Za darmo

El Campesino Puertorriqueño

Tekst
iOSAndroidWindows Phone
Gdzie wysłać link do aplikacji?
Nie zamykaj tego okna, dopóki nie wprowadzisz kodu na urządzeniu mobilnym
Ponów próbęLink został wysłany

Na prośbę właściciela praw autorskich ta książka nie jest dostępna do pobrania jako plik.

Można ją jednak przeczytać w naszych aplikacjach mobilnych (nawet bez połączenia z internetem) oraz online w witrynie LitRes.

Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

ENFERMEDADES EN GENERAL

Ninguna otra afección como el paludismo merece el primer lugar en este estudio, por la importancia que tiene en la patología puertorriqueña. Puede asegurarse que todas las enfermedades que en Puerto Rico se padecen, principalmente entre los campesinos, se relacionan con el paludismo: cuando él no las constituye, á lo ménos las complica.

Ya es franca y abiertamente una manifestación febril cotidiana, tercia ó cuarta, ya una engañosa larvada, ya una perniciosa que reviste las más caprichosas formas; es un verdadero Proteo de la patología, contra el que hay necesidad de vivir alerta para descubrirlo en sus más caprichosos y sorprendentes disfraces.

Siempre fué el paludismo, según todos los médicos que de este asunto se han ocupado, un padecimiento frecuente en Puerto Rico. Ya Fray Íñigo, en el capítulo Enfermedades que más comunmente se padecen en la Isla, decía: "Otra especie de calenturas se padecen en esta Isla y son frecuentes en las vecinas y mucho más en los valles de la tierra-firme: dánlas el nombre de calenturas de costa, de tercianas y otras diferentes. Atacan á los criollos, á los europeos y africanos, especialmente á los que habitan en los valles, tierras húmedas ó meramente desmontadas. La espesura de exhalaciones pútridas que la fuerza del sol levanta de las tierras nuevas y lagunas, impregnan el aire, éste inficciona la masa de la sangre y resultan las calenturas intermitentes que suelen guardar en las accesiones la crísis de tercianas ó cuartanas, cuya duración llega á cuatro ó seis años sin que hasta ahora hayan encontrado medios de cortarlas. Los que llegan á limpiarse de ellas convalecen con mucha dificultad y lentitud, muchos quedan en una debilidad habitual, el cuerpo extenuado y sin fuerzas. Los alimentos sin sustancia y el aire poco favorable para recuperar la salud conducen al paciente de una enfermedad á otra; los que se salvan de las calenturas vienen á morir de hidropesía."

Admira ver cómo el religioso benedictino aprecia las causas esencialísimas del modo de ser de nuestra población. Enseñanza grande nos dá este párrafo por lo que demuestra respecto de las condiciones físicas del habitante de Puerto Rico á fines del siglo XVIII. En él vemos que ya entónces era un hecho la extenuación y debilidad habitual de muchos; extenuación y debilidad que, como era lógico suponer, siguiendo como han seguido actuando las causas del paludismo en los campos, han venido á influir considerablemente en la patología actual de nuestros campesinos.

Nótese bien que todavía en la época de Fray Íñigo, allá por los años de 1781, no había medio con qué cortar las calenturas intermitentes. Se curaban porque sí, ó no se curaban, dejando en el primer caso una debilidad orgánica que ha redundado en perjuicio de la generación presente, generación sobre la cual, preciso es confesarlo, aun puede el paludismo actuar grandemente, gracias á la falta de drenajes, etc., y á la falta de ilustración y escasez de medios, lo cual hace que todavía el quinino no preste toda la utilidad debida entre las gentes del campo.

El doctor Don Calixto Romero y Togores, en sus notas á este capítulo de la Historia de Puerto Rico, decía el año de 1866: "Las fiebres intermitentes siguen siendo uno de los padecimientos más frecuente de la Isla." Habla luego de las causas, ó sea de la influencia telúrica y añade: "Por esta razón, los hombres expuestos á su acción, v. gr., los labradores, la padecen con frecuencia," y concluye diciendo: "Al cabo de cierto tiempo constituyen á los calenturientos en sugetos raquíticos que sufren infartos del bazo ó de éste y el hígado, que determinan á su vez una série de padecimientos que abrevian considerablemente la duración de la vida."

En nuestros dias los médicos que han escrito acerca de este particular, están de acuerdo en declarar endémicas las fiebres intermitentes en la Isla; así lo creen todos los profesores de medicina que practican en la provincia. Hay localidades en las que se extrema la frecuencia del elemento palustre. El doctor Don Antonio J. Amadeo, de Maunabo, y el doctor Don José de Jesús Dominguez, de Mayagüez, han escrito en el sentido expuesto luminosos artículos acerca de este particular. El doctor Don Ricardo Rey, con el mismo motivo, ha dicho hace poco:5 "Basta recorrer la Isla de Norte á Sud y de Este á Oeste, para observar que uno de los efectos morbosos con que el médico práctico ha de luchar de contínuo, ha de ser el miasma de los pantanos. El suelo, continúa el mismo escritor, en que el astro del dia ejerce su poder, no puede ser más abonado ni reunir mejores condiciones. Por todas partes se observa una exuberante vejetación. No hay lugar en que el médico lo mismo que el botánico no admiren la rica flora que presenta la Isla; pero también admira y causa al mismo tiempo dolor, contemplar inmensos focos de infección producidos por múltiples pantanos, por ciénegas infinitas, por aguas sin corriente, que cubiertas de flores y verdor, rodeadas de impenetrables bosques, ofrecen á sus habitantes un constante y deletereo elemento que viene dia tras dia, generación tras generación, ejerciendo su influencia morbífica."

Efectivamente, dia tras dia, generación tras generación vienen actuando sobre el puertorriqueño y de un modo especial sobre el jíbaro las influencias reunidas del calor, la humedad y las sustancias orgánicas vegetales, que son los elementos necesarios para que – verificada la descomposición de las últimas – se desarrollen las calenturas intermitentes y remitentes que actúan todo el año en los campos de la Isla, en donde encuentran organismos ya predispuestos á padecerlas por el hambre y otras causas debilitantes.

No somos nosotros los primeros en decirlo: el escritor que acabamos de citar, en su estudio ya referido, lo ha dicho ántes que nosotros: "Existe, vive en esta Isla una población, y no es la ménos numerosa, vejetando (permítaseme la frase) entre ciénegas y pantanos, sostenida con alimentos vejetales y bebiendo agua fangosa." Expone luego el deber en que está la administración de hacer desaparecer esa causa de paludismo, y de ella "espera que un pueblo enfermizo y de poca vida se convierta en sano y viril."

Ciertamente, el campesino puertorriqueño es enfermizo; por muchos otros motivos, pero indudablemente á causa del mismo paludismo que, produciendo la caquéxia palúdica, nos le presenta con semblante abofado; le produce infiltración del tejido celular subcutáneo, le dá á la piel color terroso sucio, á su mirada languidez, á las conjuntivas exangües blancuras, á los miembros laxitud general, cortedad á la respiración, palpitaciones irregulares al corazón, hinchazones al hígado y bazo, é hidropesías, en fin, que todas estas lesiones suelen ser consecuencias de tan poderoso veneno.

Tócale á la anémia, en órden de importancia, lugar análogo al del paludismo. Enfermedad propia de los climas tórridos, amaga á todos los habitantes de la Isla, agobiando á la mayoría de los campesinos puertorriqueños. La influencia térmica del medio ambiente basta por sí sóla para producir la anémia. Aun en los climas templados se observa, durante el verano, cuando los calores han sido fuertes, que muchas personas pierden el apetito, se sienten incapaces de desarrollar su actividad ordinaria, palidecen; en una palabra, están bajo el influjo de un ligero grado de anémia. ¡Con cuánta más razón no ha de ser general este padecimiento en una zona cuya temperatura constante es alta todo el año!

En tésis general podemos decir que el habitante de los trópicos está sugeto á la anémia por el sólo hecho de la temperatura que soporta; pero esto tiene sus limitaciones individuales. Hay razas organizadas para sufrir los calores tropicales sin menoscabo de la salud, y otras que, aún no estando tan bien dotadas por la naturaleza, proceden de climas cálidos, han nacido en la zona ó tórrida, se han aclimatado y viven bien, aunque ligeramente anémicos; porque la anémia dentro de ciertos límites, mientras la cantidad y la calidad de los glóbulos sanguíneos no disminuye de un modo considerable, es compatible con la salud, y hasta se ha considerado como necesario y saludable acomodamiento del organismo al clima. Claro es que si pasa de estos límites, constituye un estado morboso.

Para la raza originaria de África, por ejemplo, la acción del clima puertorriqueño, por lo referente á la temperatura, no es perjudicial; para los europeos la acción morbosa de la temperatura será tanto más sensible, cuanto mayor sea la discrepancia del clima en donde nacieron, con el de este país; y por lo tanto, cuanto de más hacia el Norte procedan, más en peligro estarán de ser víctimas de la anémia térmica; sus condiciones funcionales orgánicas están muy distantes de las que les serían necesarias para resistir el ardiente sol de los trópicos. Por razones opuestas, los europeos nacidos en las zonas cálidas están mejor dispuestos para acomodarse á las necesidades del clima, y he aquí explicado por qué los españoles han prosperado y dejado descendencia viable en estas regiones, cosa que no han logrado otros pueblos.

En efecto; la península Ibérica está colocada entre las líneas isotermas de +15° y +20° formando parte de la zona comprendida entre las líneas isotermas +15° y +25° ó sea la región de los climas cálidos. Puerto Rico está comprendido en la zona que desde la línea isotérmica +25° va hasta el Ecuador termal; su temperatura media, según las observaciones meteorológicas hechas por la Jefatura de Obras públicas, en San Juan es de 26° en invierno y de 28° en verano; pero en el interior es indudablemente más baja; por lo cual la divergencia climatológica no resulta tan extrema como la latitud geográfica. Así se comprende que los españoles, y sobre todo los de la parte del medio-dia, hayan podido fundar sociedades permanentes en estas Islas; están en condiciones de adaptación de que carecen el alemán y el ruso, nacidos en zonas contenidas entre las líneas isotermas +15° y +5°.

 

Si el padre ha triunfado de las condiciones térmicas, por las leyes de la herencia se explica que el hijo vaya ganando en facilidades para habituarse á las influencias del nuevo clima; y así es: los descendientes de europeos soportan el clima mejor que sus progenitores, con sólo ese ligero grado de anémia de que ántes hemos hablado.

Esto no quiere decir que el campesino puertorriqueño de orígen europeo, no pueda ser víctima de la anémia morbosa, dependiente del clima tórrido que habita; de la anémia habitual y compatible con el ejercicio normal de las funciones orgánicas á la morbosa grave, el paso se efectúa con facilidad; pero hay que tener en cuenta, que la temperatura en los campos, sobre todo en las alturas, es notablemente más baja que la arriba citada, y por lo tanto más soportable, por lo cual nos permitimos asegurar que los casos de anémia tropical pura, exclusivamente debidos al calor excesivo, son escasos.

En cambio la anémia dependiente de otras causas es común; organismos ya predispuestos, fácilmente se vuelven anémicos á poco que hayan sufrido una enfermedad grave, una pérdida de sangre, etc.

Todas las causas, pues, que en otros países son capaces de determinar la anémia, obran con mayor facilidad en el campesino borincano. En las mujeres, el alumbramiento es casi siempre motivo de anémia; la lactancia, con más razón. ¡Cómo no había de ser así cuando á las naturales pérdidas orgánicas propias de esos actos, hay que añadir la insuficiencia de la alimentación!

No podemos prescindir de ocuparnos de este particular cada vez que se nos presenta ocasión de hacerlo. Tenemos, según hemos visto, que el país, por sí mismo, basta para que el hombre que lo habita se vuelva algo anémico y aun que sucumba á la anémia. ¿Qué hay que esperar que suceda cuando la alimentación es insuficiente y á veces de pésima calidad? Ya ántes hemos mencionado las sustancias que componen la mesa del jíbaro; pero nos falta añadir que muy frecuentemente algunas de esas sustancias las consume dañadas; hemos visto en no pocas ocasiones expender, principalmente las arenques, el bacalao y el pan de tan pésima calidad, que debía haberse prohibido su venta. En este particular es preciso hacer constar que la avaricia y el poco escrúpulo de algunos especuladores raya en lo increíble. Hay quien se enriquece en poco tiempo acaparando el dinero del infeliz labrador á cambio de los desechos de los almacenes de las poblaciones, alimentos podridos que se adquieren á bajo precio, para venderlos al jíbaro, en vez de elementos reparadores de su empobrecido organismo; sustancias que no sólo no le nutren, sino que pueden enfermarle. Por desgracia la falta de una organización sanitaria hace posibles estos delitos, verdaderos agiotajes con la sangre del pobre labrador.

Cierto que el jíbaro es poco escrupuloso y se conforma con que le cueste barato el alimento, aunque la inanición le consuma; pero esto no es razón para dejar que se le explote. Bastante hay ya con que de por sí sea sóbrio; admira verle satisfecho con encontrar bajo un árbol de mangó mesa puesta mientras dura la cosecha, y consumir el fruto aun ántes de que madure.

Es de notar que el jíbaro no usa el maiz con la frecuencia que debiera; prefiere el arroz, aunque no es tan nutritivo; este cereal que á menudo consume sin otra preparación que la de cocerle con agua y sal, le produce opilaciones. En ciertos casos, ántes de estar completamente formado el grano, se sirve de él como alimento; corta las espigas todavía verdes, tuesta el grano y satisface su hambre á cambio siempre de la pobreza nutritiva.

Otra de las causas de anémia consiste en la mala calidad del agua. El campesino en muchas localidades bebe la que tiene más cerca, aunque sea poco potable. Los estímulos que emplea para activar la digestión, el uso del alcohol como compensador de su régimen alimenticio, y el abuso del tabaco mascado, son causas que contribuyen á la enfermedad de que venimos tratando.

Al paludismo, á las causas debilitantes de una alimentación escasa y de mala calidad y á las enfermedades producidas por un régimen higiénico detestable, debemos atribuir principalmente la anémia del campesino puertorriqueño. Sáquesele de ese régimen y se le verá perder ese acentuado color pálido, tan frecuente entre los jíbaros. El clima debilita un poco, pero el daño no lo produce solamente el calor, lo hacen más acaso las transgresiones indicadas.

Aunque no tan generalizadas como la anémia, pueden citarse la clorosis y la leucenia misma, como padecimientos del campesino.

La escrofulósis es más común; hiere á un considerable número de indivíduos de este grupo. Y se explica: en los campos los enlaces entre parientes cercanos no son raros; no es extraño tampoco encontrar viejos empeñados en trasmitir una vida que se les escapa, y personas caquécticas vemos á cada paso llenas de numerosa familia; los hijos que de estos enlaces nacen, están, casi todos, condenados á ser víctimas de la escrófula. Si á esto añadimos las causas debilitantes de que ántes hemos hecho mención, no nos sorprenderá que el escrofulismo se haya enseñoreado de los campos de Borínquen.

Las enfermedades más comunes del aparato digestivo son las dispepsias, gastritis, gastrálgia; ésta, llamada por el vulgo pasmo y confundida con el tétanos, no es más que una neurálgia del estómago dependiente de la anémia, de la clorosis, del abuso del café, de las especies ó de un simple enfriamiento.

Entre las afecciones de este aparato, las diarreas agudas y crónicas, gastro-enteritis, disentería aguda y crónica, son las que juegan un papel más importante en la patología rural; las impresiones repentinas de la humedad á causa de los inopinados cambios atmosféricos, la mala calidad de los alimentos, las caquexias, la elevada temperatura de la estación calurosa, las malas aguas, todo esto dá razón de aquella importancia.

Las aguas impuras y el uso de las carnes de cerdo que contienen gérmenes de ténia – equinococos – exponen al campesino á padecer de lombrices.

La hidropesía ascitis se encuentra á menudo, ya desarrollada bajo la influencia de obstáculos circulatorios de la vena porta – enfermedades del hígado – ó de la cava – enfermedades del corazón – ya debida á la caquéxia palúdica, á la enfermedad de Bright, que es más frecuente de lo que pudiera creerse, á lesiones peritoneales y á un sencillo enfriamiento, sobre todo cuando la anémia existe como causa predisponente.

La dispepsia, la malaria, la disentería, aparte de la acción térmica del clima, son causas de que el hígado y el bazo sean frecuentemente asiento de lesiones crónicas – congestiones, infartos é inflamaciones. Los abscesos del hígado no se observan sino excepcionalmente. La ictericia catarral es común. En cuanto á la cirrósis hepática, su patogénia nos dice que la hemos de encontrar á cada paso. Paludismo crónico, enfermedades del corazón, alcoholismo, abuso de especias, son otras tantas causas de producción del padecimiento.

La peritonitis no es afección extraña á la patología del campesino.

Al ocuparnos de los venenos morbosos humanos, por lo que se refiere á las fiebres eruptivas, nos remitimos á lo dicho en la patología de la infancia.

La fiebre tifoidea reviste caractéres especiales que han dado lugar á que se niegue por inteligentes médicos su existencia en Puerto Rico, y que por otros se la llame tifóica para reconocer sus caractéres físicos sin declarar que sea la verdadera tifoidea; no es este el sitio de discutir si son ó no legítimas tifoideas todas las pirexias de larga duración con síntomas atáxicos y adinámicos que en esta isla se observan; pero no puede negarse que la tifoidea, aunque sea rara, existe en el país.

La fiebre amarilla castiga también á los campesinos; pero más á los blancos que á los negros, los cuales tampoco están exentos de padecerla. Cuando reina una epidemia de tifus amarillo en alguna población de la costa, son invadidos los campesinos que residen en la localidad epidemiada ó vienen á ella; á veces, aún en los mismos pueblos del interior se desarrollan epidemias mortíferas de vomito negro.

Otras pirexias se encuentran en la patología puertorriqueña, tales como las fiebres gástricas, biliosas, remitentes biliosas, etc.

Debemos citar la erisipela como exantema febril que complica á veces los traumatismos y úlceras, ó se presenta espontáneamente; pero es bueno advertir que por el vulgo se comprende bajo la misma denominación la linfagitis – inflamación de los vasos ganglios linfáticos de suma frecuencia y que se presenta á causa de simples picaduras, de la presencia de niguas ó de ligeras heridas.

Los venenos de orígen animal están representados por la rabia, que es una enfermedad rara; por el muermo, que lo es ménos, pues facilita el contagio el poco cuidado y ninguna medida de aislamiento que se toman con los caballos muermosos; la pústula maligna, picada de la mosca, suele propagarse por las mismas causas, es decir, por el descuido en que se tienen los animales enfermos, la despreocupación en utilizar los cueros de reses muertas de la epizootia, y los malos enterramientos de los animales que sucumben á causa de enfermedades carbuncosas.

Á otras infecciones ménos importantes están expuestos los campesinos; tales son las picaduras de insectos, principalmente del alacrán, escolopendra (cienpiés), arañas, que no suelen por lo general tener consecuencias funestas.

Á título de enfermedad muy general en los campos tócanos hablar del reumatismo; este padecimiento que tiene preferencias por los organismos pobres y por las personas sujetas á privaciones, necesario es que lo encontremos además entre una clase que, por las necesidades de su trabajo, se expone á menudo á las influencias atmosféricas más variadas, y que, sin embargo, se viste muy pobremente, lo necesario para no herir el pudor – y se aloja en casas pésimamente construidas, incapaces de resguardar á los que las habitan de las inclemencias del tiempo.

La nefritis catarral, la enfermedad de Bright, la uremia y la litiasis, proporcionan casos de observación al médico. Como queda indicado, el mal de Bright es más frecuente de lo que parece. Obedece á la caquéxia palúdica, al alcoholismo, á enfriamientos y á otras causas que actúan sobre los campesinos.

No faltan lesiones de la próstata de orígen venereo, dependientes del hábito de montar á caballo, etc. La cistitis es también afección corriente.

Pericarditis, endocarditis, lesiones valvulares, palpitaciones nerviosas, angina de pecho y aneurismas, representan la patología del aparato circulatorio.

Los órganos de la respiración, que se afectan por muy distintas causas, también son asiento de enfermedades entre las cuales el sencillo coriza, la laringitis, bronquitis, asma, pulmonías y pleuresías dan su contigente á la enfermería rural.

La tuberculosis, enfermedad tan común de los organismos debilitados, se hace cada dia más general entre nuestros campesinos.

El aparato de la inervación nos ofrece los meningitis, las inflamaciones del encéfalo, la anémia cerebral, el hidrocéfalo, las lesiones medulares, diversas neuroses-epilepsia-corea y las parálisis.

Pero entre las neurosis son las más frecuentes la jaqueca, las neurálgias y sobre todos el tétanos. Esta dolencia es sin género de duda bastante frecuente; suele aparecer á causa de un simple enfriamiento ó después de haber sufrido un traumatismo; en ocasiones basta el pinchazo de un alfiler, una ligera rozadura, la extirpación de una nigua. Pretenden los jíbaros precaverse del tétanos usando el tabaco mascado.

Las enfermedades de la piel más comunes son el acné, las eczemas y herpes. La elefantiasis de los griegos es aquí rara; pero la elefantiasis de los árabes está muy extendida entre las clases pobres. Favorecen el desarrollo de esta enfermedad las condiciones climatológicas y la influencia de la humedad del suelo – la inmensa mayoría de los campesinos andan descalzos. – Generalmente el punto de partida del padecimiento es una leuco-flegmasia que aumenta á cada ataque de linfitis, hasta que se manifiesta en toda su horrible deformidad la elefantiasis.

Al alcoholismo y á la locura paga su tributo también el campesino. Resultado de un vicio, el primero, va generalizándose entre hombres y mujeres lo bastante para hacernos temer por la degeneración de la especie, trasmitiéndose, como se trasmite, el envenenamiento alcohólico de padres á hijos. La afición á los alcoholes es general entre las clases proletarias de todas partes, como que obedece á las exigencias del organismo que pide combustible para entretener la vida, cuando los alimentos no se toman en la cantidad necesaria, ni son de calidad nutritiva suficiente. Por lo mismo, pues, que se conoce su causa es más sensible su generalización.

 

En cuanto á la locura, no son extraños á su manifestación los comunes enlaces entre parientes cercanos; tampoco faltan las monstruosidades para completar esta parte del cuadro patológico que venimos bosquejando.

Llama particularmente la atención de los cirujanos que ejercen en Puerto Rico, la facilidad con que se cicatrizan las heridas de todas clases. Casi ningún campesino ocurre al médico cuando sufre una herida, y aun tratándola del modo peor posible se cicatriza aquella rápidamente. Más frecuentes son las hemorragias tenaces de pequeños vasos que no deberían dar un chorro tan abundante, á tener el herido una sangre más rica en elementos plásticos. Las operaciones se practican con un éxito asombroso en este país, sin que la fiebre ni el delirio traumáticos intensos, ni las supuraciones, ni la absorción purulenta, las compliquen casi nunca.

Entre las enfermedades quirúrgicas, suelen encontrarse con frecuencia casos de úlceras de las piernas, rebeldes á todo tratamiento.

Entre los tumores que más comunmente padecen nuestros campesinos citaremos los fibromas, lipmass, el sarcoma á veces, frecuentemente los quistes, adenomas y cáncer.

He aquí trazada á vuela pluma la patología del campesino puertorriqueño; las enfermedades á que están sujetos esos infelices que viven diseminados por los campos de la isla, en la ignorancia, sin que puedan contar, cuando se enferman, con otra cosa que con la visita del médico, visita que resulta estéril á veces, porque si el pobre campesino consigue los medicamentos prescritos nunca es con la debida oportunidad, y se dan casos de no conseguirlos. En ocasiones hasta el médico les falta, porque, aún queriendo cumplir los dignos profesores titulares que casi todas las poblaciones tienen, no pueden hacerlo; carecen del tiempo material para acudir á barrios extremos, á donde se tarda dos ó tres horas en llegar, corriendo pésimos caminos y atravesando peligrosos rios. No es de extrañar que entre una clase sometida á estas circunstancias prosperen tanto los curiosos, curanderos y yerbateros de toda clase.

5Estudios sobre el Paludismo, artículos publicados en El Eco Médico Farmacéutico, de Puerto Rico.