Las disciplinas de una mujer piadosa

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No maten su vida de oración con algún compromiso legalista a orar por un período de tiempo largo y predeterminado. A menudo, las mejores oraciones son breves y apasionadas. Hagan que sus oraciones sean frecuentes y fervientes, como lo ha sugerido Martín Lutero.18

LUCHEN POR LOGRARLO

Las Confesiones de San Agustín revelan que sus primeros años no ofrecieron indicio alguno del magnífico cristiano que sería algún día. Todo indicaba que el joven brillante se convertiría en un profesional disoluto, probablemente como abogado o como académico. Cuando era un estudiante de diecisiete años, se consiguió una novia que vivía con él, y quien compartió su lecho durante una década y con quien tuvo un hijo ilegítimo. Intelectualmente, Agustín no abrazó al cristianismo sino a la herejía popular de esa época, la cual reclamaba con petulancia reconciliar la filosofía y la religión. A la edad de veintitrés años, mientras estaba enseñando retórica, Agustín escribió un libro con un título que suena hoy como algo propio del siglo veintiuno: On the Beautiful and the Fit (De la belleza y la forma). Agustín estaba lejos de ser un candidato para la iglesia y mucho menos para la santidad.

Pero Agustín tenía algo muy especial a su favor: su madre Mónica, una mujer de una inmensa fe y oración persistente. Sus oraciones lo persiguieron desde el norte de África a Roma y luego a Milán, donde tuvo una profunda conversión. Agustín pasó a ser el teólogo más importante de los primeros siglos de la iglesia.

Cuando Mónica murió, él expresó así su dolor: «Lloré por mi madre... la madre que por un tiempo estuvo como muerta ante mis ojos, quien había llorado por mí durante tantos años, para que yo pudiera vivir ante Tus ojos» (traducción libre).19

Un miembro de nuestra iglesia, Marilee Melvin, escribió en el boletín informativo de nuestra iglesia sobre la dependencia de su madre de la oración:

Recuerdo una noche cuando me pidieron que ayudara a servir la cena. Papá estaba de viaje, y mamá, embarazada de siete meses y cuidando a cinco niños con edades que oscilaban entre los dos y los nueve años, estaba sirviendo la comida que yo más odiaba: frijoles con fiambre de carne de cerdo... Me quejé en voz alta de la cena, y mamá desapareció de la cocina. La llamé para poder encontrarla, pero no obtuve ninguna respuesta... Algo me llevó al sótano, donde por fin la encontré en el cuarto de la caldera. Estaba completamente oscuro, y ella estaba llorando. Al ver a su pequeña de siete años allí parada temerosa, se enjugó las lágrimas y me dijo que ella necesitaba venir a orar para tener más fuerza. Esa temprana imagen de mamá como intercesora y suplicante llena mi mente y mi memoria ahora con su patetismo y su verdad. En lugar de gritar enojada ante mi insensibilidad infantil, ella se retiró para pedir refuerzos de su Padre celestial, disponibles en abundancia para ella que los pedía (2 Corintios 9.8).20

¡Esta disciplina es un llamado a esforzarse! La oración es un trabajo, no un deporte. No es algo que hacemos si lo deseamos o sólo si sabemos cómo hacerlo bien.21 No será fácil. Aunque hayamos fracasado en el pasado, no dejemos de intentarlo. Confesemos nuestro fracaso a Dios y luego disciplinémonos para comenzar algo nuevo. ¡Ésa es la voluntad de Dios en el Evangelio!

RENUEVEN SU MENTE

¿Cuánto tiempo pasan, por lo general, conversando con Dios? Según su opinión (sin utilizar clichés evangélicos), ¿por qué es la oración una parte importante del caminar cristiano?

¿Cuál es el significado bíblico de la palabra meditación? ¿Por qué deberíamos meditar en el Señor y en su Palabra y en su voluntad (comparen Salmo 1.2; Apocalipsis 2.7, 11, 17, 29; 3.6, 13, 22)?

¿Por qué es la imagen de la guerra apropiada para considerar la disciplina de la oración (vean el contexto precedente de Efesios 6.18)? Apliquen esto a sus propias victorias y derrotas en lo que concierne a la oración.

¿Qué dicen Romanos 8.26-27 y Judas 20 sobre el Espíritu Santo y la oración? ¿Por qué son estas verdades aquí importantes para ustedes personalmente?

¿Les resulta difícil encontrar suficiente tiempo y un lugar tranquilo, alejado de las interrupciones, para sus momentos de oración? ¿Por qué? ¿Existen formas de poder minimizar las lealtades en conflicto que ustedes necesitan ignorar o ajustar a su vida atareada?

¿Cuál es el mejor lugar para ustedes para orar, y cuál es la mejor hora?

Hagan una lista de personas por las cuales desean orar regularmente. Luego establezcan un horario en el que orarán por varias personas en su lista (unas pocas veces a la semana). Cuando oren, pidan respuestas específicas que podrán reconocer más adelante.

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LA DISCIPLINA DE LA ADORACIÓN

La celebración de la sumisión


Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.

ROMANOS 12. 1 NIV

Mis memorias más antiguas del culto de los domingos a la mañana se extienden a 1950 cuando la Sra. White, quien lideraba al Club del Evangelio local, me llevaba a la iglesia con ella todas las semanas. La iglesia de la Alianza Cristiana y Misionera sobre la avenida Lime en Long Beach, California, era una congregación de personas como la Sra. White: sinceras y creyentes cuyo centro era la Biblia. ¡Y sin duda inclinados a las misiones! Las paredes del edificio estaban cubiertas de cajas de vidrio repletas de reliquias de misioneros de África, China, India, y otras tierras lejanas. Las vitrinas estaban al nivel de mis ojos, y yo estaba embelesada con ellas. Sin embargo, mis recuerdos sobre el culto en sí no son muy claros. Por más que lo intente, no me puedo acordar nada de esa hora semanal que pasaba en el culto. Mi mente está en blanco.

La mayor parte de mi niñez la pasé en la Iglesia Bautista de Garfield, y aquellas memorias son sin duda más vívidas. Los servicios eran como los de la mayoría de las iglesias bautistas de la época: una mezcla de canciones gospel, coritos, y quizás algún himno, un número del coro, y un sermón. He revisado mis recuerdos de aquellos años, y no me acuerdo de haber pensado jamás sobre el culto colectivo. Nunca le di consideración alguna al propósito de las reuniones en el Día del Señor excepto como un lugar para predicar.

Durante las décadas del sesenta y setenta, increíbles cambios azotaron a las iglesias evangélicas. Se cuestionaron todos los aspectos del culto y se los sometió a dolorosas pruebas de autenticidad y relevancia. En un esfuerzo por mejorar los servicios religiosos, se dejaron de lado las canciones gospel y se las reemplazó con música tipo mantra; los predicadores fueron reemplazados por «comunicadores».

En los últimos veinte años más o menos, se han dejado de lado esos dos modelos anteriores para reemplazarlos con un culto colectivo que tiene un enfoque más popular y sensible a las personas que están en pos de la verdad. ¿A qué se deben todos estos cambios? ¿Es acaso una manera de hacer las cosas mejor que la otra? ¿Es la forma en que consideramos la adoración realmente algo tan importante como para que se la considere una disciplina?

La respuesta a estas preguntas yace en una comprensión del culto bíblico: tanto individual como colectivo. Como mujeres del Evangelio es crucial que pensemos acerca de estos asuntos para no abandonar el corazón mismo de la adoración verdadera.

MÁS QUE UNA ACTIVIDAD DOMINICAL

El culto del Nuevo Testamento abarca toda la vida. La adoración no es algo que releguemos a los domingos por la mañana o a cualquier otra hora específica de la semana, no importa cuán innovadora sea su iglesia en la elección de la hora. La evidencia bíblica es irrefutable. La venida de Jesús cumplió con la promesa de las Escrituras de un nuevo pacto (compare con Jeremías 31.31-34). Es muy significativo que el texto completo de esta profecía esté registrado en Hebreos 8.7-13, en el medio de una sección (Hebreos 7-11) que afirma que ya no hay más sacrificio, sacerdocio, o templo debido a que todo se ha cumplido en Cristo.

El lenguaje de adoración del Antiguo Testamento se cambia en el Nuevo Testamento de modo que el culto sea más amplio, abarcando la vida entera. Ya no existen momentos sagrados o lugares sagrados. Lo que quiero decir con esto es que no necesitamos ir al templo (el lugar santo) para adorar a Dios. Bajo el nuevo pacto, los cristianos lo deben adorar a Dios todo el tiempo. Ese es esencialmente el mensaje de este libro: adorar a Dios por medio de la reverente sumisión de todos los aspectos de nuestra vida. El culto colectivo, lo que hacemos los domingos por la mañana, es simplemente una expresión particular de la vida de adoración continua.

La mejor expresión de la visión amplia de la adoración se encuentra en Romanos 1.2: «Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (NVI). El recordar los rituales de sacrificio de adoración del Antiguo Testamento nos ayuda a entender el significado de este versículo. Cada vez que confieso mi independencia y someto mi vida a la voluntad de Dios en un área en particular, estoy adorando a Dios, tanto como cualquier israelita sincero que ofrece un cordero en obediencia al plan de Dios. Antes de que viniera Cristo, Samuel, el sacerdote, proclamó la superioridad de esta clase de culto cuando le instruyó al rey Saúl que «ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios» (1 Samuel 15.22).

 

¿Pero qué pasa entonces con los domingos a la mañana? ¿Cómo debemos entender el significado del servicio de adoración?

CULTO DEL DOMINGO A LA MAÑANA

La confusión reside en el por qué de la adoración. ¿Por qué adoramos, para Dios o para nosotros mismos? La suposición tácita pero cada vez más común de la persona promedio que va hoy a la iglesia es que la adoración es principalmente para nosotros: para satisfacer nuestras necesidades.

Aquí hay una señal que nos revela que esta clase de pensamiento es el que predomina. Después del servicio, todos preguntan: «¿Qué piensas del servicio de hoy?» o se escurren por la puerta lo más rápidamente posible. La pregunta verdadera debería ser: «¿Qué es lo que Dios piensa de él—y de nosotros?» Deberíamos preguntar: «¿Qué le he brindado hoy a Dios?» Es muy fácil olvidarse de que nuestra principal preocupación debería ser reunirnos con otros creyentes y «quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Juan 4.24, NVI). Todo en nuestro culto colectivo debería comenzar a partir de la comprensión de que nuestro Dios santo y trascendente debe ser complacido y glorificado por lo que hacemos. Esto es, después de todo, nuestro objetivo los otros seis días de la semana.

¿Y qué ocurre con nuestras necesidades? Cuando alabamos y adoramos a Dios como la «iglesia reunida» con nuestras canciones y oraciones y escuchando y sometiéndonos a la Palabra de Dios, la unidad y la comunión se dan naturalmente como resultado: son el producto derivado y la evidencia de la gracia generosa de Dios. La adoración correcta, ya sea individual o colectiva, resulta en la satisfacción de todas nuestras necesidades, y una relación adecuada con Dios y con los demás.

La preparación para el culto

La preparación para el culto no es algo que sólo los ministros deban hacer. Es importante que todas las personas que vengan a adorar se preparen. Y quiero que sepan que esto no es sencillo. El domingo a la mañana puede ser la mañana más difícil de toda la semana. Muchas parejas, especialmente aquellas con hijos pequeños, tienen más peleas los domingos por la mañana que cualquier otro día de la semana. A veces, cuando por fin llegan a la iglesia, la adoración parece un imposible.

La respuesta comienza con la preparación durante el sábado. Si es posible, preparen el sábado a la noche la ropa que se pondrán el domingo. Incluso, tengan planeado el desayuno para entonces. Acomoden ya la Biblia y las lecciones y todas las demás cosas que habrán de necesitar el domingo a la mañana. Pónganse de acuerdo con su esposo y niños mayores sobre la hora a la que todos se levantarán a la mañana para poder tener el tiempo suficiente para estar listos para ir a la iglesia. ¡Luego vayan a dormir a una hora razonable!

Oren acerca del Día del Señor: por el servicio, la música, los pastores, las familias de ustedes, y ustedes mismas. Lo ideal sería poder compartir un breve momento de oración familiar antes de dejar la casa el domingo a la mañana. Pidan que Dios sea glorificado y que Él le hable a cada miembro de la familia. Si ustedes pueden llevar a cabo estos cambios en su fin de semana, no caben dudas que el culto del domingo mejorará.

Expectantes

Debemos venir con grandes expectativas, ya que experimentaremos exactamente lo que esperamos. Mi amiga Diana, cuya vida está repleta de dificultades, tiene un gran sentido de expectativa cuando concurre a la iglesia. Una vez me dijo que cada domingo a la mañana es como Navidad. Su entusiasmo se acrecienta a medida que se acerca el sermón, y ella está ansiosa por escuchar y recibir el nuevo don de entendimiento de Dios y su voluntad que el pastor desenvolverá como un regalo esa mañana frente a la congregación. ¡Qué hermoso!

LA DISCIPLINA DE LA ADORACIÓN

Es el día del Señor. Estamos reunidas para adorar junto con el pueblo de Dios. Estamos preparadas y expectantes. Entonces ahora, ¿Cómo adoramos en una forma que complazca a Dios?

Centrado en Dios

El culto centrado en Dios comienza cuando nos concentramos en la asombrosa revelación de Dios. ¡Este Dios de las Sagradas Escrituras es el Creador omnipotente (todo poderoso) que le dio existencia a todo por medio de su palabra! Éste es Dios, y es omnipresente (presente por doquier), sobre todas las cosas, debajo de todas las cosas, pero no es encuadrado por nada. Dios es omnisciente (todo lo sabe), y hasta sabe cuántos cabellos hay en nuestra cabellera. Conoce nuestros pensamientos antes de que los pensemos o de que los demos a conocer. Dios es santo y habita en la luz inalcanzable de su propia gloria.

Cuando nos reunimos para adorar, debemos comenzar concientemente con una imagen enorme de Dios delante de nosotras y preguntarnos lo siguiente: ¿Cómo hemos de conducir nuestras vidas cada día y darle forma a nuestras reuniones para glorificar a este Dios? Esto es de muchísima importancia para esta generación presente, porque el mantener esta visión bíblica de Dios en nuestra mente cuando adoramos, nos ayudará a evitar toda idolatría. No cometamos el error de pensar que no somos culpables de idolatría simplemente porque no nos postramos delante de ídolos. Cada vez que pensamos en Dios en una manera diferente a la manera en que lo describen las Escrituras somos culpables de idolatría.

Por cierto que la iglesia debe estar sintonizada culturalmente y ser sensible. Mejor que lo sea. El predicador debería sostener la Biblia con una mano y el periódico con la otra. Los cristianos deben ser «entendidos en los tiempos» (comparen 1 Crónicas 12.32). La iglesia debe ser creativa y relevante, atrayente al corazón de hombres y mujeres (tanto los salvos como los incrédulos). Pero la verdadera adoración debe comenzar con Dios.

Jesús nos dice en Juan 4.24 que «quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad». Adorar «en verdad» significa que debemos venir informadas por la revelación objetiva de la Palabra de Dios sobre el magnífico Dios que servimos y los preceptos que Él ha pronunciado. En este sentido, nuestra adoración es gobernada por lo que sabemos y creemos sobre Dios. Cuanto más informadas estemos, mejor podremos adorar. Deberíamos estar familiarizadas con, y tomar en serio, pasajes tales como Génesis 1, Salmo 139, el libro de Job, Isaías 6 y 45, Juan 7, Juan 17, Romanos 1-3, Apocalipsis 19, y otros para prepararnos para un culto centrado en Dios.

Este conocimiento de Dios a través de su Palabra debería elevar nuestras expectativas e infundirnos un temor sano y reverente. Como escribió Annie Dillard:

Por lo general, no encuentro que los cristianos, fuera de las catacumbas, sean demasiado sensibles a las condiciones. ¿Tiene alguno la más remota idea de qué clase de poder invocamos en forma tan despreocupada? O, como me sospecho, ¿nadie cree una palabra de eso?... Es una locura que las mujeres usen sombreros de paja y sombreros de terciopelo a la iglesia; todas deberíamos usar cascos protectores. Los encargados de acomodarnos en nuestros asientos deberían entregarnos chalecos salvavidas y luces de bengala; ellos deberían amarrarnos a nuestros bancos. Porque el dios durmiente puede despertarse algún día y sentirse ofendido, o el dios que se despierta puede sacarnos y llevarnos a un lugar del que nunca podremos regresar jamás.22

Además de adorar en verdad, adoramos «en espíritu». Noten la «e» minúscula, que se refiere a nuestro espíritu humano, la persona interior. La verdadera adoración fluye de adentro para afuera. La adoración no es una actividad externa, sino que necesariamente es primero interior. Jesús les advirtió a los hipócritas usando las palabras de Isaías: «Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mis. Pues en vano me honran» (Marcos 7.6-7, citando Isaías 29.13).

La verdadera adoración brota desde adentro de nuestro espíritu, de los afectos espontáneos del corazón: tal como lo hizo desde el corazón de David, cuando él escribió el Salmo 130: «Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana» (versículos 5-6).

Centrado en Cristo

El Nuevo Testamento no revela a un Dios más grande que el que vemos en el Antiguo Testamento, pero nos da una mayor revelación de Dios. De modo que podríamos decir que Jesucristo nos lo explica a Dios (Juan 1.1, 18). Hace que el Dios invisible sea visible: Dios en la carne.

La enseñanza de Colosenses 1.15-18 proporciona una revelación alucinante de Dios en Cristo. Lo vemos a Él como el:

Creador: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él» (versículo 16).

El que nos sostiene: «Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (versículo 17).

Objetivo: «Todo fue creado... para él» (versículo 16).

Ésta es una afirmación sorprendente sobre Jesucristo. Nos dice que Él es tanto el punto de partida del universo como su culminación. Él es el principio, y Él es el final: Alfa y Omega. ¡Todo en la creación, historia, y realidad espiritual es para Él y se moviliza hacia Él!

Y no sólo eso, sino que esta declaración revela que Jesús es el reconciliador: «Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (versículos 19-20).

Dado que Cristo es la máxima revelación de Dios, Él debe ser el núcleo central de nuestra adoración. E. V. Hill, pastor de la Iglesia Bautista Misionera del Monte Sión, relata una historia sobre una mujer anciana en su iglesia a la que todos llamaban «1800» porque nadie sabía cuántos años tenía. Esta señora anciana era muy severa con los predicadores visitantes porque ella comprendía muy bien que Jesucristo debía ser el centro de la adoración cristiana. Si el predicador tardaba en honrar a Cristo, ella decía: «¡Elévalo!» Después de unos pocos minutos, si ella pensaba que no estaba ocurriendo, gritaba nuevamente: «¡Elévalo!» ¡Podía llegar a ser una hora muy larga para aquellos que no lo «elevaran a Jesús»!

Dado que Cristo es la máxima revelación de Dios, Él debe ser el núcleo central de nuestra adoración. Cuando Jesucristo es el centro, Él es el foco que trae unidad a la iglesia. Cuando nuestra adoración se centra en Dios y se centra en Cristo, cuando estamos adorando como individuos y como un grupo, se perfecciona la unidad. El pastor y autor A. W Tozer lo explicó a esto muy bien:

¿Se le ha ocurrido alguna vez a usted que cien pianos todos afinados con el mismo diapasón están afinados automáticamente entre ellos? Al ser afinados están en armonía, no los unos con los otros, sino con un estándar al cual cada uno debe predisponerse individualmente. De modo que cuando cien fieles se reúnen juntos, cada uno mirando a Cristo, están en el corazón más cerca uno del otro que lo que podrían estar si tuvieran que convertirse en una «unidad» conciente y quitaran sus ojos de Dios para lograr un compañerismo más 23 cercano.23

Centrado en la Palabra

El culto de la iglesia primitiva se centraba en la Palabra de Dios. El apóstol Pablo instruyó al joven pastor Timoteo: «En tanto que llego, dedícate a la lectura pública de las Escrituras, y a enseñar y animar a los hermanos» (1 Timoteo 4.13, NVI). Al final del primer siglo, un historiador eclesiástico registró para nosotros que los cristianos habían continuado con esta práctica: «En el día llamado domingo, todos los que habitan en ciudades o en el campo reúnanse en un lugar, y las memorias de los apóstoles y las escrituras de los profetas sean leídas, en tanto que lo permita el tiempo; luego, cuando haya terminado el lector, que hable el presidente, instruyendo y exhortando a la gente a que imite esas buenas cosas».24

¡La lectura pública de la Palabra de Dios es importante! En nuestra iglesia, nos ponemos de pie para la lectura de las Escrituras por dos razones: primero, para fijar nuestra atención y luego, para dejar en claro que como congregación estamos juntos bajo su autoridad. Cuando Jesús fue tentado en el desierto, al citar las palabras de Moisés en respuesta a la tentación de Satanás nos demostró que las Escrituras son nuestra vida misma: «Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4.4; véase también Lucas 4.4; Deuteronomio 8.3). ¡Las escrituras eran vida para Moisés y alimento para Jesús! ¿Y qué pasa con nosotras? Cuando se leen las Escrituras los domingos a la mañana, ¿creemos realmente que las palabras son esenciales para la vida misma? Piensen acerca de eso la próxima vez que se reúnan para adorar.

 

Servicio

Recordar que lo que estamos haciendo cuando nos reunimos los domingos a la mañana para adorar es sólo una extensión de lo que ha estado ocurriendo en nuestra vida durante toda la semana requiere disciplina. Es tan fácil aceptar la forma de pensar que dice: “Nosotros adoramos los domingos a la mañana”. El pensar de esa manera sugiere que no adoramos durante el resto de la semana. Los domingos deberían ser como cualquier otro día de la semana, a excepción de que adoramos con toda la iglesia reunida. Pero podemos cantar himnos, leer las Escrituras, y someter nuestra vida a la autoridad de la Palabra de Dios todos los días. Lo que hacemos los domingos debería equiparnos para servir a Dios durante toda la semana. La adoración, ya sea a solas en casa, en el trabajo, en el aula de clases, o con la iglesia reunida, es consagración. La adoración es servir a Dios cada día: «Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (Romanos 12.1, NVI, énfasis de la autora).

Cada mujer que se considere cristiana debe comprender que la adoración es la máxima prioridad de su vida. La adoración es lo que Dios desea de mí y de ustedes, todos los días. Jesús lo aclaró bien cuando la reprendió a la muy ocupada y frenética Marta cuando ésta criticó a su hermana que estaba sentada a los pies de Jesús: «Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada» (Lucas 10.41-42).

María eligió la buena parte, y nosotras podemos hacer lo mismo. Debemos imponer disciplina a este asunto de la adoración, porque es la voluntad de Dios para nosotras en el Evangelio.

RENUEVEN SU MENTE

Expliquen por qué es posible sentirse con deseos de adorar pero no estar verdaderamente adorando. ¿En qué forma es vuestra obediencia un acto de adoración? Vean 1 Samuel 15.22; Romanos 12.1.

¿Qué significa adorar a Dios «en espíritu y en verdad»? Vean Juan 4.21-24; 17.17.

¿Cómo pueden adorar a Cristo en todos los aspectos de vuestra vida? Vean Romanos 12.1-2.

Cuando comprendemos que la adoración debe centrarse en Cristo (ya que Él es al mismo tiempo nuestro sacrificio, sacerdote, y templo), ¿cómo deberíamos llevar a cabo nuestras oraciones, cantos, y predicación?

¿Qué pueden hacer ustedes (y sus familias) para estar espiritualmente preparadas para el culto de los domingos a la mañana? Hagan una lista, compártanla con su esposo e hijos, y trabajen juntos para implementar su plan

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