Sujetos y subjetividades

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El capítulo escrito por Alejandra Energici y Nicolás Schöngut se detiene a analizar el cuerpo como un modo de pensar la subjetivación como proceso que trasciende al lenguaje, examinando para ello las dificultades existentes en los marcos tradicionales de la teoría social para dar cuenta del sujeto femenino. Haciendo uso de aportes del giro afectivo, proponen una aproximación a la subjetividad, entendiéndola como una relación de tensiones entre elementos híbridos y heterogéneos, que sitúan al cuerpo en su capacidad de afectar y ser afectado. Para ello ensayan un enfoque epistémico que permitiría ir más allá del determinismo lingüístico, centrado en el análisis de imágenes como estrategia metodológica.

Michel Foucault argumentaba que la subjetividad se constituye en relación a la verdad. Y se preguntaba por cómo habitamos esas verdades que constituyen nuestra subjetividad. En su texto, Jorge Castillo-Sepúlveda, Mariana Gálvez, Jorge Tapia, José Toro y Miguel Catalán proponen una vía de acceso a la investigación etnográfica de la subjetividad en salud y, por lo tanto, a las condiciones y recursos con que las y los pacientes deben aproximarse a su subjetividad y sus cuerpos mientras atienden su enfermedad en un hospital de Santiago de Chile. Combinando el enfoque foucaultiano con elementos de la Teoría del Actor-Red, exponen algunas de las herramientas conceptuales y metodológicas que les han permitido rastrear las relaciones entre verdad y subjetivación en el ámbito de la salud, siguiendo asociaciones entre actividades científicas, tecnológicas y políticas.

Dentro de una indagación sobre los efectos que las ciencias psi han tenido en el espacio escolar, nombrando, regulando y organizando cuerpos y subjetividades, el capítulo de Marcela Apablaza examina el rol de la investigadora en el proceso de investigación y, en particular, su papel en identificar y desanudar modos particulares de subjetivación. Desde el espacio de la etnografía feminista, este capítulo se detiene en la producción de la categoría de la niña problema, a partir de formas específicas de circulación de ideas y prácticas respecto a qué son y cómo deberían comportarse las niñas en una escuela municipal del sur de Chile, y la captura y análisis sensible de los espacios de subversión y resistencia a dicha norma.

La tercera parte del libro se titula “Instituciones y subjetividad”. En ella se reúnen tres capítulos que reflexionan sobre los efectos que la relación con la norma conlleva en la elaboración de las subjetividades. Como bien menciona Carrasco en su capítulo, son escritos que comparten la inquietud por comprender cómo programas de saberes científicos, programas de Gobierno, normas e instituciones configuran al sujeto de intervención. Así, estos capítulos levantan distintas interrogantes respecto a la función y límites de la institución, a sus efectos en la subjetividad y en los procesos de investigación.

El capítulo de Ximena Carrasco gira en torno a los procesos de subjetivación que se desprenden de la reciente implementación de la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente en Chile. La autora analiza el caso de los jóvenes infractores de ley desde las teorías de la gubernamentalidad, enfrentando un problema central en este tipo de investigación: la imposibilidad de acercarse al sujeto estudiado. ¿Cómo debe proceder la investigación cuando es interceptada por barreras institucionales? ¿Qué deberes y derechos éticos enfrenta la investigación cuando busca modos de acceso a procesos de subjetivación que ocurren detrás de los muros de la institución? ¿Qué formas deben adoptar los métodos para dar cuenta de esos focos de experiencia? Mediante un enfoque narrativo-biográfico a textos posteados por estos jóvenes en Facebook, la autora ensaya una alternativa a estas preguntas.

Para Alan Valenzuela, Álvaro Soto y Antonio Stecher, el problema de la identidad debe pensarse en relación con los contextos cambiantes que encontramos como efecto de la flexibilización laboral. Es en una ecología de interpelaciones múltiples en donde las y los trabajadores construyen una identidad laboral entendida como una narrativa que tiene como finalidad otorgar sentido a esas experiencias. Según proponen los autores, el carácter narrativo de estas identidades debe entenderse como abierto a la transformación en tanto son cristalizaciones de elementos histórica y culturalmente situados. Para ello analizan las redes de gestión que articulan a los trabajadores como actores que son interpelados constantemente respecto a su posición y sus acciones.

Finalmente, Carla Fardella, Vicente Sisto y Enrique Baleriola muestran de qué manera los estudios sociales del trabajo evidencian una preocupación por el sujeto y su conceptualización, en tanto unidad central de los procesos socio-productivos del capitalismo. La reorganización del trabajo, derivada de la transformación de las matrices socio-productivas de las últimas décadas, está condicionada a la adscripción subjetiva de la fuerza laboral. Por ello, el prototipo tradicional moderno de trabajador: individualizado, disciplinado por la institución y racional, es tensionado por expectativas como el compromiso afectivo con sus tareas o el llamado a la proactividad y la libertad. Esto no solo indica una transformación en el campo de las subjetividades laborales, sino que demanda nuevas herramientas teóricas y metodológicas para su estudio. El capítulo ofrece una discusión sobre la subjetividad laboral y presenta el shadowing (sombreo) como un diseño metodológico original y pertinente para estudiar al sujeto académico en coherencia con las transformaciones del trabajo universitario.

Los alcances del libro

Revisando mundos heteronormados, regímenes de impunidad, geometrías adultocéntricas, silenciamientos velados, trabajadores moldeados y cuantificados, más allá de binarismos –niñxs/fármacos, animal/humano, víctima/perpetrador, masculino/femenino, infracción/ley, trabajo/trabajador–, este libro invita a pensar los espacios actuales de aparición de sujeto(s) como ontologías relacionales. ¿Cómo podríamos entender a Antonia –una niña diagnosticada con déficit atencional– separada o recortada de Josefina, su compañera de banco, que sostiene y acoge su “ser traspapelado”? ¿Cómo pensarnos sino en relación a las formas que proveemos para convivir con otras especies? ¿Cómo no pensarnos en el mestizaje, en lo kiltro, en lo trashumante, en lo liminal? ¿Cómo pensar a los desaparecidos sino con sus familiares que les reclaman, y que nos urgen a comprender que la no repetición de aberrantes crímenes de Estado pasa por asumir que sus muertos nos pertenecen a todos? ¿Cómo no asumir que pensar sujetos implica, a veces, mirar de frente a lo inhumano? ¿Cómo registrar los instantes de fuga de las subjetividades ideales?

Así también, las investigaciones aquí reportadas empujan a pensar las fronteras como costuras, a transitar por la norma para disputarla en su ley, a explorar los intersticios, a aceptar la imprecisión de los fenómenos, a seguir la agencia de entidades sutiles y a rastrear la actividad de dispositivos variables y difusos. Empujan, en definitiva, a abrir las ciencias sociales a espacios de indeterminación; a modos friccionados, irritados y discontinuos de aparecer; a prácticas de cuidado, conmiseración y denuncia. A nuestros afectos e irritaciones. Y, por cierto, a seguir disputando modos hegemónicos de ser y aparecer, incluyendo la propia persona del autor. De este modo, el libro intenta contribuir a la práctica de una ciencia social especulativa, abierta a la invención de otros futuros y otras realidades (Wilkie, Savransky y Rosengarten 2017), capaz de ampliar el espacio intelectual y “generar lugar” (Ahmed 2017) para acoger la diversidad de formas de devenir que componen nuestros escenarios sociales contemporáneos.

Indudablemente, una apuesta como la que realiza este libro también actualiza el acercamiento a la ética de la investigación. Abandonar los presupuestos del hombre moderno, del humanismo, de aquellas subjetividades unificadas, centradas y homogéneas implica un desplazamiento a aquello que Elizabeth Grosz (2017) denomina como ontoética. En diversas intensidades y modos, las y los autores se preguntan respecto a lo que el mundo podría ser. Es un modo experimental de investigar, que se orienta a pensar más allá de las relaciones de lo humano con lo humano, o de lo humano en el mundo, y explora las co-afectaciones de lo humano con el mundo y cómo estas vinculaciones pueden florecer en diversos aspectos y cobrar distintas formas. Ontoética en tanto que, como dice Grosz, trata de hacerse cargo de la pregunta respecto a cómo actuar en el presente de modo tal que permita producir un futuro diferente, uno que no replique las limitaciones e injusticias del presente.

Así, una sensibilidad compartida recorre estos capítulos. A través de las diversas investigaciones pueden apreciarse intentos por remendar, atender, sanar, registrar y, en última instancia, cuidar de mundos y formas de vida que requieren de nuestra colaboración para resistir esa lenta violencia y olvido que amenazan constantemente su existencia (Nixon 2019). De este modo, cada intento por producir conocimientos con los diversos actores que en este libro son visitados es, finalmente, una apuesta por producir mundos menos descuidados. Cada aventura emprendida y registrada en estas páginas es, siguiendo a Puig de la Bellacasa (2017), un intento por disputar los valores éticos-hegemónicos que normalmente rigen nuestras investigaciones ya que, después de todo, ¿tiene sentido pensar desde una posición que sea ajena y extranjera a los mundos que nos gustaría ver transformados? Por lo pronto, estos capítulos comparten un modo más explícito de vinculación con las políticas de producción, a la vez que transparentan y se hacen responsables de los efectos políticos, éticos y afectivos de la investigación.

 

1 Importa qué materias usamos para pensar otras materias, importa qué historias contamos para contar otras historias con ellas, importa qué nudos anudan los nudos, qué pensamientos piensan los pensamientos, qué descripciones describen las descripciones, qué lazos enlazan los lazos. Importa qué historias hacen mundos, qué mundos hacen historias.

Referencias

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PRIMERA PARTE

EXISTENCIAS Y SUJETOS LIMINALES

Performación de sujetos de la violencia política mediante la genealogía de dispositivos

Oriana Bernasconi R.

Introducción

En este capítulo describo el enfoque performativo y la estrategia de la genealogía de dispositivos como una alternativa para el estudio empírico del sujeto y las formas de sociabilidad, agencia, conocimiento e identidad que se organizan en torno a él. Esta perspectiva surge de mi interés por examinar a los sujetos des(figurados) por la violencia política, más allá del paradigma dominante: el de la víctima.

La víctima es un tipo de subjetividad relativamente nuevo, constituido en el daño o vulneración y en la intervención destinada a repararlos. La “victimidad” es también un enfoque para pensar a los sujetos afectados por la violencia y la vulnerabilidad (Butler 2006, Gatti 2017). Si bien el enfoque de la víctima es fructífero para calificar y reparar a los afectados y sancionar a los responsables, presenta limitaciones desde el punto de vista de los sujetos y el mundo social que produce. En primer lugar, suele operar subsumido a los objetivos del régimen posviolencia que ayuda a crear y a la necesidad de reconstruir la nación (Wilson 2011, Tejero 2014, Mora Gámez 2016), reconociendo y restituyendo los derechos de las víctimas (Humphrey 2003) y ejerciendo justicia en contextos “transicionales”. Segundo, y por este mandato, tiende a asumir una visión individualista del blanco de la violencia, disolviendo el rol de la colectividad en su gestión y resistencia y oscureciendo aquellas situaciones y sujetos marginados del proceso de clasificación (compañeros de partido, de organización, familiares, colegas, etcétera). Tercero, comúnmente los informes de verdad excluyen de su tarea mencionar a los responsables y juzgar los eventos en cuestión. Estos encuadres limitan el abordaje de las situaciones históricas, las relaciones y prácticas sociales y las causas políticas desde un plano de defensa de un proyecto colectivo, familiar o personal (Jelin 2014, 157). Cuarto, es un enfoque que tiende a desconocer la capacidad de modelación de la propia violencia de quienes son sometidos a ella y los efectos de la violencia sobre la subjetividad: si las víctimas se consideran a sí mismas como tales o más bien como héroes, guerrilleros, activistas o víctimas simultáneas de otras vulneraciones como la marginalidad o la discriminación (Butler, Gambetti y Sabsay 2016, Butler y Athanasiou 2013); y cuál es, a su parecer, la experiencia de la “victimidad”. Quinto, por el predominio de lógicas sobre-legalistas y/o factual-forenses (Posel 1999, Buur 1999), el estatus de víctima ancla la condición al evento traumático, reduce lo que sucede al lenguaje del síntoma y excluye la problematización del proceso vital posterior al evento. En suma, la víctima suele aparecer como una entidad singular, “actuada” por la violencia (ya doblegada), abstraída de la lucha ideológica de la que es efecto, y desprovista de agencia y de política. Fassin y Rechtman (2007) critican, además, la capacidad heurística y política de este paradigma, toda vez que la condición de víctima se habría extendido al sujeto moderno en general, no solo porque luego de los ataques a las torres gemelas todos somos potenciales víctimas, sino porque el lenguaje de la “victimidad” se ha instalado hasta en el repertorio discursivo de quienes practican la guerra.

Sin desconocer la figura de la víctima, he intentado avanzar en la formulación y uso de una conceptualización y estrategia analítica más comprehensiva para el estudio de los sujetos de la violencia política, que permita recuperar los espacios de resistencia, agencia, subjetividad y socialidad, así como los proyectos políticos y societales opacados en el paradigma de la víctima, ampliando la problematización hacia otros actores y procesos, más allá de la díada perpetrador-víctima, de modo de proponer otras memorias e instrumentos para construirlas. El enfoque de la performación de los sujetos de la violencia política mediante la estrategia de la genealogía de dispositivos, se inscribe en este interés. Desde él concibo a los sujetos de la violencia política como el blanco de la acción iterativa de una multiplicidad de elementos heterogéneos, movilizados en una lucha performativa trazable en el marco de una comprensión procesual de la violencia estatal y su resistencia.

El producto de ejercicios genealógicos sobre la performación de sujetos es un relato abierto que no aspira a agotar el repertorio de dispositivos intervinientes ni identificar relaciones causales o leyes, pero sí a señalar el carácter plural de estos sujetos, identificar en el tiempo la red de elementos y prácticas que los sostienen, describir los mecanismos de operación de las tecnologías que articulan conductas y saberes específicos en torno a ellos, analizar cómo son objetivados y subjetivados, definidos con más o menos agencia, capacidades, estatus –e incluso moral– y trazar los efectos que sus (des)figuraciones provocan en el tejido social.

En este capítulo expongo este enfoque recurriendo a la figura del detenido desaparecido por la Dictadura cívico-militar de Pinochet, que analicé con la lingüista Marcela Ruiz (2018). Sistematizo y comento aquí los procesos metodológicos, analíticos y éticos que fuimos articulando ante el desafío de trazar –mediante investigación de archivos– las inscripciones que han investido a este sujeto no sobreviviente del terrorismo estatal. Describiré un enfoque en desarrollo, inmanente, producido al tiempo que íbamos definiendo el objeto de estudio y que, como dice Cerrutti, es “partícipe de las formaciones culturales que analiza y de las prácticas que problematiza” (Cerrutti 2015, 13).

Comienzo presentando los principales conceptos y herramientas movilizados para conducir la investigación social mediante este enfoque, en el contexto de mi propio desarrollo en el campo de la sociología del sujeto, en general, y de la sociología de los sujetos de la violencia política, en particular. Luego describo la trastienda de nuestro proceso investigativo para el caso de el/la detenido/a desaparecido/a, reparando en asuntos metodológicos, éticos, políticos y analíticos, en el contexto de una indagación interdisciplinar en archivos. Termino reflexionando sobre los alcances de este tipo de investigación para el estudio de sujetos (des)figurados por la violencia de Estado y, de modo más amplio, para el campo de los estudios de sujetos y subjetividades.

 

Construyendo el objeto

A mi juicio, la práctica investigativa en ciencias sociales no se reduce a las estrategias y procedimientos con que sometemos a examen a un corpus determinado de datos; ella pasa también, en primera instancia, por la definición que hacemos del objeto de estudio y por lo que apostamos que podemos decir de esa entidad provistos del conjunto de herramientas, preguntas e intereses con que nos acercamos a ella. De ahí que en ocasiones como esta, hablar de enfoque metodológico me parece restrictivo y prefiera utilizar la noción de enfoque epistémico o, incluso, de enfoque onto-epistémico para explicar mis investigaciones.

Mi trabajo (Bernasconi 2015, 2016, Bernasconi, Ruiz y Lira 2018, Bernasconi y Ruiz 2018, Ruiz y Bernasconi 2019, Bernasconi, López y Ruiz 2019), ha venido promoviendo el desplazamiento de los estudios sobre individuos, sujetos y subjetividades desde una matriz antropocéntrica, dialéctica y modernista, donde este fenómeno es concebido como propiedad inherente de un actor humano individual o un producto de estructuras materiales o discursivas (por ejemplo, instituciones o ideologías), para observarlo desde perspectivas post-antropocéntricas, poshumanas, simétricas y pragmáticas (Gomart y Hennion 1999, Hennion 2007, Mol 2002, 2008, Barad 2007, Blackman et al. 2008). Sujeto, desde mi perspectiva, no “refiere al producto de la psyche o del lenguaje”, sino al blanco de la acción de distintos regímenes y sus consiguientes prácticas, estrategias, actores, lógicas de acción, racionalidades y tipos de conocimiento espaciotemporal situados. Sujeto es, para mí, el efecto de condiciones contingentes y diversas que requieren ser exploradas en relación. Desde estas coordenadas, he intentado promover la extensión del campo de estudio de los sujetos y las subjetividades desde la pregunta clásica sobre la emergencia del sujeto (abordada generalmente como un asunto de producción y/o reproducción) hacia cuestiones relativas a sus condiciones de existencia, estabilización, sostenimiento y distribución (Haraway 1991, Callon y Law 1997, Thrift 2008, García 2010, Arruda 2011, Callus y Herbrechter 2012).

En el artículo “A performative and genealogical approach to the liminal subject’s social sustenance: the case of the disappeared detainee in Chile” (Una aproximación performativa y genealógica al sostenimiento social del sujeto liminal: el caso del detenido desaparecido en Chile), nos propusimos analizar cómo la sociedad chilena ha sostenido al detenido desaparecido, el sujeto que la literatura denomina como la figura total de la violencia política (Arendt 1973, Gatti 2008, 2011).

La práctica de la desaparición forzada, otrora en los márgenes sociales, fue utilizada fuera de toda ley y de modo sistemático durante los años setenta y ochenta por las dictaduras cívico- militares en el cono sur americano para “exterminar” a los actores políticos, instituyendo con ello, un nuevo tipo de sujeto: el desaparecido. En Chile, recordemos, aún se desconocen las causas y circunstancias de muerte así como el destino final de los cuerpos en el 87 % de los casos de desapariciones producidos por la Dictadura. La violencia estatal, de género, los conflictos armados, las narco-guerras y varias combinaciones entre estas, han terminado por expandir este tipo social por América, hoy por hoy, el continente de las desapariciones. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica en Colombia, habría más de 81,000 desaparecidos producto del conflicto armado, la mitad producidos en los últimos diez años. Y, pese a los acuerdos de paz firmados en 2016, las desapariciones no han cesado. En 2018 desaparecieron en promedio diecisiete personas por día en ese país. Guatemala, El Salvador, México, Brasil, Uruguay, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Perú, también registran cientos y miles de ciudadanos abducidos, cancelados, “tragados” o “chupados” por violencias de distinto tipo.

En el caso chileno, pero también en las sociedades hermanas, desde la perpetración del crimen, hace más de cuatro décadas, este sujeto no sobreviviente del terrorismo de Estado, ha sido sistemáticamente actuado y hablado por otros que han disputado su figuración en el intersticio entre vida y muerte. Esta constatación permite proponer un ejercicio sociológico para el estudio de un sujeto que es, al mismo tiempo, evidencia de una modalidad de violencia radical, y de la productividad de procesos de contestación social que buscan contrarrestar los intentos por extirpar ciudadanos de la faz de la tierra, otorgándoles persistencia social y temporal.