Za darmo

La cara de la muerte

Tekst
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

CAPÍTULO DIECISEIS

Zoe esperó a que Shelley terminara su llamada mientras ataba cabos sueltos, analizando los detalles del último cuerpo. Todo tipo de pensamientos corrían por la mente de Zoe, cálculos y flashes de las escenas de crímenes anteriores, cosas que se vinculaban y tenían mucho más sentido. Vio las distancias entre las escenas, disminuyendo cada vez más, pintando el cuadro que debería haber visto todo el tiempo.

Shelley colgó el teléfono de nuevo en su base y volvió al fax, aparentemente inconsciente de la epifanía que había abrumado a Zoe durante los largos minutos desde que la había visto.

–Lo tengo ―exclamó Zoe finalmente para llamar su atención, mirando fijamente el mapa con una mezcla de maravilla y horror. ―Sé dónde va a atacar a continuación.

–¿Qué? ―dijo Shelley levantando la vista, abandonando su intento de reunir todos los pedazos de papel que finalmente habían dejado de llegar al fax. ―Pero ni siquiera te dije el resto de los detalles todavía. ¿Y si este no es uno de los suyos?

–Es uno de los suyos ―dijo Zoe.

–Pero es un hombre y eso rompe su perfil. La mayoría de los asesinos no rompen las líneas de género o raza. Tienen como objetivo una cosa y sólo una cosa.

–Shelley ―dijo Zoe y se dio la vuelta señalándole una silla―. Sé que te dicen todo eso en los entrenamientos. Las estadísticas, las reglas generales que siguen los asesinos. Pero créeme, esto es obra de él. Puedo ver su patrón ahora. Déjeme explicarlo.

Shelley se sentó, con los ojos bien abiertos y los brazos cruzados sobre el escritorio frente a ella. Parecía totalmente desconcertada, no sabía si era por el hecho de que Zoe finalmente tuviera las respuestas o por la forma en que le había hablado. Zoe no podía decir cuál de las dos era.

–Estamos tratando con un esquizofrénico ―empezó Zoe, de pie delante de ella―. Creo que tiene una forma precisa de esquizofrenia conocida como apofenia.

Shelley abrió su libreta y lo anotó.

–¿Qué significa la apofenia?

–Una persona con apofenia es alguien que está obsesionado con los patrones. Cuando sufre un episodio delirante, puede sentir que los patrones le hablan o que son una señal dejada por un poder superior. Ven dos cosas y crean una conexión entre ellas, cuando en realidad no hay nada que ver.

–Así que, por ejemplo… ―dijo Shelley masticando la punta de su bolígrafo, frunciendo el ceño mientras pensaba. ―Si estuviera diciendo en voz alta que no sabía qué hacer con mi vida, y viera un cartel publicitario inmediatamente después que decía "Visite Nashville", pensaría que Dios me estaba diciendo que fuera a Nashville.

–Buen ejemplo. Excepto que con los esquizofrénicos, esto puede ir mucho más lejos. Se aferran a los signos y patrones, y se obsesionan de verdad. Sus vidas se dedican a estos patrones. Podrían pararse en una vía de tren y esperar a un tren porque el patrón les dijo que lo hicieran.

–O podrían matar a alguien ―dijo Shelley con una voz suave y tranquila.

Zoe hizo una pausa, dando a Shelley un momento de silencio respetuoso como había notado que hacían los demás en situaciones graves, y luego asintió con la cabeza.

–Pensamos durante todo este tiempo que estaba limpiando sus escenas del crimen para evitar que lo rastreáramos, que era un asesino consumado y educado, alguien que tenía suficiente conocimiento para evitar que lo atrapáramos. Si estoy en lo cierto, eso puede haber sido simplemente un afortunado efecto secundario de su necesidad de mantener el patrón intacto. Borra su presencia, como si cualquier marca dejada pudiera distorsionar el patrón. Eso es todo.

–Entonces, ¿sabes cuál es su patrón?

–Sí ―dijo Zoe y se dirigió hacia el mapa, indicando los alfileres rojos―. Mira. Si los sigues en orden cronológico, claramente tenemos el comienzo de una espiral. Una espiral perfecta, de hecho, modelada a la imagen y semejanza de la espiral de Fibonacci.

Shelley frunció el ceño.

–Eso es… Espera, déjame intentar recordar. ¿Tiene algo que ver con la naturaleza, con las proporciones en la naturaleza?

–Correcto. Es una serie de números que definen las proporciones de muchas cosas que ocurren naturalmente. Lo vemos en los caparazones de los caracoles, la forma en que los pétalos crecen en las flores, las formaciones meteorológicas como los huracanes. Casi todo, en realidad. Para alguien con apofenia, podría ser también la hierba gatera. Es la obsesión perfecta, porque realmente está en todas partes.

–Pero eso significa que tiene que seguir matando para terminar la espiral.

Zoe sacó tres nuevos alfileres, empujándolos a los puntos precisos del mapa donde la espiral debería ser completada.

–Tres veces. Una de las cuales será esta noche.

–Y esos son los lugares ―dijo Shelley colocándose el bolígrafo en la boca, masticando el extremo. Sus ojos se movían entre Zoe y el mapa, como si tratara de encontrar algún mensaje secreto escondido.

–Tenemos que dar la alerta y reunir un equipo para vigilar la ubicación de esta noche.

–Espera ―dijo Shelley, sacudiendo la cabeza―. ¿Estás… segura de esto? Quiero decir, has movido algunos de los alfileres. Y no tenemos ninguna pista real sobre quién es el asesino, y mucho menos si tiene o no problemas psicológicos. ¿Vamos a movilizar a la mitad de los agentes del estado hacia un lugar, basado en el hecho de que puede haber un patrón de espiral? ¿Y si sólo está dando vueltas alrededor de su casa, saliendo a un nuevo lugar cada noche y los puntos se están acercando más porque se está volviendo más arrogante?

Zoe tuvo que admitir que la forma en que Shelley lo describía tenía sentido. No estaban en un programa de televisión, cuando el arrogante agente superdotado podía usar todos los recursos del FBI para seguir una simple corazonada. Necesitaban pruebas, evidencias tangibles, y en su defecto, un fuerte sentido de posibilidad. Mucho más fuerte que las conjeturas.

Pero no eran conjeturas. Era difícil convencer a alguien de eso cuando no podías explicarle exactamente cómo sabías lo que sabías.

–Él seguirá moviéndose en la misma dirección.

Shelley se encogió de hombros, levantó sus hombros y los bajó como si fueran una carga pesada.

–Lo siento, Z. Sé que tienes más experiencia que yo. Pero no entiendo cómo sacaste de ese mapa dónde atacará a continuación. ¿Quizás podrías explicármelo? Podría ayudarme a mejorar en esto. La próxima vez, podría ser capaz de detectar el patrón.

Zoe sacudió la cabeza bruscamente. No tenía sentido. Incluso si le explicaba cada pequeña cosa que podía ver en el mapa, clara como el agua, Shelley nunca sería capaz de llegar allí por su cuenta. Zoe no podía enseñar el tipo de habilidad que tenía. No venía de la experiencia. Era algo que ella podía hacer, había sido capaz de hacerlo desde que era capaz de pensar.

–No puedo explicarlo más claramente de lo que ya lo he hecho.

Shelley frunció el ceño y Zoe se preparó. Aquí viene. El inevitable punto de ruptura de cualquier sociedad que había tenido desde que se había unido al FBI. Shelley se enfadaría. Discutiría e intentaría desalentar a Zoe para que no siguiera el camino correcto. Y si Zoe tenía razón, la acusaría de confabularse con el asesino. De estar involucrada de alguna manera o de ocultar evidencia que permitiera que cualquier otra persona llegara a la misma conclusión.

Ella gritaría mucho, llamaría a su jefe y pediría un traslado. Y así como así, a Zoe se le asignaría un nuevo compañero otra vez.

Era una pena. Estaba comenzando a agradarle mucho Shelley. Se habían llevado bien hasta ahora, ¿verdad? Pero no importaba cómo Zoe intentara interactuar con sus compañeros, aunque ella les diera lo que pensaba que querían, siempre terminaba igual. No sabía cómo calmar sus sospechas y detener los gritos. La verdad no podía hacerlo.

Esto ya podría terminar aquí. Zoe cogió una regla y un bolígrafo y empezó a dibujar líneas rectas que se cruzaban entre todos los alfileres rojos del mapa. Conectó uno por uno, poniendo tinta sobre las líneas que ya eran visibles en su mente. Luego dejó la regla y dibujó una espiral a mano alzada que conectaba línea a línea, era un Fibonacci bastante perfecto para haberlo hecho sin aparatos de dibujo matemático.

–¿Puedes verlo ahora? ―preguntó, clavando tres alfileres rojos en los últimos lugares que quedaban―. Mira. Tengo razón en esto. Tienes que confiar en mí.

Zoe se dio vuelta y se encontró con la mirada de Shelley. El rostro de la otra mujer no demostraba la ira o frustración que esperaba encontrar, sino más bien parecía demostrar una confusión de asombro. Podía ver el patrón, eso estaba claro. Pero aún no entendía cómo Zoe había llegado allí, y nunca lo haría.

–Tenemos los mismos datos, ¿no? ―preguntó Shelley, en voz baja―. No podía verlo en todo eso. Puedo verlo en el mapa ahora, pero no sé cómo llegó allí. ¿Cómo sabías que esos alfileres formarían una forma perfecta con esas líneas?

–No te estoy ocultando ninguna información ―espetó Zoe. Ya estaba cansada de esto, quería que terminara. Quería que Shelley se callara y alertara a las autoridades locales para que pusieran gente en el lugar para una vigilancia. Estaban perdiendo tiempo valioso. ―Tenemos que actuar ahora. No discutas conmigo.

Shelley se puso de pie, y Zoe casi se estremeció, lista para el enfrentamiento. No podía mostrar debilidad, no ahora. Tenía que mantener la confianza, usar su posición como agente superior. Estaba yendo en contra de todo lo que ella hacía en situaciones normales, pero había vidas en juego. Juntó sus labios en una línea firme y recta, decidida a no retractarse.

Shelley se movió delante de ella y se sentó en el borde de la mesa.

–Z… está bien ―dijo ella―. No estoy tratando de pelear contigo. Sólo quiero entenderlo.

Zoe no dijo nada. Sin embargo, por dentro, su determinación tambaleó. Nadie había reaccionado así nunca. Cada vez que revelaba cualquier indicio de su don, o de su maldición, cualquiera fuera el caso, era tratada con sospecha y acusación. No así. No con la expresión abierta y suave con la que Shelley la estaba tratando, la voz tranquila, las palabras de aliento.

 

–De alguna manera puedes ver algo que yo no puedo, ¿no? ―exhaló Shelley con un respiro, y luego extendió la mano para tocar el brazo de Zoe. ―El Jefe me advirtió que ya habías tenido muchos compañeros diferentes antes. Que te daban apodos, te acusaban de cosas. Yo no voy a hacer eso. Puedes decírmelo, y no voy a exigir un traslado. Me gusta trabajar contigo.

Zoe dudó, mirando hacia abajo donde la cálida mano de Shelley descansaba en su brazo. Un gesto de consuelo. Había algo maternal en ello. No es que Zoe supiera por experiencia propia cómo debe actuar una madre, pero podía adivinar que sería así. Igual a las madres de la televisión en las viejas comedias, consolando a sus confundidos y frustrados adolescentes.

Tal vez fue la comparación lo que la hacía sentir joven e indefensa de nuevo. Tal vez fue el hecho de que Shelley sonaba genuina, como si realmente aceptara a Zoe, con sus defectos y todo. O tal vez fueron simplemente las líneas casi simétricas de su rostro, los ángulos y ejes tranquilizadores que Zoe vio en números por toda su piel. Pero fuera lo que fuera, algo hizo que Zoe abriera la boca y hablara.

–Tengo una condición ―comenzó ella―. Significa que veo las cosas… de manera diferente.

–Diferente, ¿cómo? Como… ¿la apofenia?

Si hubiera sido cualquier otra persona, podría haber sonado como una acusación. Zoe hubiera esperado que quisieran enviarla a un psiquiátrico, que la sacaran del FBI. Pero Shelley sólo buscaba entender, sin juzgar.

–No del todo. Los patrones que veo son reales. No son sólo patrones, aunque son parte de ello. Veo el mundo en números. Puedo decirte la distancia entre los alfileres del mapa sin medirla, el grado de ángulos entre ellos. Y de ahí se desprenden los patrones.

–¿Qué más puedes ver? ―el tono de la voz de Shelley era de maravilla y emoción. Zoe estaba segura de que eran emociones positivas. No la negatividad que normalmente oía. Aun así, estaba preparada para un cambio repentino, una sonrisa que se transformaría en ira y resentimiento. Pensaba en eso incluso mientras seguía hablando al respecto.

–Todo ―dijo, haciendo gestos de impotencia. Era difícil explicarle todo a alguien que nunca lo había experimentado. Era como tratar de explicar lo que era ver en color a alguien que sólo veía en blanco y negro. ―Sé el número de milímetros que impiden que tu cara sea exactamente simétrica. Cuento las sillas y los escritorios de la sala de reuniones en el momento en que entro, instantáneamente. Puedo leer las huellas en la arena y saber la altura, el peso y el ritmo de carrera del sospechoso. Una herida de cuchillo me dice las dimensiones de la hoja. Veo los números en todo.

Shelley se quedó en silencio por un momento, asimilando todo. Zoe quería cerrar los ojos. Este era el momento en que Shelley se volvería contra ella. Era ahora, la calma antes de la tormenta.

–¡Guau! ―soltó Shelley―. Z, eso es increíble. Tienes un gran don.

Zoe parpadeó.

–Quiero decir, esto es increíble. No me extraña que seas tan buena atrapando gente. Con una tasa de resolución tan buena, me intrigaba el hecho de que no pudieras mantener un compañero. Pensé que tenías que ser arrogante o algo así, pero esto… ―Shelley hizo una pausa sacudiendo su cabeza y luego sonrió de tal forma que se le iluminó el rostro―. Con un don como este, puedes hacer mucho. Puedes salvar a mucha gente.

Zoe cogió una silla y se sentó, sin aliento.

–¿No estás enfadada conmigo?

Shelley sonrió, intentando tocar su brazo de nuevo.

–No, Z. ¿Por qué iba a estar enfadada? ―al decirlo se detuvo un segundo pensando y la expresión de Shelley tuvo un atisbo de algo, algo que Zoe no pudo descifrar. ―Oh. ¿Es por qué te han hecho sentir como si fueras… diferente? ¿En el mal sentido?

Zoe examinó sus propias manos, bajando la cabeza.

–Mi madre dijo que era un regalo del diablo.

–Eso no es verdad ―dijo Shelley―. Sé que no lo es. Jesús, no me extraña que no te agraden los cristianos. Quiero decir, disculpa mi elección de palabras.

A Zoe se le escapo una pequeña y tímida risa.

La tensión en la habitación había desaparecido, y Shelley miraba el mapa con una comprensión renovada.

–Tenemos que ponernos a trabajar en esto inmediatamente ―dijo ella―. Eres la única persona que puede entender cómo piensa el asesino. Una vez que lo expliquemos en la sesión informativa, todo el mundo estará a bordo.

La mente de Zoe colapsó.

–No puedes decírselo a nadie ―dijo―. No les cuentes sobre mí. Es entre nosotras, como compañeras. Nadie más puede saberlo.

Shelley dudó, pero miró a Zoe a los ojos y asintió.

–Prométemelo ―dijo Zoe.

Shelley se mojó los labios antes de responder.

–Lo prometo. Hará falta pensar un poco para presentar esto de una manera que tenga sentido sin que la gente sepa lo que puedes ver, pero no diré nada. Siempre y cuando me prometas algo, también.

–¿Qué cosa?

–No me ocultes nada. Si puedes ver algo, dímelo ―dijo Shelley. Sacudió su cabeza, aunque todavía tenía una sonrisa en la cara. ―Acabo de pensar en el tipo que atrapamos el otro día en el desierto. En cómo sabía dónde iba a estar, y todos pensaron que estabas equivocada. Podías verlo, ¿verdad?

–Claro como el agua ―dijo Zoe con un suspiro―. Muy bien. Prometo que te diré todo de ahora en adelante, en relación con nuestras investigaciones.

La aclaración era necesaria. Zoe no quería prometer que le contaría a Shelley literalmente todo. Eso habría sido demasiado.

–¿Lo sellamos con un apretón de manos, compañera? ―propuso Shelley y extendió su mano con un brillo en sus ojos.

Zoe le dio la mano, y el trato estaba hecho.

–Ahora, vamos a conseguir algunos mapas más precisos, así podemos empezar a averiguar las coordenadas exactas donde tenemos que vigilar ―dijo Shelley, levantándose y moviéndose hacia el ordenador.

***

Zoe terminó la última línea más de una hora después, apartó su regla y examinó su obra. Se veía ordenada y precisa, justo como ella necesitaba que estuviera. Ni un solo error. Zoe siempre había sido tenido una buena precisión. No era tan difícil cuando ya podías ver las líneas, los ángulos y los cálculos dispuestos en la página antes de ponerlos en tinta.

–Genial ―dijo Shelley dando un paso atrás―. Están todas alineadas exactamente.

Se pararon un momento para mirar con atención los mapas de los tres estados del medio oeste en los que el asesino ya había atacado, colocados en relación precisa unos con otros a través de todas las mesas que habían podido encontrar. Estos mapas eran mucho más claros. En ellos se podía diferenciar más claramente las ubicaciones precisas de cada asesinato, en lugar de un punto más amplio que abarcaba otros edificios y carreteras.

Zoe levantó las hojas de papel de calco que había logrado encontrar en el escritorio de uno de los oficiales del comisario, que aparentemente era un poco entusiasta de las manualidades. Sobre ellas, Zoe había estado dibujando una cuadrícula perfecta de cuadrados con su fiel regla, mientras Shelley imprimía y pegaba las páginas del mapa. Ahora, colocó la cuadrícula sobre la parte superior del mapa, asegurándose de que los puntos correspondieran con los lugares de los asesinatos.

Tomó un bolígrafo de otro color y dibujó la espiral de nuevo, conectando los lugares de los asesinatos en orden cronológico. No necesitaba la cuadrícula para saber por dónde tenía que fluir la línea, pero estaba ahí para ayudar a Shelley.

–Aquí podemos ver que nuestro asesino está operando en una espiral de Fibonacci inversa, comenzando desde el punto más lejano y trazando su camino hacia adentro ―dijo Zoe mientras dibujaba―. Ahora, mira. La espiral se mueve a través de la cuadrícula de manera predecible, así que podemos calcular con precisión dónde terminará. Pasa a través de estos puntos, aquí, aquí y aquí.

Zoe dibujó un círculo alrededor de cada uno de los tres últimos lugares necesarios para que él terminara el trabajo.

–Empezó del lado más ancho para tratar de evitar correr con las sospechas el mayor tiempo posible ―adivinó Shelley, sus dedos trazando los primeros sitios de los asesinatos―. Al involucrar Kansas, Nebraska y Missouri, iba a tomar un tiempo para que los estados trabajaran juntos. Y así fue. Cuatro asesinatos antes de que llegáramos aquí, y uno desde entonces. Debió sospechar que lo podríamos localizar rápidamente cuando notáramos que los asesinatos estaban conectados.

–Aunque se cuida de eliminar los rastros de sí mismo, y aunque los lugares están libres de vigilancia, siempre había una posibilidad de que se le viera de alguna manera ―concordó Zoe―. Su coche podría haber sido identificado en la carretera. Cubrir la distancia más larga al principio y luego enfocarse hacia las distancias más próximas era la mejor manera de poder llegar a lograr hacer todo esto.

–Pero ahora estará operando en un área mucho más pequeña. Lo cual es una buena noticia para nosotros.

–Y las localizaciones serán aún más precisas. Seremos capaces de reducirlo perfectamente.

Shelley presionó el papel de calco, asegurándose de que podía leerlo.

–El siguiente lugar de la muerte es una atracción en la carretera… ¿qué dice allí? ―dijo ella―. Parece ser una especie de feria. El siguiente es un pequeño pueblo. ¡Oh, no, este será mucho más fácil para él! Y luego parece que el último es sólo… ¿campo abierto? No hay nada allí en particular.

Zoe siguió los descubrimientos de Shelley, reflexionando.

–Sólo tenemos que detenerlo una vez. Vigilaremos la feria esta noche. No se trata de dónde dejará el cuerpo, sino de dónde hará la matanza real. Tenemos que atraparlo en el acto.

–Eso no va a ser fácil ―dijo Shelley, jugando con su colgante, arrastrándolo de un lado al otro de su cadena.

–De todas formas tenemos que intentarlo ―dijo Zoe―. Atrapémoslo esta noche, antes de que llegue al pueblo. Llamaré al jefe de la policía estatal de Kansas y organizaré una reunión informativa. Tenemos que movilizarnos ahora.

***

Zoe observó a los veinticuatro hombres y mujeres reunidos con una sensación de anticipación nerviosa. Su mente estaba trabajando en exceso, escudriñándolos para obtener detalles. Notó los dos centímetros del bigote de un policía sobre el borde de sus labios. El oficial más joven de la sala, tenía veintiún años, y el mayor fácilmente tenía más de cuarenta. Podía ver la forma en que la jerarquía social le concedía al jefe de policía una silla al frente de la sala en el centro, mientras que los entusiastas de los ascensos se aseguraban de sentarse lo más cerca posible de él.

–Creemos que el asesino tendrá como próximo objetivo este lugar: la Feria de Dinosaurios Gigantes de Kansas ―anunció Shelley, de pie frente al mapa que habían ampliado para la sesión informativa―. Estoy segura de que aquellos de ustedes que son locales están familiarizados con ella, pero en resumen, es una atracción permanente al borde de la carretera que cuenta con unas veinte estatuas de dinosaurios gigantes. Alrededor de ellas hay varios juegos de kermesse, puestos de comida, puestos de recuerdos, etc.

–Pero hay malas noticias ―dijo Zoe, asumiendo el control―. Esta noche es un evento especial llamado “Noche Familiar”. La feria tendrá varias características especiales, así como un descuento en la entrada para grupos de tres o más personas. Esto significa que probablemente habrá un gran número de personas, lo que hace nuestro trabajo mucho más difícil.

–¿Por qué no cerramos la feria? ―preguntó uno de los policías locales, levantando la mano.

–No queremos asustarlo ―respondió Zoe―. Recuerda que no sólo planea atacar esta noche en este lugar, sino también en otros lugares en el futuro, si nos guiamos por su historial hasta ahora. Si evitamos que mate esta noche, salvaremos una vida. Pero si lo atrapamos esta noche, evitaremos que vuelva a matar.

Shelley volvió a tomar la palabra y dijo: ―Tenemos un poco de información para seguir, lo que debería facilitar la búsqueda de nuestro hombre. Nos centraremos en el estacionamiento, ya que sabemos qué tipo de coche estamos buscando. Es un modelo antiguo de sedán verde, probablemente con matrícula de otro estado. Para estar seguros, rastrearemos todos los sedanes que se ajusten a la descripción y vigilaremos a los conductores. Estamos buscando a un sospechoso masculino, que probablemente viaja solo…

 

–¿Y si ha cambiado de coche? ―preguntó otro policía.

–No tenemos razones para creer que sabe que hemos identificado su coche ―dijo Shelley―. Además, esta es nuestra única pista. No sabemos cómo se ve en particular, ni siquiera su grupo étnico. No tenemos testigos vivos. Tenemos que centrarnos en el coche ya que no tenemos más pistas que seguir.

–¿Cómo quieren que nos organicemos? ―preguntó el jefe de policía.

–Necesitaremos evitar sospechas ―dijo Zoe, moviendo el mapa a un lado para mostrar un diagrama de la atracción y el estacionamiento. ―Este hombre es un asesino habitual, lo que significa que matará de nuevo si no se le detiene esta noche. No podemos arriesgarnos a asustarlo. Si huye, no hay garantía de que lo encontremos de nuevo. Yo, la agente especial Rose, y otros ocho policías estatales estaremos en el estacionamiento, vestidos de civiles. Diez de ustedes caminarán por la feria y se mezclarán con el resto de los asistentes, buscando cualquier comportamiento sospechoso. El resto de ustedes esperarán en coches sin distintivos aquí y aquí, más adelante. Su tarea será formar un cordón si logra salir del estacionamiento.

–¿Alguna pregunta? ―demandó Shelley a la policía reunida, su mirada iba de persona en persona.

Alguien levantó un brazo en el fondo.

–Fui a la Feria de Dinosaurios Gigantescos el año pasado. Está abierta todo el día. ¿Cómo sabemos que ya no está allí?

Zoe miró a Shelley, que miró hacia atrás.

–Será mejor que nos pongamos en marcha ―dijo Zoe, cogiendo su chaqueta de la parte de atrás de la sala de reuniones. ―Jefe, por favor, avise a sus contactos de la feria mientras conducimos. Haga que comiencen a buscar ahora. Necesitaremos inspeccionar los coches que ya estarán en el estacionamiento cuando lleguemos. Ya podría estar allí… ya podría tener a su víctima. Actuamos rápido, y de inmediato.