Pasado impredecible

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Me brilla, corazón, todo muy todo

cada vez que me mucho besas danzas

y tan cariciamente me descansas

la vida que me piedra astilla lodo.

Con estos versos cierra este Pasado impredecible, en el que el cantor siente que solo es sombra:

Lo que desahució la primavera.

Lo que, de repetido, nos asombra.

La descalaverada calavera

que nada nombra ya cuando nos nombra.

Lo quemado sin lumbre y sin hoguera.

Apenas una sombra de la sombra.

Pala ha cosechado un auditorio amplio con sus canciones cargadas de poesía. Ha sido aplaudido en escenarios y premiado en concursos de prestigio. Menciono el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández - Comunidad Valenciana 2020. Lo ganó con Abajo había nubes, un libro hermoso y delicado que habla de la calidad poética de este poeta que recita sin pestañear letras de boleros mientras escribe y vive como el más contemporáneo de los cantores. Y luego, en la ciudad que habita, Pasado impredecible recibió el Premio Libro Inédito de Poesía Alcaldía de Medellín en 2021. Ya verán por qué.

El pasado se pone su coraza de hierro y tapa sus oídos con algodón del viento. Nunca podrá arrancársele un secreto.

Federico García Lorca

I. PASADO IMPREDECIBLE
Recuerdo de mi padre en el durazno

El amor pasa como pasa el tiempo.

Tumbado en el solar, bajo el durazno, mi padre repetía

esas palabras

con una convicción de buen maestro y un timbre de abogado.

Lo puedo recordar, es decir, verlo,

con esa nitidez que da a los muertos la suma atroz

de navidades lejos.

Me veía llegar, adolescente,

partido por el rayo de mis primeros besos,

árido como todo niño roto, esperanzado como todo pájaro.

Sentate, me decía,

y yo me imaginaba la esperanza como sus manos largas,

como su tono lento,

como su forma pálida de adelantarme el cielo.

Sentate, me decía. No llorés. No hagás eso.

El amor pasa como pasa el tiempo.

Decía cosas bellas mi viejo bajo el árbol.

Cosas bellas, decía.

Cosas bellas y falsas.

Mentía y no lo culpo.

¿Cómo podía saber que tu amor vencería la miseria del tiempo

si no te conocía, si yo estaba pequeño

y vos eras apenas la más remota espina del más lejano espejo?

Caracolas

En una esquina rota del D. F.

hay una placa vieja, tiznada y algo tímida:

Aquí vivió el Marqués Juan de Altamira.

En la contraportada del libro de poesía de un tal Aurelio Pozo

que me vendió el librero de la Plaza de Armas de La Habana

hay una firma en lápiz, ya casi diluida:

Familia Macías Muguercia, mil novecientos sesenta y nueve.

En Medellín, parábola del humo,

a igual distancia del amor y de la herida,

en el Café Bastilla,

don Ismael González, con ademán de prócer,

saca de la vitrina en la pared

un estuche tatuado hace tres vidas:

Colección de tangos de don Marcos Aguinaga.

Creemos en la huella y en la rúbrica,

persistentes e ingenuos,

pero no somos más que caracolas

vencidas por la paz de los relojes.

Me doy por aludido

Para mí, esta mañana, lleve o no mi apellido,

es cada nube espesa,cada canción con filo

y cada telegrama con mortajas;

en suma, cada señal de humo que dispara el pasado.

Encuentro signos en la forma en que el viento se aferra

a los manzanos.

El chiquillo en la esquina es señal de aguaceros

y el pájaro en el cable es muestra irrefutable

de que una niña llora su novio ennegrecido.

Me doy por aludido. Entiendo casi todo.

El guayacán me habla. La ventana me habla.

El pararrayos hosco tan solo a mí me habla.

Yo repaso el susurro. Me doy por aludido.

Es para mí esa flecha.

Esa piedra. Esa púa.

Para mí, el diluido.

Para el que escucha y teme.

Para el que teme y calla.

Para el que calla y tiembla.

Para el que tiembla y ama.

Y cada cosa sola y cada cosa junta,

cada matryoshka dentro de otra matryoshka

dentro de otra matryoshka

dentro de la peor vitrina

dice que nada espera quien ha olvidado todo;

dice que quien espera es porque nada olvida.

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