Za darmo

Crear

Tekst
0
Recenzje
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Jorge Hidalgo, Edgardo Barría, Víctor Guerrero, Yerny González, Roberto Rebolledo, Fernando Flores, Vivien Standen y Olaff Olmos.

Demás está decir que todo el Ciren participaba de la lucha contra la dictadura de Pinochet. La idea era abrir espacios de discusión y reflexión en una ciudad militarizada y con una fuerte represión militar, y que usó y ocupó Pisagua como campo de concentración (Guerrero, 1990).

En forma casi simultánea, nos dedicamos a vincularnos con otros centros tanto en el resto del país como en el extranjero. En Santiago, logramos establecer relaciones con la Facultad de Ciencias Sociales (Flacso), Sur Profesionales, Vector, Grupo de Estudios Económicos (GEA), Grupo de Investigaciones Económicas (GIA), Academia de Humanismo Cristiano, Programa de Investigación del Trabajo (PET), Centro de Estudios de la Educación (CIDE), Centro de Estudios de la Mujer (CEM), Canelo de Nos, Organización, Capacitación y Acción Campesina (Ocac), Servicio Paz y Justicia (Serpaj), entre otros. También gracias a un convenio con el Ictus, en Iquique realizamos varios ciclos de videos. También llevamos a cabo en Iquique varios seminarios con académicos, por ejemplo, de la Flacso, que se desplazaban de Santiago a Iquique: Augusto Varas, Fernando Bustamante, Manuel Antonio Garretón, Tomás Moulián, Felipe Agüero, además de Sergio Galilea, Pablo Huneeus, Ximena Valdés, entre muchos otros. En esta labor de articulación con organismos en la capital, jugó un rol de importancia el periodista y escritor ariqueño Hermann Mondaca Raiteri.

Todas estas instituciones cabían bajo la denominación de organizaciones no gubernamentales −ONG−, que para desarrollarse debían conseguir recursos del exterior. El mapa de las ONG era bastante heterogéneo. La mayoría de ellas estaba vinculada a los temas del desarrollo local, estrategias de subsistencia, situación de la mujer, realidad mapuche, entre otros. Por lo mismo, implementaron programas, mediante la educación popular, para intentar subsanar las situaciones de pobreza. Otras, las menos, combinaron este trabajo con la labor académica. Estas últimas fueron de gran importancia en el desarrollo de investigaciones sobre el período de la Unidad Popular y la violenta instauración del régimen militar. El Ciren, como se verá más adelante, realizó tanto actividades de investigación-acción como de investigación académica, pero como es lógico suponer, con una concepción no positivista de la misma.

Estas actividades la efectuamos en dependencias de la Iglesia católica, que bien se sabe, en esa época cumplió una notable tarea. Un grupo de amigos, profesionales en su mayoría, nos ayudaba en tareas logísticas. La lista de seminarios que se efectuó es amplia. Ver anexos.


Van Kessel, Patricio Arriaza y Patricio Núñez.

Se realizaron, además, actividades de extensión artística como exposiciónes de fotografías. Una de ellas, “La quebrada de Tarapacá, El agua que nos da la vida” con fotografías de Juan Van Kessel, y que daba cuenta de la lucha por las aguas por parte de la comunidad de Lirima. Tuvo lugar en febrero de 1983 y fue auspiciada por el Centro de Estudios Paramédicos Propam y el Centro Interamericano de Educación y Cultura Cidec. En el catálogo se cita a Nicanor Parra: “El error consistió en creer que la tierra era nuestra, cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra”. Hernán Pereira Palomo, académico y fotógrafo, colaboró con una exposición sobre la fiesta de La Tirana. En esta misma dirección, el poeta Juvenal Jorge Ayala desarrolló como encargado de extensión del Ciren una amplia labor literaria. Se llevaron a cabo, además, festivales de teatro y se contó con la presencia del actor Mauricio Celedón en una jornada de capacitación teatral. Jaime Torres, Cecilia Millar, Guillermo Jorquera e Iván Vera-Pinto siempre colaboraron con nuestros proyectos. Conciertos de Osvaldo Torres eran frecuentes y se realizaban en las iglesias, sobre todo en la de San José de la calle Riquelme.

Nos articulamos con otras organizaciones de la ciudad de Iquique. Entre ellos el colegio de médicos, de enfermeras, de profesores y el de sociólogos, además de sindicatos como el de tripulantes, cuyas dependencias usamos para varias actividades. De igual forma, el Comité Permanente de Solidaridad (CPS), el grupo de laicos de la Iglesia católica, la Agrupación Cultural Tarapacá y, por cierto, con los partidos políticos de oposición.

En todos estos años que van del 80 al 85, el Ciren se autofinanció. Los investigadores pagaban una pequeña cuota mensual que hacía posible publicar los Cuadernos de Investigación Social. Logramos crear una amplia red de amigos que nos colaboraban. Muchos de ellos alojaban en sus casas a los invitados y otros los invitaban a almorzar. Familias como Ostoij-Salinas,Reutter-Susaeta,Aguilera-Barros,Gómez-Pecarevic, Vivanco-Henríquez, cumplieron una función importante en esa red de apoyo, al igual que Luz María Armijo, Tita Zaninovic, Zarela Solar, Carmen Grimm, Loreto Fuentes, Ramsés Aguirre, Ricardo Bustamante, Eduardo Olguín, Iris Rojas, Jorge Monardes, Arturo Kirberg, Juan Maass, Óscar Acevedo, Alfredo Oñate, Carlos González Moscoso, Argimiro Aláez, Franklin Luza, entre tantos otros, fueron fundamentales en esa etapa.


El año 1983, en octubre viajamos a Ámsterdam tres investigadores del Ciren a estudiar un posgrado en Antropología Cultural, a la Universidad Libre de Holanda. Todo ello articulado por el interés de Van Kessel, en cursar estudios superiores y, por otro lado, sortear la difícil situación que se vivía en Chile. En ese período, a la par que estudiábamos, logramos el apoyo de la agencia para el desarrollo HIVOS para que financiara algunas de nuestras actividades, sobre todo aquellas vinculadas con el mundo andino. En los años anteriores, la Fundación Andina de ese país nos había contratado para efectuar estudios sobre la sociedad aymara en temas de religión, educación y tecnología. Con el financiamiento de HIVOS, se nos abre la posibilidad de institucionalizarnos como centro de investigación.

De ser un grupo de amigos que realizaba, de acuerdo con sus posibilidades, labores de investigación y de extensión, nos convertimos en Sociedad de Profesionales y Técnicos de Responsabilidad Limitada, la única posibilidad legal que se contaba en esa época. Este período va a significar que el Ciren desarrolle y explicite su línea de investigación que en ese entonces estaba claramente vinculada a las corrientes de la investigación-acción y de la educación popular.

La primera sede donde oficialmente funciona el Ciren será en la calle Bolívar 155, en las cercanías con el puerto. Allí en el segundo piso de una vieja casa del tiempo del salitre, se empiezan a diseñar las investigaciones tendientes a mejorar las condiciones de vida de los aymaras de la entonces provincia de Tarapacá. En ese período, se integran nuevos investigadores como Olaff Olmos Figueroa, arqueólogo y de destacada labor en el hallazgo de la fosa clandestina en Pisagua; Hans Gunderman Kroll, antropólogo; Vivian Gavilán Vega, antropóloga; Lucila Pizarro, psicóloga. Estas dos últimas con gran sensibilidad hacia los temas de género al interior de la sociedad aymara. Ambas publican tres cartillas sobre el trabajo textil de mujeres andinas, el año 1985. Estas cartillas y el Boletín Aymara tienen textos en aymara. Una novedad en la época en que el uso de ese idioma era castigado.

En el plano de la historia local, Sergio González Miranda junto a otros colaboradores como Luis Gómez editan la revista Salitre: Reencuentro, añoranza, realidad. Escriben en ella Mario Zolezzi, Alfredo Loayza Bustos, Mario Vidal Quiroga, Enrique Luza Cáceres, Olaff Olmos Figueroa. La revista Nº 2 señala: “Dedicamos este número a Don Guillermo Billinghurst quien demostró un cariño por esta tierra más allá de la nacionalidad y cuyo aporte intelectual aún no ha sido valorado en su real magnitud” (1985:4).

Esta revista sería el antecedente de la desaparecida revista Camanchaca.

Una de las labores de interés y que prevalece hasta la actualidad, consistió en la formación de un Centro de Documentación especializado en ciencias sociales y con un fuerte componente regional. Esta se verá incrementada gracias a una política de canje que el Ciren desarrolla no solo con instituciones nacionales, sobre todo de Santiago, sino con países vecinos como Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, México, Puerto Rico. En la actualidad, este centro sigue funcionando e incrementando y ampliando sus colecciones a materiales como fotografías, videos, etcétera. Ver al respecto www.creal.cl/biblioteca. Ernesto Almonte, Juan Gabilán, Yury Bustamante, Domingo Curín, Marco Escobar, Osvaldo Abdala, Daymond Flores son claves en este proceso de sistematización. En la actualidad, la socióloga Gabriela González junto a Constanza Cáceres, mantienen este importante Centro de Documentación.

El año 1986 se produce un quiebre al interior del Ciren. Un grupo de investigadores, no formados en la Universidad del Norte, con excepción de Eduardo Pérez Rodríguez, junto a Sergio González Miranda, Hans Gundermann Kroll, Olaf Olmos Figueroa y Vivian Gavilán Vega, abandonan la institución y forman el Taller de Estudios Regionales (TER). Luego, el matrimonio Gundermann y Gavilán forman en Arica el Taller de Estudios Aymaras (TEA). No hay una sola explicación para entender este cisma. Sin embargo, diferencias en las formas de ver el trabajo académico que se puede formular bajo la fórmula de positivismo versus investigación-acción, explicaría algo. A lo anterior hay que sumar el claro compromiso anti-dictadura que tenían los que se quedaron en el Ciren, cuestión que molestaba a más de algunos, que siendo anti-dictadura no se sentían tan cómodos con nuestras acciones. Y tal vez, por último, y por ello no tan relevante, diferencias en estilos organizativos y personales. De hecho, que el Ciren siga existiendo habla de la capacidad de gestión colectiva que siempre promovimos.

 

A mitad de los años 80 se forma el Cepaat, una ONG vinculada al mundo laboral tanto pesquero como minero. Con ello desarrollamos varias actividades en conjunto. Destacan en su formación Luis Caucoto y Germán Valenzuela.

El año 1987, desde la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), nos llega una carta en la que se nos solicita cambiar el nombre de Ciren. ¿La razón? Existía al interior de esta organización estatal una institución que se llama Centro de Investigación de Recursos Naturales (Ciren), cuya marca estaba registrada. Por lo anterior es que optamos llamarnos Crear, y conservar el nombre de Centro de Investigación de la Realidad del Norte. Esta situación ocurre estando ya en nuestra segunda casa en Vivar 964.

Los congresos de sociología y de antropología

El Ciren contribuyó, desde el Norte Grande, a la creación del colegio de sociólogos. En tal condición se creó, en Iquique, el capítulo regional del colegio. Y como tal, apoyamos la realización del Primer Congreso Chileno de Sociología, que se realizó en Santiago el año 1984. Al revisar las actas de dicho encuentro académico, se puede advertir la presencia de varios sociólogos pertenecientes al Ciren, con ponencias atingentes al Norte Grande de Chile, sobre todo con temas indígenas. Esto fue una doble novedad. Por una parte, la sociología se abre a tratar temas étnicos y, por otro, se amplía el paisaje indígena: ya no son solo los mapuches, sino que también los aymaras (Podestá, Pérez y Guerrero, 1984). Al año siguiente, en 1985, se efectúa el Primer Congreso Chileno de Antropología. Los investigadores del Ciren juegan un rol importante en este evento académico, con varias ponencias sobre el mundo aymara del Norte Grande de Chile. Una de ellas de mi autoría, “El régimen pentecostal en la sociedad aymara del norte de Chile” (1985).

Un nuevo campo de estudio

En un tríptico publicado en Iquique el año 1980, el Ciren se define como:

... una institución de análisis y reflexión científico-social, que tiene por meta desarrollar una visión coherente y crítica de la realidad social del Norte. Postula la descripción y explicitación de esa realidad, de sus estructuras y procesos, ligando permanentemente trabajo teórico con actividades prácticas. El Centro proyecta una línea de acción orientada a los diferentes sectores sociales cuyas condiciones se analizan.

Para agregar:

Las características peculiares del subdesarrollo regional, no han sido estudiadas exhaustivamente y menos aún desde una perspectiva crítica. Estas, demandan la elaboración de explicaciones teóricas y métodos de análisis-acción propios (Ciren, 1980).

En este breve documento, el Ciren se plantea sus objetivos y metodología. El estudio del Norte Grande, a través de sus estructuras y procesos, pero más allá de esta mirada académica, nuestra ONG, postula la necesaria coordinación entre la investigación y la acción. Como veremos más adelante, se inscribe su accionar en lo que en la década de los años 80 del siglo pasado se conocía como investigación- acción. En el mismo documento ya citado, se plantea por qué fundar una institución de este tipo. Y se lee:

Como respuesta a la necesidad de rescatar, sistematizar y coordinar el aporte de investigadores sociales al conocimiento de la realidad del Norte Grande chileno e insertarlos en el contexto nacional (Ciren, 1980).

Años más tarde, estas ideas siguen marcando el rumbo del Ciren. En otro documento se pretende:

Fortalecer un diálogo fructífero cuyo tenor sea el desarrollo de la región, tanto económico como social, que permita fortalecer y apoyar a través de sus investigaciones, la acción de otras organizaciones comunales (urbano y rural) para aquellos sectores marginados de la sociedad, tanto en lo cultural, como en lo económico y educativo.

Desarrollar un estilo de trabajo en base a las principales problemáticas regionales, caracterizadas por la investigación-acción, es decir, un estrecho trabajo de terreno con los grupos marginados, donde estos tengan una participación en el proyecto tanto en la gestión como en el desarrollo y conclusión de este, así como en la evaluación.

La selección de problemas que Ciren estima pertinente analizar y operar en ellos, obedece a un criterio básico: que respondan a la problemática global del subdesarrollo y de la dominación social y cultural que tan notoriamente se observa en la región de Tarapacá (Ciren, 1986: 2).

En el año 1986, nos planteamos del siguiente modo:

Entre sus principales objetivos está en contribuir y participar en la formulación de un modelo de desarrollo regional, el que debe dar cuenta y activar todos los recursos humanos, tecnológicos, energéticos, culturales, socioeconómicos, organizacionales, empresariales y educativos, en función de lograr una complementariedad armónica entre los diferentes recursos regionales y los diferentes actores sociales que conforman el escenario social regional (Lladser, 1986: 92).

Estamos, por lo tanto, frente a una institución que tiene tres particularidades.

La primera es que en plena dictadura militar se plantea con una mirada al Norte Grande desde abajo en la que su preocupación es ética y políticamente explícita, por lo mismo que toma partido por los grupos más dominados. La lucha contra la dictadura es una constante. No hay ciencia neutral.

La segunda que construye un campo de estudio en la que los principios ontológicos, epistemológicos y metodológicos son radicalmente diferentes a los que estaban en boga tanto en la arqueología, la historia, la etnohistoria y la antropología. Hay un diálogo con los sujetos regionales: aymaras, pobladores, entre otros. La producción académica se concatena con la divulgación de estos. El investigador dialoga con aquellos que el positivismo trata como objetos. Esta experiencia está relativamente sistematizada en una publicación que da cuenta de la experiencia de reetnificación llamada Boletín Aymara (Guerrero, 1986). Además de lo anterior, pone en la agenda académica tanto nacional como internacional la situación de los aymaras de esta parte del país. En el plano nacional, en una nación extremadamente centralista, el quehacer del Ciren no dejó de llamar la atención.

Y tercero, crear un espacio institucional en plena dictadura que nos permitió analizar, discutir y comunicar nuestros resultados de investigación. Todo ello en un ambiente de persecuciones, de universidades cerradas y secuestradas por la lógica militar. Todo esto, además, en Iquique, una ciudad fuertemente impactada por la represión dictatorial. El Ciren fue tal vez la única experiencia en Chile de construcción de una institucionalidad no gubernamental fuera de la capital. No en vano se dice en esos años que las ONG eran las universidades extramuros, y el Ciren lo fue, en tanto puso en la agenda regional y nacional temas vedados por el poder, realizó seminarios y publicó resultados de investigación, abrió espacios para la sociabilidad opositora a la dictadura, construyó una biblioteca, incursionó en el periodismo popular, radioteatros, programas de radio, etcétera.

El Ciren/Crear está, además, constantemente reflexionando sobre su quehacer. Prueba de ello son los documentos que va produciendo en los que se expresan sus preocupaciones (Ver bibliografía). En estos documentos se reflejan, visto desde ahora, las preocupaciones políticas acerca de lo que sucede en Chile y en el Norte Grande, pero además se plantea la necesidad de construir para este territorio un modelo de desarrollo en la que la identidad cultural juegue un papel fundamental.

El Ciren/Crear no solo se queda en esos planteamientos, sino que también a través de escuela de verano, talleres y otros eventos socializa ese pensamiento. Llama la atención que, en la actualidad, aún se siguen tocando esos temas. Y se hacen porque no han sido resueltas las interrogantes que nos planteamos en los 80 del siglo pasado. En otras palabras, que la cultura es el motor del desarrollo y que sin identidad no hay desarrollo emancipatorio.


Yerny González, Francisco Pinto, Víctor Guerrero y Dufré Villalobos

Pero también hay una reflexión profunda acerca de nuestras orientaciones epistemológicas y metodológicas. Críticos al positivismo clásico, la opción por la investigación-acción y la educación popular son temas de continuos debates. Y sobre todo críticos a una posición hegemonizante de la educación popular que ignora, por ejemplo, la dimensión étnica de estos procesos (Podestá, 1987). En lo medular, Podestá discute los anclajes de clases que tiene la educación popular que hace invisibilizar la dimensión étnica.

Nuestra formación como sociólogos ignoraba la dimensión étnica de nuestra realidad. Por lo mismo, introducirnos en estos temas fue un proceso complejo y motivante a la vez. Nuestras conexiones con universidades y ONG de los países andinos fueron vitales para esta comprensión. Diálogos con Juan Van Kessel, Xavier Albó, Hans van der Berg, Grimaldo Rengifo, Horacio Larraín, Eduardo Grillo, Jorge Hidalgo, Lautaro Núñez, Gilles Riviére, entre otros, fueron vitales. Por cierto, las lecturas de los clásicos del mundo andino como Tom Zuidema, John Murra, Karen Spalding, José Matos Mar, Henry Pease, Luis Millones, entre tantos otros.


Entre ellos Xavier Albó, Héctor González y Erik Laan

La conexión holandesa

Gracias a las gestiones de Van Kessel, el Ciren/Crear tuvo una relación especial con ese país, sobre todo con sus universidades y agencias para el desarrollo. Nos detenemos en nuestra relación con las universidades que nos ayudó a mantener una línea de investigación y de publicaciones más que relevantes. Así es como en el año 1985, ambas instituciones publican el libro El movimiento pentecostal en la sociedad chilena de J. Tennekes, un texto clásico que da cuenta del crecimiento de este movimiento religioso en América Latina y sobre todo en Chile. Profesores de esa universidad nos visitan y con ello organizamos talleres de discusiones tanto teóricas como metodológicas. Es así, por ejemplo, que el 5 de junio de 1987 se realizó el taller de religiosidad popular “Encuentros y desencuentros entre el culto pentecostal y el culto mariano”. Aparte de los investigadores del Crear, participaron André Droogers, Franz Kaamsteg, Javier Vilca, José Desmond.

A estas relaciones, se le sumarán la presencia de estudiantes becarios de ese país, estudiantes de antropología cultural y sociología no occidental, sobre todo de la Universidad Libre de Ámsterdam. Estos efectuaron importantes aportes al estudio de la realidad regional, sobre todo de la cultura andina. Muchos de ellos publicaron en los Cuadernos de Investigación Social, entre ellos Eric Laan, María de Bruyn, Jaap Lemereis, y otros.


Horacio Larraín

El Wus y la Clacso

El Servicio Universitario Mundial conocido por su sigla en inglés como Wus, realizó una extraordinaria labor en lo que se refiere a profesionales que buscaban reinsertarse en Chile.

El Ciren/Crear recibió a dos profesionales que desarrollaron líneas de investigación al interior de nuestra institución. Uno de ellos fue Gastón Guzmán, que venía de Francia y que se insertó en el mundo andino, en la localidad de Chiapa. El otro, el ingeniero civil Aníbal Matamala, que se integró al equipo de investigadores que estudiaron temas mineros y de pesca (Matamala, 1989). En temas del borde costero Arturo Neira, desempeñó en los años 90 una interesante labor tanto en Pisagua como en el sector sur de Iquique.


Por su parte, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) nos apoyó en la formación de investigadores jóvenes, entre ellos al sociólogo Julián González, que se dedicó al estudio de los jóvenes aymaras (1987).

 

Los derechos humanos

El Ciren/Crear realizó trabajo en coordinación con la Comisión de Derechos Humanos de Iquique. Destacada labor jugaron abogados como Germán Valenzuela, Carlos Vila, Dora Silva, Ernesto Montoya, entre otros. Se efectuaron seminarios y conversatorios sobre este tema, además de la publicación de varias cartillas de difusión. Destaca la importante labor de la radio Iquique FM dirigida por Fernando Muñoz Marinkovic.

El trabajo con las comunidades andinas

Al trabajar con las comunidades alto-andinas de la provincia de Iquique, nos guió la idea de la reetnificación de las mismas. Una idea que, con el paso de los años, es ambiciosa, pero que en la década de los 80 parecía posible de realizar. Para ello diseñamos dos micro-medios: el Boletín Aymara y el Vizcachín2. Ambos con públicos diferentes, pero a su vez complementarios. El primero dirigido al mundo adulto, el segundo a los niños y niñas del sistema escolar. Se trabajó con las comunidades del sector de Cariquima, en los ayllus de Villablanca, Quebe, Chijo, en el Isluga en las comunidades de Mauque y Enquelga. Fue un trabajo participativo entre los investigadores del Ciren/Crear, y los comuneros y profesores amigos de esas escuelas3.

Vizcachín

Es un material de lectoescritura dirigido a niños y niñas entre los 5 y los 12 años de edad. Se inició con la realización de un concurso de cuentos, en la que los abuelos y abuelas les contaban un cuento a sus nietos y nietas. Se seleccionaron 42 cuentos, leyendas y fábulas.


Gracias a conversaciones con comuneros y dirigentes andinos, se eligieron los cuentos para la confección de los materiales. Con la asesoría de una educadora de párvulos, Edda Barnao Domínguez, se efectuaron actividades para que los niños y niñas “dialogaran” con la flora y fauna, etcétera. Con la ayuda de un dibujante y previo varios chequeos para ser lo más fiel posible a la visión andina de su territorio4, se imprimieron los materiales. Se trabajó luego con los profesores de ciertas escuelas del altiplano, y se siguió el proceso de validación, tanto con la comunidad como con la familia. Los profesores eran amigos de la ONG, y por eso colaboraron en el proceso.

Se editaron doce cartillas, cada una basada en un cuento, y con actividades pedagógicas derivadas del cuento.

A nivel de los obstáculos, por ejemplo, en las escuelas de Yala-Yala, Lirima y Villablanca, se recibieron durante el año 1987 órdenes expresas de no trabajar con este material. El encargado de esta experiencia, Juan Podestá, escribe cuando sintetiza esta experiencia:

... es que no han recibido críticas desde un punto de vista técnico-pedagógico que niegue su valor didáctico, y por el contrario, todas las críticas apuntan decididamente a la intencionalidad cultural y política del Vizcachín. La crítica más frecuente que se escucha por parte de los organismos oficiales se podría sintetizar con esta frase: Es imposible educar a los indios usando elementos de su propia cultura. La respuesta que ellos mismos se dan es que el universo cultural, simbólico, cognitivo, conceptual y didáctico de los aymaras, es muy reducido para ser usado en tareas de educación formal. Obviamente que en la visión de las autoridades de educación existe no solo un etnocentrismo cultural, sino también una clara intención etnocida (Podestá, 1988: 21).

El mismo Podestá, más allá de toda sistematización clásica, se pregunta acerca de ¿en qué medida el Vizcachín, como acción educativa en base a la tradición oral andina, se inserta en la lógica del conocimiento de los andinos? Por ahora no estamos en condiciones de responder a esta pregunta.


Producto de este trabajo con la tradición oral Podestá, junto a dos campesinos aymaras, Julián Amaro y Rucio Flores, publica el primer libro que contiene cuentos andinos de la región de Tarapacá (1989).

El Boletín Aymara (BA)

El equipo de trabajo estuvo compuesto por un diseñador encargado de la diagramación, gráfica y edición en la imprenta. Investigadores del Centro de Investigación de la Realidad del Norte han participado recopilando información, evaluándola y confeccionando los textos guías para la edición. En el segundo Boletín, se ha incluido la participación directa de campesinos para los textos en aymara y crítica de la gráfica, cuestión que ha resultado altamente significativa en la preparación de este material.

El procedimiento de trabajo ha sido: selección de la temática de acuerdo al programa del proyecto; búsqueda de los antecedentes necesarios; definición de sub-unidades temáticas y proposición de los distintos mensajes junto con las sugerencias de gráfica según la experiencia de los investigadores y el material fotográfico disponible.

Finalmente, se hace una selección y el diseñador prepara los borradores, los que son sometidos a las correcciones por parte de los miembros del Centro, y a la crítica de los campesinos para pasar posteriormente a la confección de las matrices definitivas y edición.

El nacimiento de un proyecto está marcado, a lo menos, por dos tensiones. Una que dice relación con la lectura de la realidad y que nos lleva a detectar una necesidad y a proponer un satisfactor. Otra dice relación, por el uso que se le dé, y que a menudo no está contemplado por sus gestores. Lo primero es lo que denominamos usos y lo segundo, en forma, un tanto irónica, abusos.

Los usos del Boletín Aymara están determinados, en gran parte, por los objetivos de este, al que ya hemos hecho mención, y en el que hay que destacar el reforzamiento de la identidad cultural, como palanca y motor del desarrollo andino, auto-centrado y emancipatorio.

Sin embargo, este objetivo, en la realidad, tiende a concentrarse, a través de lectura comunitaria, en la que por medio de un monitor, se dirige la lectura con el fin de problematizar sus contenidos. Este es, sin duda alguna, su mejor uso.

Siempre dentro de lo anterior, otro tema no planificado es el de pegar las láminas en la pared a modo de afiches. Por esta razón, el Boletín Aymara cambia de formato. Otros de los usos dados al Boletín y que no se definió cuando se creó, fue el de colorear láminas; este es a la vez un uso, y por qué no decirlo también, un abuso. Veamos por qué.

La fuerte presencia de la Escuela Nacional en el altiplano provoca la creación de todo un “espacio social” en el niño. Este entrará en un ritmo social que antes de la llegada de la Escuela lo obtenía de las actividades del pastoreo o de la búsqueda de la leña. La Escuela coopta este espacio, y redefine el uso social del tiempo. Con la Escuela, el Boletín Aymara empezó a operar como un recurso pedagógico, en concreto para colorear láminas. Esto tiene sus ventajas y desventajas.

Las primeras en cuanto se presentan como material alternativo a los recursos que la Escuela Nacional propone, por lo general, sin ninguna relación con la cultura aymara. Pero, el recurso de colorear las láminas por sí solo es insuficiente, para lo que perseguimos, sobre todo si se trata de colorearla en forma indiscriminada sin una adecuada dirección pedagógica.

Esto está también en directa relación con la capacidad que tenga el profesor −formado en la ciudad− para hacer un buen uso de este material. Y si lo puede hacer, choca con las barreras oficiales que le impone la estructura burocrática del Ministerio de Educación, a través, por ejemplo, de la Unidad Técnico-Pedagógica. Se le ha entregado al profesor una lista de sugerencias de actividades, de modo tal que sea el emisor el Centro de Investigación de la Realidad del Norte, y no el profesor, el que le dé el énfasis al coloreamiento de las láminas.

Los obstáculos que se presentaron para ambas experiencias son, sin duda alguna, las difíciles condiciones políticas de la época. Un trabajo realizado casi en la semi-clandestinidad. Ejecutado con la ayuda de algunos profesores y de ciertos dirigentes aymaras que poseían una clara consciencia étnica pero, sin duda, minorías.

Tanto el Vizcachín como el Boletín Aymara, en tanto prácticas interculturales, tuvo un impacto del cual aún resuenan. En ambas publicaciones, Gerardo Segovia Rojas tuvo un rol fundamental en las ilustraciones. Senén Chávez Fajardo también hizo un aporte extraordinario en estas áreas.