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100 Clásicos de la Literatura

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Hay muchas casas de lujo en la ciudad, y por aquí y acullá torres de piedra para resguardar los muebles y enseres de la gente cuando ha habido un incendio en sus casas. Y es que hay a menudo fuegos, por haber en la ciudad varias construcciones de madera.

Los indígenas son idólatras, vasallos del Gran Khan. Tienen papel moneda. Comen carne de perro, de caballo y de otros animales extraños que ningún cristiano comería por todo el oro del mundo.

En cada uno de los 12.000 puentes tienen 10 centinelas de día y de noche. La ciudad está bien guardada, para que los ladrones no cometan delitos ni haya gente maleante que intente soliviantar los ánimos para la sublevación. Hay una torre en la ciudad y en ella una gran tabla de madera que un hombre tiene entre sus manos, y pega en ella bien fuerte para que se oiga de lejos cada vez que hay un incendio en la ciudad o que hay alguna algarada. Entonces el vigía de la torre avisa a los que guardan la ciudad.

El Gran Khan hace que la ciudad esté bien custodiada, y para esto emplea gran cantidad de gente, porque es la capital y centro de toda la provincia de Mangi. Y como contiene grandes tesoros, paga al Gran Khan tributos tan elevados, tan conspicuos, que si los oyerais mentar no lo podríais creer. También la hace guardar por miedo a que se levanten contra él.

Y sabed que todas las calles están empedradas o con adoquines o con ladrillos de barro cocido, que se puede transitar en ellas sin enlodarse a pie y a caballo. También añadiré que cuenta con 3000 baños; son baños calientes, que son muy agradables a los hombres y los toman varias veces al mes, porque son muy aseados y limpios de sus personas. Estos baños son grandes y espaciosos y pueden dar cabida a 100 hombres y a 100 mujeres a la vez.

Y os haré saber que el Océano está a 25 millas de esta ciudad entre Nordeste y Levante. Y en esa dirección hay una ciudad llamada Ganfu, que tiene un magnífico puerto en donde amarran enormes naves con costosas mercaderías. Desde ese puerto a la ciudad hay un río caudaloso, de modo que las naves pueden remontarlo, y siguen su curso navegable hasta más arriba de esta ciudad.

El Gran Khan dividió esta provincia de Mangi en nueve reinos. Es decir, que a cada rey le confirió el mando de un gran reino, pero a su vez estos reyes están sometidos al Gran Khan, de tal suerte que cada año tienen que rendirle cuentas de sus rentas y de cuanto pasa en el reino. En esta ciudad tiene su residencia uno de los nueve reyes que gobierna más de 140 ciudades grandes y ricas.

Os causará maravilla que os cuente que en la provincia de Mangi hay 1200 ciudades. En cada una de ellas tiene un alcaide, nombrado por el Gran Khan, con las atribuciones siguientes: Cada una de estas ciudades tiene, por lo menos, 1000 hombres para guardarla; otras más importantes, 10.000; otras, 20.000, y otras, 30.000; de suerte que están bien guardadas. Pero no creáis que estos hombres son todos tártaros, sino del Catai; tampoco todos son gente de a caballo, sino una gran parte a pie, y todos forman parte de las huestes del Gran Khan.

El rendimiento de la provincia de Mangi para las arcas del Gran Khan es tan enorme, que no hay quien lo pueda imaginar. Hay un intendente que administra estas rentas, a más del rey de Mangi. Y apenas puedo contaros de la gran riqueza de esta provincia; pero antes de proseguir tengo que enteraros de una cosa singular.

Habéis de saber que todos los habitantes de Mangi tienen por costumbre que cuando nace un niño el padre o la madre hacen inscribir en un registro el día de su nacimiento, y el lugar y la hora y bajo qué signo del Zodiaco ha nacido y bajo qué planeta o constelación. De modo que cada cual conoce el día de su nacimiento; así pueden advertirle los astrólogos, cuando quiere emprender un viaje, si puede hacerlo o no, y a veces les impiden así viajar, pues sus astrólogos son muy sabios y avisados y duchos en hechizos diabólicos, de modo que advierten a los hombres de las cosas que pueden regir sus destinos, y ellos les creen de muy buena fe.

Cuando van a acompañar a sus muertos para incinerarlos, todos los parientes, hombres y mujeres, se visten de estameña para demostrar su duelo, y van acompañando al cadáver, que llevan en andas, con cortejo de instrumentos, cantando invocaciones a los ídolos. En llegando al lugar que han destinado para ser incinerados se detienen. Hacen recortar en cartón dorado caballos, esclavos, hombres, mujeres, camellos y todo lo que el difunto hubo deseado en su existencia. Queman luego el cadáver con todas estas imágenes de su deseo. Mientras ven consumirse en la pira el cuerpo con todos estos atributos, dicen que en el otro mundo el muerto tendrá todas estas cosas y que cuantos honores le rindan en éste se los rendirán en el otro los ídolos y los dioses.

En esta ciudad se halla el palacio del rey que huyó y que era señor de todo el Mangi, que es el reino mejor y más noble del mundo. Os lo describiré: Sabed que el palacio tiene, por lo menos, 10 millas de cintura y está rodeado de altos muros almenados. En el recinto de estas murallas hay bellos jardines, con las mejores flores y frutos que puedan idearse, fuentes y lagos llenos de peces. En medio del lago hay otro palacio grande y suntuoso. Tiene éste un salón central tan grande y hermoso que a la mesa se puede sentar gran cantidad de gente y puede hospedar un sinnúmero de ellos. La sala es miniada en oro con historias y jeroglíficos y animales, pájaros, caballeros, damas y damiselas maravillosamente ejecutados. No hay cosa más digna de verse. En todas las paredes y artesonados no hay más que pinturas de oro; ¿y qué más os diré? No sé si sabré describiros fielmente la belleza y nobleza de este palacio, y os diré sumariamente toda la verdad. Tiene este palacio 20 estancias, todas del mismo tamaño, tan enormes, que 10.000 hombres pueden comer en ellas con holgura. Están enteramente recubiertas de preciosas pinturas y oro repujado; además de estos aposentos, hay hasta 1000 habitaciones, que son otros tantos departamentos para comer y dormir. De los frutos y peces ya os he contado.

Hay además en esta ciudad 160 hogares, es decir, que están en grupos de viviendas y forman manzanas, por lo cual la manzana, que es de 10.000 tomanes, forma un total de 1.600.000 casas, entre las cuales se cuentan infinidad de bellos palacios. No hay más que una iglesia de cristianos nestorianos.

Después de contaros lo concerniente a esta ciudad os diré algo curioso: Cada vecino tiene en la puerta de su casa un letrero con su nombre y el de su mujer, hijos, nueras, sus esclavos y la nomenclatura de todo lo que haya en ella, inclusive el número de caballos. Y si alguien fallece borran su nombre, y de esta manera los gobernadores de cada ciudad saben los vecinos que tienen en su jurisdicción. Y así es costumbre en toda la provincia de Mangi y de Catai. Otro buen acuerdo y sabia disposición es la siguiente: Todos los que tienen hospedería y albergue inscriben el nombre de los que hospeda y en qué día y mes han llegado. Así, el Gran Khan sabe quién entra y sale en su reino, y es cosa muy importante para un hombre prudente.

Os he relatado esto ahora, y quiero deciros algo sobre la gran renta que paga esta ciudad al Gran Khan, que es la que corresponde como una de las nueve partes de Mangi.

CLIV

De las alcabalas que saca el Gran Khan de Quinsay

Quiero ahora contaros la enorme renta que saca el Gran Khan de esta ciudad de Quinsay y las tierras que están bajo su señorío, que forman la novena parte de Mangi. Ante todo, mentaré la sal, que es el tributo más fuerte. Sabed en verdad que la sal de esta ciudad renta anualmente, por costumbre, 80 tomines de oro, y cada tomín vale 70.000 «sazos» de oro, lo que hace que los 80 tomines representan 5.600.000 «sazos» de oro. Cada «sazo» vale más de un florín de oro o ducado de oro, y es una cosa maravillosa la cantidad de moneda que esto representa.

Después del tributo de la sal os hablaré de otros sobre varias mercaderías. En esta provincia crece y se hace más azúcar que en ninguna otra parte y es otra gran renta para el tesoro. Y no os hablaré de las cosas en particular, sino por grupos. Por ejemplo: Todas las especias reunidas rinden tres o el tercio por ciento y el resto de las mercancías igualmente: del vino, del arroz, del carbón y de las 12 artes y oficios y los 12.000 almacenes de las mismas. De los telares de seda tiene grandes rentas, pues todo paga un tributo. ¿Y por qué prolongar la nomenclatura? Sabed que la seda da el 10 por 100, lo que asciende a una cantidad fabulosa, y muchas otras cosas tienen el 10 por 100 también, así que yo, Marco Polo, que he visto hacer las cuentas más de una vez, os digo en verdad que todas estas cosas, aparte de la sal, rinden 210 tomines de oro, que valen 14.700.000 «sazos», y considero que ésta es la renta más desmesurada que jamás he oído contar. Esto se refiere sólo a la novena parte de la provincia.

Dejemos esta ciudad de Quinsay de la cual explicamos las costumbres por lo menudo, y prosigamos a la ciudad de Tanpingiu.

CLV

De la ciudad de Tanpingiu

Al dejar a Quinsay, andando una jornada hacia Sudeste, se encuentran al paso casas y jardines preciosos. Hay víveres en abundancia. Al cabo del día se encuentra la ciudad llamada Tanpingiu, que es grande y bella y está bajo la jurisdicción de Quinsay. Sus habitantes pertenecen al Gran Khan y tienen papel moneda. Son idólatras y queman a sus muertos. Viven del arte y del comercio. Tienen toda clase de productos, pero no hay nada de particular que contar, y por eso hablaremos de Viugiu.

Y cuando se parte de esta ciudad de Tanpingiu se va a tres jornadas hasta Sudeste, encontrando al paso bellas ciudades, castillos grandes y esbeltos. Por doquier reina la abundancia y todo es barato; los indígenas son idólatras y pertenecen al Gran Khan. Son de la señoría de Quinsay; por lo demás, no hay nada que la distinga de las demás poblaciones, y por eso iremos más adelante y os contaremos de la ciudad de Ghiugiu.

 

A dos jornadas a Sudeste de Viugiu se pasa para llegar a ella por ameno paisaje cubierto de ciudades y castillos. Hay de todo en abundancia. La sola particularidad es que la caña es aquí más gorda y alta que en ninguna otra parte. Hay algunas que miden cuatro palmos de anchura por 15 pies de altura. Al cabo de las dos jornadas se llega a una ciudad llamada Ghiugiu, que es muy grande y bella. Pertenecen al Gran Khan, son idólatras y están bajo el señorío de Quinsay. Tienen bastante seda. Viven de mercancías y de arte. Tienen todo cuanto pueden apetecer en cuestión de víveres. Y como no hay nada más digno de mención, nos iremos más adelante.

Dejando Ghiugiu se viaja cuatro días hacia Sudeste y al paso salen castillos, villas, alquerías. Todo en abundancia. Son idólatras y pertenecen al Gran Khan bajo el señorío de Quinsay. Viven del comercio y del arte. Tienen caza de aves en abundancia. Hay leones y fieras en la campiña. No se ve ni una oveja, ni un carnero en todo el Mangi, pero sí, vacas, bueyes, cabras y puercos. No hay nada más digno de mención, y prosigamos.

Partiendo de esta ciudad, Ghiugiu, se andan cuatro jornadas hacia Sudeste, encontrando siempre ciudades y castillos y víveres en abundancia. A cuatro jornadas se encuentra la ciudad de Cianscian, que es muy extensa y hermosa; está en lo alto de una montaña, con un río que la divide por medio, dejando un lado alto y otro bajo de la ciudad. También pertenecen a la jurisdicción de Quisaid. Los habitantes son súbditos del Gran Khan e idólatras; viven del comercio y de las artes. Y como no ya hay nada digno de mención, pasaremos más adelante.

Cuando se deja Cianscian también el paisaje es ameno, lleno de ciudades y castillos, y durante tres días es invariablemente bello. Son idólatras y pertenecen al Gran Khan; son de la señoría de Quinsay. Tienen víveres en gran abundancia, caza y venado, los mejores pájaros y plantas, y como no hay nada más que mencionar, prosigamos.

De aquí a tres jornadas hay la ciudad de Cugiu, que es muy grande y bella, cuyos habitantes son idólatras y pertenecen al Gran Khan. Hasta aquí llega el dominio de Quinsay y empieza un nuevo reino, otro de los nueve del Mangi, llamado Fugiu.

CLVI

Del reino de Fugiu

Dejando el reino de Quinsay, que es llamado también Cugiu, se encuentra el reino de Fugiu. A seis jornadas a Sudeste se cabalga por montañas y por valles, ciudades, castillos y caseríos. Son idólatras y pertenecen al Gran Khan y a la señoría de Fugiu, en la cual acabamos de entrar. Viven de arte y de comercio. Tienen todo en abundancia: caza, aves, y en la campiña grandes y feroces leones. Recogen el jengibre y la galanga en gran cantidad, pues por un ducado de oro podéis comprar 80 libras de jengibre. Tienen un fruto que da un color semejante al del azafrán, pero vale tanto o más que el azafrán. Comen de todo, y hasta carne humana si el hombre no ha muerto de muerte natural, pero si lo han matado con arma blanca y es sano se lo comen todo entero y dicen que es carne exquisita. Los hombres de armas suelen arreglarse de la siguiente manera: Se dejan el pelo largo y en medio de la frente se hacen pintar en azul una espada de hierro. Todos van a pie, menos los capitanes; van armados de lanzas y espadas; son los hombres más crueles del mundo, pues matan cuanto encuentran al paso, beben la sangre de sus víctimas y luego se las comen.

Dejemos este horror y hablemos de otras cosas. Andando otras tres jornadas sobre las seis antedichas, se llega a la ciudad de Quenlinfu, que es una grande y noble ciudad, sometida al poder del Gran Khan. Esta ciudad tiene tres magníficos puentes, largos una milla y ancho nueve pasos, todos de piedra con una columnata de mármol en el pretil. Son tan espléndidos, que valen un tesoro. También aquí se dedican al comercio y a las artes. Tienen telares de seda. Recogen el jengibre y la galanga. Las mujeres son muy bellas. Hay algo curioso que mencionar además. Tienen gallinas que no tienen plumas, pero sí una piel como la del gato y muy negra. Ponen huevos como los de nuestra tierra; su carne es muy sabrosa. Como ya no hay nada que observar, iremos más adelante.

Durante tres jornadas, a más de las seis que ya he dicho, se marcha por un paisaje encantador, con muchos castillos, villas y ciudades, abundancia de mercaderías, caza, feroces leones que persiguen a los viajeros. En la última jornada y a 15 millas se encuentra una ciudad llamada Unquen, en donde se fabrica mucha azúcar. De aquí se surte el Gran Khan y se llevan todo el que consumen en la corte, en tan gran cantidad que esto por sí solo es un tesoro. No hay nada más digno de contarse, y pasemos más adelante.

A 15 millas de la ciudad de Unquen encontramos la muy noble ciudad de Fugiu, y os contaremos de ella lo que sabemos.

CLVII

De la ciudad de Fugiu

La ciudad de Fugiu es la capital del reino de Choncha, que es otra de las nueve provincias del Mangi. En ésta hay mucho comercio, mercaderes y artesanos. Son idólatras y vasallos del Gran Khan. Allí moran muchos hombres de armas, pues las huestes del Gran Khan están en parte de esta capital, porque en esta región los castillos y ciudades se levantan con facilidad, de modo que estos hombres sofocan en seguida estas rebeliones. Y por esto el Gran Khan tiene una nutrida guardia.

Por la ciudad cruza un río caudaloso, de una milla de ancho, y en el cual hay arsenales en donde se arman las naves que navegan por su corriente. Produce el azúcar en tan gran abundancia, que es difícil el contarlo.

Aquí hay gran tráfico de perlas y piedras preciosas, y es porque los mercaderes atracan con sus barcos provenientes de las islas de la India. Esta ciudad, además, está cercada del puerto de Çaiton (Cantón), en el mar Océano, y allí es un acudir de naves y gripos de toda la India con mercancías variadas y preciosas que remontan los mercaderes río arriba hasta Fugiu. Hay todo cuanto puede apetecer el hombre. Las orillas están cuajadas de deliciosos jardines con frutas de todas clases. Es una ciudad tan bien provista de todos los dones del cielo que es un encanto. Ya no hay nada digno de mención en ella, y prosigamos la ruta.

CLVIII

De la ciudad de Çaiton (Cantón)

Pasando el río de Fugiu se andan cinco jornadas, encontrando por doquier ciudades, castillos y granjas muy florecientes y donde hay cantidad de productos. Se pasa por montes, valles y llanos e inmensos bosques poblados de árboles, de los cuales se saca el alcanfor. La comarca es abundante en caza, aves y pájaros. Sus habitantes viven del comercio y la industria, son vasallos del Gran Khan, y bajo la jurisdicción de Fugiu y a cinco jornadas hay una ciudad llamada Çaiton (Cantón), que es grande y noble.

Es el puerto en donde vienen a parar las naves de la India, descargando los tesoros de piedras finas y de gran valor y perlas muy gordas y del mejor oriente. Es el puerto de expansión de todo el Mangi, es decir, que todo lo que se produce a su alrededor acuda a él y hay un movimiento continuo de mercaderías y un mercado de piedras preciosas que es maravilloso. Y de este puerto van a toda la provincia de Mangi, y por un cargamento de pimienta que va a Alejandría o a otro lugar para ser exportado a tierra de cristianos hay cientos que vienen a Çaiton. Habéis de saber que éste es uno de los puertos de más importancia del mundo.

Y el Gran Khan recibe de esta ciudad un tributo enorme, porque cada nave que llega de la India paga sobre todas las mercaderías el 10 por 100, así de las piedras preciosas como de lo demás. Estas naves pagan como flete por mercadería y seda el 30 por 100, y por la pimienta el 44 por 100. Por la madera de áloe y por el sándalo y otras maderas aromáticas, el 40 por 100. De suerte que entre el flete y el tributo y la alcabala el mercader paga la mitad de la ganancia de lo que trae. Así que para el Gran Khan es esta ciudad un tesoro.

Son idólatras. La tierra es muy fecunda y tienen toda clase de frutas. En esta provincia hay una ciudad llamada Tiungiu, en donde hacen los platos de porcelana grandes y pequeños y los más bellos que verse puedan. En ninguna parte se hacen iguales a éstos sino en esta ciudad, y de ahí se desparraman por el mundo entero, y no son muy caros, pues por un ducado veneciano tendréis tres fuentes tan bellas que no hallaríais nada mejor. En esta ciudad hablan un idioma propio.

Os hablé del reino de Fugiu, que es una de las partes de los nueve reinos. Y en verdad os digo que el Gran Khan saca pingües rentas, tantas como las del reino de Quinsay.

No hemos descrito todavía los nueve reinos de Mangi, sino tan sólo tres, que son Yangiu, Quinsay y Fugiu, y de éstos ya habéis oído bastante. De los otros seis también podríamos contar, pero como es muy largo el relato nos callaremos. Del Mangi, de Catai y de otras provincias, de gente, animales, pájaros, oro, plata y piedras preciosas y perlas y tantas otras cosas, ya habéis oído. Pero como en nuestro libro no reza aún todo lo que deseamos deciros, pues nos quedan todas las descripciones de las cosas de la India, que son dignas de conocerse y que posee maravillas de las cuales adolecen otras regiones, es bueno y saludable lo dejemos escrito en este libro, y maese Rustichello lo expondrá así como lo cuenta micer Marco Polo. Y os diré en verdad que micer Marco vivió tanto tiempo en la India, conoció tanto sus negocios, sus costumbres, que es el hombre que más sabe sobre este país.

Ya sé qué hay tanta maravilla que la gente que oirá su relato lo encontrará increíble; pero nosotros las pondremos una tras otra tal como las refería micer Marco. Y vamos a seguir en este libro.

****

EL LIBRO DE LA INDIA

CLIX

Aquí empieza el libro sobre la India, que hablará de todas las maravillas que contiene y de las costumbres de sus gentes

Ya que hablamos de tantas provincias del continente como habéis oído, dejaremos esta materia y entraremos en la India para contar sus maravillas y empezar por la descripción de las naves que zarpan desde la India.

Construyen las naves de la siguiente manera: de madera de pino o de alerce. Tienen un puente, y en este puente hay a menudo 40 entre cámaras y camarotes, en donde un mercader puede vivir cómodamente. Van provistas de un timón y de cuatro árboles y a veces le añaden dos palos de repuesto, que se quitan y ponen cuando se quiere. Están espléndidamente clavados con doble carena, es decir, dos tablas, una exterior y otra interior; están calafateadas en las junturas por fuera y por dentro y clavadas con puntas de hierro.

No están alquitranadas, porque no conocen la pez, pero las untan de tal modo con otra sustancia que ellos consideran mejor que el alquitrán. Toman estopa y cal y lo desmenuzan y lo mezclan con aceite de palmera, y con esta mezcolanza entre las tres materias queda una sustancia tan resistente y compacta como la pez. De esto untan las naves y es lo mismo que si las alquitranaran.

Tienen 200 marineros de dotación y son tan grandes que pueden llevar 5000 espuertas de pimienta, y algunas hasta 6000, y van a remo, y en cada remo van cuatro marineros. Y la nave está dotada de tan grandes barcas que cada una de ellas puede llevar 1000 espuertas de pimienta. Ya os dije que llevaban 40 hombres de equipaje; cada barca va armada y algunas veces remolcan a la gran nave. Siempre llevan encima y a los costados varios botes, pero los unos mayores que los otros, y otras pequeñas embarcaciones o almadías, con las cuales pescan para el servicio de mesa de la nave, y estos botes están amarrados a los lados de ella. Cuando quieren carenar la gran nave, es decir, limpiar la carena y que haya navegado un año, la ponen en seco de la siguiente manera: clavan en el costado de la eslora una tabla y al otro lado otra y con otras seis la apuntalan y luego la untan y calafatean.

Os he hablado de la nave con la cual los mercaderes van y vienen de la India. Y abandonaremos esta materia para contaros de la propia India. Pero ante todo os hablaré de otras islas del mar Océano, en donde estamos aún. Estas islas están a Levante, y empezaremos por una isla llamada Cipango (Japón).

CLX

En donde se trata de la isla de Cipango (Japón)

Cipango es una isla a Levante que está a 1500 millas apartada de la tierra en alta mar. Es una isla muy grande. Los indígenas son blancos, de buenas maneras y hermosos. Son idólatras y libres y no están bajo la señoría de nadie. Tienen oro en abundancia, pero nadie lo explota, porque no hay mercader ni extranjero que haya llegado al interior de la isla. Os contaré de un maravilloso palacio que posee el señor de la isla. Existe un gran palacio todo cubierto de oro fino, tal como nosotros cubrimos nuestras casas e iglesias de plomo, y es de un valor incalculable. Los pisos de sus salones, que son numerosos, están también cubiertos de una capa de oro fino del espesor de más de dos dedos. Todas las demás partes del palacio, salas, alféizares, todo está cuajado de oro. Es de una riqueza tan deslumbrante, que no sabría exactamente cómo explicaros el efecto asombroso que produce el verlo.

 

Tienen perlas en abundancia de un oriente rosa, preciosas, redondas y muy gruesas. Son de tanto valor como las blancas, o más. Tienen varias otras piedras preciosas. Es una isla muy rica, cuya riqueza es incalculable.

Y como le diera razón al Gran Khan de la gran riqueza de esta isla, Cublai —que entonces reinaba— quiso apoderarse de ella. Y envió a dos barones al mando de una flota con hombres a pie y a caballo. Uno de estos barones se llamaba Abatan y el otro Volsanicin. Ambos eran sabios y valientes. Navegaron de Çaiton a Quinsay, se hicieron a la vela y abordaron a estas islas; se apoderaron de llanos y granjas, pero ningún castillo ni ciudad había caído en sus manos todavía, cuando les sucedió el percance que les contaré.

Habéis de saber, ante todo, que los dos barones se envidiaban mutuamente y que ninguno de los dos hacía nada de común acuerdo con el otro.

Y un día sopló la tramontana de tal manera, que los de la armada, asustados, se dijeron que si no alzaban anclas se estrellarían todas las embarcaciones. Entonces se refugiaron en las naves y se hicieron a la mar, y habiendo navegado cuatro millas se encontraron otra isla de tamaño un poco menor, y los que en ella pudieron escapar se salvaron, pero los otros quedaron estrellados contra las rocas.

Sin embargo, se salvaron 30.000 hombres, y estos náufragos se daban por perdidos, pues veían morir a sus compañeros y desaparecer las naves que habían podido tomar el largo hacia su tierra.

Y así hicieron, en efecto; algunas de entre ellas, que pudieron escapar, navegaron sin tregua hasta llegar otra vez a su país. Dejemos, pues, a los que se fueron y volvamos a los que quedaron muertos de miedo en la isla.

CLXI

De cómo la gente del Gran Khan que había escapado al temporal tomó la ciudad de sus enemigos

Sabed, pues, que estos 30.000 hombres que escaparon a los elementos se veían perdidos y no velan medio de remediar su triste suerte. Desesperados y angustiados, no sabían qué hacer ni qué resolver.

Y estaban en situación tan apurada cuando el señor de la gran isla y sus secuaces vieron a la armada tan desesperada y deshecha y se enteraron que los náufragos estaban en la isla menor. Se llenaron de alegría y regocijo. Y en cuanto la mar se calmó se fueron en varias naves que tenían en la isla e hicieron vela hacia ella para prender a los que allí se hallaban.

Cuando los 30.000 vieron que el enemigo había tomado tierra y se dirigía hacia ellos para prenderles, maniobraron de modo de marchar en sentido contrario de los que venían, y yendo hacia la playa se acercaron a las naves del enemigo, y entraron en ellas, y esto lo consiguieron con facilidad, pues no había quien las defendiera.

Embarcados en las naves se alejaron de la isla a toda prisa para abordar la isla mayor. Tomaron allí tierra y bajaron con el estandarte y señeras del señor de la isla, dirigiéndose a la capital, y los que reconocieron el pendón de su señor creyeron que eran sus propias gentes y los dejaron entrar en la ciudad.

En ella no encontraron más que ancianos; entonces se apoderaron de la ciudad, echaron a todos los que estaban en ella y sólo guardaron algunas mujeres hermosas para que les sirvieran. Y así es como tomaron esta ciudad los hombres de armas del Gran Khan.

Y cuando el señor y sus gentes se dieron cuenta que habían perdido su capital y que el desastre era completo para ellos, se desesperaron y creyeron morir de rabia. Entonces volvieron con otras naves a su isla y cercaron la ciudad de modo que nadie podía entrar ni salir de ella si a ellos no se les antojaba. ¿Y qué más os diré? La gente del Gran Khan resistió siete meses el sitio, buscando día y noche cómo podían enterar al Gran Khan de la situación desesperada en que se hallaban y les ponía en tan grande aprieto; mas nada les valió. Y cuando vieron que no había salvación, parlamentaron con los de fuera, acordaron una tregua y se rindieron, a condición de que les perdonaran la vida. Y bajo este pacto quedaron allí para siempre. Y esto fue en el año 1269 de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo.

Así concluyó esta aventura desgraciada. El Gran Khan hizo decapitar a uno de sus barones, que era el capitán mayor de la armada al otro lo mandó a una isla en donde hacía desaparecer a la gente que le molestaba, y allí le hizo dar muerte. Y esto porque se enteró que se habían portado mal el uno contra el otro en esta aventura.

Y os diré otra gran maravilla: Estos dos barones tomaron un castillo que allí se encontraba para defenderse, y como no quisieron ceder la plaza, los dos barones dieron orden de que los mataran. Y así lo hicieron y cercenaron sus cabezas, excepción hecha de ocho hombres, a los cuales no lograban cortar la cabeza. Y esto sucedía en virtud de unas piedras preciosas que tenían incrustadas en el brazo entre la carne y la piel, de tal suerte que no se veían exteriormente, y estas piedras tenían poder de magia, de modo que cuando uno las llevaba encima no podía morir por el hierro. Los barones supieron por qué causas no podían matar a estos hombres por medio de la espada; entonces mandaron que los mataran a machetazos, y murieron en seguida. Hicieron que les retiraran las piedras de los brazos y las conservaron con gran cuidado.

Habéis, pues oído esta historia de la derrota de la gente del Gran Khan. Haremos punto y volveremos a proseguir la narración de nuestro libro.

CLXII

Donde se habla del culto de los idólatras

Los ídolos de Catai y los de Mangi y los de estas islas son todos semejantes. Estas islas tienen ídolos con cabeza de buey, otros con cabeza de cerdo, de cordero, de perro y otros variados. Algunos tienen cabezas de cuatro caras, otros de tres, es decir, una normal y dos a los costados; algunos cuatro manos, otros 10 y otros 1000. Éstos son los más venerados.

Cuando los cristianos les preguntan por qué hacen así a sus ídolos: «Nuestros antepasados nos lo legaron de esta manera; así lo dejaremos a nuestros hijos y a los que vendrán después de nosotros». Las patrañas de estos ídolos son tan curiosas y son obras del diablo, que mejor es no escribirlas en este libro, porque sería piedra de escándalo para los cristianos; así que dejaremos a los ídolos y os contaremos otra cosa.

Pero os diré, porque deseo que no lo ignoréis; cuando uno de los idólatras de estas islas secuestra a un hombre que no es amigo de ellos, y éste no puede rescatarse por dinero, invita a sus amigos y congéneres a su casa. Hace asesinar al hombre que ha caído en sus manos y se lo come, en compañía de sus parientes; pero antes lo hace preparar y guisar convenientemente y encuentran que es la mejor carne que darse puede. Y volvamos a nuestro relato: Este mar en que está situada la isla se llama el mar de la China, es decir, el mar que rodea a Mangi, pues los naturales de esta isla, cuando quieren decir la China, dicen Mangi; pero la China está hacia Levante, y tiene, según los pilotos y navegantes que la conocen, 7448 islas, de las cuales muchas habitadas, y en estas islas no hay árbol que no sea aromático y que no tenga perfume fuerte y agudo, con maderas de gran utilidad, grandes como el alerce, y más grandes aún. Hay especias muy caras: pimienta blanca como la nieve y negra, ambas en gran abundancia. El oro abunda tanto en ellas, que es maravilla, pero están tan lejos y se pasan tantas fatigas para ir a ellas, que no hay muchos que se lleguen allá. Y cuando las naves de Çaiton o de Guinsai atracan a ella es siempre con gran provecho y ganancia. Pero para llegar a ellas tardan un año, pues van en invierno y vuelven en verano, porque los vientos son en esa época favorables, y al volver en esta otra, uno sopla en popa en invierno y otro en estío. Esta región está muy alejada del camino de la India, y os dije que se llamaba mar de la China, y quiero que sepáis lo que llamo mar Océano. Pues se dice mar de Inglaterra o mar de la Rochela; así, aquí mar de China y mar de Indias, pero todos éstos son un común denominador, que es el mar Océano.