14 a los 18 años, Freud describe situaciones de alteraciones de carácter de Dora, enfrentamientos sutiles con el padre, un no entenderse con la madre que quería que se dedicara como ella a las tareas domesticas. El modelo femenino de Dora era la tía paterna, mujer que Freud describe como hermana mayor del padre, muy neurótica. La madre es descripta por Freud como poco inteligente y una ama de casa obsesiva. Ya a los 8 años Dora manifestaba síntomas neuróticos y ataques agudos de disnea, insociabilidad histérica, migrañas y tos nerviosa.

Freud reflexiona acerca de la interrupción súbita del tratamiento de Dora, como la “cachetada” que le da en la transferencia, al igual que al señor K en el lago. Agrega algo que considera que no pudo trabajar en la transferencia y que fue el vinculo homosexual con la señora K. Dice Freud que es llamativa la condescendencia con la señora K a diferencia con el señor K y con el padre. En relación a este aspecto, me parece interesante este fragmento del historial donde habla de la Madonna Sixtina de Rafael. Dice Freud:

“El primo le trajo a la memoria una breve estadía en Dresde. Esta vez deambuló como extranjera, pero no dejó de visitar la famosa galería. Otro primo quiso hacer de guía en la recorrida por la galería. Pero ella lo rechazó y fue sola, deteniéndose ante las imágenes que le gustaban. Permaneció dos horas frente a la Sixtina, en una ensoñación calma y admirada. Cuando se le preguntó que le había gustado tanto en el cuadro, no supo responder nada claro. Al final dijo: la Madonna.”

¿En esta imagen de la Madonna, Dora se encontró con algo de esa fascinación con la Madonna calma y admirada? Esa ensoñación calma y admirada, ¿no sería una alusión a la niña en brazos de su madre? ¿No puede ser este relato una descripción de la fascinación ante su anhelo de respuesta a su demanda de amor, que de la Madonna/madre luego se traslado al padre, al señor K y a Freud?

En relación a su condición erótica vemos la vigencia de su erotismo oral, que remite a ese amor primero, oral canibalístico con la madre. Freud describe a Dora como chupeteadora infantil, tenemos también el tema del beso y el tema del cigarro.

En su última sesión, Freud le dice: “tiene que haber sido un serio desengaño para usted, que en vez de un renovado cortejo, sus acusaciones tuvieran por resultado la negativas y las calumnias por parte del señor K… usted imaginó que el cortejo iba en serio y el señor K no cejaría hasta que usted se casara con él”.

Freud recalca el deseo de venganza de Dora. Podemos pensar que esta venganza era una respuesta al desengaño de amor.

Son interesantes las reflexiones de Freud: “¿Habría conservado a la muchacha si yo mismo hubiera representado un papel exagerando el valor que su permanencia tenía para mí, y testimoniándole un cálido interés?... Que no habría podido menos que resultar un sustituto de la ternura que ella anhelaba? No lo sé”.

Podemos ver a Freud debatiéndose entre la justificación de su actitud y la pregunta acerca del valor de testimoniar, a veces, un cálido interés ,ternura, por parte del analista, signo que denote algo del amor, y sus efectos en transferencia, sobretodo en pacientes donde hubo un déficit de esta dimensión y un encuentro demasiado precoz o inadecuado, o a destiempo, con el otro y su dimensión pulsional sexual.

Ser deseable: lo fálico y el Ser = ser uno con la madre – ser el pecho.

Tenemos otras versiones ligadas a las vicisitudes del vínculo primario en relación a la imposibilidad de sentirse deseable. La experiencia de ilusión, esa experiencia de ser uno con la madre, es también la experiencia de ser el pecho como lo deseable, como paradigma de ese objeto, en los tiempos donde no hay diferencia sujeto objeto. La ausencia, o la imposibilidad del otro materno para brindar ese ser el pecho, sería una precondición más allá de las condiciones edípicas, que afectarían el poder sentirse amada y deseada.

La histeria, desde esta perspectiva, sería una obsesión por tener valor fálico, por imposibilidad de haber tenido la vivencia de ser uno con la madre. Ser el pecho y adquirir su deseabilidad.

El elemento femenino puro que brinda la experiencia de ser siendo, de continuidad. El caso Dora y el reconocimiento freudiano a lo que él llamó la homosexualidad en Dora no interpretada, lo podemos pensar a la luz de estas ideas. Esa “homosexualidad” sería la mutilación constitutiva de esa intimidad estructurante con la madre, cosa que la clínica nos muestra reiteradamente en las pacientes histéricas, que en los distintos momentos históricos se visten con los ropajes epocales.

Esta mutilación ataca la confianza en ser amado y deseable y puede perturbar el juego de la seducción dado que este se tiñe fácilmente de instrumento de poder. Pasamos del juego gozoso de la seducción al uso de la seducción como defensa, como herramienta de poder defensivo. Del juego que potencia la atracción a la lucha entre poderes. Esta situación que desde Dora hasta hoy la vemos en la histeria tiene en la actualidad todo tipo de recursos mediáticos y tecnológicos empezando por la pantalla de la televisión para manifestarse.