Estándar ambiental y derechos ambientales en posacuerdos de paz : algunos estudios de caso

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EL PUEBLO TAGANGUERO: TERRITORIALIDAD Y ORÍGENES CULTURALES E IDENTIDAD COLECTIVA
Aspectos ecosistémicos y territoriales

Taganga es un pueblo de pescadores que se encuentra situado en la costa del Caribe colombiano entre los 74° 11” de longitud occidental y los 11° 16” de latitud norte; es un corregimiento3 de Santa Marta con un área de 2727,94 hectáreas, ubicado en una ensenada a tres metros sobre el nivel del mar, comunicado con Santa Marta por una carretera asfaltada de tres kilómetros de longitud, cuyo recorrido se realiza en ocho minutos aproximadamente. Su relieve lo forman ligeras pendientes y está rodeado por dos grandes cerros tutelares de las estribaciones de la Sierra Nevada, que al internarse en el mar forman la bahía de Santa Marta; los cerros guardianes de Taganga son La Vigía, El Sarampión y El Zumbador (Daniels de Andreis, 2011).

Taganga está situada en el cinturón árido que se extiende al norte y al este de Santa Marta, entre colinas de bosque seco tropical que ha venido siendo intervenido inadecuadamente en los últimos tiempos. Presenta condiciones de microclima propias de la línea costera, con una temperatura por encima de los 24 °C, correspondientes al clima cálido, y un nivel de lluvias entre los 250 y 500 mm anuales. Su área se encuentra incluida en la zona seca del Caribe sur, que abarca desde la isla de Trinidad y comprende toda la región costera, con precipitación pluvial inferior a los 1000 mm anuales. De acuerdo con la clasificación de W. Koeppen, predomina un clima tipo BSwh, que corresponde al de estepa muy caliente con vegetación xerofítica y lluvias (Daniels de Andreis, 2011).

El paisaje natural está dominado por cerros, los cuales se hallan cubiertos de vegetación xerofítica, con dos tipos principales de formaciones vegetales: monte espinoso tropical (me-T) y bosque seco tropical (bs-T) (Daniels de Andreis, 2011). La zona representa un enclave de vegetación subxerofítica dominado por el parque distrital Dumbira, creado por el Acuerdo 005 de 2000 del Concejo Distrital de Santa Marta (Plan de Ordenamiento Territorial “Jate Matuna” 2000-2009); su paisaje natural está dominado por cerros cubiertos de cáctus y arbustos, como guamacho, carbonal, trupillo, peloto, majagua, ceiba, carreto, volador, caña de cerro, pringamoza, trébol, orégano, tunas y rastrojos. Su vegetación ha sido intervenida en los últimos años, y a pesar de ser homogénea con doseles semicerrados, es notoria la extracción de especies maderables, como ceiba blanca, bija, guásimo, olivo, carreto, ébano y mamón de leche, entre otros.

En Taganga se encuentran serpientes, iguanas, ardillas, zorrillos, zaínos y venados, así como una gran variedad de aves: palguarata, toche, sinsonte, picaflor, tierrelita y mariamulata, entre otros. En cuanto a su fauna marina, está representada en una gama de peces como el lechero, la cojinúa, la sierra, el bonito, la cachorreta, el pargo rojo, el ojo gordo, el machuelo, la sardina, la manta raya, la macarela, la lora y una gran variedad de especies ornamentales y arrecifiales (Daniels de Andreis, 2011).

De acuerdo con el mapa geológico de la región, y siguiendo el sistema de clasificación de zonas de vida de Holdridge (1967), Taganga se encuentra en una franja costera que tiene una temperatura promedio de 29 °C, y un régimen de precipitación anual entre 250 y 500 mililitros. Se distinguen dos épocas climatológicas diferentes: una entre diciembre y abril, completamente seca debido primordialmente a los vientos que vienen del mar, y la otra entre mayo y noviembre, con marcada pluviosidad en octubre, mes en el que además se presenta el “cordonazo de San Francisco”, una marejada fuerte que azota la bahía de Taganga con una subida del nivel del mar. En ocasiones, esta marejada ha producido algunos estragos a la población. Este nombre se dio en honor al cordón que anuda el hábito del santo patrono de Taganga cuya celebración es el 4 de octubre; para el mes de noviembre las aguas comienzan a helarse y aparecen los róbalos, y en diciembre arrecian las brisas con altas velocidades.


FIGURA 1. Ubicación geográfica de Taganga y el PNN Tayrona.

Fuente: Google Maps (2019).

En la época en que aparecen las lluvias el bosque seco tropical (bs-T) que conforma su ecosistema reverdece y las montañas lucen tupidas con un verdor resplandeciente. Este sería un panorama ideal para la salvaguarda del equilibrio en este ecosistema, pero la realidad ha sido y es diferente. Durante las primeras centurias de la existencia del territorio de Taganga, antes de la llegada de los españoles, no hubo intervención antrópica; se encontraba un territorio virgen, unas montañas tupidas y fuentes de agua dulce (las cañadas Dumbira y Dunkarinka), un mar limpio y sin contaminación. Después de la fundación de Santa Marta aparece un incipiente pueblo formado bajo el prototipo del poblado español, porque en el periodo del poblamiento precolombino fue tipo ranchería, sin una fuerte intervención del ser humano sobre el ecosistema.

Desde el establecimiento de la parroquia en los años 1700 se inicia un periodo de intervención humana con el establecimiento de la Vigía de San Gregorio y las primeras extracciones de materiales del lugar; más tarde, hacia 1800, había treinta casas pajizas, iglesia y local para cárcel, y se evidencia con más fuerza la intervención sobre esta zona continental; así mismo, el medio marino sufre cambios, pues se extrae la piedra de cal para fundirla en un horno y construir los edificios de la ciudad de Santa Marta. La actividad pesquera tiende a ser más abundante porque de ella se surte la dieta de los habitantes de Santa Marta y la de los indígenas de la Sierra que bajan por el trueque del pescado salado y la sal (Daniels de Andreis, 2011).

El establecimiento de la población sin un sistema organizado de acueducto y sin un sistema de disposición de las excretas presenta una nueva forma de contaminación, porque las necesidades fisiológicas se hacen a campo abierto y por entre la maleza. Posteriormente, aparecen las letrinas y la extracción del agua de los pozos artesanales para los quehaceres domésticos. Luego las letrinas se reemplazan por pozos sépticos, sistema que hasta que hoy subsiste, generando contaminación en las fuentes subterráneas.

También debemos acotar que la población de Taganga ha gozado de un ambiente saludable y su clima y temperatura han sido recomendados para la recuperación de enfermos, especialmente los afectados por las alturas; ya en 1837 el gobernador de la provincia de Santa Marta, en su decreto de demarcación de los límites del territorio de San Antonio de Bonito Gordo, destaca en el considerando quinto que “siendo el pueblo de Taganga saludable por su temperatura, útil y conveniente al estado”, y en el considerando sexto afirma “que a pesar de ser tan corta la población de Taganga lo anterior nos confirma dos hechos: el primero es lo sano del ambiente de la población de Taganga en esas primeras centurias” y, lo segundo, la baja explosión demográfica, que obliga a menos intervención antrópica del territorio. Sin embargo, hacia 1940 se presenta en Taganga un hecho relevante: la aparición de la epidemia del cólera asiático que diezmó la población y obligó al traslado del cementerio desde el lugar donde hoy se encuentra el centro acuícola y pesquero hacia el frente del cementerio actual (Daniels de Andreis, 2011).

La identidad cultural en Taganga se traduce en componente central del patrimonio cultural distrital, magdalenense, caribe y colombiano. En ella está inserta su visión del mundo; las creencias y normas del pueblo como comunidad étnica; los testimonios del desarrollo de la arquitectura del pueblo; los signos y símbolos transmitidos a través de las tradiciones orales, la literatura, las artesanías, el folclor, la música, la danza, los mitos, las leyendas, los ritos, la religión y los juegos. Pero sobre todo, se trata de una cultura levantada sobre una actividad económica que sustenta a la población desde la pesca, entendida como un arte milenario que viene demarcando, siglo tras siglo, el devenir del pueblo taganguero, que lo distingue de cualquier otro pueblo o comunidad étnica, y que le otorga su identidad

Taganga se encuentra dentro de lo que el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro (1992) denominó como pueblos nuevos integrados por una matriz triétnica: indígena, española y africana, dentro del contexto de la población de la región Caribe; pero es necesario anotar que la matriz más arraigada es la indígena, y por ello los tagangueros se identifican más con ella.

A pesar de que el Gobierno colombiano a la fecha no ha hecho el reconocimiento formal, las/os tagangueras/os se reconocen como comunidad étnica, ejercen un control cultural y territorial donde viven desde hace varios siglos y persiste en su memoria pasada y actual la idea de ser y seguir siendo una comunidad étnica diferenciada en la región Caribe, que lucha por sus derechos y exige respeto y reconocimiento del Estado social de derecho colombiano, que tiene en la diversidad cultural una de sus líneas de organización jurídico-política y social, como nación pluriétnica y pluricultural.

Por ello, después de muchas décadas de resistencia étnica han venido recuperando la palabra –incluidas algunas de sus propias expresiones lingüísticas, palabras que hoy perviven en su ideario, puesto que no tienen lengua materna propia pero sí vestigios de la que pudo existir entre sus ancestros–, así como la memoria, a partir de su conciencia histórica como comunidad étnica, construida a partir de sus relaciones de parentesco, su relación con el mar y la zona continental, la música y danza, la gastronomía, y especialmente la dieta cotidiana taganguera, compuesta por productos del mar4.

 

La territorialidad taganguera fue dotada con una belleza sin par: sus paisajes, la biodiversidad en sus montañas y un mar de policromías variadas le confieren unas riquezas que se traducen en el valor estético del paisaje, en los atractivos físicos y visuales recogidos en el marco geográfico que la destaca como un paraíso en el Caribe, erigiendo a la bahía de Taganga como una vitrina de Colombia ante el mundo, haciéndola un destino obligado de quienes visitan la ciudad turística de Santa Marta y su clima tropical.

Los tagangueros, descendientes de una etnia con una fuerte tradición cultural arraigada en la actividad de la pesca, han visto el turismo de las últimas décadas como un depredador de costumbres y una de las amenazas principales que causan el desarraigo de su territorio, producto de una corriente invasionista que se ha venido dando para apoderarse esas bellezas naturales.

Como comunidad étnica, los tagangueros quieren seguir viviendo en su territorio ancestral, el cual consideran que pertenece realmente a sus descendientes. Ya desde la Colonia, mediante cédula real, se les reconoció la propiedad sobre los terrenos que van desde la parte norte de Punta Betín hasta el sector hoy conocido como Cañaveral y Arrecifes en el parque Tayrona. Posteriormente, hacia el año 1873, en una acción característica de comunidades indígenas se realizó la escrituración protocolaria de los terrenos denominados San Antonio de Bonito Gordo, como propiedad de los naturales de Taganga, organizados en la Asociación de Padres de Familia y representados en ese entonces por Román Manigua. Dichos terrenos comprendían lo que es hoy el corregimiento de Taganga, todo el ancón del mismo nombre y la isla conocida como Punta Aguja. De igual forma, por esa misma época se protocolizan los derechos de propiedad sobre los ejidos de Cañaveral y Arrecifes, ampliando aún más la extensión del territorio.

Sin embargo, la mayor parte de dicho territorio se encuentra en manos extrañas. Hacia 1969, con la creación del parque nacional Tayrona, se desconocieron los derechos adquiridos por el pueblo sobre una parte de los terrenos entregados para su constitución, y también el uso continuo que descendientes de tagangueros le venían dando.

Hoy el territorio taganguero está siendo usado para actividades turísticas, y un gran porcentaje del producido no se queda en Taganga, ni beneficia de manera directa o indirecta a sus habitantes. Por otro lado, la pesca artesanal, convertida casi en pesca de subsistencia, ha dejado de ser el rubro de mayor sustento de la población, y está amenazada por la industria turística, extraña a las necesidades de los habitantes tradicionales, con gran ambición sobre la tierra y dispuesta a enajenarles a toda costa lo poco que aún queda en manos de los tagangueros.

Es así como la mayor parte del territorio taganguero se encuentra ocupado o parcelado para ser negociado a terceros ajenos a su comunidad, sin pensar en dónde vivirán las generaciones futuras de tagangueros; todo con el visto bueno de las autoridades encargadas de evitar que esto suceda. Territorios destinados a la conservación, como el parque distrital Dumbira, están siendo afectados por esta depredación, promovida por gente que viene de la ciudad de Santa Marta, del interior del país o de tierras extranjeras. Ello lleva a pensar que, en pocos años, el territorio de Taganga se encontrará totalmente vendido a particulares y, si no se toman prontas medidas al respecto, los tagangueros estarán en grave peligro de extinción como comunidad étnica.

Cultura e identidad colectiva taganguera

En este acápite se destaca cómo el pueblo taganguero ha iniciado un proceso para lograr el reconocimiento como comunidad étnica diferenciada por parte del Estado colombiano, proceso que avanza ante el Ministerio del Interior sin llegar a buen término hasta la fecha; sin embargo, este proceso ha servido para precisar algunos de los elementos centrales de su identidad colectiva, la cual ha sido reconstruida principalmente por diversas autoridades y representantes de la comunidad taganguera, reunidos en diversos escenarios, talleres y foros, incluidas las instituciones estatales y académicas.

Teniendo como base lo anterior, en este documento se propone un debate riguroso desde las perspectivas sociológica, antropológica, jurídica y ambiental que brinde razones y argumentos concretos para la defensa de la dignidad del pueblo taganguero, que desde hace varios siglos lucha y resiste proactivamente por su supervivencia cultural como pueblo y comunidad étnica diferenciada en la región Caribe colombiana5.

Los orígenes

Tratar de desentrañar el origen del grupo humano que habitó en Taganga antes de la llegada de los españoles no es una tarea fácil, ya que la falta de datos históricos y de investigaciones arqueológicas en el sitio dificulta cualquier intento por esclarecer a qué pueblo o comunidad étnica pertenecen. No obstante, los cronistas de Indias ofrecen una cronología parcial de este asentamiento poblacional, en tanto su objetivo no era hacer una cronología sistemática y metódica de lo acontecido en las tierras americanas.

Por ejemplo, Juan de Castellanos, en su Elegía de varones ilustres de Indias (1857), confirma este aserto, pues en su historia y relación de las cosas acontecidas en Santa Marta desde su primera población, al dedicar la primera elegía a la muerte de Rodrigo de Bastidas, primer gobernador de esta ciudad, dice que a Santa Marta llega su pluma y que trataría cosas principales ocurridas allí para poderlas explicar en forma razonable pero sintetizada, tomando todas aquellas que fueron sustanciales, y que ningún historiador pudo contar todas esas cosas menudas; pero que le parece digno de ponerlas en escritura por haber sido olvidadas de la mano de todos los cronistas castellanos.

De otra parte, especial atención merece el relato, publicado hace más de seis décadas, compartido por el pueblo indígena kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta al antropólogo Gerardo Reichel-Dolmatoff (1953, p. 18). En él los kogui distinguen una fase inicial de su desarrollo, denominada “fase mítica”, en la cual vivían en la sierra con otros grupos de hermanos menores venidos de otras partes y con los cuales entraron en una prolongada guerra, en la que vencieron; entre estas tribus estaban los ubatáshi, los kanxá y los béissi; después del exterminio de las tribus míticas, vivían en la sierra los tayronas, en las hoyas de los ríos Guachaca, Buritaca y Don Diego; más al este, en las riberas del río Palomino, vivían los kogui; en la costa cercana a la desembocadura de los ríos Buritaca y Don Diego habitaban los kashíngui; y al oriente de estos, en la desembocadura del río Palomino, estaban los sangaraména; en la costa cercana al río San Miguel vivían los gulaména y más allá de ellos vivían los guahíju, es decir, los wayúu o guajiros. En la región de Santa Marta, así como al sur y al este de la ciudad, habitaba el grupo de los matúna; entre las bahías de Gaira y Taganga, los péibu-tuxe, también llamados péibuni; es decir, se acepta la existencia en la zona de Taganga de un poblado indígena con características particulares, aun antes de la llegada de los españoles.

De acuerdo con el relato de los kogui, los péibuni, los durcinos y los papalis-tuxe, que vivían en el sector de la costa, presentaban tipos culturales diferentes, hablaban dialectos distintos y eran otra gente. Específicamente sobre los péibuni (péibu-tuxe) de Taganga y Gaira, se dicen que hablaban otra lengua y que tuvieron relaciones comerciales con los kogui de Hukumeiji (río Palomino) (Reichel-Dolmatoff, 1953, p. 92).

Tiempo después, en el año 2002, el abogado e historiador taganguero Ariel Daniels de Andreis publica en la Revista Taganga (n.° 4) un artículo donde plantea la hipótesis de que los tagangueros tienen su origen en los pueblos caribes y, apoyándose en diferentes historiadores, afirma que cuando los españoles llegaron a Santa Marta encontraron pueblos vecinos a la ciudad, entre los cuales estaba Taganga. Posteriormente, retoma la opinión de los historiadores Henao y Arrubla (1967, p. 27), quienes al referirse a las sociedades precolombianas se basan en las propuestas de Carlos Cuervo Márquez (1917, p. 2), quien reduce a tres los grandes grupos aborígenes en América: los pampeanos o parás, los andinos y los caribes; los pampeanos no tuvieron gran desarrollo y fueron reemplazados por los caribes –que se establecieron en las llanuras del Atlántico, en los Llanos Orientales y a lo largo de los valles cálidos de los ríos Magdalena, Cauca, Sinú y Atrato–, quienes eran fuertes y robustos y sus viviendas eran bohíos circulares de techo de paja en forma cónica.

Según Cuervo Márquez, las tres grandes migraciones de los caribes hacia Colombia fueron: una migración oriental, efectuada por el golfo de Maracaibo y los afluentes del Orinoco, una gran migración central, que recorrió el Magdalena y sus afluentes, y una migración occidental, realizada por el Atrato y las costas del Pacífico, después de cruzar el Darién y Panamá.

Respecto a la migración oriental, este autor plantea la posibilidad de que se haya bifurcado, al entrar un flujo por el lago de Maracaibo, ocupando la península de la Guajira, torciendo al nordeste; y otro flujo debió seguir hacia el sur hasta Casanare. Con respecto a la gran migración central, se plantea la hipótesis de que la ciénaga de Santa Marta y los numerosos caños que la unen al río, por la banda oriental, y al dique de Cartagena, por la occidental, debieron favorecer extraordinariamente la migración, por lo cual por este flujo debió extenderse a todo el actual departamento del Magdalena, poniéndose en contacto con las comunidades que, entrando por el lago de Maracaibo, habían llegado allí por la región de Sinamaica, o transmontando la serranía del Perijá o de los Motilones.

Por otra parte, apoyado en los cronistas de Indias, Ernesto Restrepo Tirado (1953a), en su obra sobre los aborígenes de Colombia, indica que “los 73 miriámetros de costas comprendido entre la Punta Paijana y las Bocas de Ceniza estaban pobladas por lo general de indios flechero caribes, de la más recia gente que hay en tierra firme” (p. 5). Luego, citando a Gonzalo Fernández de Oviedo (1852, p. 133) en “La conquista de los indios, folio XXVIII” prosigue diciendo:

Muchos pueblos con distintos jefes vivían allí ya sean defendidos por los recios arrecifes, ya aislados de las orillas del mar por espesos bancos de arenas. Aquí se levantaban los bohíos en medio de terrenos anegados y cenagosos. Más adelante sus caseríos se extendían al pie de las serranías dominadas por las alturas cubiertas de nieves del Picacho y de la Horqueta. Las playas y ensenadas de la provincia de Citarna [tierras comprendidas entre Riohacha y Santa Marta], las orillas de los canales y de las ciénagas, las tierras anegadas por el río Grande estaban en poder de señores más o menos poderosos. (Restrepo Tirado, 1953b, p. 6)

Al continuar describiendo el litoral, Restrepo Tirado (1953b, p. 6) nos dice que pasando el río de Hacha quedaba Baronata, y al seguir bajando el litoral nos reportan al oeste los guanebucanes, los guacharos y caraibas (Fernández de Piedrahita, 1688, p. 49); en el valle de Buritaca habitaba la tribu del mismo nombre y sus poblaciones estaban conformadas por Bosingua, Alhosingua, Masinga y Gosringa, y las más pequeñas de Marubare y Arubare (Simón, 1981, p. 5). Siguiendo en la misma dirección tropezamos con las tierras que avecinan a Santa Marta, a ocho leguas de las cuales está el caserío de Ayaro, en la provincia llamada de Cinta (Cinto) y no muy distantes la tribu de los coronados.

Finalmente, apostilla “cuando Bastidas escogió la ciudad de Santa Marta como plaza de armas y punto de partida para sus conquistas, asentó las paces con los caciques de Gaira y Taganga” [...], que eran los más inmediatos vecinos a sotavento y a barlovento (Piedrahita, 1688, p. 45), y con los dorcinos más al sur y a cuatro leguas estaban los bondas.

Como corolario de toda esta descripción, es se puede concluir con Daniels de Andreis que los tagangueros son de origen caribe porque

geográficamente se situaron en un territorio poblado por tribus caribes, ya que su forma de vestir fue exclusivamente de esa familia indígena, porque su complexión física lleva todas las características caribes, la forma de sus viviendas bohíos con techos de palma diferentes a la de los tayronas, nos ponen de presente las diferencias con los tayronas. Todas estas características son legados con una marcada influencia hasta nuestros días de esa cultura que lleva el taganguero en su haber. (Daniels de Andreis, 2002, p. 5)

 

Retomando a Reichel-Dolmatoff, y dándole el valor que merece la tradición oral de los kogui, reconocemos que entre los taganga y los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta hubo un punto de encuentro, magnificado por el trueque de pescado salado y sal por ayú, yuca, sewas (aseguranzas), objetos de barro y oro, tinajas, piedras de moler. Así, en algún momento, estos pueblos fusionaron costumbres por la unión de un territorio compartido, como lo es el de Taganga, para cumplir los mandatos de la ley de origen y sus tributos a la Madre Tierra y al universo.

Algunas transformaciones sufridas por el pueblo de Taganga

En forma sucinta retomamos las notas inéditas de una investigación que viene adelantando el abogado e historiador Daniels de Andreis, titulada “La transfiguración étnica de Taganga”, donde el investigador se propone mostrar la forma como ha venido transformándose el pueblo indígena de Taganga, desde su territorialidad ancestral, costumbres, forma de vida, aspectos urbanos de la población, arquitectura, y algunos de los principales aspectos ambientales y económicos. En ella se enfoca en los procesos a través de los cuales se ha desarrollado el pueblo, las migraciones que ha tenido que soportar, los procesos de adaptación que han vivido, su aculturación, la alineación de sus ideologías, los grupos formados, la liberación sexual, el uso de sus espacios, su organización social, las necesidades básicas (alimentación, salud, vivienda, trabajo, educación), pero sobre todo la reconfiguración ancestral que se viene operando a través del tiempo.

Daniels de Andreis cree que en este caso de estudio es complejo pero necesario tratar de desentrañar y desenredar la compleja madeja que se viene tejiendo en Taganga, ya que son múltiples los factores que se están presentando. Estos factores están asociados a un desarrollo turístico desbordado del lugar, al cual se suman otros diversos componentes que sociológicamente han demostrado ser altamente perturbadores de la integridad física y cultural del pueblo taganguero como comunidad étnica con derechos especiales según la Constitución Política de Colombia. Proponemos, entonces, hacer un breve recorrido por todo el proceso evolutivo y de cambios que ha vivido la comunidad desde su origen prehispánico hasta llegar a la situación actual.

En el periodo prehispánico, o de la comunidad tribal, se tropieza con el obstáculo de no encontrar en Taganga un pueblo nucleado, sino que esta comunidad, como las demás de la zona, fueron tipo rancherías, cuyas casas no tenían ningún tipo de estructura urbanística.

Durante la conquista, Taganga estuvo situado como pueblo comarcano a Santa Marta, pero, como ya se ha señalado, los datos son escasos, pues los historiadores no estudian a fondo el tema ni hay investigaciones arqueológicas en el lugar.

Para el estudio del territorio apelamos a un mapa elaborado por reproducción de un documento del siglo XVI perteneciente al Archivo de la ciudad de Praga, capital de la República Checa. En este mapa, luego de identificar algunos accidentes geográficos –como los farallones en una línea recta a una ensenada dominada por una vigía sobre un cerro, una torre sobre un cerro contiguo, y en el otro extremo, el Cabo de la Aguja– se ubica el territorio de Taganga, pues la vigía que allí se identifica es la Vigía de San Gregorio, en territorio taganguero. Un segundo mapa identifica a Taganga a barlovento de Santa Marta. Un tercer mapa, elaborado en 1740, sitúa claramente a la bahía de Taganga y al pueblo con siete casas o chozas, y hay un censo que da cuenta de la existencia de cinco indios útiles y doce chinos de entre un año y diecisiete, con un alcalde y un cacique.

La reconfiguración del territorio de Taganga va unida a la dinámica de la provincia de Santa Marta. Luego de un rápido poblamiento sucedido en el siglo XVI, este empuje expansionista se detiene en el siglo XVII, originado por el descenso de la población aborigen, que se va extinguiendo por la sobreexplotación y el extermino que implicó el sometimiento de la Conquista. En 1750, Taganga se encuentra dentro de seis pueblos tributarios y su territorio es erigido en parroquia.