Muy personal con... Bibiana Belsasso

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Raúl Cervantes Andrade

Abogado y ex procurador General de la República

La política derivada del derecho



No sé si mi papá aplicó la psicología inversa, porque siempre decía: “no quiero que sean abogados, no quiero que sean abogados”, y fíjate: los cuatro lo somos. En mi caso nunca tuve duda. Tal vez si no hubiera sido abogado podría haber sido arquitecto, amo la arquitectura, amo el arte, me gusta curar los espacios, me gusta diseñar el lugar donde vivo o donde trabajo, pero la abogacía para mí ha sido todo, ha sido un instrumento de crecimiento personal, económico, social. Ejerciendo bien la profesión puedes hacer mucho bien. Nunca he entendido la mala práctica en la profesión. Necesitamos subir el nivel de colegiación en México, ese es un tema ético, y no tanto el examen, sino la conducta ética de las profesiones que representan intereses de terceros, un abogado, un médico, un arquitecto.










Ernesto Cordero

Presidente de la Mesa Directiva del Senado

Un chico del itam



Te vas con Felipe Calderón cuando nadie se imaginaba que fuera a ser presidente. En las encuestas estaban más arriba Marta Sahagún, incluso Jorge Castañeda como independiente, que el presidente Calderón y tú decías:

No, yo les apuesto a que vamos muy bien

 y tus amigos te decían: “¿Cómo que vamos muy bien?; ¡si tienes como el seis por ciento de aprobación!”.



Sí, nos veían como si estuviéramos loquitos. En esa época salimos de la Secretaría de Energía junto con el secretario Felipe Calderón, que en ese momento renunció.










Lorenzo Córdova

Consejero Presidente del ine

De la teoría a la práctica del estado



Tuve una niñez muy rica, en una familia de intelectuales, marcada por un contexto de mucha cultura, de mucha cercanía con la Universidad, que era mi segunda casa, mis dos padres eran investigadores de la unam. Entonces tuve, sobre todo, una infancia en la que aprendimos muy pronto a discutir y argumentar.










Rubén Cortés

Periodista y escritor

El mexicano que nació en Cuba



Un periodista al que admiro y quiero mucho, mi amigo Rubén Cortés. Qué mejor manera de conocerte en lo personal que a través de este nuevo libro

Un bolero para Arnaldo.



Un bolero para Arnaldo

, ¿ya lo leíste, verdad?






Ya lo leí, completito.





Arnaldo era mi padre, un bolero es una música muy cubana, bueno, mexicana-cubana, como la quieras ver y nace de algo muy íntimo entre mi padre y yo. Había una telenovela en Cuba, acuérdate que Cuba es un pueblo muy telenovelero. La primera telenovela de la historia es

El derecho de nacer

, aquí la conocemos mucho, es la de Albertico Limonta, la escribe Félix B. Caignet, un cubano. En Cuba es donde primero hay televisión en América Latina, televisión en blanco y negro, televisión en colores; primero radionovela y después telenovela.



Y, En Cuba, mi papá y yo, veíamos una telenovela que se llamaba

Un bolero para Eduardo

. Era un personaje que nos encantaba, porque era surrealista en aquella Cuba, era un tipo que vivía solo en un departamento, tenía coche. No se supo nunca en la telenovela de qué vivía el tipo, ni nada, pero tenía coche, y decíamos: “oye, ¡qué bueno ser como él, ¿no?!”. Mi papá ya no podía ser como Eduardo y yo todavía era muy joven y decía: “un día yo quiero ser como Eduardo”.






Esta telenovela es una manera en la que estás con tu padre y los días que no podías verla tu papá te la contaba. Me imagino que debe de haber sido tan buen narrador como tú.





Claro, al extremo de que yo la dejaba de ver y él me la contaba todos los días. Por ahí viene el título. El libro también es un ajuste de cuentas, es un pase de lista. Yo creo que todos, en algún momento de nuestra vida, hacemos un informe, un

checklist

, un pase de lista, como le quieras llamar. Ahora le llaman en la literatura autoficción, que es lo mismo que hacía Truman Capote en

A sangre fría

 y le decían entonces literatura de no ficción… las etiquetas para el negocio. Es un informe en el que paso revista a una Cuba que ya se fue, una Cuba que no existe, de ninguna manera existe, una Cuba de principios de la Revolución, caballada en dos sistemas: el sistema que se fue, el sistema capitalista, el sistema democrático, el sistema republicano; y el sistema que nace del sistema autoritario, el sistema dictatorial, el sistema clientelar, y un sistema que, bueno, será otro momento para analizarlo con sus pros y sus contras. El libro narra esto, cómo los padres de esta familia, bueno, mi padre, que es un padre de cuatro hijos, tres mujeres y yo, defiende los valores morales anteriores a la Revolución. Los valores, pues, conservadores, que defendían una moralidad que la Revolución se encargó de cambiar.




Hay una parte del libro que a mí la verdad me llega muchísimo porque dices:

el régimen acabó con todo, tenía hasta un perro que era mi mascota, que me acompañaba a jugar pelota y el régimen lo envenenó con vidrios y yo me quedé con un pedacito de colita del perro, porque era mi adoración

”.



Acá la tengo en el estudio, ¿eh?, tengo la cola del perro ahí.






¿Cómo fue ese momento de vivir en un régimen que acabó con todo lo tuyo?





En Cuba ha habido cuatro revoluciones muy fuertes. Cuando en otros países ha habido una, si acaso, o no ha habido, en Cuba ha habido cuatro en un lapso muy pequeño, históricamente, de 150 años, y cada cual más radical: la Revolución de 1868, la de 1895, 1930 y 1959, que es la que se convirtió en el sistema comunista actual y es la más radical de todas. Esta revolución cambió un país por completo y había muchos perros callejeros en Cuba. Los perros transmiten enfermedades, y la mejor manera de que no transmitan enfermedades es matándolos. Hay un dicho que dice: “muerto el perro se acabó la rabia”. Entonces había grandes campañas cíclicas, que hay todavía para matar a los perros para que no transmitieran enfermedades, pero finalmente eran tus perros. Era una época muy rural, todavía, en la que el perro era un perro callejero, pero era tuyo, un perro que andaba en la calle, pero que iba a dormir a tu casa. Entonces se comió esas postas de vidrio molido y era horrible porque veías cómo se inflaba, se inflaba como un globo, y se moría.






Tu padre era ganadero en Cuba.





Bueno, tenía una vaca. Acuérdate que las vacas no son propiedad de nadie en Cuba. Digamos que el Estado te la usufructúa, tú tienes una vaca, pero el Estado es dueño de todas las vacas, de todos los caballos en Cuba y entonces tú lo que haces es que aprovechas la leche. El Estado te deja que aproveches la leche, pero la vaca es del gobierno, tienes que inscribirla. Hay una inscripción de nacimiento de la vaca y una del ternero. Cuando a ti se te muere la vaca, tienes que ir a informar que se te murió la vaca y demostrar que está ahí. Entonces, mi papá, ¡ojalá que hubiese sido ganadero!, tenía una vaca, siempre tuvimos una vaca en la casa, a lo sumo dos. Y así era, cuento en el libro cómo es en Cuba incluso matar una vaca. A una vaca la matas tú solo y es cárcel normal, diez años, quince; pero la matas con otro y es banda organizada y son treinta años de cárcel.






Sí, porque dice el gobierno que te estás robando la carne del Estado.





Claro, es del Estado. El libro lo cuenta. La Revolución es muy radical, incluso le quita

de facto

 la patria potestad a los padres de los hijos, no por ley. Porque cuando el niño tiene cinco, seis años se va a un internado.






En el libro explicas que esto –el que los niños se vayan a los internados– genera en parte, una promiscuidad, y se pierden muchos valores que antes existían en Cuba.





Claro, que son los valores que los padres de esta familia defienden, los valores anteriores a la Revolución, valores como que la niña se debía casar en su momento, que las relaciones amorosas debían tener una edad normal para ello, tenías que tener un novio primero en tu casa, llevabas al novio con permiso… Eso se perdió, la Revolución lo quita, ¿por qué?, porque cuando el niño va creciendo, pasa a un internado. Entonces, tú, como padre, lo ves una vez a la semana, lo ves el sábado. Ese día llega a la casa, deja sus cosas y se va con los amigos en la noche a una fiesta o algo, entonces pierdes el contacto con tus hijos. La estructura familiar se quiebra y estos hijos, a los 18 años, que terminan la prepa, después van para la Universidad.






Pero, ¿en qué momento se le ocurrió a Castro hacer esto?, ¡porque es el Estado robándote hasta tus propios hijos!





Claro. ¿Qué pasa?, ¿qué provocó esto?, que en Cuba ahora no hay nada que una a los cubanos, lo único que une a los cubanos es a la fuerza, es el sistema, es el Partido Comunista, el partido único, porque no hay una Iglesia que una a los cubanos, la Iglesia es tolerada y eso es ahora. Pero la Iglesia es una institución que, bueno, en América Latina siempre ha unido a los ciudadanos. La Virgen de Guadalupe nos une aquí a nosotros, o sea, hay muchas cosas que nos unen, la comida. En Cuba no hay nada que una a los cubanos y la familia siempre es el núcleo esencial de una sociedad.

 






Hablas mucho de mestizaje en el libro.





Ah, claro. No soy antropólogo, pero finalmente como periodista soy un observador de la realidad, de la sociedad, y Cuba tiene eso: Cuba era un país que aceptaba migrantes, era un país de inmigrantes, mejor dicho, por eso la composición racial de los cubanos es tan diversa. Es una isla muy mestiza, ¿por qué?, porque a partir de que se convierte en la azucarera del mundo, después de que lo dejó de ser Haití, después de la revolución negra haitiana, Cuba alcanza una prosperidad, a través del azúcar, inconmensurable. Cuba fue uno de los países más prósperos del mundo, y entonces vienen las grandes legiones de inmigrantes judíos, árabes, yucatecos, y los esclavos africanos, una mezcla de razas hasta el año 59. En el año 59, Cuba se empieza a convertir en un país emisor de emigrantes, al extremo de que viven tres millones de cubanos fuera. Entonces, la mezcla ya es una mezcla entre los cubanos, finalmente con los rasgos raciales de aquella época y nosotros, nietos, hijos de españoles. Ahora hay otros rasgos raciales. Cuba sigue siendo muy mestiza, y esa es su riqueza, la música, la cultura; pero la pigmentación de la piel, los rasgos han cambiado mucho en estos sesenta años, porque además vienen de este tipo de promiscuidad en estas escuelas en las que no hay control ninguno. Incluso la prensa oficial se ha quejado, le llaman emulaciones eróticas, digamos, al sexo en grupo. No hay padres, no hay maestros, los maestros tienen casi la misma edad que los estudiantes y eso ha provocado que haya una nueva raza cubana. Antes los cubanos en el mundo eran estas imágenes que salen en las cajas de tabacos Romeo y Julieta, un tipo rubio, un tipo quizás mulato como Cecilia Valdés, el personaje emblemático de la literatura cubana, y ahora creo que existe otro tipo de cubano. Lo digo sin ser antropólogo, le paso un ojo a esa parte de la realidad cubana actual.






Para cerrar esta parte en Cuba, falleció tu madre cuando era joven.





Sí, bueno, para los estándares de vida actuales, sí, porque mi madre muere con apenas 59 años, yo tengo 51, ¿cuántos tenía yo en el 98?, tenía pocos comparados con ahora. Y viene un rollo freudiano también ahí, porque cuando muere tu madre, inevitablemente sientes que se corta un cordón umbilical entre tú y ella. Yo, además, lo cuento en el libro, soy muy cercano a mis padres, a mis hermanas. Somos una familia muy, muy funcional, yo creo que muy aburrida de tan funcional que somos. Entonces se corta un cordón umbilical y yo me siento muy solo. Ya yo vivía en México, pero me empiezo a sentir muy solo, por suerte, encontré una mujer ideal para casarme, me casé enseguida.






¿La mamá de Santino?





La mamá de Santino. Yo creo que incluso por eso digo que es un rollo freudiano, porque uno empieza a buscar la terneza que tenías con tu madre en otra mujer. Después muere mi padre, años después, en el 2012, una diferencia de 15 años, y me siento abandonado y viene este asunto freudiano de que muere la civilización del padre y entonces tú ya estás por tu cuenta.






Muere tu padre, sacas a tus hermanas de Cuba.





Claro, es lo mismo, hay una cadena, un llamado de los genes, ellas también se empiezan a sentir solas en la Isla, dicen “¿aquí, qué hacemos?”. ¡Y se van!






Por supuesto. Hay algo en el libro que me llamó muchísimo la atención, la transición de cómo empezaste en un mundo muy humilde, te labraste a base de mucho trabajo en Cuba, hablabas muy cubano y hoy acabas siendo un hombre muy exitoso, director de un diario importante en México, y tu lenguaje, tu manera de escribir, tu manera de transmitir, es completamente diferente.





No hay mejor ficción, se ha dicho mucho, que la realidad. A esto que yo escribo le llaman autoficción, es una manera autorreferencial de escribir. Si escribes sobre la realidad, ella misma va haciendo todo esto que tú viste en el libro. Bueno, es inconsciente, pero lo va haciendo de una manera natural. Yo he evolucionado, yo digo que es evolucionar, me he vuelto más ceremonioso que efusivo, que es ser más mexicano que cubano. La patria es la colita del perro que tengo guardada.






¿Hoy te sientes más mexicano que cubano?





Sí, me siento más mexicano que cubano, me gusta ser mexicano, me gusta la manera de ser de nosotros los mexicanos, me gusta nuestra corrección, somos comedidos, somos cuidadosos, somos ceremoniosos, me gusta. Y yo escogí México; la verdad que como cubano, viven en Estados Unidos tres millones de compatriotas, yo podría haber hecho una carrera como periodista en Estados Unidos, pero elegí México.






Por supuesto, para los cubanos en Estados Unidos es más fácil, aquí en México es mucho más complicado. Empiezas como redactor.





Sí, yo era corresponsal de Prensa Latina en México, vengo, me enamoro de México, fui corresponsal en otros lugares de América Latina pero me enamoro de México como de una mujer y digo como Onassis con Jackie Kennedy: “ésta es mi última nave y aquí me quedo”. Yo escogí México para vivir, me enamoré de México, de lo marcadas que son las estaciones, del otoño mexicano, dorado, así, a las seis de la tarde, que entra la luz por la ventana, y ese tipo de cosas. Por eso me hice mexicano. A mí si me oyes hablar, a veces se me va el acento cubano, si me ves escribir nada más, yo soy muy mexicano. Cuando me hicieron el examen éste que hacen para naturalizarte, la chica de la Secretaría de Relaciones Exteriores me dijo: “ya, ya, me da pena que sepas más de México que yo”. O sea, no hay mejor manera de predicar que con el ejemplo propio, y yo me he hecho un mexicano, sé mucho de México y cada día estudio más. Y sí, yo cuento en el libro que cuando gana Calderón en el 2006, yo digo que uno de esos 250 mil votos con los que ganó de diferencia Calderón sobre López Obrador, uno de esos es mío, no hay quién me lo quite de la cabeza, me siento útil en la sociedad, voto. En Cuba hace casi 60 años que no votan los cubanos, aquí voto, aquí siento, que participo en algo, en una sociedad, que colaboro. México me hizo una mejor persona.




Con

Un bolero para Arnaldo

, entierras a tu padre, entierras a Cuba.



Sí, yo digo que cierro un ciclo. Cierro un ciclo, abro otro, no sé qué va a pasar con este otro ciclo, pero sí, no tengo añoranza de Cuba, no tengo nostalgia de Cuba, yo digo que toda la Cuba que quiero ya la tuve, y la que quiero la tengo un poquito conmigo. Esa es la que necesito; mi cubanía está en otro lugar, yo creo que está muy adentro, en un lugar inaccesible dentro de mí, y que está conmigo a donde quiera que voy. Yo soy mexicano.






¿Tu libro favorito?





Mi libro favorito es de Sándor Márai,

El último encuentro

, me gusta mucho. Es un libro que leí en el 2006. Es un libro que va bien con todas estas historias de las personas que se van de casa. Porque Sándor Márai también se va de casa, huye del comunismo húngaro y bueno, muere en San Diego, se suicida dos o tres días antes de que caiga el comunismo en Hungría. Y mi libro mexicano favorito es

Batallas en el desierto

 de José Emilio Pacheco, quien vivía aquí enfrente.






¿La música?





Me gusta la música cubana, me gusta el son cubano, no lo bailo, soy un cubano atípico, no tengo ritmo para bailar, pero me gusta el son cubano.






¿La comida?





Me gusta mucho el chicharrón en salsa verde, es mi comida favorita.






¿El día más triste en la vida de Rubén Cortés?





El día más triste en la vida fue un día que vi a mi hermana de en medio, Koky, bañando a mi mamá, en los últimos días de su vida. Yo acababa de llegar de México y la estaban bañando en la casa, allá en Cuba; había dos baños, uno delante y uno más atrás y la estaba bañando en el baño de adelante. Bueno, nos hemos criado en Cuba, siempre de una manera, en la familia todavía nos vemos y nos bañamos juntos mis hermanas y yo, todos, los sobrinos, los hijos, todos, y vi a mi hermana bañando a mi mamá en los últimos días que el cáncer la devoraba, y era tan delgadita, flaquita, era una vela apagándose. Ese es el día más triste de mi vida.






¿El día más feliz de tu vida?





Cuando nació Santino, cuando lo vi nacer, aquí te dejan, en Cuba no, no puedes ver cómo nace tu hijo, Vi cuando nació y me sentí feliz porque sólo terminas de ser una persona completa cuando te ves en los ojos de un hijo tuyo y ese fue el día más feliz de mi vida.






Completa esta frase, Rubén Cortés es…





Trabajador, yo soy trabajador.










José Ramón Cossío

Ministro de la Suprema Corte de Justicia

Un justicia con derechos





Entramos a su oficina y vemos la cantidad de asuntos, de expedientes que tiene que leer, y me decía que esos los lee de atrás para adelante. Explíquenos un poco esto.





Llegué a la Corte en el año de 1989 y lo primero que a uno le enseñan es que no se lee el expediente así: México, Distrito Federal... No, no empieza así porque no se acaba. Lo que uno ve son los puntos resolutivos; es decir, qué se decide. La Justicia ampara y protege, uno va buscando la información para respaldar esa cuestión. Y es ahí cuando uno, como en todos los entrenamientos, empieza a encontrar inconsistencias, errores, defectos. Es una forma de leerlo. Es una habilidad que se genera con los años.










Santiago Creel

Ex Secretario de Gobernación

El acuerdo como forma de ser



En casa siempre nos enseñaron, es parte de nuestra educación familiar, tradición, querer a México, a nuestra tierra, nuestro entorno y tratar de contribuir cada quien, en su propia responsabilidad y circunstancia, a ver un México que vaya adelante. Para mí, sí es muy importante el ejemplo que tengo de mis mayores, trato de tomarlo cuando estoy asumiendo responsabilidades como lo he tenido que hacer en el gobierno, ahora en mi partido.










Pati Chapoy

Periodista y conductora de tv

Un espíritu indescifrable





Platícame sobre tus primeros años. Tus papás vivían en Cuernavaca, ¿tú naciste en la Ciudad de México?





Vivían en Cuernavaca, mi mamá vino a que yo naciera aquí y luego regresamos a Cuernavaca. Ahí vivimos seis años, de ahí nos fuimos cuatro años a Torreón, Coahuila; pasamos uno en Apaxco, Estado de México, y el resto de mi vida en la Ciudad de México.




¿Cómo fueron esos años con tus papás, con tus hermanos

?



De mucha aventura, porque mi papá trabajó en Cuernavaca como obrero en una fábrica de cemento y en Torreón, Coahuila, como campesino. Vivíamos a las afueras de Torreón y era algo realmente fascinante. Recuerdo mucho cómo salíamos mi hermana y yo a caminar al campo, que más que campo eran terregales en esa época y era divertido, entretenido, sin tener el exceso de juguetes o el exceso de distracciones que hoy puede tener la mayoría de los niños. Yo me divertía en los árboles, me divertía en el pajar, me divertía en el gallinero, subiéndome a una trilladora o a un tractor. La primera vez que fui al cine en Torreón mi hermana y yo tuvimos que juntar dinero y salimos a buscar fierro viejo, literalmente, a la calle; en un costal íbamos metiendo lo que encontrábamos, luego fuimos a venderlo, nos ganamos una cantidad de dinero y pudimos pagar las entradas del cine.






En algún lugar leí que en esa época en Torreón también tú y tu hermana iban a recolectar huevos.





Claro, mi papá tenía un corralón que rentaba atrás de la casa donde había gallinas y gallos y todas las mañanas íbamos a recolectar los huevos para el desayuno de la casa.

 






Y de estar acostumbrada a esa vida, tan libre, en el campo, llegar a la Ciudad de México, debe haber sido un cambio grande.





No lo sentí de esa forma. Vengo de una familia muy grande, somos siete hermanos y en la medida en que vives con la familia se te facilita todo, porque de la misma forma que en Torreón caminaba de la casa a la escuela, en la Ciudad de México caminaba de mi casa a la escuela y estamos hablando que en esa época era muy diferente la ciudad: no eran tantos habitantes, supongo que eran la mitad. Vivíamos en la colonia Clavería y estudiábamos en la calle de Azcapotzalco, después fue la secundaria y después nos mudamos a la colonia Juárez, donde empecé a tomar camiones.






Estudiaste periodismo en la Carlos Septién, que es una escuela a la fecha muy reconocida.





Tenía interés en conocer muchas cosas y la única carrera que me lo permitía era ésa, si yo me hubiera dedicado a estudiar Nutrición, iba a ser desde mi punto de vista muy limitado. La carrera de periodismo me ayudó a conocer lo que es la vida, que había pintores, que existía la antropología, que existía la medicina, la moda, un mundo increíble. ¿Y cómo me dedico al mundo del espectáculo? A partir de una entrevista que le hago a Raúl Velasco trabajando como directora del “Pliego de México” de la revista

Vanidades

, que en ese entonces la dirigía una colombiana. No sé cómo me localizó, seguramente por lo que yo había escrito en la revista

Contenido

 y en el periódico

Novedades

, y empecé a trabajar ahí.






Ahí conoces a Cristina Saralegui.





Así es. Cristina Saralegui en ese momento era la reportera de

Vanidades

 en Miami y yo hacía el “Pliego de México” y en una ocasión, Elvira Mendoza, que era la directora, me envió a Miami para reestructurar el “Pliego de México” y llegué a vivir a la casa de Cristina Saralegui.






Si bien el día de hoy, el centro, la capital de América Latina para el espectáculo puede ser Miami, México siempre ha sido importantísimo, y en ese momento a quien triunfaba en México le iba bien en toda América Latina.





Así es, sobre todo en cuestión de música, porque el liderazgo en cuanto a espectáculos siempre lo ha tenido México. Primero fueron las películas lo que conquistó a toda América Latina y España y a algunas otras partes del mundo y después la música, la plataforma era México para que se pudiera triunfar.






Pati, entre tus primeras entrevistas importantes está la que hiciste al ex presidente Echeverría y a su esposa, ¿cómo fue ese día?, estabas muy joven.





Sí, tan joven que nadie creía que estaba yo pidiendo esa entrevista y fue muy interesante, la señora Echeverría me trató con mucha delicadeza, con mucho cuidado. Yo le hice preguntas muy simples: cómo se habían conocido ellos, cómo lograban mantener esa relación, qué le gustaba al presidente que le cocinara, y me dijo que le gustaba la sopita de fideos, por ejemplo, y fue algo muy sencillo, pero tuvo una buena repercusión.






Tan buena que acabaste entrevistando a todos los grandes pintores, a Tamayo, a Siqueiros, a O”Gorman. ¿Tienes esas entrevistas todavía?





No. No soy afecta a guardar las cosas que he hecho. Me pasó una cosa muy curiosa: uno de mis hijos quería comprar una casa en la colonia Roma, fuimos a verla y entrando estaban algunas pertenencias de la antigua dueña y entre ellas había una pila de revistas enorme. Dije: “yo escribí ahí”, tomé esa revista la hojeé y pensé, “¡¿cómo!?, sí, aquí está lo que yo escribí”; les solicité que me las vendieran, no se pudo, no tuve yo el valor de quedarme con ellas, mi hijo tampoco quiso finalmente comprar esa casa. Ahí me di cuenta de que no soy afecta a guardar lo que he hecho.






Hay entrevistas que pueden tener un valor histórico, las de María Félix, Dolores del Río ya son patrimonio de México.





Pues sí, nada más que en esa época en algunas ocasiones se usaba grabadora. Hoy es demasiado fácil lograr una entrevista, entonces no, cuando llegué yo a entrevistar a Dolores del Río y prendí mi grabadora lo primero que me dijo fue: “no quiero que me grabes”, y yo me fui de espaldas. Le dije: “¿entonces?”. Me dice: “no te preocupes”. Se levantó, sacó un cuaderno y me lo dio. Yo sí tenía una pluma, porque lo primero que te dicen en la escuela es que debes tener siempre un bolígrafo o un lápiz, por cualquier cosa, y me dijo: “No te preocupes, voy a hablar muy despacito para que tú puedas anotar todo”, y así fue. “Primera pregunta”, y ella me hablaba todo el tiempo despacito y me preguntaba: “¿En qué vas?”, “¿En qué te quedaste?”, “¿Quieres que regrese?”, todo el tiempo. Fue muy generosa conmigo, Dolores.




Y empiezas a co-conducir con Raúl Velasco, que era el más grande en ese momento en

Siempre en Domingo.



De pura chiripada Te voy a contar una cosa: Raúl Velasco empezaba a trabajar a la una de la tarde. Originalmente el programa de

Siempre en Domingo

 se iniciaba a las 12 del día y terminaba a las 10 de la noche, conforme fue pasando el tiempo fue achicándose ese horario, pero Raúl era el único conductor, no había reporteros, no había nadie, y yo era simplemente su asistente, lo alimentaba de información, de qué era lo que estaba ocurriendo con el artista o el invitado, pero de repente le daban ganas de ir al baño y no llegaban los comerciales, entonces me soltaba el micrófono y me decía: “Tú síguele”.






Dicen que la suerte es de quien la trabaja.





Por supuesto, pero también había muchos que estaban trabajando ahí y sin embargo, como yo era el pegote permanente de Raúl, en cuanto a la información, pues me soltaba el micrófono y yo estaba en ese momento sin peinar, sin maquillar, sin estar presentable para la televisión. Así aprendí.






¿Cómo te corren de Televisa? Debe de haber sido durísimo para ti.





No, no fue duro. Fue decepcionante, que es muy diferente, y siempre que sucede una cosa así simplemente te das cuenta de que ya terminó algo y que vas a continuar con otra cosa.






Tú que eres budista, que te encanta lo espiritual, decía el Dalai Lama que cuando se te cierra una puerta puede significar un golpe de suerte maravilloso.





Siempre.






Regresas un día del súper y te encuentras a tu vecino, el señor Ricardo Salinas Pliego, y te dice: “acabo de comprar una televisora, vente conmigo”.





Pues sí, exactamente así fue.






Aparte de todo, hace 25 años eras, yo creo que de las pocas, si no es que la única persona que sabía hacer televisión en esta empresa.





Que entonces era Imevisión. Sí, así fue, exactamente. Te voy a platicar una anécdota de lo más encantadora, porque no hay otra palabra para definirlo. Cuando Ricardo gana la concesión de Televisión Azteca, nosotros teníamos ya muchos años de conocernos, de llevar en la mañana yo a sus hijos a la escuela, y su esposa de recoger a los nuestros y a los suyos al mediodía. Entonces, cuando le hablé para felicitarlo me dice: “vente, vamos a platicar”, llegué a su casa y me preguntó, porque le dije que lo primero que tenía que tomar en cuenta era el costo de la producción, “¿qué es la producción?”. Entonces prendí la tele y le dije: “todo lo que ves ahí es producción y todo cuesta, la luz, los muebles, las personas, las ideas, todo cuesta, pero también es muy fácil que te cobren de más”. Eso fue todo. Y velo, hoy día da clases.






A la fecha eres la única mujer en esta empresa que se sigue moviendo en un mundo de hombres en todos los consejos editoriales, en todas las grandes juntas…





También está Elisa Salinas, ya hay muchas mujeres jóvenes… y he sido terca, también.






¿Muy terca?





Sí, como no, por supuesto. En el momento en que necesitas organizar, necesitas algo para un programa de televisión y no lo puedes conseguir y no eres terca, no tienes nada qué hacer ahí.






Bueno, decía un político, Ruiz Massieu, que él como amigo era el mejor amigo, pero que como enemigo, igual, ¿te queda esta frase?





No, para nada. Yo no sé si tengo enemigos, yo no soy enemiga, no me dejo llevar ni por la venganza, ni por el odio, ni por el rencor, son emociones que no m