El fin del imperio cognitivo

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Introducción
¿POR QUÉ LAS EPISTEMOLOGÍAS DEL SUR? CAMINOS ARTESANALES PARA FUTUROS ARTESANALES

Las epistemologías del Sur se refieren a la validación de conocimientos basados en las experiencias de resistencia de todos los grupos sociales que han sido sistemáticamente víctimas de la injusticia, la opresión y la destrucción causadas por el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Denomino Sur antiimperial al amplio y muy diverso campo de esas experiencias. Se trata de un Sur epistemológico, no geográfico, formado por muchos Sures epistemológicos que tienen en común el hecho de ser conocimientos nacidos en luchas contra el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Se producen allí donde ocurren esas luchas, tanto en el norte geográfico como en el sur geográfico. El objetivo de las epistemologías del Sur es permitir que los grupos sociales oprimidos representen el mundo como suyo y en sus propios términos, pues solo de ese modo serán capaces de transformarlo de acuerdo con sus propias aspiraciones. Teniendo en cuenta el desarrollo desigual del capitalismo y la persistencia del colonialismo occidentalocéntrico, el Sur epistemológico y el sur geográfico se superponen parcialmente, sobre todo en lo que respecta a los países que estuvieron sometidos al colonialismo histórico. Sin embargo, dicha superposición apenas es parcial, no solo porque las epistemologías del Norte también florecen en el sur geográfico (es decir, el sur imperial, las «pequeñas Europas» epistemológicas que se encuentran, y que frecuentemente son dominantes, en América Latina, el Caribe, África, Asia y Oceanía), sino también porque el Sur epistemológico, a su vez, se encuentra en el norte geográfico (Europa y América del Norte), en muchas de las luchas contra el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado que se dan allí, protagonizadas por trabajadores precarios, inmigrantes, víctimas de xenofobia, afrodescendientes víctimas de racismo, musulmanes pobres víctimas de islamofobia, refugiados víctimas del «fascismo del apartheid»1, mujeres víctimas de violencia doméstica y otras formas de violencia, población LGTBI víctima de homofobia, etcétera.

Las epistemologías del Sur se refieren a los conocimientos que surgen de las luchas sociales y políticas y son indisociables de dichas luchas. Por consiguiente, no se trata de epistemologías en el sentido convencional del término. Su objetivo no es estudiar el conocimiento o la creencia justificada como tales, y mucho menos el contexto social e histórico en el que ambos surgen (la epistemología social es un concepto igualmente controvertido). Más bien se trata de identificar y valorar lo que muchas veces ni siquiera figura como conocimiento conforme a las epistemologías dominantes, la dimensión cognitiva de las luchas de resistencia contra la opresión y contra el conocimiento que legitima esa misma opresión. Muchas de esas formas de conocimiento no configuran conocimientos pensados como actividad autónoma y sí conocimientos generados y vividos en prácticas sociales concretas. Las epistemologías del Sur ocupan el concepto de epistemología para resignificarlo como instrumento de interrupción de las políticas dominantes y de los conocimientos que las sostienen. Son epistemologías experienciales2. Las epistemologías del Sur existen solo y en la medida en que existen las epistemologías del Norte. Hoy en día, las epistemologías del Sur existen para que en el futuro dejen de ser necesarias.

Ocupar la epistemología

El término epistemología corresponde, a grandes rasgos, a lo que en alemán se denomina Erkenntnistheorie o Erkenntnislehre. Centrada al principio en la crítica del conocimiento científico, actualmente la epistemología tiene que ver con el análisis de las condiciones de producción e identificación del conocimiento válido, así como de la creencia justificada. Por consiguiente, posee una dimensión normativa. En este sentido, las epistemologías del Sur desafían las epistemologías dominantes en dos niveles diferentes. Por un lado, consideran crucial la tarea de identificar y discutir la validez de conocimientos y modos de saber no reconocidos como tales por las epistemologías dominantes. De este modo, se concentran en conocimientos «inexistentes», considerados así por el hecho de no producirse de acuerdo con metodologías aceptables, o incluso inteligibles, o porque quienes los producen son sujetos «ausentes», sujetos concebidos como incapaces de producir conocimiento válido debido a su falta de preparación, o incluso debido a su condición no plenamente humana. Las epistemologías del Sur tienen que proceder de acuerdo con aquello que denomino sociología de las ausencias; en otras palabras, transformar sujetos ausentes en sujetos presentes como condición imprescindible para identificar y validar conocimientos que pueden contribuir a reinventar la emancipación y la liberación sociales (Santos, 2014a, 2017a). Las epistemologías del Sur evocan necesariamente otras ontologías (revelando diferentes maneras de ser, las de los pueblos oprimidos y silenciados, pueblos que han sido radicalmente excluidos de las maneras dominantes de ser y conocer). Teniendo en cuenta que esos sujetos se producen como ausentes a través de relaciones de poder muy desiguales, rescatarlos es un gesto eminentemente político. Las epistemologías del Sur inciden en procesos cognitivos relacionados con el significado, la justificación y la orientación en la lucha puestos a disposición por quienes resisten y se rebelan contra la opresión. La cuestión de la validez surge a partir de esa fuerte presencia. El reconocimiento de la lucha y de los respectivos protagonistas es un acto de preconocimiento, un impulso intelectual y político pragmático que implica la necesidad de examinar la validez del conocimiento que circula en el marco de la lucha o que la propia lucha genera. Por otro lado, los sujetos rescatados o revelados, o hechos presentes, son muchas veces sujetos colectivos, lo que altera completamente la cuestión de la autoría del conocimiento y, por tanto, la cuestión de la relación entre el sujeto que conoce y el objeto del conocimiento. Estamos ante procesos de lucha social y política en los que un tipo de conocimiento que muchas veces no posee un sujeto individualizable se vive de manera performativa.

Los conocimientos rescatados por las epistemologías del Sur son técnica y culturalmente intrínsecos a determinadas prácticas —las prácticas de la resistencia contra la opresión—. Existen incorporados en prácticas sociales. En la mayoría de los casos surgen y circulan de forma despersonalizada, aunque ciertos individuos en el grupo tengan un acceso privilegiado a esos conocimientos y los formulen con mayor autoridad (esta cuestión se desarrolla más adelante). Conforme con los hechos y teniendo en cuenta los usos de la lengua, se puede pensar que se trata de saberes y no de conocimientos. Esta distinción solo existe en algunas lenguas, en las latinas, por ejemplo, lo que, por sí solo, plantea un desafío a la traducción intercultural, que se discutirá más adelante. Para las epistemologías del Sur el conocimiento y el saber deben entenderse casi como sinónimos, como términos que se pueden usar permutablemente aunque las diferencias sutiles entre ellos se manifiesten en el uso de la lengua. Estas diferencias sutiles se basan en el propio origen etimológico de ambas palabras. Conocer, del latín cognoscere, que procede del griego gnosis + cum, significa «obtener conocimiento de, pasar a tener conocimiento de a través del ejercicio de las facultades cognitivas». Es por ello que se trata de un proceso acentuadamente intelectual. A su vez, saber, del latín sapere, significa «tener conocimiento como si se sintiera mediante el gusto» (de sapio, «tener gusto, tener buen paladar, tener olfato»). Sabor tiene exactamente la misma etimología que saber. Por detrás de esta distinción (conocer con la razón, saber con el cuerpo y los sentidos), me parece que también existe la distinción fatal en la cultura occidental, a partir de Platón y Aristóteles, entre razón y cuerpo, una distinción exacerbada por el cristianismo, que separó inmediatamente el cuerpo del alma. La tensión creada entonces en la cultura occidentalocéntrica quizás explique la razón por la que el término conocimiento se aproxima fácilmente al de ciencia, del latín scientia, de scire, «saber», que seguramente al principio significaba «distinguir, separar cosas», de la raíz indoeuropea, skei, «cortar, separar». Mientras que saber se aproxima a sabiduría y sagacidad (prudencia)3. A lo largo de este libro, saberes surge frecuentemente como un término más abarcador que conocimiento(s). Sin embargo, son equivalentes. Es por ello que hablo de conocimientos nacidos o aprendidos en las luchas y de ecología de saberes.

Foucault (1969) puso de relieve esta distinción entre saberes y conocimiento, aunque aquí se ha interpretado de manera diferente. Según Foucault, el saber implica un proceso colectivo, anónimo, algo no dicho, un a propri histórico-cultural accesible solo a través de la arqueología de los saberes. Sin embargo, los saberes que tienen que ver con las epistemologías del Sur no son a priori culturales; en otras palabras, lo no dicho de Foucault. Como mucho, serán los no dichos de esos no dichos, es decir, los no dichos que surgen de la línea abisal que separa en la modernidad occidentalocéntrica las sociedades y las sociedades metropolitanas y coloniales. Foucault ignoró esa línea abisal, el fiat epistemológico más fundamental de la modernidad occidental que, como veremos más adelante, sobrevivió al fin del colonialismo histórico. Las disciplinas de Foucault se basan tanto en las experiencias del lado metropolitano de la sociabilidad moderna como en los no dichos culturales que él identifica. Las disciplinas son falsamente universales no solo porque se «olvidan» activamente de los respectivos no dichos culturales, sino porque, como sus no dichos culturales, no consideran las formas de sociabilidad existentes en el otro lado de la línea, en el lado colonial. Lo no dicho foucaultiano es, por tanto, tan falsamente común a la modernidad y tan eurocéntrico como la idea kantiana de racionalidad como emancipación con relación a la naturaleza. Esta misma forma de racionalidad relacionaba con la naturaleza a las personas y las sociabilidades existentes en el otro lado de la línea, en la zona colonial. Es evidente que tanto la filosofía de Kant como la de Foucault representan importantes avances respecto a la tabula rasa de Locke, teoría según la cual el conocimiento surge de la nada. En vez de la tabula rasa, ambos filósofos propusieron presupuestos o «a prioris» que, según ellos, condicionan toda la experiencia humana contemporánea. Sin embargo, «toda esa experiencia» considerada por ellos era una experiencia intrínsecamente truncada, puesto que se había construido sin considerar, o incluso para no considerar, la experiencia de quien se situaba en el otro lado de la línea abisal, la gente colonial. Si pretendiéramos formular las epistemologías del Sur en términos foucaultianos, lo que no es mi intención, diríamos que estas tienen en el punto de mira la arqueología de la arqueología de saberes.

 

Durante todo el siglo pasado, las epistemologías feministas nortecéntricas llevaron a cabo una ocupación inicial de las versiones dominantes de las epistemologías del Norte. Mostraron que la idea de conocimiento concebido como independiente de la experiencia del sujeto de conocimiento, sobre la base del cual, especialmente después de Kant, se estableció la distinción entre epistemología, ética y política, era la traducción epistemológica, y la consiguiente naturalización, del poder político y social masculino. La perspectiva universal, así como la de la mirada de Dios, era el otro lado de la perspectiva de ninguna parte. Esas epistemologías feministas, que le deben tanto a Foucault, defienden la naturaleza situada y posicional del conocimiento y la implicación mutua del sujeto y del objeto de conocimiento. Sin embargo, esa ocupación solo fue parcial, puesto que no se quejaba de la primacía del conocimiento como práctica aislada. Así pues, no sorprende que las epistemologías feministas nortecéntricas hayan presionado a las epistemologías del Norte hasta el límite y, pese a ello, se hayan mantenido dentro de esos mismos límites. De este modo, funcionaron como crítica interna, como varias otras que mencionaré en este libro. Sin embargo, fueron de vital importancia al crear un espacio para el surgimiento de epistemologías feministas surcéntricas, que van más allá de los mencionados límites, y produjeron críticas externas con relación a las epistemologías del Norte. De este modo, se transformaron en un componente constitutivo de las epistemologías del Sur, como se muestra más adelante.

Antes de identificar los varios grados de diferencia entre las epistemologías del Sur y las epistemologías del Norte, es necesario responder a las siguientes preguntas: ¿acaso existen juegos especulares entre las epistemologías del Sur y las epistemologías del Norte que se deban evitar? ¿Podremos construir un espacio común amplio basado en la alteridad, en el reconocimiento del ser otro?

El peligro de las imágenes especulares

Al comparar las epistemologías del Sur con las epistemologías del Norte es fácil caer en la tentación de la imagen reflejada, que tiene mucho que ver con la estructura dualista binaria de la imaginación occidental. Las corrientes dominantes de las epistemologías del Norte se concentraron en la validez privilegiada de la ciencia moderna, que se desarrolló predominantemente en el Norte global desde el siglo XVII. Dichas corrientes se basan en dos premisas fundamentales. La primera es la de que la ciencia que se basa en la observación sistemática y en la experimentación controlada es una creación específica de la modernidad occidentalocéntrica, radicalmente distinta de otras «ciencias» originarias de otras regiones y otras culturas del mundo. La segunda premisa es la de que el conocimiento científico, teniendo en cuenta su rigor y su potencial instrumental, es radicalmente diferente de otros saberes, ya sean laicos, populares, prácticos, de sentido común, intuitivos o religiosos.

Ambas premisas contribuyeron a reforzar el excepcionalismo del mundo occidental con relación al resto del mundo, y, por la misma razón, a la determinación de la línea abisal que separaba, y sigue separando, las sociedades y las sociabilidades metropolitanas de las coloniales. Ambas premisas se examinaron críticamente, y esa crítica ha acompañado, en efecto, el desarrollo científico desde el siglo XVII. En gran parte, se trata de una crítica interna, elaborada en el marco del propio mundo cultural occidental y de los respectivos presupuestos. El caso de las teorías de Goethe sobre la naturaleza y el color es singular, ya que es un ejemplo de esos enfoques iniciales. El autor alemán tenía el mismo interés en el desarrollo científico que sus contemporáneos, pero opinaba que las corrientes dominantes, cuyo origen se remonta a Newton, estaban totalmente equivocadas. Goethe oponía el empirismo artificial de las experiencias controladas a lo que llamaba el empirismo delicado (zarte Empirie), «el esfuerzo para entender el significado de una cosa a través de una mirada y una visión prolongadas y empáticas basadas en la experiencia directa» (Seamon y Zajonc, 1998: 2)4.

En un libro anterior tuve la oportunidad de analizar algunas dimensiones de la crítica interna dirigida a la ciencia occidental moderna por las diversas corrientes de la epistemología crítica, así como por la sociología de la ciencia y por los estudios sociales de la ciencia (Santos, 2007b). Las epistemologías del Sur van más allá de la crítica interna. Más que una orientación crítica, sobre todo están interesadas en formular alternativas epistemológicas que puedan reforzar las luchas contra el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. En este sentido, la idea de que no existe justicia social sin justicia cognitiva genera, de acuerdo con lo referido antes, la idea de que no necesitamos alternativas; lo que realmente necesitamos es un pensamiento alternativo de las alternativas.

Al igual que en el caso de las epistemología del Sur, no existe una epistemología del Norte única. Existen varias, aunque algunos de sus presupuestos básicos sean, en general, los mismos5: prioridad absoluta dada a la ciencia por ser un conocimiento riguroso; rigor, entendido como determinación; universalismo, entendido como una peculiaridad de la modernidad occidental y referente a cualquier entidad o condición cuya validez no es dependiente de ningún contexto social, cultural o político concreto; verdad, entendida como la representación de lo real; una distinción entre sujeto y objeto, el que conoce y el que es conocido; la naturaleza como res extensa; la temporalidad lineal; el progreso de la ciencia a través de las disciplinas y la especialización; la neutralidad social y política como condición de objetividad.

Desde el punto de vista de las epistemologías del Sur, las epistemologías del Norte contribuyeron crucialmente a convertir el conocimiento científico desarrollado en el Norte global en el modo hegemónico que tiene el Norte global de representar el mundo como suyo y, por este medio, de transformarlo de acuerdo con sus propias necesidades y ambiciones. De este modo, el conocimiento científico, combinado con la superioridad del poder económico y militar, atribuyó al Norte global el dominio imperial del mundo en la era moderna hasta nuestros días.

Las epistemologías del Norte tienen como premisa una línea abisal que separa las sociedades y las formas de sociabilidad metropolitanas de las sociedades y formas de sociabilidad coloniales, y según la cual lo que es válido, normal o ético del lado metropolitano de dicha línea no se aplica en el lado colonial de la misma6. El hecho de que esa línea sea tan básica como invisible permite la existencia de falsos universalismos que se basan en la experiencia social de las sociedades metropolitanas y que se destinan a reproducir y a justificar el dualismo normativo metrópolis/colonia7. Estar en el otro lado, en el lado colonial, de la línea abisal equivale a ver cómo el conocimiento dominante impide representar el mundo como propio y en los propios términos. En eso radica el papel crucial de las epistemologías del Norte de contribuir a la reproducción del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Las epistemologías del Norte conciben el Norte epistemológico eurocéntrico como la única fuente de conocimiento válido, indiferentemente del punto geográfico en el que se produzca ese conocimiento. En la misma medida, se entiende el Sur, es decir, lo que se halla en el «otro» lado de la línea, como el reino de la ignorancia8. El Sur es el problema; el Norte es la solución. En consecuencia, la única comprensión válida del mundo es la comprensión occidental del mundo.

El sociólogo indio J. P. S. Uberoi formula de manera elocuente la alienación, el extrañamiento con relación a uno mismo, y la subordinación mental que este estado de cosas provoca en las poblaciones no occidentales, incluyendo a científicos sociales no occidentales. Las palabras de este autor merecen citarse extensamente, ya que, pese a estar escritas en 1978, dudo que la situación que describen haya cambiado drásticamente:

A través de la aplicación de dichos medios se puede hacer que parezca que solo hay un tipo de ciencia, la ciencia occidental moderna, que hoy en día tiene el poder de mandar en el mundo. Ese conocimiento científico y racional es el almacén de la verdad, que existe por sí mismo y es sui generis, al no haber ningún otro del mismo tipo. Al resto se le da, en el mejor de los casos, el nombre simpático de «etnociencia» y, en el peor, de superstición falsa y de ignorancia de lo más sombría. La lógica implacable de esta situación general de sufrimiento espiritual, que ha prevalecido de manera consistente en el mundo no occidental desde 1550, o 1650, o cualquier otra fecha histórica parecida, produce inevitablemente en mí, por ejemplo, un vergonzoso complejo de inferioridad que creo que nunca seré capaz de superar, ya sea solo o en buena compañía. Se trata de una situación falsa que destruye completamente cualquier originalidad científica. Con un único golpe es capaz de matar toda la alegría interior del entendimiento, tanto individual como colectivo, que es la única cosa que sostiene verdaderamente el trabajo intelectual local. Es verdad que, en la naturaleza de las cosas, no existe ninguna razón por la que esa relación subordinada y colonial, más o menos interrumpida en el marco político alrededor de 1950, se siga verificando aún en la ciencia. Por lo que sé, la situación no ha mejorado del todo, cuando se da el supuesto de la existencia de dos tipos de teorías diferentes, las importadas y las heredadas, que se mantienen de algún modo unidas entre ellas, uno de los tipos para fines científicos y otro para fines no científicos. Me parece que esto solo sustituye el problema de la mente subordinada por el de la autoalienación intelectual; y yo no sé cuál de ellos es peor. En mi opinión, este es el principal problema de toda la vida intelectual en la India moderna y en el mundo no occidental (1978: 14-15).

Sin embargo, el Sur antiimperial, el Sur de las epistemologías del Sur, no es la imagen invertida del Norte de las epistemologías del Norte. Las epistemologías del Sur no tienen como objetivo sustituir a las epistemologías del Norte ni situar el Sur en el lugar del Norte. El objetivo es superar la dicotomía jerárquica entre el Norte y el Sur. El Sur que se opone al Norte no es el Sur constituido por el Norte como víctima y sí el Sur que se rebela para superar el dualismo normativo vigente. La cuestión no consiste en borrar las diferencias entre el Norte y el Sur y sí en borrar las jerarquías de poder que los habitan. Las epistemologías del Sur afirman y valoran así las diferencias que permanecen tras la eliminación de las jerarquías de poder. Lo que pretenden es un cosmopolitismo subalterno, de la base al punto más alto. En vez de la universalidad abstracta, promueven la pluriversalidad. Se trata de un tipo de pensamiento que promueve la descolonización potenciadora de pluralismos articulados, y formas de hibridación liberadas del impulso colonizador que en el pasado los orientó, como la criollización y el mestizaje. Esta liberación solo es posible mediante la traducción intercultural a tenor de las epistemologías del Sur.

 

Las epistemologías del Sur pretenden mostrar que los criterios dominantes del conocimiento válido en la modernidad occidental, al no reconocer como válidos otros tipos de conocimiento más allá de los producidos por la propia ciencia, originaron un epistemicidio masivo, es decir, la destrucción de una enorme variedad de saberes que prevalecen sobre todo en el otro lado de la línea abisal: en las sociedades y sociabilidades coloniales. Dicha destrucción desarmó esas sociedades e hizo que estas se volvieran incapaces de representar el mundo como suyo y en sus propios términos y, por tanto, incapaces de considerar el mundo como susceptible de sufrir cambios mediante su propio poder y en el sentido de proseguir sus propios objetivos. Esa tarea es tan importante hoy en día como lo fue durante el colonialismo histórico, puesto que la desaparición de este no implicó el fin del colonialismo como forma de sociabilidad basada en la inferioridad étnico-cultural e, incluso, ontológica, del otro; aquello que Aníbal Quijano denomina colonialidad (2005). La colonialidad del conocimiento (así como la del poder) sigue siendo el instrumento fundamental para la expansión y el refuerzo de las opresiones generadas por el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. En realidad, la colonialidad es la continuación del colonialismo mediante otros medios, es otro tipo de colonialismo. Es por ello que prefiero seguir hablando de colonialismo para caracterizar lo que Quijano define como colonialidad, puesto que no hay ninguna razón analítica para reducir el colonialismo al tipo específico de colonialismo que fue el colonialismo histórico caracterizado por la ocupación territorial llevada a cabo por una potencia extranjera. Al contrario de lo que se piensa vulgarmente, la independencia política de las colonias europeas no significó el fin del colonialismo, tan solo significó la sustitución de un tipo de colonialismo por otros (colonialismo interno, neocolonialismo, imperialismo, racismo, xenofobia, etcétera).

Rescatar los saberes suprimidos, silenciados y marginados requiere la práctica de lo que he denominado «sociología de las ausencias», un procedimiento destinado a mostrar que, dada la resiliencia de la línea abisal, muchas prácticas, saberes y agentes que existen en el otro lado de dicha línea son de hecho activamente producidos como inexistentes por los saberes «de este» lado de la línea abisal. La identificación de la existencia de la línea abisal es el impulso fundador de las epistemologías del Sur y de la descolonización del conocimiento que tienen en el objetivo de emprender. Identificar la línea abisal es el primer paso para superarla, tanto en el ámbito epistemológico como en el político. Identificar y denunciar la línea abisal permite abrir horizontes con relación a la diversidad epistemológica del mundo. En el ámbito epistemológico, dicha diversidad se traduce en aquello que defino como «ecología de saberes»; en otras palabras, el reconocimiento de la copresencia de diferentes saberes y la necesidad de estudiar las afinidades, las divergencias, las complementariedades y las contradicciones que existen entre ellos, a fin de maximizar la eficacia de las luchas de resistencia contra la opresión.