Las disciplinas de una mujer piadosa

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Un domingo a la noche, cuando el pastor analizaba paso a paso la historia de Israel, relató cómo Dios había concertado un pacto con Israel, les había dado su Ley, y había establecido el sacrificio de animales como expiación de pecados cuando la gente desobedecía. El pastor planteó la siguiente pregunta: «¿Cómo ha de habitar un Dios santo con un pueblo pecaminoso?»

Michelle recuerda: «Comencé a darme cuenta de que a causa de mi pecado, yo no podía acercarme a un Dios santo por mi propia cuenta».En ese punto, el pastor explicó que Jesucristo vino a satisfacer la Ley y los profetas y citó 2 Corintios 5.21: «Al que no cometió pecado alguno [Jesús], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios» (NVI).

Esa noche, Michelle comprendió por primera vez que «no era una observadora pasiva de la muerte de Jesús. Era una participante activa en su muerte. Mis pecados eran los clavos que le atravesaban sus manos y sus pies y las espinas que le oprimían su frente. Sólo en Jesús puedo ser justa. Ese domingo, yo deseaba treparme a lo más alto del techo y gritar: ‘¡Fui perdonada!’».

«De acuerdo con las Escrituras», Michelle comprendió el Evangelio como nunca antes lo había hecho, y ahora éste podía estar en el centro de su corazón, sus relaciones y sus decisiones.

EL EVANGELIO ES TODO

De manera que, como pueden ver, el Evangelio no es simplemente una cosa más que ustedes planean en sus agendas o en el almanaque de la cocina. El Evangelio le da forma a todo lo que nos atañe. La disciplina del Evangelio es acercarnos a Dios en sus propios términos. Eso es de lo que trata este libro. Como mujeres que entendemos y abrazamos el Evangelio, encontramos que la Palabra de Dios es tan dinámica que de inmediato nos define, nos satisface y nos motiva.

El Evangelio nos define

Cuando volvemos a nacer, nuestra vida comienza a cobrar sentido. Dentro de las páginas de las Escrituras, encontramos la bendita respuesta a la antigua pregunta: «¿Quién soy yo?» Comenzando en las páginas de apertura de la Biblia, aprendemos que somos hechos a la imagen de Dios. Aprendemos también que como mujeres, somos hechas claramente mujeres y no hombres. Más importante aún, descubrimos que poseemos un gran valor ante Dios, según fue demostrado por la muerte de Cristo en la cruz. Por lo tanto, el Evangelio no sólo aporta dignidad y valor a nuestra humanidad, sino que le brinda propósito y significado a las distinciones de sexo.

Aprendemos además que somos pecadores. Génesis 3 registra la decisión de Adán y Eva juntos de rebelarse contra el buen plan de Dios, trayendo pecado y muerte a toda la humanidad (Génesis 3; Isaías 53.6; Romanos 3.23). Descubrimos que podemos ser salvos de la ira de Dios contra toda iniquidad (Romanos 6.23; Efesios 2.3-9) .Vemos que nos podemos convertir en hijos de Dios y miembros de su familia, la iglesia (Juan 1.12; 3.5-8; Marcos 3.31-35). Por último, participamos con todos los santos a favor del Evangelio (Filipenses 1.1-6; 2.14-15). Las disciplinas que trataremos en este libro están informadas por estas realidades.

Aparte de los ángeles, quienes no fueron creados a la imagen de Dios, somos los únicos seres en el universo que pueden oír la Palabra de Dios y responder a ella. Génesis revela que lo primero que hizo Dios después de la creación de Adán y Eva fue hablarles. ¡Ustedes y yo podemos escuchar la Palabra de Dios! Debido a que fuimos creadas a su imagen, nuestra alma tiene un sentido moral que puede responder a su Palabra en obediencia, por medio de la gracia de Dios. Mujeres, ustedes llevan la imagen de Dios y son seres espirituales complejos que pueden escuchar a Dios hablar y, por medio de su gracia, ¡responder!

El Evangelio nos motiva

El Evangelio nos motiva; nos da un propósito en la vida: «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Colosenses 3.17).

Las Escrituras nos muestran dónde cabemos dentro del plan de Dios para el mundo y nos detallan lo que debemos hacer con nuestra vida. La Biblia es el manual de instrucciones para colocar a nuestra vida bajo la disciplina del Evangelio. A medida que avanzamos, observaremos la labor que se nos ha dado de difundir las buenas nuevas, de ser parte de la familia de Dios, de ser responsables de alimentar a otros y de servir a los pobres y desvalidos. El Evangelio le da forma a todos los aspectos de nuestra vida como mujeres solteras o casadas. El Evangelio le da significado a todo lo que hacemos, porque como mujeres del Evangelio estamos haciendo todo en el nombre del Señor Jesús. Si sólo se pueden acordar de una cosa de este libro, recuerden que el Evangelio es el fundamento para todo lo que ustedes son y hacen.

El Evangelio nos satisface

María Antonieta es famosa por su declaración desalmada a la gente hambrienta de Francia que carecía de pan: «Que coman pasteles». Esta misma reina, rodeada por un mobiliario exquisito, ropas extravagantes, comida abundante y exótica, y sirvientes para satisfacer cada uno de sus deseos, también dijo con desesperación: «Nada tiene sabor». No es sorprendente que no pudiera encontrar ninguna satisfacción en sus posesiones materiales, pero es trágico verdaderamente para aquellos que declaran tener fe en el Evangelio que busquen en otros lados esa satisfacción. Como esposa de pastor, he tenido que escuchar a menudo el anhelo de mujeres cristianas que me decían que deseaban algo que no poseían. En su búsqueda para encontrar lo que les faltaba, ellas disminuían y aun rechazaban con toda indiferencia lo que habían dado por sentado: el conocimiento de Dios y sus provisiones misericordiosas que se descubren en las páginas de las Escrituras.

Ésta es la verdad del Evangelio: «Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda» (2 Pedro 1.3, NVI, énfasis de la autora). ¡La provisión de Dios para sus hijos es asombrosa! ¡Tenemos todo lo que necesitamos! ¿Creen ustedes eso?

No tengan dudas de que el simple Evangelio tenga todo lo que necesitan y aún más. Jesús le dijo a la mujer junto al pozo de agua: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás» (Juan 4.13).Y nuevamente en el último día de la fiesta de los tabernáculos, Él declara que Él es la fuente de toda satisfacción: «En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7.37-38).

LAS MEJORES NOTICIAS

A pesar de que todos llevamos la noble imagen de Dios, descubrimos que caemos una y otra vez en egocentrismo, envidia, codicia, rebeldía, lujuria, o explotación de los demás, y aún cosas peores.Y esa es exactamente la razón por la cual el Evangelio es una noticia tan buena. Ahora mismo, hoy, cada uno de nosotros podemos escuchar la Palabra de Dios y responder por medio de su gracia. Podemos pensar los pensamientos de Dios tal como Él los ha revelado. Podemos hacer las obras de Dios. Podemos complacerle, y estar complacidos con Él. Podemos estar satisfechos, de la misma manera que lo estuvo Cristo, viviendo en obediencia a la Palabra de Dios y su voluntad.

Nunca me olvidaré el día, hace quince años, cuando una joven llamada Carol, que había recibido a Cristo como su Salvador apenas unas pocas semanas antes, vino al estudio bíblico por segunda vez. Se sentó, sosteniendo una Biblia prestada en sus manos, en un círculo de mujeres muy bien versadas en las Escrituras. Carol escuchó en silencio mientras que las demás mujeres respondían a las preguntas del estudio.

Cuando hubo un paréntesis en la conversación, Carol dijo con gran entusiasmo: « ¡Anoche encontré el versículo más maravilloso!» Todas aquellas mujeres cristianas dirigieron su atención a esta creyente nuevita. Lentamente y con reverencia, ella comenzó a leer: «Porque... tanto amó... Dios... al mundo, que dio... a su Hijo... unigénito... para que todo... el que cree... en él... no se pierda... sino que tenga vida eterna».

Se podía palpar el silencio en la habitación. Ella estaba leyendo Juan 3.16 — un versículo que muchos memorizan desde la niñez y que lo pueden repetir como loros en segundos— como debería ser leído: como si cada palabra fuera un verdadero tesoro. Alrededor del círculo, comenzaron a centellear los ojos de las presentes a medida que la admiración de Carol por el Evangelio ponía al descubierto la vergüenza de aquellas de nosotras cuyos sentidos se habían insensibilizado a la maravilla del mismo.

¡Nunca pierdan su asombro frente al Evangelio! Nunca piensen que lo han superado. Juan 3.16 es no sólo el resumen hermoso de lo que Dios ha hecho, sino que es también la base para una forma de vida. Debería ser el verdadero centro de nuestro vivir: definiéndonos, motivándonos y satisfaciéndonos. El Evangelio es la disciplina principal y la más importante de una mujer, porque es la fuente de la vida piadosa.

RENUEVEN SU MENTE

¿Cuándo comprendieron y aceptaron el Evangelio de Cristo por primera vez? ¿Qué efectos inmediatos produjo en su vida y en sus elecciones?

¿Por qué debe el Evangelio ser el centro de su vida? ¿Se ha deslizado el Evangelio de lo más alto de su lista de prioridades? ¿Cómo harán que vuelva a ser lo más importante en su pensamiento nuevamente?

¿Cómo lo define el Evangelio al cristiano (véanse Génesis 1-3; Romanos 3.23; Romanos 6.23; Juan 1.12; Efesios 4-5)?

¿Cómo lo motiva el Evangelio al cristiano (Colosenses 3.17)?

 

¿Cuál es la verdad maravillosa y satisfactoria del Evangelio que encontramos en 2 Pedro 1.3? ¿Qué piensan actualmente que «necesitan» para «la vida y la piedad»? ¿Cómo pueden reclamar estas promesas para ustedes mismas?

DOS MANERAS DE VIVIR: UNA MIRADA BREVE AL MENSAJE DEL CRISTIANISMO5

¿De qué trata el Evangelio? ¿Qué significa ser un cristiano? La mayoría de las personas tienen sus propias ideas sobre estas preguntas, pero al final, las ideas de Dios son las que valen. ¿Qué dice Él sobre lo que es realmente el Evangelio? Eso es lo que estaremos viendo en este breve estudio: la definición de Dios del cristianismo tal como Él lo explica en detalle en la Biblia. Hay seis puntos básicos.

1.Dios: el Gobernante y Creador bondadoso

Dios es el gobernante bondadoso del mundo. Él lo creó, y Él nos creó a nosotros para que gobernemos y cuidemos al mundo, bajo su autoridad.

Encuentre Apocalipsis 4.11 en una Biblia (el Apocalipsis está justo al final). Léalo y luego intente escribir las respuestas a las siguientes preguntas de lo que ha leído.

a. ¿Por qué deberíamos honrar y alabar a Dios?

b. ¿Existe algo en la creación que no dependa de la voluntad de Dios? Explique.

c. ¿Qué actitud deberíamos tener frente a un Dios semejante?

2.La humanidad en rebelión

Sin embargo, cuando observamos al mundo, vemos que las cosas no son como deberían ser. Esto se debe a que hemos rechazado a Dios como nuestro gobernante, tratando de manejar nuestra vida sin Él. ¿Hemos hecho un buen trabajo manejándonos a nosotros mismos, nuestra sociedad y nuestro mundo? Respalde su respuesta con ejemplos.

Ahora lea Romanos 3.10-13 de la Biblia.

a. De acuerdo con este pasaje, ¿cuántas personas justas hay allí?

b. ¿Cuántas personas buscan realmente a Dios?

c. ¿Cuántas personas se han apartado del gobierno bondadoso de Dios?

Note esto con cuidado: Algunas personas se rebelan calladamente, simplemente ignorando a Dios. Otros se rebelan en una forma más evidente, realizando cosas que todos reconocen como pecaminosas. Pero de una u otra forma, es rebelión en contra de Dios. La verdadera pregunta es: ¿Qué hará Dios al respecto? Averigüemos.

3.Dios no va a permitir que las personas continúen rebelándose eternamente.

Dios se preocupa lo suficiente de nosotros como para tomar nuestra rebelión en serio y para llamarnos a rendir cuentas.

Lea Hebreos 9.27.

a. ¿Qué nos depara a todos el futuro?

b. ¿Qué debemos todos enfrentar después de la muerte?

El castigo de Dios por la rebelión es muerte y juicio. Esto puede sonar muy duro y muchas personas no desean creer que a Dios le pueda importar tanto nuestra rebelión. Pero la justicia no es justicia a menos que tenga en cuenta al pecado. Es simplemente incorrecto hacerse el ciego para no ver.

Las malas noticias son verdaderamente malas, pero las buenas noticias son maravillosas. Dios ha provisto un remedio para esta posición desastrosa en la cual nos encontramos.

4.Jesús: el hombre que muere por los rebeldes

Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo al mundo: Jesucristo. Jesús le obedeció a Dios completamente. Era la única persona que no merecía castigo alguno. Él vivió una vida maravillosa de entrega sin egoísmo, con verdad e integridad. No obstante, fue ejecutado como un criminal común y corriente. Al morir en la cruz, Él, el Hombre perfecto, tomó nuestro castigo sobre sí y nos brindó un perdón sin costo alguno.

Lea 1 Pedro 3.18.

a. ¿Por qué murió Cristo?

b. ¿Quién es la persona justa mencionada aquí? ¿Quiénes son los injustos?

c. ¿Cuál de estos dos términos lo describe a usted?

d. ¿Qué puede hacer la muerte de Cristo por usted?

La muerte de Jesús no es el final de la historia. Antes de morir, Jesús dijo que regresaría de la tumba después de tres días. En ese momento, nadie le creyó. Pero luego...

5. Jesús: el Gobernante resucitado

Dios aceptó la muerte de Jesús como pago en su totalidad por nuestros pecados y lo resucitó de entre los muertos. El Jesús resucitado es ahora lo que la humanidad siempre se supuso que fúera: el gobernante de Dios del mundo. Jesús ha conquistado la muerte y nos brinda ahora nueva vida a nosotros . Un día regresará ajuzgar el mundo.

Lea Filipenses 2.9-11.

a. ¿Qué lugar le ha otorgado Dios a Jesús?

b. ¿Qué actitud deberíamos tener hacia Jesús?

c. Ya sea por elección o no, ¿quién va a finalmente postrarse frente a la autoridad de Jesús?

Al resucitar de los muertos, Jesús comprobó una vez para siempre que todo lo que Él llevó a cabo tiene realmente todo el poder y la autoridad que reclamó tener como el Hijo de Dios. Eso nos da sólo dos opciones...

6.Las dos maneras de vivir

Nuestra manera

Rechazar a Dios como gobernante

Tratar de manejar nuestra vida a nuestra manera

Resultado

•Condenado por Dios

•Enfrentado a la muerte y el juicio

La nueva manera de Dios

Someternos a Jesús como Señor

Confiar en la muerte y la resurrección de Jesús

Resultado

•Perdonado por Dios

•Recibimos vida eterna

Lea Juan 3.36.

a. ¿Qué dos clases de personas se describen aquí?

b. ¿Qué debe hacer usted para tener vida eterna?

c. ¿Por qué razón permanecería el enojo (ira) de Dios sobre ciertas personas?

d. ¿Cuál de estas dos opciones es la manera en que usted desea vivir?

¿Qué debería hacer yo a continuación?

Quizás desee pensar más acerca de las verdades que hemos cubierto en este breve estudio. Lo puede conocer mejor a Jesús leyendo el Evangelio de Marcos.

Sin embargo, si usted sabe que está listo para dar su vida a Dios sometiéndose al gobierno de Jesús, debería orar una sencilla oración en sus propias palabras. Pida a Dios que lo perdone por haberlo ignorado y haberse rebelado. Pídale su ayuda para permitir que Jesús maneje su vida y para confiar en su muerte para perdón y vida eterna.

De aquí en adelante, es cuestión de vivir su nueva manera de vida un día a la vez, pero ya no estará solo. Dios estará siempre con usted. Él seguirá hablándole (cuando lea la Biblia); Él seguirá escuchándole y ayudándolo (cuando le ore); Él le ayudará a cambiar y a vivir a su manera (por medio de su Espíritu que mora en usted); y Él le proporcionará hermanos y hermanas que lo animen en el camino (cuando se reúna con otros cristianos).

3

LA DISCIPLINA DE LA SUMISIÓN

La postura de la piedad


Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor.

FILIPENSES 2.10-11

Me produce una gran tristeza el hecho de que «la palabra S» haya sido eliminada tan por completo de nuestro vocabulario cultural. No es por supuesto sorprendente que las feministas prefieran evitar la idea de la sumisión, pero este término se encuentra curiosamente ausente de las conversaciones en las reuniones de la iglesia y en las clases de escuela dominical, así como en los lugares de trabajo profesionales.

Casi de un día al otro, lo que alguna vez se atesoró como virtud cristiana se ha convertido en algo ofensivo, algo para desechar. Durante la década de los sesenta, cuando Betty Friedan le presentó al mundo The Feminine Mystique (La mística femenina), un movimiento comenzó a sacudir a los Estados Unidos y al mundo. Friedan dijo: «Apenas ha comenzado la búsqueda de las mujeres de sí mismas. Pero está llegando el momento en que las voces de la mística femenina no pueden ahogar la voz interior que está impulsando a las mujeres a ser completas».6 Varios otros libros publicados durante la década de los setenta encasillaron la palabra sumisión con el sentido del consentimiento de las mujeres al dominio de los hombres. Luego, a medida que el feminismo comenzó a infiltrarse en la iglesia evangélica, la idea de la sumisión pasó a ser algo ofensivo para las mujeres cristianas en vez de ser algo primordial a su identidad como hijas de Dios.

Esto presenta un grave problema para las mujeres que desean vivir vidas piadosas. La ideología feminista no puede tener el lugar más importante en su vida. La Dra. Kirsten Birkett señala las razones por qué en su libro The Essence of Feminism (La esencia del feminismo): «El feminismo es un movimiento egoísta, sin ninguna filosofía sostenible, una historia fabricada, y una moralidad incoherente. No aporta ninguna libertad ni satisfacción a las mujeres, y no corregirá injusticias».7

Todos los creyentes, tanto hombres como mujeres, son llamados a someterse voluntariamente y con gozo a lo que conocemos y confiamos acerca de Dios: que Él desea que vivamos una vida de bendición. Esa vida de bendición se encuentra en nuestra sumisión al reinado de amor de Dios y a su orden en este mundo. De modo que la sumisión es el sendero que nos conduce a la bendición.

¿QUÉ ES LA SUMISIÓN?

¿Qué piensan que es la sumisión? Algunas personas piensan correctamente que la sumisión involucra actuar en forma amable y considerada hacia los demás, pero lo más frecuente es que se vea a la sumisión como algo degradante o denigrante.

Muchos cristianos están algo confundidos y piensan que la sumisión tiene algo que ver con el matrimonio y la relación de la mujer con su esposo (lo cual es cierto), o quizás con el rol de una mujer en la iglesia (lo cual también es cierto). Pero el llamado a la sumisión es mucho más extenso que estos usos reducidos.

La sumisión es ceder a la autoridad de otro. El predicador puritano Jeremiah Burroughs escribió: «Mantener debajo, eso es someterse. El Alma se puede someter a Dios en el momento en que puede colocarse bajo el poder y la autoridad y el dominio que Dios tiene sobre ella».8

La sumisión al gobierno amoroso de Dios

Por supuesto que la autoridad a la que debemos ceder es la autoridad de Dios. El Evangelio revela la verdad que Jesús es Señor. Los cristianos lo sabemos. Esta frase nos ha servido incluso como calcomanía para colocar en la defensa de nuestros automóviles. Pero lejos de ser trivial, estas palabras expresan laesencia misma del Evangelio. El arzobispo de Sydney, Peter Jensen, lo dijo así en su At the Heart of the Universe (En el corazón del universo):

Existía una diferencia monumental entre Jesús y los demás profetas de la Biblia. No sólo que Jesús trajo un mensaje de Dios; él mismo era el principal contenido del mensaje que había traído. Él anunció el reino y reveló que él era su Rey. Los profetas apuntaban a Cristo; él aceptó el testimonio de ellos. Él mismo era la luz del mundo, el pan de vida, el que da agua viva, la perfecta revelación de Dios, inigualable e insuperable. «El que me ha visto a mí», dijo Jesús a sus asombrados discípulos, «ha visto al Padre» (Juan 14.9). No hemos de sorprendernos pues que cuando estos discípulos comenzaron a predicar después de la muerte y resurrección de Jesús, su mensaje se redujo a: «Jesucristo es Señor».9

Pedro predicó el señorío de Cristo ante una multitud en Jerusalén después de Pentecostés: «Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo» (Hechos 2.36).

Pablo escribió sobre el señorío de Cristo en sus cartas a las iglesias:

Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2.8-11)

Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. (Efesios 1.9-10)

 

El mensaje de la Biblia es claro: ¡Jesucristo es Señor! Es un hecho. La clave para ser una mujer piadosa es colocar nuestra vida en completa sumisión a su voluntad en todo. Es también el sendero que nos conduce al gozo.

Jesús, nuestro Señor, es una clase diferente de rey, y nos sometemos a Él, en parte, conformando nuestras vidas según su ejemplo. Como Señor, Jesús se comportó en una forma que era diferente a todo rey que haya conocido jamás el mundo. En vez de asumir una postura orgullosa de dominio, Jesús se humilló a sí mismo. En el Aposento Alto, poco tiempo antes de su crucifixión, Jesús aplacó una discusión entre sus discípulos sobre quién de ellos era el más importante, llevando a cabo algo asombroso: «Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura... y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos» (Juan 13.3-5).

Según este pasaje, vemos queJesucristo no tenía ninguna crisis de identidad. Él sabía exactamente quién era. Sabía que todo el poder le pertenecía a él. Sabía de dónde venía y a dónde se dirigía, y sabía cuál era su propósito sobre la tierra. Su humildad en ese día y a través de toda su vida provenía de esa confianza.

El Evangelio nos da esa misma confianza. Como hijas de Dios, nosotras también sabemos de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. Como Cristo, sabemos también lo que poseemos. Es el amor de Dios que nos motiva a seguir el ejemplo de Cristo y que nos permite liberar el control de nuestros planes para nuestra vida, colocándonos cada día completamente bajo el gobierno amoroso de Dios. John Wesley conocía esta verdad y oraba:

Toma Tú la total posesión de mi corazón. Levanta allí tu trono, y da allí órdenes como lo haces en el cielo. Habiendo sido creado por ti, permíteme vivir para ti. Habiendo sido creado para ti, permíteme siempre actuar para tu gloria. Habiendo sido redimido por ti, permíteme darte lo que es tuyo, y permite que mi espíritu se aferre solamente a ti.10

Nos podemos encomendar por completo al hermoso plan del Padre para nosotras. Cuando nos sometemos al gobierno de nuestro Rey, no sometemos también al orden de Dios.

La sumisión al orden de Dios

Parte de nuestra rebelión en contra de Dios es el deseo de ignorar el plan de Dios para tener orden en la creación. Pero la vida en sumisión al orden de Dios es esencial para vivir bajo su gobierno. La autora Mary Kassian lo comprueba con estas penetrantes palabras:

La sumisión es un concepto que debemos comprender, dado que todos somos llamados a someternos a Dios (Santiago 4.7-10; Hebreos 12.9), y todos nosotros, una que otra vez, debemos someternos a la autoridad humana. Los creyentes que no se pueden someter a la autoridad humana no saben cómo someterse a Dios, pues es Dios quien exige sumisión dentro de las relaciones humanas. A la inversa, los creyentes serán líderes ineficaces, incapaces de satisfacer los roles de autoridad humana, hasta que aprendan a someterse a los demás. La sumisión es para todos.11

Una vez más, Jesús es nuestro ejemplo supremo. Él vivió su vida en sumisión al orden de Dios. Juan 8.28-29 dice: «Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada».

Las dos frases: «nada hago por mí mismo» y «yo hago siempre lo que le agrada» son reveladoras. Jesús estaba hablando sobre toda su vida, comenzando con su niñez. A medida que pasaron los años, y Jesús maduró de la niñez a la vida adulta, la Biblia dice que Jesús «crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres» (Lucas 2.52). Sabemos que Jesús experimentó la vida como un niño, como soltero, como hombre que trabaja, y como ciudadano. Se enfrentó a las dificultades que presenta la vida dentro de los límites de esas relaciones cuando uno vive de acuerdo al plan de Dios. Y sabemos que en el medio de su vida cotidiana, Él complacía a su Padre celestial en todo.

Nuestro instinto es complacernos a nosotras mismas. Naturalmente deseamos definir nuestros propios límites, rebelándonos contra toda autoridad externa. De modo que la sumisión es algo que tenemos que aprender.

Cuando les enseñamos a nuestros niños a obedecernos, les estamos dando en realidad su primera lección en sumisión al orden de Dios para la familia. Ellos están aprendiendo a alinear su voluntad obstinada con la voluntad de sus padres y, en última instancia, con la voluntad de Dios.

El famoso psiquiatra infantil Dr. Robert Coles nos relata cómo, durante su capacitación en el Hospital de Niños de Boston, descubrió la importancia de educar a los niños para que obedezcan. Le asignaron a un niño de diez años cuya descripción era que tenía «problemas de aprendizaje». Durante sus sesiones, la conducta del niño era descortés, impaciente, exigente, y sin autocontrol. El Dr. Coles trató de razonar con él, con la esperanza de descubrir la razón de su comportamiento, pero cada sesión sólo acrecentaba sus propios sentimientos de impotencia. Pasaron las semanas sin cambio alguno: el niño saliéndose con la suya en el consultorio del médico y el médico sin idea de cómo ayudarlo.

Un día que estaba nevando, cuando llegó el niño se quitó con indiferencia sus galochas y las tiró, chorreando nieve, sobre la silla del médico. El Dr. Coles recuerda que instintivamente sintió que una rabia le subía por dentro, pero al mismo tiempo escuchó una voz interior que le decía que descubriera por qué el niño lo había hecho. Luchando por controlarse, caminó hacia la silla, recogió las galochas mojadas, las colocó en el pasillo fuera de su consultorio, y cerró de un golpe la puerta. Cuando el niño respondió que quería que estuvieran dentro del consultorio, el médico gritó: « ¡Ya no hay nada que hacer!»

Esas eran palabras que sus propios padres habían utilizado durante su niñez cuando se les había terminado la paciencia con su mala conducta. Ocurrió algo asombroso. El niño se sentó con cara de arrepentido y preguntó si había algo que podría utilizar para limpiar el desastre que había hecho. Por fin, el médico lo podía ayudar. El Dr. Coles escribe: «Tenemos temor de imponer los límites obvios que necesitan los niños, muchas veces porque pensamos que cierta teoría psicológica requiere tal actitud. Irónicamente, si la psiquiatría moderna ha aprendido algo, es un respeto saludable por el lado sombrío de nuestra vida mental y la conciencia de cuán importante es para todos nosotros tener una clase de autoridad sensata sobre nuestros impulsos para que no nos gobiernen y, sí, nos arruinen, para no mencionar otros que conocemos».12

El Dr. Coles descubrió lo que la Biblia enseñó hace mucho tiempo: Cuando no les enseñamos a los niños a respetar los límites y la autoridad que nos ha dado Dios, no les hacemos ningún favor.

Como cristianos, comprendemos que debemos enseñar también a nuestros niños lo que es esa «parte sombría de nuestra vida mental»: ni más ni menos que la rebelión contra nuestro Dios y Creador. Qué bendito el niño que recibe tal educación, ya que el someter su vida a la voluntad de Dios le da una gran ventaja.

CÓMO SOMETERNOS A DIOS

La sumisión se aplica a todas las áreas de nuestra vida al comenzar a restaurar el Evangelio en el lugar que le corresponde en el centro de nuestros pensamientos y acciones en la vida diaria. Esta sumisión es la elección continua y diaria de los caminos de Dios por encima de los nuestros. Tendremos que seguir eligiendo durante toda nuestra vida.

Me vi humillada por esta disciplina en mi hija Holly, cuando nos encontrábamos muy frustradas de pie frente al mostrador de servicio al cliente. Los suegros de Holly debían llegar en una semana para pasar juntos la Navidad, y el empapelado que ella había pedido hacía tres meses, todavía no había llegado, y todo por culpa de la ineficiencia de la tienda.