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Los editores tuvieron acceso completo a todos los registros y papeles del Departamento de Estado, las bibliotecas de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford y otros registros de la Casa Blanca103. Para preparar el volumen, revisaron las bibliotecas presidenciales, los archivos del Consejo de Seguridad Nacional, los archivos de Seguridad Nacional, documentación de los distintos departamentos involucrados en la política exterior, las transcripciones de conversaciones telefónicas de Kissinger y las grabaciones de Nixon en la Casa Blanca, los archivos de la CIA, archivos personales de James Gardner (como subdirector de Coordinación y luego como jefe del Personal de Políticas de Operaciones) y los documentos del INR (Oficina de Coordinación de Inteligencia).

La razón detrás de valorizar y analizar esta fuente en un estudio responde a que nos revelan el proceso que está detrás de una decisión política. Esta fuente trasciende a desclasificar y publicar solo los documentos que prueban o desestiman la acción encubierta, y considerarla permite ampliar el foco. Desde el sur del mundo, gracias a la fuente FRUS, accesible a través de Internet, podemos acercarnos a lo que sucedía en las oficinas y pasillos de los edificios donde se decidía la política exterior y las controversias que existieron entre los distintos personajes que tenían que pensar en Chile.

Poder acceder a estos personajes implicó un trabajo arduo de traducción. Toda la documentación FRUS está en inglés, idioma desde el cual los estadounidenses hablaron sobre Chile. Por lo mismo, la rigurosidad y delicadeza de la traducción fue fundamental. En una mala traducción se puede perder la sustancia y ese aspecto estuvo muy claro a lo largo de toda la investigación, sobre todo por la necesidad de que no se perdiera la riqueza de los conceptos. Todas las traducciones son responsabilidad de la autora.

Integrando las discusiones de los comités, los informes de la CIA, las conversaciones entre los personajes y las controversias que existieron con el embajador, la fuente delinea el camino que existe detrás de una decisión política. Y en ella se puede apreciar el choque de las distintas imágenes que existían sobre Chile y las distintas respuestas que existieron frente a Salvador Allende.

¿Por qué ocupar solo una fuente? Se puede argumentar que existen varios documentos que pueden haber sido excluidos de los volúmenes. ¿Por qué no utilizar otro tipo de documentación? ¿Por qué vale la pena delimitarse o volver a pensar en Estados Unidos? Porque es esta misma fuente la que nos da una oportunidad para poder ingresar a las oficinas de Washington en la época. Porque es una fuente extraordinaria que presenta papeles diplomáticos fundamentales a los cuales no tenemos acceso desde Chile. Y porque, a veces, en delimitar se alcanza profundidad. Mientras otros países tienen solo un volumen que trata su historia, Chile tiene dos volúmenes que recorren solo cuatro años que fueron cruciales para esta nación. Y eso es profundamente significativo. En esos años, la historia de ambos países se vio intrínsecamente relacionada, sobre todo en torno a las expectativas de futuro. Y de esa forma, el significado de Chile para Estados Unidos queda plasmado en estos documentos recopilados en volúmenes por la misma burocracia que, años atrás, tuvo que pensar en el Chile de Salvador Allende.

1 La presente investigación se desarrolló en el marco de la tesis para el grado de magíster en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile y, a su vez, fue apoyada por el proyecto de investigación de Joaquín Fermandois y Sebastián Hurtado titulado “Las relaciones de Chile con los países sudamericanos, 1964-1980”, Proyecto Fondecyt Regular Nº 1160098.

2 Joaquín Fermandois, “¿Peón o actor?, Chile en la Guerra Fría (1962-1973)”, Estudios Públicos, 72 (primavera 1998).

3 Denominación de Eric Hobsbawm situada en el libro de Alfredo Joignant y Patricio Navia, Ecos mundiales del golpe de Estado. Escritos sobre el 11 de septiembre. En este se recopilaron las reflexiones de distintos intelectuales alrededor del mundo sobre el golpe de Estado. Cada autor trató de buscar una respuesta al fenómeno desde distintas disciplinas. Los “ecos” responden a las imágenes externas que se tenían del país y ayudan a comprender la forma en la que se fue creando un mito, en un juego donde no se puede entender la imagen de Pinochet sin la de Allende.

4 Alfredo Joignant y Patricio Navia (compiladores) Ecos mundiales del Golpe de Estado: escritos sobre el 11 de septiembre de 1973, Santiago, Chile, Ed. Universidad Diego Portales, 2013.

5 Ibídem.

6 Stephen Ambrose, Nixon Volume Two. The triumph of a politician 1962-1972, Simon and Shuster, versión ebook 1989, pp. 314-315.

7 Seymour Hersh, premio Pulitzer, fue uno de los principales críticos de Nixon y Kissinger. Escribió uno de los libros más connotados sobre esta dupla (The Price of Power. Nixon and Kissinger in the White House). Su papel periodístico en medio de los escándalos de inteligencia fue crucial. También ha sido identificado como uno de los autores intelectuales de la acusación de la intervención imperial estadounidense en Chile.

8 David Altee Philips, The Nigth Watch. 25 years of peculiar service, New York, Atheneum, 1977, p. VII.

9 Un ejemplo es la Enmienda Hughes-Ryan en 1974 que determinaba cómo el Congreso debía ser informado y consultado previo a la delimitación e implementación de las acciones encubiertas.

10 Kristian Gustafson, Hostile Intent: U.S. Covert Operations in Chile, 1964- 1974, Washington DC, Potomac Books, 2007.

11 “U.S. Covert Actions by the Central Intelligence Agency (CIA) in Chile (including the ‘Assasination’ of Salvador Allende) 1963 to 1973”, Maryland, Manor, Rockville, 2008, p. 3.

12 Ibídem.

13 Edward Korry, “Los Estados Unidos en Chile y Chile en los Estados Unidos”, Estudios Públicos, 72 (1998), 22.

14 Ibíd., p. 23.

15 Mark Falcoff, “Chile: el dilema de la política exterior norteamericana”, Revista de ciencia política, Vol. 8, núm. 1-2 (1986).

16 Joaquín Fermandois, “Peón o actor…”, op. cit., p. 159.

17 Joaquín Fermandois y Arturo Fontaine Talavera, “El embajador E. M. Korry en el CEP”, Estudios Públicos, 72 (1998), 84.

18 Nathaniel Davis, “The last two years of Allende”, Ithaca, Cornell University Press, 1985, p. XI.

19 Ibíd. Traducción: “Salvador Allende tenía más a su favor”.

20 Edward Korry, en su visita al CEP en 1997, habló de forma muy sentida sobre el proceso del comité. El veredicto lo interpretó como la prueba viviente de que, cuando los elefantes pisotean el pasto, es el animal pequeño el afectado. Esto refiriéndose a cómo el informe perjudicó su imagen e impactó su vida, siendo que él ni siquiera había sido convocado como testigo. Es decir, no tuvo la oportunidad de decir su versión de los hechos.

21 Los principales autores de tal corriente fueron Raúl Prebisch (bajo el nombre de estructuralismo), Edelberto Torres-Rivas, André Gunder Frank, Theotonio Dos Santos y Enrique Cardoso Esta teoría, cuyo origen se remonta a la reunión de la Cepal en los 50, consideraba la relación entre las potencias y el tercer mundo bajo el esquema de metrópoli-satélite. Postulaba que el subdesarrollo estaba directamente ligado a la expansión de los países industrializados. Los países subdesarrollados, en su calidad de proveedores de materia prima, quedaban marginados del desarrollo tecnológico, generándose un estancamiento en su posición.

22 Richard Fagen, “The United States and Chile: Roots and Branches”, Foreign Affairs, 1, Vol. 53 (2), January 1975, 297-313.

23 Concepto utilizado por Nathaniel Davis al explicar la autopercepción de inefabilidad de los norteamericanos al comprender los acontecimientos en el exterior.

24 Paul Sigmund, The Overthrow of Allende and the Politics of Chile, 1964-1976, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1977.

25 James Petras y Morris Morley, The United States and Chile. Imperialism and the Overthrow of the Allende government, New York and London, Monthly Review Press, 1975.

26 Ibíd., p. 12.

27 Armando Uribe, El libro negro de la intervención norteamericana en Chile, México, Siglo veintiuno editores, 1974, p. 134.

 

28 Nathaniel Davis, op. cit., p. 335.

29 Gregory Treverton, Covert Action: The Limits of Intervention in the Postwar World, New York by Basic Books, 1987.

30 Cf. Mark Falcoff, op. cit.

31 Joaquín Fermandois, Chile y el mundo, 1970-1973: La política exterior del gobierno de la Unidad Popular y el sistema internacional, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1985.

32 Paul Sigmund, The United States and Democracy in Chile. Londres, Baltimore, A Twentieth, 1993.

33 James F. Siekmeier, “Politics, Access History. The Chile Declassification Project of 1998-2000”, Hemisphere: A Magazine of the Americas, Vol. 14 (Fall 2004), 14-17.

34 Peter Kornbluh, The Pinochet File: A Declassified Dossier on Atrocity and Accountability, New York, The New Press, 2013.

35 Kenneth Maxwell, en una reseña sobre Kornbluh y la concepción del “otro 9/11”, lamentaba cómo en su trabajo solo se veían los roles de los militares chilenos, las operaciones clandestinas norteamericanas y sus líderes políticos, sin lograr rescatar el clima político de la sociedad chilena. En Kenneth Maxwell, “The Othe9/11: The United States and Chile, 1973”, Foreign Affairs (November/December 2003), 149.

36 Lubna Qureshi, Nixon, Kissinger and Allende: U.S. Involvement in the 1973 Coup in Chile, Lanham, Maryland, Lexington Books, 2009.

37 Lubna Qureshi, Kristian Gustafson, “Debates and Commentary. Exchange: Debating U.S. Involvement in Chile in the 1970s”, Journal of Cold War Studies, Vol. 14, núm. 1 (Winter 2012), 114-117.

38 Lubna Qureshi, op. cit., p. 64.

39 Luis Corvalán Márquez, La secreta obscenidad de la historia de Chile contemporáneo: Lo que dicen los documentos norteamericanos y otras fuentes documentales, 1962-1976, Santiago, Ceibo Ediciones, 2012, p. 229.

40 Patricia Verdugo, Allende. Cómo la Casa Blanca provocó su muerte, Santiago de Chile, Catalonia, 2003.

41 Ver libros anteriormente citados de Joaquín Fermandois y Kristian Gustafson para las cifras específicas del aporte de estos países.

42 Cf. Kristian Gustafson, op. cit.

43 Sebastián Hurtado, “El golpe que no fue. Eduardo Frei, la Democracia Cristiana y la elección presidencial de 1970”, Estudios Públicos 129 (verano 2013), 105-149.

44 Sebastián Hurtado, op. cit., p. 108.

45 Tanya Harmer, El gobierno de Allende y la Guerra Fría Interamericana, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Diego Portales, 2013.

46 Ibíd., p. 288.

47 Joaquín Fermandois, “La persistencia del mito: Chile en el huracán de la Guerra Fría”, Estudios Públicos, 92 (primavera 2003), 291.

48 Joaquín Fermandois, “Peón o actor…”, op. cit.

49 Ibíd., pp. 153-154.

50 Alfredo Riquelme Segovia, “La Guerra Fría en Chile: los intrincados nexos entre lo nacional y lo global”, en Tanya Harmer y Alfredo Riquelme Segovia (eds.), Chile y la guerra fría global, Santiago de Chile, RIL editores - Instituto de Historia PUC, 2014, pp. 24-25.

51 Tanya Harmer, op. cit., p. 25.

52 Charles Frankel, “Culture, Information, Foreign Policy”, Public Administration Review, Vol. 29, núm. 6 (Nov-Dec. 1969), 593-600, 593.

53 Nathaniel Davis, “In the years of Salvador Allende”, en C. Neale Ronning Albert P. Vannuci, Ambassadors in Foreign policy. The Influence of individuals on U.S.-Latin American Policy, New York, Praeger, 1987, p. 116.

54 Nitai Chakrabarti, “Beliefs, perceptions and foreign policy: the need for a perspective”, The Indian Journal of Political Science, Vol. 49, núm. 3 (July-Sept. 1988), 328-342, 337.

55 Ibíd., p. 329.

56 Eugene R. Wittkopf and Christopher M. Jones with Charles W. Kegley Jr. American Foreign Policy Pattern and Process, Belmont, USA, Thomson Wadsworth, 2008, p. 492.

57 Foreign Policy Decision Making cuestiona el modelo racional que privilegia las acciones estatales a las individuales. Esta rescata las decisiones individuales, de grupos y coaliciones que afectan en las acciones nacionales en el escenario internacional, cubriendo el campo del proceso cognitivo tras las decisiones. Esta línea se basa en la perspectiva psicológica y aplica las teorías de esta disciplina para comprender el proceso de decisión. Un pionero en esta línea de estudios fue Robert Jarvis con su libro Perception and misperception in international politics, donde explicaba las percepciones en política exterior a través de la teoría psicológica de sistemas y la teórica de códigos operacionales de la ciencia política. Bajo la perspectiva de psicología cognitiva, se aplica en política exterior con respecto a cómo las personas adquieren, procesan y guardan información, y cómo esto afecta en las decisiones. Crucial en esta corriente es la comprensión del funcionamiento de la mente humana. De esta forma se adentran en los procesos y distorsiones que fundamentan las decisiones y sus dinámicas.

58 Robert Dalleck, The American style of foreign policy: cultural politics and foreign affairs, New York, Oxford University Press, 1989, p. XIV.

59 Roland H. Ebel, Raymond Taras y James D. Cochrane, Political Culture and Foreign Policy in Latin America Case Studies from the Circum Caribbean, State University of New York Press, 1991.

60 Clifford Geertz, La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1992.

61 Gabriel Almond y Sidney Verba, The Civic Culture, Princeton, Princeton University Press, 1993.

62 Robert Keohane y Judith Goldstrein, Ideas and Foreign Policy. Beliefs, Institutions and Political Change, Ithaca and London, Cornell University Press, 1993, p. 3.

63 Michael Hunt, “Nationalism as an umbrella ideology”, en Frank Costigliola y Michael J. Hogan, Explaining the History of American Foreign Relations, New York, Cambridge University Pres, 2016, p. 217.

64 Michael Hunt, en Frank Costigliola Michael J. Hogan, op. cit., p. 217.

65 Sebastián Hurtado Torres, “The U.S. Press and Chile 1964-1973. Ideology and U.S. Foreign Policy”, Revista de Historia Iberoamericana, Vol 5, núm. 2 (2012), 38.

66 Melvyn Leffler, “National Security”, en Frank Costigliola y Michael J. Hogan, op. cit., p. 29.

67 Michael Hunt, Ideology and U.S. foreign policy, New Heaven and London, Yale University, 2009, p. 14.

68 James McCormick, American Foreign Policy and Process, Wadsworth, 2009.

69 Michael Hunt, op. cit., p. 171.

70 Martha Cottam, Images and Intervention: U.S. Policies in Latin America, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1994, p. 51.

71 E. M. Korry, “Chile en los archivos de Estados Unidos (1970). Documentos del embajador de EE. UU. en Chile (1967 1971)”, Estudios Públicos, 72 (1998), 30.

72 Michael Hunt, op. cit., p. 172.

73 Roger Chartier, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural, Barcelona, Gedisa, 1992.

74 Ibíd., pp. 57-58.

75 Alex Korner, Nikola Miller y Adam Smith, America Imagined. Images of the United States in the Nineteenth-century Europe and Latin America, Palgrave MacMillan, 2012, p. 5.

76 Ole R. Holsti, “The Belief System and National Images: A Case Study”, The Journal of Conflict Resolution, Vol. 6, núm. 3, Case Studies in Conflict (Sep. 1962), 244-252, 244.

77 Kenneth Boulding, “National images and international systems”, Journal of Conflict Resolution, Vol. 3, Issue 2 (1959), 120.

78 Maure L. Goldschmidt, “Publicity, Privacy and Secrecy”, The Western Political Quarterly, Vol. 7, núm. 3 (Sep. 1954), 401-416, 401.

79 Athan G. Theoharis, A Culture of Secrecy: The Government Versus the People’s Right to Know, Lawrence, Kansas, University Press of Kansas, 1998. Documento de Kindle, Posición 294-300.

80 Richard W. Leopold, “The Foreign Relations Series: A Centennial Estimate”, The Mississippi Valley Historical Review, Vol. 49, núm. 4 (Mar. 1963), 595-612, 595.

81 William B. McAllister, Joshua Botts, Peter Cozzens, Marrs, Aaron W. Toward, “Thorough, Accurate and Reliable: A History of the Foreign Relations of the United States Series”, Washington DC, Office of the Historian, U.S. Department of State, Printed Edition, 2015, p. 18.

82 William B. McAllister et al., op. cit.

83 Richard W. Leopold, op. cit., p. 600.

84 William B. McAllister et al., op. cit.

85 Richard A Humphrey, “Historical Research in the Department of State”, Revista de Historia de América, núm. 27 (Jun. 1949), 59-75, 66.

86 Maure L. Goldschmidt, op. cit., p. 10.

87 Denys P. Myers, “Publication and Declassification of Records”, The American Journal of International Law, Vol. 56, núm. 1 (Jan. 1962), 158-160, p. 159.

88 George Kent, “Editing Diplomatic Documents: A Review of Official U. S. and German Document Series”, The American Archivist, Vol. 57, núm. 3 (Summer 1994), 462-48, 466.

89 Richard W. Leopold, op. cit., p. 952.

90 Sparrow, Bartholomew H., “Access to the National Archives”, Political Science and Politics, Vol. 22, núm. 4 (Dec. 1989), 861-866, 862.

 

91 Betty Glad and Jonathan Smith, “The Role of the Historical Advisory Committee (1990-94) in the Declassification of U. S.”, Political Science and Politics, Vol. 29, núm. 2 (Jun. 1996), 185-192, 185.

92 William B McAllister et al., op. cit.

93 Peter Hahn, “Glasnost in America: Foreign Relations of the United States and the Middle East, 1955-1960”, Diplomatic History (October 1992), 631-642.

94 Steven Aftergood, “Reducing Government Secrecy: Finding What Works”, Yale Law & Policy Review, Vol. 27, núm. 2 (Spring 2009), 399-416, 399.

95 Public Law 102-138-OCT. 28, 1991 105 STAT. 647, Public Law 102-138 102d Congress.

96 Report of the commission on protecting and reducing government secrecy. Pursuant to public law 236 103rd congress. Daniel Patrick Moynihan, New York, Chairman http://www.access.gpo.gov/int, XXI.

97 William B. McAllister et al., op. cit., p. 277.

98 George Kent, op. cit., p. 463.

99 Richard A. Humphrey, op. cit., p. 66.

100 Blanche Wiesen Cook, “Presidential Papers in Crisis Some Thoughts on Lies, Secrets, and Silence”, Presidential Studies Quarterly, Vol. 26, núm. 1, The Nixon Presidency (Winter 1996), 285-292, 285.

101 Holly C. Shulman y Anna K. Nelson, “Public Documents and Public History: An Interview with Anna K. Nelson”, The Public Historian, Vol. 25, núm. 1 (Winter 2003), 29-49, 39.

102 https://history.state.gov/ En esta página se pueden encontrar en forma digital la mayoría de los volúmenes FRUS, así como también reseñas de cómo se elaboran las series, la historia de la fuente y material complementario para la lectura de los volúmenes.

103 Howard Adam (general editor), James McElveen, James Siekmeier (editors), Foreing Relations of the United States, Chile, 1969-1973, Volume XXI, United States Government Printing Office Washington, 2014.

CAPÍTULO I


UNA POLÍTICA EXTERIOR ESTADOUNIDENSE

Salvador Allende irrumpió en Washington en momentos de cambio, puesto que se estaba viviendo un rediseño en la política exterior estadounidense. Richard Nixon se enfrentaba a desafíos importantes, tanto domésticos como internacionales, centrados principalmente en el fin del consenso de la Guerra Fría. Su administración no solo trató de cambiar la filosofía tras la política exterior, sino también su ejecución, reformando el proceso de toma de decisiones. También, Salvador Allende apareció en una época en la que se estaba haciendo un esfuerzo por cambiar el foco de compromiso en el exterior. Esto porque la potencia ya no podía cargar con el peso de la Guerra Fría por sí sola. Estados Unidos seguía teniendo un dominio económico, tecnológico y militar, pero la fuerza de la cruzada ideológica se estaba desgastando, sobre todo frente a la aventura en Vietnam, la ruptura sino-soviética, la desconfianza de los aliados y los problemas domésticos que generaban estos compromisos exteriores. Como indicó Henry Kissinger, el asesor de Seguridad Nacional de Nixon, “We no longer live in a simple world”1.

También se hace necesario enmarcar la política exterior hacia Chile dentro de un contexto regional. América Latina cambió de significado en las oficinas de Washington, y esto afectó de forma directa a la percepción que se tenía sobre Chile. Se percibió una región con fuertes corrientes nacionalistas, adherida al movimiento no alineado, pero a la vez con países afines a la Doctrina de Seguridad Nacional. América Latina y Chile presentaron un desafío, y también una oportunidad para los arquitectos de política exterior que pretendían dejar una huella en la historia. Los factores tratados en este capítulo tienen que ver con un escenario y con la determinación de las fuerzas que movieron a la política exterior estadounidense en la época, situando las bases que nos ayudan a comprender el significado que tomó Chile en las oficinas de Washington.

Guerra Fría

Inevitablemente, esta es una historia de Guerra Fría. La política exterior estadounidense en Chile se desenvolvió en un escenario mundial en conflicto, que enfrentó a Estados Unidos con la Unión Soviética. Este conflicto fue particular, en cuanto a que se trató de una batalla entre dos potencias, pero involucró a todo el sistema internacional. Esto porque fue una lucha entre dos sistemas de modernidad: el capitalismo y el comunismo2. Ambas potencias utilizaron su modelo como bastión de lucha, en un conflicto tanto ideológico, económico, cultural y estratégico-militar. Y ambos se presentaron como antagonistas, lo que hizo inevitable el choque. Tras la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética y Estados Unidos emergieron como los dos ejes de poder en el sistema internacional. Ambos propusieron sistemas de reconstrucción para Europa y líneas para que el tercer mundo superara el subdesarrollo. Las dos potencias consideraron sus ideologías como una respuesta a los problemas del mundo, pero las dos necesitaban que existiera un sistema internacional que sustentara sus proyectos. Eran dos propuestas de modernidad que, para su subsistencia, debían abatir a la otra. Y de esta forma de desplegó el llamado por Hannah Arendt “ajedrez apocalíptico”3.

No existieron enfrentamientos directos, sino más bien una multiplicidad de escenarios de batalla. Esto porque era una guerra de las ideas, pero también porque existía un inminente peligro nuclear, lo que mantuvo el conflicto en un formato “frío” y, a la vez, estabilizó el sistema, debido a que un choque directo entre potencias implicaba la aniquilación de todos. Como una forma de sortear el enfrentamiento directo, la guerra tomó diversas formas. La expansión del conflicto abarcó todo aspecto que podía probar que un sistema funcionaba mejor que el otro. Así, la Guerra Fría se desplegó en varios ámbitos: desde el desarrollo militar hasta la carrera espacial. Pero la batalla más determinante fue la de las opciones políticas. El rumbo político que seguía un país y el impacto de este se midió en torno a la percepción de cercanía o antagonismo. La Guerra Fría y su discurso tomaron una vida propia, permeando lo cotidiano y determinando la política interna y las decisiones de política exterior4.

Estados Unidos interpretó al modelo de la Unión Soviética como un comunismo expansionista que amenazaba su forma de vida. Y este modelo tenía un especial atractivo, sobre todo para los países en subdesarrollo. La teoría del dominó fue determinante: bastaba que un país cayera en el comunismo, para que se generara una fuerza inevitable que arrastrara a sus vecinos. Como vimos, la adhesión de un sistema político a su propuesta probaba la aplicación universal de su ideología, lo que sustentaba la posición de potencia y permitía la expansión de su poder. Para evitarlo, ambas potencias delimitaron sus espacios de influencia, construyendo verdaderos bloques, separados por la llamada “cortina de hierro”.

La Guerra Fría ha sido comprendida como un conflicto bipolar, definido por las acciones de Estados Unidos y la Unión Soviética en el sistema internacional. Algo así como un escenario mundial de marionetas manejadas por las dos potencias. Los diferentes conflictos y procesos que vio nacer el mundo en esa época, entendidos bajo esta lógica bipolar, tienen dos protagonistas y una respuesta simple de Guerra Fría. Autores como Odd Arne Westad, Melvyn Leffler, Greg Grandin, Tanya Harmer y Hal Brands, han propuesto una nueva línea interpretativa, generando una apertura hacia los distintos actores que se desenvolvieron en el conflicto, considerándolo un espacio de interacción dinámico5. Si bien los comandos de la guerra estaban en el norte, las batallas se pelearon a lo largo del globo. Los combatientes de la Guerra Fría no fueron solo soviéticos y estadounidenses, y los demás receptores pasivos del choque de titanes. Desde el tercer mundo, la Guerra Fría se combatió de forma activa, combinando las dinámicas internas con las propuestas del exterior, permeando muchas de las luchas regionales e internas.

Estados Unidos, el llamado “imperio de la libertad”, peleó la Guerra Fría de la mano de valores que lo habían acompañado desde su fundación. Valores centrales tales como la libertad, el libre mercado, el anti colectivismo y la fe en la ciencia y tecnología, se transformaron en funciones teleológicas6. En el proceso de la reconstrucción del viejo mundo, se consolidó la visión de una potencia con una misión en el mundo. Esta misión buscó instaurar un orden específico y miró con recelo el cambio. Una nación que había nacido como una revolución buscaba evitarla a toda costa.

Al mirar el período de la Guerra Fría y estudiar la política exterior estadounidense, inevitablemente se piensa en intervención. Los modelos, como forma de justificar su existencia y probar su universalidad, expandieron su influencia a través de diversos mecanismos. Estos se han asociado a lo ilegal y lo ilegítimo, lo que va más allá de las reglas del juego formalmente aceptadas y asumidas. Una intervención puede ser un financiamiento electoral, un plan de asistencia económica, pero también una conversación. Es más bien un impulso que motiva a la potencia hegemónica a buscar el cambio, a través de diversas formas, que varían desde el ámbito de lo militar hacia lo cultural. Fundamentalmente es lo que contradice el discurso oficial. De todas formas, intentar influir es un fenómeno de las relaciones internacionales e involucra también a los actores internos. No se puede concebir la política interna de un país sin esta dimensión, que implica estar insertos en un sistema internacional. En el contexto de Guerra Fría, la intervención tomó muchas veces el camino de acción encubierta, utilizada como un instrumento de influencia. Era un punto medio, entre la acción militar directa y la persuasión diplomática7.

Es fundamental aproximarse a las causas que motivan la construcción de las políticas de influencia. Melvin Gutrov invitó a ver las políticas de intervención en la Guerra Fría desde la perspectiva de la doctrina del interés nacional. Esta doctrina estableció que el cambio político radical era una amenaza constante para las instituciones estadounidenses y las relaciones de estas con el mundo8. Para Michael Grow, pensar la intervención solo bajo los factores de la seguridad nacional y el interés económico impide comprender el marco de las políticas de influencia. Grow define tres factores determinantes para comprender el motor de política exterior estadounidense en la Guerra Fría: la credibilidad e imagen internacional, la política interna y el lobby de los países receptores9. Muchas de las decisiones, entre ellas, la que motivó a Estados Unidos a llevar a cabo una política hegemónica en Chile, se relacionan con estos factores. La necesidad de mantener una imagen específica en el mundo, las consideraciones de política interna y el papel que jugaron las élites políticas de los países receptores, sobre todo cuando solicitaron ayuda monetaria a la potencia para poder desarrollar sus objetivos políticos.

La caída del consenso

El consenso de la Guerra Fría consistió en un conjunto de creencias, valores y premisas en torno al rol de Estados Unidos en el mundo, que sirvieron como guía para el comportamiento de política exterior y justificaron, ante la sociedad estadounidense, las empresas llevadas a cabo en su nombre10. La base de este consenso era la percepción de que se estaba peleando una guerra para defender los valores fundamentales de la sociedad y la supervivencia a un posible apocalipsis nuclear. Esta era difícil de combatir, puesto que los enemigos actuaban en lo oscuro. Al no existir un enfrentamiento directo, la sociedad estadounidense tuvo que depositar su confianza en el gobierno, que los defendería a través de los más diversos mecanismos en los distintos escenarios de enfrentamiento. Se entregó uno de los valores fundamentales, el derecho a saber, a cambio de protección y la seguridad de que el comunismo no destruiría su mundo.

Este consenso, basado en el miedo, fundamentó y legitimó muchas de las empresas de la Guerra Fría. La más potente fue la aventura de Vietnam. Millones de estadounidenses fueron trasladados a Oriente para combatir en el nombre de la libertad. Parecía una batalla más, pero se transformó en un icono de la falibilidad estadounidense. Las tropas se vieron enfrentadas en una feroz guerrilla, en un terreno desconocido y hostil. A través de la cobertura televisiva y periodística se pudo apreciar cómo una gran cantidad de compatriotas fueron perdiendo la vida en un conflicto ajeno. Las imágenes de los bombardeos, los soldados desmembrados y fundamentalmente la desesperación en los rostros, golpearon a la sociedad estadounidense que, en medio de la confusión, buscó una respuesta a lo que motivaba esta tragedia. Los jóvenes salieron a las calles. Eran sus papás, amigos, compañeros, los que no volvían, o volvían incompletos, ya fuera por heridas de guerra o del espíritu. Un movimiento pacifista tomó fuerza y se manifestó en rebelión. A medida que aumentaba la violencia en Vietnam, lo hacía en Estados Unidos11.