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3. Las presiones sobre el voto de México

Sin presión no hay diamantes.

Thomas Carlyle

En toda controversia existen fuerzas opuestas que utilizan los medios a su disposición para lograr sus objetivos. México fue presionado para que apoyara la condena al sionismo en Naciones Unidas, y fue presionado también para que votara en contra de la definición del sionismo como racismo en el organismo internacional.

Para empezar, veamos si la acusación al sionismo de ser una forma de racismo tiene bases. Para analizarlo, expondré brevemente cómo surgió el sionismo y cuáles son sus principios básicos.

La emancipación judía, un proceso que comenzó a fines del siglo xviii en Europa, fue aboliendo paulatinamente las leyes discriminatorias aplicadas específicamente a los judíos, y les concedió igualdad civil y ciudadanía dentro de los países en los cuales residían. Antes de la emancipación, la mayoría de los judíos vivía en áreas residenciales específicas, aisladas del resto de la sociedad. Una vez integrados geográficamente, los judíos participaron también en la educación general así como en la sociedad civil, y el aspecto religioso del judaísmo pasó a ser un asunto privado, que podía ser mantenido o abandonado.

Este desarrollo fue paralelo al fortalecimiento de los Estados Nación y al surgimiento del nacionalismo en Europa, lo que, unido al debilitamiento de la religión en la vida diaria, provocó el replanteo acerca de la identidad judía. El sionismo es entre otras cosas, un intento por mantener la identidad judía, ligada al elemento territorial y a la posiblilidad de autodeterminación nacional.

Aunque inicialmente el sionismo era una de varias respuestas frente a los retos de la asimilación y el antisemitismo, la destrucción de la vida judía en Europa durante la Segunda Guerra Mundial impulsó al sionismo a un lugar preponderante. Además, cuando los sobrevivientes del Holocausto quisieron regresar a sus países de origen al término de la Segunda Guerra Mundial, se enfrentaron a pogromos, mientras que la inmigración judía estaba severamente limitada en la mayoría de los países, de modo que el sionismo se volvió una necesidad urgente para la supervivencia.1

El término “sionismo” fue acuñado por Natán Birnbaum en 1890. La Enciclopedia Británica lo define como el “movimiento nacionalista judío que ha tenido como objetivo la creación y el apoyo de un Estado nacional judío en Palestina, la antigua patria de los judíos (hebreo: Eretz Israel, “la Tierra de Israel”). Aunque el sionismo se originó en el este y centro de Europa durante la última parte del siglo XIX, es en muchos sentidos una continuación de la antigua unión nacionalista de los judíos y de la religión judía con la región histórica de Palestina, donde una de las colinas de la antigua Jerusalén se llamaba Sión”.2

Desde el surgimiento del sionismo como movimiento político, hubo oposición de algunos no judíos. Con el tiempo, esta oposición aumentó y se transformó de una disputa política o ideológica objetiva en una visión subjetiva negativa del sionismo.

Los sionistas siempre se han autodefinido sólo como judíos, y aun la ley rabínica más estricta y conservadora describe al judío como todo el que nació de una mujer judía, o se convirtió al judaísmo, independientemente de su origen étnico o racial. Esta definición no es racial por dos motivos: primero porque para el racista el padre de la persona es tan determinante como la madre y, segundo, porque para el racista la identidad no puede ser cambiada a voluntad.3

La falta de justificación racional de la acusación indica que el antisionismo, como herramienta política, es una forma nueva de antisemitismo. Así lo entendió el representante de Costa Rica en la onu, el padre Benjamín Núñez, quien afirmó: “El boceto de resolución antisemita que está frente a la Asamblea General demuestra claramente la necesidad aún hoy en día del sionismo. El ataque al sionismo es un eufemismo para revivir el antisemitismo”.4 Semesa Sikivou, delegado de Fiji, señaló: “La nacionalidad de muchos de nosotros sólo fue lograda después de haber expresado nuestro nacionalismo, y nuestra delegación no comprende por qué el sionismo, como movimiento nacional, debería ser condenado particularmente como una forma de racismo”.5

Como lo señalan estos testimonios, la condena al sionismo como racismo no tenía bases morales. Podemos preguntarnos: ¿Cuál era el riesgo de dejar pasar la definición del sionismo como racismo? El escritor israelí Amos Oz escribió acerca de la fuerza de las palabras. Afirmó que desde hace siglos los asesinos de masas sabían que se necesita corromper a las palabras para corromper a quienes las usan; por ello decía: “Debemos tratar a las palabras como granadas de mano”.6

Indudablemente, la resolución podía tener, y tendría efectos secundarios. Además del peligro a mediano o largo plazo de que se expulsara eventualmente a Israel de la onu, había consecuencias prácticas más inmediatas.

Si se definía al sionismo como racismo, la urss tenía una excusa aprobada por la onu para reprimir aún más al movimiento de aquellos que querían emigrar a Israel.7

En 1975 todavía existían algunos tabúes, surgidos a raíz del Holocausto, que obstaculizaban hablar de manera prejuiciosa acerca de los judíos. Sin embargo, si el sionismo era considerado como racismo se permitirían los ataques a los judíos usando el eufemismo sionista.

El programa de la Década contra el Racismo incluía, entre otras tácticas, el involucramiento de los medios de comunicación en la educación pública en contra de la discriminación racial; la creación de fondos de ayuda regionales e internacionales para las víctimas, y la producción de programas de cine, radio y televisión sobre asuntos raciales para uso público. Todos esos recursos se utilizarían para combatir al sionismo.

Este era un voto importante para los países del Medio Oriente, la urss y Estados Unidos; además, tenía una carga emocional muy alta para la diáspora judía mundial. Cada voto fue importante y, en el contexto americano, el voto mexicano lo era aún más por ser un país líder en Latinoamérica. Así que entraron en juego pujanzas de múltiples orígenes cuyos intentos, logros y fracasos es importante analizar.

Se manifestaron esfuerzos israelíes; presiones ejercidas por Estados Unidos, la comunidad europea y el bloque árabe-soviético; intentos de las comunidades judías mexicana y estadounidense, y de la comunidad árabe en México. Voy a examinar a cada grupo de manera independiente, pero cabe mencionar que muchas de estas presiones estuvieron entrecruzadas.

La votación de la resolución antisionista el 10 de noviembre de 1975 en Naciones Unidas no fue un fenómeno aislado, sino parte de un proceso continuo y complejo. Como ya expuse, la campaña creada para asegurar una condena al sionismo en la onu se puso en marcha en la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, celebrada en la Ciudad de México a finales de junio y principios de julio de 1975.8 Posteriormente, la moción se puso a voto el 17 de octubre en la Tercera Comisión de la Asamblea General de la onu, aquella que se ocupa de los asuntos sociales, humanitarios y culturales, y fue aprobada por mayoría. Por lo tanto, pasó a votación a la Asamblea General de la onu, donde el 10 de noviembre de 1975 se adoptó la resolución 3379, la cual condenó al sionismo como una forma de racismo. Y para terminar de la manera en que había comenzado, el 15 de diciembre se votó en Naciones Unidas la Declaración México, documento emanado de la Conferencia del Año de la Mujer, que contenía en su seno la condena al sionismo.9

México votó a favor de la condena al sionismo en los tres votos mencionados. En el próximo capítulo explicaré con detalle cómo acontecieron los votos del 17 de octubre en la Tercera Comisión y del 10 de noviembre en la Asamblea General de la onu; en este apartado analizaré las presiones que recibió México para ambas votaciones. Las causas del voto del 15 de diciembre se estudian en un capítulo posterior, pues cronológicamente tuvo lugar después de que ya se había lanzado el boicot turístico.

Israel

Aunque hubo esfuerzos por evitarla, la acusación al sionismo en la Declaración México no provocó una reacción muy enérgica en ningún lugar del mundo, ni siquiera en Israel, posiblemente porque no se preveía que éste fuera el primer paso hacia una censura mucho más significativa. En efecto, antes de la votación del 17 de octubre, hubo “poca o ninguna respuesta por parte de los medios de comunicación israelíes, políticos y académicos”.10

Tras la votación a favor de la condena en la Tercera Comisión de la onu, comenzaron los esfuerzos, ahora de manera intensiva, por evitar el resultado de una mayoría en la Asamblea General. Podría suponerse que Israel estaría al frente de estos esfuerzos, sin embargo su intervención al principio no fue especialmente comprometida. Daniel Patrick Moynihan, el delegado de Estados Unidos ante la onu, no podía creer la poca atención que el asunto estaba recibiendo en Israel. Aún después del voto de octubre, la prensa en Israel se concentraba en la huelga de los estibadores del puerto israelí de Ashdod, ignorando que lo que estaba sucediendo en la onu ponía en peligro la mera existencia de ese puerto.11

Además, el comportamiento de Israel estuvo plagado por la incapacidad de las diferentes instancias de trabajar en equipo y por las diferentes visiones del problema que tenían el embajador de Israel en Washington y la representación de Israel ante la onu.

 

Hasta cierto punto es comprensible que tuvieran enfoques distintos. El embajador de Israel, Simcha Dinitz, era un diplomático de carrera, que llevaba más de quince años en la política, desempeñándose en la Secretaría de Relaciones Exteriores y como asesor político de la primera ministra Golda Meir de 1969 a 1973. Tenía dos años siendo embajador de Israel en Estados Unidos.12

Por su parte, el delegado de Israel ante la onu, Jaim Herzog, llevaba apenas dos meses en el puesto cuando transcurrió la votación en la Tercera Comisión. Además, su pasado era de militar y abogado que ejercía su oficio, y aunque sí tenía experiencia en relaciones públicas gubernamentales, se trataba de su primer cargo diplomático.13 Herzog creía que era prioritario evitar la condena al sionismo por todos los medios posibles; mientras que el embajador Dinitz, que había estado en Washington durante la Guerra de Yom Kipur, y había sido testigo de la importancia del apoyo militar estadounidense, consideraba que era mucho más fundamental concentrar los esfuerzos diplomáticos en asegurar la ayuda táctica, militar y económica de Estados Unidos para Israel.14

Además de la diferencia de formación profesional, puede ser que había un elemento más que dificultó la comunicación. Con frecuencia el gobierno de Israel ha considerado el nombramiento de delegado ante Naciones Unidas como un puesto político, por lo que es común que éste entre en conflicto con los diplomáticos de carrera de la embajada en Washington.15 Herzog habría de recordar: “Teníamos un sinfín de peleas y disputas entre la delegación de la onu y nuestra embajada en Washington”.16 La poca importancia que la embajada israelí le dio al tema tuvo efectos trascendentales.

Herzog y Moynihan lucharon con ahínco para evitar que se aprobara la condena. Estaban conscientes del impacto de la opinión pública estadounidense en las decisiones gubernamentales de Washington,17 y consideraron que el apoyo del público estadounidense podría ser muy provechoso para combatir el ataque al sionismo que se aproximaba. El sentir popular influiría en la postura oficial de Estados Unidos y, por lo tanto, en la posición de las naciones africanas y europeas, pues ellas a su vez aspiraban a la ayuda de Estados Unidos en muchos temas y querrían complacerlo.

Para lograr su cometido, acudieron al Conference of Presidents of Major American Jewish Organizations. Comúnmente llamado Presidents’ Conference, es una entidad fundada en 1956 para desarrollar una voz de consenso entre las organizaciones judías estadounidenses en sus tratos con el poder ejecutivo de Estados Unidos. Moynihan y Herzog llamaron al rabino Israel Miller, vicepresidente de Yeshiva University y presidente en turno del Presidents’ Conference, para solicitarle su ayuda.

Sin embargo, aún después de la llamada no hubo anuncios, ni peticiones, ni declaraciones: nada. Cuando Herzog le preguntó a Miller el motivo, éste le respondió que había hablado del tema con la Embajada de Israel en Washington, y ahí se le había dicho “olvídalo, es una tontería”.18

Esta respuesta es acorde a la actitud hacia la onu prevaleciente en muchos sectores del gobierno israelí. Ya lo había enunciado el primer ministro de Israel, David Ben Gurión, cuando se refirió a la onu en 1955, expresando la frustración israelí ante lo que percibían como un organismo claramente tendencioso en sus resoluciones contra Israel, y lo llamó “um, shmum”,19 implicando que era irrelevante para Israel. La expresión encontró eco en el sentir nacional y, con algunas excepciones, ha reflejado la actitud israelí hacia Naciones Unidas hasta el día de hoy.20

Ocurrió la votación del 17 de octubre en la cual se aprobó la moción de que el asunto pasaría a votación en la Asamblea General el 10 de noviembre, y en Nueva York había un silencio absoluto con respecto a la condena al sionismo que se estaba concretando en la onu.

Moynihan se quejó con Herzog, quien le compartió que él no era el único perplejo. Ivor Richard, el delegado de Reino Unido ante la onu, le había dicho a Herzog que estaba estupefacto por la falta de reacción de los judíos, y que incluso Von Wechmar, el delegado de Alemania Occidental, le había comentado que ayudaría mucho que la comunidad judía reaccionase.21

Herzog decidió enfrentar la situación. Una semana después del voto en la Tercera Comisión, consiguió que lo invitaran al Presidents’ Conference, llegó a la reunión acompañado por un grupo de reporteros y camarógrafos.22 Parece ser que los miembros del Presidents’ Conference dejaron entrar a los medios de comunicación porque pensaron que Herzog iba a atacar a la onu, pero les esperaba una sorpresa.

Herzog pronunció un discurso ante los presidentes de las organizaciones judías estadounidenses más importantes, ahí reunidos. Les explicó que era el primer ataque de tal envergadura a los judíos desde la persecución nazi, y les preguntó si estaban conscientes de cuál había sido su reacción. ¿Acaso podían enorgullecerse de su silencio? En la mayor metrópoli del orbe, en la concentración más grande de judíos en el mundo, no se oía casi ninguna protesta. Apenas había aparecido en The New York Times un primer editorial alusivo al tema, y ni siquiera se trataba de una crítica enérgica.23

Al día siguiente, parte del discurso de Herzog se publicó en The New York Times, bajo el titular: “Herzog afirma que los judíos no ayudaron a los israelíes en el debate sobre el sionismo en la onu”, y el texto citaba a Herzog preguntando: “¿Dónde está el pueblo judío?”.24

Cuando Herzog regañó al Presidents’ Conference, el liderazgo judío estadounidense se sintió insultado. Una dirigente de la importante organización sionista femenina Hadassah, que estaba entonces en Israel, expresó sus dudas acerca del proceder de Herzog.25 El tema cobró tal importancia, que se habló de él en la junta de gabinete del gobierno de Israel, e incluso el ministro de justicia, Jaim Zadok, propuso que el delegado ante Naciones Unidas regresara a Jerusalén para dar explicaciones.26 Por fortuna para Herzog, el secretario de relaciones exteriores de Israel, Yigal Alón, se encontraba entonces en Nueva York, y ahí Herzog y Moynihan le expusieron la situación y lo convencieron de lo importante que era luchar contra la resolución.27

Aun así, a los dos días del incidente, Herzog se disculpó públicamente alegando que habían sacado sus palabras de contexto y elogiando, además, el trabajo del rabino Miller.28

Sin embargo, Herzog obtuvo algo más que críticas y reprimendas con su atrevimiento: se convirtió en el héroe del judío estadounidense común. Comenzaron a llegar a la delegación de Israel sacos llenos de cartas de apoyo, textos que desaprobaban la indiferencia de los líderes judíos a los que Herzog había increpado.29 Pronto Herzog adquirió fama de igual manera entre el público en Israel, pues sus declaraciones reflejaban el sentir del pueblo israelí.30

También la embajada de México en Israel recibió cartas de protesta, escritas a raíz del voto que México emitió el 17 de octubre, a favor de la condena al sionismo. La indignación general se expresó además en artículos periodísticos y en manifestaciones frente a la embajada mexicana.31 Asimismo, se reunieron más de cuarenta profesores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, a fin de solicitar a México que modificara su voto.32 Incluso la asociación de estudiantes de la Universidad de Tel Aviv envió un telegrama a Echeverría el 19 de octubre, pidiéndole que devolviera el título honorario que le había sido conferido por la Universidad de Tel Aviv en su visita a Israel, pues “en nuestra opinión usted no lo merece”.33

El embajador de México en Israel, Benito Berlín, trasmitió a la cancillería la contrariedad israelí por el voto, pero tuvo cuidado de agregar que toda la crítica era cortés: “Tanto la prensa como las cartas y escritos que anexo a la presente muestran con gran respeto su descontento, sin que haya habido en forma alguna ataques ofensivos a México o al Sr. Presidente.”34

De forma paulatina, el gobierno de Israel trató de combatir la condena del sionismo que estaba tomando vuelo en Naciones Unidas. El 21 de octubre, Efraím Evrón, subdirector general del Ministerio de Relaciones Exteriores, citó a Benito Berlín y mostró su “profunda aflicción” por el voto de México del 17 de octubre. Afirmó que éste era “inexplicable” y solicitó que México reconsiderara su posición y cambiara su voto para la votación en la Asamblea General pues, de ser aprobada la resolución, minaría las “bases morales” de la onu. Agregó que la plática personal de Echeverría con el viceprimer ministro y ministro de relaciones exteriores, Yigal Alón, durante la gira por Medio Oriente del presidente mexicano, le había hecho “suponer que México votaría de manera distinta”. Finalizó diciendo que hacía la petición del cambio de voto “con más dolor que enojo”.35

Jacob Barmore, miembro de la delegación de Israel ante Naciones Unidas, informó a la representación estadounidense de los esfuerzos israelíes en América Latina, y solicitó ayuda a Estados Unidos para conseguir más votos en contra. Barmore le contó a Moynihan que Sergio González Gálvez, director de organismos internacionales, le había asegurado que México se abstendría de votar el 17 de octubre, pero al final Echeverría había decidido pronunciarse a favor.36

Los funcionarios de la embajada de Israel enviaron a la cancillería mexicana documentos variados que explicaban la naturaleza del sionismo y demostraban que la acusación no tenía mérito,37 ni “ninguna base legal”, pero a pesar de todos los argumentos, sabían que Echeverría aún titubeaba y existía la posibilidad de que votara a favor.38

En 1975, el embajador de Israel en México era Hanan Aynor, un diplomático veterano nacido en Alemania y educado en París. Aynor se juntó con Rabasa después de la votación en la Tercera Comisión para tratar de influir en la postura mexicana antes del voto del 10 de noviembre.39 También se reunió con Echeverría, quien aceptó revisar la perspectiva de México, y unos días más tarde habló de nuevo con el canciller Rabasa, quien aparentemente se mostró más receptivo. Entre una y otra entrevista, se vio varias veces con los funcionarios de la embajada de Estados Unidos para estudiar la mejor manera de enfrentar el problema.40

Aun así, el embajador israelí no fue exitoso. A fines de octubre un miembro de la delegación israelí en la onu le confesó a Moynihan que Israel “había agotado todos sus recursos con México” y, a pesar de ello, no había logrado nada.41

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