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Un Rastro de Muerte: Un Misterio Keri Locke – Libro #1

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CAPÍTULO CINCO

Lunes

Al atardecer

Keri condujo el Prius, con Ray en el asiento de pasajero, mientras seguían a la patrulla que ella había llamado para trasladar a Rivers a comisaría. Keri escuchaba en silencio mientras Ray atendía el teléfono.

La capitana a cargo de la División Los Ángeles Oeste era Reena Beecher, quien sería puesta al tanto de la situación por el jefe de la Unidad de Delitos Mayores de la División Pacífico, el teniente Cole Hillman, jefe de Keri y Ray. Era él a quien Ray estaba informando. Hillman, o Martillo como algunos de sus subordinados le llamaban, tenía jurisdicción sobre personas desaparecidas, homicidio, robo y crímenes sexuales.

Para Keri, no era santo de su devoción. Para ella, Hillman parecía más interesado en salvar el culo que en jugárselo todo para resolver los casos. Quizás los años de servicio le habían suavizado. No tenía escrúpulos en atacar a los detectives que no limpiaban las mesas de su lista de casos abiertos. De allí el apodo de Martillo, que parecía encantarle. Pero para la mentalidad de Keri él era un hipócrita que se cabreaba cuando no cerraban casos y se cabreaba también cuando se arriesgaban para resolver esos mismos casos. Keri pensaba que un apodo más apropiado era «imbécil». Pero ya que no lo podía llamar así, su pequeña rebelión era no llamarlo tampoco por su apodo.

Keri aceleró por las calles de la ciudad, tratando de no perder al vehículo del escuadrón que iba delante. Junto a ella, Ray resumía para Hillman el cómo una llamada al caer la tarde acerca de una adolescente, que llevaba desaparecida un par de horas, se había transformado de pronto en una situación potencial de secuestro de la hija quinceañera de un senador de los Estados Unidos. Describió el vídeo de vigilancia de la oficina de préstamos, la visita a casa de Denton Rivers (excepto algunos detalles) y todo lo que había pasado entre una cosa y la otra.

–La detective Locke y yo estamos llevando a Rivers a comisaría para hacerle más interrogatorios.

–Espera, espera —dijo Hillman—. ¿Qué está haciendo Keri Locke en este caso? Esto está muy por encima de su rango, Sands.

–Ella cogió la llamada, teniente. Y ella ha descubierto casi todas las pistas que tenemos hasta ahora. Ya casi estamos en comisaría. Le daremos más información después, señor.

–Bien. Estaré allí pronto. Tengo que llamar a la capitana Beecher de todas formas. Ella querrá un informe sobre esto. He convocado a todo el personal para una reunión en quince minutos.

Colgó sin decir nada más.

Ray se dirigió hacia Keri y dijo:

–Nos darán una patada tan pronto les demos un informe completo, pero al menos hicimos algún progreso.

Keri frunció el ceño.

–Van a cagarla —dijo.

–Tú no eres la única investigadora buena en esta ciudad, Keri.

–Ya lo sé. Estás tú también.

–Gracias por ese cumplido ligeramente condescendiente, compañera.

–No lo dudes —replicó ella y, a continuación, añadió—: No le gusto a Hillman.

–No sé nada de eso. Yo pienso que él te encuentra un poco… atrevida para ser alguien con tan poca experiencia.

–Podría ser. O podría que él es un imbécil. No pasa nada. A mí tampoco me gusta él.

–¿Por qué dices eso?

–Porque es un pelota, un chupatintas y no tiene iniciativa. Además, cuando me cruzo con él en el pasillo sus ojos no suben más allá de mi pecho.

–Oh. Bueno, si vas a reprochar eso a cada policía que lo haga, solo te quedarán imbéciles.

Keri le echó una mirada de complicidad.

–Exactamente —dijo ella.

–Intentaré no tomármelo como algo personal —dijo él.

–No seas tan sensible, Gigante de Hierro.

Él permaneció por un momento en silencio en el asiento de pasajero. Keri estaba segura de que él quería decir algo pero no estaba seguro de cómo plantearlo. Finalmente habló:

–¿Vamos a hablar de lo que pasó?

–¿Qué?

–Ya sabes, que agrediste a un menor.

–Ah, eso. Preferiría que no. Además, creo que dijiste que se dio un golpe en la cabeza con la mesita.

–Si resulta que él no está metido en esto y presenta una queja, podría haber consecuencias.

–No me preocupa.

–Bueno, pues a mí sí. Puede que sea porque estamos acercándonos al aniversario. ¿Has llamado últimamente a la Dra. Blanc?

El silencio de Keri le sirvió de respuesta.

–Quizás deberías hacerlo —dijo él en voz baja.

Keri entró en el aparcamiento de la División, poniendo fin a la conversación.

Denton Rivers fue llevado a la sala de interrogatorios mientras Keri rellenaba la denuncia de cargos contra él por robo de propiedad, concretamente del móvil de Ashley. Bastaría para retenerlo por unas pocas horas. Para entonces, con algo de suerte, habrían averiguado algo más.

Después de eso, se dirigieron a la Sala de juntas A, la gran sala donde los comandantes de guardia distribuían las tareas al comienzo de cada turno. La reunión general de Hillman estaba a punto de comenzar.

Cuando llegaron, Hillman y seis de los detectives más veteranos de la División ya estaban esperando, incluyendo dos de Homicidios. Ray encajaba bien. Keri no se sentía tan segura. Ahora mismo, con todos las miradas puestas en ella, se sentía como un bicho bajo una lupa.

«No te hagas sabotaje a ti misma. Este también es tu sitio».

El teniente Cole Hillman se levantó para hablar. Acababa de cumplir los cincuenta pero los profundos surcos en su rostro daban a entender que era un hombre que había envejecido prematuramente por las cosas que había tenido que ver en su trabajo. Empezaba a tener unas pequeñas entradas en su cabello entrecano. Tenía un pecho de barril y una ligera panza que trataba de esconder con camisas de corte amplio. Eran las siete de la tarde pasadas pero él todavía llevaba de chaqueta y corbata. Keri no recordaba haberlo visto sin ellas.

–Primero que nada, gracias por venir con tan poca antelación. Como muchos de ustedes ya saben, este caso involucra a Ashley Penn, la hija del Senador de los Estados Unidos Stafford Penn. Aunque él no fuera amigo cercano del alcalde y el gobernador, esto igualmente tendría una alta prioridad. Pero lo es, así que existe una gran presión. Podemos esperar ayuda de nuestros amigos del FBI en breve. Pero por ahora, debemos proceder como si fuera a seguir siendo nuestro caso. Por lo que yo sé, el senador no está tan seguro de que esto sea un secuestro. Él piensa que su hija está de juerga por allí. Es posible. El segmento de vídeo de ella subiéndose a la furgoneta no es concluyente. Pero hasta que sus sospechas sean confirmadas, seguiremos cada pista hasta el final, ¿comprendido?

Las cabezas asintieron y hubo un murmullo general de comprensión por parte de los allí reunidos. Hillman continuó:

–Al parecer, ha corrido la voz entre los estudiantes de la escuela de la chica, el Instituto West Venice, y esta cosa ya está empezando a inflarse en las redes sociales. Hemos recibido ya la primera llamada de sondeo de un reportero local. Para mañana por la mañana, será la historia principal en cada medio del estado. Así que voy a ser claro: cuando los medios se les acerquen, y lo harán, no tendrán comentarios. No importa quien haga la pregunta, le desviarán al agente de información pública. ¿Comprendido?

Todos asintieron.

–De acuerdo, bien —dijo Hillman—. Ahora mismo, tenemos quizás unas pocas horas de trabajo antes de que los Federales hagan valer formalmente su jurisdicción. Hagamos que valgan la pena.

Se giró entonces hacia Ray y dijo:

–Detective Sands, haga el favor de ponernos al tanto brevemente.

Ray, apoyado de una pared al fondo del salón, se movió de forma incómoda y dijo:

–Si no le importa que lo haga otro, señor, la detective Locke abrió este caso y sabe mucho más sobre él que yo. Pienso que ella está mejor preparada.

Todos miraron a Keri, de pie junto a su compañero.

Hillman frunció el ceño pero dijo:

–Detective Locke, parece ser que el tiene la palabra.

Ella sintió una tensión en el pecho. La visión de una furgoneta blanca a toda velocidad por la carretera mientras sus pies ensangrentados ardían apareció ante sus ojos en un instante fugaz.

–¿Detective Locke? ¿Está bien? —preguntó Hillman.

Ray le dio un codazo.

–Keri… —susurró.

–Sí, señor, solo estoy ordenando mis pensamientos —dijo, concentrándose de nuevo. Pensó en ir al frente de la habitación pero desechó la idea. Le gustaba tener la pared para apoyarse.

Le llevó solo un momento aplacar su nerviosismo para meterse en los detalles del caso. Les puso al día sobre lo que había ocurrido hasta el momento, más o menos en orden cronológico. Mostró el segmento de vídeo de la furgoneta, conectó entonces el teléfono de Ashley a un gran monitor de pantalla plana y mostró las imágenes del álbum de Fotos.

No se guardó nada, aun sabiendo que una vez lo compartiera todo, su valor en el caso desaparecería a ojos de Hillman y este podría apartarla. Pero si eso significaba que encontrarían a Ashley, era un pequeño precio a pagar.

–¿Qué pasa con este chico, Rivers? ¿Es un sospechoso legítimo? —preguntó el detective Manny Suarez. Él había sido a quien Mia Penn había llamado antes por instrucciones de Keri. Era un cuarentón bajito, de ojos dormilones, con una permanente barba de varios días. Suarez era mucho más perspicaz de lo que aparentaba, lo cual era intencionado.

–Denton Rivers, el exnovio, está en Interrogación Dos. No ha sido especialmente cooperativo hasta ahora. Necesitamos interrogarlo más a fondo para ver si era él quien conducía la furgoneta negra, si contrató a alguien para hacerlo, o si sabe algo útil. Ashley le dejó hace cuatro días. Es posible que se haya vuelto loco y pensara que si él no podía tener a Ashley, nadie podría. Tiene un motivo, pero no va a ser suficiente si no encontramos otra cosa.

 

Keri hizo un paréntesis y lanzó una mirada a la sala. Había capturado la atención de todo el mundo. Parecía que al menos se lo estaban tomando en serio. Prosiguió:

–La Unidad de Escena del Crimen debe procesar su casa en Woodlawn. Tienen que hacer pruebas de la sangre que hay sobre la alfombra para ver si coincide con la de Ashley. Había también seis pares de matrículas robadas en el cobertizo. Los propietarios de esas matrículas deben ser interrogados para saber cuándo las perdieron y si vieron quién se las llevó. Deben revisarse todas las cámaras de vigilancia en el área de Main, Westminster, y las calles aledañas tan pronto como sea posible. En cuanto al nuevo amigo especial de Ashley, Walker, es preciso encontrarlo e interrogarlo. Todos los amigos y profesores de la escuela de Ashley deben ser también localizados y entrevistados.

El Detective Suarez intervino en ese momento:

–He recopilado una lista basada en lo que Mia Penn me dijo por teléfono. Podemos empezar a buscarlos en cuanto termine la reunión.

–Gracias, Manny. Puede que necesitamos echar mano de alguien de antinarcóticos también. Es obvio que Ashley conseguía la yerba de alguien. Debemos encontrar a su camello e interrogado. Tengo la sospecha de que él sabrá más del lado oculto de la vida de Ashley, cosas que sus amigos serán reacios a revelar. Lo mismo con respecto a quien haya hecho la falsa identidad para ella.

Al frente de la estancia, el teniente Hillman atendió una breve llamada y a continuación hizo señas a Keri para que dejara de hablar.

Cambió el monitor a la recepción de TV y buscó las noticias. La presentadora  local, Amber Smith, una institución de Los Ángeles, había interrumpido el episodio de esa noche de Jeopardy! con una noticia de última hora.

–Estamos recibiendo infromes de que Ashley Penn, la hija del Senador por California Stafford Penn, ha desaparecido. Se informó de su desaparición después de salir del Instituto West Venice esta tarde.

Una foto de Ashley apareció en la pantalla junto con un número telefónico. Amber prosiguió.

–Este es un informe muy preliminar y no ha sido verificado de momento, pero quienquiera que sepa algo sobre el paradero de Ashley Penn, debe llamar al Departamento de Policía de Los Ángeles al número que aparece en pantalla. Actualizaremos esta historia a medida que las noticias se desarrollen y tendremos un informe completo en Action News a las once. Ahora volvemos a nuestra programación habitual.

Hillman apagó el  monitor. Se veía frustrado pero no sorprendido.

–Aquí es donde entramos nosotros, amigos. Vamos a dividirlo todo para empezar de una vez. Tengamos claro también que esto es un esfuerzo en equipo. Voy a  repetirlo. Esto es un esfuerzo en equipo. Quien esté pensando en hacer algún truco para promocionarse, o reservarse la información para ganar ventaja, o hacer cualquier cosa que evite que este caso avance tan rápido como sea posible, quiero que se levante ahora y salga de la habitación.

Todos miraron alrededor. Nadie se levantó.

–Muy bien, entonces, en marcha. Brody, supervisa el registro en la casa de Rivers en Woodlawn. Edgerton, trabaja con los técnicos para ver si conseguimos alguna localización precisa para ese teléfono. Suarez, trae aquí a las amigas de Ashley, Thelma Gray y Miranda Sanchez, y las entrevistas. Asegúrate de que las dos vengan con uno de sus padres. No necesitamos cometer esa clase de errores. Patterson, coordínate con todos los negocios locales cerca del instituto para conseguir cualquier grabación de seguridad que posean. Estás a la caza de la furgoneta negra. Sterling and Cant, les toca interrogar a Denton Rivers. Está en Interrogación Dos.

Todo el mundo se amontonó al salir del salón de conferencias.

Keri y Ray se quedaron solos en la habitación con Hillman, sin saber qué hacer. No les habían asignado. Hillman los señaló.

–Ustedes dos, vengan conmigo.

CAPÍTULO SEIS

Lunes

Al atardecer

Hillman los hizo pasar a su pequeño despacho. Había un sofá de aspecto cómodo recostado en la pared, pero él les indicó dos incómodas sillas de metal delante de su mesa y él se sentó frente a ellos. Keri a duras penas podía verle por encima de la pila de archivadores que ocupaban la mayor parte de la mesa.

–Buen trabajo allá afuera, detectives. Ray, sabes que Brody se jubila a finales este año, ¿verdad?

–Sí, señor.

–Eso significa que habrá una vacante en Homicidios. ¿Te interesa?

Keri observó cómo Ray se quedaba con la boca abierta. Él miró primero a Hillman, luego a ella. Ella le sonrió, aunque tenía el corazón en un puño. Eso pareció ayudarle a él a recobrar la compostura.

–¿Tengo que responder ahora mismo?

–Por supuesto que no. Solo que no esperes demasiado. Hay mucho interés pero quiero que lo solicites.

–Gracias, señor.

Hillman asintió, le dedicó entonces su atención a Keri.

–Locke, primero que nada, bien hecho. Fue tu tenacidad la que hizo que este caso comenzase a rodar. Estaríamos todavía en la casilla de salida si no hubieras logrado que arrancara. Y después de ese difícil comienzo, desglosaste el problema en la reunión general. Pienso que realmente tienes un futuro aquí.

Ella lo veía venir.

–Pero… —dijo ella.

Hillman se veía genuinamente apenado.

–Pero este caso se está volviendo político con rapidez. Tenemos que hilar fino teniendo en cuenta quien está envuelto. Y probablemente estamos a solo unas horas de que los Federales se hagan cargo. No podemos tener fallos.

–No los habrá —prometió ella.

Los ojos de Hillman relampagueaban. Cualquier simpatía anterior había desaparecido de su rostro.

–Denton Rivers amenazó con hacer una denuncia contra ti por agresión.

–¿Por qué? —preguntó Keri, mostrando más indignación de la que sentía.

–¿Qué hay del tremendo chichón en su cabeza?

–Él ya lo tenía cuando llegamos. Y luego se tropezó y se golpeó con la mesita.

–¡No me vengas con esas! No insultes mi inteligencia, detective. La decisión está tomada. No podemos tener más sospechosos que se tropiezan con mesitas. Estás fuera del caso.

–¿Fuera? —repitió ella, desconcertada.

Hillman asintió.

–Te contactaremos como recurso, si es necesario. Obviamente tienes un buen conocimiento de los detalles del caso. Pero más allá de eso, no puedo poner en riesgo una posible condena.

Ray se aclaró la garganta.

–Con el debido respeto, señor…

Hillman levantó la mano.

–No gastes saliva, Sands. La decisión está tomada.

Continuó hablando pero Keri no le oía. Una imagen apareció en su cabeza, la de una niña lanzada al interior de una furgoneta, el ruido sordo de un cuerpo al chocar con algo sólido. Una voz la sacó de sus pensamientos:

–Locke, ¿estás aquí?

Hillman había alzado la voz, como si la pregunta la hubiera hecho más de una vez.

Ella dijo:

–Sí, señor.

–Bien. Eso es todo entonces. Ve a casa y duerme un poco.

Ray se levantó y dijo:

–Señor, si ella está fuera del caso, yo también lo estoy.

El teniente Hillman frunció el ceño.

–Necesito que coordines lo de los vídeos de vigilancia con Patterson.

Ray suspiró, se decidió y, a continuación, dijo:

–La detective Locke es mi pareja. Ambos estamos dentro o ambos estamos afuera.

Keri nunca había visto esa mirada en la cara de Hillman. Su boca se retorció como en una máscara siniestra. La arrugas en su frente se volvieron surcos más profundos de lo ordinario. Parecía estar desesperadamente luchando por controlar su genio.

–No era una petición, detective Sands —gruñó finalmente.

–En ese caso, señor, no me siento bien. Creo que me cogeré la baja por enfermedad.

Keri dijo en voz baja:

–Ray, no.

Él la ignoró, mirando fijamente a Hillman con su único ojo bueno.

El anciano le devolvió la mirada y, después de lo que pareció una eternidad, pareció ceder. Negó con la cabeza incrédulo y dijo:

–Bueno. Cógete la baja por “enfermedad”. Y ahora, fuera de aquí antes de que te suspenda.

Ambos salieron de la oficina.

Keri lo miró, él se veía tan confundido como ella se sentía.

–¿Qué hacemos ahora? —preguntó Keri.

–Nos vemos en tu coche en cinco minutos. Tengo que recoger unas cosas.

–Adónde vamos?

–A emborracharnos —contestó él.

*

Quince minutos más tarde, justo después de las ocho, estaban sentados en un pequeño reservado en Clive’s, un bar de Culver City  popular entre los policías. Keri iba por su segundo Glenlivet. Ray sorbía una cerveza baja en calorías.

–¿Tratando de mantener tu figura de jovencita? —bromeó ella.

–Tengo que estar en forma por si acaso el próximo sospechoso que ataques se defiende.

–Me lo merezco. Sabes, estoy empezando a pensar que tenerme como compañera no es lo mejor para tu carrera, Ray.

–¿Solo empezando a pensar…? —preguntó él incrédulo.

–Lo digo en serio. No es que sepa controlar mucho mis impulsos y tú siempre parece que tienes que cargar con ello. Me defendiste ante Hillman, así que él ahora está molesto contigo, poniendo posiblemente en riesgo ese trabajo en Homicidios. Soy una calamidad humana. Debes alejarte de mí.

–¿Y qué pasa si no quiero alejarme de ti? —preguntó él con una sinceridad para la que Keri no estaba preparada.

Ella bebió algo más de whisky y dejó que calentase su interior. Los tragos estaban empezando a  reducir la intensidad y sopesó darle una sentida respuesta. ¿Había un momento mejor para tratar eso que ahora? Su posición en la unidad estaba siendo cuestionada. Ray podía ser trasladado a Homicidios. Quizás, finalmente se dijeran claramente qué eran exactamente el uno para el otro: ¿compañeros, amigos, algo más?

Pero antes de que pudiera replicar, Ray pareció perder su aplomo y habló con rapidez:

–Quiero decir, si te pierdo como pareja, me enseñarías todos esos locos movimientos de defensa personal a lo Krav Magá?

Keri sintió que el momento estaba pasando y decidió dejarlo ir, por ahora.

–Sí, estarías perdido sin mí. Si no fuera así, tendrías que depender de todos esos ganchos, golpes y crewcuts.

Uppercuts —dijo él con delicadeza, sonriendo.

–Sí, esos.

–Sabes, eso es lo que yo pensé que Lenny Jack iba a lanzarme en esa última pelea, un uppercut. Pero él me sorprendió con ese gancho y, zas, adiós, ojo. Yo era demasiado arrogante.

–Arrogante no es una palabra que venga a mi mente cuando pienso en ti. Engreído, quizás, pero no arrogante.

–Tú no me conocías entonces, Keri. Yo era arrogante. Estaba ganando dinero a manos llenas. Tenía cosas bonitas. Tenía una mujer que me amaba y dos hijos que me adoraban. Y yo todo lo daba por hecho. Gasté dinero como si fuera a pasar de moda. Engañé a mi mujer. No pasaba tiempo con mis hijos. Trataba mal a la gente. Y fui a esa tonta pelea, sintiéndome con derecho a ello. Recibí lo que merecía.

–No digas eso.

–Es verdad. Merecía perder esa pelea. Y merecía quedar en bancarrota. Merecía que Delilah me dejara y se llevase a los niños. Y también merecía perder este ojo. Mirando hacia atrás, eso de hecho cambió mi vida para mejor. De hecho, comencé a no darle importancia al resto de la gente. Me dio la libertad para intentar cambiar las cosas. Es extraño decirlo, pero puede que haya sido la mejor cosa que me haya sucedido. Bueno, casi la mejor.

Simulando no haber captado el último comentario, Keri asintió. Ambos habían pasado por situaciones que les habían cambiado la vida y les habían lanzado a nuevas carreras. La diferencia era que para Ray la actividad policial era una vocación. Para ella, era una misión con un único objetivo: encontrar a su hija.

–Anoche tuve ese sueño otra vez —dijo ella.

–¿El del parque?

Ella asintió.

–Esta vez llegué muy cerca. Corría muy rápido. Miré hacia abajo y mis pies descalzos dejaban huellas ensangrentadas en el asfalto. Casi pude alcanzar y tocar la furgoneta. Evie me estaba mirando a través de la ventana trasera. Estaba gritando pero no se oía ningún sonido. La furgoneta golpeó un obstáculo y a ella la perdí de vista. Entonces desperté. Estaba tan empapada en sudor que tuve que cambiarme de ropa.

–Lo siento, Keri —dijo Ray. Ella evitó mirarle, temerosa de que él notara que sus ojos estaban húmedos.

–Ray, ¿la encontraré alguna vez?

–Juntos la encontraremos. Lo prometo. Y cuando lo hagamos, ella tendrá muchas fiestas de cumpleaños que celebrar. Puede que yo venga disfrazado de payaso —añadió, tratando de aligerar la atmósfera. Ella decidió acompañarle.

–Pues eso no asusta para nada.

 

–¿Qué quieres decir? ¡Yo soy un encanto!

–Eres un gigantón sin remedio. Maquillarte como un payaso no va a volverte mejor, Paul Bunyan.

–Lo que tú digas, Fievel.

Keri abrió la boca para replicar cuando el teléfono de Ray sonó. Él contestó antes de que ella pudiera hablar.

–Salvada por la campana —musitó ella.

–¿Qué pasa? —preguntó a su interlocutor al otro lado de la línea. Escuchó, sacó su libreta de notas y escribió con rapidez. Guardó silencio hasta el final.

–Gracias, Garrett. Te debo una.

–¿Qué pasa? —preguntó Keri después de que él colgara.

–Debemos irnos —dijo él, levantándose y dejando algunos billetes sobre la mesa. Se dirigieron a la puerta.

–¿Quién era?

–El detective Patterson. Antes de que nos fuéramos de la comisaría le pedí que me llamara si había novedades. Ha estado revisando las cámaras cercanas a la escuela. ¿Sabes que cubrieron la matrícula frontal de la furgoneta?

–¿Sí?

–Bueno, parece que el tipo se olvidó de cubrir la trasera. La cámara de seguridad de un salón de tatuaje en Windward la capturó. Dieron con algo. Pertenece a un tipo llamado Johnnie Cotton. Tiene un largo expediente. Puedo darte los detalles en el coche. Pero el más importante es que es un traficante de drogas de poca monta.

–¿Por qué es el más importante?

–Porque tú conoces a uno de sus clientes.

–¿Quién es? —preguntó Keri mientras bajaban de prisa por la calle en busca de su coche.

–Denton Rivers. Patterson dijo que el chico lo acaba de confesar ante Sterling y Cantwell. Fue él quien le propinó el primer golpe en la cabeza y los rasguños también. Al parecer, Denton no pagaba sus cuentas.

–¿Piensas que Johnnie Cotton tomó a Ashley como garantía?

–Es una teoría.

–Entonces, ¿porque tenemos tanta prisa?

–Primero, dame tus llaves —dijo Ray.

–¿Por qué?

–Porque el Glenlivet no te sienta tan bien como tú crees.

Keri tuvo que admitir que la tibia sensación de la bebida no había disminuido. Le tiró las llaves.

–¿Ahora me dirás el porqué de la carrera?

–Porque Patterson me dijo que Hillman está preparando una fuerza de asalto para ir a la casa de Cotton. Estarán allí en unos cuarenta y cinco minutos.

–¿Y qué?

–Que Cotton vive cerca de los campos petroleros de Baldwin Hills.

–Eso está a diez minutos desde aquí —dijo Keri.

–Así es. ¿Te importa ir de excursión?

–Pensaba que estábamos fuera del caso.

–Tú estás fuera del caso. Yo estoy de baja por enfermedad. Pero me siento mejor de repente. ¿Me servirá de algo que vengas en el coche conmigo cuando decida seguir una posible pista? —sonreía de oreja a oreja.

–Hillman va a matarte.

–No, si él quiere que yo coja esa plaza en Homicidios. ¿Estás en esto o no?

Keri levantó las cejas.

«¿Este se ha olvidado de con quién está hablando?»

–Conduce —dijo ella.

En cuestión de segundos, iban ya levantando el polvo de la calle con las sirenas resonando. Si llegaban en poco tiempo, estarían en casa de Cotton media hora antes de que llegara la caballería.

«Y si Ashley está herida, vas a rogar que ellos aparezcan».