Lucha política y crisis social en el Perú Republicano 1821-2021

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Lucha política y crisis social en el Perú Republicano 1821-2021
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Antonio Zapata es doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Columbia, Nueva York. Ha sido profesor visitante de las universidades nacionales San Antonio Abad del Cusco y San Agustín de Arequipa, así como de la Universidad de Shanghái en China. Actualmente es profesor del Departamento de Humanidades de la PUCP. Su tesis doctoral fue publicada con el título «Villa El Salvador: comunidad y poder local». Sus investigaciones giran en torno a la historia política del siglo XX.



Lucha política y crisis social en el Perú Republicano 1821-2021

Antonio Zapata

© Antonio Zapata, 2021

De esta edición:

© Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2021

Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú

feditor@pucp.edu.pe

www.fondoeditorial.pucp.edu.pe

Diseño, diagramación, corrección de estilo

y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP

Primera edición digital: noviembre de 2021

Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2021-12648

ISBN: 978-612-317-703-4

Contenido

Presentación

Capítulo 1 El nacimiento de la república independiente, 1821-1885

Independencia

El caudillismo

La Confederación

Medios de comunicación y opinión pública

Castilla: guano y ferrocarriles

Los Andes ante la expansión capitalista

Manuel Pardo y el primer civilismo

El tratado secreto de 1873

La Guerra con Chile

Gran Bretaña y Estados Unidos frente a la Guerra del Pacífico

Migraciones extranjeras

Ricardo Palma

Capítulo 2 La república oligárquica, 1885-1962

El Estado y la oligarquía

Reconstrucción nacional

Indígenas y campesinos

La clase obrera y el anarcosindicalismo

La segunda ola de la migración china

El caucho y el genocidio de grupos étnicos amazónicos

El oncenio de Leguía

Identidad nacional y propuestas intelectuales, 1885-1930

Radicales y breñeros

Nacimiento del feminismo

El 900

Indigenistas

El Centenario

Aprismo y marxismo auroral

La década de 1930, crisis y reorganización oligárquica

El Perú y la Segunda Guerra Mundial

Los orientales del siglo XX

El interregno democrático 1945-1948

El Ochenio

Segundo gobierno de Prado, 1956-1962

Capítulo 3 El nacionalismo económico, 1962-1990

Elecciones sucesivas

Primer Gobierno de Fernando Belaunde

La izquierda y los movimientos sociales

El gobierno militar, 1968-1980

Los gobiernos de la década de 1980

Las izquierdas, entre la insurrección armada y la vía legal

Izquierda Unida, IU

Capítulo 4 El neoliberalismo, reforma y reorganización social, 1990-2020

El fujimorismo

El siglo XXI

El Nobel peruano

La segunda década del siglo XXI

La migración venezolana

Desigualdad y exclusión

Las elecciones del bicentenario y el nuevo gobierno de Pedro Castillo

Epílogo

Bibliografía

Para Natalia González, por los años que vendrán

Presentación

El libro que el lector tiene entre manos es fruto de un encargo que recibí del jefe del departamento de Humanidades de la PUCP, el doctor Francisco Hernández. Sus instrucciones eran sencillas de entender y complejas de ejecutar. Me explicó que había pensado en un texto que resuma la historia republicana tomando en cuenta las publicaciones recientes sobre el tema. Dialogar con ellas y ofrecer un punto de vista independiente.

Estos textos son numerosos. A mediados de la década de 1990 el doctor Franklin Pease publicó un libro integral sobre la historia contemporánea, donde el énfasis estaba puesto en la larga duración (Pease, 1999). El siglo XX era fruto de una trayectoria prolongada que se remontaba a la era prehispánica. Compartiendo el mismo largo tiempo histórico, el profesor norteamericano Peter Klarén (2004) escribió un influyente texto de historia peruana, desde sus orígenes hasta finales del siglo XX. Luego, el Instituto de Estudios Peruanos publicó en 1999 la primera edición del libro de los historiadores Carlos Contreras y Marcos Cueto, que ha sido ampliamente utilizado por los estudiantes universitarios de los últimos veinte años. Sus lectores lo han apreciado porque está bien organizado y ofrece una interpretación renovada, posterior a la visión crítica que había sustentado la teoría de la dependencia. Una explicación integral, novedosa y sintética.

Además, es necesario considerar otros textos de síntesis producidos por Carlos Contreras. Tenemos una Breve historia del siglo XIX, que ha sido publicado por el Fondo Editorial de la PUCP (2015) y luego una Historia mínima del Perú, aparecido en El Colegio de México en coautoría con Marina Zuloaga (2014). Así, Contreras viene desplegando una intensa producción de compendios, porque también ha dirigido los cinco tomos de Historia republicana del Perú, que integran la «Historia de Hispanoamérica» editada por la fundación Mapfre.

No han sido los únicos libros con estas pretensiones. Adicionalmente tenemos que los sociólogos Hugo Neira (2005) y Héctor Béjar (2019) han escrito sendos volúmenes de visión panorámica sobre el pasado peruano. Es claro que ambos autores se preguntan por el país en su conjunto y que la pretensión es la historia de larga duración con una visión alternativa a la tradicional. La obra de Béjar es un desafío al saber común difundido por el poder, mientras que el texto de Neira sigue el rastro de la debilidad institucional de la República. También a mediados de los noventa había aparecido el texto del Nelson Manrique (1995), Historia de la República, cuya singularidad reside en el énfasis en procesos y personajes de las regiones que permiten un conocimiento más integral del país, a diferencia de la mayoría de estudios, muy centrados en Lima.

 

Por su lado, el libro de Hernando de Soto sobre la informalidad expresaba una modificación del sentido común que fue dejando atrás el pensamiento crítico y se volcó al liberalismo. De Soto modificó la interpretación de la naturaleza de los trabajadores urbanos autoempleados. Mientras para el marxismo eran marginales o subproletariado y su horizonte era sumarse a la lucha de los explotados contra el capitalismo, El otro Sendero (1999) los concibió como empresarios dotados de un impulso al capitalismo, en oposición al Estado y los poderes corporativos. Ese cambio de perspectiva fue fundamental para el ascenso de una interpretación liberal de la historia. Un primer esfuerzo en ese sentido se halla en el libro La república embrujada de Alfredo Barnechea (2013 [1998]), quien combina nociones dependentistas con liberales buscando entender las causas de la incapacidad republicana para cumplir uno de sus lemas primigenios: paz y progreso.

Por su parte, una visión conservadora puede hallarse en la obra de Federico Prieto Celi, quien interpreta el siglo XX peruano en Así se hizo el Perú: crónica política de 1939 a 2009 (2010). En forma indirecta, pero integral, Prieto contesta al pensamiento crítico elaborando una propuesta en la que se pregunta por lo positivo, y lo encuentra en el orden espiritual que surge de la historia y que sería la patria peruana. Prieto es miembro del Opus Dei del Perú y su acercamiento intelectual es diferente al liberal encarnado por de Soto o Jaime Althaus (2007). Sin embargo, los tres comparten algunos elementos fundamentales, pues defienden el mismo modelo de desarrollo. Aunque discrepan con respecto a libertades y derechos —que no es un tema menor, sobre todo en los tiempos actuales—, conservadores y neoliberales coinciden en su alineamiento político.

A estos textos deben sumarse producciones más antiguas, pero de gran trascendencia hasta nuestros días, como Clases, Estado y Nación de Julio Cotler, aparecido en 1978 y publicado por el IEP. Este texto es un clásico que ha formado el pensamiento histórico de varias generaciones de intelectuales. Es un libro de historia escrito para explicar a Velasco. Por ello fue tan potente, buscó entender el presente a través del ayer y no estaba centrado en el pasado en sí mismo. Además, el presente que buscaba entender era el momento más trascendente del país en muchos años. En una línea bastante cercana, Carlos Franco practicó el clásico formato del ensayo para analizar la democracia y la nación peruanas en Acerca del modo de pensar la democracia latinoamericana (1998). Franco tenía formación de psicólogo social y disponía de entrenamiento y sensibilidad para captar el estado de ánimo, la tendencia colectiva y el sustrato espiritual de la sociedad. Este breve recuento de obras influyentes de las décadas anteriores no puede cerrarse sin mencionar a Heraclio Bonilla, quien representa la continuidad de la historia crítica formulada en los años de la teoría de la dependencia. Bonilla fue el historiador de esa generación y ha tenido una larga carrera, ya que sigue muy activo hasta hoy. Ha reunido sus trabajos añadiendo nuevos ensayos en tres tomos publicados con el título El futuro del pasado (2005). Si Cotler había pretendido explicar el presente a través del pasado, Bonilla refina este acercamiento postulando que para entender el paso del tiempo es preciso situarse en el futuro y mirar desde ahí la historia.

Algunos colegas como Juan Luis Orrego (2014), motivados por el bicentenario han indagado por el ambiente y las obras relacionadas con la conmemoración de los primeros cien años de nuestra independencia. En aquel entonces, la integración nacional estaba lejana y la derrota en la Guerra del Pacífico aún estaba muy presente. Pero el gobierno de Leguía venía impulsando un proceso de renovación social y modernización estatal al que llamó la «Patria Nueva». Al llegar el Centenario el mandatario aún gozaba de simpatía popular e impuso un curso decididamente optimista a la conmemoración. Sin embargo, Leguía era autoritario y su vocación dictatorial quedó patente desde el primer momento. Ello motivó la reacción crítica de la joven generación, que se expresó en los políticos Haya y Mariátegui y en los académicos de la generación del Centenario. Ellos fijaron su atención en los abismos sociales y económicos que laceraban al Perú de los años veinte. Así apareció la idea del país en formación, que aún no había realizado plenamente la promesa de la vida peruana. Tanto en Jorge Basadre como en José Carlos Mariátegui aparece esta misma idea de un proceso abierto e inacabado. De este modo, el balance de la generación del Centenario enfatizó en lo inconcluso de las realizaciones republicanas, pero, a la vez, anticipaba un futuro prometedor a condición de superar la discriminación y forjar una comunidad de destino.

Por su lado, la situación nacional del bicentenario es bastante más crítica que la vivida hace cien años. El escándalo Lava Jato se ha llevado por delante la escasa credibilidad de la clase política. Luego la pandemia ha mostrado la impotencia del Estado para contener el avance de la enfermedad, al grado que el país afronta una doble catástrofe, sanitaria y económica. Por ello, el ánimo general es muy diferente del festivo y esperanzador que reinó durante el Centenario. Una historia complicada ha originado este cambio de percepción ciudadana sobre nuestro propio país. Por momentos la situación social se acerca a la anomia que años atrás fue estudiada por Hugo Neira (1996), quien sostiene que nuestra sociedad propone ciertos fines, pero no ofrece los medios para realizarlos y por lo tanto genera atomización, pesimismo y rencor. Aunque hay elementos para pensar que la apatía y la indiferencia son predominantes, también es cierto que ha crecido la conciencia ciudadana acerca de sus responsabilidades y derechos. Ese vaivén es característico del país y marca su compleja y por ratos contradictoria historia.

En diálogo con estos autores y sobre todo con este ambiente social e intelectual, este libro se enfoca en la historia política del país y además considera los asuntos económicos, sociales e ideológicos a fin de facilitar la comprensión de la lucha política en la historia nacional. Buena parte de este texto es una narración analítica de la construcción del Estado y de los planteamientos ideológicos y políticos en torno a este proceso. Las contradicciones que ha suscitado constituyen el núcleo de mi reflexión. Ya que mi compromiso intelectual con las izquierdas es abierto y explícito, me he esforzado por pensar en las razones de las otras opciones políticas y tratarlas con equilibrio —ya que la objetividad es imposible—, buscando entender sus planteamientos y realizaciones.

La redacción de este libro corresponde a mi estancia en la Universidad de Shanghai, SHU. El año 2018 obtuve una licencia de la PUCP para trabajar por tres años en China y satisfacer mi enorme curiosidad sobre la otra mitad del mundo, aquella que habita el Oriente. Los posgrados de SHU están organizados en función a la investigación; por ello, los profesores estamos convocados a escribir a la par que brindar más asesorías y dictar menos clases de lo habitual en universidades de enseñanza. El requerimiento de publicar significó tiempo libre que me permitió concentrarme en este libro. A ambas universidades mi especial agradecimiento por el encargo y por el tiempo para concretarlo. Comencé este texto en Shanghai y obviamente no tenía acceso a una biblioteca con fondos peruanos. Pensé solucionar este problema trabajando unos meses en el Perú, pero apenas llegué para cumplir esa tarea empezó la pandemia y he seguido encerrado hasta el final, sin acceso a muchos libros que sé han sido publicados y que no he tenido conmigo durante la redacción. Por el contrario, he contado con buenas bases de datos en medios electrónicos. Por ello, la bibliografía es algo singular, puesto que en ocasiones he tenido que apoyarme en artículos científicos que se hallan en línea y no los libros que esos ensayos produjeron a continuación. Asimismo, esta circunstancia me ha llevado a pasar por alto la producción de algunos autores difíciles de hallar en línea y que sin embargo merecerían estar en una síntesis como la que he intentado. Este problema se agudiza con los colegas de las regiones del Perú —con algunos de los cuales he trabajado— y sé que aportan una perspectiva singular que lamentablemente no he logrado incorporar. Esta es una síntesis limitada por las circunstancias de la pandemia.

La organización de este libro es cronológica y está basada en una línea de tiempo diferente a la habitual. Por ello, creo necesario ofrecer una breve justificación de la periodización. Con respecto al primer capítulo no hay ninguna modificación de la interpretación clásica, puesto que se abre con San Martín y termina con la derrota en la guerra con Chile en 1884. A continuación, en el segundo capítulo, comienzan mis discrepancias con la versión tradicional, que establece una segunda etapa desde la reconstrucción nacional de Cáceres hasta la crisis de 1930. Existen sólidas razones para otorgarle peso al año 1930 y no dejo de valorarlas. En efecto, en ese momento terminó el largo gobierno de Leguía a través de un golpe de Estado y se abrió una nueva era, la política de masas. Pienso que el resultado de esa crisis fue la prolongación del dominio oligárquico a través de su alianza con el Ejército. De ese modo, según mi opinión, el periodo 1930-1962 corresponde a la alternancia civil militar en la fase final de la oligarquía, cuando ella trató de modernizarse pero no pudo contener la lucha social que acompañó el periodo. Por ello, en la interpretación que ofrezco, el segundo capítulo corresponde a la etapa oligárquica de construcción del Estado y termina con el gobierno de Prado, 1956-1962. Luego se abre el periodo nacionalista y desarrollista, cuando el Estado adopta una nueva matriz que algunos investigadores llaman populismo o nacionalismo económico. Ella llevaba treinta años en otros países de Latinoamérica, pero llegó tarde al Perú.

Con respecto al tercer capítulo, dedicado al nacionalismo populista, además de su origen la segunda fecha clave es su término. Para la interpretación clásica el final se halla en 1980. Es considerado un punto de quiebre porque terminó el docenio militar y se recuperó la democracia, a la vez que comenzó la guerra interna de Sendero Luminoso. Nuevamente he revisado esta interpretación y planteo que esta fase terminó recién al concluir el primer García. Ambos gobiernos de los ochenta corresponden al declive del desarrollismo, porque sus políticas seguían insertas en el modelo de protección del mercado interno. Así, he incluido los años ochenta en el tercer capítulo y sostengo que el final de este periodo se halla en el gobierno de Fujimori y la reforma neoliberal de los años noventa. Por ello, el neoliberalismo es el cuerpo del cuarto capítulo que se prolonga hasta hoy, entrando a la tercera década del siglo XXI. Este periodo ha correspondido a la globalización, acompañada por modificaciones profundas de la escena internacional, incluyendo el ascenso de China. Así, la cronología que sustento está basada en una consideración por la naturaleza del Estado peruano y su orientación. Los ciclos que he buscado establecer son de mediana duración.

Debo agradecer nuevamente a Gabriela Rodríguez por su importante asistencia profesional. En este libro, como en los anteriores, la colaboración de esta colega ha sido significativa. Asimismo, en la fase final de este libro ha he recibido ayuda de Diego Sánchez y Jesús Llerena, quienes me han proporcionado valiosa información bibliográfica. Mi buen amigo Iván Hinojosa ha leído cuidadosamente una primera versión y sus comentarios me han servido mucho para mejorar la calidad del texto que el lector tiene en sus manos. Asimismo, debo agradecer al revisor anónimo de la editorial, que me ha aportado ideas para cerrar el texto. Con Cristóbal Aljovín y Diana Miloslavich he compartido muchas conversaciones sobre temas históricos que han contribuido a abrir mi mente. Un agradecimiento especial a los profesores Zhang Kun y Xia Tingting por su apoyo para hacerme sentir en China tan cómodo como en casa. Asimismo, debo agradecer a los estudiantes de ambas universidades, quienes con sus preguntas y reflexiones han inspirado este libro. No puedo olvidar a Herbert Klein, a quien debo mi formación profesional, y a mi familia que extraño cuando estoy en Shanghai. Este libro está dedicado a Natalia.

 

Capítulo 1

El nacimiento de la república independiente, 1821-1885

Los primeros sesenta años del Perú independiente fueron muy singulares. El Estado nació pobre y maltrecho a causa de las guerras de independencia, solo para seguir padeciendo luchas internas y guerras internacionales que llevaron al caos durante la primera parte de la década de 1840. Sin embargo, el descubrimiento del guano en esa misma década trajo un enorme bienestar material. Como en una fábula, el Perú pasó de mendigo a millonario, pero como siempre ocurre en estas circunstancias, el dinero fácil vino acompañado por despilfarro y corrupción que condujeron al endeudamiento externo y la bancarrota que precedieron a la derrota en la guerra con Chile y la amputación de nuestro territorio. En las siguientes páginas veremos ese salto de la pobreza a la abundancia, solo para terminar en la más absoluta desgracia.

Independencia

La historia de la Independencia ha debatido intensamente sobre Túpac Amaru. ¿Corresponde al periodo de la Emancipación o al ciclo político anterior? En las versiones de los historiadores del siglo XIX, José Gabriel Condorcanqui era un personaje menor de la historia colonial, pero en el transcurso del siglo XX su historia fue cobrando protagonismo y al llegar la época del sesquicentenario era de dominio corriente considerarlo el más importante de los próceres, aquellos que habían enfrentado y contribuido a derribar el yugo español. De ese modo, la historia de la independencia empezaba por esta rebelión, que se juzgaba tan importante como la culminación del proceso a cargo de San Martín y Bolívar. Un gran difusor de esta versión fue el historiador Carlos Daniel Valcárcel, cuyo postulado era simple y directo: el Perú podía carecer de héroes de la Independencia, pero había liderado la más importante rebelión indígena latinoamericana. De ese modo, el pasado revolucionario del país quedaba a salvo y constituía el antecedente necesario del proceso de reformas emprendido por los militares bajo la conducción de Velasco1.

Posteriormente, la colega Scarlett O’Phelan, en su libro Un siglo de rebeliones anticoloniales (2012), intervino en los debates sobre Túpac Amaru precisando que su movimiento habría tenido por propósito derrotar las reformas borbónicas y no necesariamente lograr la independencia del Perú. En esta interpretación, Túpac Amaru corona un ciclo de rebeliones indígenas que habrían nacido de la resistencia contra su renovada explotación a través de la legalización de los repartimientos y la continuidad del tributo y la mita. Los indígenas habían luchado todo un siglo (1715-1815) en un proceso continuo de motines, enfrentamientos y rebeliones. En medio de ese ciclo, el movimiento liderado por Túpac Amaru alcanzó una gran envergadura y comprometió al poder virreinal. Desde entonces, el virreinato quedó herido, y su victoria trajo una gran represión y una nueva reconquista del mundo indígena.

Mientras en otras regiones de América las reformas borbónicas son recordadas como racionales y progresivas, en los Andes perjudicaron a toda la región y tuvieron efectos negativos para diversos grupos étnicos y sociales. No solo los indígenas sino también criollos y mestizos resultaron perdedores. Por ejemplo, las alcabalas y las aduanas interiores trabaron el comercio local y reafirmaron privilegios de las corporaciones de grandes comerciantes peninsulares establecidos en Lima. Además, las reformas dividieron y segregaron el virreinato del Perú, en primer lugar por el norte, creando el virreinato de Nueva Granada; y luego por el sur, creando el virreinato del Río de la Plata: incluso el Alto Perú fue entregado a la administración de Buenos Aires. El Estado virreinal peruano perdió peso a lo largo del siglo XVIII.

Por ello, las reformas borbónicas en los Andes generaron extenso malestar social y político; como consecuencia estallaron rebeliones de diverso calibre. La mayoría fueron movimientos indígenas, aunque algunas tuvieron como escenario las ciudades y como protagonistas a mestizos y criollos. Según O’Phelan, el descontento general provenía de la pretensión del fisco borbónico de aumentar las contribuciones en forma significativa gracias a las estrictas aduanas interiores que introdujeron los primeros impuestos al consumo. Detrás de reclamos y quejas se hallaban razones fiscales (O’Phelan, 2012).

En esta versión, el ciclo de la emancipación empezó a continuación, cuando se hundió la monarquía española ante la invasión napoleónica. La independencia habría comenzado por la implosión del centro imperial en Madrid y el intento de cambio de dinastía llevado adelante por Bonaparte. A continuación, en España surgieron las Juntas para resistir la pretensión francesa. Ese movimiento se trasladó a Hispanoamérica, donde fue el instrumento de los criollos para derribar a los virreyes e iniciar el complejo proceso de la independencia. Como es bien sabido, esas Juntas se formaron en casi todas las grandes ciudades de Hispanoamérica, salvo en México y Lima: en ambos virreinatos los rebeldes actuaron desde provincias sin llegar a tomar la capital, que permaneció en manos de las autoridades españolas (Hamnett, 2011).

Esta circunstancia hizo que la historia de la independencia fuera problemática tanto en México como en el Perú. En ambos casos es una independencia tardía, comparada con Buenos Aires o Caracas. En México el actor principal fue el ejército que había defendido a España contra los rebeldes, pero al restablecerse la constitución liberal en la Península decidió proclamar la independencia. La historiografía mexicana ha resuelto sus dilemas comenzando su relato por las rebeliones dirigidas por los sacerdotes Hidalgo y Morelos desde 1810 en adelante y reduciendo la trascendencia del momento efectivo de ruptura con España. De ese modo, la fecha clave de la independencia mexicana es el inicio de la lucha y no su culminación. A diferencia de México, el Estado peruano decidió darle preferencia a la proclamación formal de la independencia en Lima por el general San Martín el 28 de julio de 1821.

En efecto, desde muy temprano el Perú eligió la proclama de San Martín como acta de nacimiento de la república. Debido a ello, la narrativa peruana enfrenta una gruesa dificultad: ¿cómo entender que el punto de partida no incluya peruanos como protagonistas? Por el contrario, la versión tradicional sustenta que un general rioplatense acompañado por el ejército libertador, de composición argentino-chilena, proclamó la independencia luego de que el virrey abandonó Lima. Además, esa independencia proclamada por San Martín fue obtenida tres años después gracias a la victoria del ejército colombiano que acompañó a Bolívar, en el cual la participación peruana apenas era un tercio de la fuerza total.

La generación intelectual del Centenario encaró el problema historiográfico resaltando que peruanos y peruanas habían sido claves en su colaboración con los ejércitos libertadores. Por ejemplo, para Raúl Porras Barrenechea el héroe peruano de la independencia es José Faustino Sánchez Carrión, que fue ministro de Bolívar hasta su prematura muerte. El Sánchez Carrión de Porras expresa el firme compromiso republicano de algunos jóvenes intelectuales criollos. Durante la lucha final por la independencia, la responsabilidad civil del Estado habría recaído sobre sus hombros y Sánchez Carrión habría sabido sacarla adelante2.

Además, la generación del Centenario añadía que el Perú había carecido de grandes líderes a la hora de la lucha final, pero que poseía una larga lista de próceres encabezada por Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, cuyo folleto dirigido a los españoles americanos habría definido el carácter criollo del proceso de emancipación. Es decir, la contribución peruana a la independencia de Latinoamérica se hallaría en dos planos: el primero, los próceres; y el segundo, los colaboradores de los libertadores. El primer plano era más interesante porque ocupaba un puesto especial en toda narrativa: los antecedentes. En este periodo, la participación peruana habría sido decisiva y de primer orden (Bákula, 2019).

Como vimos, los 150 años de la independencia se conmemoraron bajo el mandato del general Juan Velasco. En ese momento, un conjunto de historiadores de las universidades San Marcos y Católica recopilaron la muy impresionante Colección Documental de la Independencia del Perú, publicando más de cien volúmenes de documentos originales, bastante bien organizados por procesos, etapas y personajes. Esta colección ha sido la fuente principal para el estudio de la época y constituye un aporte sustancial a la investigación histórica. De este modo, el sesquicentenario renovó las fuentes en una época en que no existía fotocopia ni escáner. Queda pendiente para nuestra generación un trabajo semejante que proyecte un nuevo horizonte de investigaciones sobre el periodo.

Bajo el mismo gobierno de Velasco se desarrolló otro debate historiográfico de fondo. Según Heraclio Bonilla y Karen Spalding (1972) la independencia habría sido «concedida». Sus actores habían sido criollos revolucionarios latinoamericanos, mientras que los peruanos habrían sido obligados a aceptarla. Esta tesis causó furor en medio de la conmemoración del sesquicentenario, porque su argumento era muy fuerte al vincular el conservadurismo criollo al miedo que produjo la rebelión de Túpac Amaru. Frente al peligro de la subversión del orden social, los criollos habrían preferido el manto protector del imperio español. Para conservar el orden, los criollos optaron por la causa realista y solo aceptaron la independencia cuando los ejércitos libertadores la impusieron.

El debate fue intenso, y Bonilla recibió algunas célebres respuestas. Entre otras, destaca la postura de Ella Dunbar Temple (1973), quien estudió las guerrillas y a las montoneras que acompañaron la lucha de los ejércitos libertadores. De acuerdo a su parecer, se había estudiado la independencia del Perú a través de los libertadores, pero no se había puesto el acento en el pueblo peruano y su activa participación en la lucha militar y política contra el dominio español. Esa era la tesis de fondo de la Colección Documental y otros trabajos como los de Gustavo Vergara (1974) insistían en el mismo argumento: la participación de sectores populares que hostigaron sin cesar al ejército realista y que luego, ordenados dentro del ejército libertador, estuvieron presentes en Ayacucho. Sin embargo, no se estudió con la misma atención a los sectores populares que sostuvieron la causa realista.

El profesor de la PUCP José Agustín de la Puente también integraba la comisión que publicó la Colección Documental. Su contribución al debate fue resaltar la formación de la conciencia nacional que habría precedido a la emancipación. En esta interpretación, la independencia era un fenómeno con raíces en la historia virreinal, cuando habría surgido la noción de patria como elemento espiritual, que nacía de la identificación de los criollos con el territorio donde habían nacido. La ruptura con España se habría procesado en las mentes antes de concretarse en los hechos. El nuevo concepto de patria habría alcanzado la mayoría de edad hacia finales del siglo XVIII, cuando publicaciones como El Mercurio Peruano habían evidenciado el interés de los criollos por la elaboración de proyectos político-económicos de corte nacionalista. Por otro lado, las dudas eran lógicas, tratándose de una ruptura total, que solo progresiva y contradictoriamente fue abriéndose paso en el alma de peruanos y peruanas de la época (de la Puente y Candamo, 2013).