Ultimatum extrasolar

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9 Debate enfrentado del Consejo de Seguridad

Contemplaban unos y oían asombrados los presentes en los búnkeres, y en especial los del AMMI, cuanto sucedía ante la puerta del departamento en que se encerraron los miembros del Consejo de Seguridad, y aun por alguno o algunos de estos de lo que se entablaba tras la puerta que los encerraba, que podían saber conectados a través de sus computadoras portátiles como de sus inteléfonos*, que llevaron consigo los gobernantes reunidos, interesándose unos a otros por lo que se decía en el búnker principal de las grandes potencias, y aun los musulmanes en sus dos búnkeres sunnita y chiíta.

―¡¿Van los religiosos a oponerse a nuestra defensa frente al invasor extraterrestre?!― Exclamó entre la admiración y la rabia el mayor general chino desde el búnker del AMMI, siendo evidentemente irreligioso como lo era su presidente en la reunión de los 25, que le oyó pensando lo mismo.

Escuchado también por los demás miembros en el departamento de reunión del Consejo de Seguridad, produjo aquí el que fuera asaeteado con la mirada fruncida el presidente chino por la mayoría de los concurrentes, pues de pronto las creencias religiosas de estos parecían convenir en el mismo resultado de una autoridad superior divina, frente a la cual no habría poder humano capaz de oponerse en absoluto. Y a la vez por más de uno sobrevoló la convicción de recaer sobre China la culpa de la pandemia de 2020 que asoló a tantos países, recordada por el Ayatolá.

Y si alguno titubeó en esa mirada generalizada, la certeza dominante en la misma le doblegó, casi incluyendo al chino y aún más al japonés que también había dudado pensando en el origen divino de su emperador, porque el hindú parecía convencido y ver ya al dios Shiva* disponiéndose a la destrucción del mundo que luego reconstruiría Brahma*, mientras el israelí imaginábase la venida por fin del Mesías*, que no lo fue para los judíos Jesucristo. E igual que en ellos, se extendió por los principales búnkeres y departamentos de Estado de las diversas naciones conectadas esas sensaciones una vez oídas las palabras del general chino y sentir el titubeo de sus presidentes en el Consejo de Seguridad, haciéndoles temblar a los congregados en los mismos; sólo que, habiendo en esas reuniones personajes de superior intelectualidad, ciencia y capacidad militar, hubo pronto reacciones. Como fue la primera la del astrónomo y coronel astronauta estadounidense Sheridan, que hizo oír su voz rotunda en todos los búnkeres, departamentos ministeriales y el Consejo de Seguridad, a través de las conexiones telemáticas:

―¿Se nos va a olvidar que alrededor de las tres estrellas más cercanas, las de Alfa Centauri, hay planetas más antiguos que el nuestro y dos por lo menos de las mismas capacidades para la vida superior, que evidentemente nos han de llevar milenios de adelanto, si acaso no millones de civilización tecnológica? Porque, si nosotros tenemos la capacidad de instalarnos en la Luna, viajar a Marte y, lo peor, con el armamento nuclear almacenado destruir nosotros mismos nuestro propio planeta, conseguido lo nuestro en unos miles de años de humanidad y desde luego millones de años menos de existencia de vida zoológica y no digamos antropológica, ¿hemos de dudar de la capacidad de destruirnos a nosotros de unos seres de civilización extrasolar muy superior ya que nos llevan miles o millones de años más de existencia, alrededor de unas estrellas más antiguas que nuestro Sol pero de iguales propiedades para generar vida a su alrededor, que por ende tuvo que generarla en sus sistemas exosplanetarios, haciéndola surgir y evolucionar de la naturaleza de esos planetas, dos por lo menos orbitando en las dos ecosferas de los dos soles principales, esa vida equiparable, sin duda, en lo natural a la nuestra, y no angélica por tanto? Si ya nos movemos artificialmente a través del espacio, aunque sea sólo por el espacio solar, pero teniendo en cuenta que somos nuevos en la astronáutica* y apenas hemos avanzado desde la espacionáutica* hacia la cosmonáutica*, si es que acaso lo estamos haciendo y no precisamente con cosmonautas, con miles de millones de años después de la eclosión y expansión del Universo, cuando ya en éste se habían desarrollado sistemas estelares y planetarios, ¿no podemos creer en viejas exocivilizaciones galácticas que nos precedieran porque sus autores nacieron en planetas originados en los principios del Universo; o por lo menos antes que el Sol y la Tierra? Y con su avanzada experiencia, en la que hemos de aceptar que, como nosotros ahora, tuvieran la tentación de crear artificialmente seres robots para que les sirvieran y en cambio, por la eficiencia y soberbia en dotarles de autonomía e inteligencia artificial irresponsablemente, tuvieran el mal desengaño de una rebelión robótica a punto de destruirles, que es por ello mismo que se nos avisa. Que es en definitiva lo que han hecho, y de la única manera que puede movernos a la reflexión y actuación consecuente: mediante el ultimátum.

Siguió a esa intervención a través de las ondas telemáticas en todos los búnkeres y departamentos ministeriales internacionales conectados, como asimismo en el Consejo de Seguridad, un profundo silencio en el que de nuevo afloró el terror, sólo que ahora desplazando al del Juicio Final apocalíptico contra el que proveniendo del poder Omnímodo de Dios, o los dioses creadores, sería imposible resistirse, para enfrentarse a otro poder ciertamente muy superior al terrícola pero contra el que cabía alguna esperanza de supervivencia. Sin embargo no fue universal esta adopción, pues los más fundamentalistas en sus creencias religiosas, principalmente los musulmanes, seguidos de los hindúes y sin faltar cristianos, judíos y otros de religiones menores por el número de sus fieles, entre los que cabe incluir a los chamanes, dudaron y hasta negaron esa objeción del coronel astronauta y astrónomo. Y en esta tesitura se expresó el presidente egipcio:

―Soy creyente musulmán y estoy creyendo que podemos estar frente al Juicio Final. Y a pesar del excelente e informado discurso del coronel astronauta norteamericano pienso si la advertencia del discurso anterior del longevo insólito en nombre de los nombrados extrasolares no es en realidad el anuncio de la venida del Mahdi* para reinstaurar la justicia y acabar… con los infieles. ―Dijo lo último como en un balbuceo dándose cuenta del medio infiel mayoritario en que según su religión estaba; luego continuó con otra voz―. No obstante me mantendré en esta reunión por mi deber de estadista humano por si efectivamente alguien estuviera en el convencimiento, y este fuera cierto, de que fuesen extraterrestres y no ángeles los que nos han enviado el mensaje y nos dan el ultimátum... Y aun así provenir por mandato de Alá ―acabó diciendo para congraciarse con sus correligionarios, pero continuó―: Porque Alá, o Dios para los cristianos, es nuestro Creador y Creador de todo lo que existe en el Universo, y así como siendo nosotros creación Suya nos da libre albedrío y con Suma Paciencia soporta nuestros enfrentamientos bélicos, ¿por qué no los va a soportar entre seres estelares?; máxime cuando no puede permitir, como en nuestro caso, que nos arroguemos la divinidad de crear criaturas artificiales dotadas de nuestros atributos de actividad, apariencia e inteligencia humanas, que por su artificio aun nos superen o parezcan superarnos... Como si superasen a Dios mismo… O lo superásemos nosotros.

Impresionó lo último a todos los creyentes, mahometanos y cristianos, y aun a los no creyentes, por cuanto podían reinterpretarse evolucionistas sus últimas palabras, si a Dios lo intercambiamos por Vida, Inteligencia, Invención y Artificio.

Fijaron entonces los cristianos su mirada en el Sumo Pontífice de Roma, incluso los no católicos, y observándolo se vio obligado a decir:

―El Universo en su totalidad es creación del Sumo Hacedor, pues no en vano tuvo un principio en el reconocido Big Bang*, que sólo Dios pudo provocar y tras el que se desarrollaron las nebulosas, galaxias, estrellas, planetas y cuanto puebla el espacio universal, contando los seres animados surgidos en ellos, entre los que contamos; y sin duda también los espíritus angelicales que Le sirven y participaron en la Creación… bajo su Autoridad..., creados por Él anticipadamente. Y si todo es obra del Creador, al que unos llamamos Dios, otros Alá, Jehová, Brahma, etcétera, hemos de comprender que Él todo lo mueve o todo se mueve según Su Voluntad. De aquí, pues, hemos de entender que la llegada a nuestro planeta de seres extraños lo es por voluntad divina, y por esta misma actitud divina Dios nos permite elegir libremente nuestra decisión de respuesta al invasor, que lo es por la misma razón que siendo quien fuere no es de nuestra naturaleza terráquea. Mas: ¿no sería preferible buscar con ellos un entendimiento?

Asintieron con más o menos tolerancia los del Consejo de Seguridad, los que más cristianos y musulmanes, y fuera, en la gran sala de la Asamblea, la mayoría de las mismas confesiones y demás que, a través de los medios telemáticos les seguían, y aun los agnósticos; éstos y muchos de los demás entendiendo mayoritariamente que se volvía al dilema de defenderse o dejarse colonizar. De si estábamos ante el anuncio de intervención divina o frente a una amenaza alienígena profana.

Esta suspensión del ánimo la cortó el presidente chino diciendo:

―A estas alturas hemos de apartar la religión o estaremos vencidos de antemano. Recordemos cómo fue derrotado el imperio azteca por un puñado de españoles, por creer en una profecía de sus dioses…

―También por la crueldad de esos aztecas que llevó a otros indios a luchar al lado de los españoles capitaneados por Hernán Cortés―, puntualizó el español.

―Los españoles llevaban consigo una tecnología y civilización superiores en aquel tiempo ―observó el presidente estadounidense, que continuó―: Respetando todas las creencias en Dios y el Juicio Final, que yo comparto como creyente, creo que debemos fijarnos en el asunto que nos ha traído: el ultimátum… A causa de los robots, hemos de entender… Y de manera profana, sin Dios por medio.

 

―Pues dejémonos de especulaciones acerca de si son ángeles o alienígenas profanos los que nos amenazan y pongámonos de acuerdo a tomar una decisión común ante el peligro… Que, por cierto, aún tenemos en el lago Titicaca una cosmonave que no se es capaz de descubrir.― Dijo esto último el presidente ruso como señalando la ineficacia de los estadounidenses en la misión que se llevaba a cabo en ese lago.

―¿Se olvida el presidente ruso que estamos ante una tecnología muy superior, capaz de hacer invisible y hasta indetectable esa cosmonave?, que sin duda es lo que está llevando a cabo su desconocida tripulación para que no la descubramos ―le respondió el presidente norteamericano.

―No me olvido, que también nosotros estudiamos esas aplicaciones tecnológicas; y, como aliados frente a lo que resulta ser el origen del ultimátum, entiendo que debo ofrecer nuestros avances en esa tecnología a la búsqueda de la cosmonave alienígena… ―Cortó el presidente ruso con el ofrecimiento las aprensiones religiosas, afirmando, sin embargo―: Yo también represento a la religión cristiana que cultiva mi país, la gran Rusia, pero esa cosmonave nos enfrenta a un hecho material, ¿no?

―De momento así hay que entenderlo…

―Y entender también que en ella pueden estar, con los alienígenas, ocultos los Diez Insólitos, a los que debemos también rescatar, si es que no están invisibles en la plataforma ante la Asamblea General…

―Entonces podrían estar ahí también los extrasolares― observó alarmado el presidente francés.

Hubo una pausa causada por la impresión general ante lo último dicho, que como a través de los medios telemáticos abiertos alcanzó a oírse fuera del Consejo de Seguridad en la gran sala de la Asamblea donde en esos momentos los allí presentes les escuchaban con gran atención, se extendió en toda ella pese al revuelo que se producía con la misma o mayor intensidad; de modo que la mayoría miró a la plataforma de los discursos y hasta algunos de los guardias que la rodeaban se atrevieron, subidos en ella, a tantear si realmente allí estaban invisibles los diez enigmáticos insólitos terrícolas y los no menos enigmáticos diez alienígenas. Pero no estaban, o eran tan intocables como invisibles; y la escena ciertamente paranoica.

10 Dos decisiones contrapuestas

―Lo que ahora importa es si aceptamos o no las imposiciones de los extrasolares…―, dijo ahora el presidente japonés, pensando en los adelantos de su gran industria robótica en peligro, aun entendiendo que el problema, y muy serio, era otro.

―Exacto ―convino el presidente de los Estados Unidos―. Y aceptando de principio para tomar una decisión que son extrasolares… Entiendo que habremos de consultar a nuestras Cámaras...

―Pues aceptando efectivamente que son alienígenas ―le siguió el presidente francés―: Observemos que no debemos fiarnos acerca de cuáles son sus verdaderas intenciones; incluso si haciéndoles caso nos ponemos mano sobre mano a la construcción de la gigantesca obra que nos piden en todo el planeta; y si ésta puede llevarse a cabo sin la industria robótica.

―Será imposible ―afirmó el japonés.

―Entiendo que respecto a la industria robótica lo que se nos pide es el abandono de los robots inteligentes y los de apariencia humana―dijo el presidente brasileño.

―Y los soldados-robots, sin duda―, observó el presidente hindú, preocupado por la guerra en sus fronteras donde había tales robots defendiéndolas.

―Desde luego― manifestó también el presidente israelí, que había de acogerse igualmente a tales robots para defender su territorio de la multitud musulmana que le rodeaba.

―La industria robótica creando seres semejantes a nosotros, que somos obras del Creador―expresó el ayatolá―, es un desafío a Dios y una profanación de su Obra suprema, el ser humano: nosotros.

Hubo una general aceptación de sus palabras no ya sólo entre los musulmanes, sino también entre los cristianos, tanto más cuanto que el Pontífice Romano asintió con lo dicho por el jefe político y religioso iraní.

―La creación industrial de seres semejantes a nosotros―le apoyó el Papa―, es evidentemente un desafío a Dios y un paso más hacia la desintegración moral del ser humano, sobre todo cuando ciertos robots que se pueden confundir con seres humanos son utilizados para el desahogo concupiscente de ciertos individuos sin moral. Y el hecho mismo de que se nos exija su eliminación debe hacernos pensar si detrás de ello no está la advertencia divina.

Tras estas palabras del Papa ahora se generalizó en todos los presentes la tesis de la advertencia angelical, del aviso del Juicio Final, que volvía a llenar de angustia a los creyentes cristianos y musulmanes, e incluso al hindú y desde luego al judío. Y observándolos, así tan convencidos, también los pocos que no confesaban sus religiones parecieron titubear en sus convicciones ateas o de otras creencias, especialmente el chino y el japonés. Este último convenciéndose del peligro a su industria robótica; y el chino de terminar hallarse solo frente a la invasión alienígena.

Por supuesto mucho de lo dicho se extendió por la redes que los conectaban a los búnkeres militares, a los departamentos oficiales e incluso a la gran sala de la Asamblea y al exterior, provocando un impacto de renovado terror alrededor del orbe humano.

―Los robots nos valen también como armas―observó entonces el representante hindú, volviéndole a la mente los soldados-robots que defendían sus fronteras frente a las pakistaníes―. Si nos enfrentamos a simples alienígenas…

―Serían armas de gran eficacia ―apuntó animoso el chino―; que, con el desarme que nos piden, apuntando indudablemente a nuestras armas de destrucción masiva, a nuestro armamento nuclear, nos dejarían indefensos, en sus manos…

―Sin duda ―expresó el francés―. Y no sólo eso ―continuó ―: Pues de la exposición en el mensaje extrasolar dicho por el Insólito Español, ¿no se desprende que podemos estar, además, bajo una amenaza telúrica y otra cósmica? Y para hacer frente a ésta necesitaremos los misiles nucleares, como se demostró desviando con ellos el asteroide Absinthe― lo nombró en su idioma, y comentó―: Cuya capacidad militar, y nuestra capacidad de lanzamiento, observaron, sin duda…

―¡Claro! Y si nos advirtieron honradamente: Deben aceptarnos estas armas ―le fascinó la idea al chino, cortando el discurso del francés―; y lo importante ahora es saber con qué fuerzas contamos entre todos para repeler un ataque alienígena…

―Sí, sin duda tenemos u obtendremos esa concesión… nuclear, ¿no? ―dijo el estadounidense, indagando con su mirada los rostros de los gobernantes musulmanes―. La de los misiles nucleares para defendernos ante la caída de un asteroide… Y explotándola militarmente… frente a una previsible agresión de un enemigo extraterrestre, entiendo que.., además de mantener esas armas apuntando al espacio exterior, entre nosotros habremos de contar con todas las fuerzas militares de todas las naciones del planeta…

―De grado o por fuerza ―apuntó con firmeza el chino.

―… Aunque sólo sea para impedir que se asienten en algún territorio.

―Protesto ―expresó el ayatolá iraní, entendiendo adónde querían llegar el chino y el estadounidense―. Necesito estar convencido de que esos extrasolares no son ángeles enviados por Alá.

Protesta que fue apoyada por todos los representantes musulmanes.

―No se han expresado en ese sentido los Diez Insólitos, ninguno de ellos, ni siquiera el de su religión: Yusuf, ¿no?― Intervino el presidente español.

―Son meros instrumentos de Dios…

―Si Dios estuviera por medio, todo se acabaría sin más ―puso su grano de arena la previamente elegida a presidir este Consejo de Seguridad allí reunido, en su primera intervención, la primera ministra australiana, cuyas palabras no podían estimar los islamistas.

Aprovechando la brevedad del silencio tras su intervención, dijo el presidente alemán también en su primera intervención aquí:

―Lo importante ahora es poner a disposición de todos los ejércitos las más modernas y destructoras armas...

―¿También las atómicas?―Se asombró el boliviano.

―Imposible. No todos serán de fiar ni a corto tiempo se les puede instruir ―observó el primer ministro inglés, pensando que no se desprendería de sus armas nucleares.

―Claro que no ―aclaró el chino, rectificando―: habrá de ser el más moderno armamento convencional.

―Lo primero es que mantengamos un gobierno mundial y unos mandos militares dependientes de éste ―se apresuró a introducir el presidente norteamericano, añadiendo―: la OTAN puede servirnos de base a lo segundo y...

―La OTAN fue creada contra Rusia y ha seguido con esa intención hasta … no ha mucho ―le cortó el presidente ruso, recordando el acercamiento novedoso con Estados Unidos ante el peligro de la superpotencia china con sus más de 1.500 millones de habitantes, su industria y tecnología puntas que, sobre todo, la Europa capitalista le trasladó con el mensaje de la globalización por el interés de sus empresarios multimillonarios, y su actuación (la del Gobierno chino) en la pandemia del coronavirus, de la que empezó Wáshington acusándole, quizás, de haberla creado y desde luego de haber provocado de alguna manera su propagación, como todos los presentes vinieron a recordar―. La política que se nos presenta ―continuó el presidente ruso―: es la de la defensa de todo el planeta por todas nuestras naciones coaligadas contra el enemigo extraterrestre…―miró entonces especialmente al estadounidense y al chino y de pasada a los europeos―: Una nueva alianza militar y política dirigida desde el AMMAA y el AMMI, en que ya trabajamos, ¿no?. Y una industria mundial tecnocientífica que perfeccione y lleve en la práctica al límite el armamento defensivo-ofensivo... entre nosotros.

―Aportaremos a esas alianzas todas nuestras experiencias ―admitió el presidente norteamericano, voluntarioso por llegar a un acuerdo. En cuanto a la OTAN, ya está en marcha una orden de ejercer al lado del AMMAA… O integrado en éste…

―¿No se nos escapa que el adelanto militar ofensivo, el de los extrasolares, será, sin duda, de una capacidad destructiva imposible de superar por nosotros en el breve espacio de tiempo que podamos tener, dado el adelanto de su exocivilización.., que los ha traído a nosotros desde no sabemos qué exoplaneta de qué estrella? ―intervino de nuevo la presidenta de esta reunión a puerta cerrada.

―¿Y si nos planteamos lo que nos exigen: estudiar a fondo los supervolcanes, empezar la construcción de refugios contra éstos y los asteroides…? ―Se expresaba el presidente mejicano, cuando fue interrumpido por el norteamericano:

―¿Y no puede ser que así, refugiándonos, acabáramos perdiendo nuestra existencia en la superficie, que ellos tomarían, enterrándonos en vida y sólo dejándonos salir como esclavos? Después de obligarnos a desarmarnos ―dijo el presidente estadounidense.

―¿Se olvida usted del supervolcán que tiene en su Parque de Yellowstone?―le soltó el mejicano.

―Señores, ¿qué hay si planteamos todo esto en la Asamblea General? ―Volvió a hablar la presidenta de este Consejo.

―Propongo también la consulta de inmediato con nuestras cúpulas militares, nuestros científicos, tecnólogos e industriales ―dijo el presidente ruso―. Consultar al AMMI… Y reunir también un ejército de científicos de la Medicina expertos en pandemias que puedan venirnos desde el espacio o…

―Lo apoyo ―se apresuró a decir el presidente chino―. Pese a lo que muchos insinúan, o piensan para sus adentros, el Covid-19 pudo caernos del espacio; o ser traído por los extrasolares antes de hacerse visibles…

Una mirada general con tintes acusatorios o de suspicacias le enmudeció; obligando entonces a intervenir a la presidenta:

―Ahora lo que toca es la alianza general terrestre para hacer frente, de la manera que nos pueda convenir, a las pretensiones intervencionistas de los extrasolares, si hemos de entender que nos amenazaron con un ultimátum. Y para ello hay que empezar por desterrar de entre nosotros toda discordia y acusación que nos enfrente… Señores Presidentes… y demás gobernantes: ¿Qué hay si planteamos todo esto en la Asamblea General? A fin de cuentas el asunto incumbe a todo nuestro planeta… a todo nuestro mundo.

 

―Y desde ahora, muy especialmente: a nuestros astrónomos, astrofísicos y agencias espaciales, por si los primeros y segundos pueden detectar el origen real de los extrasolares y los terceros avanzar en la conquista del espacio. Ya hemos oído a un eminente astrónomo y astronauta que nos propone fijarnos en las estrellas más cercanas ―. Concluyó el estadounidense.

―¿Y por qué no invocamos la mediación de los Diez Insólitos? ―Propuso el representante español.

Aquí parecieron todos estar de acuerdo.

Se abrió entonces la puerta y apareció con semblante preocupado el Secretario General, que dijo:

―Señores Gobernantes, por favor, si han tomado ya una decisión conjunta o mayoritaria a seguir, salgan a exponerla o debatirla ante la Asamblea General. Los ánimos están muy exaltados y hay quienes se marchan…

―Sugiero que salgamos con las últimas propuestas si se aceptan mayoritariamente ―dijo la presidenta de la reunión ―Y muy especialmente la de invocar la mediación de los Diez Insólitos, a la que espero no se oponga nadie.

Levantaron los Seis Grandes la mano resueltos a la mediación de los Diez Insólitos a la vez que aparentando oponer resistencia a las exigencias alienígenas, siguiéndoles los catorce no musulmanes de los congregados, reflejándose en todos los rostros la preocupación y el terror de lo que decidían mientras se levantaban de sus asientos; solamente los gobernantes musulmanes se mantuvieron sentados y sin levantar el brazo; de los cuales, dijo el árabe, respondiendo a la muda pregunta que les hacían con los ojos:

―Antes que aceptar un gobierno mundial al que entregar nuestras fuerzas armadas para enfrentarnos a los supuestos alienígenas extrasolares, habremos de consultar a nuestros ulemas, alfaquíes y muftíes, o, para que me entendáis, nuestros teólogos, jurisconsultos e intérpretes de las leyes; pero especialmente a los primeros, pues no tenemos claro si son seres materiales o ángeles los que nos advierten de su intervención contra la maldad de este mundo, como está profetizado para el fin de los tiempos, con la llegada del Mahdi o mesías último.

―El Estado que no se sume a cooperar en la defensa mundial frente a los extraterrestres habrá que considerarlo una nación traidora ―respondió con evidente disgusto y violencia en las palabras el presidente chino, mirando a los gobernantes musulmanes―; y defendiéndonos de un enemigo del calibre alienígena estelar no se admite la puerta de entrada para ellos que sería el territorio de una nación inmóvil… traidora a su especie.

Los gobernantes musulmanes palidecieron de rabia observando en los rostros de los otros Cinco Grandes asenso con lo dicho por el chino, mientras el Sumo Pontífice Romano bajaba la cabeza y los párpados.

―¿Nos amenazas? ―se escandalizó el ayatolá―: No somos traidores… Tenemos que convencernos de que son alienígenas estelares y no ángeles de Dios…

―Y no podemos aventurarnos ciegamente contra los ángeles de Alá―apoyó el Rey árabe.

―Pues despejad vuestras mentes y hacedlo antes de que nos movilicemos internacionalmente en la defensa de nuestro mundo y nuestra especie ―advirtió el chino, observando también la aquiescencia a sus palabras de los presidentes ruso y estadounidense.

―Paz, señores ―rogó la que presidía la reunión, desencajada como la mayoría, por las fuertes palabras y la situación que se les venía encima con la aparente decisión de los Seis Grandes de hacer frente común a los alienígenas… o ángeles―. Y salgamos a exponer lo aquí acordado mayoritariamente y a ver cómo lo reciben. Sin olvidarnos de los Diez Insólitos.

―Lo acordado ―rectificó el representante turco―: en disconformidad con el Islam.

Sin más discusiones, alterados, sombríos, pálidos ante la responsabilidad que les tocaba, levantándose todos para salir, expresó entonces una advertencia el presidente de los Estados Unidos:

―Antes de exponer lo aquí acordado ante la Asamblea General, es preciso que hablemos con los miembros de nuestros Gobiernos y cúpulas militares, así como a nuestros representantes del Alto Mando Militar Aliado Antialienígena del búnker más escondido. Aunque sean unos breves minutos, pues más no creo aguanten los demás representantes de las naciones; ni tenemos tiempo que perder.

―Estoy de acuerdo ―aprobó el presidente ruso.

Y seguidamente lo hicieron todos los demás, incluyendo los disconformes islamistas conforme a su decisión para asegurarse la disposición creyente y leal de sus respectivos gobiernos; preguntándoles entonces el presidente hindú:

―¿Acabaremos al menos con nuestro enfrentamiento bélico?

―¿El del Indostán*?

―¿El que nos enfrenta en todo el orbe?―, propuso en su pregunta el presidente de Estados Unidos, pensando en la lucha que se desarrollaba en África y en los atentados yijadistas.

Tras una breve pausa, respondieron al unísono los jefes islamistas iraní y árabe, después que se miraron:

―Alá decidirá.

―Alá luchará por nosotros en los frentes que tenemos abiertos ―concluyó el presidente turco.

Después de esto salieron uno tras otro a enfrentarse a la Asamblea General, decididos a la vez que imponiéndose los Seis Grandes a concluir una defensa de la especie humana toda y el planeta terráqueo todo frente a la intervención extraterrestre que se imponían a creer, contando con el poder militar conjunto pero, sobre todo, por el que les confería su poderío nuclear y la concesión de los misiles, a pesar de no tenerlas todas consigo. Pero es que temían profundamente ser colonizados o tal vez esclavizados si no masacrados o destruidos sin más por una especie alienígena que no había querido dar la cara, manifestándose a través de diez individuos humanos absolutamente manipulados por ellos, según entendían.

En realidad estaban aterrados con la decisión tomada, pero no sabían qué otra tomar. Y siendo la mayoría más o menos creyentes, las voces y convicciones oídas y conocidas del Juicio Final, el Armagedón y el Apocalipsis les conturbaba también, aunque a unos más que a otros, incluyéndose el hindú pensando en el destructor Shiva de la Trimurti* de su religión. Sólo el presidente chino parecía el más entero, aunque la procesión le iba por dentro, pero siendo su faz amarilla no se le apreciaba en el rostro como a los demás, a excepción hecha del japonés.