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El futuro después del covid-19

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Episodio 2: El capitalismo está desnudo

Por Gabriela Cabezón Cámara

Ahora que las miro otra vez, estoy intentando escribir hace rato y ni mi cabeza ni esta computadorita de emergencia cooperan, ahora que las miro las veo: parecen un pedido de tregua las remeras blancas que lavé antes de ayer y que todavía están colgando en una soga que até del ciruelo a un poste. Las remeras cuelgan como pidiendo tregua y obtienen apenas la del viento hace ya dos días y yo no sabría decir si el tiempo pasa lento o rápido, pero ahí siguen y yo no sé qué hice, nada, casi nada, pero no tuve tiempo de sacarlas y acá estoy y ahora que las miro las veo y me quedo mirándolas un rato largo, una bandera blanca combándose por su propio peso adelante, entre las hojas del ciruelo que son tan verdes sobre el tronco tan oscuro y las más claras y afiladas de cañas de bambú. Ahora que las miro y las veo a las remeras digo tregua y pienso que no sabría a quién pedírsela: los que podrían darla no la dan nunca, esos siempre están en guerra, y el virus no entiende negociaciones tampoco. Tregua, digo, y voy a descolgar las remeras que voy a tener que volver a lavar, mañana, me digo también, y con la técnica del jabón blanco y el sol porque la lavandina matará al corona pero a algunas de las manchas de mis remeras ni siquiera las arañó: ahí están, llenas de sí, manchas manchadas, como si nada. En algunas reconozco las huellas embarradas de mis perros y en otras no reconozco nada más que el color oxidado. Ha de ser tierra también. No tengo lavarropas y no importaba porque el lavadero del pueblo es bueno y barato y lo atiende una señora encantadora pero bueno, cuarentena. Y tierra. La tierra está yendo bien: ayer le di una palada a un montoncito que hay alrededor del pozo del compost y vi las lombrices ahí donde hasta hace un poco más de un mes no había nada más que suelo endurecido que no se abría más que para algún que otro pasto duro y ahora ellas tan vivas y anilladas, húmedas, del color del lodo, retorciéndose sobre sí mismas o hacia afuera, no sé; las cubrí inmediatamente. No sé de lombrices, pero con sólo mirarlas, tan húmedas, tan oscuras, tan parte carnosa de la tierra, se hace evidente que el sol no es lo de ellas. Y hay sol ahora: una de las pocas cosas que pude hacer desde que empezó la cuarentena fue podar algunas ramas de los ligustros que acá crecen y se comen todo, hacen bosquecitos, y en verano, en algún momento del verano, ya no recuerdo cuándo, está siendo tan largo este verano, cubren toda la tierra y todo el pasto con sus florcitas blancas, diminutas, como una nevada alegre y perfumada cubren todo. Pero al pozo del compost le creció un ramillete de cachorros de zapallos, los tallitos estirados hacia el sol, las hojitas cotiledóneas, redonditas, el gesto entusiasta y confiado de todo cachorro, los cachorros de zapallo tiernos hacia la luz. Corté algunas ramas para no defraudar su confianza. Unas cuantas. Logré arrastrar, son pesadas, un par hasta el fondo. Las demás esperan que me haga un hueco en este tiempo para ser trasladadas y apiladas ahí al fondo donde las apilamos. Y las remeras tan blancas desde acá y tan quietas, se mueve solo lo liviano, las hojas del sauce, las de las cañas violetas, las remeras pesan, quieren caer al piso, entregarse a la gravedad, no soportar más la tensión de estar colgadas. Piden tregua y no hay porque no sé qué es lo que hay en este tiempo de suspensión: tengo la cabeza suspendida y queriendo caer hacia algún lado, pero sin saber, ¿qué centro de gravedad tenemos hoy, adónde caeríamos por nuestro propio peso, ¿cuál es nuestro propio peso? Los animales extraños que somos no tenemos tregua. Tregua tienen las mariposas que se agitan en pequeñas bandadas acá, las abejas que volvieron y se sumergen oscuras en las bignonias rosas o se posan en las margaritas que crecen en arbustos, tregua tiene la liebre que se anima a deambular por el jardín, tregua tienen los pájaros que andan volando y a los saltitos, tregua tienen los perros que corren desatados o se dejan estar entre los yuyos al sol, las chicharras que chillan como locas de felicidad, los grillos que hacen lo suyo a canon y contracanon todas las noches y toda la noche. Extraño las luciérnagas de la primera parte de este verano interminable, la delicia de verlas flotar como una alfombra mágica hecha de puntos sueltos, la pequeña congoja de verlas morir en el suelo, panza arriba, con la luz constante: las luciérnagas se mueren con la luz prendida, sin intermitencias, como si quisieran usarla toda antes de apagarse para siempre. A lo mejor quieren, quién podría saber qué quieren las luciérnagas. Qué quieren los animales. No sabemos. Arriesgo que en principio vivir su vida en paz, como casi todes nosotres. Pero para estos animales que somos no hay tregua, como no hay tregua para mis remeras blancas, para mi bandera sucia acá adelante, no hay tregua porque no las voy a dejar caer y apenas las descuelgue las voy a lavar otra vez. O a lo mejor no, a lo mejor pasan otros dos días amontonadas sobre una silla: va a llover. Como sea, ni las remeras ni nosotres tenemos tregua.

Las remeras, la ropa toda que tengo que lavar, me llevan a pensar la desnudez. Para mí sería más fácil, me gusta más bañarme que lavar ropa a mano pero están mis amigos vecinos y después de la lluvia va a hacer frío así que descarto la desnudez y lo que emerge en mi cabeza es Hans Christian Andersen y la colección de libros de Sigmar que me regalaron mis padres, mis padres eran trabajadores, no tenían libros, no tenían plata para nada que fuera suntuario pero vieron que a mí me gustaban y habrán ajustado por otro lado y me regalaron los libritos esos hermosos de tapa dura y dibujos que ahora puedo pensar relacionados con una estética del primer Disney. De El traje nuevo del emperador me acuerdo, de cómo ese tirano amante de los suntuosos vestidos, amante de llevar puesto en el cuerpo todo el esplendor de su poder, de performarlo diríamos hoy, es engañado por unos estafadores que le prometen hacerle uno con una tela maravillosa que no podía ser vista por los necios ni por los que no merecían sus cargos y de cómo todes, por miedo a perder su trabajo o a ser objeto de la cólera del emperador, decían qué pieza única, qué tela maravillosa ahí donde no había nada y el emperador mismo, cuando supera el miedo de no ver la tela él tampoco, de no ser digno de su poder, va a ver el vestido y no ve nada pero festeja para que nadie sepa que es necio o que no merece su cargo y todes aplauden y le aconsejan al emperador que estrene el vestido en el próximo desfile, en la próxima puesta en escena del poder imperial, y el emperador acepta y acepta toda la ceremonia de ser vestido mirándose al espejo y viendo nada, solo su cuerpo desnudo, sin más atributos que el de cualquier hombre desnudo, y se dispuso a salir en su carruaje y salió y la gente gritaba qué traje tan magnífico, qué bordados exquisitos y aplaudía y en medio de los aplausos se escuchó a une niñe que gritó pero si el emperador está desnudo y, esto no lo dice el cuento o no recuerdo que lo diga, todes empezaron a reírse a las carcajadas y el emperador a intentar cubrirse y a gritarle a su cochero que se apure, que lo saque de ahí, que lo iba a colgar si no azuzaba a los caballos y el cochero que fingiría gritar y latiguear a los pobres animales, pero sin hacerlo del todo bien porque ¿quién no quiere disfrutar un rato de la caída del tirano?. Y a lo mejor por eso, porque estamos viendo al tirano desnudo es que los días implosionan, estallan, se derrumban sobre sí mismos, se autofagocitan y nosotres así, suspendidos en un tiempo sin tregua, un tiempo que no sabemos bien de qué está hecho pero que no sigue el ritmo que nos ha conformado hasta ahora, un tiempo chicloso, viscoso, apelmazado, casi sin aire este tiempo lento y veloz, el tirano está en bolas, camaradas, ¿Lo ven? ¿A qué nos han sometido para que vivamos conformes un mundo que no tiene más idea del futuro que la muerte?.

Pensemos: ¿qué proyecta nuestra imaginación más que muerte y destrucción? En los aparatos donde nuestro imaginario se condensa, el cine, la literatura, el teatro, las series, ¿qué idea de futuro aparece? La hecatombe. Vivimos al borde de un futuro de muerte total, vivimos inmersos en la inminencia del desastre. Nos dicen que si salimos nos morimos. Pero si no salimos también, camaradas. Tres nenitos wichis se murieron de hambre este fin de semana, como murieron sus ancestros, víctimas del saqueo más atroz, del genocidio más incesante. Vivimos sobre un cementerio y vamos, no como individuos sino como especie, a otro. Miles de viejos mueren descartados como mierda en el centro del mundo, ahí donde el dinero se junta, pero no alcanza para salud pública. Una extinción masiva de especies está sucediendo en este mismo instante. Para algunas hay tregua. Para nosotres no. El tirano, este capitalismo tardío que no tiene afuera, no hay nada afuera de él ya, nos lleva a la muerte total, de todes, de todo. No lo permitamos. No nos entreguemos a una vida online que sea sencillamente una continuidad de lo mismo. Estamos quietos, aislados en un tiempo que se vuelca sobre sí mismo. Al fin y al cabo, es una forma de tregua. Sintamos. Pensemos. Digamos no. No lo hagamos si preferimos no hacerlo.

Podemos dejarle a nuestres hijes y nietes un futuro, un tiempo para que la vida de elles tenga lugar y no sea en una roca muerta en la que tengan que pagar, si es que logran vivir, por el agua y el aire. El tirano está en bolas. Es un monstruo que se devora todo para seguir siendo. Que no sea.

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Texto publicado en el Centro Cultural Kirchner (CCK). Abril-2020 http://cck.gob.ar/eventos/el-capitalismo-esta-desnudo-de-gabriela-cabezon-camara_3851

Gabriela Cabezón Cámara es autora de las novelas Las aventuras de la China Iron (Literatura Random House, 2017) y La Virgen Cabeza (Eterna Cadencia, 2009); de las nouvelles Romance de la negra rubia (Eterna Cadencia, 2014) y Le viste la cara a Dios (2011); de las novelas gráficas Y su despojo fue una muchedumbre (Cazador de Ratas, 2015) y Beya (Le viste la cara a Dios) (Eterna Cadencia, 2011) –ilustradas por Iñaki Echeverría– y de los relatos Sacrificios (Ediciones Biblioteca Nacional, 2015). Estudió Letras en la UBA. En 2013 fue escritora residente en la Universidad de California en Berkeley. En 2019 recibió la beca Berliner Literarische Aktion y fue residente de la Literarisches Colloquium Berlin. Coordina talleres y clínicas de escritura y es titular del Laboratorio de Experimentación de la carrera de Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes.

 

Interrogantes y conjeturas sobre la pandemia del S. XXI

Las siguientes reflexiones de Jorge Alemán surgieron a partir de dos entrevistas. La primera fue realizada por Diego Kling y contó con la transcripción de Estela Canuto, mientras que la segunda, que cierra el texto, fue realizada por el equipo de Argentina Futura.

Primera Parte

- Partiendo de la propuesta de su último libro, cuando se refiere al capitalismo y afirma “no existe crimen perfecto”. Me gustaría plantear la siguiente cuestión como disparador: ¿podría ser que esta crisis nos está demostrando que hay cosas más importantes que la economía?

La pregunta quizás merece una serie de aclaraciones. En primer lugar, no considero, después de la lectura de Marx, que el capitalismo sea sólo una economía, evidentemente este es su aspecto más visible, su concreción histórica, su funcionamiento real es económico. Convengamos que la economía es el modo concreto e histórico que tiene el capitalismo de manifestarse. Sin embargo, el capitalismo es algo más que una economía, es una estructura que tiende a su reproducción ilimitada, esa es para mí la cuestión clave. Hasta tal punto que no podemos concebir un después del capitalismo. Desde hace tiempo se viene anunciando una catástrofe mundial en forma de epidemia. Pero si algo caracteriza la marcha actual del Capitalismo es que hace ya mucho que lo que se anuncia, lo que se sabe que va a ocurrir, ya no cuenta de un modo operativo. Ninguna advertencia por veraz y horrible que sea cambia la marcha ilimitada, acéfala, del Capitalismo. Como si se revelara definitivamente que el Capitalismo y su técnica están impulsados por una fuerza, una presión estructural que ya no responde a ninguna necesidad humana. En este aspecto se podría confirmar que el Capitalismo es la consumación de la metafísica. Se trata de una abstracción pura, espectral y fantasmagórica que se expande por doquier como el más perfecto de todos los virus. Desde una perspectiva semejante no es de extrañar que China, a pesar de estar atravesada también por el Capitalismo, sea el único mundo que aún mantiene un principio civilizatorio de orden para ofrecer al mundo. La palabra “ofrecer “ puede ser en este caso un eufemismo. Lo cierto es que China generó el virus y a la vez lo ha comenzado a contener. Existen dos razones que al menos deben considerarse al respecto: en primer lugar, en China basta ver sus congresos del Partido Comunista, mantienen la peregrina idea de que el Capitalismo es un instrumento de China y no al revés. Esto desafía en su ingenuidad la lógica de todo el marxismo occidental, pero a China le ha permitido que el Capitalismo no destruya todo su rico y complejo legado simbólico. La segunda razón es que el nudo que en occidente mantenía su hegemonía cultural estaba hecho de tres términos que ya funcionan sin ninguna articulación. A saber: la economía de mercado, el liberalismo político y la vida democrática civil. Estos tres términos ya han sido desanudados por el Neoliberalismo cuyo único interés es la acumulación del Capital por encima de cualquier orden político. Es evidente que la fuerza simbólica de los Estados occidentales está en declive y la pandemia actual lo ha revelado en toda su realidad. Estas son las razones por las que Occidente no sabe qué hacer por ahora con la pandemia y especialmente Europa no ha tenido más remedio que, no sólo mirar cómo lo hace China, sino dejarse supervisar por sus expertos. Cualquier cosa que sea un freno a la pandemia se espera de China.

En este aspecto, el Coronavirus es el primer eclipse serio del dominio norteamericano, que ya no parece disponer de ninguna idea de civilización. Queda por ver cómo los países emergentes, los únicos aún capaces de una invención política distinta, son capaces de reinventar un justicialismo del siglo XXI, socialista en la distribución del ingreso, soberano con respecto a las experiencias de lo común: el medio ambiente, la salud pública y la educación y que sepa radicalizar la democracia esquivando las derivas neofascistas que, ahora más que nunca, disputan el sentido de la experiencia de la Patria y el Otro que la sostiene.

Desde otra pendiente, es muy difícil pensar que, a partir de esta pandemia, se vaya a producir necesariamente un colapso del capitalismo. Puede ocurrir, pero no es un hecho necesario. Va a haber gravísimas situaciones de crisis, grandes problemas que van, una vez más, a perjudicar a todos los sectores subalternos, a todos los sectores explotados, a todos los países que son actualmente expoliados por la acumulación del capital y su mecanismo de desposesión. Pero esto no quiere decir que estemos, en principio, frente al final del capitalismo o frente a un escenario distinto. Por lo menos esto no se puede asegurar, porque el capitalismo es algo, como ya mencioné anteriormente, cuya verdadera cualidad es su capacidad de reproducción sin límite. Lo que podría suceder es que las sociedades, que nunca son del todo idénticas al Capital, al igual que las estructuras políticas, se interrogaran cómo habitar el mundo a partir de ahora, podrían incluso llegar a percatarse del hecho de que habría que encontrar, utilizando un término de otra época: modos de planificar la economía, su relación con la comunidad y la vida, que no fueran exactamente los que proceden de las lógicas del mercado, pero esto no es algo que podamos asegurar y que necesariamente vaya a ocurrir. Se trataría de una contingencia.

- Jorge me gustaría plantearle algunas frases que resumen encuadres teóricos del momento que estamos viviendo. Siempre con la precaución de lo que implica un análisis en tiempo real. Las traigo aquí:

Imaginar el fin del capitalismo empieza a ser más plausible que imaginar el fin del mundo. Comunismo reinventado o barbarie Asistimos a la tercera guerra mundial por capítulos El capitalismo ha llegado a su fin Son las ideas que circulan por todos lados. Tomemos una por una.

Imaginar el fin del capitalismo empieza a ser más plausible que imaginar el fin del mundo.

La frase fue pronunciada por Frederic Jameson, se volvió célebre: “es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Ahora usted con la inversión de la frase apunta a un nuevo registro del problema. Sin embargo, la pandemia está mostrando que evidentemente no ha sido una consecuencia directa del capitalismo, pero sí probablemente, una consecuencia indirecta, en la medida que el capitalismo no dispone de estructuras que la puedan contener. Debemos tener en cuenta, por la forma en que el capitalismo se ha desarrollado, por el tipo de sociedades que ha construido, por las desigualdades que las atraviesan, tanto por las desigualdades internas de los países, como por las desigualdades internacionales, que no podemos asegurar de entrada que la humanidad va a seguir sobreviviendo a este tipo de pandemias. Entonces a la frase atribuida a Frederic Jameson que “es más fácil concebir el fin del mundo que el fin del capitalismo”, esta pandemia parecería darle un nuevo alcance, porque podría ser el prolegómeno de otra mayor, es decir si no se toman verdaderas medidas que afecten a la experiencia de “vivir en común”, es muy probable que esta pandemia sea el comienzo de otras. Ahora más que nunca la tensión irresoluble entre comunidad y sociedad se hace patente.

Esta pandemia nos ha afectado especialmente porque está en Occidente, como el Sida cuando afectó a muchos en occidente, pero en el momento en el que se desplazó a África todo el mundo ya la había olvidado. Entonces, si tomamos esta referencia, en una primera lectura, se confirma que sigue siendo más fácil “pensar el fin del mundo, que el fin del capitalismo”.

Comunismo reinventado o barbarie.

Esta frase reedita la fórmula de Marx, él pensaba que estábamos en la prehistoria, esto lo vuelve a Marx un pensador ilustrado singular, en el sentido de que Marx no estaba tan convencido de que había primero una sociedad feudal, después venía el capitalismo y después venía otra sociedad que era el comunismo. Esa idea finalística de la historia, ese sentido teleológico de la historia que se le atribuye a Marx es muy discutible. Lo que Marx pensaba, era que el capitalismo a pesar de su capacidad de transformarse, esto es algo que él captó muy bien, el potencial revolucionario del capitalismo, su capacidad técnica, la manera en que iba a incorporar como capital variable a las máquinas, la manera en que “lo sólido se iba a desvanecer en el aire”, etc., no obstante, todavía era la “barbarie”. Era la barbarie porque para él como muy bien lo decía, todas las libertades, de prensa, de votar; encubrían lo que no se podía suprimir jamás para que la máquina funcione, que era la explotación, la extracción de la plusvalía. En este aspecto, en la medida que para Marx hubiera miles de personas que no tuvieran otra alternativa que vender su cuerpo en el mercado, en fuerza de trabajo-mercancía o bien ser desempleados y constituir un ejército de reserva, que presionaba a los que tenían trabajo, para evitar que subieran los salarios. O en la medida en que a los propios ricos les tocaba una presión estructural de estar todo el tiempo creciendo, para no perder su lugar en el mercado, eso era la barbarie. Así que en cierta forma participó de la fórmula “comunismo o barbarie”, pero revisándola en todos sus aspectos.

Si bien las revoluciones históricas tuvieron momentos igualitarios importantísimos, las mismas desencadenaron una lógica del terror donde las comunidades fueron asfixiadas en una homogeneidad que excluía toda posibilidad de que los sujetos se relacionaran con sus deseos.

Si su pregunta se centra en la idea de que esta pandemia pone en la escena esta disyuntiva, no lo tengo claro. Creo que en primer lugar esta pandemia lo que va a poner en escena es si los países que no son potencias van a tener o no, la posibilidad de construir soberanías de estado, y si tendrán recursos para defenderse, para no ser desposeídos y saqueados cuando llegue el final de la pandemia y empiece la gran disputa por las hegemonías mundiales.

Hay países que forman parte del sistema de dominación mundial y que no desean mantener ningún compromiso de solidaridad con los países más castigados por la pandemia. Basta ver la brecha que ya comienza a manifestarse en toda su tensión entre la Europa latina y Alemania y Ámsterdam, y otro tanto en las distintas interpretaciones antagónicas de la pandemia entre los países de América Latina. A partir de estos datos mínimos se puede dar un nuevo sentido más inquietante y oculto al concepto de guerra que está en juego.

La guerra puede ser el nombre del derrumbe civilizatorio que virtualmente, por ahora, como un espectro recorre el mundo. Saqueos, enfrentamientos civiles, ocupaciones militares, destrucción del aparato productivo, pánico social y deterioro de la autoridad simbólica del Estado. Y como en todo derrumbe civilizatorio una interpretación de la condición humana, de cómo está hecha la existencia hablante, sexuada y mortal está en juego.

Hay líderes políticos que no conciben otra vida que lo que hasta ahora ofreció el Capitalismo, y hay otros que no desean sacrificar a sus pueblos a las exigencias del Capital.

Para estos últimos, y ya que se ha apelado a la metáfora bélica, la que reclama siempre un estado de movilización general, no basta con la inevitable cuarentena. Se impone una nueva relación entre los movimientos sociales, las organizaciones militantes y las fuerzas armadas y de seguridad coordinadas desde el Estado en un nuevo proyecto de soberanía popular. No existirá control de la pandemia en los lugares donde no se puede cumplir con la cuarentena sin unas fuerzas armadas integradas al gobierno popular. A su vez, es casi seguro que habrá un nuevo reordenamiento mundial entre los países que eligen a la comunidad frente a los imperativos del Mercado. Pero esto sólo será posible si los Estados recuperan su autoridad simbólica, que evidentemente no es lo mismo que la captura neofascista que los movimientos de ultraderecha se proponen obtener en el caos maldito de la pandemia mundial.

 

Un Estado democrático, soberano, con el suficiente poder decisorio que muestre definitivamente que las fuerzas del orden no pertenecen a las derechas oligárquicas, tal como ha sido históricamente en muchos lugares del mundo. Si en medio del caos que puede acontecer no surgen Estados populares capaces de generar disciplinas no represivas y creadores de una nueva conexión sensible con los movimientos populares, la situación se pondrá muy difícil.

Asistimos a la tercera guerra mundial, por capítulos.

Es del Papa Francisco esta expresión, estoy de acuerdo, actualmente ninguna guerra se declara, ninguna guerra tiene ni principio ni final, ninguna guerra tiene armisticio, no hay banderas blancas, no se firman más los tratados de paz, la guerra forma parte del movimiento circular del capitalismo, y como no tiene ni comienzo ni fin, es muy similar a esta pandemia, en el sentido de que no va a tener un final explícito. Esta pandemia tendrá después sus capítulos, y según los países que están en la zona de la explotación mundial, sus distintas derivas catastróficas, terribles y trágicas, es decir que en cierta forma como lo insinúan algunas lecturas paranoicas (en la paranoia sería importante aclararlo, todo hace signo y todo tiene sentido) los poderes mundiales se repartirán los beneficios suplementarios de la tragedia de la pandemia. Por mi parte no creo que exista una instancia que orientara en forma deliberada al capitalismo hacia la pandemia, pero sí creo que la pandemia luego, a posteriori, va a ser reutilizada y reimplementada por los grandes bloques de poder para que la paguen, los que siempre pagan el pato, y ahí si pienso que evidentemente continua esta guerra, esta tercera guerra mundial por partes. Que no es otra guerra que la de los ricos contra los pobres, es una guerra de los propietarios, contra el mundo de los pobres, pero también es una guerra entre propietarios. Y estoy seguro de que va a ser muy difícil, y habrá que pensar a los que nos interesa un proyecto emancipatorio, como se hace para que esta vez no sean los pobres los que paguen los costos de esta pandemia.

El capitalismo ha llegado a su fin.

Es difícil pensar esto porque como ya le dije si el capitalismo fuera sólo una economía, podría haber datos que hiciesen verosímil esta hipótesis, ya que va a quedar destruido gran parte del aparato productivo por las consecuencias que esto va a tener en el tejido social, por la imposibilidad de reinscribir a millones de personas de nuevo en la vida productiva, es lógico que para muchos se imponga entonces la idea de que vaya a surgir en la humanidad un nuevo movimiento anticapitalista. No veo una relación de necesariedad entre las dos cosas, más bien contingente. Esto exigiría la construcción de una política previa y un sujeto político, además, correlativo a ese movimiento mundial, que optara por decir: bueno se acabó la vida dentro del capitalismo, ensayemos formas de vida que aún no han sido transitadas históricamente. Que ya tampoco son exactamente las formas de vida del socialismo del siglo XX, formas de vida que reconozcan cuales son las posibles ventajas de algunos aspectos del capitalismo y cuáles son las virtudes que tuvieron los movimientos igualitarios del socialismo, y se combinaran en una estructura nueva que por ahora es en parte desconocida por nosotros, aunque encuentra su legado más importante en los movimientos nacionales y populares que tuvieron lugar en la modernidad latinoamericana. En principio no veo un necesario cumplimiento, que nos exima de la construcción política, porque cuando se utiliza esa fórmula se está pensando en el gran colapso, en el gran desastre general, y no estoy seguro de que el capitalismo no subsista en un territorio Mad Max, por decirlo de algún modo.

- Centrándonos en la transformación de los sujetos en relación con las medidas de confinamiento, que ponen al descubierto determinados mecanismos que es necesario analizar. La crisis en el sector laboral a partir de esta situación, puestos de trabajo que podrían ser prescindibles, el teletrabajo que cuestiona los desplazamientos. La incertidumbre sobre las formas de la vida, los espacios de socialización pasarán al plano virtual, la educación. Todo lo virtual se ha exacerbado. También los encuentros sexuales han pasado sin demasiado inconveniente al plano virtual. Hasta donde todo esto va a afectar a los sujetos y a la forma en la que hacen lazo desde una perspectiva psicoanalítica.

Recordemos que el propio Heidegger años después de pensar en la angustia como afecto fundamental, el que revelaba a la existencia en su ausencia de fundamentos luego reemplazó a la misma por el “aburrimiento”. Hay que ver cuando uno es arrancado de su propia cotidianeidad y es arrojado a sí mismo, y tiene que volver sobre sí, surgen muchos planteos sobre lo que es la propia existencia y en que consiste su auténtico ser, no sólo la relación con uno mismo, si no la relación con los otros, con el propio proyecto, en suma, con el deseo. Por lo tanto, en este aspecto y por el momento no podemos anticipar nada, creo que vamos a tener que esperar muchas sorpresas, a raíz de lo que está pasando con este confinamiento.

Aparecen múltiples preguntas: ¿Quién soy? ¿Qué hago? ¿Para qué estoy en esta vida? ¿A qué le dedico mi vida? ¿Qué es lo que hago con mi tiempo? ¿Con mi cuerpo? ¿Cuál es el sentido que tiene aquello que estoy haciendo?.

Creo que el confinamiento no se recubre sólo con la idea de que nos estamos protegiendo, si bien la solidaridad es muy importante, porque estamos tratando de contener la expansión del virus, luego está el sujeto en su singularidad radical con sus propias cavilaciones. Y cuando al sujeto se le interrumpe durante bastante tiempo la vida cotidiana y resulta que su relación con los otros se reduce a la relación virtual, y que pasa muchas horas él mismo, consigo mismo, ahí empiezan a suceder un montón de cosas inquietantes. No sería partidario de anticiparlas, porque pienso que nuestro trabajo va a continuar y vamos a tener que hablar de estos efectos. Además, no debemos olvidar de que estos efectos en la subjetividad se traducirán en efectos políticos. Esa traducción será enigmática, pero se llevará a cabo. Tendremos que ver cuál es.

Segunda Parte

Esta parte de la entrevista fue realizada vía correo electrónico por el equipo de Argentina Futura.

- La pandemia también puso en evidencia la falta de articulación regional y el debilitamiento de organismos como la UNASUR y el MERCOSUR ¿Es posible que después de esta crisis existan mayores niveles de consensos para pensar renovados proyectos de integración y cooperación latinoamericana?

Si algo ha demostrado está mundialización del capitalismo que llamamos Neoliberalismo es la destrucción de cualquier institución reguladora que se proponga no estar dominada por los intereses del mercado y las corporaciones. En el caso de América Latina siempre las derechas neoliberales han tratado de corroerlas y restarles cualquier ejercicio soberano. Pero la misma Unión Europea se encuentra en una crisis histórica de gran calado. La Europa latina, la Europa del Norte y la del Este no pueden encontrar una mediación que la aparte de sus intereses inmediatos. Es probable que esta pandemia deje a la Unión Europea herida para siempre. Ahora sería más necesario que nunca que existan organismos internacionales con la suficiente autoridad simbólica como para intervenir en la nueva reorganización del mundo que va a exigir la realidad. Pero la condición de posibilidad de las mismas es que las sostengan verdaderos Estados soberanos.