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El futuro después del covid-19

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IV.1

El presidente fue aconsejado, y tengo entendido que uno de los consejeros fue Mauricio Macri, no olvidar la economía. Supongo que ese consejo aprobaba, sin decirlo, la gestión presidencial ante la pandemia al mismo tiempo que aprovechaba para dar un consejo sobre la economía. Alberto Fernández sin desconocer o rechazar el consejo (y esta actitud es muy importante), subrayó que las economías se recuperan mientras que la vida de las personas no. Un pequeño signo, que puede llegar a expandirse (y esperemos que así sea), que re-orienta la prioridad de lo económico y pone la salud, la vida, la gente en primer lugar. Rita Segato lanzó un enunciado provocativo para destacar la re-orientación del estado patriarcal (porque toda forma-estado conocida en el mundo en los últimos 20 siglos son estados patriarcales, incluida la democracia en la antigua Grecia), en estado materno[8]. Podemos discutir si materno es o no el adjetivo adecuado. No nos perdamos en escaramuzas nominales. Entiendo que Segato percibió una función del estado que no está en los manuales de teoría política desde Aristóteles y Platón hasta Carl Schmitt y Eric Voegelin. Fue en la gestión de Alberto Fernández, y no los manuales que Segato percibió una orientación inusitada del estado. Un estado materno, sea liderado por mujeres u hombres, es un estado al servicio del cuidado de la gente, al cuidado de la armonía socio/comunal. Un estado patriarcal puede estar o bien al servicio de las corporaciones y del crecimiento del PIB o bien en contra de injerencias foráneas. En ambos casos la confrontación se da en la esfera de estados patriarcales, que son hoy la mayoría. Quizás el desorden global actual esté relacionado con el espíritu patriarcal de los estados nacionales. Concebir y gestionar un estado materno es ya una inversión radical: significa poner la economía al servicio de la gente y no la gente al servicio de la economía a la vez que crear sectores dispensables de la población porque no tienen lugar en la economía ni como trabajadores y menos como consumidores.

IV.2

En la misma vena, el presidente y su ministro de economía, Martín Guzmán, dijeron y repitieron de distintas maneras lo siguiente: vamos a pagar la deuda, pero no lo haremos a costa de la nación. Lo cual significa de nuevo invertir los términos: el estado debe estar al servicio de la nación y no la nación al servicio del Estado. La política de respeto a las obligaciones contraídas, aunque fuera de la administración es una actitud ética a la vez que política. El canje de la deuda, propuesto para negociación a mediados de abril, es otro gesto de una política responsable que no sucumbe ante presiones motivada por otros intereses.

IV.3

Percibo dos consecuencias que se desprenden de la actual gestión gubernamental. Una incumbe a la política doméstica y otra de política internacional.

La gestión gubernamental ante una situación que no tiene precedentes, ni históricos ni teóricos, puso en práctica y en relieve la necesaria restitución política que devuelva a la economía su función social en vez de mantener la sociedad al servicio de la economía. Para ello fue necesario, por un lado, actualizar un principio básico de la política: la diplomacia y no la confrontación, (la colaboración en la administración de la polis) y, por otro, guiarse por el sentido común de convivialidad en vez de hacerlo por principios económicos abstractos, como el desarrollo, o políticos, como la democracia.

Todas las teorías políticas y económicas existentes fueron construidas en bases a experiencias imperiales. Lo que necesitamos hoy son teorías políticas y económicas que confronten la colonialidad y no ya de teorías que celebren la modernidad. Afortunadamente no hay que empezar de cero. Es suficiente con mirar en el pasado y re-valorar lo que aún tenemos y que olvidamos esperando que nos lleguen “novedades” que nos guíen[9].

Reducir la economía a su justa medida y supeditarla a la armonía comunal es imprescindible. Para ello es necesario desacoplar economía de capitalismo. Capitalismo y economía son dos cosas distintas. De modo que la inversión del razonamiento que pone la economía al servicio de lo comunal (ni el bien común liberal ni el común marxista) presupone alterar y desengancharnos de la economía de acumulación, capitalista, y pensar en economías sostenibles. No me refiero a desarrollo sostenible, puesto que desarrollo está acoplado a capitalismo.

Desacoplar la economía del capitalismo requiere un vuelco del razonar y del sentir y un horizonte de vida que no es el crecimiento y el desarrollo sino el equilibrio y la armonía. Mucho se ha dicho ya sobre el Buen Vivir o Bien Vivir (Sumak Kawsay en la lengua kichwa de Ecuador, Suma Qamaña en la lengua aymara de Bolivia)[10]. En la filosofía náhuatl y también en la griega, la economía era una dimensión necesaria del vivir, era la administración de la escasez. En ninguna de estas dos civilizaciones encontramos tratados de economía. La naturalización de la creencia que identifica capitalismo y economía impide pensar que mientras el trabajo es necesario para vivir (economía), en cambio no lo es el vivir para trabajar (capitalismo). El primer tratado de economía, el de Adam Smith, La riqueza de las naciones (1776) es por un lado un tratado de ética económica y, por otro, fue una respuesta a la creciente relevancia de la economía provocada por la expansión colonial de Europa. La invitación de Alberto Fernández —en el orden doméstico-- a los empresarios a pensar que “ganar menos” puede contribuir a vivir con menos conflictos y mayor respeto mutuo es paralela a la propuesta del canje de la deuda: pagaremos, pero no lo haremos de la manera en que ustedes quieren que lo hagamos sino de la manera en que nosotros lo podemos hacer. Punto. La afirmación no es un tratado de economía sostenible, pero sí es un punto de inflexión ante las regulaciones económicas que operan sobre el diferencial de poder.

El último punto de mi argumento atañe a la política de Alberto Fernández en las relaciones internacionales. Podemos percibir ya una continuidad y, al mismo tiempo, una discontinuidad con el “giro a la izquierda” en América del Sur en la primera década y mitad de la segunda del siglo XXI. La continuidad ya tuvo signos inequívocos en dos sentidos. Por un lado, no titubeó en respetar la legitimidad electoral del gobierno de Nicolás Maduro aduciendo que, según los principios democráticos, es un gobierno elegido por votación. Sus palabras no fueron una defensa de Maduro sino una afirmación de legitimidad legal frente a la ilegalidad de la auto-proclamación de Juan Guadió, apoyado por Estados Unidos. De igual manera, no titubeó en arreglar el exilio de Evo Morales a México primero y darle asilo en Argentina luego. Tales actitudes y declaraciones no son del agrado ni de la embajada de Estados Unidos en Argentina ni de la Casa Blanca. Sin embargo, no son declaraciones anti-estadounidenses. Tampoco se pronunció anti-FMI. En ambos casos, afirmó su posición sin respaldarlas con enunciados antagónicos. Este gesto marcó la discontinuidad con el “giro a la izquierda” reconociendo, quizás, que en el emergente orden multipolar las posiciones políticas ya no pueden tomarse aceptando la fórmula de George W. Bush: o estás conmigo o con mis enemigos. La política internacional que se vislumbra en estos meses es la siguiente: no estoy ni contigo ni con tus enemigos. Es decir, una tercera y novedosa posición que implica el acogimiento del orden global multipolar y de la afirmación una política local en esa nueva escena.

V

La confluencia entrelazada de pandemia y crisis económica/financiera global y local, su dimensión e impacto, ponen en evidencia (recordando un dicho de Albert Einstein en otro contexto), que los problemas con los que nos enfrenamos hoy no pueden ser resueltos con la misma mentalidad que los ha creado en el pasado. No obstante, sabemos que viejos hábitos tardan en morir. Lo cual no implica que esperemos su muerte para pensar qué vendrá después. Pensar y visionar la Argentina Futura requiere la doble tarea de pensarla en el orden global desde el momento de su inserción y dependencia económica, financiera, política y cultural en 1852. Lo cual requiere pensar y analizar el orden global en el cual se insertó y los avatares hasta hoy. La principal alteración de este período es la apertura reciente hacia el orden global multipolar. Desde 1852, en lo que concierne a Argentina, hasta principios del siglo XXI, las reglas del juego fueron dictadas y transformadas por los estados imperiales occidentales. La irrupción de la Unión Soviética consolidó el dominio de occidente repartido en capitalismo liberal y comunismo estatal. La corta irrupción de Japón en el siglo XX convirtió al país de enemigo de Estados Unidos a principal aliado en el este asiático, paralelo al papel de Israel en el oriente medio. El orden global multipolar abre la posibilidad de relaciones internacionales multipolares sin crear antagonismos. De lo cual el gobierno de Alberto Fernández dio muestras en lo doméstico y en lo internacional.

La inversión de las relaciones salud-economía, en lo doméstico, pone la economía al servicio de la salud. Esta inversión presupone elaborar una de mayor escala: la inversión de las relaciones economía/sociedad. Poner la economía al servicio de la salud presupone hacer de la economía un servicio social y no ya un sistema de crecimiento y enriquecimiento. El tema está relacionado con debates actuales que enfrentan desarrollo insostenible con desarrollo sostenible. El asunto aquí no es hacer el desarrollo sostenible sino dejar de pensar en términos de desarrollo. Lo cual nos lleva a la necesidad de cuestionar el proyecto de economías sostenibles. El problema es el desarrollo y no el hecho de que sea o no sostenible. Claro, la segunda posibilidad es preferible, pero es una solución de la misma mentalidad que creó el problema que tratan de solucionar. Al hacer estas afirmaciones no espero que las Naciones Unidas adopten la idea. Como dije, viejos hábitos tardan en morir. Lo cual no implica que mientras tanto vayamos explorando, en paralelo, las economías sostenibles. Para ello será imprescindible contar con la participación de la “sociedad política”, es decir, el sector de la sociedad que reclama su derecho de participación en la construcción del estado-nación, que reclama su participación en la polis.

 

Al decir política no estoy hablando de crear un nuevo partido o hacer alianzas entre los existentes. No estoy hablando de antagonismos políticos partidarios y de sindicatos. Tampoco estoy hablando en contra de ellos. Estoy hablando de las funciones del “estado materno” y en colaboración con la “sociedad política.” Es decir, el sector de la sociedad que tome en sus manos la paulatina conversión de “la distancia física” en armonía comunal/social. La “sociedad política” no son organizaciones de protesta sino de colaboración. Para que esto sea posible, el estado, las corporaciones y los bancos deben colaborar. La inversión en este caso es la de trabajar para vivir y no ya la de vivir para trabajar. La obligación y responsabilidades son mutuas: la represión estatal y la explotación corporativa de la sociedad debe ceder a un trabajo colaborativo de armonía comunal y social. Para ello hace falta un estado firme y fuerte, lo cual no quiere decir dictatorial. Quiere decir un estado firme y fuerte que no sucumba frente a las presiones política, económicas y mediáticas tanto nacionales como internacionales.

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Bibliografía

Colom Piella, G. (2018) “Guerras híbridas. Cuando el contexto lo es todo”. Disponible en: https://www.ugr.es/~gesi/Guerras-hibridas.pdf

Lepan, N. (2020) “Visualizing the Hitory of Pandemics”. Disponible en: https://www.visualcapitalist.com/history-of-pandemics-deadliest/

Mignolo, W. D. (2010) “The comunal and the decolonial”, Turbulence. Disponible en: http://www.turbulence.org.uk/index.html@p=391.html

Schmitt, C. (2006) The Nomos of the Earth in the International Law of Jus Publicum Europaeum. London: Telos Press Publishing

Walter Mignolo es semiólogo y profesor de literatura. Es uno de los referentes más importantes de la tradición conocida como el pensamiento descolonial. En el mismo se inscriben –de un modo u otro- figuras de la talla de Enrique Dussel, Aníbal Quijano o Santiago Castro Gómez. Esta corriente se emparenta a su vez con trabajos como los de Frantz Fanon, Samir Amin y las corrientes iniciadoras de la teología de la liberación. Mignolo nació en Argentina, pero ha estudiado en París a partir de 1969. Allí tuvo como profesores a Roland Barthes, Julia Kristeva y Michel Foucault, entre otros. Pasó luego a trabajar en diversas universidades en Estados Unidos y hace ya más de 20 años trabaja en la Universidad de Duke, donde es director del Instituto Franklin para estudios interdisciplinarios e internacionales.

[1] Mi agradecimiento a Rita Segato por intercambios y conversaciones de larga data y, sobre todo, por su atenta lectura de y las agudas observaciones a este ensayo.

[2] Por un acuerdo del 19 de abril, China envió grandes cantidades de máscaras y medicamentos a Alemania, Ver: https://www.wsj.com/articles/as-countries-vie-for-coronavirus-supplies-germany-cuts-deal-with-china-11586372608

[3] O´Barr, W (2020, 8 de abril) China is the Biggest Threat to the US, Disponible en https://breakingthenews.net/Article/AG-Barr:-China-is-biggest-threat-to-US/51806327

[4] Kissinger, H. (2020, 3 de abril) The Coronavirus Pandemic Will Forever Alter the World Order . Disponible en https://www.wsj.com/articles/the-coronavirus-pandemic-will-forever-alter-the-world-order-11585953005

[5] Rice, C. (2017, diciembre) US Wars in the Middle East Were not Supposed to Bring Democracy, Newsweek,

[6] Mignolo, W. (2011, diciembre) Hacia la desoccidentalización Página 12. Disponible en https://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-182727-2011-12-06.html. Sobre des-occidentalización ver, “Delinking, Decoloniality and Dewesternization”, Critical Legal Thinking, May 2012, https://criticallegalthinking.com/2012/05/02/delinking-decoloniality-dewesternization-interview-with-walter-mignolo-part-ii/

[7] Un excelente análisis crítico, en el sentido de análisis y juicio, Edgardo Lander, Cerisis Civilizatoria. Experiencias de los gobiernos progresistas y debates en la izquierda latinoamericana. Guadalajara: CALAS, 2019, https://rebelion.org/docs/262267.pdf

[8] “Rita Segato y los vínculos en cuarentena”, C5N TV, Marzo 31, 2020, https://www.newsweek.com/us-war-middle-east-bring-democracy-rice-608640.

[9] En América del Sur los debates sobre la dependencia son muy conocidos. Sin embargo, es un momento oportuno para revisarlos y actualizarlos. Claudio Katz, “El surgimiento de las teorías de la dependencia”, Comité para la abolición de las deudas legítimas, 2016, http://www.cadtm.org/El-surgimiento-de-las-Teorias-de

[10] Ver Fernando Huanacuni Mamani, ya citado, y los numerosos ensayos sobre el tema de Eduardo Gudinas y Alberto Acosta. Entre ellos,” La renovación de la crítica al desarrollo y el buen vivir como alternativa.” Utopías y Práxis Latinoamericana, 16/53, 2011, 71-83. Des

Parte 3

Cómo pensar las nuevas subjetividades

El virus es el mensaje

Por Sandra Valdettaro

Una nueva experiencia se instaló en los modos de vida a nivel global. La pandemia actual del coronavirus COVID-19 colocó, de repente, a la humanidad en esa frontera siempre inestable entre naturaleza, biología y cultura que nuestro inocente imaginario cientificista suponía controlada.

A pesar de la profusión de diagnósticos de todo tipo que desde hace décadas vienen anunciando la inminencia de la catástrofe, la humanidad quedó, sin embargo, en un estado de estupefacción y con un sentimiento de imprevisibilidad y suspensión del sentido común, esto es, de suspensión de ese simulacro de naturalización de la existencia de la realidad que la fenomenología plantea como necesario para el desarrollo y mantenimiento de la vida social.

Más que la invisibilidad y la atribución de letalidad y contagio del virus, lo que perfora, de manera radical, nuestra existencia, es la erosión de la confianza en nuestra propia capacidad, en tanto especie, de conservar la vida.

Se ve que no bastaron, para nuestros propios recursos adaptativos, ni las lecturas atentas de Virilio, de Beck, de Luhmann, entre otros, ni nuestros imaginarios formateados en la literatura y el cine distópicos de ciencia ficción; no bastaron, parece, todos los productos de la cultura mediática que década tras década intentaron prepararnos.

Habrá que ver los efectos más adelante -además de preguntarse cómo será el más delante de esto…-, pero en el principio -esto es, en el propio transcurso del estado de excepción viral-global-, la pedagogía mediática catastrofista acumulada en el transcurso de varias generaciones sea tal vez eficaz para la imitación de comportamientos estereotipados en el corto plazo -insostenibles, por cierto, en el largo plazo-, aunque lo que en verdad perturba es el carácter fantasmático, inconsciente, de esas escenas mediáticas que fueron conformando nuestro espacio ontológico y que, subrepticiamente, advienen a nuestra rutinizada realidad fenoménica.

Si la noción tradicional de esfera pública racionalística ya no resultaba sostenible en épocas que podríamos nombrar como “normales” de mediatización icónico-indicial -siendo, obviamente, la normalidad, otro de nuestros simulacros tranquilizadores-, la realidad potentemente invisible del virus global produce un escenario hibridado de espontaneidad y artefactualidad de mediatización de lo privado. La intimidad, ya se sabe, siempre fue un género literario, por lo tanto, se constituyó pública; pero lo privado -en tanto refugio individual imaginariamente incontaminado y ocasión de resguardo- es lo que el virus mediatiza volviendo patente su carácter éxtimo (en sentido lacaniano).

Es momento, se me ocurre, de repasar los planteos de Virilio, por ejemplo. En una entrevista de 2001 -en el contexto de los atentados a las Torres Gemelas del 11 de septiembre en EEUU-, Virilio, basándose en la noción de “horizonte de expectativas” como clave interpretativa, planteaba que el “horizonte de expectativas” del siglo XVIII había sido la “gran revolución” y la “gran guerra” el del siglo XIX. El del siglo XX fue, según Virilio, el “gran accidente integral” (Sánchez, 2001). Esos horizontes que, según Virilio, permearon las vidas imaginarias de los hombres de cada siglo, se concretaron como un designio en el subsiguiente -las revoluciones del siglo XIX; las guerras mundiales del XX-. Puede interpretarse este planteo en términos de la eficacia de lo imaginario como condición de lo simbólico y lo real. Tal como los niños con los juegos, la humanidad se fue adiestrando mediante un sinnúmero de materialidades imaginarias para jugar luego un juego real. Pareció ser la hora, en ese 11 de septiembre de 2001, entonces, de llevar a cabo, según Virilio, el horizonte del siglo XX: “el gran accidente integral”.

Ese accidente total que fue el atentado del 11/9/2001 marca la bisagra con el siglo XXI modelando su destino. Citamos a Virilio: “Al servir en lo sucesivo el tiempo-luz (o, si se lo prefiere, el tiempo de la velocidad de la luz) como patrón absoluto de la acción inmediata, de la teleacción instantánea, la duración intensiva del instante real predomina, de ahora en más, sobre la duración, el tiempo extensivo y relativamente controlable de la historia, esto es, de ese largo plazo que englobaba aún pasado, presente y futuro. Es, finalmente, lo que podría llamarse una conmutación temporal, conmutación que se emparenta también con una especie de conmoción de la duración presente, accidente de un instante supuestamente “real”, pero que se desengancha repentinamente de su lugar de inscripción, de su aquí y ahora, en favor de un deslumbramiento electrónico (a la vez electroóptico, electroacústico y electrotáctil), en el que el control remoto, el llamado “tacto a distancia”, vendría a perfeccionar la antigua televigilancia de lo que se mantiene lejos, más allá de nuestro alcance”(Virilio, 1997: 27-28).

La lógica del “gran accidente integral” que está analizando Virilio en 2001 - con la excusa del atentado del 11/9- presenta ya todas las características de la noticiabilidad -excepcionalidad, monumentalidad, carácter trágico, calidad de disrupción, imprevisibilidad, magnitud de los efectos- en un entramado mediático que construye el acontecimiento como un real-perceptible, en directo, a la velocidad de la luz, cuya gramática -lo enfatiza el autor- se encuentra marcada por la “conmutación temporal” y la “conmoción de la duración presente” vía el “tacto a distancia” que, en ese momento, produce la visualización televisiva, simultánea y en directo, del hecho, en el mismo instante de su producción, y a nivel global.

 

Es la época en que se consolidó la perturbadora sensación de confusión entre accidente y atentado; pero estábamos aun dentro del campo de lo humano. A estos diagnósticos de Virilio sobre los efectos complejos y disruptivos de la velocidad y el contacto -desarrollados tanto en el texto citado como en otros libros, y por cierto muchas veces tildados de exagerados o no comprobables por no pocos miembros del campo intelectual local- se le agrega, ahora, la inconmensurable opacidad del accidente biológico.

También de fines de la década de los 90 del siglo pasado son las advertencias de Ulrich Beck. Focalizados sus análisis en la creciente complejidad de lo social, la potencial inconmensurabilidad de los subsistemas, las reducciones psicóticas y el quiebre de las subjetividades, amalgamados mediante un vector que se va enhebrando con la sensación de vulnerabilidad, la percepción de la inseguridad y la impresión del peligro, Beck postula una nueva experiencia del riesgo al que se le adosa el miedo a la catástrofe científico-técnica, a la hecatombe nuclear, ecológica o industrial (Beck, 1998).

Lo que se agrega, en nuestro contexto actual de pandemia viral global, a este diagnóstico fuertemente pesimista de Beck, es que, aun siendo pesimista, el miedo de las teorías de la sociedad del riesgo seguía siendo un miedo diferido, que se percibía, de algún modo, como tranquilizadoramente lejano. Para la doxa, para el hombre común, para nuestra habitual y cotidiana manera de experimentar el mundo, los “riesgos” de la “sociedad del riesgo” son del orden de lo increíble, de lo imposible, de lo que no puede suceder. No es imaginable, por ejemplo, para el sentido común, una estrategia de poder nuclear tan puramente perversa que pudiera destruir, estratégicamente, el planeta. Por todo esto, el de la sociedad del riesgo es un miedo distante; no por ello menos real que otros espectros, pero sí con la mansa intranquilidad que se siente al despertar de una pesadilla. Es, si se quiere, como un miedo estratégico, funcional al equilibrio que los poderes necesitan para su despliegue.

Con el accidente integral que es el contagio viral-global del virus que nos toca ahora -la perfección absoluta de la lógica del contacto-, la pesadilla se desarrolla en la vigilia.

Un virus real, con corona, sin doble cuerpo, invisible -tal vez cumpliendo, así, la eficacia máxima de la teoría de los dos cuerpos del rey de Kantorowicz, finalmente unario en su productividad biológica invisible- que produce un miedo inmediato, cotidiano, ubicuo, próximo; que atraviesa la materialidad de los cuerpos. Un miedo virósico que no necesita de estrategias geopolíticas para desarrollarse, que prescinde de las instituciones, de los acuerdos, de las normativas; no necesita de todo eso porque en verdad produce, para decirlo claramente, una biopolítica autoconsentida y voluntaria -esa servidumbre voluntaria que ya anunciaba en el 1500 De La Boétie- es, parafraseando a McLuhan, un puro medio sin mensaje; como la electricidad, el virus es el mensaje.

Como decía Virilio -y tenía razón- la experiencia de la civilización actual vuelve al peligro sistemático y cercano; el miedo a la desaparición, y la potencial “velocidad de la desaparición” son endémicos, y hacen sistema (Virilio, 1987;1989), y nos coloca, simultáneamente, en una experiencia de “desfuturización”.

Tomando la perspectiva de Luhmann del tiempo como “un aspecto de la construcción social de la realidad”, a partir de lo cual plantea que “hay varios tiempos, una pluralidad de temporalgestalten o tiempos sociales”, y definiendo al tiempo, entonces, “como la interpretación de la realidad con respecto a la diferencia entre el pasado y el futuro” (Luhmann: 1992: 166), retomamos la pregunta del autor sobre cómo “empezar el futuro” (op. cit: 178).

Luhmann propone un método:

“...si concebimos el tiempo como la relación entre horizontes temporales (más o menos diferenciados) y si utilizamos un lenguaje temporal que permita modalizaciones iterativas (futuro presente, presentes futuros, futuro de presentes pasados, etc.) y definimos la función del presente y la de la cronología en esos términos, podemos contar con una base suficiente para comenzar este tipo de investigación” (op. cit.: 179).

Ampliamos su argumento:

“Si aceptamos esta distinción entre el futuro presente y los presentes futuros, podemos definir un futuro abierto como un futuro presente que da cabida a varios presentes futuros mutuamente excluyentes” (op. cit.: 172).

Luhmann reserva el término “futurización” para designar la ampliación de la apertura de un futuro presente; y “desfuturización” para su decremento (op. cit.: 172). Esa pregunta luhmanniana, entonces, de cómo “empezar el futuro”, nos abisma a una experiencia perturbadora de desfuturización en nuestra actualidad. Los “futuros presentes” no parecen alentadores.

Nuevamente, como con otros fenómenos contemporáneos, es la mediatización actual la condición de posibilidad de dicha creciente imprevisibilidad.

Dependerá de nosotros que pueda ser, a su vez, una vía de escape.

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Texto publicado en Blog Scolari. Marzo 2020 https://hipermediaciones.com/2020/03/30/el-virus-es-el-mensaje/

Bibliografía

Beck, U. (1998) La sociedad del riesgo, Barcelona: Paidós

Luhmann, N. (1992) “El futuro no puede empezar: estructuras temporales en la sociedad moderna”, en Ramos Torres (comp.) Tiempo y Sociedad, CIS, Siglo XXI.

Sánchez, M. (17 de noviembre de 2001) Entrevista a Paul Virilio, “El futuro según Virilio” Suplemento Cultura y Nación, Clarín.

Virilio, P. (1987) Estética de la desaparición, Barcelona: Anagrama

—(1989) La máquina de visión, Madrid: Cátedra.

—(1997) La velocidad de liberación, Bs As: Manantial.

Sandra Valdettaro es Pos Doctora y Doctora en Comunicación por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Máster en Ciencias Sociales por FLACSO. Licenciada en Comunicación Social por UNR. Profesora Titular de la cátedra Epistemología de la Comunicación UNR. Directora de la Maestría en Estudios Culturales de la UNR (www.estudiosculturales.unr.edu.ar). Directora del CIM - Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (www.cim.unr.edu.ar).