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100 Clásicos de la Literatura

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Ya habéis oído las tres maneras de buscar diamantes. Y éste es el único reino que produce tales piedras. Pero, eso sí, son grandes y magníficos, y los mejores no son, por cierto, los que llevan a tierra de cristianos, sino los que le traen al Gran Khan y a los reyes y barones de estas variadas provincias, reinos y señoríos. Porque como tienen grandes riquezas compran las piedras más caras.

Os conté lo de los diamantes y ahora os narraré otras cosas. Sabed que en este reino se fabrican los mejores bocacís, los más bellos y transparentes que se tejen en el mundo; son delicadísimos, comparables a las telas de lino más finas; no hay reina ni rey que no los emplee, por lo suaves y bellos.

En este reino abundan los animales, y los carneros son especialmente grandes. Tienen gran abundancia de cuantas cosas se necesitan para bien vivir.

Otra cosa no hay que mentar; así, dejaremos este reino y continuaremos hacía el lugar en donde se encuentra el cuerpo de micer Santo Tomás Apóstol.

CLXXVII

Donde se trata del lugar que guarda el cuerpo de Santo Tomás Apóstol

El cuerpo de micer Santo Tomás Apóstol está en la provincia de Malabar, en una pequeña ciudad; no hay navegante ni mercader que venga por aquí, por lo extraviado que se halla este lugar. Bien es verdad que cristianos y sarracenos vienen a ella en peregrinación, pues también los sarracenos de estas regiones veneran al santo, pues dicen era sarraceno y un gran profeta, y lo llaman «avarian», que quiere decir santo varón. Y sabed que allí sucedió el milagro que os voy a contar.

Los cristianos que allí llegan en peregrinación toman de la tierra del sitio en que lo mataron y se la llevan a sus países, dándosela a beber en infusión a los enfermos que tienen calenturas o fiebres cuartanas o tercianas, y en seguida sanan. Y esto ocurre con todos los que beben de esta tierra, que tiene un color rojizo.

Y os contaré de un milagro que sucedió en el año 1288 de la Encarnación de Cristo. Un barón de estos pagos tenía una cantidad de arroz y llenó con éste todas las casas que rodeaban la iglesia, para guardarlo. Los cristianos que custodiaban la iglesia y el cuerpo del Santo vieron con disgusto que este barón idólatra hacía llenar las casas y que los peregrinos ya no tenían en donde hospedarse, y le instaron a que no lo hiciera. Pero no les valió ni las buenas ni las malas; el barón no oyó sus súplicas y siguió llenando de arroz las casas circunvecinas. Cuando acabó de llenar éstas, se produjo un milagro que ahora os contaré. En la noche, mientras dormía, se le apareció al barón Santo Tomás con una horca en la mano, se la puso en la garganta y le dijo: «Vaciarás inmediatamente las casas o morirás de muerte violenta». Y diciendo esto le apretaba la garganta con la horca, de modo que el varón se sentía morir. Hecho esto, micer Santo Tomás abandonó el cuarto y desapareció, y el barón se levantó de madrugada e hizo vaciar todas las casas. Y todo lo que había pasado lo tuvieron por milagroso. Se holgaron mucho los cristianos y cantaron gozosos las preces a micer Santo Tomás y bendijeron su santo nombre. Y os digo que todo el año suceden otros milagros. Particularmente cuando se trata de sanar padecimientos y curar a los lisiados.

Y os contaré ahora cómo mataron al Santo. Cuando éste salía de su cenobio en el bosque y elevaba sus preces a Dios, en torno a él había una cantidad de pavos reales (pues aquí los hay en todas partes); un pagano que era del linaje de los «gavis» lanzó una flecha a uno de estos pavos reales que rodeaban al Santo. El «gavi» no vio al Santo, pero la flecha que creía haber lanzado al pájaro se clavó en el costado derecho de Santo Tomás, y después de recibir este flechazo se puso a rezar dulcemente y se durmió en el Señor. Pero también es cierto que antes de venir a esta tierra en donde finó, había hecho muchas conversiones en Nubia, y os lo contaremos en su tiempo y lugar en este mismo libro.

Os he hablado de micer Santo Tomás y ahora nos ocuparemos de otras cosas. Cuando nace un niño lo tintan una vez por semana con aceite de «sosiman», y esto le hace parecer más moreno. Porque cuanto más negros son, más los aprecian y los encuentran más hermosos.

Toda esta gente hace retratar y colorear a sus dioses, y todos sus ídolos están pintados de negro y los diablos o espíritus malignos de blanco como la nieve. Porque dicen que Dios y los Santos son negros y los diablos son blancos; así es como los representan ellos y pintan a sus imágenes.

En el ejército, como tienen gran fe al buey y lo tienen por cosa santa, cogen pelos de buey salvaje y el caballero lo hace trenzar en las crines de su caballo, y el soldado lo pega a su escudo o rodela. Y esto lo hacen porque creen que en virtud de ese pelo escaparán al peligro y se salvarán de todo accidente. Y así hacen todos los que van a la guerra, y por esto el pelo del buey salvaje tiene gran valor, pues el que no lo tenga no está ya seguro de nada.

Hemos hablado de esta materia; nos iremos y os contaremos de una provincia de los abrayamanes.

CLXXVIII

De la provincia de Lar, en donde nacieron los abrayamanes

Lar es una provincia hacia Poniente, dejando atrás el lugar en donde yace el cuerpo de Santo Tomás Apóstol. En esta provincia han nacido todos los abrayamanes del orbe, y originariamente salieron de allí. Estos abrayamanes son los mejores mercaderes del mundo y los más leales y honrados; jamás mienten, y antes morirán que faltar a la verdad.

Ni comen carne ni beben vino. Llevan una vida honesta, según sus costumbres. No se acuestan más que con sus mujeres y son incapaces de robar. No matan ni a los animales, y no harían cosa que ellos consideraran pecaminosa. Se reconocen los abrayamanes por un distintivo que llevan. Sabed que todos los abrayamanes llevan un cordón de algodón en el hombro, que se atan al brazo, de forma que el algodón pasa por la espalda y les cruza el pecho, y por esta señal los reconocen por todos los lugares donde van. Tienen un rey rico y poderoso que posee un gran tesoro. Este rey compra perlas y piedras preciosas y ha dispuesto que todos los mercaderes que vienen del reino de Maabar le traigan cuantas piedras finas tengan. Ésta es la provincia más gentil que hay en toda la India y es donde se encuentran las mejores perlas. Los abrayamanes van al reino de Maabar y compran todas las perlas para vendérselas a su rey. Le dicen el precio que les han costado, y es costumbre que el rey les haga dar inmediatamente el doble. Por esto posee las mejores y más gruesas del mundo.

Los abrayamanes son idólatras y consultan los oráculos y el vuelo de los pájaros; creen en mil agüeros, y os contaré lo que suelen hacer.

Tienen, entre otras, la siguiente costumbre: Cada día de la semana ponen una señal. Si quieren adquirir una cosa o venderla se ponen al sol, y mirando a su sombra, exclaman: «¿Qué día es hoy? El tal». Entonces miden su sombra; si es tan larga como debe ser ese día, cierran el trato; si no lo es, no hacen el negocio, pero esperan que su sombra sea como debe ser y antes de eso no concluyen el negocio.

Os diré otra cosa más curiosa. Cuando van a efectuar algún negocio se hacen traer una tarántula (que las hay en abundancia en esos países); si viene del lado que creen propicio, compran la mercadería; pero si la tarántula se va por otro lado que ellos consideran nefasto, deshacen el compromiso.

Si salen de sus casas y oyen que un hombre estornuda lo toman por un signo adverso y se vuelven atrás. Cuando un abrayamán va por un sendero y ve venir a él una golondrina o a izquierda o derecha, si vuela del lado que él considera feliz, sigue su camino; si, en cambio, vuela del lado opuesto, vuelve a su casa y no sale ya más en ese día.

Los abrayamanes viven más años que los demás mortales, y esto es porque comen poco y son muy abstinentes. Sus dientes son magníficos, debido a una hierba que suelen mascar, que es muy saludable al cuerpo. Los abrayamanes no se sangran jamás, ni se sacan sangre de ninguna parte.

Tienen sacerdotes que se llaman «ciugui», que viven más que los otros hombres. Suelen vivir de ciento cincuenta a doscientos años; son tan robustos, que pueden ir y venir a donde quieran sin estar jamás enfermos, y cumplen con su obligación en el monasterio lo mismo que los jóvenes. Y esto es debido a la gran abstinencia que guardan. No toman más que arroz y leche. Os diré cómo comen estos «ciugui» que alcanzan tanta longevidad.

Toman mercurio y azufre y lo mezclan y hacen con él una pócima; luego lo beben y dicen que esto prolonga la vida. Y no hay duda que viven muchísimos años. Esta bebida la toman dos veces al mes y desde su más tierna infancia.

En este reino de Maabar tienen una religión que también se llama «ciugui», cuyos adeptos son tan abstinentes y llevan una vida de muchísimas privaciones como no podéis imaginarlo. En verdad van completamente desnudos y no llevan absolutamente nada para cubrirse ni para esconder sus cuerpos.

Adoran al buey, y la mayoría de ellos llevan un pequeño buey de bronce o de cobre en mitad de la frente (naturalmente que se lo colocan allí). Queman los excrementos del buey y los reducen a polvo; luego se untan con él varias partes del cuerpo con mucho recogimiento, como lo hacen los cristianos con el agua bendita.

No comen ni en cuenco ni en plato, sino sobre grandes hojas. Pero no en hojas verdes, sino hojas secas, porque dicen que las verdes tienen un alma y que sería un gran pecado. Porque ya os digo que se guardan de hacer todo aquello que consideran pecaminoso más que ninguna otra criatura en el mundo. Cuando alguien les pregunta por qué van desnudos y si no tienen vergüenza de enseñar así sus partes naturales, contestan: «Vamos desnudos porque así vinimos al mundo y no queremos nada del mundo. Y no tenemos vergüenza porque no pecamos, y no es vergüenza mostrar la cara, ni las manos, ni otro miembro con el cual no cometemos pecado de lujuria. Pero como vosotros habéis prestado vuestros cuerpos a la lujuria, tenéis vergüenza de enseñarlos y los lleváis cubiertos. Pero no nos avergonzamos de enseñarlos, como no nos avergüenza de enseñar nuestro dedo, porque con él no pecamos». Y ya os digo: por nada matarían a alguien, ni siquiera a un animal ni a moscas ni pulgas ni piojos, porque dicen que tienen alma. Y no comen nada, ni gusanos, ni hierbas ni raíces hasta que no estén secas, porque, según ellos, todo lo que vive tiene un alma. Duermen en el suelo, completamente desnudos, ni nada encima ni debajo, y es un milagro que no se mueran y vivan tanto tiempo. Ayunan todos los años y en ese tiempo no toman más que agua.

 

Tienen un clero regular, que mora en los monasterios para servir a los ídolos, y le ponen a prueba del modo siguiente: Hacen venir a unas vírgenes consagradas a los ídolos y les mandan que experimenten en estos hombres —que son a su vez guardianes de los ídolos— su poder de seducción. Y al que sucumbe al halago, lo echan de allí inmediatamente, y dicen no consienten quede allí ese hombre dado a la lujuria. Así son de crueles e idólatras.

Además, queman los cadáveres porque si no crían gusanos, y dicen que una vez que los gusanos han devorado el cuerpo no tendrían ya que comer y se morirían de hambre, y con eso el alma del difunto cometería un pecado dejando de alimentarlos. Porque, según ellos, el gusano también tiene un alma.

Ya que os contamos estas extrañas costumbres de los idólatras, nos iremos de aquí y os contaremos una historia admirable de la isla de Seilán.

CLXXIX

En donde se habla nuevamente de la isla de Seilán

Seilán es una isla que ya os he descrito. En esta isla hay una montaña muy alta con rocas escarpadas y riscos tan a pico, que nadie puede escalar si no es de la manera que os explicaré. De esta montaña cuelgan cadenas de hierro arregladas en tal forma que los hombres pueden subir hasta la cúspide de la montaña con la ayuda de estas cadenas, y encima está el monumento a Adán, nuestro primer padre. Los sarracenos dicen que es el sepulcro de Adán y los idólatras dicen que es el monumento de Sergamoni Borchan.

Y este Sergamoni fue el primer hombre a quien representaron como ídolo. Porque, según ellos, esta criatura fue el mejor de los hombres y el primero que consideraron santo y en nombre del cual hicieron un ídolo. Y éste fue hijo de un gran rey rico y poderoso. Este joven príncipe era de vida tan ejemplar que no quería ni oír hablar de que un día sería rey. Cuando oyó su padre que no quería reinar y que tenía despego por las cosas del mundo, montó en cólera. Le ofreció coronarle y dejarle que gobernara el país según su voluntad y entendimiento. Y quiso abdicar y dejar su corona para que él fuera el único señor. Su hijo protestaba que nada deseaba, y cuando su padre vio que no quería el mando de ninguna forma, se enojó tanto, que creyó morirse de pena, y no es extraño, porque no tenía otro hijo a quien dejar el reino. Y el rey tomó la resolución de obligar a su hijo a que tomara gusto a las cosas del mundo y quisiera poseer la corona. Le hizo encerrar en un magnífico palacio y le dio 3000 doncellas bellas y agraciadas para que lo sirvieran. Y no quiso que hubiera ni un solo hombre entre ellas. Estas bellas jóvenes le acompañaban en su cámara, le servían en la mesa y le velaban el sueño. Y cantaban y bailaban ante él y le hacían la vida agradable, como se lo había recomendado el rey. Pero nada pudieron para decidirle y arrastrarle a la lujuria; al contrario, cada día crecía su entereza y se volvía más casto. Y hacia una vida edificante. Era un joven tan delicado que nunca había visto miserias ni había salido de palacio, ni había visto un hombre enfermo ni había visto a un muerto, porque su padre no permitía que ningún viejo ni enfermo se presentase ante él. Y sucedió que un día, cabalgando el joven príncipe, se encontró con un hombre muerto en mitad del camino. Y no cayó de su asombro, pues era la primera vez que esto veía. Y preguntó a su escolta lo que era aquello; le contestaron que aquello era un muerto. «¿Cómo? —dijo el hijo del rey—. ¿Todos los hombres mueren?». «Sí, señor; en verdad, morimos todos». Y no añadió palabra y siguió su camino muy pensativo. No habría cabalgado cien pasos cuando encontró a un hombre muy anciano, que apenas podía andar y tenía una boca desdentada por causa de muchos años. Y cuando el hijo del rey vio a ese viejo, preguntó qué era aquello y por qué no podía andar. Y los que le acompañaban le dijeron que por ser tan anciano no podía caminar y había perdido todos sus dientes. Y cuando el hijo del rey oyó lo del muerto y vio a aquel anciano volvió a su palacio y se dijo que no quería andar más en este triste mundo y que quería ir en busca de aquel que nunca muere y que le había creado. Y se escapó del palacio de su padre y se fue por las montañas empinadas, salvajes y solitarias, y allí vivió toda su vida honestamente en gran castidad y abstinencia. Y lo cierto es que si hubiera sido cristiano hubiese sido un gran santo como nuestro Señor Jesucristo.

Y cuando el hijo del rey murió, se lo llevaron al rey su padre, y cuando éste vio muerta a su criatura, que amaba más que a su propio cuerpo, le entró una desazón y una pena difíciles de describir. Quiso hacer una imagen a su semejanza, toda de oro y piedras preciosas, y fue venerado por todos los súbditos y adorado como un dios. Y decían que había muerto ochenta y cuatro veces. La primera se transformó en buey; la segunda, en caballo, y así hasta ochenta y cuatro, y cada vez se trocaba en otro animal, o perro u otra cosa; pero a las ochenta y cuatro veces de morir se trocó en dios, y los idólatras lo tienen por el dios grande y verdadero. Y éste fue su primer ídolo. Y de éste descendieron todos los demás ídolos y esto sucedió en la isla de Seilán, en la India.

Y ahora habéis oído cómo nació el primer ídolo. Los idólatras de todos los países vienen aquí desde muy lejos en peregrinación, como los cristianos van a ver a micer Santiago de Compostela. Y los idólatras dicen que el monumento que está encima de la montaña es el hijo del rey del cual oísteis la historia, y que los dientes, los cabellos y el cuenco fueron del hijo del rey que tenía por nombre Sergamoni Borchan, lo que quiere decir Santo. Los sarracenos, que también vienen en peregrinación, dicen que es Adán, y habéis oído lo que dicen los idólatras que es el hijo del rey que fue su primer dios; pero Dios sólo sabe quién es y lo que fue, porque no creemos que sea Adán, nuestro primer padre, porque las Sagradas Escrituras dicen que está en otra parte.

Aconteció que el Gran Khan oyó decir que en esta montaña estaba el monumento de Adán y que se guardaban en él sus dientes, su pelo y su cuenco, y se dijo desearía tener en su poder estas tres cosas. Entonces envió una embajada, y esto fue el año 1284 de la Encarnación de Cristo. ¿Y qué os diré? Los enviados del Gran Khan se pusieron en camino como gran acompañamiento y fueran tanto por mar como por tierra hasta llegar a la isla de Seilán. E hicieron tanto acerca del rey, que consiguieron traerse los dos dientes molares grandes y gruesos, los cabellos y el cuenco, que era de pórfido y muy bello. Cuando los emisarios del Gran Khan obtuvieron estas cosas se pusieron en camino en busca de su señor, y cuando ya estuvieron cerca de Cambaluc, donde se hallaba el Gran Khan, le hicieron saber que traían lo que le había mandado. El Gran Khan mandó entonces que todas sus gentes, seglares y otros, fueran al encuentro de las reliquias que todos creían fuesen las de Adán. Y no quiero ser más extenso. Sabed en verdad que todos los de Cambaluc fueron al encuentro de las reliquias y las llevaron procesionalmente al Gran Khan, que dio muestras de gran satisfacción y alegría y las recibió con gran reverencia. Y había una inscripción que decía que si en el cuenco se ponía alimento para una persona se trocaría en seguida por el manjar de cinco. El Gran Khan hizo la prueba y esto era la verdad. Todas estas historias las hemos ido contando por orden y con entera verdad, y en adelante hablaré de la ciudad de Cail.

CLXXX

De la muy noble ciudad de Cail

Cail es una noble y gran ciudad. Pertenece a Asciar, el primero de los cinco reyes. Sabed en verdad, que en ella atracan todas las naves que vienen de Poniente, es decir, de Curmosa, de Yuisci y de Aden y de toda la Arabia, repletas de mercaderías y de caballos. Hacen alto en esta ciudad, porque ofrece un buen mercado para sus negocios, pues de todas partes acuden los mercaderes para comprar caballos y otras mil cosas. Este rey es muy rico y lleva sobre él muchas preseas y viste lujosamente. Administra muy bien la justicia en su reino y protege a los negociantes que vienen del extranjero, respetando sus derechos con gran rectitud. Por esto ellos atracan de preferencia con sus naves en el reino de este buen rey, que les trata con tanta benevolencia. Es verdad también que sacan con ello honra y provecho.

El rey tiene 300 mujeres y más aún, porque el hombre de más consideración es el que más mujeres tiene. Y cuando nace la discordia entre estos cinco hermanos carnales (pues lo son de padre y madre), y quieren reñir, entonces la madre (que vive aún) exige que hagan las paces.

Si éstos no quieren acceder a sus palabras de paz, la madre toma un cuchillo y les dice: «Si no cesáis de combatiros y no hacéis las paces, me mataré y antes me cortaré el pecho con el cual os he amamantado». Y cuando los hijos consideran la desesperación de la pobre madre, que les suplica dulcemente que cedan, reconocen que tiene razón, y es más cuerdo que cedan. Luego se arreglan y hacen las paces. Y esto ha sucedido en más de una ocasión. De modo que si un día llega a faltar la madre, es posible que estalle la discordia y se maten los unos a los otros.

CLXXXI

Del reino de Coilum

Coilum es un reino que se halla hacia Garbin, a unas 500 millas de Maabar. Sus habitantes son idólatras. Pero en la población hay también cristianos y judíos. Tienen idioma propio. El rey no paga tributos a nadie. Os voy a hacer la descripción del reino y de sus productos.

Cultivan el berçi y el coilomin, que es excelente. También tienen pimienta en gran abundancia, que se recoge en los meses de mayo, junio y julio. Los árboles que dan la pimienta se plantan y crecen fácilmente. Tienen añil en cantidad, muy superior. Éste se saca de las hojas del indo. Toman estas hojas, las ponen en una tinaja que llenan de agua, y las dejan macerar hasta que la hoja se deshace; luego la exponen al sol, que es muy caliente, y la hacen hervir, y es cuando suelta el añil. El calor es tan sofocante en esta región, que apenas se puede soportar. Si ponéis un huevo en el río, en seguida se os cuece. Aquí llegan los mercaderes con sus galeras de Mangi, de Arabia y de Levante, y todos realizan pingües ganancias o trayendo o llevando mercancías.

Hay animales muy raros y distintos de los demás del mundo. Hay leones negros, sin ninguna mancha de otro color; hay pájaros de todas clases y plumajes. Blancos como la nieve, con las patas y el pico bermejos, y los hay rojos y azules; hay loritos también muy graciosos. Pavos reales, grandes y variopintos, que no son como los de nuestras tierras; todas estas especies son más variadas y mejores que las nuestras. Ni pájaros ni flores ni frutas se parecen a las nuestras, y esto por ser la zona tórrida. No tienen trigo, sino arroz. Tienen vino de caña, que es una bebida muy rica, pero que emborracha a los hombres más que el vino de uvas. Tienen vituallas en gran abundancia y todo cuanto apetece el hombre, menos el trigo.

Los astrólogos son sabios, y sus médicos saben conservar la salud al cuerpo del hombre. Todos son de raza negra, y hombres y mujeres van desnudos, pero se cubren las partes naturales con trozos de hermosas telas. No consideran pecado la lujuria ni las flaquezas de la carne. Pueden casarse con sus primas hermanas y con la madrastra, si el padre ha muerto. Y ésta es una costumbre general en la India.

Ya describimos otra parte de este reino, y como no hay nada notable que mencionar, nos iremos y os hablaremos de Comari.

CLXXXII

De la ciudad de Comari

Comari es una región de la India, en la cual ya se percibe la estrella polar que habíamos dejado de ver desde la isla de Java. Y de aquí se navega a 30 millas en alta mar y se ve la estrella polar, que aparece por encima del agua. Este lugar no está tan cultivado, y la naturaleza es más virgen. Hay mucha fauna, y especialmente monos. Hay un sin fin de variedades y algunos muy parecidos a os hombres. Hay diversidad de gatos y magníficos leones, leopardos y linces.

 

Nos iremos al reino de Eli, porque ya en éste no hay nada digno de mención.

CLXXXIII

En donde se habla del reino de Eli

Eli es un reino hacia Poniente, alejado de Comari 30 millas. Tienen un rey. Son idólatras y tienen idioma propio. Sus costumbres se pueden ya contar más libremente, porque nos vamos acercando a lugares más civilizados. En esta provincia no hay ningún puerto, pero hay un gran río, cuya corriente es navegable.

Nace la pimienta en abundancia, y el jengibre y la alquitira, el alcapuz, la vainilla y el regaliz. El rey posee grandes tesoros, pero no tiene muchos vasallos. La entrada del reino está tan fortificada, que nadie puede entrar a invadir el reino impunemente. Y por esto no temen a nadie.

Si alguna nave aborda en estas poblaciones de pronto sin algún objeto definido para ellos, la secuestran y le cogen todas las mercaderías, diciendo: «Ibais a otras playas, y Dios os ha enviado hacia nosotros, y por eso os quitamos las cosas que lleváis». Entonces se apoderan del cargamento y se lo guardan, sin pensar que cometen un pecado. Y así sucede en toda esta parte de la India. Si por el mal tiempo alguien se refugia en algún sitio en donde no pensaba amarrar y había al salir del puerto tomado otro rumbo e involuntariamente se encuentra en otro paraje, en seguida le quitan el cargamento y le roban cuanto lleva, diciéndole: «¿Queríais ir a otra parte? Pero mi buena suerte te ha traído aquí, y por eso confisco tus haberes». Los bajeles y gripos de Mangi y otras partes vienen en verano, cargan en cuatro a ocho días, y se van en cuanto pueden, porque como no hay puerto en donde refugiarse, es muy peligroso el permanecer en esas dunas, que no ofrecen resguardo. Es verdad también que las naves de Mangi no temen anclar en las playas, como otras, porque tienen un ancla tan enorme que aguanta y soporta cualquier aventura.

Aquí también hay leones y fieras en profusión, lo mismo que toda especie de caza. De Eli nos iremos a Melibar.

CLXXXIV

Del reino de Melibar

Melibar es un gran reino hacia Poniente. Tienen un rey y un idioma propio. Son idólatras y libres de todo tributo. Desde este reino se ve muy bien la estrella de tramontana, que parece elevada a dos «goves» del agua. Sabed que este Melibar está a poca distancia de otra provincia llamada Goçurat. Aquí cada año arman 100 bajeles, a la vez que apresan las galeras, pues son piratas de mar. Estos bajeles de corsarios acechan a los mercaderes. Se colocan las naves para esto distantes cinco millas unas de otras, y otras 20 en el lado opuesto. Lo que suponen que dominan un espejo de agua de 100 millas en el mar. En cuanto otean una nave o gripo se hacen una señal luminosa de una a otra, y de esta suerte no hay nave que se les escape. Pero los mercaderes, que conocen las malas artes de estos corsarios y prevén los encuentros, se preparan también y van tan bien armados, que no tienen miedo de ellos. Se defienden con fiereza y a veces les causan grandes perjuicios. Esto no quita de que los piratas apresen alguna nave, y cuando cae en sus manos se quedan con ellas y su cargamento; pero no les hacen daño alguno a los hombres, sino que los dejan en libertad; empero les dicen: «Id a ganar otra vez haberes, porque así la casualidad los traerá otra vez a nuestras manos». Este reino tiene gran cantidad de pimienta y de jengibre, mucha canela, vainilla y alquitrán, nueces de Indias, bocací muy fino y del mejor; todo lo que se llevan de aquí es de gran valor. Y los de otros países traen, en cambio, paños de seda, telas de oro, sándalo, oro, plata. Y vienen de la provincia de Mangi para transportarlo más lejos. Y los que van a Aden lo llevan a Alejandría.

Os contamos del reino de Melibar; nos alejarnos de aquí para contaros del reino de Goçurat. Y no os describiremos todas las ciudades del reino por no prolongar demasiado el relato, pues cada cual tiene tantísimas ciudades y castillos, que ya es imposible mencionar.

CLXXXV

Del reino de Goçurat

Goçurat es un gran reino. La gente es idólatra y habla un idioma propio. Son independientes. Este reino está situado a Poniente, y se ve la estrella del Norte ya bastante alta. Éstos son los peores corsarios del mundo. Son tan perversos, que ya no cabe más. Cuando apresan a un mercader le dan de beber tamarindo y agua de mar, así que tienen cólicos y vomitan lo que tienen en el estómago. Los corsarios recogen todo lo que arrojan los mercaderes, por si hay alguna piedra o perla fina que se tragaron por precaución. Porque dicen que cuando los mercaderes se ven en peligro se tragan las perlas y piedras finas, para que no se las encuentren, y por eso les dan esas bebidas, que provocan cólicos y vómitos.

El país produce la pimienta, bastante jengibre y añil en abundancia. Tienen también algodón, porque hay muchos algodoneros altos seis pasos y de más de veinte años. Pero cuando estos árboles son demasiado viejos, ya no dan algodón bueno para torcer, pero lo dan para acolchar o para hacer cañamazos; pero hasta que el árbol tiene doce años, produce buen algodón para hilar.

En este reino se adoban y curten cantidad de cueros y pieles: cueros de buey, de búfalo, de rinoceronte y de otras bestias. Y curten tal cantidad, que cargan naves enteras, que llevan a Arabia y a otras regiones, y todos los reinos y provincias se surten de aquí. En este país se hacen bellos trenzados y tejidos de cuero bermejo, con pájaros pintados y animales sobrepuestos, cosidos finamente con hilo de oro y plata. Son tan espléndidos, que da gloria verlos; los sarracenos los emplean para dormir encima, pues siendo de cuero son blandos y se prestan a ello. Y hacen bellos cojines, cosidos de oro, que valen seis Marco de plata. Y de esos tapetes trenzados los hay que valen hasta 10 Marco de plata. ¿Qué más os diré? En ninguna parte del mundo se trabajan mejor el cuero y las badanas que en éstas, en que hacen obras del más grande valor. De aquí os hemos contado todo, y nos iremos ahora a un reino llamado Tana.

CLXXXVI

Del reino de Tana

Tana es un gran reino hacia Poniente. Tiene un rey que no paga tributo a nadie. Son idólatras y tienen idioma propio. No hay ni pimienta ni especias, como en las demás provincias; pero tienen benjuí, no muy blanco, sino amarillento. Esto es lo que les trae mayor beneficio. También hacen bocacís y telas de algodón. Los mercaderes traen cosas que necesita el país y se llevan las que les traen provecho y ganancia.

Os diré de otra mala costumbre de esta región. Ya habéis oído que de aquí salen corsarios que van haciendo estragos por los mares. Ellos están de acuerdo con su rey, pues cierran el siguiente trato: Los corsarios se obligan a darle cuantos caballos roban. Y los roban a menudo, porque, como ya os conté, hacen gran comercio de ellos en las Indias, y pocas son las naves que no llevan caballos a vender. Por eso el rey tiene un convenio con los corsarios; él se queda con los caballos y ellos se guardan el oro, la plata y las piedras finas. Es una mala acción, indigna de un rey.

Hemos descrito el reino de Tana. Nos iremos ahora y hablaremos del reino de Cambaet.

CLXXXVII

Del reino de Cambaet

Cambaet es un gran reino hacia Poniente. Tienen idioma propio y son independientes. Son idólatras. Aquí veis la estrella de tramontana, y a medida que vais hacia Poniente la veréis más cerca. En este reino también van y vienen los mercaderes. Tienen añil superior y en cantidad. Algodón y bocací almacenados, pues lo traen de muchas partes. Venden vino muy bien preparado y tantas otras cosas que no se pueden enumerar porque extenderían mucho nuestra relación.