Za darmo

100 Clásicos de la Literatura

Tekst
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Las glosas del sueño, esto es, las observaciones aparentemente inocentes sobre el mismo, tienden con frecuencia a ocultar, con el mayor refinamiento, un fragmento de lo soñado, aunque lo que en realidad hagan es revelarlo. Así, cuando un sujeto dice: «Al llegar aquí se borra (se limpia) el sueño», y descubre luego el análisis una reminiscencia infantil de haber espiado a una persona que se limpiaba después de defecar. Y en este otro caso, que precisa de una más amplia comunicación. Un joven tiene un claro sueño, que le recuerda una fantasía infantil de la cual ha conservado consciencia. Se encuentra por la noche en un hotel y, equivocándose de habitación, sorprende a una señora ya madura y a sus dos hijas, que se están desnudando para acostarse. Al llegar a este punto de su relato dice el sujeto: «Aquí presenta el sueño varios huecos, como si faltase algo, y luego prosigue con la aparición en el cuarto de un hombre que quiere expulsarme y con el que tengo que luchar.» Después de inútiles esfuerzos del sujeto por recordar el contenido y la intención de la fantasía infantil, a la que su sueño alude abiertamente, advertimos que dicho contenido resulta dado en sus propias manifestaciones sobre el fragmento onírico impreciso. Los huecos se refieren a los genitales de las mujeres que se desnudan para acostarse y la frase como si faltara algo describe el carácter principal del órgano sexual femenino. En sus años infantiles ardía el sujeto en curiosidad por ver unos genitales femeninos, y se inclinaba aún a la teoría sexual infantil que atribuye a la mujer la posesión de un miembro viril.

Una análoga reminiscencia revistió parecida forma en otro sujeto: «Sueño que entro con la señorita de K. en el restaurante del parque; luego sigue una parte oscura, una interrupción…; después me encuentro en la sala de una casa de prostitución, en la que veo a dos o tres mujeres, una de ellas en camisa y pantalones.»

Análisis. La señorita de K. es la hija de un antiguo jefe suyo, y como el mismo sujeto indica, una persona sustitutiva de su hermana. No ha tenido sino muy pocas ocasiones de hablar con ella; pero una vez entablaron una conversación en la que «reconocieron» su diferencia de sexo, como si se hubieran dicho: «Yo soy un hombre y tú una mujer.» En el restaurante de su sueño no ha estado sino una sola vez, acompañando a la hermana de su cuñado, muchacha que le es por completo indiferente. Otra vez acompañó a tres señoras hasta la entrada del mismo. Dichas tres señoras eran su hermana, su cuñada y la citada hermana de su cuñado, indiferentes las tres para él, pero pertenecientes a la serie de la hermana. Sólo rarísimas veces dos o tres en toda su vida ha entrado en una casa de prostitución.

La interpretación se apoyó en la parte oscura o la interrupción del sueño, y confirmó que, siendo niño, había sido llevado el sujeto por su curiosidad a contemplar, aunque sólo muy raras veces, los genitales de su hermana. Algunos días después surgió en él el recuerdo consciente del reprobable acto a que el sueño aludía.

Todos los sueños de una misma noche pertenecen, por lo que a su contenido respecta, a la misma totalidad y tanto su división en varios fragmentos como la agrupación y el número de los mismos son muy significativos y deben ser considerados como una parte de la exteriorización de las ideas latentes. Esta interpretación de sueños constituidos por varios fragmentos principales o, en general, de aquellos que pertenecen a una misma noche, no debemos olvidar tampoco la posibilidad de que tales sueños sucesivos y diferentes posean la misma significación y expresen los mismos sentimientos por medio de un distinto material. El primero de tales sueños homólogos suele ser entonces, muy frecuentemente, el más deformado y tímido, y el segundo se muestra más atrevido y claro.

Ya el sueño bíblico de las espigas y las vacas, soñado por el faraón e interpretado por José, perteneció a esta clase. Josefo la expone más detalladamente que en la Biblia (Antigüedades judías, tomo II caps. 5 y 6). Después de relatar el primer sueño, dice el rey: «A continuación de este primer sueño desperté intranquilo y medité qué es lo que podía significar, pero luego volví a quedarme dormido y tuve otro sueño mucho más extraño, que me produjo aún más espanto y confusión.» Al terminar de escuchar el relato del faraón dice José: «Tu sueño; ¡oh rey!, es, en apariencia, doble, pero sus dos visiones poseen una misma significación.»

En su Beitrag zur Psychologie des Gerüchtes, refiere Jung cómo un disfrazado sueño erótico de una colegiala fue comprendido y reproducido en diversas variantes por sus compañeras sin necesidad de interpretación ninguna, y observa, con relación a estos relatos de sueño, «que el pensamiento final de una larga serie de imágenes oníricas contiene exactamente aquello mismo que ya se intentó representar en la primera imagen de la serie. La censura rechaza el complejo durante el mayor tiempo posible por medio de encubrimientos simbólicos, desplazamientos, transformaciones en materia inocente, etc., renovados de continuo» (lugar cit., pág. 434). Scherner conoció perfectamente esta peculiaridad de la representación onírica y la describe, al desarrollar su teoría de los estímulos orgánicos, como una ley especial: «Por último, observa la fantasía en todas las formaciones oníricas emanadas de determinados estímulos nerviosos la ley general de no pintar al principio del sueño sino las más lejanas y libres alusiones al objeto estimulante y, en cambio, al final, cuando se agota el material pictórico, representa clara y desnudamente el estímulo mismo o, correlativamente, el órgano que a él corresponde o su función, con lo cual acaba el sueño revelando por sí mismo su motivo orgánico…»

En su trabajo Un sueño que se interpreta a sí mismo, nos da Otto Rank una.amplia confirmación de esta ley de Scherner. El sueño que en él nos comunica se compuso de dos fragmentos oníricos soñados una misma noche por una muchacha y terminado el segundo con un orgasmo. Este último permitió una detalladísima interpretación del sueño total sin recurrir para nada a la ayuda de la sujeto, y la abundancia de relaciones entre dos contenidos de ambos fragmentos oníricos mostró que el primero expresaba, aunque más tímidamente, lo mismo que el segundo, de manera que éste, el de la polución, contribuyó al total esclarecimiento del primero. Muy justificativamente ha tomado Rank este caso como punto de partida para el estudio de la significación de los sueños de polución con respecto a la teoría de los sueños en general.

Mi experiencia personal me ha demostrado, sin embargo, que no siempre nos llegamos a hallar en situación de interpretar la claridad o confusión de los sueños como seguridad o duda en el material onírico. Más adelante habremos de señalar, en la elaboración onírica, el factor, no mencionado hasta ahora, de cuya actuación depende especialmente esta escala de cualidades del sueño. Algunos sueños, en los que se mantiene durante cierto tiempo una determinada situación o decoración, aparecen cortados por interrupciones que son descritas en su relato con las palabras siguientes: «Parece luego como si al mismo tiempo fuera un lugar distinto y allí sucede esto y lo otro.» Aquello que de este modo interrumpe la acción principal del sueño, la cual puede continuar después al cabo de un intervalo, resulta ser, en las ideas latentes, un elemento accesorio; por ejemplo, un pensamiento intercalado. La condicionalidad dada en las ideas latentes es representada en el sueño por simultaneidad (sicuando). ¿Cuál es el significado de la sensación de no poder moverse, frecuentísima en el sueño y tan cercana a la angustia? Queremos andar y permanecemos como clavados en un sitio; queremos hacer algo y se nos oponen continuos obstáculos. El tren echa a andar y no podemos alcanzarlo; vamos a levantar la mano para vengar una ofensa y no lo conseguimos, etc. Al examinar los sueños exhibicionistas tropezamos ya con esta sensación, mas no intentamos profundizar seriamente en su sentido. Es muy cómodo, pero también muy insuficiente, responder que durante el reposo existe una parálisis motora que se hace notar al durmiente por dicha sensación; pues, de ser así, habríamos de preguntarnos cómo es que no soñamos de continuo con tales movimientos estorbados. Debemos, pues, suponer que tal sensación, susceptible siempre a surgir durante el reposo, obedece a determinados fines de la representación y no es despertada sino cuando el material onírico precisa de ella para una determinada exteriorización.

La imposibilidad de realizar algo no aparece siempre en el sueño como sensación, sino también, simplemente, como parte del contenido manifiesto. La comunicación de un ejemplo de este género ha de contribuir al esclarecimiento del proceso onírico discutido. Expondré, pues, muy abreviadamente, un sueño en el que aparezco acusado de falta de honradez: «La escena representa una mezcla de sanatorio particular y varios otros locales. Se presenta un criado y me invita a seguirle para ser objeto de un registro. En el sueño sé que se ha echado algo de menos y que el registro obedece a la sospecha de que soy yo quien se ha apropiado lo que falta. El análisis nos muestra que el concepto registro debe ser tomado en doble sentido e incluye también el registro (reconocimiento) médico. Penetrado de mi inocencia y consciente de mi autoridad de médico de cabecera y consejero en aquella casa, sigo tranquilamente al criado. Ante una puerta nos recibe otro, que dice, señalándome: `¡Cómo me trae usted a este señor, que es una persona decente!' Sin que el criado me acompañe ya, paso a un amplio salón en el que se hallan instaladas diversas máquinas y que me recuerda una cámara de tormento con sus infernales torturas. Atado a uno de los potros veo a uno de mis colegas, que, contra lo que era de esperar, no repara atención ninguna en mí. Resulta que ahora puedo ya irme (puedo ya andar). Pero no encuentro mi sombrero y no puedo irme (no puedo andar).»

 

La realización de deseos de este sueño es evidentemente la de ser reconocido como persona honorable y poder irme. Por tanto, debe existir en las ideas latentes un amplio material contrario a dicha realización. El poder marcharme es señal de que ha sido absuelto y, por tanto, si el sueño trae consigo, al terminar, un incidente que me lo impide, no ha de ser muy aventurado concluir que por medio de este rasgo se exterioriza dicho material contrario, reprimido. Así, pues, el no encontrar el sombrero significa que no soy un hombre honrado. La imposibilidad de realizar algo en el sueño es una expresión de la contradicción, un «no», y, por tanto, habremos de rectificar nuevamente nuestra anterior afirmación de que el sueño no puede expresar el « no».

En otros sueños en los que la imposibilidad de realizar el movimiento no aparece ya tan sólo como situación, sino como sensación, queda expresada por la sensación de parálisis la misma contradicción, pero más enérgicamente, como una voluntad a la que se opone la voluntad contraria. Así, pues, la sensación de parálisis representa un conflicto de la voluntad. Más adelante veremos que precisamente la parálisis motora durante el reposo es una de las condiciones fundamentales del proceso psíquico que se desarrolla en el curso del sueño. El impulso transferido a las vías motoras no es otra cosa que la voluntad y nuestra seguridad de que en el reposo habremos de sentir como coartado dicho impulso hace que todo este proceso sea apropiadísimo para la representación del querer y del no que al mismo se opone. Después de mi explicación de la angustia, se comprende fácilmente que la sensación de coerción de la voluntad se nos muestre tan próxima a dicho estado y se enlace con él tan frecuentemente en el sueño. La angustia es un impulso libidinoso que parte de lo inconsciente y es coartado por lo preconsciente. Por tanto, en aquellos sueños o fragmentos del sueño en los que la sensación de parálisis aparece acompañada de angustia, tiene que tratarse de una volición que fue susceptible alguna vez de desarrollar libido, o sea de un impulso sexual.

Más adelante discutiremos lo que significa el juicio «Estoy soñando» o «Esto no es más que un sueño», que con tanta frecuencia surge en nosotros mientras soñamos, y examinaremos a qué poder psíquico hemos de atribuirlo. Adelantaré únicamente que su objeto es rebajar el valor de lo soñado. El problema de qué es lo expresado cuando un cierto contenido es calificado de «soñado» en el sueño mismo; esto es, el problema del «sueño en el sueño», ha sido resuelto en un análogo sentido por W. Stekel, mediante el análisis de varios ejemplos convincentes. El calificar de «soñada» una parte de un sueño dentro del sueño mismo, tiene por objeto rebasar nuevamente su valor y despojarla de su realidad. Aquello que al final de un «sueño en el sueño» continuamos soñando es lo que el deseo onírico quiere sustituir a la extinguida realidad. Podemos, pues, admitir que lo soñado contiene la representación de la realidad, el recuerdo verdadero y, por lo contrario, el sueño subsiguiente no entraña sino la representación de lo meramente deseado por el sujeto. Así, pues, la inclusión de determinado contenido en un «sueño en el sueño» habrá de considerarse equivalente al deseo de que lo calificado así de sueño no hubiese sucedido. O dicho de otro modo: cuando un determinado suceso es situado en un sueño por la elaboración onírica misma, podemos considerar este hecho como la más decisiva confirmación de su realidad y su más enérgica afirmación. La elaboración onírica emplea el soñar mismo como una forma de repulsa y confirma así la teoría de que el sueño es una realización de deseos.

d) El cuidado de la representabilidad.

La investigación de cómo representa el sueño las relaciones dadas entre las ideas latentes ha constituido hasta aquí nuestro principal objeto: más, sin embargo, nos hemos extendido en varias ocasiones a considerar el problema de cuáles son las transformaciones que la constitución de los sueños impone, en general, al material onírico. Sabemos ya que este material, despojado de casi todas sus relaciones, experimenta una comprensión, en tanto que la acción simultánea de desplazamiento de intensidad entre sus elementos le impone una transmutación de su valor psíquico. Los desplazamientos que hasta ahora hemos examinado demostraron ser sustituciones de una representación determinada por otra asociativamente contigua a ella y se revelaron como muy útiles para la condensación, permitiendo que en lugar de dos elementos pasase al contenido manifiesto uno solo intermedio común entre ellos. Pero el proceso de desplazamiento puede también revestir una forma distinta que aún no hemos mencionado y que, según nos muestra el análisis, se manifiesta en una permuta de la expresión verbal de las ideas correspondientes. Trátase siempre del mismo proceso un desplazamiento a lo largo de una cadena de asociaciones, pero desarrollado en esferas diferentes, y su resultado es que en el primer caso queda constituido un elemento por otro, y en el segundo, cambia un elemento su expresión verbal por otra distinta.

Este segundo género del desplazamiento que se desarrolla en la formación de los sueños presenta, desde luego, un gran interés teórico y es, además, particularmente apropiado para esclarecer la apariencia de fantástico absurdo con la que el sueño se disfraza. El desplazamiento se realiza siempre en el sentido de sustituir una expresión incolora y abstracta de las ideas latentes por otra plástica y concreta. No es difícil comprender la utilidad y con ella el propósito de esta sustitución. Lo plástico es susceptible de representación en el sueño y puede ser incluido en una situación en tanto que la expresión abstracta ofrecería a la representación onírica dificultades análogas a las que hallaríamos al querer ilustrar un artículo de fondo de un diario político. Pero tal cambio de expresión no favorece únicamente la representatividad, sino que resulta también ventajoso para la condensación y la censura. Una vez que la idea latente abstractamente expresada e inutilizable en esta forma es trasladada a un lenguaje político, se producen más fácilmente que antes entre tal idea en su nueva forma expresiva y el restante material onírico, aquellos contactos e identidades de que la elaboración precisa, hasta el punto de crearlos cuando no los encuentra dados de antemano, pues los términos concretos son en todo idioma y a consecuencia de su desarrollo más ricos en conexiones que los abstractos. Podemos, pues, representarnos que gran parte de aquella labor intermedia que en la formación de los sueños tiende a reducir las diversas ideas latentes a una expresión unitaria y breve en lo posible queda realizada en esta forma por medio de una adecuada modificación verbal de los distintos elementos latentes. Aquella idea cuya expresión hubiera de permanecer invariada por una razón cualquiera ejercería una influencia de distribución y selección sobre las posibilidades de expresión de la otra, y esto quizá desde un principio, como sucede en la labor del poeta. Los versos consonantes de una composición rimada han de satisfacer dos condiciones: expresar el sentido que les corresponda y hallar para él una expresión que contenga la rima. Las mejores poesías son aquellas en las que no se advierte la intención de hallar la rima, habiendo escogido de antemano ambos pensamientos por inducción recíproca una expresión verbal, que mediante una ligera elaboración ulterior haga surgir la consonancia.

La permuta de la expresión verbal favorece en algunos casos la condensación onírica por un camino aún más corto hallando un giro equívoco susceptible de proporcionar expresión a más de una de las ideas latentes. De este modo resulta aprovechable para la elaboración de los sueños todo el sector del chiste verbal. Esta gran importancia que la palabra nos revela poseer para la formación de los sueños no es cosa que deba asombrarnos. La palabra, como punto de convergencia de múltiples representaciones, es, por decirlo así, un equívoco predestinado, y las neurosis (fobias, representaciones obsesivas) aprovechan, con igual buena voluntad que el sueño, las ventajas que la misma les ofrece para la condensación y el disfraz. No es difícil demostrar que el desplazamiento de la expresión resulta también favorable al disfraz de los sueños, pues siempre induce en error el que una palabra de doble sentido sustituya a dos de uno solo, y la sustitución de la tímida forma expresiva cotidiana por otra, plástica, detiene nuestra comprensión, sobre todo cuando, como sucede en el sueño, no hay nada que nos indique si los elementos dados han de ser interpretados literalmente o en un sentido indirecto, ni si por mediación de giros usuales intercalados al material del sueño. Ante la interpretación de un elemento onírico es, en general, dudoso:

a) Si debe ser tomado en sentido positivo o negativo (relación antinómica).

b) Si debe ser interpretado históricamente (como reminiscencia).

c) Simbólicamente.

d) O si debemos utilizar, para nuestra interpretación, su sentido literal.

A pesar de esta multiplicidad de sentidos, puede decirse que las representaciones de la elaboración onírica, que no pretenden ser comprendidas, no plantean al traductor mayores dificultades que los antiguos jeroglíficos a sus lectores.

En el presente trabajo hemos expuesto ya repetidos ejemplos de representaciones oníricas enlazadas únicamente por el doble sentido de la expresión («La boca se abre bien», en el sueño de la inyección de Irma. «No puedo irme (andar) todavía», en el últimamente citado, etc.). Comunicaré ahora un sueño en cuyo análisis desempeña un papel más importante la representación plástica de las ideas abstractas. La diferencia entre esta interpretación onírica y la que se realiza por medio del simbolismo, como en la antigüedad, puede determinarse con toda precisión. En la interpretación simbólica, la clave de la simbolización es elegida por el interpretador, mientras que en nuestros casos de disfraz idiomático son tales claves generalmente conocidas y aparecen dadas por una fija costumbre del lenguaje. Disponiendo en la ocasión precisa de la ocurrencia exacta, se hace posible interpretar total o fragmentariamente estos sueños sin recurrir para nada al sujeto.

Una señora amiga mía tiene el siguiente sueño: «Está en la ópera. Se representa una obra de Wagner que ha durado hasta las siete y cuarto de la mañana. El patio de butacas está lleno de mesas en las que comen y beben los espectadores. A una de ellas se halla sentado, con su mujer, un primo suyo, que acaba de regresar del viaje de novios. Junto a ellos, un aristócrata. De éste se sabe que la recién casada se lo ha traído de su viaje, franca y abiertamente, como quien se trae un sombrero o un recuerdo de los lugares visitados. En el centro del patio de butacas se alza una alta torre que sustenta una plataforma rodeada de una verja de hierro. Allí arriba, el director de orquesta, cuyo rostro es el de Hans Richter, corre sin descanso de un lado para otro detrás de la verja, suda copiosamente y dirige a los músicos, agrupados abajo en derredor de la base de la torre. La sujeto está sentada en un palco con una amiga (conocida mía). Su hermana menor quiere alcanzarle desde el patio de butacas un gran pedazo de carbón, alegando que no había sabido que iba a durar tanto tiempo y se helaba ahora miserablemente. (Como si durante la larga representación tuviera que ser alimentada la calefacción de los palcos.)»

Se trata, como puede verse, de un sueño harto desatinado, aunque bien concretado en una situación. Sus dos mayores absurdos son la torre que se alza en medio del patio de butacas y desde cuya cima dirige el músico la orquesta, y el trozo de carbón que la hermana de la sujeto alcanza a ésta. Intencionadamente, no sometí este caso al análisis en la forma acostumbrada, y con sólo cierto conocimiento de las circunstancias personales de la sujeto del sueño me fue posible interpretar fragmentos aislados del mismo. Me era sabido que la sujeto había sentido una extraordinaria inclinación hacia un músico, cuya carrera hubo de quedar prematuramente interrumpida por una enfermedad mental. Me decidí, pues, a interpretar literalmente la torre. De ello resulta que el hombre al que ella hubiera querido ver en el lugar de Hans Richter se halla en una muy elevada posición como expresión considerada como un producto mixto por oposición. Su basamento representa la grandeza del hombre al que los pensamientos de la sujeto se refieren, y la verja de su parte superior, detrás de la cual corre el mismo de un lado para otro, como un prisionero o un animal enjaulado (alusión al nombre del desdichado enfermo), su triste destino ulterior. «Narrenturm» (literalmente, «torre de locos») sería quizá la palabra en que hubieran podido reunirse los dos pensamientos.

 

Después de haber descubierto de este modo la forma de representación elegida por el sueño, podría intentarse solucionar, mediante la misma clave, el segundo absurdo; esto es, el carbón que la hermana le alcanza. «Carbón» tenía que significar «amor secreto».

Ningún fuego ni carbón ninguno

quema tan ardientemente

como el amor secreto,

del que nadie sabe nada.

(Canción popular alemana.)

Tanto ella como su amiga se habían quedado sentadas (giro alemán `Sitzen geblieben' de sentido equivalente al castellano «quedarse para vestir imágenes»). La hermana menor, que tiene aún probabilidades de casarse, le alcanza el carbón «porque no había sabido que iba a durar tanto tiempo». El sueño no nos dice el qué. En un relato completaríamos nosotros la frase, agregando: la representación; pero en el sueño tenemos que atender a la expresión verbal en sí y reconocerla como de doble sentido, añadiendo: «su soltería». La interpretación «amor secreto» queda entonces confirmada por la mención del primo de la durmiente que se halla con su mujer en el patio de butacas, y por las públicas relaciones amorosas atribuidas a la recién casada. Las antinomias entre amor secreto y amor público, entre el ardor de la sujeto y la frialdad de la joven esposa, constituyen el elemento dominante de todo el sueño. En los dos términos de estas antinomias encontramos, además, a una «persona de elevada posición» como expresión intermedia entre el aristócrata y el músico, en el que se fundaban justificadamente grandes esperanzas.

Las observaciones que anteceden nos descubren, por fin, un tercer factor, cuya participación en la transformación de las ideas latentes en contenido manifiesto debe estimarse harto importante. Este factor es el cuidado de la representabilidad por medio del material psíquico peculiar de que el sueño se sirve, o sea casi siempre por medio de imágenes visuales. Entre las diversas conexiones accesorias a las ideas latentes esenciales, será preferida aquella que permita una representación visual y la elaboración onírica no rehuirá el trabajo de fundir primero en una distinta forma verbal por desacostumbrada que ésta sea la idea abstracta irrepresentable plásticamente, si con ello ha de conseguir darle una representación y poner término al ahogo psicológico del pensamiento obstruido. Este vaciado del contenido ideológico en otra forma distinta puede también ponerse simultáneamente al servicio de la labor de condensación y crear conexiones, que de otro modo no existirían, con una idea diferente, la cual puede a su vez haber cambiado de antemano su forma expresiva en favor del mismo propósito.

Herbert Silberer ha indicado un excelente procedimiento para observar directamente la transformación de ideas en imágenes que tiene efecto en la formación de los sueños, y estudiar así aisladamente este factor de la elaboración onírica. Cuando hallándose fatigado y adormecido se imponía un esfuerzo mental, le sucedía con frecuencia que la idea buscada se le escapaba y surgía, en cambio, una imagen en la que podía reconocer una sustitución de la misma. Silberer da a esta sustitución el calificativo no muy apropiado de «autosimbólica». Quiero reproducir aquí alguno de los ejemplos citados por este autor, ejemplos sobre los cuales habré de retornar más adelante, a causa de determinadas cualidades de los fenómenos en ellos observados:

«Ejemplo número 1. Pienso en que tengo que suavizar el estilo, un poco áspero, de algunos párrafos de un artículo.

Símbolo. Me veo cepillando un trozo de madera.

Ejemplo número 5. Intento hacerme presente el objeto de ciertos estudios metafísicos, que me propongo emprender.

A mi juicio, la utilidad de tales estudios consiste en que la investigación de las causas finales va abriendo camino al investigar hasta formas de consciencia o capas de existencia cada vez más elevadas.

Símbolo. Introduzco un largo cuchillo por debajo de una tarta como para servirme un pedazo.

Interpretación. Mi movimiento con el cuchillo significa el «abrirse camino» de que en mi pensamiento se trata…

La base en que este símbolo se funda es la siguiente: en la mesa suelo encargarme alguna vez de cortar y servir a los demás una tarta, utilizando para ello un largo cuchillo flexible, cosa que requiere cierto cuidado. Sobre todo, resulta difícil extraer limpiamente los pedazos una vez cortados, y el cuchillo tiene que ser exactamente introducido por debajo de cada uno de ellos (el lento «abrirse paso» para llegar a los fundamentos). Pero aún entraña la imagen más amplio simbolismo. La tarta del símbolo era de aquellas que se hallan compuestas de varias capas de hojaldre, alternando con otras de dulce, o sea una tarta en la que el cuchillo tiene que penetrar al cortarla a través de diferentes capas (las capas de la consciencia y el pensamiento).

Ejemplo número 9. Pierdo el hilo de mis pensamientos en un determinado proceso mental. Me esfuerzo en volverlo a hallar, pero tengo que reconocer que el punto de enlace se me ha escapado por completo.

Símbolo. Un párrafo escrito al que faltan las últimas líneas.»

Conociendo el papel que en la vida mental de los hombres cultos desempeñan los chistes, citas, poesías y proverbios, no ha de extrañarnos que para la representación de las ideas latentes sean utilizados con gran frecuencia disfraces de este género. ¿Qué representan, por ejemplo, en un sueño varios carros cargados cada uno con una legumbre diferente? No es difícil adivinar que tal imagen expresa el deseo contrario al significado de la frase hecha Kraut und Rüben que entraña la idea de «revoltijo» y significa, por tanto, «desorden», me sorprende que este sueño me ha sido comunicado sólo una vez. Sólo para escasas materias se ha formado un simbolismo onírico de validez general sobre la base de sustituciones de palabras y alusiones generalmente conocidas. La mayor parte de este simbolismo es, además, común al sueño, a la psiconeurosis, a las leyendas y los usos populares.

Un más detenido examen de esta cuestión nos fuerza a reconocer que la elaboración onírica no realiza con este género de sustituciones nada original. Para la consecución de su fin la representabilidad exenta de censura, en este caso no hace sino seguir los caminos que encuentra ya trazados de antemano en el pensamiento inconsciente, prefiriendo aquellas transformaciones del material reprimido, que pueden llegar también a hacerse conscientes a título de chistes y alusiones, y de las que aparecen colmadas todas las fantasías de los neuróticos. De este modo se nos hacen comprensibles las interpretaciones oníricas de Scherner, cuyo nódulo de verdad defendimos ya en otro lugar de este libro. Las fantasías sobre el propio cuerpo del sujeto no son, en modo alguno, privativas ni siquiera características del sueño. Mis análisis me han demostrado, por el contrario, que constituyen un proceso general del pensamiento inconsciente de los neuróticos y se derivan de la curiosidad sexual, cuyo objeto son para el joven o la muchacha los órganos genitales, tanto los del propio sexo como los del contrario. Pero, como ya lo hacen resaltar muy acertadamente Scherner y Volkelt, no es la casa el único círculo de representaciones que el sueño y las fantasías inconscientes de la neurosis utilizan para la simbolización del cuerpo. Conozco, desde luego, pacientes que han conservado el simbolismo arquitectónico del cuerpo y de los genitales (el interés sexual sobrepasa con exceso el terreno de los genitales exteriores), y para los cuales las columnas y los pilares representan las piernas (como en el Cantar de los cantares); cada puerta, una de las aberturas del cuerpo («agujero»); las cañerías, el aparato vesical, etc. Pero también el círculo de representaciones de la vida vegetal o el de la cocina son empleados para el encubrimiento de imágenes sexuales. En el primero de estos círculos de representaciones hallamos elaborados ya por los usos del idioma un precipitado de metáforas de la fantasía, procedentes de las épocas más antiguas (la «viña» del Señor, la «semilla», el «jardín de la doncella» en el Cantar de los cantares). Por medio de alusiones, aparentemente inocentes, a las faenas culinarias pueden también pensarse y soñarse las más repulsivas e íntimas particularidades de la vida sexual y la sintomática de la histeria se hace ininterpretable si olvidamos que el simbolismo sexual puede ocultarse, mejor que en ningún otro lado, detrás de lo cotidiano e insignificante. El que un niño neurótico no pueda ver la sangre o la carne cruda o vomite a la vista de los huevos o de los fideos, y el enorme incremento que toma en el adulto neurótico el natural temor que al hombre normal inspiran los reptiles; todo ello posee un sentido sexual, y al servirse de tales disfraces no hace la neurosis más que seguir los caminos hollados por la humanidad entera en antiguos períodos de civilización, caminos que bajo una ligera capa de tierra acumulada por los siglos, continúan aún existiendo hoy día, como lo prueban los usos del lenguaje, las supersticiones y las costumbres.